Prisionero
Guerra, torturas, un corazón devorado, cuerpos calcinados, gemas desvanecidas y un desesperado grito clamando por ellas; huesos y una estatua demoníaca. Cada imagen superpuesta como en un sueño carente de sentido, pero una voz continuaba presente al despertar, cual susurro insistente:
«¡Las gemas!»
Asustado, contempla el cada vez menos desconocido sitio para ignorarle, pero la voz se rehúsa a ser callada, ahora son gritos que retumban su mente.
«¡¡¡Las gemas!!!!»
—¡Basta yaaaa!
«¡El corazón!»
Las miradas alrededor lucen aterradas, la congregación se aferra a sus crucifijos y libros sagrados; el joven pide ayuda, pero todos se dispersan entre oraciones y llamados a la Orden de la Cruz, ya que el hereje de felina mirada fue sorprendido en un rincón durante el culto.
—¿Qué es esto? —El cuerpo del joven no para de temblar, lo mismo que su voz.
El eco de los murmullos se mezcla con la resonante voz de su mente. Ignora las pisadas que en sincronía empiezan a invadir el templo...
—¡Con temor a Dios, sin miedo al hombre!
El cántico de los caballeros se repite al rodearlo y su confundida mente se llena con el recuerdo de una promesa que parece imposible.
—¿Qué es el corazón del Averno?
—En manos equivocadas, una trampa que obliga al portador a amar y matar, en un ciclo sin fin; pero en las apropiadas es un arma letal, Neko.
—Dejá de llamarme así, ya te dije que soy Robert.
—Saled te reconoce.
Robert duda, pero siente curiosidad por ver lo que parecen personas, algunos tienen extraña apariencia ya sea en color de piel o rasgos animales. Caminos, poblado, niños; todo le parece raro porque cuando intentó escapar solo había neblina y cualquier rumbo lo devolvía hacia el antiguo castillo con la bruja.
Caminaron hasta un lugar en el bosque donde apenas vislumbran las ruinas del castillo, la neblina luce más espesa y los cinco monolitos le causan escalofríos.
—Cuando el día sea tragado por la penumbra será tu señal de partida, encuentra las gemas y regresa aquí...
La bruja comienza a hablar en lenguas ante un altar, Robert tiembla al ver el día mermar hasta ocultarse el sol tras una máscara y solo un diminuto haz de luz consigue colarse alrededor.
—No durará. Sé veloz, mantén la capa y que la flama te guíe. ¡Vete!
En cuanto abandonó el bosque volvió a temblar, todo el lugar era desconocido, creyó que al dejar Saled podría regresar a casa, pero lo que encontró fue un mundo muy distinto al suyo, uno donde escasas personas corren despavoridas y aferradas a sus crucifijos hasta hallar refugio.
Entre cánticos, unos caballeros abandonan una iglesia cuya torre, en lugar campanas, proyecta luz. Los cascos de los caballos repiquetean sobre las calles de piedra mientras cabalgan a toda marcha y aunque cada cosa luce confusa, es el chico que transportan enjaulado quien capta su atención...
—¡Ruuulooo!
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