Te amo
"Pienso en ti muy despacio, como si te dibujara dentro de mí y quedaras allí grabado. Quisiera tener la certeza de que te voy a ver mañana y pasado mañana y siempre en una cadena ininterrumpida de días; que podré mirarte lentamente aunque ya me sé cada rinconcito de tu rostro; que nada entre nosotros ha sido provisional o un accidente." Elena Poniatowska.
La duda le carcomía las entrañas, intentaba olvidarlo, arrancarse el pensamiento de la mente, y así ser capaz de borrar sus memorias, de hacer gala de su temperamento frío, y retirarse directo a donde sus deseos egoístas lo dejaran sumergirse en el agua viva y cristalina de su oasis, quisiera por sobre todas las cosas, no ser cobarde, de marcar con elocuencia su recién iniciada independencia, pero... la culpabilidad lo arrasaba a ratos, cuando la soledad de su habitación le mostraba en penumbras un deber, una misión que para él era suicida, y aunque a otros les pudiera parecer una lucha interna absurda y sin fundamento, en su interior la experimentaba como una batalla insaciable, interminable...
¿Qué hacer?, ¿Qué decir?, por donde quiera que lo mirara, tenía que hacer una elección, y en cualquiera de ellas, el alma se le desgarraría, la falta de sueño estaba surtiendo efecto en su aplomo, puesto que en las noches buscaba una respuesta que jamás llegaba, sabía que contaba con poco tiempo, ese correo ya lo conocía letra por letra, que lo golpeaba como un latigazo que deja una estela de polvo a su paso, y un sonido seco similar a un estallido, y eso era... un disparo al centro de sus sentimientos.
Cansado y abatido, miró su reloj digital al lado de su cama: 3:00 am, la maldita hora de las cosas inconclusas, de los miedos referentes al mundo del espiritismo, y para él, el momento de releer esa página blanca que le sabía a una sentencia, no tenía idea de cuál era su propósito al recorrer de nuevo esas líneas, igual nada cambiaría, su madre lo seguía solicitando con una súplica casi humillante.
La luz artificial de su celular no servía de mucho, más que para enfocar esa fastidiosa escritura, se tomó el rostro en un intento de relajarse, sin éxito por supuesto, sus orbes amatistas rayaban en el más profundo de los dilemas, sin embargo, la terrible noticia estaba ahí, y sonrió con amargura, al ver que esa bella mujer de cabellera dorada que lo concibió en su vientre maternal, seguía usando el apellido de su padre:
"24 de octubre, 2: 00 am.
De: Natassia Boissieu.
Para: Camus Boissieu.
Querido hijo, ahora que te tengo más lejos que nunca, comprendo que lo único auténtico que tengo en el mundo eres tú, el amor que siento por ti es lo que aún me mantiene con vida, desde que no eras más que un pequeño que se agarraba de mi para no caerse entre la tierra, supe que te adoraría con una locura tal, que no soportaría tenerte lejos de mi.
Dégel no tiene idea de los sacrificios que hice por no llorar frente a ti, aunque siempre fuiste muy serio, yo sé lo mucho que te preocupabas por ver a tus padres felices, en eso... te fallé, he hecho cosas de las cuales no estoy orgullosa, y que me avergüenza que conozcas, sin embargo, me temo que ya no me queda tanto tiempo, Camus, mi estado de salud es muy delicado, últimamente sólo empeora, y sólo busco fuerzas para aguantar unos meses más para poder ver tu hermoso rostro, y también para dejar listo el camino en este mundo para otro asunto más que espero contarte en persona.
Cammie... entiendo que tus sueños sean tan importantes, o incluso más que tu familia, pero... no quiero arrepentirme después de no pedirte que regreses a Francia, esta noticia, no te la puedo decir por correo, no sin sentir tu cálida piel entre mis manos, y que me escuches decirte cuánto te amo.
Con todo el cariño del mundo, Natassia."
Lo sabía, tarde o temprano pasaría, el estado anímico de su madre estaba terminando de aniquilarla, sin Dégel, la personalidad enfermiza de la linda francesa se estaba yendo al carajo, ese mensaje, tenía tanto incógnitas como situaciones muy claras, en primer lugar, su mamá quería verlo porque no estaba bien, con un dolor intenso en el pecho, la sentía como una previa despedida, y con el llanto a flor de piel, estaba seguro que si no iba a su tierra natal, se perdería la última oportunidad de recibir un abrazo de la mujer más importante en su vida, ¿y después? ya sólo tendría una lápida en la cual tumbarse derrotado, con el remordimiento de no cumplir uno de sus últimos deseos; En segundo puesto, le insinuaba que estaba dejando el camino listo para algo, ¿de qué se trataba?
No se atrevía consultar ese duelo con nadie, mucho menos cuando notó que Dégel miraba de una forma tan enigmática a Kardia al despedirse en el aeropuerto, y claramente su padre merecía ser feliz, no quería arrastrarlo en ese asunto que sólo le concernían a madre e hijo, pero Milo..., de repente, su encantadora imagen le vino como un fulgor agridulce, su cuerpo temblaba, y sus manos se aferraron a su almohada de una forma casi dolorosa, separarse de él sería algo que terminaría por destruirlo, no..., no por favor, le rogaba al destino o a los Dioses que intervinieran por ellos una vez más, implorando por su felicidad que apenas florecía, lo quería, lo quería tanto, que casi parecía dolerle.
El líquido salado ya le resbalaba por sus mejillas, dado que a pesar de reusarse, conocía lo que iba a pasar, sólo conocía una forma de controlar sus emociones, vaciarlas en un hermoso producto de su arte, y sin ser muy racional, se sentó en su escritorio, y las ideas fluyeron en su teclado, con cada párrafo, el momento le era un poco más soportable, el revivir esas ardientes caricias, esos besos apasionados, y el embriagante perfume de su perfecto griego, le hicieron que otra vez le latiera el corazón con fuerza.
Su historia, de ambos... estaba plasmada en ese manuscrito, lo recordaba... la primera vez que lo atrapó en su mirada, todas las veces que soñó con cruzar palabra, el escalofrío de sentir el roce de sus manos, las miradas íntimas, los secretos compartidos, la dulce entrega de sus pasiones, las escenas se repetían una y otra vez como luciérnagas en su habitación, volando hermosas fotografías en lapsos de tiempo perdurables en su eternidad, un ligero sudor cubría su frente agotada, pero no podía parar, no sin dejar un testimonio de su más grande conquista en la existencia, en lo sublime de su amor por Milo, era un pacto, una promesa, era suyo, de él, de los dos, era: "Mi hilo escarlata". Abrió los párpados con sorpresa, al darse cuenta de que por fin tenía un título para su novela, y en toda ella, estaba su testimonio, su declaratoria solemne, de amarlo, para siempre.
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Con el recital y el proyecto de Arquitectura atrás, el departamento que compartían el chico Leo y Scarlet era un verdadero aburrimiento, sobre todo porque en esos días estaban obligados a permanecer más de la cuenta ahí, ya que tanto Camus como Shaka no contaban con suficiente tiempo para dedicárselos a sus muy contrarias parejas.
Milo pudo hacer suficientes berrinches, acosar hasta la muerte a su "cubito de hielo" para que cayera en sus trampas, y salieran aunque sea a tomar un café con leche a la cafetería de la esquina, sin embargo, se detenía al ver en sus ojos un rastro de oscuridad, algo no estaba bien, así que sólo buscaba hacerlo sentir mejor con su cercanía, estrechando su cintura cuando Camus se le arrojaba a los brazos, peinando su lacio y precioso cabello con sus dedos cuando se quedaba dormido junto con él en la cama después de tanto estudiar y escribir, esa era su mayor muestra de cariño, decirle con sus acciones, que estaría para él, pasara lo que pasara, quería animarlo, pero no sabía cómo.
Por otro lado, Aioria agradecía infinitamente que su guapo y atrayente vecino rubio estuviera cargado de trabajo, así le era más fácil escapar de su efecto seductor, que desde la noche que se le negó, no paraba de crecer, y lo peor de todo era que no sólo le afectaban los intentos seductores del joven Khan, si no que se perdía de igual forma en su mirada, en el gesto que hacía al leer algo que era muy complejo, a la delicadeza con la que tomaba una taza para beber algo caliente, le abrumaba con su bonito rostro enmarcado con sus grandes ojos azules, y sus manos... oh sus manos eran su perdición, tan perfectas como para ser de éste mundo.
Los compañeros de piso estaban frente a su juego de video, en una carrera donde iban a la par, hasta que la mente del castaño voló más lejos al percatarse que en ese mismo sillón hace unas cuántas noches Shaka lo acorraló con esas deliciosas fresas, no creía en el esfuerzo sobrehumano que tuvo que hacer para sacárselo de encima, el bañarse con agua fría sólo surtió la mitad del efecto, porque su intimidad seguía palpitando por estar por primera vez con el chico de sus sueños... Aioria parpadeó confundido, fuera de su imaginación, en la realidad Milo se reía por haberle ganado, ¡y con una enorme ventaja!, se le escapó sin saberlo.
-¡¿Viste eso gatito?!, ¡muerde el polvo!, acepta que soy superior, y no me vuelvas a desafiar, nunca.
-¿Qué te pasa bicho?, estaba distraído es todo, es sólo que...
-Que no puedes sacarte a Shaka de la cabeza, lo sé, lo sé.
-¿Tan obvio es?
-Como que el cielo es azul.
-Si, sus ojos son azules...
-¡Ay por Athena!
-¡Cállate, tú estás muy, muy, muuuuy enamorado de Camus!
-Y míranos ahora, patéticos sin estar con ellos, yo quiero animar a Cam, lo he notado más serio de lo normal, y eso es ya decir mucho.
-Y yo deseo cobrar una pequeña venganza, pero eso ya es cosa mía, quiero que Shaka salga de su zona de confort.
Ambos amigos se miraron con cierta sorna, sabían quién les podía ayudar en sus planes, ya que tenían a alguien que era capaz de mover y escarbar hasta la última pieza de los cimientos de Nueva York para darles una idea de lo mejor para hacer en la ciudad, con decisión en su mirada, entendieron que era momento de llamarle a Afrodita Rose.
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El reflejo en el espejo le otorgaba una imagen espléndida a Shura desde el sitio en el que estaba, su cabello celeste le caía sobre los hombros grácilmente, el coqueto lunar le daba un aire sensual, y el tenue brillo de sus labios lo hacía verse todavía más bello de lo que era, el reflejo de su pupilo en el centro botánico era de lo más bonito que presenciaba todas las tardes, ni las rosas rojas podían competir con su belleza, que seguramente se avergonzaban por no poder alcanzarle, era una emoción perfecta, utópica, que le apenaba sentirla por alguien mucho más joven, era tan diferente de Aioros, y después de aceptar que éste último era muy feliz con Saga, sus ojos se centraron de lleno en ese joven prodigio en el conocimiento de las plantas y de las flores.
Casi habría jurado que era una chica la primera vez que lo vio, hasta que su dulce pero varonil voz lo dejó más que impresionado, se regañaba así mismo por aquel desliz que tuvo la noche de la presentación del proyecto de Aioria, al secarle unas cuantas lágrimas de su rostro, nunca le preguntó qué le sucedía, puesto que Afrodita siempre tenía un muy buen humor, jovial y alegre, nadie más que él notó que por un momento, esa estrafalaria pero atractiva forma de ser, dejó de emitir su brillo natural, desde entonces, no habían vuelto a tratar el tema, no por accidente.
Lo observó un momento más, hasta que una llamada lo desconcentró de examinar ese cultivo de tulipanes holandeses, lo escuchaba reírse, gritar, fingir acongojarse y podría asegurar que captó claramente un: "¡Son unos idiotas que no saben nada de la seducción!, cosa tonta número 1 vete al club de baile latino más exclusivo de Manhattan, y tú cosa tonta número 2, asiste con él al acuario para que puedas ser romántico como en las películas."
Después de un sonoro bufido, y verlo acomodarse su flequillo, Shura rió sin remedio, ya conocía la fama de Dita de desesperarse con sus amigos que no eran tan fashionistas como él, sólo Yuzuriha le seguía los pasos, pero... presenciarlo en vivo y en directo, había sido muy... interesante, era muy atractivo ver cómo alguien tan lindo, también podía ser muy, muy rudo.
La masculina risa del español llegó a oídos del más joven, que sintió su cara arder de inmediato, olvidó por completo que estaba en su sitio de prácticas, y que no debía perder la compostura así frente a su superior, por lo que con la mayor vergüenza del cosmos, agachó su cabeza, con el cabello escondiendo su sonrojo para pedir disculpas.
-No por favor, levántate...-La voz de Shura era cálida, sin reproches, se acercó a Adrodita para tocarlo levemente de un hombro, obligándolo a darle la cara, y con un gesto lo invitó a sentarse en un banquillo junto a él.
-Lo siento jefe..., no debí atender el teléfono cuando estoy trabajando.
-No te preocupes, esto no es una cárcel, además, puedes verme no sé, como un amigo más- La postura de Shura era relajada, pero nerviosamente se tocaba su reloj de muñeca.
-No podría hacer eso...- Dita dijo eso en un susurro, pasando sus dedos por el filo de la mesa metálica donde estaba su cultivo, desviando el rostro hacia el suelo, Shura no captó la indirecta de inmediato, puesto que se entristeció un poco al pensar que la diferencia de edad podría significar un problema, después de todo le llevaba 10 años de ventaja.
-Comprendo, disculpa por intentar entrometerme...
-¡No!, quiero decir... no, yo decía que... tal vez usted..., tú no quieras estar con alguien que es más que un simple estudiante.-El peliceleste habló antes de que Shura se levantara de su banquillo, con su inesperada confesión, y los latidos de su pobre corazón al límite, Dita esperó por una reacción.
-Pruébame... puedes empezar por contarme, ¿Qué fue lo que te hizo sentir tan mal la otra noche?, nadie más se percató, pero yo si.
-Shura... ¿puedo llamarte Shura siempre?
-Claro...
-Bien... lo que pasó, fue que vi a alguien que no esperaba, su nombre es Ángelo, es extranjero igual que yo, que Camus, que Milo, y todos asistimos a las terapias psicológicas con la señorita Saori, yo... ¿Qué te puedo decir?, soy bastante impresionable, quizá se deba a mi alma enamoradiza adolescente, y me creé falsas expectativas, esto es algo que nadie sabe, pero antes que Yuzuriha, o que cualquier otro, yo fui muy cercano a él, me decía florecita, en un mes llegué a ilusionarme como nunca, con mi familia en Europa, no tenía a nadie, y Ángelo estaba comenzando a llenar ese vacío, hasta que me di cuenta, que él estaba enamorado de alguien más... Helena, ella... es una amable florista de Queens, tan bondadosa que no puedo odiarla, resulta que por más bello que pueda verme, a Ángelo sólo le importaban las mujeres, y yo decidí alejarme, y no... no hizo nada para detenerme, él fue con Helena a esa presentación.
-No tenía ni idea...
-Nadie la tiene, supongo que no soy tan afortunado como mis amigos, me divierto con Yuzu respingando por lo mal que nos va, aunque espero que ella también salga de este hoyo negro, recientemente le gustó un tipo bastante apuesto, quién sabe.
A Shura le dieron unas enormes ganas de estrechar esos delicados hombros contra su pecho, la necesidad de protegerlo estaba ahí, así que sin más miramientos lo hizo, después de todo, había caído en sus propios reclamos hacia Kanon, sobre fijar su atención en alguien menor, pero la diferencia entre ellos dos, era que él no pretendía pasarse por alto una relación, o por deslumbrarse por una niña que tenía toda la apariencia de una muñeca Barbie, si no sanar un corazón que estaba seguro era tan hermoso como su dueño. Dita se dejó envolver, cerrando sus ojos, ¡cuántas veces soñó con tener al español así! ya no lo veía como una estrella distante en el firmamento, y con las manos temblorosas, cerró ese contacto acariciando su espalda.
-Escucha Afrodita, eres lo más bello que he visto, no dejes que nadie te haga creer lo contrario.
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Dicen que cuando más te interesa algo, o alguien, pones tu máximo empeño en hacer las cosas bien, el amor nos hace así, vamos de la tontería total, a la euforia, al anhelo, buscando alargar esos momentos, jugando a ser Cronos, marcando las horas, los minutos, los segundos como algo sagrado.
Aioria hacía todo lo posible por estar listo, quitó el papel que tenía en su tablero de corcho, donde tenía anotado sus pendientes, donde unas enormes letras negras subrayadas comunicaban la dirección que su amigo Dita le dio a regañadientes, después de insultarlo por sugerir llevar a Shaka al restaurante más grande de hamburguesas a la ciudad, con cuidado de no pensar de nuevo en semejante tontería (Shaka era vegetariano), leyó de nuevo el nombre de la academia "Lorenz Latin Dance Studio", con una calificación de cinco estrellas, ubicada en la segunda avenida.
Se autoevaluó una vez más en su espejo de cuerpo completo, e instintivamente se dio una aprobación que le elevó el ego hasta las nubes, se veía totalmente guapo con esa playera blanca de cuello V y su chamarra de cuero negra, su cabello húmedo olía muy rico, a la par de su perfume Hugo Boss, era hora de aprovechar el encanto y la maravillosa herencia genética de su familia, metió las llaves de su coche a su bolsillo, al igual que su móvil y su cartera, no se cansaría de agradecerle a Aioros el confiar en él ese fin de semana para usar su carro, prefería mil veces sorprender a su rubio favorito, que ir a la fiesta de Hallowen de la Universidad, ¿quién diría que un felino salvaje como él iba a estar tan dominado?
Sonrió tiernamente al imaginarse bailar ese ritmo candente del caribe y américa del sur junto a su Adonis personal, ya le estaba costando horrores no estar con él en la intimidad de su alcoba, pero rápido salió de sus bonitas lagunas mentales, para salir de su departamento y tocar la puerta del departamento vecino, no tuvo que despedirse de Milo, ya que él desde hacía una hora se marchó junto con Camus para su cita de ese fin de semana.
El escalofrío le recorrió de nuevo desde su nuca hasta su espalda cuando el ojiazul le abrió, el nerviosismo de su primera cita oficial lo tenía al borde de un precipicio, ya que técnicamente sus únicos acercamientos fueron provocados por las circunstancias, y recientemente por la pasión, ésta era la primera vez que tenían un momento para compartir algo más que amigos, con camaradería y complicidad.
La camisa arremangada de Shaka dejaba ver un poco más, y eso a Aioria le provocó un ataque súbito de asfixia, cuando el rubio se giró para poner la llave en la cerradura, una tenue brisa de su aroma lo dejó todavía más mareado, se veía tan sexy con esos pantalones negros ajustados en los puntos justos, deseaba más que nunca vengarse por tenerlo así, sabía perfectamente que su vecino sólo bailaba con su prima, sin tener el contacto y tensión sexual de hacerlo con alguien que claramente te gusta.
Una expresión de inocencia acompañó a su brazo, que extendió para que Shaka lo tomara, "si supiera lo que iba a pasar...". En el camino las cosas iban más relajadas que de costumbre, la amistad, al igual que el amor estaba creciendo entre los dos, con el aire fresco entrando por el quermacocos panorámico del auto, Shaka pudo observar lo bien parecido que era Aioria, pero sobre todo, le fue posible ver la bondad y añoranza en sus ojos cuando hablaba sobre su primera mascota, un gatito llamado "Goldie", con el cual pasó sus años en la escuela primaria, y eso le dio sentido a un muy pequeño, pero significativo tatuaje que el castaño tenía en uno de sus tobillos, era una garra de león.
-Goldie era mi mejor amigo, y siempre lo voy a recordar, era como mi otra mitad, se quedaba conmigo en las noches de tormenta, su ronroneo me hacía dormir cuando Aioros estaba con sus amigos que ya eran adolescentes, nunca lo voy a olvidar, y siempre lo tendré en mis pensamientos.
Shaka se conmovió como hace mucho no lo hacía, escuchaba a Aioria como su fuera la más linda melodía, y acarició su pierna y parte de su rodilla en señal de un infinito aprecio, no fue un toque de tinte sexual, si no fraternal, conocer esos detalles sobre su pequeño león le confirmaba que quería estar con él, recordó el peluche que tenía en su habitación, y sintió otro chispazo de ternura.
-Eres tan noble Aioria.
-Shaka... yo, no sé, sólo me gusta ver bien a quiénes amo, pero contigo, he hecho una cosa a tus espaldas, y otra que está a punto de pasar, así que si, soy noble, pero recuerda que también soy un depredador cuando quiero.
Al de ojos azules la saliva le supo amarga ante esas palabras, sentía el peligro recorrer sus venas, ¿Qué era lo que ese guapo castaño estaba planeando?, cuando vio que se estaban estacionando frente a un club de baile latino su boca se entreabrió a punto de decir un rotundo "NO", pero no lo consiguió ya que Aioria le abrió la puerta del copiloto y prácticamente lo arrastró dentro del establecimiento, la enorme duela de madera, contaba con numerosas parejas que se movían al sugerente ritmo de sus caderas, la temperatura subió hasta el más alto de los rascacielos no sólo para los recién llegados, si no para cada mujer que se encontraba en el lugar, y es que ver a tan despampanante ejemplar de hombres no era para nada común, y su decepción fue tanta cuando el castaño le susurró unas palabras al oído a su acompañante, algo como "te dije que yo era un depredador", que se contentaron con ver a tan atractivos hombres crear fuego en la pista de baile.
El más joven tomó a Shaka de la cintura, para hablar con la encargada de esa clase, para su suerte, era hermana de la psicóloga Kido, y así pudo obtener unas cuantas sesiones de instrucción previas para no quedar en ridículo frente a su novio, y cuál fue su sorpresa al descubrir un nuevo talento, era tan hábil como sensual en ese tipo de baile.
-Artemisa, gracias por recibirnos.-Aioria saludó a la mujer con un beso en la mejilla, que ella correspondió amable.
-Oh no es nada Aioria, Saori tiene conocidos muy interesantes, mucho gusto Shaka, el día de hoy nos vamos a mover al compás de un tango argentino, y no te preocupes, sorpresivamente tienes a un prodigio que sabrá guiarte.
El rostro acusatorio de Shaka no causó ningún efecto en Aioria, que lo pegó a su cuerpo, justo a tiempo para que Artemisa diera las instrucciones a todas las parejas para comenzar con el baile, la música era sensual al igual que la cadencia de sus cuerpos, en ciertos movimientos, parecía que el castaño casi iba a pasarle sus labios por la sensible piel de su mentón y su cuello, sin la chamarra de cuero, los ojos verdes del menor parecían brillar mucho más,.
Poco a poco Shaka se fue soltando, sin embargo aún se encontraba intrigado por la peculiar elección para cita por parte del chico Leo, no era que le desagradara, al contrario, deseaba como nunca poder tener a Aioria enredado con él en las sábanas, lo estaba toturando a propósito, y eso lo sabía muy bien. Entre un paso de baile donde sus rostros quedaron peligrosamente cerca, el ojiazul tuvo la oportunidad de hablar con su novio, sin que las "chismosas" de sus compañeras de clase los miraran como si fueran unos príncipes.
-¿Qué pretendes Leo?
-Me has estado poniendo las cosas complicadas, Khan, así que te estoy dando un poco de tu propio chocolate, mmm, curioso, recuerdo unas fresas con chocolate que casi me hacen caer.
-Deja de jugar, sé que lo deseas tanto como yo.
Una vuelta, y una caricia, disfrazada de baile encendió todavía más el ambiente, todo toque de piel ardía, y la respiración comenzaba a faltar, al punto de sentir que en ese salón ya no había nadie más que ellos.
-Sabes Shaka... quisiera confesar dos cosas que no sabes de mi... cuando te conocí, soñé que te besaba... y la noche que te quedaste en mi casa, yo... te besé.
-Qué casualidad Aioria, lo primero, no fue un sueño, y lo segundo, seguramente será castigado, cuando uno de los dos caiga.
-Te aseguro, que me encantan los retos, y verás lo que el rey de la selva puede hacer, porque yo... te amo.
Los ojos azules de Shaka no pudieron abrirse más cuando sintió el cálido beso de Aioria sobre sus labios, entrecerrando sus párpados, en el último paso de ese tango, tomó a su compañero de su castaño cabello, para decirle un sincero y profundo: "Yo también te amo".
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París tenía la fama de ser la ciudad más romántica del planeta, pero para Camus, en esos momentos era Nueva York, sin menospreciar al mágico sitio que lo vio nacer, el aquamarina supo que jamás olvidaría ese rincón del mundo donde el hilo escarlata lo ataba con tanta fuerza a Milo, porque ahí, en ese momento, bajo ese cielo, y con el viento acariciando sus rostros, el tiempo, y su historia era suyo, y pensó que sólo por esa tarde, dejaría de lado el problema que tenía con su madre, sólo por ese instante, deseaba disfrutar de estar con él, sujetando con confianza su brazo, mientras caminaban animadamente hacia el "Aquarium Specialist NY", más tarde tenían planeado ir a la Estatua de la Libertad, y a pasear por los muelles.
Las personas que pasaban a su alrededor parecían no existir, estaban en su propio mundo, Milo notó con alegría, que a pesar de tener su elegante y refinado semblante serio, Camus se estaba divirtiendo, aunque de vez en cuando lo regañaba por ser tan escandaloso, su tenue sonrisa era el mejor de los regalos.
-¿Por qué decidiste llevarme al acuario Milo?
-Verás bombón francés, sería una delicia estar en un espacio cerrado y oscuro, poco iluminado para poder desatar a cabo nuestra pasión, y mira que puedo ser perverso...
-¿Qué?, ¡rayos bicho!
-¡Ay Cammie! jajajaja es broma, me encanta que te sonrojes de esa manera- El aquamarina sentía la sangre golpear salvajemente en la superficie de su rostro, Milo era capaz de quitarle el equilibrio a todo su entorno, pero... daría lo que fuera por seguir escuchando esa maravillosa risa coqueta, ya no sólo lo quería, era más, mucho más...
-¿Ya me dirás la verdad?- no era una pregunta real la que Camus hacía, era más bien una exigencia.
-Yo... siento que los océanos son lo que mejor te representan, su profundidad, es comparable a los sentimientos que guardas en el fondo de tu corazón, al mismo tiempo que puedes ser tan inmenso e intimidante, puedes ser apasionado, hablar contigo es como sumergirse en la intensidad de la vida, y también del misterio, por mucho tiempo pensé en ti como eso, como algo que es digno de veneración, pero que al mismo tiempo es tan desconocido, inalcanzable, de más está decir que tu cabello me recuerda al color hermoso del mar al atardecer, y que el agua es como tú para mi, la necesito para vivir...., vamos, entremos.
Camus estaba ansioso, emocionado, y repleto del encanto Scarlet por todas partes de su piel, de su alma, sus sentimientos estaban a punto de escaparse de su pecho, si muriera en ese instante lo haría feliz, siempre y cuando viera esos ojos azules traspasando y tirando sus barreras. Los colores azules del lugar, iban del índigo, al celeste, y por supuesto al aquamarina, Milo tenía razón era el lugar más maravilloso al que Milo lo pudo llevar, los suaves reflejos de las ondas en el agua se les reflejaban en el rostro, como si los seres vivos de ese lugar le dieran un toque natural y místico a su relación, los otros visitantes hablaban en murmullos, que en realidad no escuchaban, la escena era surrealista, como si realmente estuvieran dentro de las profundidades del océano, en una intimidad sentimental igual de intensa.
Se detuvieron frente a una enorme pantalla de cristal que les daba la vista de un sin fin de especies, los tonos rojizos, naranjas, contrastaban entre los estrafalarios neón, dorado, rosas, verdes...Camus miraba todo ese hermoso espectáculo de la naturaleza embelesado, y Milo lo veía a él, con seriedad, como si fuera un sueño que se fuera a terminar, no, no debía terminar nunca.
Con un suave toque en su mejilla, Milo tomó el rostro de su francés entre sus manos, para depositarle un beso en sus labios que a ambos les supo al dulce de cereza que un poco antes estaban disfrutando, el roce que el griego le dio al galo en su labio inferior con su lengua, lo obligó a abrir un poco la boca, invitándolo a más, ese contacto era tan cálido, que traspasaba las labios e iba directo a cada célula de su cuerpo, para Camus no había más, si es que se tenía que ir, lo haría con sus sentimientos totalmente claros, y la urgencia de sincerarse fue tanta, que detuvo por un momento el beso, abrazando a Milo por su cuello.
Se miraron un instante sin decir nada, sólo compartiendo su hermosa manera de ser juntos, el aquamarina le acarició el cabello, seguido de su mejilla tibia, que hizo que Milo cerrara los ojos disfrutando del roce que lo volvía loco, sus manos se aferraron a su cintura, apretando la tela de su chamarra, hasta que escuchó el hermoso acento de su galo, que le revelaba el más privado de sus pensamientos:
-Milo... Je t'aime.
-Cammie, es la primera vez que lo dices...- La sonrisa boba de Milo era acompañada de sus pupilas nubladas por la felicidad, en segundos, cargó a Camus de la cintura, y le dio un par de vueltas en el aire, eufórico por todo lo que sentía, su sangre transitaba cálida por sus venas, hasta que lo bajó para abrazarlo con mucha fuerza.
-Yo también te amo Cam.
Camus soportó las lágrimas lo más que pudo, hasta que fluyeron libres, como un torrente, sin que pudiera detenerlas, de verdad que no quería dejarlo, si lo separaban de él, sería como matar una parte de su vida, se aferró más a sus brazos, y recordó una frase de Benedetti de sus cursos de literatura, para decírsela a su adorado griego.
-"Si te quiero, es porque sos mi amor, mi cómplice y todo y en la calle codo a codo, somos mucho más que dos".
Continuará...
Comentarios: Hola niñas, actualización arriba :D les comento, los siguientes dos capítulos serán muy emocionales, ¿será que el gatito por fin será atrapado por la virgen? jaja la respuesta es tan obvia, ¡si! ya es momento de que se enciendan las cosas entre ellos, y por otra parte, Camus y Milo tendrán muchas vivencias que pasar, como el cumpleaños del bichito, un segundo vistazo a su intimidad de pareja, y otras cosas que quizás los hagan llorar un poco más de felicidad, o de tristeza, porque la mamá de Camus, e indirectamente Kanon y Surt de verdad serán un problema, así que qué no se lo pierdan.
Bendiciones, nos leemos pronto, Yare.
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