Manzanas rojas (Parte II)

Advertencia: Capítulo con contenido adulto, lee bajo tu propia responsabilidad, sin más que decir, disfruta mucho de tu lectura.


Milo y Camus

El regalo del tiempo.

¿Cuál es el mejor regalo del mundo?, Milo estaba seguro que era el tiempo, hermosos momentos que se quedaban inmersos entre ellos dos, el tiempo... que no daba cuentas hacia atrás, y donde el el futuro era un enigma atrayente, el tiempo... apoderado de aquellos sentimientos que fluían libres de su pecho hasta el de Camus, y le permitía ser testigo de su dulce tacto, de ser espectador del color de la pasión en un sonido, en un beso, de sentirse vivo, delirante, expectante ante un abrazo, con el calor de su cuerpo embriagando sus sentidos, adormeciendo sus pasos, acompasando sus latidos, ese tiempo... era su más grande tesoro.

Detrás de las felicitaciones, y de sus inseparables amigos, estaba un hombre plenamente feliz, extasiado hasta la parte más íntima de su alma, a veces sucede, que en tu caminar por el mundo suceden momentos cumbre, victorias subrayadas, eternas... ese cumpleaños era una de las suyas, y con esa promesa arriba de la rueda de la fortuna de coronar su velada, estaba seguro de haber encontrado un oasis en los segundos, en los minutos, en las horas... recordaba vagamente que alguien dijo una vez que el amor tenía un poder especial sobre el tiempo... era tan especial, que bajo cualquier condición podía cortarlo de tajo, o alargarlo en melancólicas agonías, o bien, en preciosos y largos sorbos de felicidad, y esa noche, él se proponía a beber, beber eternamente del placer que era nívea y suave piel de su francés.

El  astro rey le dio paso a las primeras estrellas, el manto oscuro del cielo era como un techo protector, al igual que la sábana blanca que regularmente les cubría con pudor de su desnudez, en todas aquellas veces que gozaron de su entrega mutua. Un tierno movimiento de sus manos entrelazadas, fue la antesala para que Camus se llevara a Milo a una avenida principal, el parque de diversiones quedó atrás, junto con el resto del grupo que los despidió felices, perdiéndose poco a poco de vista, esas luces ya parecían lejanas, en contraste con la candente sensación que experimentaban ambos chicos al saberse solos, el peliazul no hablaba, cosa muy rara en él, pero para su compañero, no fue seña de preocupación, dado que su sonrisa le daba más de mil mensajes, y todos ellos estaban dirigidos a un único sendero, todo era ambientado en su propia privacidad, en sus secretos.

Al llegar a una parada de transporte público, Milo tuvo curiosidad, típica de su temperamento, de saber a dónde lo iban a llevar, su expresión se transformó en una mueca traviesa, que en su rostro solamente se veía atrapante, seductora, con ese don natural que tenía de ser un derrochador de masculinidad, pero para su mala suerte, Camus era inmutable, bueno... casi siempre, dado que tenía la certeza de que cuando gemía con placer bajo suyo, el autocontrol se iba al demonio.

El galo captó perfectamente las intenciones del griego, quería arruinar la sorpresa, así era, incapaz de postergar la satisfacción, tan salvaje... con emociones tan intensas, así que recurrió a sus propias armas, y relajando su cara lo más posible, le selló sus deliciosos labios en un beso corto, pero que decía tanto..., lo que provocó en Milo un efecto narcótico, ese delicioso aroma como a mar... combinado con el olor a moras que lo hipnotizó en su infancia, estuvo a punto de doblarle las rodillas y hacerlo caer en el frío asfalto, si se sostuvo, fue solamente porque pudo pasar su brazo por los hombros de ese hermoso aquamarina, uniendo su frente con la de su amor, en un cálido fragmento de tiempo...

-Milo, tenemos que tomar un taxi... y no puedo ver nada...-Camus sentía el sonrojo en su rostro, al mismo tiempo que notaba el de Milo, estaba mareado, y a punto de dejarse llevar ahí, en plena calle, llena de curiosas miradas de mujeres que los escrutaban con sus ojos casi en forma de corazón, y él no supo descifrar si era por su físico, o su forma de demostrarse cariño.

-Tan cerca... tan mío, eso es, no veas nada, no mires a nadie que no sea yo.

-No lo hago... sólo, anda, aquí no puede pasar.- Y sucedió, Camus se divirtió un poco por su ocurrencia, ese era el efecto que Milo tenía sobre él, lo transformaba en una persona mejor, que antes no conocía, y francamente le agradaba.

-Debo ser el chico más afortunado de todo el mundo, yo... escucho a Camus Boissieu reír, eso no sucede a menudo.

-Desde que te tuve en mi vida, ya sabes... de forma real, he cambiado muchas cosas, y te lo debo a ti.

-Y yo... yo tengo lo que siempre quise, me encantó lo que dijeron nuestros amigos en mi departamento, que somos familia, pero tú, tú Camus... eres el sitio al cual siempre quiero regresar, desde que éramos niños, una y otra vez soñé con volver a verte, y ya sé, antes de que me digas que debemos irnos, porque no soportas tenerme tan cerca... cortando el oxígeno, calentando el ambiente, seré yo el que pare ese taxi.

Separándose solamente lo necesario, Milo levantó el brazo que no tenía ocupado en los hombros de su Cammie, el cual estaba sumamente avergonzado, porque parecía que su Dios griego le había leído el pensamiento, ya que todo lo que dijo era verdad, estar con él le quemaba, y estaba más que deseoso de arder en llamas si era preso de su boca, de sus manos, de todo lo que representaba.

Un típico taxi de color amarillo se detuvo con lentitud, un amable señor los recibió con una sonrisa, acatando la orden de llevarlos a una dirección que el galo le pasó escrita en un papel recatadamente doblado, desde el asiento trasero, Milo alcanzó a leer un poco de la impecable caligrafía de Camus, y sonrió de medio lado, entrecerrando los ojos, y posando su palma en la parte interna de su pierna, gesto casual, pero que para el francés fue tan directo, que ya sabía lo que significaba, era un recordatorio de pertenencia, de posesión, que la verdad no le molestaba o indignaba, porque era su decisión, ser suyo... siempre.

-Cam... si no quisieras ser escritor, te aseguro que te contratarían, para que redactaras invitaciones de bodas, ¿Cómo puedes ser tan elegante?, y lo más importante... ¿por qué me vuelves tan loco?, te deseo como no tienes idea-La complicidad ya era la más poderosa de sus facetas, los susurros su lenguaje, y su adoración mutua, su sacramento.

El conductor no les prestaba atención, la radio sonaba bajo, como si estuviera muy lejos de ahí, aunque alcanzaban a distinguir que se trataba de alguna canción vieja de Scorpions, o The Eagles, ¿importaba?, realmente no, y es que eran capaces de abstraerse el uno en el otro, que lo demás se desvanecía como los pétalos de un diente de león en el aire, el frío comenzaba a empañar las ventanas viejas del auto, la lejana iluminación de los espectaculares anuncios citadinos les daba un brillo especial en la piel.

-Milo...

-Me encanta cuando no tienes palabras..., porque así me tienes Camus, no me importa a dónde me lleves, sólo quiero estar contigo.

-Bueno, en ese caso, ya no tengo por qué seguir guardando el secreto, porque ya llegamos.

Camus sujetó con su dedo pulgar e índice el mentón de Milo, y lo giró delicadamente, apartándolo de su rostro, interrumpiendo un beso, con toda la intención de molestarlo, pero el peliazul no tuvo fuerza para reclamar, o mejor aún, de seducir, porque The Roosevelt Hotel los estaba esperando, imponente junto a los rascacielos que lo rodeaban, la vista era maravillosa, moderna, y sumamente romántica, el joven Scarlet se volteó sorprendido para ver a su Cammie, que con una mirada amable, y un decidido agarre en su nuca le dio ese ansiado contacto que rompió un momento atrás, el aquamarina suspiró al separarse, y se bajó con rapidez del auto solamente para abrirle la puerta a un muy impresionado peliazul, que encantado tomó la mano para salir que le ofrecía el chico que debía ser el más bello de ese planeta.

-Cam, esto es bellísimo, y nunca me había pasado que me abrieran la puerta, no es mi estilo.

-Recuerda que ante todo soy un caballero, y un hombre que sabe complacer, y mucho...

-Oye... yo...

-No eres el único que sabe dar placer Scarlet..., y los escritores tenemos algo, te podemos enamorar sin siquiera tocarte.

Milo tragó saliva gruesamente, los ojos amatistas de Camus estaban oscurecidos por la sensualidad, y esa frase, esa simple oración, lo excitó, utilizando únicamente un insinuante tono de voz, ¡maldita sea!, tuvo que acomodar discretamente su abrigo para que no se notara que los jeans le habían comenzado a incomodar, pero es que.... ese francés era su perdición, y lo arrastraba en el erotismo con tan sólo mirarlo.

Pagaron entre los dos el taxi, y agradecieron con educación el servicio, así, tomados de la mano ingresaron en la recepción del hotel, Milo seguía muy sorprendido, pero aún más, le encantaba ver a Camus ahí junto al empleado que les estaba dando su llave, encargándose de todo, era raro..., normalmente era él el que tomaba ese papel protector, y ahora el saberse en manos de su galo era... por demás interesante, se cruzó de brazos, arrastrando la mirada, y posándola descaradamente en los sitios que le gustaban de su anatomía, particularmente en sus piernas, mientras lo veía actuar de forma tan madura, tan propia, absorto en ignorar su evidente coqueteo, no parecía que tan sólo contara con 18 años, como si cerrara un importante pacto de negocios al firmar y dar su tarjeta para pagar el servicio, eso le recordaba... ¡que ese lugar debía valer una fortuna!, cuando el botones les llamó para guiarlos a su habitación, le habló a su novio en un tono bajo, para que no los escucharan.

-Cammie..., ¿este lugar no es un poco caro?

-¿Eso te preocupa?, porque no me has preguntado, pero no eres el único con una familia que nada en dinero.

-¿Qué?, ¿y por qué no me contaste tú?

-Sabes que eso no me importa, y al igual que tú quiero abrirme paso al mundo con mis propios méritos, sólo que hoy, me permití tomar algo de todos esos ahorros que mi abuelo me manda en clara seña de culpabilidad para intentar que sea feliz, y bueno... contigo soy mucho más que eso.

-Cam... está bien, precioso galo, estoy en tus manos... ya decía que mi padre no había elegido esto, él es más... excéntrico.

-Conocí este hotel porque aquí se hospedó mi padre cuando vino a Nueva York, ¿recuerdas?. además tu papá hizo más de lo que te imaginas, como negociar el precio, hacer la reservación, y dejar que clandestinamente nos den un poco de algo que se supone legalmente todavía no podemos beber.

-Ya decía que el señor Kardia iba a solapar algo así... confíame, qué tomaremos.

-Me han contado que te encanta el licor de manzana...

-Ay mi papá...

Milo entrelazó sus dedos con los de Camus, ¡le encantaba!, y no sólo se refería al licor de esa fruta, si no él, todo su ser, lo tenía a sus pies, dispuesto a cumplirle hasta el más mínimo capricho..., y no le podía pedir más a la vida. El botones salió junto con ellos del elevador, para adentrarlos a su habitación que estaba decorada con rosas rojas en la cama, y al fondo, detrás de un enorme ventanal, se apreciaba una terraza privada en la cual había un sillón de exteriores, con un techo de tela de manta, pedestales de madera de caoba, y al frente una mesa con diferentes tentempiés, la botella prometida y dos copas, la iluminación estaba a cargo de algunas velas, que desprendían un aroma atrapante en vainilla, junto con otras flores de color morado intenso, que se asemejaban a las pupilas de Camus cuando estaba a punto de llegar al orgasmo, todo era perfecto...

-Bien jóvenes, ésta es su alcoba, estamos a su servicio, el señor Kardia Scarlet nos comentó que no debíamos molestarlos a menos que nos necesiten, ¿es correcto?

-Si, no vengan hasta mañana.

Milo dijo eso muy rápido, dando él mismo la propina al joven que los atendió, y le cerró la puerta en la cara, ya no podía esperar más, la paciencia no era una virtud de la cual gozara la mayoría del tiempo, y estar con Camus sólo acrecentaba el problema, estaba dispuesto arrancarle la ropa y llevárselo a la cama para hacerlo sucumbir tocando el punto más sensible de su interior, pero como estaba sucediendo esa noche, el control no era suyo, y el francés negó con su cabeza, mientras lo tomaba de las mejillas para unir sus labios con los de él, dominando el beso, que poco después se convirtió en francés, la punta de su tibia lengua lo acariciaba, y una mordida a su labio inferior fue la cumbre para que un escalofrío los recorriera a los dos, para a continuación mirarse directamente a los ojos, entre otros besos que le sucedieron. Camus tomó de la cintura a Milo, y lo dirigió caballerosamente hasta la terraza, el frío de la noche hizo un contraste con la elevada temperatura de un momento atrás, y sentados frente al magnético fuego de esas velas, la comida desapareció en tiernos actos, donde Milo le daba de comer a su francés, y viceversa, además el licor de manzana comenzó a hacer un efecto íntimo, apto para confesiones.

-¿Sabes por qué me gustan tanto las manzanas rojas Cammie?- Milo jugueteaba con su copa, pasando el borde del cristal intencionalmente por sus labios, como si lo acariciaba, y Camus se perdió, como siempre lo hacía, al ver a Milo así, que apenas y logró responderle.

-No... aunque... tu nombre significa eso, es una ironía muy grande.

-Y lo es ciertamente... y me encantan porque las manzanas son la fruta prohibida del génesis, tanto, que hasta Dios la tenía reservada sólo para él, eso quiere decir que es algo peligroso, enigmático, no por nada dicen que es la fruta de la pasión, ¿y sabes?, eso me haces sentir, justo ahora, en éste momento, deseo alargar el tiempo, amándote...

-Definitivamente eres como una manzana... entonces, deja que me coma esa fruta prohibida...

Camus apuró el contenido de su copa, el líquido le quemó la garganta, y eso estaba bien, porque ya todo su cuerpo estaba en el mismo estado, y con el sonrojo a flor de piel, separó un poco las piernas de Milo, para sentarse sobre él, suspirando en su oído, besando en la sensible zona de su mentón, pasando sus manos por su cuello, sus hombros, el tacto quemaba aún sobre la ropa, por lo que el peliazul tuvo que aferrarse a la cintura de su Cam, solamente para sentirlo más cerca.

-Cam...- La voz de Milo era grave, y se le escapó en algo parecido a un suspiro muy muy sexy. Aprovechó su posición, y se permitió bajar las manos, más y un poco más, hasta tocar una zona muy íntima, inmutó a Camus como lo tenía previsto, al llegar con lascivia a su masculinidad erecta, que se escondía detrás de sus prendas.

-¡Ah Milo!, yo... ya tengo mucho calor.

-Deja de torturarme...

-Lamento decirte, que esto apenas comienza.

Camus se bajó de las piernas de Milo, pero antes de separarse, se pasó el dedo medio e índice por sus propios labios, retirando el resto de su licor de manzana, todo ante la atenta mirada de una penetrante mirada azul.

-Está bien Cam, pero antes de que me conviertas en tu esclavo... haré esto.

Milo se levantó junto con Camus, y tomó su mano que usó para quitar el licor, y con la lujuria respirándose entre los dos, lamió lentamente los dedos que todavía estaban brillantes por el líquido transparente, de más está decir, que el francés sintió que se ahogaba, e inevitablemente un gemido de excitación delató lo sensual que le pareció esa acción.-

-Vayamos a la habitación bicho...

Aun con la falta de oxígeno, Camus sacó fuerzas para tomar a Milo de la mano, que le sonreía como siempre, como un seductor, sus pasos eran nerviosos, y estando ahí, cerró el ventanal, y corrió las cortinas, para que su única compañía fueran esas otras velas esparcidas por la habitación. Su novio, su amor, su todo, le recordaba a la poesía más intensa, a la literatura más sublime, y como siempre, evocó un pasaje de un autor que recordaba bien, mientras sujetaba a su peliazul de la cintura y le hablaba cerca, muy cerca de los labios, en un tono de voz suave, cómplice, como besando el aire entre los dos:

-Milo antes de comenzar, te quiero decir algo que leí, y que me hace pensar en momentos como éste, "yo aprendía contigo lenguajes paralelos, el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca, y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía."

-Cam... eso es... tan bello.

-Se llama "tu más profunda piel", y eso es lo que quiero tocar en ti, en los dos...

Sin más Camus se dejó llevar, y esta vez, fue el que tomó el control de ese mágico momento, con decisión y firmeza, condujo a Milo para que se recostara entre las suaves almohadas, y con las mejillas encendidas en color rojizo, se volvió a apoyar en sus piernas para besarlo mientras le acariciaba el cabello, el calor de la habitación fue subiendo, al igual que la temperatura de sus sangre, en el aumento de sus latidos que intentaban alcanzar la cima del erotismo.

De manera tortuosa, despacio, los abrigos fueron dejados a un lado, la tela resbaló de sus torsos hasta el suelo, mientras la punta de sus dedos delineaban el camino de todos esos toques de sensualidad que ya se sabían de memoria, con la parte superior de sus cuerpos expuestos, las llamas tenues de las velas les hacían bailar las sombras de cada rincón de su anatomía, que quedaba marcado con manchas de color rubí tras cada mordida, y en uno de esos instantes, la pasión desbordante de Camus hizo que arañara como suya esa fuerte espalda de su ser más querido, haciendo que Milo se quejara de dolor, pero también de placer, de un ardiente gozo que no podía esconder, no dejaría de decir ese nombre nunca.

-Oh Camus....

Camus, Camus.... casi nunca le decía su nombre como tal, siempre era un apodo cariñoso, pero un Camus sonaba bien, jodidamente bien, así que el aludido no pudo más, era demasiado para él, y procedió a hacer lo que tenía pensado, y se levantó para sacar su última sorpresa del refrigerador del mini bar, Milo hubiera reclamado, a no ser porque ese galo se veía como un sueño a medio vestir, con el pantalón ajustado por algo que había debajo, algo que ansiaba lamer con toda intención desde el inicio hasta el final, y su pecho desnudo... eso era el mismo cielo, sus sonrisas era el nexo para continuar.

-¿Hay más hermoso francés?

-Mucho más...

Camus regresó a la cama con un recipiente de cristal que contenía trozos de manzanas rojas, muy frías a causa de estar un tiempo en la nevera, el heleno se imaginaba, o al menos intentaba pensar para qué era eso, pero su aquamarina se le adelantó para decirle que no intentara sacarle información antes de tiempo, así que sus labios fueron silenciados con el suave beso de su Cammie, y después casi se desangra por la nariz, al ver como su adorable novio, que la mayoría del tiempo era sumiso, se bajaba el cierre de sus jeans, después su ropa interior, que se fue hasta sus tobillos,  lo provocaba... todo ante su atenta mirada.

-Bien Milo... ya estoy desnudo, ahora te toca a ti, desvístete para mi...- Milo se quedó sin habla, sin voz, y sin voluntad, parpadeó un par de veces, y ahí mismo en la cama, se quitó el resto de su ropa, nervioso al notar que Camus no le quitaba la vista de encima, y el colmo fue que se tocaba al estarlo observando, jamás se sintió así, tan a su merced, era demasiado...

-Ya ven conmigo Camus...

-Lo haré, pero cierra tus ojos, y déjate llevar.

Y así fue... preso dentro de su cuerpo, Milo sentía el calor de la linda piel de su Cammie, estaba cerca, sus besos se los comprobaban, y aunque se moría de ganas por hundirse en su húmedo interior, esperó, y cumplió su promesa de mantenerse en las sombras, hasta que sintió un suave botón de rosa que le acariciaba la punta de su nariz, bajaba por su cuello, su pecho, sus muy sensibles pezones, el abdomen, cada vez iba más profundo, más ardiente..., posteriormente sintió algo frío rozando sus labios, y ese dulce aroma del fruto prohibido le despertó de su letargo.

-Con que es la fruta de la pasión..., come conmigo y ardamos en el pecado entonces.

Camus le hablaba en el oído, embelesado concedió su deseo, y saboreó como nunca una manzana, sólo para darse cuenta que al final de ese trozo de fruta, estaba la lengua tibia que ya sabía tocarlo hasta el punto cumbre de su entrega espiritual y física. Se tocaban... se conocían, gemían juntos, masturbándose el uno al otro, hasta que el brillo de su excitación fue notable, se les resbalaba entre los dedos, como la más dulce miel de las abejas.

Cobrando una deliciosa venganza, Camus lamió los dedos mojados de su mano que antes recorría la intimidad de Milo, y ahí fue que el griego detonó, ya no podía seguir en ese papel de espectador, así que tomó a su novio de las muñecas, y lo acostó en la cama, para estar encima de él, lo besó y le dejó una marca en un costado de su cuello, y desde ahí le habló:

-Todo me encanta... pero... no puedo permitir más, me muero de ganas por hacértelo...

Y Camus no replicó, le encantaba más sentirse así, a merced de Milo, así que le dio su consentimiento con la mirada nublada, y los labios temblorosos, que emitieron un nuevo gemido, cuando notó que su griego se abría paso entre sus piernas, uniéndose con él, lentamente, el vaivén comenzó, las embestidas eran rítmicas, con ambos suspirando, abrazándose, amándose.

-¿Te gusta así?, ¿Camus...?

-Mmmmm

-Hermoso sonido amor...

-Sigue Milo...

Camus habló en un susurro, con los párpados fuertemente cerrados, intentando procesar el placer que tenía recorriendo sus venas, en cada poro, en cada célula, Milo gemía cerca de sus labios, sus manos estaban entrelazadas a su lado en la cama, sus piernas fuertemente unidas, la cera de las velas se consumía, al igual que su autocontrol, las entradas eran cada vez más profundas, más rápidas, más, más más...., esa pasión terminó por atraparlos, el frenesí se hizo presente desbordándose en un orgasmo por parte del aquamarina, y ahí, con la cabeza hacia atrás, y su rostro contraído por el dulce éxtasis, Milo quedó prendado, demente... enamorado de esas bellas facciones, lo que hizo que él mismo se corriera dentro de su amado francés.

-Oh Camus... 

-Milo..., Milo...

-Te amo Cammie.

-Y yo a ti.

El silencio reinaba, doblegado solamente por sus respiraciones, que intentaban regularse en la intimidad de esa cama, pasó el tiempo, pero era como si no existiera, ese momento bien podría durar para siempre... y acostados, rendidos en ese dulce instante, Camus se acomodó sobre Milo, recargándose en su regazo, besando esa piel que tanto adoraba.

-Es mi mejor cumpleaños Cammie...

-Me alegra que te gustara.

-¿Cómo hiciste para que nuestras cosas ya estuvieran aquí cuando llegamos?

-Bueno..., ¿recuerdas cómo conseguiste mi número de teléfono?, resulta que Afrodita si se presta a sobornos cuando lo acompañas por sus productos para el cabello.

Las risas, los besos, la entrega, siguieron hasta muy entrada la madrugada, el tiempo juntos era sagrado, maravilloso, el mejor regalo que podían darse.

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Shaka y Aioria

Nirvana y Tantra.

Sublime... el estado más perfecto de su alma, eso era estar con Shaka, o al menos eso creía Aioria, claro que estuvo enamorado antes, pero no se comparaba a lo que sentía ahora, la admiración, solamente era opacada por el sonrojo que le provocaban esos profundos ojos del color del cielo, así lo comparaba, con algo inmenso, grande, y hasta hace poco, inalcanzable, a veces se preguntaba si no estaba sumergido en un sueño, era como si una parte muy importante de su vida le hubiera sido revelada, y el destino le dijera que antes estaba adormecido de sus sentidos.

Debió observarlo durante mucho tiempo en esa cafetería donde tomaban una merienda sencilla de pan, trozos de manzana y café, porque Shaka lo miró levantando una ceja, mueca que pudo pasar como ironía, sin embargo, su tenue sonrisa, le decía que era más que eso, algo mucho más personal, más intenso...

-A mi también me gustas mucho Aioria...

-¿Cómo supiste lo que estaba pensando?

-Estoy aprendiendo a leer tus expresiones, y hasta ahora cada una de ellas me encanta.

-¿En serio?, antes te molestabas porque me acercaba a ti...

-Me molestaba porque tambaleabas mi equilibrio, mi nirvana.

Aioria lo miró interesado, era verdad... Shaka tenía principios de una religión budista, de la cual, él era un completo ignorante, también era cierto que intentó que Yuzuriha le explicara un poco más de esa característica de su familia, y resultó que ella era más... occidental, así que no obtuvo mucha información de ella, por lo que con su tono de voz amable, y comprensivo, le pidió a su pareja que le explicara un poco más.

-Dime... ¿eso es malo?, ¿intervengo en algo?

-Mi querido león... no, no es malo, sólo cambiaste mi concepto de estado supremo de felicidad.

-¿Eso es el nirvana?

-Así es, en el budismo es un estado perfecto, carente de dolor y deseos, pero resulta que... sólo he pensando en ti dentro de esas dos formas... primero con angustia, al saber que no podía tenerte, que me eras prohibido, ya sabes, por mi ex, y después por mi prima, y lo segundo... me imagino que ya te diste cuenta de cómo deseo que exista mucho más entre tú y yo...

El poco café que quedaba en sus tazas ya no estaba tan caliente como antes, cuando la camarera se los trajo a su mesa prácticamente estaba hirviendo, lo cual era una grandiosa analogía a sus sentimientos y petición silenciosa de ya estar a solas, y ahora, eso estaba siendo olvidado también, claro, por el momento.

-Creí que no te gustaba el café Shaka.

-Hay muchas cosas que antes puede que no te gusten, pero eso es nada más porque no les has prestado la suficiente atención, supongo que tú podrías hablarme largamente sobre eso.- Aioria sintió claramente cómo el sonrojo se esparcía por su cara, era obvio que ya no estaban hablando del café.

-Si, eres el primer hombre que me gusta... en toda mi vida.

-Y eso es algo que me deja... ¿Cómo decirlo?, alagado.

Shaka repasaba en su mente todo lo que quería hacerle a Aioria, sabía que muchos tenían un concepto de él de ser alguien muy espiritual, reflexivo, pacífico, sin embargo... no siempre era así, sobre todo, no podía ser así con alguien igual a ese castaño, sus ojos verdes lo invitaban a hacerlo delirar como nunca, y es que su masculina presencia despertaba los más bajos instintos en su interior.

-Para que no te sientas tan avergonzado de confesarme eso... Aioria, te diré que tú has venido a romper con mi estereotipo de pareja.

-¿Ah si?

Ahora era el chico menor el que sonreía con total sorna y galantería, sabía muy bien a qué se refería su bello rubio, él era mucho más varonil que su antecesor en la vida amorosa de Shaka, por lo que seguro de sí mismo, se recargó en esa mesa de madera, para quedar más cerca de su novio, tomó un mechón de ese largo cabello, para aspirar su dulce aroma a incienso de lavanda.

-S... si Aioria.

-Lo sé... apuesto a que nunca te han convertido en el pasivo en una relación.

Ahora fue el turno de Shaka de experimentar que la sangre se quería escapar de sus mejillas, era cierto, con Mu siempre fue el que llevaba el control en la intimidad, y ahora con Aioria... no se sentía tan seguro, siempre tuvo claro el papel que le gustaba jugar, pero por una extraña razón, pensaba que no estaría nada mal conocer lo salvaje que podía ser ese felino, así que la velada era toda una incógnita.

-Ya veremos Aioria... quizás te puedas llevar una sorpresa, recuerda que te gano en edad, y experiencia.

Touché... otra verdad puesta sobre la mesa, como en un astuto juego de póker, ese coqueteo era un continuo ganar-perder, Shaka sabía lo que era tener relaciones sexuales con alguien de tu mismo sexo, Aioria no..., por lo que básicamente, era virgen en ese sentido, que enredoso juego de palabras, y eso era emocionante para los dos.

-Bien gatito... por esta vez yo invito, tómalo como que te devuelvo el favor por aquella noche que me hospedaste en tu casa.-Aioria no respondió, sólo le dio las gracias en un rápido y muy intenso beso robado, no le importaba que los pudieran ver, así era él, impulsivo, se dejaba llevar por sus arrebatos, y sus ganas de estar con Shaka ya le estaba nublando el juicio. 

Las calles antes repletas de una multitud que transitaba con rapidez, ahora estaban muy poco pobladas, casi desiertas, lo que daba un toque íntimo y romántico al momento, la luna era brillante, plateada cual joya, que iluminaba su sendero hasta casa, el espacio en el ascensor nunca antes se sintió tan cálido, tan suyo, y es que sabían que esa noche sería distinta, era el principio de un mundo nuevo de sensaciones, de expectativas.Caminaron por el pasillo, uno al lado del otro, nerviosos sin atreverse a confesarlo, hasta que Shaka intentó proponer el sitio en el que pasarían la noche.

-Aioria... em, esto... ¿te gustaría quedarte conmigo?, ¿o prefieres?

-Me gustaría, dado que yo nunca he estado en tu departamento, ¿me acompañas a mi habitación por algunas cosas que necesito?

-Claro.

Esas horas eran de descubrimiento, puesto que Shaka tampoco había estado antes en la alcoba de Aioria, le gustaba... era un espacio tan suyo, tocaba con cuidado sus cosas, mientras el de mirada jade guardaba un poco de ropa en una mochila, además de algunos objetos de aseo personal, todo dentro de esas cuatro paredes olía como su león, tan atrayente, se distrajo con una fotografía de su amor de niño, junto a ese gatito del que tanto le había hablado, y detrás de él distinguió a Aioros, y a los que debían ser sus padres, lo embargó la nostalgia, al recordar a su propia madre que nunca conoció, pero ahora con el castaño de su mano, supo que nada le hacía falta. De pronto un abrazo lo envolvió por detrás, Aioria lo abrazaba por la cintura, acariciando todo a su paso, depositando un cálido beso en su cuello, que lo hizo suspirar y cerrar los ojos en el acto.

-Estoy listo... a no ser que quieras que lo hagamos aquí.

-Ya... vamos.

Shaka sintió que de nuevo perdía el equilibrio y la iluminación y en su lugar quedaba una pasión primitiva, sensual, nada que ver con su tan añorado nirvana, sin embargo, no era que le fuera menos inquietante por eso, y es que alcanzar el estado perfecto del ser, no era nada comparado con sus deseos de ver a Aioria cegado por el placer de estar juntos.

Entre otros besos cortos, y algunas sonrisas cómplices, la cerradura del departamento del joven Khan cedió, y sin preámbulos, fueron a dar directo a su habitación, la cual también con la puerta cerrada tras ellos, fue el turno del castaño de maravillarse, ese era el lugar en el que Shaka llevaba a cabo sus actividades más personales, y de pronto, se sintió como cuando se profana un sitio sagrado, y claro... a él le encantaba llevar la contraria a las buenas costumbres, por lo que dejó su mochila olvidada en un rincón, y acorraló al de ojos azules entre él y su escritorio, con sus manos apoyadas en la madera, comenzó ese reto de insinuaciones.

-Por fin vamos a terminar lo que empezamos en la constructora, y esta vez, no existe nada que te haga escapar de mi Shaka...

-Si Aioria... sólo, te propongo algo...

-Soy todo oídos.

-Hoy vas a hacer esto a mi manera, déjate guiar por mi.

-¿Cómo en una meditación?

-Algo parecido, ¿sabes lo que es el "tantra"?

-Ni idea guapo...

-Qué interesante situación.

Shaka separó a Aioria de su cuerpo, para encender un par de varas de incienso, con que por eso el rubio tenía ese rico aroma en su cabello todo el tiempo, era tan sensual, las velas de manzana y canela del departamento ahora señalaban un culpable de su existencia en ese lugar, porque un par de ellas también ardieron bajo una llama anaranjada en una mesa de noche que el de cabello dorado tenía en una esquina.

Luego, sacó de su clóset un par de almohadas, una manta púrpura, y una pequeña caja que quien sabe qué contenía, las colocó en su amplia alfombra en el centro del cuarto, e invitó a Aioria a que se sentara junto con él en posición de flor de loto. El castaño no lo entendía, era raro, pero no por eso dejaba de ser atrayente, y atendiendo a su naturaleza curiosa obedeció. Después de respirar profundamente, Shaka miró directo a esos ojos verdes, tomó las palmas de las manos de su compañero para que las dejara expuestas, y de su misteriosa caja, sacó un aceite esencial de naranja, para dibujar algunos símbolos en las líneas de los dedos.

-Esto Aioria, es aromaterapia, y te ayudará a despertar plenamente tus sentidos, porque eso hace el tantra, es una práctica que ayuda a las personas a ser conscientes de lo que les rodea y de su propia energía interna...

El tacto de los dedos de Shaka quemaba, o era su deseo por él lo que lo tenía preso en medio de un furioso incendio, su piel estaba erizada, y eso que no lo habían rozado más que sus dedos índices, y a pesar de que el mayor con la voz más paciente le solicitaba relajarse, no podía, era imposible si lo provocaba así, sin embargo, trató de calmarse, y llevar ese ritmo al cual no estaba acostumbrado.

-Sé que puedes Aioria, imagina el ruido que hace el agua en el cause de un río, el vuelo de un ave, el viento pasando entre las ramas de los árboles, evoca eso en tu interior, y cierra los ojos.

Fue posible... lo logró, y la paz fluía por sus venas, y su energía se concentró en su zona central, entre el abdomen y su intimidad, era como si una llama ardiente lo calentara desde dentro, y se dejó hacer, cuando sintió que Shaka le pasaba una mascada de ceda por sus párpados, aunque no terminaba de amarrarla en su cabeza, sólo permitía que la sintiera, un nuevo escalofrío lo recorrió por completo, al tener el aliento de su pareja rozándole el oído, escuchando atentamente lo que tenía que decirle.

-"El Tantra nos permite vivir con una mayor libertad y nos ayuda a desarrollar los sentidos y la manera de amar a los demás. Asimismo, gracias a estar en el momento presente, es sinónimo de conexión emocional, es fusión con uno mismo y con nuestro amado. El Tantra intensifica la experiencia sexual porque pone toda la atención en la práctica. La mente y el cuerpo se fusionan e intensifican las sensaciones y la experiencia." Y lo que estas a punto de vivir, te aseguro que no lo vas a olvidar... bienvenido al tesoro del cielo: privación del primer sentido.

La mascada de seda terminó por ajustarse a su rostro, imposibilitándolo de la vista, y tal como Shaka lo prometió, fue increíble saber que estaba siendo desnudado poco a poco, como si no tuviera voluntad, y no era que la necesitara mucho, tampoco se dio cuenta de cómo ni cuando, pero esa intensa sensación de la piel de su Adonis personal, le dijo sin palabras que el rubio estaba tan expuesto como él, no lo veía, pero sus manos tocaron su piel desnuda: sus hombros, sus piernas, su espalda, y oh Dios, su masculinidad que palpitaba al unísono de su corazón, eso, definitivamente era como estar en el cielo.

Por otra parte, ver así a Aioria, era mucho más grande que magia..., se lo imaginó muchas veces, y sin duda, verlo, con los labios enrojecidos por los besos que se daban, era mucho más valioso que el nirvana, ansiaba apoderarse de él, sin embargo, esas velas de manzana tardarían en consumirse, al igual que su pasión.

-Sigamos Aioria..., te recostaré en las almohadas, ahora viene la privación del segundo, tercero, cuarto y quinto sentido, no tienes permitido hablar hasta que yo te lo indique, o que tu garganta te lo implore, me tocarás sólo guiado de mi mano, dejarás que el ruido exterior se vaya, y sólo te concentrarás en ti y en mi, y por último, no captarás más aroma que el de tu cuerpo y el mío, haremos la exploración del valle..."el hombre debe mostrar una actitud de atención plena y atención receptiva hacia el cuerpo de su pareja: Escucharlo, percibirlo, sentirlo con sutileza y en su totalidad. El aumento de excitación de su compañero también proporcionará un inmenso placer."

Sus manos cobraron vida propia, y se recorrieron con libertad, con pasión, primero uno, y después el otro, Aioria no hablaba, sólo jadeaba, gemía cuando Shaka pasaba sus dedos por la punta de su desesperada erección, no pensaba en otra cosa, no existía nadie más que ese hombre tan cercano a los Dioses, esa era la mejor experiencia en cuanto a sexo que había tenido nunca, y la sensual, e incitante voz de su compañero lo llevaba hasta los límites más recónditos del universo.

-"El cuerpo humano es un universo por descubrir, y existen distintas zonas erógenas que podemos ir despertando y descubriendo. El cambio de intensidades y ritmos incrementa la energía de excitación y ayuda a tener orgasmos más intensos, por ejemplo, es posible realizar 6 penetraciones suaves y una profunda." Llegamos al momento que tanto hemos esperado, ya no necesitarás esto.

La mascada de seda cayó, y con su vista recuperada, Aioria sintió que se moría en ese sitio, afortunadamente, las almohadas bajo su cabeza, y la manta que protegía su espalda lo mantuvieron lo suficientemente cuerdo como para enfocar esa imagen soñada y hermosa de Shaka con el rostro del color de las manzanas que comieron más temprano, era sencillamente hermoso, y por primera vez, sintió que lo invadían, su previa relajación y éxtasis fue tan grande, que no experimentó dolor alguno cuando su chico con el color de ojos igual al del cielo se unió a él, solamente lo invadió una enorme ola de placer, y tal como dijo antes, las primeras penetraciones fueron suaves, luego vino una profunda...

-Shaka... yo... ¡ah!

No se lo esperaba, era más de lo que podía soportar,  Aioria era el ser más sensual de ese planeta, y saberse que era el primero en estar dentro de él, era demasiado, hasta para su intento de llevar hasta el límite ese sexo tántrico, Shaka casi pierde la concentración, gemía en el oído de Aioria, y haciendo uso de toda su sabiduría, se esforzó al máximo, por no correrse en ese instante, se dijo a si mismo: "todavía no".

-Pequeño león... disfruta, casi llegamos, "el orgasmo valle es clave para el mayor disfrute de la relación. Una técnica tántrica para mejorar la conciencia del momento eyaculatorio es la práctica de la percepción del instante previo, es decir, detenerse justo en el momento en que la persona va a eyacular. Pasados unos segundos, es posible volver a la acción."

Las embestidas suaves pasaron a ser fuertes, pero cuando Shaka sentía que se venía, y Aioria también, frenaba el ritmo, así pasó tres veces, ambos estaban al borde de un abismo, hasta que ya no se pudo detener más, llegaron juntos, lanzando al aire un sonido de lujuria que le provocaría envidia a la mismísima Diosa del amor y la belleza, sus respiraciones aceleradas no daban tregua para calmarse, y bañado en sudor, sintiendo que el orgasmo todavía recorría su cuerpo, Aioria se incorporó para besar a su lindo Adonis, y por fin tuvo entereza para hablar.

-Shaka... esto fue... increíble, jamás pensé que podría sentirme así, te amo... gracias, sin embargo... la próxima me toca a mi.

-Me encantará experimentar...

Un nuevo beso cerró esa promesa, con caricias en la cara, con sus manos entrelazadas, y las velas a punto de apagarse, esa era la primera de muchas noches, en la que podían jugar a intercambiar el papel de cazador, y la presa que cae en sus redes.




















Continuará...














Comentarios: Bueno bueno chicas... ¿llegamos vivas hasta aquí?, en el próximo capítulo por sin sabremos qué chingados tiene la mamá de Camus, además yo sé que extrañan a nuestro bichito y cubito mayores jejeje ¡ah! y me encantó leer sus opiniones sobre quién es el dominante en la relación de Aioria y Shaka, así que como ven, me decidí a que van a ser versátiles, y por hoy, nuestra barbie favorita se llevó los honores, por otra parte, adoro escribir momentos de intimidad de mi OTP predilecta por los siglos de los siglos, ay mi Milo, ay mi Camus, no puedo más (grito de fangirl), espero que les haya gustado, y si es así, ya saben qué hacer, regálenme un like, que me motivará para enfrentar todo el trabajo escolar que se me viene encima jajajaja, pero no se preocupen, la actualización siempre la tienen cada semana y dentro de mis planes eso no cambiará, que estén súper bien, y si se sienten con ánimo me dejan un comentario, por ahí noté que tengo nuevos lectores, ¡gracias! son bienvenidos.


Nos leemos pronto, Yare.

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