Manzanas rojas (Parte I)
Era la madrugada del 8 de noviembre, los matices negros azulados del cielo se reusaban a dejar su lugar a los preciosos rayos dorados del sol, todo parecía indicar que amanecería nublado, afuera el viento helado del otoño hacía sonar levemente los cristales de su ventana, de todas formas no podía dormir, y solamente esperaba que fuera la hora para levantarse e ir a la Universidad.
Dio vueltas en su cama, deseando que no fuera su sábana, si no el hermoso cabello aquamarina de su Cammie el que le cubriera el pecho desnudo, algo le preocupaba... y lo hacía sentirse triste dentro de lo que hasta entonces había sido su vida de ensueño, estaba serio, más apático y tosco que de costumbre, en ocasiones le costaba encontrar sinceridad en su sonrisa, gruñó de frustración en su almohada, no tenía idea de qué hacer, y lo peor de todo es que no tenía a quién pedirle un consejo, Aioria estaba demasiado ocupado en su mundo de flores y caramelos idiotizado (enamorado) de Shaka, y lo mismo pasaba con Afrodita, quizá su papá... no, desechó eso de inmediato, no le agradaba mucho el compartir sus asuntos privados con él, ¿Aioros?, si, él estaría muy bien, pero no lo verían hasta la siguiente semana porque tenía un viaje de negocios, ¿Saori?, ¡Claro!, sin embargo fue tan idiota para cancelarle la sesión de esa semana porque según iba a celebrar su cumpleaños, ¡ah sus 18 años!, fue un poco iluso al imaginar que ahora si tendría un buen festejo.
Se pasó la palma de su mano derecha por su flequillo, clara señal de ligera decepción, de verdad esperaba que ese año fuera distinto, pero todo apuntaba a que sería un día como cualquiera, ¡hasta estaba feliz que al día siguiente no tendrían clase por otro evento cultural!, y no... era como si nadie se acordara que en esa fecha acontecía otra vuelta al astro rey para él, y aunque le costara admitirlo, le dolía... le hacía mucha falta una familia en esos momentos.
Claro que Kardia le mandó con anticipación su regalo de cumpleaños, que constaba de un nuevo teléfono celular, un abrigo finísimo Armani en color borgoña (para pasar el blanco y arrasador invierno neoyorkino), y un pase de un día a su tarjeta platino para que comprara lo que quisiese, además del hermoso ejemplar de "Veinte mil leguas de viaje submarino" de Julio Verne, cortesía de su mamá, agradecía a sus padres, en serio que lo hacía, sin embargo... sería mucho mejor un abrazo y algunas palabras de aliento, por eso le gustaba tanto su vida en Estados Unidos, y sobre todo, amaba con toda su alma a Camus, él era su hogar en todos los sentidos.
Con lo que no contaba era que no se puede esperar todo en bandeja de plata, y esa era la forma que tenía el universo de decirle que tenía que coexistir con dificultades que tal vez le lastimaban de poco a poco el corazón, todo se reducía a una charla de hacía unas cuantas tardes.
Flash Back.
Milo miraba a Camus como siempre, con un brillo especial en sus pupilas, era tan... perfecto, no tenía otro adjetivo para referirse a él, se perdía entre la visión de sus finos dedos tecleando en su laptop, mientras tomaba a ratos de su té de manzanilla, esa cafetería era su favorita, en la que pasaban casi todas sus tardes, en románticas citas, y entre apasionadas charlas, repletas de abrazos cálidos y largos, el lugar de por sí era juvenil con un aire de intimidad, con geniales cuadros de bandas de rock clásico colgando de las paredes, y las románticas lámparas de una incandescente luz de color amarillo ámbar.
Él por su parte, saboreaba como si no hubiera un mañana ese pastel de manzanas rojas, jugando en su mente con comerse ese rico betún dulce, pero del abdomen de su querido cubito de hielo, sugestivamente lamía la cuchara como lo hacía con la parte más privada de su querido francés, su expresión afilada, sensual y coqueta estaba desesperando al chico Boissieu, que lo enfocaba de reojo con un lindísimo color carmesí en sus mejillas y nariz, y eso a Milo... le encantaba, lo volvía loco, y con toda la intención buscaba acrecentar la incomodidad de su querido novio.
Pasaron los minutos, y una mano traviesa del peliazul se coló bajo la mesa a acariciar sugestivamente la parte interna de la pierna del galo, la tela de la mezclilla no fue suficiente para apagar el ardiente tacto, y con los sentimientos a flor de piel, como los tenía Camus en todos esos días, explotó, pero no como el joven Scarlet esperaba.
-¡Milo basta!, éste no es el lugar, trata de comportarte, que no eres un animal dominado por sus hormonas, tal vez tú tengas la habilidad de terminar tu tarea en cinco minutos si te lo propones, pero yo no, tengo que adelantar todo el trabajo que pueda antes de diciembre.
El francés estaba muy molesto, o era su excitación que trataba de ocultarse tras una pantalla de enojo, y para Milo fue suficiente, normalmente se reiría, o le diría que tenía que soportar sus instintos sensuales 24/7, pero no esta vez, sus pensamientos eran una revolución al percatarse que su compañero no bromeaba, y no tenía ese carácter sereno y tranquilo en sus ojos amatistas.
-Cammie..., perdóname, igual y creo que puedo esperar a que sea 8 de noviembre, si es que tienes mucha tarea... aunque tranquilo, eres brillante, siempre tienes las notas más altas...-Milo suavizó lo más que pudo su tono de voz, hasta que pareció un tierno susurro, por lo que Camus también cambió su actitud, intentando controlarse.
-Bicho, disculpa, sólo estoy muy estresado, ¿Qué decías del 8 de noviembre?
-¿Que no sabes qué día es?
-¿Jueves?
No se acordaba, no lo podía creer, Camus no tenía presente cuándo era su cumpleaños, ¿pero qué podía hacer?, su cubito de hielo era así, muy frío, y dentro de sí mismo trató de justificarlo, en realidad no podía culparlo, así que el griego sólo esbozó una tranquila sonrisa, y con un suave beso en sus labios, dejaron olvidados ese té y el pastel de manzana, no importaban las fechas, si no tenerlo a su lado.
Fin de flash back.
Claro que eso lo dijo más de fuerza que de ganas, ya no podía seguir engañándose, en realidad si le importaba y mucho, y le dolía que el hombre de sus sueños ni enterado estuviera de su sufrimiento, quizá le dirían que exageraba... y en su defensa argumentaría que así era el amor, ilógico..., los párpados le pesaron más que cuando se fue a acostar con el suave aroma de suavizante de telas, y justo cuando estaba a punto de quedarse dormido otra vez, en la tibieza de su cama, Aioria le gritó desde la sala, sacándolo de nuevo del mundo de la inconsciencia.
-¡Alacrán!, ¡te trajeron algo!
Milo salió de la cama diciendo mil maldiciones, de verdad que no estaba de humor, ¡estúpida vida!, ¡estúpido cumpleaños!, ¡estúpido Camus y su belleza fuera de este sistema solar!, con mala gana fue a averiguar qué era lo que los molestaba tan temprano, y junto al sillón individual, en la mesa de centro, Aioria estaba acomodando el arreglo más ostentoso y aparentemente caro de una de las florerías más exclusivas de la gran manzana, el atrayente color rojo se asemejaba a la sangre, las rosas despedían un perfume exquisito y narcótico, no había ningún otro ornato que las opacara, y aunque no era su estilo, algo en su interior se removió, ¿se habrá acordado al final?, una ilusión comenzó a crecer en su alma, y por un instante se permitió tener un poco de alegría, su amigo lo miraba con curiosidad, y le extendió una tarjeta negra, que tenía una elegante caligrafía en color dorado.
-Bicho... ¡galán!, feliz cumpleaños casanova... no debes hacerle estas cosas a Camus.
-¿Qué?, ¿de qué hablas?
-Lee la tarjeta, no sabía que te gustaba que te cortejaran con flores.
-Claro que no... a mi no me gustan las flores, eso es cosa de Afrodita, yo soy el que las regala, el conquistador soy yo, dame eso.- Dijo Milo con mucho desdén, arrebatándole la tarjeta a un Aioria que intentaba contener la risa.
Sus ojos azules no cabían en la impresión, leía y leía una y otra vez tratando de descifrar el mensaje ahí plasmado, ni idea de quién las mandaba, en efecto, ese ramo no era de parte de Camus, y muy triste arrojó el pedazo de papel al suelo, no le interesaba, aunque no pudo evitar que las palabras quedaran retumbando en su memoria:
"Para un hombre que me encantaría tener la fortuna de conocer más a fondo... felicidades."
K. G.
-¡Milo!, ¿Qué vas a hacer con ellas?, ¿las vas a dejar así nada más?
-¡No me importan gato!, déjame en paz.
¡Qué carácter!, al menos dime que mi regalo si lo vas a aceptar, ¡Aioros te mandó un DVD de un concierto de música clásica!
Milo detuvo su andar, y con una sonrisa sincera, esperó a que Aioria regresara de su habitación, con una bolsa de una tienda de tecnología, que le extendió, seguido de un abrazo fraternal, el cumpleañero sacó de su interior el nuevo "Mario Kart 8 Deluxe" para su Nintendo Switch, era una cosas de niños, que amaba desde que era pequeño, si... quizás su pareja lo olvidó, pero para su suerte, comprobó que en ese día, tenía a dos hermanos adoptivos, que apreciaba más que nunca.
-Gracias gato, de pronto ya no estás tan pulgoso.
-No te pongas sentimental bicho, mejor prepara el café, que ya casi tenemos que irnos a la escuela.
-Te lo daré sin azúcar maldito, y éste juego me servirá para aplastarte otra vez en todas las carreras.- Y ambos se rieron como siempre lo hacían.
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Camus estaba impaciente, su lápiz golpeteaba en el pupitre, ya no escuchaba mucho de lo que el profesor decía, sólo contaba los minutos para que las clases terminaran, tenía mucho que hacer, y francamente la culpa de haber tratado mal a Milo durante muchos días los estaba matando, en un primer momento no lo hizo con intención, el recuerdo de una video llamada que tuvo con Dégel lo tenía mucho más acomplejado que antes, puesto que en esa ocasión su papá le confirmó que efectivamente Natassia contaba con un estado de salud muy complejo, al grado que tuvo que acceder a verla solamente para complacerla, con urgencia y preocupación le preguntó lo que su mamá padecía, y la esquiva respuesta de su padre peliverde lo dejó más desconcertado de antes, sólo le dijo: "es mejor que te enteres después, es muy... delicado, yo estoy tratando de ayudarla, ya que tu abuelo por parte de ella la tiene exiliada de su casa.", ¿después?, no, no podía ser después, ¡era su madre maldita sea!, ¿y por qué su abuelo estaba tan molesto?, era cierto que el divorcio del matrimonio Boissieu fue un escándalo, pero no le parecía razón suficiente para que su mamá no estuviera en su casa.
El segundo motivo que lo tuvo alejado de su heleno tampoco lo tenía muy orgulloso, sin embargo no tenía alternativa, si es que deseaba sorprenderlo y ver una hermosa sonrisa en sus labios, ese precioso gesto que le iluminaba los días, con ironía le vino a la mente esa tarde en su cita en la cafetería que tuvo que fingir que no sabía que el 8 de noviembre era su cumpleaños, ¡claro que lo sabía! estuvo todo el mes planeando la salida más linda para su amor, y estaba seguro, que nada le iba a salir mal.
Por fin sonó el timbre de salida, juraba que era la primera vez que metía todas sus cosas a su mochila de una forma tan descuidada, y la verdad era que no le interesaba en lo más mínimo mantener su imagen de refinados modales franceses, sus compañeros de clase incluso lo miraron extraño al verlo correr a la puerta de la entrada de la facultad, necesitaba con urgencia llegar antes que Milo al condominio de departamentos.
En el camino contestaba mensajes como podía, los de su griego de una forma más seca y cortante de lo que acostumbraba, quería mantener esa farsa hasta el final, y los de Shaka con más atención que de costumbre, ya que él, Aioria, Afrodita y Yuzuriha eran sus cómplices en esa operación/misión, que nombraron: "manzanas rojas", casi quiso ahorcar a Dita por ponerle un título tan ridículo al plan de festejar el cumpleaños de Milo, pero éste alegó que era infalible que el peliazul se diera cuenta de lo que tramaban si constantemente o en secreto decían esas palabras clave, después de todo era la fruta favorita de su novio, no amarillas, ni verdes, rojas, jugosas y grandes manzanas.
El teléfono de Camus no paraba de vibrar en el bolsillo de su chaqueta, y con lo harto que lo tenía ese maldito aparato pensó en dejarlo así hasta llegar a su casa, sin embargo, dadas las circunstancias, tuvo que responder a la llamada, la calmada voz de su compañero de piso le trajo tensión, minutos antes habían acordado que todo estaba listo, ¿para qué lo necesitaba?
-"Camus... ¿Cuánto te falta para llegar al edificio?"
-"Unos cinco minutos, ¿Qué sucede Shaka?"- Camus trataba de no chocar con otros en la calle, detestaba atender el celular mientras caminaba.
-"El pastel que elegiste no llegó, tuvieron un error en la tienda de repostería, y bueno... no creo que quieras lo que tenemos aquí".
-"¡No importa!, ya no tengo tiempo de ir a otra pastelería, Milo llegará en cualquier momento de la facultad, y tenemos que ir a comer, y después al otro lugar".- Un silencio se prolongó al otro lado de la línea, parecía que había un forcejeo, porque poco después se escucharon unos cuantos golpes, e insultos, de tipo: "¡No Afrodita, deja eso!", "¡cállate Shaki es perfecto!", "claro que no, se te zafó un tornillo.", hasta que su interlocutor cambió de forma drástica.
-"Verás Cammie, si tú quieres darle a tu novio un pastel en forma de vigoroso miembro masculino, adelante, no consigas otra cosa, pero si lo que quieres es mantener tu hermosísima y fina imagen francesa jajaja, mueve esas piernas cariño."
-"Agg ¡maldita sea!"
Era el colmo de los colmos, lo mejor era que ya viniera un rayo y lo matara ahí mismo, ¿ahora qué iba a hacer?, estuvo a punto de decir "mierda", pero aún no llegaba a ese nivel de descontrol, y él hacía gala de controlar muy bien sus emociones, y en casi todo le funcionaba, claro, menos con Milo Scarlet..., así que puso a trabajar su prodigiosa mente, y maquiló un plan de contingencia, tendría que comprar un pequeño pastel, ya no sería el elaborado pay de manzana, al menos podría adquirir alguno de chocolate con mucho jarabe de cajeta, su amado bichito moriría de Diabetes algún día, su gusto por ese asquerosamente dulce pastel azucarado lo asustaba, aunque por el momento no tenía otra opción, el único problema era que el único lugar cercano en donde vendían algo así era en la cafetería donde trabajaba Surt, ni hablar, no tenía de otra.
Esperó pacientemente a que el semáforo le diera el paso peatonal para cruzar la calle, la luz verde fue como una señal de salvación, y con su paso elegante se adelantó a todas la gente, abrió la puerta del negocio con las manos temblorosas, el aroma del café tostado, y el típico aire tibio y acogedor lo recibió, rezaba a todas las deidades porque el pelirrojo no estuviera en ese turno, y por supuesto que seguía sin tener suerte, la mirada intensa de su ex lo traspasó de una sola pieza, con cuidado se acercó hasta la barra para hacer su pedido, ya que no había mucha clientela, Surt lo atendió de inmediato, en un ambiente por demás incómodo para el aquamarina, y anhelante para el barista, que tuvo un ligero temblor en su garganta, de milagro logró articular oraciones coherentes.
-Bienvenido a Starbucks, ¿deseas ver el menú?, ¿o ya puedo tomar tu orden?
-No..., ya sé lo que voy a pedir, dame un pastel de chocolate con jarabe de cajeta.
-¿Todo?, Camus tú odias lo dulce...
-No es para mi...
-Ah me imagino..., ¿ocasión especial?
-Es el cumpleaños de Milo.
Surt sintió un tirón desde la planta de sus pies, hasta su muy adolorido cuello, eso no se lo esperaba, y no por haber pasado algunos meses dolía menos, sin embargo, puso la mejor cara que su abatido estado de ánimo se lo permitía, para tratar de sonreír, si es que aún quería mantener un lazo con Camus, más le valía ser directo, sin perder el respeto por su decisión.
-Espero que la pasen bien, en seguida sale tu pedido.
El francés le sonrió sin muchas ganas, sabía perfectamente que el daño que le hizo, por lo que no tenía corazón para ser totalmente indiferente, así que le contestó cortésmente todas las preguntas sobre cómo estaba, qué tal iba en la escuela, si había visto o hablado con sus papás, hasta que le entregó el postre en una caja, momento en el que accidentalmente se rozaron las manos, Camus miró directamente a Surt, que le devolvía el gesto con decisión.
-Camus, lo que te dije la última vez que nos vimos era en serio, cualquier problema que tengas, o simplemente si requieres de alguien para hablar, o llorar en un hombro conocido, llámame, siempre estaré disponible para ti.
-Surt... gracias, que sigas bien.
-Adiós.
Lo dicho por Surt, provocó un pequeño y mal presentimiento, ¿por qué eso sonaba a una advertencia?, ya tenía muchas dudas como para detenerse a pensar en eso, sin mirar atrás, se marchó de la cafetería, sin mirar de nuevo a su ex novio, se sentía mal por él.... si, pero todo se borraba al tener los suaves y dulces labios de Milo embelesando sus sentidos, todo lo hacía por él, y así seguiría siendo.
Cargaba ese pastel por la calle como si fuera una bomba, sabía que no era suficiente, pero de repente, una brillante luz pasó rayando su cordura, la tienda de dulces de la esquina le llamaba con sus chillantes colores rosas, azules y celestes, las manzanas con caramelo lo llamaban como un poderoso imán, ¡eso era!, además eras perfectas para comer en el lugar al que irían, por lo que con todo su cariño por Milo, compró dos de las más grandes.
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El apartamento de Aioria estaba desbordante de energía, inflaban globos de aquí para allá, serpentinas rodeaban la mesa de centro, unas cuántas bebidas en vasos de plástico esperaban por sus consumidores, con un sospechoso jugo de arándano con un poco de sabor a vodka, y un muy divertido Afrodita que jugaba con el pastel que parecía hecho más en una Sex Shop que en una pastelería.
-¡Dejen que me lo coma!- Afrodita lloraba por no tirar ese pastel, hasta que Yuzuriha lo reprendió riendo de tal manera, que seguro le dolía el estómago y las costillas por semejantes carcajadas.
-¡No seas ZORRA Dita!, ni que fueras Shaka para robarme al novio.
Los aludidos sintieron que todos los colores les subían al rostro, y no encontraban en dónde esconderse, Aioria estaba muerto de la vergüenza, y el rubio, quería asesinar a su prima ahí mismo, claro que desistió cuando ella se le acercó para darle un beso en la mejilla y lo comenzó a abrazar mientras le hacía una trenza en su largo y dorado cabello, ahí los dos entendieron que se trataba de una simple broma, y cuando el leonino se alejó para ver si Camus ya venía, la linda chica le dijo a su primo en un susurro:
-Shaka, aprovecha... hoy se van a quedar solos, y acá entre nosotros... te vas a morir, no tienes idea de lo bueno que está...
-Yuzuriha... no me siento cómodo hablando contigo sobre Aioria.
-¡Ah! el rey del descaro jajaja, pero tú si podías pedirme consejos para no verte como un niño frente a Mu, está bien primito, sólo no olvides lo que te dije, ya "cójetelo".
Shaka siguió con su color escarlata en sus mejillas, miraba a Yuzuriha como si estuviera loca, mientras ella se miraba divertida su perfecto manicura que se hizo esa semana junto con Afrodita, aún le costaba entender que estaban emparentados, eran tan diferentes. El joven Khan no pudo regresarle el comentario a la chica, ya que Camus apareció junto a Aioria en la puerta, listos para cantar feliz cumpleaños, pues ya sabían que Milo tardaría a lo mucho unos dos o tres minutos en llegar.
Apagaron las luces y se escondieron para recibir al festejado, que entró dando tumbos, tirando su mochila que casi cae en la cabeza de Aioria, si no es que la esquiva, su humor negro era notable para todos, y no era para menos, su Cam, su Cammie del alma no le había dado ni un simple mensaje con emojis, dolido era poco para lo que se sentía, con coraje se quitó la chamarra y la aventó también a una esquina, que esta vez si dio en un blanco.
-¡Milo!, ¿ podrías ponerte menos perfume?, Calvin Klein se va a quedar sin reservas.
-¿Aioria?
Éste no contestó, ya que todos salieron para gritar "¡SORPRESA!", ahí frente a un muy perplejo griego, apareció la visión soñada de su utopía sobre el amor, Camus estaba excelso en su belleza como siempre, pero después de muchos días, la sonrisa que le regalaba, al igual del cálido abrazo que le proporcionaba, le dejaba en claro que el chico que tanto amaba seguía ahí, Milo sintió que unas lágrimas de felicidad se agolpaban en sus ojos azules, y con el mismo cariño, atrapó a su lindo francés entre sus brazos, cerrando sus párpados, dejándose envolver por su atrayente presencia, sintiendo el aroma de su precioso cabello, acariciando con devoción su estrecha cintura.
-¿No ibas a creer que me iba a olvidar de tu cumpleaños verdad?
-Cammie...
-Hermano... todo fue su idea, ¡eres un ingenuo!, aquí estamos, somos tu familia.- Un sonriente Aioria tomó a Milo de los hombros cuando se separó un poco de Camus, el resto estaba igual.
Después de los abrazos, un modesto brindis, y comer un poco del pastel ridículamente dulce, Milo se sintió como si la vida le fluyera como ráfagas de estrellas dentro de sus venas, ya que era su primera fiesta, en toda su vida... observaba a Camus conversar con Shaka, y se sintió como el hombre más afortunado del planeta, no podía haber alguien como él, jamás lo habría. El aquamarina lo tomó de las manos un poco después, le besó el dorso con un casto y ardiente contacto, para decirle con la voz más sexy que poseía una frase.
-¿Listo para el resto de tu día?
-Junto a ti siempre Cammie.
-Bien, iremos a la ópera.
-¿Qué?, oh, qué gran idea...- No, no era buena idea, era una idea tremendamente, mortalmente aburrida, pero aaahhh, amaba tanto a ese hermoso galo, que sería incapaz de darle un disgusto.
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-Camus... esto no es la ópera.
Los gritos desde las alturas casi los dejaban con sordera, el olor de la mantequilla caliente junto con la sal de las palomitas de maíz, combinaba con el dulce de los algodones de colores estrafalarios, niños, padres, jóvenes en grupo o en pareja corrían de aquí para allá, el ruido de la casa de los sustos, los disparos del tiro al blanco, y las brillantes luces de la rueda de la fortuna les dieron la bienvenida, claro que eso no era el teatro, ¡era el mejor y más grandioso parque de diversiones!, Yuzuriha y Afrodita entraron muy emocionados, Aioria cargaba a Shaka en su hombro a modo de secuestro porque él no quería entrar (desconocía que también irían a esa feria), su largo cabello rubio le impedía zafarse de los fuertes brazos que lo tenían preso, y atrás estaban un muy sorprendido Milo, y un un sereno Camus que acariciaba con ternura la mejilla de su novio.
-¿De verdad creías que te iba a llevar a la ópera?, hoy se trata de ti, vamos.
-Tú aborreces el pastel, los parques de diversiones, el algodón, el azúcar, ¿por qué?
-Si aborrezco todo eso, pero a ti te amo, y... quiero que seas feliz...
Milo no esperó más, y con todo su sentimiento desbordando por cada poro de su piel, tomó a su francés de sus mejillas para darle un profundo beso, lleno de mensajes que solamente entre los dos entendían, los labios les quemaban, las caricias internas y húmedas de sus bocas encendían sus pasiones, y ahí ambos se dieron cuenta, que todo, absolutamente todo valía la pena entre ellos, al separarse, Camus sacó de una bolsa de papel que estuvo cargando en todo el trayecto hasta ahí, las dos manzanas con caramelo que compró unas horas antes.
-Feliz cumpleaños mon amour..., no es vino pero... ¿brindamos?
-Si y mil veces si querido Cammie... gracias por estar conmigo.
Más tarde, el aire les alborotaba el cabello, sus gargantas se desgarraban por gritar a toda la capacidad pulmonar que poseían, Camus maldecía una y otra vez, todas las malas palabras que contuvo todo el día, y quizá toda su vida le salieron como vómito verbal encima de esa montaña rusa, casi podía escuchar que Shaka estaba igual de atormentado que él en el asiento de atrás, Aioria reía como un idiota frenético, al igual que Milo, Afrodita y Yuzuriha, sin duda se cometían locuras por amor, y esa era la suya, el endemoniado aparato que lo tenía de cabeza, luego en picada, y después al borde de un infarto lo iba a matar.
Aunque al bajar, al ver cómo Milo le peinaba amorosamente el cabello con sus dedos, entendió que a veces, esos pequeños momentos eran los que se guardaban para siempre, como parte de las páginas de los libros de sus vidas, y en definitiva, ese día, todas las manzanas que su bichito disfrutaba se convertirían en un símbolo, en su tótem, su mantra para repetir cada día, era él, su Milo, el que le daba la fortaleza para seguir existiendo.
La tarde pasó entre risas, más gritos, y el consumo de todas las calorías que todos necesitaban para aproximadamente un mes, el sol comenzó a esconderse en el horizonte, y la iluminación del lugar se convirtió en el escenario perfecto para las confidencias, para los secretos más íntimos y dulces, y la maravillosa vista de la bahía les dio a todos la tranquilidad en sus almas, de saber que en ese momento, no había otro lugar en el mundo en el que quisieran estar.
La última atracción que visitaron fue la enorme noria o rueda de la fortuna, como se le conoce en algunos lugares, en el punto más alto, Dita y Yuzu compartieron la complicidad de su amistad, en la que el peliceleste se permitía desfallecer de emoción al contarle a su inseparable amiga sobre Shura, ella por su parte, realmente se alegraba por él, y gritaban juntos de emoción.
En otra canastilla, Aioria miraba con mucha ternura los reflejos del cabello de Shaka, sin poder evitarlo, se acercó más a él para tomar esas hebras doradas entre sus dedos y sonreír, , no podía creer que por fin había alcanzado las estrellas, la divinidad de ese hombre lo tenía enamorado, y ahí supo que ya no podía más, esa noche, sería su noche, y un ligero sonrojo comenzó a esparcirse por todo su rostro, con delicadeza en su voz, quiso darle el mensaje implícito su amor.
-Shaka... lamento el haberte obligado a que te subieras a la montaña rusa... no estuvo bien.- El chico de ojos verdes si sentía algo de pena, porque desde entonces su novio tenía ratos en los que quería vomitar, o estaba tan serio, que parecía que no quería volver a verlo a menos de cinco metros de distancia.
-Fue horrible..., hey, pero no me pongas esa cara de gatito regañado.- Shaka recapacitó al notar que no fue la mejor manera de "quejarse" y tomó con su mano el mentón de Aioria, para que esos hermosos jades se encontraran con él, a la par que le pedía que cambiara su semblante, realmente no estaba enojado.
-Shaka..., ya que Milo y Camus no estarán hoy, me preguntaba si..., no sé, quisieras que cenáramos juntos, y después...
La voz le tembló, si no hubiera estado sentado era seguro que se habría desplomado en el piso, ya que la caricia de Shaka se extendió hasta la sensible piel de su cuello, la yema de sus dedos apenas y lo tocaban, y eso, como si fuera magia, lo hizo que sintiera una ligera incomodidad en su parte más privada, y que la camisa le estorbara para respirar con normalidad, era imposible que con un simple roce lo pusiera así...
-Después... Aioria, haremos el amor...
En el tercer y último sitio, un muy cansado Camus se recargaba en el hombro de un peliazul, que todavía no podía creer que el destino fuera tan maravilloso con él, miró hacia abajo, mientras despeinaba un poco el cabello de su francés a causa de sus caricias, lo quería, con toda su alma, y ese sería el mejor cumpleaños de toda su vida.
-Cammie...
-¿Si Milo?
-Gracias.
-Todavía no termina, te llevaré a cenar, y después tendremos una noche para los dos.
-No me refería sólo a esto, si no a todo... por cruzarte en mi camino, no creo que pueda olvidarte nunca... y conforme a lo otro... ¿tu departamento o el mío?, ya quiero quitarte los pantalones y hacerte gemir hasta que no puedas más...
Sus ardientes labios estaban a punto de devorar a su Cam como si de un vampiro sediento se tratara, y en cierta forma era verdad, estaba hambriento de él, de sus besos, de su piel, de su amor, pero la suave mano del galo detuvo sus intenciones, para después posar su dedo índice en sus labios, para indicarle que no hablara.
-No Milo, esa es mi última sorpresa, no vamos a quedarnos en el edificio...
-¿Ah no?, ¿me vas a secuestrar?
-Claro, y no sabrás qué cosa fue la que te golpeó, pero delirarás tanto, como me lo has hecho sentir a mi.
-Muero de curiosidad...- La voz de Milo era grave, seductora y letal, tenía un efecto hipnótico, sensual, y muy muy peligroso, como el punto crítico de un vórtice del cual no se puede escapar.
-Sigue muriendo, sólo te diré que, tu papá me fue de gran ayuda.
Camus ya no quiso responder a más preguntas, aunque Milo se lo estuviera rogando, sería egoísta el tiempo que fuera necesario, sin pensar en nadie más que no fuera su lindo bicho, esa era otra noche más de las que decidía ser feliz sin importarle nada, ya no podía esperar para llegar a ese romántico lugar, en el que serían uno solo, de una forma total y sumamente placentera, porque después de todo, él también importaba, y su felicidad, era mucho más dulce, que las más selectas manzanas rojas.
Continuará...
Comentarios: ¡Volví! jajaja después de batallar tanto para subir el capítulo, ya pude hacerlo, a ver, en el próximo episodio (como en las caricaturas jaja), habrá doble lemon :3, oh la la, si si si, jeje lo que me deja una duda existencial, es el primero que haré de Aioria y Shaka, y aquí tengo un conflicto, ¿quién es el uke?, jajajaja tenía pensado que Shaka... pero luego es tan dominante también... jajaja lo voy a reflexionar con mucho detenimiento, ¿ustedes qué opinan?, díganme por fa :P, ahh y bueno, será un preludio para la tormenta, porque si, ya vienen las cosas feas, pero ya saben que a mi me gusta escribir miel y miel, así que no podía irme de lleno a eso sin antes tener un poco de romance rosa, además el encuentro de Yuzuriha con Kanon la noche de la presentación del proyecto de Shaka y Aioria si es importante, aunque parezca que no, al igual que la conversación que tuvo Camus con su papá sobre Natassia, sigan pendientes, un abrazo a todas, incluidas las lindas que comentan y votan, las/los que sólo votan, y también a quien me lee en el anonimato, esto no sería nada sin ustedes.
Nos leemos pronto, Yare.
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