Luminarias de la noche (Parte II)
Nota: Esta parte está inspirada en la canción que puse en la portada del capítulo, es un clásico, por si lo desean, la pueden reproducir, e incluirse en la atmósfera, yo incluiré una traducción dentro del escrito, sin más que decir, disfruten mucho.
¿Han sentido que una persona te ilumina tanto, que lo demás parecen tristes sombras a su alrededor?, el brillo de un primer contacto que arrasa como si fuera una tormenta peligrosa, intensa, con una fuerza atrayente y de la cual es imposible escapar, y donde lo único que nos recuerda que seguimos existiendo es porque sentimos que el corazón sigue latiendo en nuestro pecho.
Milo..., Milo sabía cómo se llamaba y fue directo hasta él, ahora que lo tenía a escasos centímetros, se preguntó cómo es que soportó tenerlo a kilómetros, admirándolo, soñando con él por las noches, sin la esperanza de conocerlo, jamás se habían hablado, no sabía más que su nombre que le recordaba el rojo encendido y poderoso de las manzanas, ese tono... el escarlata, que iba tan bien con su esencia salvaje que desprendía en su aroma, que armonizaba con su voz, con su sonrisa, con su mirada, con el impulso eléctrico y los escalofríos que sentía en toda la espina dorsal por estarlo tocando, por tenerlo tan cerca.
Camus no fue capaz de responder de inmediato, "hasta que te encuentro...", ¿Lo estaba buscando?, ¿y él mismo?, ¿había buscado a Milo alguna vez?, y se respondió con una mueca de ironía, la respuesta era clara, claro que si, siempre miraba a su alrededor con disimulo, esperando que un milagro le pusiera de nuevo a ese desconocido que lo enamoró a través del viento, de las gotas de la lluvia, de la luna que era visible para ambos, con el calor del sol imaginando que era su calor.
El peliazul captó la última expresión de su Camus, era suyo, porque estaba seguro que no podía haber otra persona que lo viera como él lo hacía, que lo admirara de la misma forma, o que anhelara con esa pasión que le dirigiera una sola mirada, y se interesó todavía más, en cada ocasión que el destino, o la casualidad, cualquiera que sea, se dio a la tarea de reunirlos entre millones de personas, lo vio serio, formal, con la pulcritud de un ser intachable, y ahora... se concentró más que nunca en el miedo que pudo observar en sus movimientos, en el ligero temblor de su mano, en el estremecimiento de su cuerpo al hablarle al oído, y en su expresión marcada en sus adorables labios, quizá estaba exagerando, pero definitivamente lo veía como un ser casi perfecto, su único defecto es que no lo conocía, que no tenía la dicha de besarlo, o de compartir más que una tarde, sin embargo, ese era un detalle que ya estaban arreglando, y en su interior, su motivación, su intuición, le decían que si, que sin importar dónde se encontraran, en qué parte de la tierra vivieran, ellos no caminaban, volaban hasta estar frente a frente, que ahora era posible albergar una esperanza...
-Milo...
-Por Athena... hablas exactamente como lo soñé
-¿Cómo sabes que me llamo Camus?
El francés estaba a la defensiva, no era su costumbre lanzar preguntas tan directas, y en cierto modo agresivas, pero realmente se moría por conocer si ese hermoso chico se sentía igual que él, si no era el único que tenía esa ardiente corriente en la piel, que desde hace mucho tiempo no experimentaba, cuando se mudó a los Estados Unidos, daba por hecho, con una resignación cargada de molestia, que ahora si sería imposible que se volviera a cruzar con su enigmática presencia, y que ese chico de rebeldes cabellos azules, y presencia sensual se quedaría ahí, en sus anhelos frustrados.
Por su parte, el griego se atrevió a tener una pequeña luz, una diminuta señal de que esta historia podía trascender las páginas de una leyenda, y convertirse en la más hermosa de sus realidades, y una fuerte punzada en el centro de su alma, deseó con vehemencia seguir cerca de él, con las manos aún entrelazadas, terminó de acortar la distancia entre ellos, y en un arranque de locura, lo retuvo entre sus brazos, con la valentía de un adolescente, aspirando por primera vez el sutil aroma de Camus, era una mezcla de jazmines y brisa marina, que lo dejó mareado por un momento.
-Yo nunca te dije que soy Milo...
-Parece que tenemos mucho que hablar...
-Dime que todos estos años no estuviste sólo en mi imaginación, estoy seguro que tú me recuerdas, explícame, Atenas, París, Nueva York.
Las frases eran atropelladas, cargadas de emociones, de incredulidad, ¿qué significaba todo eso?, Camus se dejó envolver por Milo, acariciando su cabello con las manos todavía temblorosas, que intentaban en vano calmarse, sin saber qué decir, él tampoco lo entendía, y lo único que le era posible razonar, era que el calor de ese hombre era como una droga, que lo dejaba sin voluntad de separarse. En ese momento, desde el imponente sonido del "Coliseo", comenzó a reproducir una canción de los años noventa y principio de los dos mil, un clásico de Gigi D' Agostino, "L' Amour Toujours (I'll fly with you), que pareció indicar una nueva jugada del destino, la romántica temática jugaba a ser un presagio de lo que sería de ahora en adelante sus vidas.
Entonces Milo tomó una decisión, no quiso hablar en ese momento, después de todo, las palabras entre ellos no habían sido necesarias para desarrollar ese misterioso lazo entre ambos, ¿sería a lo que llaman la leyenda del hilo rojo?, ya estaba pensando en cosas de las cuales se había burlado hasta el cansancio, como ese cuento que predice que existe alguien en este planeta, sin que que lo sepas directamente, que se encuentra ligado a ti a través de la distancia, o las circunstancias, y que tiene el fatal defecto de advertirte que quizá nunca lo conozcas, no... ese no sería su caso, sin pedirle permiso a su bello chico de largo cabello aquamarina, rompió el abrazo, acción que dejó a Camus confundido, nunca antes se sintió tan mal de no estar tan cerca de alguien, pero lo que no se esperaba era que fuera guiado hasta la pista de baile, para estar de nuevo junto a Milo, que lo tomó de la cintura para comenzar a sincronizar sus pasos al ritmo de la música electro/dance.
Ahora que si estaba en la demencia total, él, joven intelectual, promesa de la literatura, violinista nato, y criado entre finos modales franceces, estaba cruzando una línea muy peligrosa, y lo peor de tono es que no quería detenerse, ¿bailar?, eso antes era impensable, pero junto a él... todo era tan distinto, al sentir sus manos en su cintura dio un ligero respingo, ya era mucho para su pobre espíritu atormentado, sin embargo deseaba más, mucho más, como un condenado que se muere de sed y bebe el agua del océano, sin saciarse jamás. La mirada insistente del griego, lo estaba aturdiendo, y juró que se podía morir ahí mismo cuando lo escuchó cantar la dulce letra de la canción, que tenía a todos los asistentes sumergidos en un ambiente soñador.
-"Todavía creo en tus ojos, no me importa qué has hecho en tu vida, bebé yo siempre estaré aquí a tu lado, no me dejes esperando mucho, por favor ven, todavía creo en tus ojos, no hay elección, yo pertenezco a tu vida, porque yo viviré para amarte algún día, tu serás mi bebé, y volaremos, y yo volaré contigo, volaré contigo, tú eres, tú eres..."
La voz de Milo era emitida en un tono bajo, los demás que no estaban su preciosa y afortunada situación no eran capaces de escucharlo, pero Camus si, y le encantó, y una frase de esa pieza musical quedó grabada en su mente con insistencia: "no hay elección, yo pertenezco a tu vida", era cierto, presentía que ese no era un simple encuentro, y si le interrogaran directamente, si quería que Milo perteneciera a su vida, sin chistar diría que si, y que en realidad no es que nunca hubiera estado, él ya se encontraba dentro de sus pensamientos desde que era un pequeño.
Todavía no finalizaba la canción, cuando el galo pasó sus manos por el cuello de Milo, devolviendo su gesto de sujetarlo un momento antes, el griego le regaló una sonrisa todavía más grande, y antes de ese momento se terminara, justo cuando acababa esa pista en la lista de reproducción, le repitió con total seguridad, una oración que le cantó un instante antes:
-"Yo viviré para amarte algún día".
-¿Qué dices?- Y sin planearlo, su memoria revivió como fue la última vez que vio a Milo, antes de dejarse ir sin remedio en los confines de su encanto, como estaba ahora.
Flash Back
Camus pensaba en lo que estaba a punto de hacer mientras preparaba todas sus maletas, se iría de París... por fin, a cumplir uno de sus sueños, ¿no se suponía que debería estar contento?, sin embargo, la culpa por escapar inconscientemente de lo que pasaba en su familia le taladraba las neuronas, sus padres estaban atravesando un horroroso divorcio, en el que su Natassia culpaba a Dégel de hacerle la vida un infierno, sin importarle cuánto lastimaba a su hijo también con esas palabras, ¿no se daba cuenta que con eso decía indirectamente que tampoco era feliz siendo su madre?, su guapa y rubia progenitora descuidó todo en su matrimonio en los últimos años, en la casa que compartían el aire era tenso, con hipocresías, ¿qué podía hacer con tan sólo 17 años?, irse, no se le ocurría otra alternativa, su padre era tan serio, tan hermético... que se quedaba inmóvil, recibiendo las acusaciones, sin defenderse, pero sin negar que ella estaba en un error, era como si con su silencio le otorgara la razón.
Mientras guardaba sus libros, y sus cuadernos personales de poesía, recordó su última conversación con su papá, con el mayor tacto que poseía en su tranquila forma de ser, le informó a Dégel una tarde antes, que deseaba irse a estudiar su último año de bachillerato a América, quizá el nuevo mundo le diera la paz que buscaba tan desesperadamente, esa tarde en el despacho del peliverde fue memorable para ambos, porque por primera vez, el señor Boissieu notó la tristeza en los ojos de Camus, se levantó de su silla, y lo atrapó e un suave abrazo, le contó con calma, que estaba consciente de que sus problemas de pareja habían afectado a quien menos culpa tenía, y le confesó a su amado hijo, que no merecía ser parte de las malas decisiones que tomó años atrás, al casarse por deber, y no con quien su corazón realmente anhelaba. Las palabras de su padre eran un ancla de salvación "no dejes que la monotonía decida tu vida, a veces no es malo dejarse llevar, o puede que te arrepientas por pensar que las "acciones inteligentes son el único camino a la felicidad".
Así que aguantando todos sus temores, miró por última vez su habitación vacía, era momento de forjar su propio destino, y cuando iba en el auto con su padre camino al aeropuerto, una idea le trajo una nueva tristeza, tal vez era producto del color azul apagado del cielo que se ve opacado por las tormentas, hacía dos años se encontró otra vez con ese chico, que no era capaz de olvidar, ¿por qué?, ahora que se iría a otro país, si era imposible que sus pasos se cruzaran nuevamente, y eso le dolía, saber que sería una vaga imagen más.
El frío de esa tarde calaba, aún en la sala de espera para abordar el avión, no pareciera que era verano, ¿dónde encontraría su propio sol?, y de repente, pasó algo que jamás le creería a otro si se lo hubiera contado, pero le sucedió a él, como una ilusión, esa atrayente mirada que era totalmente correspondida lo atrapó, a unos escasos metros de distancia, estaba la persona que se le aparecía por el mundo, como si fuera un sueño, su rebelde cabellera azul, y su andar que derrochaba masculinidad, eran inconfundibles, su turbación, pasó a su padre que lo acompañaba, que miró preocupado en dirección a donde veía Camus, sin embargo, no le dijo absolutamente nada.
Fin de flash back
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El ambiente era muy tenso para Aioria, hacía bastante tiempo que experimentaba esa sensación en su cuerpo, su mente era bastante torpe para averiguar cuál era el objeto de su atracción, Shaka, Yuzuriha..., y la primera opción lo asustó más de lo que se hubiera imaginado, desde que terminó su relación con Marín, creía que se daría cuenta muy fácil el cómo reconocer a un nuevo amor, pero... ¿un hombre?, nunca en su corta y joven vida se planteó la idea de ser bisexual, las mujeres eran lo suyo... o eso creía, sin embargo, la embriagante presencia de Shaka, que estaba sentado frente a él lo descontrolaba, le llamaba la atención hasta la delicada manera que tenía de tomar el Whisky que tenía en su mano, con las piernas que alcanzaba a ver elegantemente cruzadas, de un momento a otro, sacudió un poco su cabeza.
¿Él enamorado de un hombre?, no... tal vez era el efecto del alcohol, puesto que ya llevaba tres cervezas en la cuenta, y todo indicaba que no pararía, aunque claro, él no era un adicto a embrutecerse, al contrario, llevaba un estilo de vida muy saludable, aprovechaba todo el tiempo libre que tenía para ir al gimnasio, o correr grandes distancias hasta que el aire le faltara, pero por esta vez, deseaba ahogar sus dudas, ¿por qué titubear de esa manera tan explosiva de su sexualidad?, entonces prefirió enfocarse más en la mujer rubia que lo miraba insistentemente, su rostro era un poema, bastante linda a decir verdad, trató de convencerse a como diera lugar, de que ella era la chica que lo había ayudado esa tarde, si... ella debía ser.
-Yuzuriha, ¿cierto?
-¿Eh?, ¿Aioria, me hablas a mi?
-¿A quién más?, ¿bailas?
-¡Claro!, deseaba que lo pidieras.
Afrodita le gritó un par de oraciones indecentes a su amiga, que provocaron un sonrojo en Aioria, y una seña obsena por parte de ella con el dedo medio, lo que el joven peliceleste realmente quería era ocultar su envidia, al ver que su compañera y cómplice si podría estar cerca del hombre que le gustaba esa noche, y él... bueno, él suspiraba por alguien que no lo miraba de la misma manera, la cabina del Dj con Shura dentro, ahora era más distante que nunca, y se consoló al creer que no era el único en esa mesa que estaba perdido en el amor, miró a Shaka, que ya tenía un tiempo de conocer gracias a su prima, y también lo consideraba como una buena amistad.
El rubio tenía la mirada perdida, Dita intentaba imaginarse por qué, pero no lo consiguió, quiso imaginarse que el mayor estaba así por el rechazo de su exnovio, sin embargo, lo que captó no era la melancolía natural en sus ojos del color del cielo, si no un espectro de enojo, él era bastante intuitivo para empatizar con las emociones de las personas, y lo que le sucedía a su compañero de mesa era algo relacionado con nada más y nada menos que los celos.
-Oye Shaki, ¿por qué estás tan enojado?
-No estoy enojado Dita.
-No me vengas con eso, está bien que no te guste mucho salir, pero al menos diviértete, es una fiesta, y los amargados son los ancianos.
-Ya te dije que no estoy molesto.
-Oh no... cerraste los ojos, y eso sólo sucede cuando no puedes controlarte e intentas apagar lo que sientes.
-¿Cómo puedes conocerme tan bien?, ni Yuzuriha logra eso, y... bueno, él tampoco lo lograba en su totalidad...
-Ya Shaka... deja ir a Mu..., él decidió ser monje, no puedes luchar contra eso..., espera... ¿si estás enojado?
La pregunta de Dita sacó a Shaka de sus casillas, estaba molesto... ¡estaba molesto!, ¿por qué?, él era demasiado inteligente, que no quisiera aceptar lo que sentía era otra cosa, y la realidad es que le enfadó que su prima se fuera a bailar con el vecino, y era claro para él, que sus celos no eran fraternales, la verdad es que siempre pensó que que su familiar, que era más como una hermana para él, era perfectamente capaz de elegir a sus pretendientes, a pesar de su loca manera de conducirse a veces, por lo que le quedaba una única opción, no se sentía así por ella, si no por él, quizá era el efecto del Whisky, y nada más, sin embargo, una larga mirada de esos ojos verdes, que los atravesó desde la pista de baile a su lugar, lo sacó por completo de la duda, le gustaba Aioria, le gustaba sin remedio, ¿pero qué no se suponía que estaba profundamente enamorado de otra persona?, y peor aún ¿sumamente dolido?, quizá esa era una noche para romper sus propias reglas y beber más.
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La pregunta de Camus lo dejó desenfocado, era cierto, ¿qué había dicho?, dijo que él estaba ahí para que lo amara algún día, y con su personalidad arrebatada, se confirmó a si mismo con toda la valentía que poseía, que eso no era una mentira, iba en camino a enamorarse sin remedio, anhelaba conocer todo de él.
-Que vas a ser mi novio, no es una propuesta, ni un veremos, es una amenaza, y muy directa Camus, ¿no te parece que ya fue mucha casualidad?, no sé lo que pienses, pero si sé lo que sentiste cuando me abrazaste, y vi en tus ojos algo que yo también experimento ahora que bailamos.
-Milo... yo... no es el momento.
-No Camus, no voy a dejar que te vayas otra vez, además, ¿somos vecinos no?, ¿cómo crees que te vas a deshacer de mi?
-Ni siquiera nos conocemos.
-Eso no es cierto, sólo nos falta terminar de hacerlo, pero ese camino, ya lo empezamos hace mucho tiempo, y tú lo dijiste, tenemos mucho de qué hablar, aunque hoy tenemos involuntariamente una cita, me fascina, sin embargo, no es el lugar, casi tengo que gritar para que me escuches, ¿qué vas a hacer mañana?
-Tengo planes..., tengo mucha tarea, no voy a salir
-No mientas.
La situación se había tornado apasionada sin quererlo, las personas bailando y divirtiéndose los orillaron a permanecer lo más juntos posible para poder escucharse, sintiendo a flor de piel como el aliento de sus respiraciones chocaba, era demasiado tentador como para resistirse, Milo pensaba que no podría esperar mucho más, y cerró los ojos, recargando su frente en la de Camus, que experimentó un aumento acelerado de su pulso, el sonrojo entre los dos era más que evidente, y con un tartamudeo en sus movimientos, Milo atrapó el rostro de Camus entre sus manos, para mirarlo a los ojos, acariciando con la yema de sus dedos la suave piel de sus mejillas, delineando sensualmente con el pulgar su labio inferior, esa era una clara insinuación de lo que planeaba hacer, y para no asustar al francés, más de lo que ya estaba, se acercó con cautela, pero con el deseo desbordándo por cada poro de su cuerpo, y en una sutil caricia, posó sus propios labios en la comisura de la boca del galo, besando tiernamente, sin llegar de lleno a un contacto más profundo, las emociones estaban a punto de explotar, hasta que el sonido del teléfono de Camus los distrajo.
-No Camus, no vayas a contestar...
La súplica de Milo era real, se sentía en el cielo, y temía que una peligrosa caída lo lastimara, pero ese maldito ruido no cesaba, a pesar de la potente música, seguía emitiendo su cansado recordatorio de que los querían interrumpir, cómo le gustaría golpear a quien estaba del otro lado de la línea, sin saber, que paradójicamente una larga lucha por Camus estaba a punto de comenzar.
-Por lo menos tengo que ver quién es..., oh...
-¿Sucede algo malo?
-No...
-¿Quién es Surt?
-Mi novio...
-¡¿Qué?!, ¿que tienes qué...?
-Milo yo...
Esa noticia le cayó como un balde de agua fría, eso era algo que no se esperaba, Camus, su precioso y perfecto amor platónico tenía un estúpido novio..., no era posible, apenas lo acababa de conocer, ¿y así se iba a terminar ese dulce sueño?, claro que no, jamás iba a rendirse, su confianza en sí mismo era tanta, que su ego rayaba con las azoteas de los rascacielos de la ciudad, iba a ganarse el corazón de ese aquamarina hermoso, y pobre de su ridículo noviecito, porque él era el hombre que se lo iba a arrebatar...
-Contesta Camus...
-Milo, perdóname, no puedo hacerle esto a Surt.
-No me digas su nombre, no quiero saber cómo se llama el tipo que voy a hacer sufrir.
-¿Perdona?
-Lo que escuchaste, ¿has sido infiel?, espero que no, y si no lo quieres ser, será mejor que lo termines, porque no voy a descansar hasta que te mueras por besarme... y lo hagamos.
Camus no podía creer el tamaño del ego que tenía Milo, se hubiera enojado bastante, si no fuera porque mucho de lo que dijo era verdad, tenía que controlar a como diera lugar sus impulsos, ya se había dejado llevar como un idiota, un idiota enamorado. El griego, satisfecho de ver que el sonrojo de Camus esta vez se extendía hasta su hermosa y pequeña nariz, le volvió a sonreír coquetamente, se acercó para volver a susurrarle unas palabras al oído como hace un rato, y con su caminar extremadamente sexy, se alejó riendo, en búsqueda de Aioria, el chico francés repitió en voz baja lo que el peliazul le dijo, tratando de entenderlo, al momento que llevó su mano derecha al lado izquierdo de su pecho, tratando de calmar a su corazón.
-"Ya lo sabes, volaremos juntos", ¿eso fue lo que dijo?
Continuará....
Comentarios: mil gracias por su lectura chicos, confieso que me encanta retratar en Milo una personalidad súper dominante y sexy jeje ¡ya saben, si les gusta recomienden, agreguen a sus bibliotecas, o sus listas de lectura!, es gratis, que estén súper bien, bendiciones, yo actualizo en unos días.
Nos leemos pronto, Yare.
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