Al diablo la razón (Parte II)
Advertencia: Capítulo con contenido adulto, lee bajo tu propia responsabilidad, sin más que decir disfrútalo y regálame una estrellita si fue de tu agrado.
Comentario: La canción de Roxette que aparece en la portada, es la misma que escuchan y recuerdan Kardia y Dégel, por si gustas escucharla para ambientar mejor el relato.
Al parecer la noche se había convertido en la fiel aliada y compañera de sus desvelos, insomnios ocasionados por un par de ojos azules que eran más profundos que el mar, a la par de una sonrisa dominante, y unos besos que lo incendiaban por dentro; El sabor de su piel le recordaba al abrazador sol del Mediterráneo, y a la brisa que lleva consigo el aroma de la vida de un prado verde, ardiente como el trago seco de un brandy, sensual al igual que el sugerente tono rojizo de las manzanas, dentro de su alma ya no había cabida para la razón, puesto que sus sentimientos lo tenían atado en un frenesí de sensaciones, Milo... era suyo, y él también le pertenecía, con el goce de saberse inmersos en la pasión, en el deseo de estar para siempre así: juntos.
Para Camus era fácil bajar sus barreras de intelectualidad, cuando se encontraba a tan escasos centímetros de su griego, en el pequeño espacio del elevador, observando de reojo lo bien que le sentaba ese Smoking, las manos comenzaron a sudarle, siempre tenía el mismo efecto, ese hombre vivía en sus sueños, en su sangre, y con un matiz de timidez, se atrevió a emprender el grácil movimiento de tomar su mano con cariño, acariciando sus dedos con los suyos, era un simple roce, pero para Milo se sintió como una sacudida al mundo, lo más común era que él fuera el que iniciara con toda muestra de cariño, pero sabía que Camus con eso, le estaba diciendo lo mucho que le importaba, se obsequiaron una sonrisa conciliadora, cómplice, que le pertenecía a ellos y nadie más.
Caminaron en silencio por el pasillo, absortos en sus pensamientos, sosteniéndose el uno al otro dentro del capullo de rosa que eran sus manos entrelazadas, caminando sin prisa, y con embriaguez combinada con nerviosismo por saber que por las próximas horas estarían más unidos que nunca, bajo el cobijo prodigioso de una sábana, porque cada vez que hacían el amor era especial, único y sencillamente perfecto, sin embargo, antes de todo, para el francés, era importante externar una idea que le estaba rondando la cabeza desde que vio al papá de Milo.
-Milo..., ¿te puedo hacer una pregunta?
-Claro..., para ti lo que sea.- El peliazul detuvo sus pasos, entre su departamento y el de su novio, en la intimidad del pasillo desierto, tomó una mejilla del aquamarina para tocarla con extrema suavidad.
-¿Te parecería muy extraño si presiento que nuestros padres ya se conocían desde hace tiempo?
-¡Vaya!, si... si me suena un poco raro, ¿por qué lo crees?
-Sólo fue una corazonada, por lo regular mi papá es una persona bastante seria, y en la cena, incluso en el coche cuando nos trajeron, lo noté... tenso.
-¿De verdad?, mira... yo sé que mi papá es muy intimidante, quizá sólo fue abrumado por el encanto Scarlet.
-¿Sabías que eres muy egocéntrico?
-Y eso te encanta, ¿o no?- Milo comenzó a reír descaradamente, pero como era costumbre, un golpe en su hombro de un molesto Camus lo detuvo, aunque el heleno siguió con una carcajada más moderada, para hacerle saber, un comentario que no era tan descabellado.
-Escucha Cam... si nosotros nos vimos antes... en diferentes partes del mundo, es probable que nuestros padres también, francamente no sé si siempre estabas con Dégel, porque yo sólo me concentraba en ti, pero yo siempre estuve con mi papá, además, ¿quién dice que no pueden ser amigos?, al menos tendrán que convivir por nosotros, porque déjame decirte que algún día serás mi esposo.
-¡Milo!
El sonrojo de Camus le calentaba por completo el rostro, por eso le encantaba su bicho, era capaz de sacarlo de su zona de confort para llevarlo al cielo, y regresar a sus brazos que era prácticamente lo mismo, al menos por un momento dejó de sentir esa ligera opresión en el pecho al creer que a Dégel le podría llegar a gustar Kardia, no por su fracaso como familia, si no porque sabía de ante mano que Natassia no lo soportaría, y no deseaba ver llorar más a su madre. Siendo egoísta, como placenteramente lo disfrutaba últimamente, el galo abrió la puerta de su piso, con la intención de decirle a Shaka que Milo se quedaría con él esa noche, lo encontró rápidamente en su habitación, mientras el griego se iba a sentar un momento a la sala, quitándose su cortaba de moño, con cautela, solicitó permiso para entrar al rubio, que lo recibió con la serenidad que lo caracterizaba.
-Shaka, hola, ¿llegaste hace mucho?
-Ya dilo Camus.- Al aludido le llegó un escalofrío por la espalda, era raro encontrarse con alguien que podía ser igual de gélido que él, quizá eso era lo que sentía Afrodita cuando lo regañaba con palabras elegantes.
-Milo se quedará conmigo hoy, sólo quería que estuvieras enterado.
-No hay problema, sólo ten cuidado de no hacer tanto ruido.
Las palabras de Shaka instalaron un ambiente incómodo entre ambos amigos, con uno muy avergonzado, y el otro con una expresión irónica, que desapareció tan pronto como llegó, ya que una idea cruzó por su mente, "si Milo se queda con Camus... puede que Aioria se quede solo", por lo que quiso averiguar un poco más si podría tener una oportunidad de tentarlo de alguna manera.
-Camus, ¿sabes si Aioria está en su departamento?, ¿no te dijo nada Milo?, se quedó con unos libros que necesito para estudiar para un examen.
-No lo sé, mejor vamos a preguntarle al que es como su conciencia oscura.
La mente pervertida de Milo y su boca floja, soltó santo y seña de que Aioria se encontraba ahora mismo en su departamento, ya que no tenía planes con Aioros, y le pareció que mandar a Shaka para que estuviera a solas con él, era una excelente oportunidad para que el pequeño gatito se convirtiera en un felino salvaje, así que mandó con toda la intención al rubio para allá, creyendo que le estaba haciendo un enorme favor a su mejor amigo, estaba cansado de verlo triste por no tener a quien quería a su lado, y así la pareja de ensueño se quedó en su propio espacio para disfrutar de un momento juntos.
Shaka sonrió con arrogancia antes de salir a provocar lo inevitable, sabía que de alguna manera el que Aioria se le estuviera negando no era más que una tentación para su ego, él lo había visto, lo sintió desbordarse de pasión entre sus brazos, y estaba seguro que se deseaban en la misma frenética medida, pensó como una ráfaga, ¿qué le sería útil para provocar la sensualidad en ese guapo león?, y con astucia, tomó unas fresas de su nevera, para colocarles exquisito chocolate suizo encima, el sencillo e invitante postre le serviría como ofrenda de paz, pero también como un anzuelo que esperaba el castaño atrapara.
Con el plato de porcelana rojo repleto de la fruta, y con la mirada aguda y decidida, tocó el timbre del departamento vecino, tras tres segundos del estridente y chillón sonido, escuchó pasos detrás de la puerta, y la sexy voz de Aioria, que no paraba de insultar a Milo le dio la bienvenida.
-¡Bicho idiota!, ¿no me digas que se te olvidaron las llaves otra vez?, creí que te quedarías con Camus, y que esta noche no tendría que soportar tus....
El de ojos verdes se quedó mudo en su lugar, las palabras se fueron callando poco a poco, estaba a punto de decir "soportar tus gemidos", pero no pudo, porque el que estaba en el pasillo no era su rommie, si no el hombre más bello de este planeta, de inmediato notó su camisa entreabierta, y sus labios que lo invitaban a ser besados con lujuria, sin embargo tenía que aguantar, ya que quería que Shaka lo valorara de verdad, y entendiera lo que era sufrir por no poder estar con la persona que deseas, pero... ¡era tan complicado si lo miraba de esa forma!, de arriba a abajo, analizando cada espacio entre ellos.
-Yo le dije lo mismo a Camus, pero como sé, que a veces no es fácil controlarse cuando estás con tu pareja, preferí darles espacio, y ahora vengo a suplicarte, que me dejes quedarme contigo.
-Pe... pero... yo... no, no... no estoy seguro, además, yo te dije que sería cuando yo quisiera.
-¡Oh pequeño león!, ¿en qué rayos piensas?, yo decía que me dejaras quedarme en la habitación de Milo, aunque, si quieres.... haría una excepción... y los gemidos que escucharías serían los tuyos.
-¡No! pasa, obvio te quedarás en la otra alcoba.
Shaka sonrió complacido, ya había corroborado lo que creía, Aioria era tan salvaje y sensual, como dulce y en cierta forma inocente, le fascinaba la idea de dejarse dominar por alguien así, parecía que después de todo, las actitudes infantiles le seguían cuestionando su cordura, pasó con gracia, y justo cuando el castaño estaba por cerrar la puerta, terminó con el acto él mismo, acorralándolo en ese espacio, para darle un sutil beso en la boca.
Aioria miraba con intensidad a Shaka, algo se estaba incendiando dentro de él, aunque todavía tenía una fuerte confianza en su autocontrol, pero lo siguiente que hizo el de ojos azules, lo metió en un severo aprieto, con cuidado, el rubio tomó una de las fresas cubiertas de chocolate de su bowl, y le dio una sugestiva mordida, para después poner el resto en su boca entreabierta, se acercó a él, invitándolo a comer también directo de sus labios, hasta que sus lenguas se unieron con el sabor de esa jugosa fruta roja en sus papilas gustativas, elevando la temperatura del ambiente, sin duda, esa noche sería muy complicada si es que planeaba seguir resistiendo.
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El automóvil de Kardia gritaba lujo por todas partes, los interiores se combinaban con un exquisito aroma amaderado proveniente del que manejaba con habilidad sobre la selva asfáltica, Dégel se removía incómodo sobre su asiento, era como si la ropa lo asfixiara por toda la tensión sexual que volaba libre por el aire, después de tantos años, se encontró con que ese griego que supuso la más dulce de las maldiciones, se encontraba masculino, arrebatador, y el encanto que le provocó su rostro adolescente, ahora lo tenía hechizado bajo un perfil de un hombre en la plenitud de su vida y madurez, le costaba respirar, y trataba de mantenerse intacto, bajo la protección de sus guantes blancos que le combinaban a la perfección con su traje de etiqueta, miraba distraído el camino de luces que se cernía a su alrededor, imaginaba que esos espectaculares de alguna manera lo podrían salvar de mantener una charla que quizá le desgarraría de nuevo el corazón.
La radio sonaba a un volumen bajo, como si susurrara secretos a los que se desvelaban por amor, a los que se acongojaban por el pasado, Kardia por su parte, tenía los latidos de su corazón al límite de lo soportable, es que... Dégel eran tan bello... tan inalcanzable, al igual que la primera vez que lo vio, su piel gritó por estar desnuda junto a la suya, fuego contra hielo, bajo una bruma espesa de neblina tibia entre los dos, el griego tocaba con la punta de sus dedos el control en su volante que moderaba el sonido del coche, su mente trataba de concentrarse en la música, pero con mucha dificultad conseguía conducir prudentemente, hasta que una canción capturó la atención de ambos de manera poderosa, esa era... esa era su canción, el peliazul rió con suavidad, que supuso a Dégel una delicia auditiva, ya sabía lo que estaba pensando.
-¿Recuerdas esa canción?, las calles de Florencia, Italia lucían más hermosas que nunca... sabes Dégel... cada que escucho a "Roxette", un efecto raro se cierne sobre mi, y es que... esa canción en especial, me recordaba que no podía tenerte.
El peliverde miró con angustia sus manos que tomaban con fuerza sus rodillas, "Listen to your heart" , era una oda a lo que no pudo ser, a lo que se intentó matar entre ellos, las primeras notas del piano, seguidas de la femenina y poderosa voz de la vocalista, les dijo a ambos que ya eran suficientes sus intentos de negar la verdad absoluta, con la triste y melancólica letra, que les recordaba a ambos que pese a todo, ese amor estaba más vivo que nunca: "Sé que hay algo en el despertar de tu sonrisa, me hago una idea, con tu forma de mirar, has construido un amor, pero ese amor se hace pedazos, tu pequeño trozo de cielo, se vuelve demasiado oscuro. Escucha a tu corazón, cuando te está llamando. Escucha a tu corazón, no hay otra cosa que puedas hacer. No sé a dónde vas, y no sé por qué, pero escucha a tu corazón antes de despedirte de él..."
-Kardia... al venir a América, jamás pensé que me encontraría contigo.
-Yo sé que... no podía competir contra tu hijo...
-Natassia quedó embarazada antes de que empezara lo nuestro, pero veo, que tú tampoco perdiste el tiempo, Milo es casi de la edad de Camus, ¿quién es su madre?
-Shaina Ofiuco..., estaba muy dolido, y ella me consoló, fue mi mejor amiga.
-Lo sabía.
La voz de Dégel estaba quebrada por el coraje, porque al final, esa mujer fue igual que Natassia para él, una lúgubre sepultura para los dos, las damas ideales para que fueran sus esposas, despojándolos de la felicidad sólo por enamorarse de quien no debían, quizás si hubieran peleado más..., las estrofas se mimetizaban con lo que experimentaba en esos momentos: "Algunas veces, te preguntas si esta lucha vale la pena, los momentos preciosos se pierden con la marea, son barridos y nada es lo que parece, la sensación de pertenecer a tus sueños."
-Escucha Dégel, si ella fue un apoyo sin el cual me hubiera roto en pedazos, sin embargo, no eras tú, y yo te necesitaba a ti, aún lo hago, yo sé que te divorciaste, lo escuché del propio Camus, y pese a lo que estés pensando, déjame decirte, que yo tampoco pude ser feliz.
-La relación con Natassia fue imposible, no la amé nunca, me odia...
-Yo tampoco estoy con Shaina ahora, ella es feliz con alguien más, pero yo..., contesta esto Dégel, ¿crees que podría ser pleno sin el amor de mi vida?
-Kardia...
-"Y hay voces que quieren ser escuchadas, demasiado que mencionar, pero no puedes encontrar las palabras. La esencia de la magia, la belleza que ha sido, cuando el amor era más salvaje que el viento."
La mirada de Kardia se dulcificó al cantar eso último, Dégel entendió perfecto lo que quería decir, con esa canción tuvieron su primera y única vez, ahora las circunstancias eran distintas, y el sentimiento era el mismo, si no es que más intenso, alimentado por los años de ausencia, ahora más que nunca, la súplica muda del heleno era que se dejara llevar, por él, por lo que sentían, quizá... razón era lo último que necesitaban en ese momento, una interrogante, definió todo.
-¿Realmente quieres que te lleve a tu hotel Dégel?- La voz de Kardia era grave, como si estuviera a punto de romper en llanto, parecida a los ruegos de un prisionero que desea con toda su alma la preciada libertad.
-No Kardia... por una vez en mi vida, haré lo que mi corazón más anhela...
Kardia parpadeó varias veces, hubiera querido detener el auto en esa misma avenida, para tomar a Dégel en sus brazos, y decirle en un beso todo lo que lo extrañó, que jamás dejó de pensar en él, ni un minuto, ni un instante, pero por el momento, se contentó con tomar delicadamente su mano, y darle un tibio contacto de labios en el dorso, que arrasó aún con la interposición de los suaves guantes blancos.
Con el cuerpo temblando del deseo, Kardia se aventuró a llevar a Dégel a su propio hotel, tenía la boca seca, deseosa por un poco de vino para calmarse y saber que de verdad no estaba soñando, para él no era el otoño, era un caluroso y ardiente verano el que gobernaba su noche, los siguientes minutos, disfrutaron de la intimidad del silencio, esperando, expectantes por lo que ambos sabían que ocurriría.
El valet parking recibió educadamente la llegada de Kardia, al igual que su asistente personal, que se sorprendió muchísimo al ver llegar a su jefe con un hombre tan distinguido y elegante, supuso que no era una conquista más, porque cuando el señor Scarlet deseaba una aventura, se iba a otro lugar, y le daba instrucciones claras de desaparecer todo rastro de esa chica o chico de su vida, pero ahora... le decía que no quería que lo molestaran, más que para llevarle un vino de su cosecha favorita, esa bebida sólo la consumía a solas, o con su hijo, eso quería decir que ese caballero era importante, por lo que con el mayor de los profesionalismos, cumplió al pie de la letra sus mandatos.
Cuando llegaron ambos a la suite más cara del edificio, las cosas se tornaron mucho más personales que lo que estuvieron en el coche, Dégel no se asombraba del lujo en el que se conducía Kardia, observaba con interés que ese lugar era digno de un importante magnate de la moda que era su antiguo amor, él mismo vivió de forma similar la mayor parte de su existencia, claro, hasta el divorcio con Natassia, que provocó la ruptura de su fortuna a la mitad, suerte que Camus tenía su propia herencia para terminar sus estudios y vivir como quisiese.
-¿No dejas de ser un excéntrico verdad Kardia?
-Me gusta vivir cómodamente, no como tú, si pudieras tener tu casa en el polo o norte o Siberia no me extrañaría.
-Sigues siendo igual... sin duda.
-Sigo estando enamorado de ti.
-Cada vez que llegaba la fecha de la semana de moda en París, mi ex se ponía frenética, sabía que pensaba en ti.
-Yo creí que no me amabas Dégel...
-Lo sigo haciendo... pero lo hice por Camus, sólo que ahora, él tiene a quien amar...
-Lo sé, Milo lo adora, como yo a ti...
Kardia se quitó el saco y la corbata mientras veía con intensidad a Dégel que escondía un poderoso sonrojo tras el cristal de sus lentes, sus ojos amatistas estaban llorosos, no... era lo último que quería, así que se acercó, tomando su rostro entre sus manos, acercó sus labios a los suyos, y entre los dos, una descarga eléctrica arrasadora los recorrió hasta la última célula de su cuerpo. Con sumo cuidado y lentitud, después de besarlo tomó entre sus dedos ese fino armazón plateado, y le retiró las gafas que dejó en una mesita de noche, quería con toda su alma perderse en sus pupilas, y descubrir los secretos que guardaba su alma.
-Dégel... no sabes cuánto he esperado este momento, el amante en mi sangre, reclama por hacerte mío una vez más, y esta vez, será para siempre...
-Kardia... ¿qué hay del vino?
-¿Realmente quieres eso?, por que yo... yo... deseo embriagarme, pero de ti...
No hubo necesidad de más, solamente de ese beso que desató el inicio de espasmos maravillosos de deleite, sintiendo como la primera vez, la tibieza de estar juntos, con desespero que intentaba controlar, Kardia despojó a Dégel de sus guantes, esas prendas que suponían para él un encantador fetiche, era el primer paso para desnudar al francés que tan enamorado lo tenía, el saco del peliverde también cayó por la fuerza de gravedad en ese piso alfombrado, los botones de las camisas de ambos estorbaban, el galo, con su paciencia al límite, osó hacer uso de ella hasta que los dedos le quemaron por la impaciencia al abrir el último botón, tocando a su paso la sedosa piel de su amante, su perfección lo encendió por dentro, lo quería dentro de si como un desquisiado.
Al mismo tiempo que se veía expuesto, el griego hizo lo propio con su hermoso Dégel, hasta dejarlo igual que él, lo observó a detalle, cada lunar en su clavícula se lo sabía de memoria, lo recordaba cada noche que lloraba en silencio, pensando que era feliz sin él, y ahora, el conocer que eso nunca fue así, lo tenía al borde de un orgasmo espiritual, con pasión y entrega, lo cargó hasta la enorme cama de sábanas color carmesí, para pasar la punta de su lengua por cada uno de esos rincones que tanta falta le hicieron, los besos eran húmedos, largos, salvajes... que dejaron marcas rojizas a su paso, era como si Kardia reclamara con una poderosa líbido lo que le pertenecía, Dégel por su parte, aspiró con la más grande sensualidad, el perfume del cuello de Kardia, mordiendo suavemente el lóbulo de su oído degustando con su lengua, arañando la sensible piel de su espalda, lo que hizo que el peliazul se arqueara de placer, y dejara al aire de esa habitación el primer sonido íntimo de la noche.
-Jamás pude olvidarme de lo mucho que me gustas Dégel...
-Ni yo de como... como sabes exactamente en donde besar para enloquecerme.
-Y eso que todavía tenemos mucho que gozar...
La sexy entonación de Kardia en esa frase, hizo que la piel de ambos ardiera de deseo, el que estaba arriba en esa situación, quitó la parte inferior de la ropa de Dégel en un arranque de lujuria, las mejillas de ambos tenían un escandaloso color escarlata, que se intensificó más en el francés si era posible, al ver la forma tan sensual en la que Kardia se desabrochaba el cinturón y bajaba el cierre de sus pantalones, descubriendo una prenda íntima en color negro, miró con asombro, y casi le sangra la nariz, al ver que el heleno se relamía los labios al enfocar su vista en sus ojos, seguido de sus labios, pasando por su abdomen y finalizando en su anhelante y palpitante erección, era como si le hubiera hecho el amor con la mirada.
-Mi bello y exquisito francés... eres mucho más guapo de lo que fuiste hace tantos años, yo... tengo que probarte...
-Kardia, espera....
Pero las palabras murieron en la boca del peliverde, que dejó escapar un sonoro gemido que delataba el placer que sentía al tener la lengua de Kardia recorriendo su intimidad de arriba a abajo, era tan delicioso que unas cuantas lágrimas salieron de sus párpados que tenía fuertemente cerrados, tratando de hilar las ideas en su mente, cosa que fue un rotundo fracaso, ya que no estaba pensando en nada, nada que no fuera ese endemoniado griego.
El peliazul disfrutaba como nunca notar las manos de Dégel que se aferraban con fuerza a las sábanas, arrastrándolas con él en cada sugestiva succión que le proporcionaba, al tiempo que se masturbaba con su mano que estaba libre, la otra la tenía apoyada, sujetando la cadera de su galo para no dejarlo huir nunca más de su lado.
Dégel casi sintió que se venía, pero no... no lo iba a permitir, no quería hacerlo si no escuchaba un grito proveniente de Kardia anunciando que sentía lo mismo que él, por lo que lo tomó de sus hombros para separarlo de su pelvis, y sonrió al ver que ese hombre gruñía por puro berrinche, sin duda su escorpión seguía siendo el mismo en su interior...
Con la fuerza que también poseía, cambió la posición, dejando con autoridad a Kardia sobre la cama, que abrió los ojos con sorpresa al ver que Dégel tomaba el control con besos que le quemaban a su paso, en su pecho, en el abdomen, y en el inicio de tu intimidad, las sensación era abrumadora, que no pudo evitar decir su nombre entre suspiros, pidiendo más, más y un poco más.
Y cuando ambos sintieron que estaban lo suficientemente listos, Kardia abrazó amorosamente a Dégel por la espalda, pegando su pecho a esa tibia piel, el peliverde juraba que el latido acelerado de su griego lo acompañaba en su cariño, y con gozo notó que su firme intimidad le solicitaba ese glorioso permiso para unirse en una sola carne, como respuesta, Dégel tomó una mano de Kardia, para saborear sus dedos, pasando la punta de su lengua por el dedo índice y medio, introduciendo a su boca los dos, lo que hizo que el heleno no soportara más esa agonía, lo necesitaba ya, como nunca, y lo tomó como suyo, su lubricado miembro le abrió paso con facilidad, el aire le faltó de pronto, era tan delicioso sentirse atrapado por esa estrechez, que tuvo que concentrarse mucho para no terminar en cinco segundos.
El cabello de Dégel olía delicioso, al igual que la sensible piel de su nuca, que no se cansaba de besar, mientras embestia en pausas, disfrutanto de cada momento, poco a poco la ansiedad le ganó a la quietud, y la pasión se apoderó de esas pobres almas, gimiendo, diciendo sus nombres una y otra vez.
Sólo tomaron una pausa, para que Dégel se sentara sobre Kardia, a lo que el segundo tuvo la imagen más maravillosa del universo frente a él, ese magnífico y excelso cabello largo, se pegaba al pecho de su amor gracias a la humedad que ambos estaban produciendo por las brillantes gotas de sudor, sus manos se aferraban a su pecho, y la entrada en él era cada vez más profunda, tocando el punto más sensible de su cuerpo, ambos estaban a punto de explotar, el éxtasis estaba cerca, hasta que las oleadas y contracciones de placer los dominaron por completo, derramando su blanca semilla al mismo tiempo.
El francés se dejó caer sobre el griego, besándolo con todas las ganas contenidas por casi dos décadas, ambos lloraban, abrazados y con la risa brotando sinceramente de sus espíritus, por fin estaban juntos de nuevo, y esta vez, no habría nadie que los separara.
-Te amo Dégel.
-Te amo Kardia.
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La habitación tenía un aroma a amor por todas partes, los rayos de la luna se asomaban tímidos, como si temieran entrometerse en esa íntima atmósfera, la quietud de la madrugaba los cobijaba a ambos además de esa blanca sábana que cubría con decoro la desnudez de sus cuerpos, Camus observada cada detalle de Milo, la tela de la cobija tapaba sólo lo necesario, un poco más arriba de la pelvis, dejando para su deleite la exquisita piel de su griego, recorrió la yema de sus dedos por esa nariz recta, sus labios apatecibles, y su impresionante abdomen, era más de lo que podía soñar, era todo lo que quería, adoraba contemplarlo sin que se diera cuenta, su alma ya no era sólo suya, tenía grabado con letras de fuego el nombre de ese peliazul sensual y rebelde, con una caricia en su mejilla, lo besó con amor, a lo que Milo sonrió entre sueños, susurrando un tenue "Camus", el aludido le regresó la sonrisa, y se levantó de la cama, directo a su computadora, para escribir un poco. Milo era su inspiración, su musa, su más grande anhelo, y con el corazón frenético, las líneas salían de su alma:
"Es un instante la eternidad
Como un sueño que incendia la realidad
Aunque al despertar
Los labios se alejan y el beso no tiene final."
Era una frase sencilla, pero que escondía tanto... lo que quería decir, era que aunque la vida o el destino lo separara de Milo, él jamás lo olvidaría, nunca conseguiría que otros besos borraran los suyos de su piel, o que otras caricias lo llevaran al más rico de los orgasmos como lo hacía él, lo amaría siempre, y en secreto, le dedicaría su primera novela, se desbordaba de emociones, de sensaciones...
Lo miró de nuevo con una expresión enternecida, se veía tan apacible en esa cama, que no quería esperar más para volver a su lado, pero antes de que cerrara su computadora, una alerta de correo lo distrajo momentáneamente de ir a dormir con el hombre que más quería, con desgano se dijo a sí mismo que sólo corroboraría si el destinatario no era un spam o algo así, pero con preocupación vio que no se trataba de nadie más que de su madre, ya tenía meses de no saber de Natassia, estaba consciente de su irracional odio hacia su papá, que disfrazaba en el fondo un gran dolor, por lo que instintivamente no quiso contaminarse de su locura, aunque los amaba a los dos, su preferencia por Dégel era muy notoria.
Lo poco que leyó lo dejó exhausto mentalmente, no... no podía ir a Francia, no ahora, no cuando estaba más enamorado de Milo que nunca.
Continuará...
Comentarios: Hello babys, no me morí jajajajaja aquí estoy de nuevo y lo prometido es deuda, un lemon de cubito y bichito mayor :3 me encantó escribirlo, creo que denotan la misma entrega que pueden tener Milo y Camus, y eso simplemente me encanta, en el próximo cap retomaré a las parejas protagonistas, y le daré un espacio a mi Afrodita (me encanta su personaje).
¡Ah! y antes que se me pase, el verso que escribe Camus para su novela al final del capítulo, es una estrofa de una canción (Hilo escarlata), de un trovador que me gusta mucho (Edgar Oceransky), que de hecho me sirvió como inspiración para comenzar esta historia, al igual que el libro de Rayuela de Julio Cortázar, el enlace no lo puse, porque la canción la usaré más adelante.
Y por último, perdón por no contestar los comentarios del capítulo anterior, he andado muy ocupada con esto de las clases en línea jeje creo que prefiero estar en mi aula con mis niños, pero bueno, hay que cuidar nuestra salud.
Gracias a ustedes, se merecen el cielo (lleno de guapos Santos de Athena):
Por darme sus lindos comentarios en el cap pasado.
Nos leemos pronto, Yare.
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