Capítulo 4 *
Capítulo 4
- Deberías irte - dije colocándome de nuevo mi pijama.
- No quieres que yo haga eso- dijo estirándose en mi cama.
- Claro que si quiero - dije empujando su cuerpo un poco.
- Realmente no quieres - se puso de pie y me hizo caer sobre la cama. - lo que tanto deseas y por ende yo deseo, es permanecer a tu lado por el resto de la noche - me levantó, me colocó de espaldas a él y sentí su erección pegada en mi trasero, evité gemir. Cerré fuertemente los ojos para no sucumbir de nuevo ante el
- Lo siento Sebastian - moví un poco mi trasero sobre su pene y él se tensó - pero, debo trabajar, así que - me escabullí y corrí al comedor, me senté y saqué los papeles de mi trabajo.
Debía editar unas novelas y tenía planeado escribir una... pero no lo sé, no me siento totalmente segura de hacerlo ¿por qué? Porque no tengo nada en mente
- ¿iba en serio de lo del trabajo? - fruncí el ceño y alcé una ceja
- Obviamente, ¿acaso crees que no tengo algo bueno por hacer? - espeté molesta.
- Calma princesa - suspiré- deberías relajarte.
- Tú precisamente no me ayudas en eso - dije concentrándome en mis papeles, pero claro como suelo olvidar siempre. - mis malditas gafas - murmuré. - Sebastian ¿me pasas mis gafas por favor? - dije señalándole el lugar de mis gafas
- ¿desde cuándo usas gafas? - preguntó entregándome las gafas delicadamente.
- Desde hace dos años - dije restándole interés.
- Nunca te las había visto puestas - dijo sentándose a mi lado
- Nadie me las ha visto puestas, excepto claro Louis que se quedó a vivir conmigo una temporada mientras arreglaban su casa.- Sentí como se removía incomodo en la silla. Seguí revisando los papeles y él se puso de pie.- ¿ya te vas? - pregunté sin despegar mi vista de los papeles.
- Si - dijo casi en un susurro.- espera mi llamada. Asentí, sentí sus labios posarse en mi mejilla suavemente y se fue de mi apartamento.
Después de revisar, corregir errores, y organizarlo, me dispuse a dormir. Eran las doce y media de la noche, no debía levantarme tan temprano hoy, pero si debía descansar un poco.
Cerré los ojos y la última imagen que quedó grabada en mi cabeza fue Sebastian encima de mí y su estúpida frase "eres mía princesa"
Mi teléfono sonaba estrepitosamente. Descolgué y con voz pastosa y ronca hablé.
- Hola - murmuré
- Te ofrezco un trato Graham - dijo... alguien. No me culpen, estoy un 95% dormida y un 5% consciente
- Habla - dije con dificultad
- Vive conmigo durante una temporada, si no resulta lo nuestro, te olvidaré y te dejaré en paz. Pero si funciona y no lo quieres aceptar, prepárate porque lo aceptarás y...
- Perdón, pero ¿Quién eres? - escuché un bufido
- Espero que estés preparada vecina
- Lo que tú digas - colgué el teléfono y me quedé dormida cinco minutos, hasta que asimilé la mierda que acababa de ocurrir. -¡ese imbécil! - me callé de golpe- tendré más tiempo para gritar en la mañana - y me volví a dormir.
Cálculo que son más o menos las seis de la mañana y lo único que puedo decir es....
Martillazos, malditos martillazos.
Me levanté claramente enojada, abrí la puerta y vi un pedazo de madera separaba el pasillo del piso de nuestros apartamentos. Salí y vi una puerta en la mitad de la pared, toqué el pomo y Sebastian abrió la puerta asustándome.
- ¡¿Qué crees que estás haciendo?! - grité desesperada.
- Uniendo nuestros apartamentos, ¿Qué creías? - dijo como si fuera lo más obvio de este mundo.
- ¡estas completamente loco Michaelis! - grité enojada
- Te recuerdo que tu aceptaste, incluso firmaste - agarré el papel corriendo rogando por que no fuera un acta de matrimonio, respiré tranquila al comprobar que no lo era.
- Lo que hay en el papel es ¿Saliva? - pregunté asqueada.
- Si, dijiste que no querías ningún pacto de sangre y como tenías la boca abierta aproveché simplemente, te veías adorable. En resumen lo que dice esto es que puedo hacer lo que yo quiera con tu cuerpo y tú con el mío, por ende ambos nos pertenecemos el uno al otro.
- ¡Eres un psicópata, inmaduro, tonto, sádico! - el juntó nuestros labios.
- Pero así te encanto. - me cargó y me colocó contra la pared de madera, enrosqué mis piernas alrededor de su cadera y le seguí el beso, odio cuando él me hace seguirlo, odio morirme por sus labios y odio...
- ¡¿Qué sucede aquí?! - preguntó algo perturbada la anciana del piso de arriba. Miré a nuestro alrededor y la pared se había caído.
- Nada señora Lambert, solo estábamos a punto de... - tapé la boca de Sebastian
- Es que no pude contenerme de la felicidad que siento señora Lambert. ¡me voy a casar con Sebastian! - la señora Lambert sonrió ampliamente.
- Alguien me debe dinero - dijo despidiéndose y bajando las escaleras. Sebastian me miró divertido y con una ceja alzada.
- No creas que es cierto - susurré por si la señora estuviese aun escuchando.
- Eso no significa que se quede así, como una simple excusa de tus arranques hormonales
- Miren quien habla - dije negando, me bajé y entré a mi casa seguida por Sebastian.
- Aún tenemos un asunto pendiente - dijo Sebastian apoyándose en la mesa.
- ¿Cuál? - pregunté con un pedazo de pan en mi boca que había agarrado de la cocina segundos antes. Señaló su entrepierna y yo negué.- lo siento Sebastian, pero a diferencia tuya, debo ir a trabajar, así que adiós - me despedí.
- Lo siento pero vivimos juntos - dijo sonriendo
- Lo siento, no me interesa- dije sarcásticamente.
- Lo siento pero debo meterme entre tu ropa interior
- Lo siento pero esa mierda no va a pasar - me estoy irritando.
- Lo siento pero eso no lo decides tu - rodé los ojos
- Lo siento pero es mi vagina - dije él sonrió y yo sonreí triunfal. - me iré a bañar
- ¿me estas contando o es una invitación? - dijo sonriente
- Te estoy echando de mi apartamento - dije.
- Yo sé que no princesa. - me cargó y nos metimos al baño.
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