Parte XCII: Problemas
Me encanta observarlo cuando está concentrado. Aunque hay veces que su ceño se frunce. Sin embargo, jamás deja de lucir perfecto.
Bajo la mirada y esbozo una pequeña sonrisa.
Escucho un sonido de celular. Me sobresalto e intento identificar de quién es.
Adam aprovecha un semáforo en rojo y lo saca del bolsillo de su pantalón. Lo lleva a su oído y comienza a hablar.
-¿Qué ocurre, John?
Pongo los ojos en blanco sin que él lo note. John me odia y a mí no me agrada demasiado. Creía que los homosexuales eran agradables, ya veo que no todos. ¿Es homosexual, cierto?
-¿Lo tienes?
Me pregunto de qué están hablando. El semáforo se pone en verde de nuevo. Adam sujeta su celular con una mano y con la otra sigue conduciendo.
-¿Podría ser más tarde? Estoy ocupado... Sí, estoy con ella.
Lo miro al darme cuenta que están hablando de mí. ¿Qué tanto se mete John? En algún momento pensé que nos llevaríamos bien.
-Ajá... Entonces, iré más tarde... Gracias.
Cuelga. Abre una guantera y deja su celular ahí.
Lo miro y él me sonríe.
-¿Problemas? -arqueo una ceja.
Agita la cabeza.
-No los hay.
-Bien.
Me limito a sonreír. Por supuesto que los hay. Sé que me está ocultando algo. Quisiera que se diera cuenta que no le temo más a lo que pueda pasar. No le temo ahora que estoy con él.
Veo como disimuladamente fija su vista en el espejo del auto. Tiene un buen rato haciendo lo mismo. Toma otra dirección, se desvía por otra carretera. ¿Qué le ocurre?
-¿Todo está bien, Adam?
Mi insistencia quizás lo moleste un poco, pero él se ve concentrado en lo que hace.
Miro también en el espejo del auto, pero no logro ver nada. Vuelvo a mirar hacia enfrente y me doy cuenta que ya no hay ningún auto. Una carretera donde sólo está su auto.
-¿Qué está ocurriendo? ¡Dime, Adam!
Aumenta la velocidad. Ahora marca 140 km/h.
-Me temo -dice al fin- que tenemos compañía.
Frunzo el ceño y giro mi cabeza hacia atrás. Por fin logro ver el Mercedes rojo detrás de nosotros a una gran velocidad como a la que vamos nosotros. No visualizo su rostro debido a los vidrios polarizados, pero sé que es él.
-Oh, no -jadeo.
-Tranquila. Tengo todo bajo control. Este Chrysler es rápido. Ese Mercedes no nos ganará.
Sonríe, y yo intento hacer lo mismo, pero estoy llena de pánico. ¿A dónde iremos ahora?
Me limpio el sudor, que no deja de brotar de mis manos, en mi pantalón. El aire acondicionado hace que se me enfríen y comiencen a temblar. En realidad, es ahora todo mi cuerpo el que no para de temblar. Intento mantener la calma.
Creo que Adam va demasiado rápido. Busco el cinturón de seguridad, lo paso por mi hombro hasta mi cintura y me lo abrocho rápidamente. Él suelta una carcajada. Se ve demasiado tranquilo para esta terrible situación.
-¿No confías en que sea un buen conductor?
-¿Sabes? Hay que tener un plan B siempre.
Arquea una ceja.
-¿Ése es tu plan B?
-Si nos estrellamos al menos...
Y de pronto un fuerte estruendo me interrumpe. Adam y yo nos agachamos rápidamente. Pongo las manos sobre la cabeza para protegerme. No creo que me sirva de mucho.
-¡Trae un arma el maldito! -exclama Adam.
-¿En serio? -no pude haber sonado más sarcástica.
Adam vuelve a subir la cabeza para no perder el control del auto. Yo me quedo en el mismo lugar con el terror corriendo por las venas; también la adrenalina.
-Grace. Necesito que me des el estuche que está en el asiento trasero. ¿Lo ves?
Giro la cabeza todavía agachada y alcanzo a ver un estuche de cuero color negro. Asiento al mirarlo de nuevo.
Estiro el brazo lo más que puedo para alcanzarlo.
Vamos... sólo un poco más.
Me doy un golpe con el asiento cuando Adam da una vuelta con el auto. Gruño enfadada. ¡Ya lo tenía!
-Lo siento -se disculpa.
Vuelvo a acomodarme y sigo estirando la mano, intentando alcanzar el estuche. Me doy cuenta que está más alejado, debió ser por esa vuelta. Me estiro lo más que puedo y un extraño sonido de esfuerzo sale de mi garganta. Muerdo mi labio.
Finalmente logro alcanzarlo. Me acomodo en el asiento y le paso el estuche a Adam. Una extraña sensación de dolor aliviante recorre mi brazo. Hago una mueca de dolor y comienzo a sobar mi brazo.
Nicholas vuelve a disparar contra nosotros. El balazo deja un hoyo en el vidrio de atrás y enfrente. Adam se tensa y aumenta la velocidad.
No sé qué es más peligroso; si tener a Nicholas disparando contra nosotros, o ir a toda velocidad en una carretera. En ambas tendremos una muerte segura.
-¡Agáchate, Grace!
Le obedezco, pero temo por él. Sigue conduciendo mientras abre el estuche. ¿Cómo puede hacer todo eso al mismo tiempo?
Veo que saca un arma, no tengo idea cuál sea. La recarga rápidamente y arroja el estuche hacia atrás.
Me mira.
-Necesito que tomes el volante un segundo.
-P-pero no sé manej...
-¡Sólo toma el jodido volante! -exclama. Sé que está desesperado.
Me acerco rápidamente y hago lo que él me ordena. Adam titubea antes de sacar la cabeza por la ventanilla del auto. Mantengo el volante fijo. Me alegra que no haya ninguna curva, no aún.
Esta es otra de las razones por las que debo aprender a manejar correctamente.
Siento el sudor recorriendo mi frente, es desesperante, pero no tengo ninguna oportunidad de poder secarlo. Aprieto los dientes con desesperación. ¡Qué situación tan horrible!
Miro a Adam unos segundos para asegurarme que se encuentra bien. Hace una mueca de dolor y entonces comienza disparar. Uno...dos... tres y al final escucho cinco disparos y vuelve a incorporarse en el asiento del piloto. Suelto el volante y voy hasta mi asiento.
-Creo que le alcancé a disparar bien. Le di en una llanta. Eso lo alejara.
Veo que el auto de Nicholas comienza a perder velocidad. Le doy una sonrisa aprobatoria a Adam.
-Ahora vamos a...
Otro estruendo nos interrumpe, pero esta vez no le hace daño al auto. Nicholas se ha quedo atrás, por suerte.
Adam bufa algo cansado, le quita las balas a la pistola y la arroja al asiento trasero.
Veo su mano manchada de rojo: es sangre.
Mi corazón da un vuelco tremendo y me acerco más a Adam para verificar qué le pasó.
Tomo su brazo y veo una herida de bala.
-Oh, Adam.
Aparta su brazo inmediatamente.
-No es nada, nena. Estoy bien, sólo rozó.
Intento verificar su herida nuevamente, pero no me lo permite.
-¡Déjame ver!
-No. Estoy bien. Tenemos que ir a otro lugar. Ahí me curarán, lo prometo.
-¿A dónde?
-Ya verás.
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