Parte LV: Como una droga
La habitación había quedado hecha un desastre, nada estaba acomodado como la noche anterior. Pero había valido la pena. Ellos volvieron a amarse, como lo hacían antes. Con uñas y dientes. Como sólo ellos sabían, sin nadie que se los impidiera.
Grace despertó y volvió a recobrar sus sentidos. Volvió a sentirse un ser humano de nuevo. Observó la habitación y se sorprendió al verla en tan mal estado. Sin embargo, miró a su lado, y sus ojos se llenaron de felicidad al ver al hombre que ella amaba. Seguía dormido, pero con una sonrisa dibujada en su rostro. Grace se preguntó si quizás soñaba con ella.
Con cuidado se inclinó hasta sus labios y lo besó fugazmente, pero con mucha dulzura. Adam hizo su sonrisa más notable. Era preciosa. Entonces Grace fue a sus labios de nuevo, y con éste último beso, él comenzó a abrir los ojos.
- Bonjour, ma chérie -la saludó en francés, como tanto amaba Grace que lo hiciera.
- Bonjour -contestó ella, apartándose un mechón de pelo que le había caído al rostro.
Grace se acomodó en el pecho de Adam, escuchando los latidos de su corazón y admirando como su mano subía y bajaba al compás de las respiraciones de él.
No sabían de qué hablar. Pero en realidad no había por qué hacerlo, todo había quedado claro la noche anterior. Adam en verdad la amaba, y estaba feliz de que ella por fin pudiera comprenderlo.
A Grace la invadieron unas intensas ganas de besarlo. No lo dejó pasar, y se acercó, hasta encontrarse con los labios de él. Se llenaba de sentimientos cada vez que lo hacía, pero ya no más de tristeza. Ella estaba segura que Adam no la volvería a abandonar.
Él posó sus manos en la espalda desnuda de Grace y le dio leves caricias. A ella le encantaba que hiciera eso. Grace no se quedó atrás, y comenzó a acariciar el pecho tan increíblemente bien formado de Adam.
- Te amo -susurró Adam entre un beso. Era lo más hermoso que pudo haber dicho en ese momento. Algo más que hermoso... fue perfecto.
-Yo a ti -contestó Grace- Demasiado. -Y lo besó de nuevo.
Estaban a punto de amarse nuevamente, pero Grace lo detuvo cuando Adam estaba sobre ella. Comenzó a reír y lo miró con una fulminante mirada.
-Es algo temprano -rió divertida- Me volveré una adicta como tú.
Adam enarcó una ceja.
-He estado en abstinencia por estas semanas que llevamos separados -le confesó él. - Creo que lo merezco -rió.
Grace se sintió confundida. Ella creía que buscaría placer en otras mujeres. De pronto esa confusión, se convirtió en felicidad. Era cierto que no quería a más chicas. Sólo a ella... nadie más que ella.
-¿Lo... lo dices en serio? -preguntó Grace con recelo.
-Sí. Ninguna otra mujer llama mi atención como tú. Tu cuerpo me vuelve completamente loco. Eres como una droga.
Puso sus brazos firmes en los costados de ella, y se inclinó para besarla. La amaba con todas su fuerzas. Lo que más contento lo ponía, es que ella era sólo de él. Y él era de ella.
Grace lo detuvo antes de que todo terminara bajo las sábanas. Él no se molestó, aunque deseaba hacerle el amor de nuevo. Lo deseaba tanto como respirar.
-Vamos a casa, Adam. -dijo Grace- Seguro James está ahí.
-Joder - maldijo Adam- es cierto. Lo había olvidado.
Él se levantó con cautela, para no dañar a Grace y se sentó a un lado de la cama para comenzar a vestirse. Ella hizo lo mismo.
Volvió a ponerse esos ajustados pantalones negros, que la hacían lucir tan bien. Y también se puso la camisa de cuadros que había quedado debajo de la cama.
¡Qué noche!
Al mirar a Adam, Grace observó que sólo tenía puesto sus pantalones. No llevaba camisa. Sus músculos se notaban. Ese hombre era demasiado sexy. No pudo evitar enterrar los dientes en su labio inferior.
Al cabo de un rato, ambos ya estaban completamente listos. Volvían a verse decentes.
Antes de salir de la hermosa cabaña, Grace le dio una última mirada y cerró los ojos un instante. Se guardaron recuerdos en su cabeza que ni el tiempo podría borrar.
Tomó la mano de Adam y juntos fueron hasta el lugar dónde se hallaba el automóvil estacionado.
Como todo un caballero Adam le abrió la puerta para que ella pudiera entrar. Volvió a su lugar y encendió el motor, para luego arrancar y dirigirse a la casa de nuevo.
En el camino hablaron sobre lo maravillosa que fue aquella noche. Adam no tardó en volver a repetirle que la amaba, quería que quedara completamente claro, aunque ella ya lo había entendido.
Como era de esperase, el auto de James estaba estacionado. A Adam le invadió un miedo increíble. James le había advertido sobre estar con Grace. En cambio ella, no se sentía así. Su padre le había prometido dejarla ser feliz. Aunque James cambiaba de decisión muy rápido. ¿Quién sabe?
Antes de entrar, Adam atrapó el rostro de Grace entre sus manos y la besó.
-Volvemos a enfrentarnos a lo de siempre -dijo Adam divertido, intentando ocultar su miedo.
-Eso parece -Grace rió también.
Ella introdujo la llave en la cerradura de la puerta, y cuando por fin le quitó el seguro, ambos entraron lentamente. No vieron a James por ninguna parte. Adam suspiró lleno de alivio.
-No está -comentó él.
-Debe andar por ahí.
Y como por arte de magia, James apareció con un sobre en su mano. Pero no se veía molesto, ni tampoco feliz. Tenía el rostro perplejo, como si hubiera visto un fantasma. A Grace le inquietó verlo de esa forma.
Adam comenzó a pensar en una buena excusa, pero se le habían acabado.
-James... -empezó a hablar- puedo explicarte.
-Adam -dijo James como si no hubiese escuchado lo que él dijo- Necesito hablar contigo.
James se acercaba hacía ellos lentamente, parecía que llevaba una ancla cargada con él.
-Si es sobre esto -dijo Adam- puedo explicártelo.
-No -agitó la cabeza. - Es otra cosa -miró a Grace y le sonrió sin muchas ganas. - Ve a tu habitación, hija.
-¿Por qué no puedo estar aquí? -preguntó Grace sin vacilar.
-Hablaremos de un tema que no es de tu incumbencia. Sube, por favor.
Grace no quería discutir más. Miró a Adam y le dedicó una sonrisa. Adam besó su mejilla y luego sus labios, sin importarle la presencia de James, aunque a él no pareció afectarle en nada.
-Te veré más tarde -le aseguró Adam.
Ella asintió y antes de alejarse, le dirigió una última mirada a James. Grace no entendía qué es lo que le pasaba. Comenzó a preocuparse. Aunque después pensó que quizás se trataba de algo de su trabajo.
Y sin decir más, subió a la habitación, como le había indicado su padre, mientras la duda por saber lo que en verdad le ocurría la carcomía.
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