Parte III: No quiero vivir con delincuentes.

Adam.

Su nombre da vueltas en mi cabeza, todavía puedo oler ese delicioso perfume. Y su mirada. Oh, no puedo sacarlo de mi mente.

Me pregunto a qué se refería con que el trabajo de James es peligroso, tengo que averiguarlo.
Bajo las escaleras y recorro la casa un poco confundida. Después de un rato, lo encuentro en la sala de estar trabajando quizás, en su laptop. Me mira a través de sus gafas y sonríe.

-¿Qué pasa, Grace? ¿Necesitas algo? –me pregunta.

-Sí....necesito algo.

-Dime.

-¿Qué es lo que haces?

-No entiendo. ¿A qué te refieres?

Arqueo una ceja.

-¿En qué trabajas?

James se pone serio. Me hace una seña para que me siente con él y me acerco.

-¿Vas a decirme? –pregunto ansiosa.

-Tengo que hacerlo. ¿Acaso sabes algo?

-Tu ayudante no quiso decirme.

-¿Adam?

Asiento.

-Sí, él.

-Qué bueno que no te dijo.

Su voz suena llena de alivio.

-Sólo mencionó que era algo peligroso.

-Sí, lo es.

-De acuerdo, dime de una vez.

-No sé cómo explicártelo...

Pongo los ojos en blanco. ¿Qué tan malo puede ser?

-¡Sólo dime! -Exclamo.

-Soy un...delincuente.

Me quedo seria. Está bromeando. Lo está haciendo.

-¿Qué? ¿Delincuente?

-Sí, pero tranquila, no te haré daño.

Mi boca casi cae al suelo.

-Pero... ¡Tú matas personas inocentes!

-No, claro que no, sólo a los que hacen el trabajo sucio.

-De todas maneras matas personas y eso es tan...horrible.

-Pero no te haré daño, Grace.

Miro alrededor. Acabo de comprender unas cosas.

-Por eso tienes tantas riquezas.

-Sí, pero...

-¿Y él también es como tú? –lo interrumpo- ¿Adam?

James asiente.

-Sí, él acaba de entrar a esto hace como dos semanas.

-No quiero vivir con delincuentes.

Me levanto del sofá y comienzo a subir las escaleras. James me llama pero lo ignoro y sigo mi camino.

Llego mi habitación y busco una forma de escapar de este lugar, no pienso vivir con personas que matan, es...repugnante.
Veo la ventana, quizá pueda escapar por ahí. No tengo ni idea de a dónde podría ir, lo único que quiero es escapar. Me subo al tocador, de aquí podré salir hacia la ventana. Pero cuando estoy a punto de saltar, siento unas cálidas manos sobre mi cintura.

Me sobresalto y siento cómo me carga. Comienzo a dar patadas pero él me detiene, me deja en la cama y se pone a horcajadas sobre mí. Con sus manos atrapa mis muñecas y me mira fijamente a los ojos.

-¿A dónde cree que iba, señorita? –me pregunta Adam con voz seductora.

Frunzo el ceño.

-¿Eso qué te importa? ¡Suéltame, pervertido! –grito.

Se pone tenso.

-Cierra la boca. James creerá que te estoy haciendo daño.

-Me lo estás haciendo. ¡Suéltame!

-Basta. Hagamos un trato, nena. Dejas de gritar y te suelto.

-Le diré a James que te mate, después de todo a eso se dedican ustedes, ¿no? A matar personas.

Adam agita la cabeza.

-Yo no hago eso, bueno... Sólo cuando es necesario. Créeme que James me matará si me ve contigo así.

-¿Y por qué no me sueltas?

-En realidad me encanta tenerte de esta forma. Pero lo haré porque eres muy molesta y gritona.

Adam se quita y me deja libre. Se sienta a mi lado y cuando me voltea a ver le doy una gran bofetada. Oh, creo que me pasé.

-¿Qué te sucede? -pregunta con tono de enfado.

-¡Lárgate de mi habitación!

-No. Tengo que cuidarte. James me lo pidió y yo con mucho gusto acepté. Hazme el trabajo fácil, nena.

Cruzo mis brazos.

-No te quiero cerca. Vete, Adam.

-Tendrás que aguantar, preciosa, porque estaré siempre a tu lado.

-Eres un idiota, ¡vete!

Adam pone los ojos en blanco. Tengo que aceptar que hasta haciendo eso luce atractivo.

-Está bien, me iré solo porque no quiero escuchar tus gritos, creí que serías más amable.

-Pues ya viste que no. ¡Odio este lugar! ¡Y a ti también!

Creo que estoy siendo demasiado dramática.

-Tu pa...Quiero decir, James creyó que te gustaría estar aquí.

Oh, espera. Hago un ademán.

-¿Mi qué?

-James.

Agito la cabeza.

-No, no, antes de eso.

-No dije nada.

-Sí lo hiciste.

-No.

-Sí.

-No. Ahora te dejaré en paz, pero si intentas escapar otra vez le diré a James, ¿entendiste?

-Como digas.

Adam cierra la puerta y se va. Me tumbo en la cama y me doy cuenta que dejó su delicioso olor impregnado en las sábanas.    

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