Capítulo XXXI: Ser un peón


Capítulo XXXI: Ser un peón

Dakota


Puedo contar con los dedos de una mano las veces en que Avery me dejó abrazarla: una vez el semestre pasado y la segunda es hoy.

La primera vez se trató de una pesadilla en la que sus gritos me asustaron y ella estaba tan desconectada que posiblemente ni siquiera notó el hecho de que mis brazos la sostenían.

Y la segunda, hoy, hace falta una larga explicación.

Apenas ha comenzado a disminuir el nivel de histeria de Avery, pero su cuerpo no deja de estremecerse mientras me mantengo envolviéndola con mis brazos afuera de nuestro piso, a mi lado se encuentra Charlotte mientras que adentro hay personas evaluando la situación.

En el pasillo hay muchas personas murmurando, algunos en pijama y otros con ropa de salir. Jagger conversa con el novio de una de las chicas del piso de abajo, pero nos lanza miradas de tanto en tanto para verificar que estamos bien. Al igual que yo, él se encuentra usando un pantalón de chándal que hace juego con el mío junto a nuestras camisas, un regalo que Rose le hizo en su cumpleaños.

Y los pijamas tienen sentido. Acabábamos de tomar una ducha bastante tardía, tras haber estado pasándola bien desnudos, y nos disponíamos a dormirnos cuando Charlotte me había llamado diciéndome que había sucedido algo y que necesitaba que viniera a calmar a Avery, a quien podía escuchar gritar de fondo.

El nivel de histeria de mi amiga era tan profundo que en medio de su episodio se ocasionó rasguños en los brazos y en la barbilla, también se destrozó las uñas al mordisqueárselas.

—Estaba ahí y... Y... —susurra entre hipidos una vez más, volviendo a temblar en mis brazos.

—Por favor, necesito que despejen el área —pide una de las autoridades saliendo de nuestro piso—. Abstenerse de grabar.

—No mires —Le ordeno a Avery presionando su mejilla de mi hombro mientras hacen todo un despliegue lleno de protocolo.

Rodando en una camilla y dentro de lo que parece un saco negro, pero que ha de tener un nombre especial, sacan el cuerpo de Laurie, nuestra siempre obstinada compañera de piso.

La cremallera no está cerrada del todo por lo que alcanzo a ver la piel extremadamente pálida de su frente con las venas brotadas. Todos se hacen a un lado dejando que movilicen la camilla mientras dentro de nuestro piso aún permanecen personas tomando evidencias.

Charlotte había estado profundamente dormida cuando Avery había salido de su habitación a tomar agua. Esta última habría caminado en la oscuridad hacia la cocina, tropezando con el cuerpo de Laurie, pero había sabido que era un cuerpo cuando encendió las luces.

Mi amiga habría gritado sin control alguno logrando despertar a Charlotte, quién llamó a emergencias dentro del campus y de la ciudad. Había intentado ayudar a Avery, pero eso no había salido bien cuando básicamente la arrastraba fuera del piso para que no tuviesen que ver el cuerpo en un estado tan lamentable y alterado.

Cuando Jagger y yo habíamos las autoridades ya se encontraban en el lugar y no nos dejaron entrar, pero al tiempo que Avery gritaba e intentaba calmarla, había escuchado a Charlotte describirle a Jagger el estado del cuerpo: hinchado como si estuviese a un pinchazo de reventar, pálido y con las venas marcadas y oscuras en algunas partes de su cuerpo, los ojos enrojecidos y las pupilas casi blanquecinas. También había mencionado que había unas pastillas alrededor.

Charlotte está pálida y se abraza a sí misma mientras se mantiene a mi lado, se ve aturdida y tan asustada.

—Necesitaré que nos acompañen a la estación de policía para unas preguntas —Les dice uno de los policías a mis amigas.

—No creo que Avery esté en condiciones... —intenta Charlotte.

—Es mejor hacerlo ahora que tienen los recuerdos intactos, será rápido y en vista de que todo apunta a un suicidio, es simple protocolo.

¿Suicidio? Las tres somos conscientes de cuán improbable es eso y me parece evidente que es otra caída de la droga, solo que con un efecto diferente.

—No puede ser... —comienza Charlotte.

—Su compañera parecía tener una afición por las drogas. Hay marcas de inserciones en su piel y drogas en sus pertenencias...

No soy una experta, pero todo el protocolo es bastante extraño. Está corrompido.

—Iré con ustedes —Le digo a Charlotte, sabiendo que serán obligadas a declarar en este momento.

Comparto una mirada con Jagger quien se acerca a mí y le hago saber en voz baja lo que sucede. No me extraña que esté de acuerdo conmigo y ambos acompañamos a Avery y a Charlotte a declarar con la amarga sensación de que nuestro piso no volverá a ser lo mismo.

No creo que queramos volver ahora que terminó el semestre. Ninguna quiere regresar a ese lugar.

***

Hay muertes que tristemente pasan como una corriente de aire momentánea y ese es el caso de Laurie Camichel de veintidós años, la compañera de piso hostil y menos amigable que tenía. Su muerte no se comenta más allá de «escuché que una estudiante tuvo una sobredosis», la mayoría desconoce quién era, los otros la describen de manera poco favorecedora, unos pocos se lamentan y a la gran mayoría le da igual. Sus padres llegan a Nottingham sumidos en dolor, pero pocos empatizan con ello. Aun cuando Laurie no me agradaba, no pude evitar acercarme a sus padres y tratar de darles unas buenas palabras del tipo de compañera que fue su hija incluso si era una mentira.

Jagger me preguntó por qué les miento cuando Laurie era abiertamente hostil con mis dos amigas y conmigo, pero lo reduzco al hecho de que no miento para honrar su vida, lo hago para consolar a sus padres porque tiene que ser devastador perder a un hijo.

No regreso al piso, Charlotte y Avery tampoco lo hacen. Avery se va a casa prometiendo volver para el comienzo del semestre, aun afectada por lo sucedido, y Charlotte consigue quedarse en una habitación diminuta en donde la reubican por los días restantes.

No sé si seguiremos siendo compañeras el próximo semestre, Avery me ha preguntado sobre ello con grandes ojos esperanzados y Jagger también ha dejado caer que podríamos simplemente estar juntos en el apartamento actual con James o ser solo nosotros dos.

La decisión es mía.

—¿Crees que si muero las personas se alegrarán?

Parpadeo hacia Rose, procesando lo que acaba de preguntarme.

—Ni siquiera responderé a eso —Le hago saber dejándome caer a su lado en su cama de la habitación de la hermandad—. ¿Por qué tan siquiera preguntas eso?

—He estado pensando mucho en la muerte y en la noche resulta más inquietante —Hace una pequeña pausa—. Siento que es triste que a nadie le importe la muerte de Laurie. Fuimos los únicos de la universidad en ir a su funeral, sus padres parecieron aún más tristes.

—Lo sé, pero no puedes obligar a las personas a quererte y Laurie no hizo amigos.

Su mano busca la mía y entrelaza nuestros dedos.

—Le tengo miedo a la muerte, Dakie. Quiero vivir, sueño con un futuro incierto en donde soy una mejor versión de mí y me aterra no conseguirlo.

—¿Por qué no lo conseguirías?

Ambas nos giramos para estar de costado, mirándonos con nuestros dedos todavía entrelazados.

—Porque soy un peón.

Sus palabras me sientan como un trozo de hielo afilado atravesándome le pecho.

—Rose...

—Es lo que es, soy un peón usado en este juego. Estoy marcada con letras cicatrizadas en mi piel.

—Eres más que un peón y tendrás un futuro increíble —Le prometo— y la cicatriz...

No sé qué decir y ambas lo sabemos. Mis palabras nunca serán consuelo, pero la manera abusiva e intrusiva en la que perforaron y marcaron su piel. Le hicieron daño de una manera que va más allá de lo físico y ambas lo sabemos.

—Ojalá todo fuese diferente —suspira.

—Entonces, tal vez, no estaríamos tan unidas y no habríamos abierto los ojos a la realidad.

Aunque me parece que los que desconocen de todo este peligro viven bastante bien en su ignorancia, es inevitable no sentir en ocasiones envidia ante este hecho.

—No me refiero a cambiar el pasado —Me hace saber mi hermana—, solo quisiera que fuese diferente ahora. Que todo hubiese terminado, sin amenazas, sin peligros; que fueses feliz con Jagger y yo... Que tan solo yo tuviese una oportunidad con Ben.

Su mirada se vuelve triste y no puedo evitar hacer una mueca ante el tema.

—Lo siento mucho, Rosie.

—¿Por qué es tan difícil ser correspondida? Siempre me quieren los que no saben amar y me conformo.

—No tienes que conformarte, si no es Ben, será alguien más que te ame de la manera en la que lo mereces.

—¿Por qué no puede ser Ben? —susurra—. Un bebé no te obliga a estar en una relación, no sale de ahí porque no quiere. Pensé que yo genuinamente le importaba como más que una amiga, vi y sentí de más. Tal vez es porque conoce todo lo que he hecho y...

—No te hagas eso —pido apretando su mano—. No te cuestiones para justificarlo. Si duele, siéntelo, pero no te hagas menos. Aún quedan muchas oportunidades para enamorarse.

—Pero ¿Y si no soy fácil de amar? —Suena genuinamente preocupada.

Su pregunta me hace derramar lágrimas porque de verdad lo cree y me acerco para abrazarla. Odio que tenga esos pensamientos y no poder arrancárselos, son sus emociones y solo ella podrá dejarlas ir.

—Te amo porque eres mi hermana, pero también te amo por quién eres. No eres difícil de amar, Rose Monroe, lo prometo.

—Me siento agobiada, es que...

Su cuerpo se estremece y me tenso.

—¿Qué pasa, Rosie?

Se hacen unos segundos de silencio.

—Nada, no pasa nada.

Excepto que había mucho más. Demasiado.

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