L: 07

El sol brilló intensamente desde temprano, aunque si era sincero, había perdido la noción del tiempo y estaba muy aturdido como para tratar de adivinarlo. Todo lo que recordaba era su plan y lo que había hecho la noche anterior al huir de aquella casa despavorido en medio de la noche junto al león.

Al pensar en él, sus ojos se abrieron de repente y ardieron por la intensa iluminación, pero no le prestó demasiada atención y en cambio procedió a incorporarse para entender el entorno en el que se encontraba, pero grande fue su sorpresa al encontrarse con unos pequeños ojos marrones que lo observaban fijamente.

El delgado se agitó al ver al hombre musculoso que estaba a su lado observándolo de tal manera como si quisiera leer su reacción sin perderse ningún detalle, pero su corazón terminó de acelerarse cuando vio que la ropa que vestía, era similar a la que él portaba, o sea el uniforme de los sirvientes de aquella casa.

—¡¿Quién eres?! —preguntó recogiendo una rama cercana, tomando desprevenido al otro hombre. —¿Él te envió por mí? ¡Prefiero morir antes que volver a ese horrible lugar!

En ese momento intentó golpear al hombre musculoso, pero como era de esperarse, la rama fue sostenida por una mano suya sin ninguna dificultad.

—Cálmate. —le pidió con una cara de afecto que Hyungwon no supo comprender. —No voy a hacerte daño, además nadie me envió. Al contrario, yo...

El delgado forcejeó tratando de recuperar la rama, pero fue en vano.

—¡No voy a creerte! —dijo con el corazón estrujado. —¡No puedo confiar en nadie, porque nadie ha sido bueno conmigo!

Aquellas palabras parecían simples, pero parecían arder en su garganta con el amargo sabor de la soledad.

Wonho soltó un suspiro audible y soltando la rama, se giró para mover algunas cosas que tenía sobre una fogata improvisada.

—Igualmente confiaste en mí. —susurró sin mirarlo.

Hyungwon se quedó estupefacto con la escena, pues en un principio se alarmó mucho creyendo que sus planes habían sido arruinados, pero cuando le prestó más atención a su entorno se dio cuenta que no era tan malo. Aquel hombre estaba ahí desde mucho antes que él despertara, así que supuso que si hubiera querido hacerle algo ya lo habría hecho, además parecía que estaba dentro de un pequeño refugio improvisado que lo protegía un poco de la interperie.

Sobre la fogata habían algunos pescados cocinandose y las cosas que había traído de la mansión estaban cuidadosamente apiladas a su lado, siendo el único faltante una muda de ropa simular a la de los sirvientes, que por lo menos ya sabía donde estaba.

—¿Quién eres? —volvió a preguntar, pero esta vez con mucha calma.

Wonho lo miró de reojo y trató de evadir la pregunta con otro tema.

—¿No estás hambriento? Ven aquí. —le llamó haciéndole una señal para que se acercara, pero cuando Hyungwon fue hacia él, mantenía esa mirada de miedo y confusión en su rostro, lo que le dejó un muy mal sabor de boca al mayor y decidió que era mejor darle un poco de información al chico. —Me llamo Wonho. —dijo con desinterés. —Te vi desmayado en medio de la nada mientras salía a cazar y te ayudé. —el delgado de repente miró hacia su ropa y luego a sus ojos como si estuviera interrogandolo, y Wonho se sintió obligado a poner una excusa. —Tomé prestada la ropa porque la mía estaba peor que esta. —dijo avergonzado. —Te ayudé así que merecía algo a cambio, ¿no?

Hyungwon no le prestó demasiada atención a ese asunto trivial, además no es como si considerara esa fea ropa como un tesoro, sólo la trajo consigo en caso de que necesitara un cambio. De hecho lo que más le preocupaba ni siquiera era algo material, sino lo que era considerado un animal salvaje y peligroso.

El hombre musculoso esperó pacientemente para que el delgado agarrara un poco de comida y se alimentara, pero en cambio él abrazó sus propias rodillas y miró a los árboles de su alrededor con uma mirada perdida que hacía lo sentir todo menos alivio.

—Oye... —le llamó fingiendo desinterés. —¿has visto algún león por aquí?

Wonho se sorprendió por la pregunta, sin embargo ya había decidido no decirle la verdad a Hyungwon, ya que no sabía qué tan mal se lo tomaría, así que imitó su desinterés y movió el pescado en la fogata.

—No he visto nada. —mintió sin dejar su tarea. —Es poco probable que hayan leones en esta zona, ¿sabes? A ellos les gusta más el valle para poder cazar a gusto, y este lugar tiene muchos arboles que sólo servirían de obstáculo para...

Sus palabras se detuvieron al escuchar un sollozo que le dio escalofríos.

Inmediatamente dirigió su mirada hacia su acompañante y se encontró con la dolorosa imagen del delgado viendo a la nada con la misma mirada perdida, pero esta vez soltando lágrimas y sollozos que inicialmente pretendían ser silenciosos pero no pudieron lograrlo. Esa era la segunda vez que veía al delgado en una situación vulnerable, y estaba todavía más seguro de que nunca jamás quería volver a verlo así.

Se dio cuenta que era injusto mentirle vilmente a un alma solitaria que sólo buscaba huir del dolor y del sufrimiento en un refugio ilógico y desconocido.

Por impulso se acercó a él y extendió sus brazos en busca de darle consuelo que fue gratamente recibido con un abrazo todavía más fuerte.

En ese momento el llanto retenido se desbordó.

Wonho no sabía exactamente cuantos años de dolor había retenido Hyungwon para llorar de esa manera, pero por lo poco que había escuchado, no había tenido una vida fácil. Desde ser literalmente vendido por su familia a un hombre cruel que truncó sus sueños, hasta huir y buscar refugio en un bosque solitario por no tener un lugar al cual realmente regresar.

Había mucho dolor acumulado, y parecía que por primera vez se había quebrado aquella coraza de fría elegancia que había mantenido siempre y drenó todos sus sentimientos sin importarle cómo fuera su apariencia en ese momento.

—Hyungwon... —le llamó Wonho en un momento de calma después del llanto. —Quiero decirte algo.

El delgado levantó la cabeza y lo miró con una mezcla de confusión y miedo en partes iguales.

—¿Qué ocurre? —preguntó con la voz rota debido al excesivo llanto de un momento atrás. —¿Tú también vas a irte? —preguntó casi como si lo estuviera dando por sentado antes de tiempo.

—No, en realidad yo... —sus palabras se atoraron en su garganta. Quería ser justo y decir la verdad, pero era una verdad difícil de decir. —Me temo que si te digo la verdad de quien soy, el que se vaya serás tú.

Hyungwon frunció el ceño.

—Claro que no. —dijo con resolución. —No me iré sin importar lo que digas, lo prometo. —dijo levantando una mano en señal de su promesa.

Wonho miró su acción sin comprenderla, pero su semblante estaba realmente serio y decidido así que decidió lanzar la precaución al aire y simplemente hablar de una vez.

—No soy la persona que te dije que era, tampoco podría considerarme una persona como tal... —dijo sin mirarlo. —Yo soy quien huyó contigo en medio de la noche... Yo soy... El león que buscas.

El aturdimiento fue notorio en el rostro de Hyungwon, pero Wonho prefirió que sus hechos hablaran en lugar de sus palabras y por primera vez en su vida decidió confiar en un humano, tanto como el humano había confiado en su león.

Rápidamente se desvistió y cambió de forma frente a él, sin darle tiempo a que pensara las cosas. Después de eso, se paró frente a él y trató de descifrar su reacción más allá de la sorpresa que reflejaba en su rostro.

Pasaron unos largos segundos de silencio antes de que el delgado levantara su mano y la dirigiera lentamente hacia su pelaje, el cual tocó una y otra vez en forma de caricias con una leve sonrisa en el rostro, aunque sus mejillas todavía estuvieran empapadas de lágrimas por el reciente llanto, lo que lo hacía parecer un poco miserable.

Wonho realmente no se esperó tal reacción tan calmada, pero Hyungwon supo mantener su promesa y aún sabiendo la verdad, él sólo pudo sumirse en la felicidad de saber que el ser vivo que amaba, que no lo dejó solo ni en sus peores momentos y que decidió huir con él, seguía ahí a su lado. Entonces, sin poder contener la emoción que le invadió el pecho, se abalanzó sobre el león y lo abrazó de la misma manera que había abrazado al musculoso cuerpo humano minutos antes.

Era su forma de sellar aquel silencioso pacto,
de ser ellos dos juntos contra el mundo si era necesario.

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