L: 06
Wonho había tenido que ver un par de agradables amaneceres y otras cosas no tan agradables en todo ese tiempo. A veces observaba desde lejos como la supuesta relación entre el delgado y quien decía ser su esposo parecía ir bien, ya que se reían juntos y a veces hasta compartían besos que seguramente acababan en algo más.
El corazón de Wonho comenzó a llenarse de amargura con los días y sólo podía pensar en cómo el delgado era capaz de olvidar y perdonar todo lo que ese tipo le había hecho en aquella noche. Y también pensó en que todo lo que Hyungwon le había prometido sobre su libertad sólo había sido una fantasía burlona de agradecimiento por no haberlo dañado al haber estado en su faceta mas vulnerable.
El asunto es que se equivocaba.
Lo que no sabía es que detrás de cada interacción, beso fingido y hasta en asuntos de la cama, había alguna pista u información que le ayudaba a avanzar en su plan para poder liberar al león, y aunque al inicio pensó en hacer algo simple como un escape que pareciera accidental, se volvió egoísta y deseó poder obtener también su propia liberación, y esa era la parte más complicada del plan.
Sólo habían dos momentos en los que Hyungwon era libre y podía estar sin vigilancia impuesta por el hombre: una cuando estudiaba sus libros porque el hombre no estaba en casa, y otra cuando estaba con él, ya que el hombre pedía intimidad. Así que debía aprovechar esos dos momentos al máximo para buscar información, planear y no dejar rastros de su plan en ningún sitio.
Estudió vías de escape, leyes, cómo utilizar un arma en caso de tener que defenderse, cómo poder guardar dinero para empezar una nueva vida, cómo poder sacar al león sin fallar en el intento y sin llamar demasiado la atención, cómo evitar ser rastreado, a qué personas contactar en caso de que necesitara ayuda. Todo estaba siendo tomado en consideración, aunque eso no lo sabía el león.
Hyungwon estaba haciendo un tan buen trabajo manteniendo su papel, que incluso el mismo león llegó a pensar en que el delgado no tenía ni la más mínima intención de escaparse. Al menos así fue hasta que en una noche mientras dormía, escuchó donde el seguro de la reja estaba abriéndose de forma cuidadosamente lenta y notó que era Hyungwon quien estaba vestido como uno de los sirvientes.
-Ven bonito, ya casi es hora de irnos. -dijo en un susurro apenas audible mientras dejaba comida frente a él. -Vamos, come porque necesitarás mucha energía mañana. Yo necesito hacer unos arreglos antes, no hagas ruido. -dijo cerrando nuevamente la jaula.
Avanzó hacia un gabinete cercano en donde parecían guardarse ropas viejas y dejó ahí lo que parecía ser una pequeña pero pesada mochila, y además dejó el uniforme de sirviente cuidadosamente doblado, quedándose con su habitual bata de satén rojo que era obligado a usar cada vez que el hombre dormía en casa.
Poco después subió a la habitación y lo dejó sólo.
Wonho estaba sorprendido por todo lo que había visto en poco tiempo, pero sin intención de cuestionar nada por temor a quedarse sin tiempo, aprovechó a recuperar un poco de energía y comer como se le había indicado para esperar el siguiente movimiento por la mañana.
Cuando el sol ya estaba bañando la mañana con sus espléndidos rayos, la casa parecía estar muy animada. Había sirvientes yendo y viniendo, decoraciones ostentosas y mucha comida. Wonho no sabía qué es lo que estaban celebrando pero parecía que era muy importante para todos.
Las únicas dos personas que no habían llegado al lugar eran precisamente aquel desagradable hombre y Hyungwon. Parecía que ellos estaban ocupados en sus propios asuntos y dejaron en manos de los sirvientes las tareas mas pesadas.
Cuando la noche cayó y las lamparas exteriores comenzaron a iluminarse, varias personas elegantes comenzaron a hacer acto de presencia y el león era la atracción principal del lugar.
Poco tiempo después la pareja anfitriona también se hizo presente y el león no tardó en localizar al delgado entre la multitud. A pesar de ser muy elegante por naturaleza, su belleza estaba siendo opacada por una especie de túnica extraña que llevaba puesta. Wonho no tardó en deducir que todo era plan del desagradable hombre y su estúpida obsesión de hacer parecer a Hyungwon como una mujer.
Al observar su rostro, el delgado parecía estar tranquilo como de costumbre, pero sus inquietas manos delataban un poco su nerviosismo que afortunadamente nadie notó durante toda la velada.
El león esperó durante varias horas viendo desde fuera como la gente había empezado a emborracharse y a hacer tonterías que resultaban hasta indecorosas pero que a nadie parecía importarle y menos a él.
De pronto una voz conocida hizo presencia en el patio de la mansión y el león se alertó. Fue entonces cuando vio a Hyungwon ingresar junto a su supuesto esposo, con una botella en la mano y riendo por los efectos de la embriaguez.
-¿Por qué estas tan apresurado en apartarte del resto? -preguntó el hombre borracho.
Hyungwon lo guió a un sillón que estaba en el lugar, y lo obligó a tomar asiento, para después subirse sobre su regazo.
-Ya estuviste demasiado tiempo con los demás, ahora es turno de darte mi regalo. -respondió con voz coqueta mientras se movía sobre el hombre de forma provocativa.
El hombre gruñó como una bestia y apresó su pequeña cintura para crear mayor fricción, e intentó besarlo, pero Hyungwon fue más rápido y se apartó para abrir la botella que traía consigo en la mano.
-Espera... -dijo en medio de una risita. -Todavía nos queda una botella, y los sirvientes...
El hombre miró hacia atrás y notó que había un par de sus guardias viéndolos, por lo que inmediatamente se enojó y les gritó para que se fueran, poque ninguno tenía derecho a ver la desnudez de su más preciada posesión.
Los hombres no tuvieron más opción que obedecer avergonzados y se fueron del patio, cerrando todas las puertas para impedir el paso de cualquiera que pudiera interrumpir el momento privado de la pareja y mientras eso pasaba, Hyungwon servía una copa grande de la botella a su esposo, luciendo su mejor máscara de sumisión.
La copa se vació en segundos por el hombre que mantenía sus ojos llenos de lujuria hacia la persona que tenía sobre su regazo, pues habían sido muy pocas las ocasiones en las que el delgado se mostraba de forma tan naturalmente sexy frente a él, y aprovechando la cercanía comenzó a besar la desnuda piel de su blanco cuello, sin contenerse de dejar dolorosas marcas que Hyungwon soportó en silencio.
La tela de la lujosa túnica se resbaló de sus hombros y otro trozo de piel blanquecina quedó al descubierto frente al hombre y al león que lo observaba desde atrás, sintiendo su sangre hervir al ver como aquellas perversas manos amasaban su cuerpo sin ninguna delicadeza.
Estaba a punto de soltar un rugido de ira, cuando vio que el delgado se ponía de pie y se arreglaba la ropa.
-¿Qué-qué demonios está pasando? -dijo el hombre agarrándose del sillón como si estuviera a punto de caerse.
Hyungwon se acercó a su oído.
-¿Por qué vas a matarme? -susurró audiblemente. -¿Acaso no he sido bueno contigo?
En ese momento se dirigió al cajón donde había guardado algunas cosas y sacó un plástico que parecía contener algún tipo de sangre, y roció un poco sobre las manos del hombre.
El hombre se miró las manos aturdido y comenzó a temblar, mirando a su alrededor.
-Yo no... -repentinamente se puso de pie y miró a todos lados. -¡Yo no maté a nadie! -dijo dirigiéndose a la jaula del león por coincidencia, y al verlo se rió como loco. -¡Fue el león!
Wonho miraba al hombre con mucho aturdimiento, sin saber por qué actuaba de esa manera, pero Hyungwon no tenía tiempo de explicar acerca de los alucinógenos que había puesto en la bebida, así que se limitó a quitarse la túnica que odió desde la primera vez que la vio, y a rasgarla con odio, para finalmente esparcir sangre sobre ella y sobre cada rincón de aquel lugar, haciéndolo parecer una verdadera escena de un crimen.
La alucinación del hombre era tan fuerte que incluso se sujetaba de las rejas de la jaula en busca de no caerse, y sus ojos se abrían con exageración, llegando incluso a taparse los oídos.
Hyungwon no entró en pánico, en cambio se vistió con el traje de sirviente que había guardado la noche anterior y abrió la jaula sin temor alguno.
-Claro que fuiste tú quien me mató. -le dijo al hombre, sosteniendolo por el cuello de la costosa camisa. -¡Tú abriste la jaula del león y lo dejaste escapar!
En ese momento empujó al hombre dentro de la jaula, y lo recibió un gruñido de parte del león que lo obligó a caer al suelo como en la primera vez que Hyungwon lo vio, y después de eso salió como si nada.
El hombre comenzó a revolcarse en la jaula y a llorar en medio de la frustración de su propia imaginación, pero nadie lo escucharía porque dentro la música era muy fuerte, la gente estaba ocupada bailando y embriagandose, mientras que los sirvientes tenían una orden de su propio amo para mantenerse alejados durante todo lo que restaba de la noche.
Hyungwon había creado la situación perfecta, y en cuanto recogió su modesta mochila, miró al león que estaba fuera de la jaula y sonrió con los ojos irritados.
-Vamos bonito. -dijo acariciando su pelaje. -Es hora de que seamos libres.
Tan pronto como dijo eso se echó a correr en dirección a las profundidades del patio en medio de la oscuridad de la noche y el león corrió junto a él, a su ritmo.
Y así, mientras corrían en busca de una mejor vida en medio de la oscuridad, Hyungwon vio a su lado, al león que corría junto a él y comenzó a llorar de repente por el futuro incierto que les esperaba más adelante, pero no se detuvo en ningún momento pese al dolor de su cuerpo, al poco descanso y a la leve embriaguez que lo envolvía.
Para cuando los primeros rayos de sol empezaron a hacer su aparición y a iluminar el sudoroso cabello del delgado que había corrido sin rumbo por muchas horas, colapsó por cansancio, y antes de cerrar sus ojos hasta le pareció ver como una brillante luz roja iluminó el lugar y un hermoso rostro se acercaba a verlo.
Quizá estaba tan cansado de vivir que confundía la rojiza luz de un amanecer con una ilusión de lo que siempre había querido y jamás había tenido.
Quizá estaba cansado de ser tan infeliz.
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