B: 02
Cuando el invierno arreciaba, la tristeza aumentaba entre las personas de escasos recuersos tan sólo de pensar en lo que la vida le podía deparar esos meses. Para algunos era hambre, para otros enfermedades, para otros frío y soledad, y para los menos afortunados, la muerte.
El señor alcalde había hecho un gran trabajo en el pueblo repartiendo ayudas, ropa, alimentos y medicina para poder ayudar a los necesitados. Sim embargo, aunque lo intentara no podía contrarrestar al 100% la pobreza. Para eso iba a necesitar muchos años y una cantidad exorbitante de dinero que pudiera cambiarle la vida a todos, pero no podía.
Es por eso que personas como Shownu, sin un techo seguro, con un abrigo defectuoso y sin comida, sufrían mucho en esa temporada, pero poca gente lo notaba y más cuando estaban en un sitio como el famoso restaurante del pueblo con comida caliente y buen ambiente.
En una de tantas mesas se encontraba un chico callado que estaba inmerso en su imaginación, leyendo un libro de Jane Austen. Este chico era un recién graduado de la universidad capital, con un título de doctor. Una persona que había tenido en bandeja de plata todo lo que siempre quiso en cuanto a lo económico se refiere, aunque su familia fuera un intenso dolor de cabeza.
Su padre fue un hombre muy estricto e inteligente, un médico muy famoso en la capital que irónicamente murió de forma repentina mientras dormía cuando él sólo tenía diez años. A partir de ahí vivió sólo con su mamá, una mujer independiente que le importaba mucho la etiqueta y la reputación, y dos años después llegó un padrastro casi igual de pedante que ella.
Kihyun nunca supo si el hombre realmente amaba a su madre o sólo le interesaba la fortuna que su padre recogió desde que era muy joven, pero no es como si le importara demasiado. Al contrario, pidió ser inscrito en un internado, posteriormente aplicó a la mejor universidad de la ciudad y se graduó con honores de la misma profesión de su padre.
Durante todos los años de su adolescencia, juventud y adultez temprana Kihyun vivió para el estudio. Se propuso ser el mejor en clase, y posteriormente el mejor doctor aunque nunca supo por qué eligió esa profesión.
Pensaba que quizá sólo lo había hecho por las memorias de su padre, o quizá por la fortuna que podía acumular en el futuro si se lo propusiera. Todavía no lo sabía.
Su madre se molestó de saber que había elegido la misma profesión que su padre porque ella quería que estudiara alguna carrera comercial, que tuviera que ver con contabilidad, números y ventas, no eso. Él recibió el apoyo de su madre únicamente como requisito dictado en el testamento de su padre, el cual decía que su fortuna debía ser destinada al estudio y sustento de su hijo sin importar lo caro que fuera, y una vez que se graduara, podía hacer con el resto lo que quisiera.
Obviamente su última voluntad no fue cumplida al pie de la letra, y una vez que terminó sus estudios, su madre le dio una cantidad de dinero cualquiera y le pidió que no la molestara más.
Y él obedeció.
Al principio pensó en quedarse en la capital y ser reconocido como su padre, pero después de meditarlo se dio cuenta que eso no era lo que quería, así que tomó un tren y decidió establecerse en un pequeño pueblo donde casi no había ese tipo de profesionales.
Compró una modesta cabaña a bajo precio y se instaló ahí para vivir, y destinó una habitación para recibir a pacientes si era necesario. Y así, después de estar ocupado y cocinando para sí mismo durante más de una semana, decidió salir y tratar de conocer a más gente nueva, después de todo tenía que darse a conocer como doctor si no quería morir de hambre en ese frío invierno.
En los días siguientes comenzó a recibir pacientes pero muy pocos eran adinerados. La mayoría era de esa clase de personas que no tenían nada que ofrecer aparte de un gran corazón, a cambio de un poco de medicina.
Al inicio se sintió un poco molesto porque él nunca fue sentimental con nadie, pero después de ver las situaciones en reiteradas ocasiones decidió que podía hacer algo y no se esperó que a su puerta llegaran de repente canastas de verduras, alguna comida deliciosa casera o cualquier regalito de agradecimiento que a la gente del pueblo se le ocurría darle anonimamente por sus servicios.
Pensó que era mejor no recibir ningún obsequio de ese tipo, pero curiosamente la gente que menos riqueza monetaria tenía, era la que estaba dispuesta a ser más agradecida y compartir de lo que sea que tuvieran, así que si rechazaba un regalo, le llegarían otros cinco de forma anónima.
Y hablando de ese día, había tenido una mañana bastante ajetreada y una tarde llena de papeleos e inventario, así que decidió salir a cenar en un restaurante de la zona porque estaba demasiado cansado como para cocinar. En tiempos de verano nadie cenaría tan temprano, pero en esos días donde el sol y la calidez duraban tan poco, todos se apresuraban a volver a casa temprano.
Cuando pidió la comida tenía mucha hambre, pero después de comer un par de bocados su apetito se desvaneció de la nada, así que se dispuso a leer un poco el libro de Jane Austen que hace tiempo no abría. En realidad lo de leer era más una excusa, ya que sólo trataba de despejar su mente lo suficiente como para poder sentir apetito de nuevo.
Desempeñar su profesión no era fácil y menos en un sitio como ese, sin contar quw tenía que soportar el olor a medicina todo el día, los papeleos, la bondad, los sentimientos encontrados y su soledad. Cuando no tenía qué hacer es cuando se preguntaba... «¿Por qué hago todo lo que hago? ¿Por qué demonios existo? ¿Hay algún destino para mí?»
Él no era la primera ni la única persona en cuestionarse el futuro a temprana edad, lo sabía muy bien, pero aún así figurar un futuro brillante se le hacía difícil, así que lo único que podía pensar es que en algún momento se haría viejo y seguiría siendo el doctor del pueblo hasta que alguien lo reemplazara y muriera.
Sin poder concentrarse en la lectura y sin hambre para continuar con la cena, decidió que sería mejor que volviera a casa. Y en ese momento vio a través del cristal del lugar una mirada triste que anhelaba un poco de comida para su estómago.
Kihyun había visto a demasiada gente sufrir en ese pueblo, aunque las cosas fueran mejorando todavía podía encontrarse rostros nuevo de personas que tenían que buscar comida en la basura para sobrevivir, así que en lugar de quedarse sin hacer nada, se puso de pie, recogió sus cosas, pagó la cuenta y se llevó la comida.
Afuera del restaurante, la misma persona que estuvo viendo hacia adentro con mucho apetito, se encontraba hurgando entre la basura en busca de algunos restos cuando él llegó.
—Oye. —le llamó, pero no obtuvo respuesta. —¡Oye! —dijo con un poco más de potencia en la voz para llamar su atención.
La persona detuvo sus movimientos y se giró para poder ver la cara del doctor por primera vez y acto seguido miró a su alrededor como si quisiera asegurarse de si le estaba hablando a él o a alguien más.
—¿S-sí? —cuestionó bajando la mirada casi con humillación, aunque él era más alto.
El doctor suspiró ante tal actitud.
—No busques más en la basura. —susurró con dolor. —Tengo comida aquí. Es tuya si la quieres.
Los ojos de Shownu brillaron de la emoción y se acercó a él lentamente y cojeando debido a las secuelas de su pierna herida.
Kihyun lo observó y aunque estuviera cansado, sintió que como profesional y como humano, dejar a una persona así, sin ayudarle más que con un plato de comida, sería algo terrible.
—Cambié de opinión. —dijo sorprendiendo a Shownu, quien no tardó en mostrar una expresión de profundo agobio. —Ven a mi casa, ahí te daré la comida, abrigo y revisaré tu pierna. Soy doctor así que puedo tratarla. —comentó dándose la vuelta para caminar de regreso a su lugar.
Shownu se quedó de pie en su sitio sin entender muy bien lo que estaba ocurriendo, pero al volver en sí, lo siguió de forma obediente tratando de seguirle el paso. Después de todo parecía ser uno de los tantos que se apiadaron de él, le dieron comida, abrigo y un techo donde pasar la noche.
De cualquier manera estaba agradecido.
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