Parte 2: Cielo Nublado

El día siguiente, en la mañana, Farid estaba observando por la ventana de su salón de clases, en la preparatoria. Se encontraba en el cuarto piso, de forma que el estar sentado cerca a la ventana le ofrecía una posición privilegiada, debido a la magnífica vista que se tenía de la ciudad desde su lugar. Sin embargo, el clima nublado de aquel día le daba un aspecto deprimente.

—¿Qué cuentas, tío? —dijo una voz a su espalda, haciéndolo despertar de su ensimismamiento—. ¿Tan temprano y ya en las nubes?

Farid volteó la vista y se encontró con Frank, un buen amigo suyo, quien parecía haber llegado recién al salón. A su lado estaba Rick, otro de sus amigos y quien le había hablado.

—Nada, nada... solo le echaba un vistazo a la ciudad.

—No creo que sea buen momento para ver la ciudad desde aquí —expresó Frank acercándose a la ventana—. Parece digno de un cuadro depresivo... ¿acaso no se supone que estamos en verano?

—Da igual, esta ciudad siempre parece una especie pintura gris —afirmó Rick, sentándose en una silla frente a un pupitre cercano—. Yo creo que deberían darle un poco más de color y vida... ¡como con un gran parque o una plaza entretenida!

Al escuchar esto, Farid se sobresaltó. Sus amigos captaron al instante aquella reacción y le dirigieron miradas inquisitivas.

—¿Qué sucede, amigo? ¿Tienes algún trauma con algún parque o una plaza?

—¿Ah? ¿Por qué lo dices? —respondió el chico con la voz entrecortada, levantándose de su asiento—. ¿Saben? Creo que iré a tomar un poco de aire fresco.

Dicho esto, Farid se apresuró a salir del aula, dejando a sus dos amigos muy confundidos, preguntándose qué demonios había sucedido para provocar una reacción así. Al fin y al cabo, su amigo, por lo general, era alguien muy serio y apático, casi al punto de poder ser considerado como aburrido. Por ello, es que la frialdad y apatía que caracterizaban su personalidad no concordaban con el sobresalto que había sufrido.

—¿Se habrá vuelto loco? —se preguntó Frank, volviendo a mirar por la ventana—. ¿O le habrá sucedido algo?

Rick se limitó a encogerse de hombros y opinó que la huida de su amigo había sido inútil, ya que las clases estaban a punto de empezar y se vería obligado a volver.


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Por su parte, luego de irse del salón, Farid se dirigió a la azotea del edificio. Este era un lugar que, por lo general, estaba completamente vacío, de forma que representaba un buen sitio para reflexionar con tranquilidad. A decir verdad, su impropia reacción de hace un rato lo había impresionado hasta a él mismo. Apenas había oído mencionar a un parque o una plaza, el recuerdo de la noche anterior había asaltado su mente.

—¿Pero qué me está pasando? —exclamó, intentado vaciar su cabeza de pensamientos innecesarios.

Por más que analizaba el hecho por sus cuatro costados, no llegaba a ninguna conclusión sobre lo que le había sucedido esa noche. Asimismo, y aún más extraño, sentía que el recuerdo se le iba disipando lentamente, como si algo lo estuviese obligando a borrarlo de su mente. Ahora ya no podía recordar cómo era el rostro de la chica que había visto frente a la fuente del parque misterioso. Lo único que ocupaba su mente era su largo cabello plateado, y sus expresivos ojos celestes.

El chico decidió quedarse en la azotea el tiempo suficiente como para disfrutar de la soledad que el lugar ofrecía. Se tiró al piso boca arriba, con la mirada perdida en el gris cielo nublado. Lanzó un largo bostezo y cerró los ojos, intentado ignorar el viento frío que invadía el ambiente. Escuchó como el timbre que anunciaba el inicio de las clases emitía un pitido, pero era un ruido lejano y débil. Antes de darse cuenta, Farid se había quedado profundamente dormido.

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Un lugar en donde siempre era de noche. Un lugar en el que la pálida luna era testigo de todos los sucesos. Un lugar en donde nadie debía entrar. Un lugar, del cual, nadie podía salir.

Farid Wilhem sufría un gran dilema. No sabía si ayudar a quien clamaba por auxilio, o favorecer a sus semejantes. La Noche Eterna lo acompañaba y le daba palabras de aliento, pero también representaba su más grande enemigo. Solo ella era su aliada. Solo ella podía salvarlo. Solo ella podía liberarlo. O, tal vez, todo ocurriría de forma contraria.

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Cuando Farid despertó, el cielo nuboso se había oscurecido considerablemente, anunciando una posible lluvia. Estaba sudando, con la respiración agitada y la cabeza dándole vueltas. Había soñado algo. No estaba seguro si había sido una pesadilla, pero lo había impactado en gran medida. No lo recordaba demasiado bien, pero sentía que estaba estrechamente relacionado con la experiencia de la noche anterior.

—Venga, debo olvidarme de esas cosas —se dijo a sí mismo, mientras se levantaba y limpiaba su ropa empolvada.

Observó el cielo y concluyó que no le agradaba mucho la idea de estar en terreno abierto para cuando comenzara la lluvia. Lo mejor sería regresar al salón de clases cuanto antes. Al llegar, se dio con la sorpresa de que estaba completamente vacío. Ingresó lentamente y un reloj colocado en un costado le indicó que las clases habían concluido hace más de media hora. Se preguntó cuánto tiempo se había quedado dormido como para perderse todas las clases de aquel día. Meneó la cabeza, restándole importancia, y se dirigió a su asiento, pero su mochila no estaba. Lanzó un suspiro de resignación y salió del salón.

Antes de llegar a la puerta principal del edificio se encontró con Frank y Rick, quienes parecían estar esperándolo, ya que uno de ellos sostenía sus pertenencias.

—¿Qué pasó, tío? —preguntó Rick apenas lo tuvo a la vista—. ¡Creía que tú no eras de los que se saltaban las clases!

—No pasó nada —respondió Farid, recibiendo su mochila—. Me quedé dormido en la azotea.

—¿De verdad? Me parece la excusa más barata que he oído jamás —contesto Frank, poniéndose en marcha junto a sus amigos.

—Es la verdad. Cambiando de tema, ¿qué hicieron en clase?

—Nada interesante —respondió Frank—. Sin embargo, te perdiste un evento que sucede una sola vez en toda la vida de un estudiante.

—¿Qué cosa? ¿Un examen sorpresa fácil? —bromeó Farid, empujando a sus amigos.

—No, tío, no —Rick tosió e intentó simular una voz grave de presentador de eventos—. Una preciosa nueva estudiante ha llegado a nuestra clase, como caída del cielo.

—¿Estás hablando en serio? Eso no sucede en este mundo.

—Completamente en serio. Tendrás que esperar hasta mañana para conocerla, te puedo asegurar de que con solo apreciar su apariencia quedarás impresionado.

Tras esto, siguió una conversación casual sobre otros temas, mientras se preparaban para irse. A través de la puerta podían observar como la lluvia caía con fuerza en el exterior. Si bien Farid no había traído paraguas, sus dos amigos si lo habían hecho y, afortunadamente para él, los tres eran vecinos, de forma que, al ir juntos, nadie resultaría empapado.

Cuando estaban por salir, unos pasos detrás de ellos los hizo volverse. Ante los tres se encontraba una chica de mirada soñadora, con un paraguas celeste entre sus manos. Podría pasar como una persona común y corriente, de no ser por su destacable belleza y, de forma más específica, por su largo y sedoso cabello plateado de apariencia fantasiosa.

—¡Hola! ¿Qué tal? —saludó Rick haciendo un gesto con la mano, tras lo cual se volteó hacia Farid—. Mira, tío, tienes suerte. Ella es la nueva estudiante de la que te hablamos.

Por su parte, la chica, que había estado sonriendo amistosamente hasta ese momento, cambió su gesto al observar el rostro de Farid. Retrocedió un paso y soltó su paraguas sin percatarse de ello. Se puso tensa y, sin razón alguna, salió apresuradamente por la puerta, sin dar importancia a la lluvia que caía sobre ella.

Farid también la había reconocido al instante. Aquel largo cabello plateado era inconfundible. Él también salió al exterior sin preocuparse por la lluvia. Esta vez, estaba decidió a dar alcance a aquella misteriosa joven y preguntarle qué es lo que estaba sucediendo.

—¿Qué rayos acaba de pasar? —preguntó Rick, cuando Farid y la chica se perdieron entre la lluvia.

—Algo demasiado extraño como para ser cierto —respondió Frank, tras reponerse de la impresión.

Ambos chicos se miraron mutuamente y, sin mediar palabra, salieron del lugar con destino a sus casas. Al día siguiente, de una forma u otra, y haciendo uso de los métodos que fuesen necesarios, sacarían toda la información posible a Farid y lo obligarían a que les explicara todo.

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