24. Dispersos


N

ino agitó su cabeza antes de abrir los ojos. Sintió su cuerpo pesado y al enderezarse varios sonidos salieron de sus brazos y espalda. Hizo una mueca al arrodillarse. La cabeza le dolía como nunca. Al pararse se dió cuenta que se encontraba en una cueva. Se escuchaban gotas golpear el piso. A pocos pasos de donde él se encontraba, habían piedras rectangulares que servían como escalones devuelta al agua. Al bajar y hundirse hasta la cintura en el agua, tuvo una mejor perspectiva de la cueva. Era como la mitad de una letra C, la parte de arriba lo cubría del sol apenas.

Dislumbró el barco a una distancia considerable. Nadar hasta allá no resultaba posible sin algo en que apoyarse, como una tabla. Gritó esperando que alguien de la tripulación le respondieran. Al ver que gastaba saliva, volvió a la cueva y se recostó. Trató de recordar como había llegado hasta allí. ¿Dónde estaba Adrien? Más bien, donde estaban todos.

Sus párpados se volvieron pesados. No estaba seguro cuanto habría dormido, pero sabía que lo suficiente para no encontrarse agotado de repente. Una armoniosa melodía penetró sus oídos, haciéndole olvidar de su terrible jaqueca. Achicó los ojos al ver una persona acercándosele. El rostro de aquella mujer se le hizo conocido y solo logró murmurar una palabra antes de quedar inconsciente.

- Alya-

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Marinette entrecerró los ojos al sentir la luz del sol en su cara. Se volteó para abrirlos sin dificultad y ahogó un grito al ver a Adrien a su lado. Estaba dormido, con los labios entreabiertos, respirando tranquilo y con algunos cabellos rubios cayéndole en la frente, apenas sobre sus ojos.

Ella recordaba haberle dicho que no tenía ganas de dormir junto a él (aún cuando previamente lo había hecho la noche en que Kim se emborrachó). Él repuso diciendo que no dormiría en otro lugar que no fuese la cama. Entonces Marinette cogió una de las almohadas, abrió una de las puertas de un armario y, tras entrar, la cerró con fuerza.

Debido al espacio tan reducido allí dentro, no había posibilidad de estirarse ni acostarse, de modo que puso la almohada en el piso, se sentó en ella y apretó las rodillas a su pecho, posicionando la cabeza sobre ellas. Y eso era todo lo que recordaba de la noche. Seguramente Adrien tuvo algo de compasión. El nombrado abrió los ojos pillando a Marinette observándolo. Ella se asustó, y de un brinco cayó de la cama.

- Auch- musitó. Adrien se asomó y se echó a reír.

- Voy al baño- dijo antes de cerrar la puerta.

Pasaron dos días con esa rutina. Despertar, merodear por el barco, comer y dormir. Al tercer día, después de desayunar, desembarcaron en América. Marinette terminó arreglando el vestido blanco alargándole el corte hasta sus pantorrillas con algo de material que usó a su favor. No fue sino hasta que se alejaron del puerto que la peliazul notó la bolsita que Adrien llevaba a la mano.

- ¿Qué traes ahí?-

- Algunas monedas que encontré por ahí...- se encogió de hombros.

- Las robaste- dijo Marinette cruzándose de brazos.

- ¿Esperas algo mejor?- preguntó sin obtener respuesta alguna.

- Adrien que haremos. Alya, Nino y los demás-

- Ellos están vivos. Seguramente siguen en camino para acá al no encontrarnos-

- ¿Crees que piensan que morimos?- el rubio se volteó hacia ella.

- Claro que no. Ellos saben que yo no muero tan fácilmente. Mejor preocúpate por ti y esas fachas- dijo notando las miradas de la gente que pasaba a su lado. 

- ¿Desde cuando te importa la opinión del resto?-

- Nunca. Y a mi no me importaría verte desnuda- el rojo se apoderó del rostro de Marinette. - Es solo que no me gusta que otros hombres te queden mirando. Eres mía-

- No soy un objeto-

- Eres de mi tripulación. Fin del asunto- la azabache suspiró resignada

- ¿Y ahora? ¿Los miraculous?-

- Hay dos problemas. Primero está el hecho de que mi grupo y mi nave están perdidos. Si fuéramos a buscar algo como esas dichosas joyas, necesitaría a mi tripulación. Segundo, Alya forma parte del grupo y ella es la única que sabe en donde se encuentran. Hasta entonces, nos queda esperar-

- ¿Y qué haremos en ese tiempo?- Adrien sonrió.

- Se me ocurren muchas cosas. Pero tengo hambre. Veremos que consigo-

Para el atardecer, ambos adultos se hallaban alejándose de la civilización. Caminaban hasta el extremo más desierto de la playa. La arena se mezclaba con diminutas rocas. Marinette sentía un fuerte impulso de lanzarse al mar. Al verificar que estaban suficientemente lejos, Adrien sacó de una bolsa todo lo que había logrado robar en ese día.

- ¡Que buen botín!- exclamó Adrien.

- ¿Por qué no pagas un lugar donde pasar la noche?-

- Es un poco temprano, ¿no te parece?- Marinette miró al cielo. Ya era de noche. Sin embargo, al pasar por afuera de un bar, escucharon a mucha gente gritar y reír a pesar de la música improvisada que se daba.

Ambos entraron (Marinette fue arrastrada por Adrien) y el olor a alcohol y tabaco inundó su olfato. Adrien agarró dos cerveza que acababan de servir y se las acabó de un solo trago. Marinette lo jaló hacia donde bailaban otras parejas por la manera divertida como tocaban los jóvenes. Tamborileaban viejos barriles y hacían sonar unas cuerdas a fin de tocar una alegre melodía.

Marinette lo agarró de ambas manos y empezó a dar vueltas junto con el rubio, provocando risas de su parte. Las mejillas de este estaban acaloradas y su sonrisa se agrandaba. En un momento dado, todos cambiaron pareja, lo que causó cierta decepción en la peliazul, mas no dejó de bailar con energía. Al regresar con el rubio, este le habló.

- Ya creí que tendría que recuperarte. Eres la única con la que me apetece bailar- Marinette quedó asombrada ante sus palabras. Luego arrugó la nariz.

- Estás borracho- afirmó con una pequeña sonrisa.

- ¿Y eso qué?- dijo dándole una vuelta y atrayéndola junto a su cuerpo. - Por mi parte podemos bailar toda la noche si mi lady lo desea-

- ¿Mi lady?- rió la joven.

- Eres hermosa como una dama, e insoportablemente buena-

- Gracias- en ese momento la música paró ya que uno de los músicos ansiaba beber algo. Adrien aprovechó y pidió otra cerveza. Esta vez la tomó con lentitud.

- Entonces, ¿bailo bien? Porque no entiendo como no tropezé-

- Esconde muchas sorpresas capitán-

- Me gusta como lo dices- mencionó poniendo la cabeza en su mano y observándola con una sonrisa. - Eres taaaaan perfecta- dijo estirando su brazo. Marinette no pudo evitar reír. Le gustaba ese lado de Adrien. ¿El lado ebrio?

- Gracias capitán-

- ¿Bailamos mi lady?- invitó al escuchar la pequeña banda tocar.

Pasaron el resto de la noche en aquel bar, solo bailando y divirtiéndose. Marinette jamás creyó sentirse tan cómoda junto con Adrien. Había confirmado que Adrien era mucho más tierno al estar borracho. Sintió lástima de que no pudiese comportarse así al estar sobrio. Pero eso no le impidió disfrutar su compañía. No fue sino hasta que Adrien la besó en la que sus pies dejaron de moverse. Ella le correspondió.

Era inevitable. Esta vez era tan delicado, tan suave, tan cuidadoso en como movía sus labios con los de ella, y su tacto en su mejilla. Al separarse Marinette salió del bar agarrándolo de la mano. Sus brillantes ojos verdes estaban algo cristalizados. Ella suspiró. Aquel beso había sido el mejor que él le pudo dar (ya que prácticamente le robó los otros) y era al estar ebrio.

- Vámonos. Hay que buscar donde dormir- dijo.

- Espera- el rubio alzó una mano. Le dió la espalda justo a tiempo para vomitar. Afortunadamente nada llegó a parar en su ropa, solo en la vereda. Marinette le sobó la espalda hasta que terminara. No duró tanto pero Adrien quedó agotado. Arrimó un brazo en Marinette y a ella no se le ocurrió otro lugar que no fuese la playa. Fue hasta una zona apartada de la ciudad, y lo recostó con delicadeza.

Después de hacerlo no perdió el tiempo. Se quitó el vestido y las botas que había conseguido en el barco y se acercó a la orilla. Al momento en que el agua mojó sus pies, sintió la misma fascinación de siempre al meterse al mar. No tardó en zambullirse por completo. Al quedar por completo bajo el agua, sus piernas se transformaron en la cola de sirena. Veía perfectamente a pesar de estar oscuro, y no sentía frío en absoluto.

La peliazul nadó y se alejó de la orilla. Se alejó tanto en tan poco tiempo que descansó flotando en la superficie. Su vista flechada en el cielo estrellado. Volvió a su labor y nadó sin prisa, acompañada de algunos peces. Se encontró con otra sirena, que tenía una aleta roja y el pelo rubio y rizado. La miró a la ojiazul con asombro, y fueron juntas hasta las profundidades.

- ¿También te alejaste de nuestro hogar? Para mí el tiempo pasa y no me doy cuenta de cuanto nado-

- ¿Cuál hogar?-

- La Voz del Mar- la sirena frunció el ceño por esa pregunta, la tomó desprevenida. - Casi todos habitan allí. Algunos se dispersan en busca de comida o de humanos que no lograron atrapar- narró moviendo las manos.

- Pero no todas las sirenas necesitan humanos- dijo al recordar que Alya en algún momento le contó sobre eso.

- Es cierto, no necesitamos pero a veces es irresistible. ¿Cuál es tu nombre?-

- Marinette-

- Yo soy Marine-

- ¿Adónde nos dirigimos?-

- Ir a la Voz del Mar tomaría algo de tiempo. Hay algunas otras sirenas que residen aquí. Está cerca de territorio humano pero la comida es más sencilla de obtener. ¿Te gustaría quedarte hasta que amanezca?-

- Por supuesto- asintió sonriendo.

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