1. Diario
El sol salió, dando lugar al nuevo día. Una joven azabache se levantó y, después de asearse, preparó el desayuno para su tutor y el suyo.
Así lo decían todos, pero para Marinette, el Maestro Fu siempre fue como un segundo padre para ella. Fue quien se responsabilizó de su crianza cuando sus padres murieron ahogados dejándola huérfana con cinco años.
El anciano la quería mucho, y él mismo se encargaba de enseñarle todos los días. A medida que pasó el tiempo, quiso ayudarlo haciéndose cargo de casi todas las tareas del hogar.
Al terminar, dejó los platos en el pequeño comedor de la sala. Acomodó las almohadas y, tras llamar al viejo, se sentó en el piso esperándolo pacientemente.
Este bajó, la saludó amable como siempre y comieron en silencio.
Al terminar, él fue a la otra parte del pequeño hogar, que era una tienda donde vendía materiales de barcos y utensilios para hogares. Ya que en pleno año de 1650, la navegación era un factor importante para Francia.
Marinette vió que no había necesidad de limpiar la casa, por lo que se amarró el pañuelo rosado detras de la rosca que se hizo, y salió.
- Ya me voy, Fu- le avisó dándose la vuelta.
- Ten un buen día Marinette- le sonrió.
La peliazul caminó con su sonrisa habitual en su trayecto al trabajo. El puerto no quedaba tan lejos, y adoraba salir en las mañanas.
Las carretas viejas y carros elegantes se mezclaban en las ocupadas calles parisinas. Claramente se notaba quien era alguien rico y quien no. Cruzó la calle deprisa y de ahí corrió hasta oler el mar y oír a las gaviotas.
Trabajar en el puerto era algo que le fascinaba, a diferencia de muchos en la ciudad. Ver los barcos ir y venir, sentir el agua salpicar en su ropa al reventar las olas, el viento lavar su rostro sudado, para ella era un encanto.
Saludó a Roger, quien era el que se encargaba de que todo se maneje correctamente allí, y ayudaba, lo que era mejor.
Marinette se encargaba de limpiar el puerto para que las personas caminaran cómodamente, y también ayudaba a bajar cargamentos exportados o intercambiados, a lo cual gustosa aceptaba.
Pero la razón principal de trabajar allí era el mar. Lo adoraba. Desde pequeña le tenía gran afán, y siempre anhelaba zarpar en un barco y pasar día y noche en medio océano. Las historias que sus padres le narraban sobre el agua frente a ella aún rondaban por su mente. La adrenalina de aventura corría por su sangre. Era un sueño que deseaba cumplir. Aunque eso no era todo.
- ¿y cómo está Fu, Marinette?- le preguntó Roger que colocaba en su lugar unas cuerdas. La peliazul dejó de barrer y se acomodó el pañuelo rosa.
- Está muy bien, siempre alegre y empeñado en trabajar-
- En eso se parecen ambos. Vaya, hace un tiempo que no lo veo. Algún día de estos pasaré a saludarlo- Marinette le sonrió.
- Estará contento de verlo otra vez. ¿y Sabrina? No he sabido de ella desde hace años- el pelirrojo rió sin parar su trabajo.
- Dice que le gusta España, aunque no estoy tan viejo para cometer la locura de ir allá. El siguiente año volverá-
- Ojalá siga siendo la misma que era-
- Ojalá- suspiró Roger.
Al atardecer, todos los trabajadores emprendieron el camino a los bares para darle fin al día.
Pero Marinette, como solía hacer, se quedó sentada en el puente del muelle. Sus piernas colgaban de ahí, y se arrimó en sus brazos para observar el sol caer. Se preguntaba, qué habría más allá.
Unas manos la agitaron alocadamente de los hombros, y se giró de inmediato a ver quien era.
- ¡Sopresa!- gritó una joven riendo al ver la cara de la azabache.
- ¡Chloe! Dios, que susto, casi me muero- la rubia se sentó a lado de ella sin darle importancia a lo que le pase su vestido.
- No es para tanto- dijo haciendo un gesto con la mano. Marinette rio escéptica pero le sonrió a su mejor amiga.
- ¿Cómo así por aquí?-
- Ya sabes... aburrida- la peliazul comenzó a reírse a carcajadas hasta que se calmó.
- ¿Te escapaste de nuevo?-
- Si, las reuniones son horriiiibles, pero amo los vestidos- dijo señalando el suyo.
- Pues yo voy por pantalones- apuntó su vestimenta inferior rosada. Pues era así.
Le gustaba la ropa floja, además de que era cómoda para trabajar. Vestía su típica camiseta blanca con gruesas rayas apenas visibles grises medio holgada de manga larga. Sus pantalones eran rosados, igual que el pañuelo en su cabeza. Y en sus pies usaba botas gastadas grises.
- ¿Ya nos vamos? No solo debes darte una ducha pero quiero pasar por tu tienda- Marinette rodó los ojos y regresó con Chloe a su pequeña casa.
Era extraño tener algún tipo de relación con alguien de distinta clase, pero las jóvenes eran mejores amigas y no les importaba el rango del padre de la rubia.
Chloe la dejó a la azabache en casa, saludó a Fu y volvió con su padre que la esperaba exasperado en la mansión.
Marinette se aseó, y tras ponerse sus ropas de dormir, preparó la merienda. Cada uno contó cómo fue su día, y terminaron leyendo libros en la sala.
Pero a Marinette no se le iba su duda.
- Fu- el viejo le prestó atención.
- ¿si?-
- ¿Crées que... los piratas son malos?- el viejo bajó su libro.
- ¿Por qué preguntas eso?-
- Porque...- la joven se mordió el labio. - Es..pasa.., siempre hablan mal de ellos. Y en una lección me dijiste que hay que tener cuidado con ellos-
- Es verdad, pero no todos son horribles. Puede que una gran mayoría, pero varios piratas que atacan solo roban, no matan a la gente. Un buen ejemplo es Chat Noir-
- Pero a él nunca se le ve cuando roba aquí en la ciudad. Nadie sabe si en verdad existe. Aunque no importa, el punto es que... ¿tú los consideras malos?-
- ¿Y tú?- ella se abrazó las rodillas.
- No lo creo, osea, a los que no hieren. Más bien, solo es más gente que vive a costa de los ricos y no tienen manera de sobrevivir, por lo que roban. Y viven en el mar, lo mejor de todo- añadió. Fu se paró y la abrazó.
- Buenas noches- dijo y se marchó a su cama.
Marinette también fue a la suya, aunque tardó un tiempo en encontrar el sueño y dormirse.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top