Capítulo 05. Navidad, dulce Navidad.

Todos ocupaban lugares en la mesa, había aparecido Ryoga convertido en P-Chan minutos después de aquél estallido de palabrerías de Akane hacía Ranma. Por supuesto, ésta se lanzo abriendo los brazos en cuanto lo observo, y el cerdito cedió ante aquél encanto. A Ranma esto no le había causado mucha gracia, pero sabía lo que podría ocasionar unas palabras mal intencionadas.

Ukyo había aparecido pronto con un par de Okonomiyaki para la ocasión. Y por razones tan obvias como una fuerte amistad, permaneció. 

Aquello se había convertido en una verdadera fiesta divertida y amistosa. Pero Akane a pesar del agradable ambiente se encontraba enojada con ella misma, pidiendo las apropiadas disculpas se adentro a su habitación con la intención de rebuscar entre sus cosas y ducharse. Sintió a sus espaldas mientras rebuscaba en sus cajones, que alguien la observaba, y con el susto causante se giro sobre sí misma dispuesta a enfrentarlo. Sin observarlo se lanzo al ataque, y cuando tropezó con una de sus prendas, casualmente la que había utilizado Ranma horas antes, termino aprisionando al extraño contra su espejo. Tan grande fue su sorpresa cuando encontró a su prometido observándole.

Las mejillas de ambos ardieron en profunda vergüenza, y el latido de ambos corazones se fundía en uno solo, al mismo ritmo, igual de asustados, confundidos, y nerviosos.

—Perdón— logró, simplemente, expresar Akane, antes de distanciarse.

Ranma sacudió la cabeza de un lado a otro en respuesta.

Un silencio incómodo los envolvió, y ya no encontraban palabras para formular alguna oración. Ranma no comprendía el impulso de ir a verla en la habitación, quizás no se encontraba seguro de que estuviera fuera de peligro. Akane se rió, no sabía como actuar ante esas situaciones confusas, se aproximo a su cama y se sentó, Ranma permaneció incorporado, frente a ella, inmóvil.

—Entonces... ¿Quién era ese chico?— Recordó cuando lo observó a través de la puerta, ojos castaños, pelo de igual color, menudo y con la piel ligeramente bronceada.

—Amigo de Kuno— respondió, mientras cruzaba los brazos por el pecho—. Cuando lo descubrí estaba intentando aprovechar la inconsciencia para llevarte hasta su casa y despertarte con él.

—Ese maniático...— susurró apretando los dientes.

—No debes preocuparte— una leve sonrisa se dibujo en sus labios— ya me encargaré de él.

Akane asintió. La incomodidad volvió a acecharlos. Ranma se aproximo a la cama, sin permitir que la cobardía le robará la oportunidad. Extendió su mano con cautela, temblando.

—¿Quieres tu regalo?

—¿Qué?— Akane fingió no comprender.

—Ven conmigo.

Akane tomo su mano con sorpresa, y él la llevo hacía su ventana. Con suma cautela la abrió lentamente, y aquél ruido molesto volvió a aparecer.

—Tenemos que arreglarla— Comprendió Akane.

—Eso será después.— Finalizó.

Ranma comprendió que Akane quizás estuviera cansada, por lo cuál, con un simple gesto de agacharse frente a ella y extender los brazos, ella lo comprendió y accedió. Estuvieron tiempo largo recorriendo las calles de aquella cuidad. Parecía jamás llegar a su destino, Akane se preguntó a donde la estaría llevando.

Pronto se aproximaron a un parque cubierto de nieve y luces. Era asombroso como en aquella noche las estrellas se mezclaban con la festividad, era una perfecta noche de Navidad. Ranma la posiciono cómodamente en un suelo bastante firme y sin tanta nieve en los pies, rebusco en sus bolsillos, nervioso, y cuando pareció divisarlo lo extendió hasta su prometida.

—Es para ti— aunque aquella afirmación no necesitaba ser explicada, Ranma notaba su nerviosismo a flor de piel. Akane rió, también lo había comprendido.— por confiar en mí en todo momento.

Akane extendió sus brazos y se encontró con una hermosa pulsera plateada, los lienzos del perfil de una chica con el pelo corto se aproximaba en un dije, y en otro dije, el perfil de un chico con trenza.

—Es bellisímo— anuncio, mientras se lo posicionaba en la muñeca— muchas gracias, Ranma.— Suspiro y una neblina se hizo presente en los labios, Ranma los observo con cautela. Akane no fue indiferente.— Yo no conseguí el tiempo necesario para hacerte un regalo tan costoso. Pero...— las mejillas ardieron en rojo vivo, y Ranma la encontró adorable— si me permites, me encantaría devolverlo.

Sus ojos se encontraron en un instante que pareció eterno, bajo las luces de aquellas decoraciones, bajo las estrellas como testigos, y la nieve acariciando sus zapatos, Ranma contestó;

—Está bien.

En este momento, las mejillas ardieron en sincronía, el suspiro se fundió en uno solo, el acercamiento hacía a sus narices posicionarse unidas, los labios se abrieron un instante, tambaleándose de un lado a otro, buscando el complemento perfecto. La sincronía dispuesta, el alcance del momento esperado, los labios como uno solo, bailando la misma melodía, los ojos descansando de la vista corriente, el cuerpo descubriendo estrellas.

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