19

Al quedarse solos en el cuarto, él siente movimiento a su lado debido al colchón. Entonces levanta la cabeza, encontrando a Ama mirándolo con sus ojos negros.

—¿Si? —pregunta, al borde del hartazgo ya que no lo dejan dormir su preciada siesta.

—Gracias, te las doy por parte de Mia —habla ella, entonces coloca la mano en una de sus orejas para acariciarla.

—No hace falta que hagas eso, no funciona con... —en eso siente que toma sus dos orejas—... migo.

Siente esos pequeños dedos masajear con energía, pero no llega a lastimarlo, al contrario la sensación es muy agradable. Cuando pasa a su melena, él queda paralizado por un ponente al tener el impulso de girar para atacarla. El miedo de perder la nueva melena se esfuma cuando la siente peinarlo. Su punto débil está en la nuca, por lo que ronronea con energía y termina recostado sobre el regazo de su ama.

Hay una batalla interna en su interior en ese momento. Aunque su raciocinio palidece cuando las caricias bajan a su espalda, moviéndose a lo largo y ancho.

—Te lo merecías —dice ella cuando se detiene.

—S-Si ama —responde sin dirigirle la mirada.

—¿Qué pasa? ¿Quieres más? —pregunta para luego ser aplastada por él—. Ah, p-pesa... s-sólo di que si —comenta apenas mientras se arrastra pasa salir de abajo. Cuando aparta un poco la ropa, Mirrey le comenta que siempre hay un lugar en su espalda que no alcanza.

No es tan malo dejar que me toque, es un agradable masaje, se dice a sí mismo al estar boca abajo en la cama. Por otro lado ella pasa sus dedos por el suave pelaje, utiliza sus uñas para rascar la piel y también siente algo irregular, por lo que crea una imagen en su mente con ayuda del tacto.

—También tú —murmura, haciendo que él mueva las orejas—. Estás lleno de cicatrices.

—¿También?

En la otra habitación, han pasado unos minutos en los que Mia decide si entrar o no. Camina de un lado al otro frente a la puerta hasta que ve salir a una pareja de otro cuarto.

—¡Es igual que aquella vez! —se dice luego de cerrar de golpe, sólo entonces nota que está dentro de la habitación. Lentamente gira para encontrar a Izaro sentado a los pies de la cama, en ese momento sus orejas se agachan—. No. Él no debió tocarme cuando estaba inconsciente, pero...

—Ah, Mia. Iré con Ella y Mirrey para que estés más cómoda. —Él se levanta de la cama al verla.

—Tu mejilla —indica al ver las marcas.

—No es nada, no te preocupes —responde sonriendo mientras su conciencia le recrimina que la asustó. Mientras estaba solo reflexionaba sobre del origen del miedo de la felina, recordando cuando se desató de manera salvaje—. Me tienes miedo. Entiendo eso. El día que te vi con el lobo... mi cuerpo se movió por sí solo, tenía miedo pero lo ataqué. Si Ella no intervenía estaba dispuesto a seguir peleando. Yo...

—¿Qué quieres decir? —Lo ve temblar un poco y su sonrisa acaba desvaneciéndose.

—Me convertí en lo que papá quería.

—No, no —niega ella de inmediato cuando se acerca. Lo abraza con fuerza, sorprendiendo al canino repentinamente—. Lo siento. No quería lastimarte, ¡nadie va a lastimarte nunca más!

—¿P-Por qué... e-estás llorando? —pregunta al mismo tiempo que contiene su llanto. Él se había prometido no llorar de nuevo el día que dejó su hogar, desde ése momento se dijo que iba a ser muy feliz.

—Estaba tan nerviosa porque me gustas y te hice pensar eso, lo siento —murmura contra su pecho, aferrándose más—. Te quiero, te quiero —repite un par de veces más al mismo tiempo que frota su cabeza contra la de él. Luego levanta su pata para limpiar las lágrimas de Izaro.

—No tenía idea... —susurra, haciendo un esfuerzo en hablar con claridad, sin que ningún balbuceo lo interrumpa—. E-Estás ronroneando —comenta y lentamente la rodea con sus brazos.

—No me detendré hasta que te sientas mejor —le asegura sin dirigirle la mirada. Sus nervios la atormentan pero no es nada comparado con la culpa que siente, por ello dijo la verdad y espera que las consecuencias no sean tan graves.

Para la hora del almuerzo ellos deben bajar a un restaurante que es parte del hotel, el lugar no tendrá servicio a la habitación pero la comida es muy buena.

Mirrey mira su plato en silencio mientras los demás comen. Esto le llama la atención a Ella y le ofrece un poco de su comida al creer que el tamaño de la porción es el problema.

—No tengo hambre —murmura al apartar el plato, es fácil rechazar los vegetales porque nunca le agradaron del todo.

—Ninguno comió desde esta mañana —comenta Izaro—. Puedo pedir algo que tenga huevo o queso para ti.

—¡Estoy bien! —exclama al momento de levantarse de la mesa—. Iré a la habitación, ama —agrega, ya un poco más calmado.

—¿Qué tiene? No es el león orgulloso y engreído de antes —comenta Mia mientras lo ven alejarse.

—Cuando ustedes se fueron lo acaricié mucho —habla la simio, provocando un fuerte sonrojo en el rostro de sus compañeros.

—Ella, eso es privado.

—Pude sentir cientos de cicatrices en su cuerpo. —En ese momento Izaro deja caer su cubierto.

—¿Quién fue?

—No quiso decírmelo —responde al recordar la discusión. Ella lo ordenó a responder ya que es su ama pero Mirrey se negó de una manera calmada y le suplicó que no lo obligue recordar—. Muchas de las heridas eran antiguas, tal vez de cuando era un cachorro.

—Iré a hablar con él —se propone el canino pero Mia lo detiene sosteniendo su pata.

—Mejor no, ya te gritó.

—Pero-

—Vamos a darle espacio —sugiere Ella—. Los último días ha vivido de una manera diferente a la que estaba acostumbrado.

—Tienes razón, mejor lo dejamos a solas —concuerda la gata para luego levantarse y decir que irá por el postre.

En ese momento Izaro se acerca, diciéndole en voz baja que tiene algo importante que contar.

—Cuando hablamos Mia se disculpó por arañarme y también me dijo que le gusto, ¿puedes creerlo?

—¿Le gustas? Nunca me lo había imaginado —contesta Ella mientras continúa comiendo.

—No sé qué responder ahora, Mia siempre fue una amiga y no quiero lastimarla. Pero tampoco mentirle cuando no siento lo mismo —le explica y aguarda por un consejo.

—Mmm, no sé qué podrías hacer. No tengo experiencia en estas relaciones.

—Entiendo —murmura mientras agacha la cabeza—. Yo... Voy a pensar primero.

—Hazlo, tal vez Mia termine gustándote —lo alienta.

Él asiente y se levanta de la mesa para ir por otra porción, al mismo tiempo la felina regresa junto a la simio con los postres. Mia se asegura de que Izaro esté lo suficientemente lejos para hablarle.

—Lo arruiné, le dije que me gusta —dice en voz baja cuando se sienta junto a Ella.

—¿En serio? No es propio de ti.

—¿Qué pensará de mí? ¿Qué le voy a decir a mis padres? ¿Qué dirán los demás? —se pregunta al tomar su cabeza con las patas—. Yo se lo dije porque me duele verlo triste. Hice que llegara a pensar que le tengo miedo por la manera en la que atacó al lobo en ese motel. Pero en verdad yo estaba feliz cuando me defendió, no me desagradó cuando me abrazó.

—¿Por qué no le dices eso a él? —sugiere Ella, quien ahora va por el postre.

—No, es demasiada información para un día —dice rápidamente mientras niega—. Izaro está un poco distante de mí... No me sorprende.

—Pienso que no es por tu confesión —habla la otra cuando la mira fijamente —. Últimamente le has regañado mucho, incluso me dijo que lo hiciste dormir bajo la cama.

—Yo... Yo... ¡Soy una tonta! —Mia baja la cabeza por un momento luego mira a Ella—. Ya sé qué debo hacer, Izaro se merece tener mucho cariño y ser feliz.

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