C A P Í T U L O 8

Algo se remueve junto a él y algo húmedo recorre un lado de su cara, provocando que abra los ojos de par en par para ver qué a sido el causante.

Unos ojitos azul glaciar es lo primero que observa. Ember ladra feliz porque a logrado despertar al chico y vuelve a lamer su rostro en un gesto cariñoso.

—Pequeña ya, detente —le pide el joven somnoliento y como no obedece la toma con cuidado para alejarla y así poder incorporarse.

Ember aprovecha entonces y se sienta en su regazo mientras mueve su colita alegre y animada.

—¿Y ahora a ti qué te picó? —le pregunta, curioso por su actitud.

Levanta sus manos para acariciarla y ésta se apega a él como si lo hubiera extrañado.

Nico sonrie por su acción y rodea su cuerpo peludo, abrazando a su ya grande cachorra. Más termina frunciendo el ceño al agachar la mirada y encontrar sábanas blancas cubriéndolo en lugar de sus cobijas azules, alza entonces el rostro confundido y encuentra las paredes de la habitación blancas... Totalmente.

¿Y mis frases?

Algo hace click en su cabeza y las alarmas se activan. Deja de mimar a Ember en ese momento para echarla a un lado y salir de la cama.

Caminando hasta la ventana de la habitación —¿Dónde está su balcón?—, toma las cortinas y de espacio las corre hasta poder medio ver hacia afuera.

Las alarmas enloquecen.

Termina de quitarlas de golpe y sus ojos se abren pasmado al ver un inmenso bosque multicolor y no las calles de Londres.

¿Pero qué demonios?

Da dos pasos algo tambaleantes hacia atrás y su mirada escanea la habitación a detalle: Es casi igual a la suya. Si no fuera por las paredes vacías y la falta del balcón serían idénticas, y eso le resulta más turbio aún.

Una puerta siendo abierta hace que gire de inmediato hacía la entrada del cuarto y vea a Charis asomar su cabeza por la puerta entre abierta.

—¡Al fin despiertas! —habla la chica con su típico tono alegré al verlo, y termina de entrar dejando la puerta abierta—. Ya nos estabas preocupando.

Más Nico sólo logra parpadea aturdido ante su presencia y tarda más de lo que le gustaría en procesar las cosas.

¿Nos? —cuestiona finalmente, entre sorprendido por ver a su amiga y confundido por las palabras de ésta— ¿De qué hablas Charis?, ¿Por qué estamos en un bosque? —le interroga de inmediato, más frunce nuevamente el ceño, ahora con desconfianza, al darse cuenta de un detalle muy importante— ¿Qué estás haciendo aquí?

El semblante de la chica no se altera ante su interrogatoria. Ya se esperaba esa reacción por parte de su amigo.

—Si quieres saber que está ocurriendo... —comienza a acortar la distancia que los separa hasta que solo hay un par de pasos entre ellos y sus ojos azúl eléctrico se concentran en los bicolor del otro— Te recomiendo me acompañes. Hay alguien que está ansiosa por verte.

El albino la mira aún más confundido. Su respuesta fué extraña, más su tono no tuvo nada oculto, nada malo al menos.

—¿Quién?

—Tienes que venir para saberlo —se limita a responder.

Nico agacha la mirada entonces y analiza su situación.

No hay mucho que pueda hacer.

—De acuerdo —accede, ya que en realidad no tiene muchas opciones, y a pesar de las confusas circunstancias, él aún le tiene cierta confianza a Charis ya que hasta ahora la considera su "amiga", y ella sonríe de oreja a oreja ante su respuesta—. Pareces el Joker con tantas sonrisas.

La pelinegra rie ante su comentario, más aclara su garganta bajandole a su entuciasmo.

—Perdón, es que me emociona que estés finalmente aquí —admite, ahora un poco más serena, pero igual de felíz.

Nico se limita a asentir intentando dejar sus interrogantes de lado.

Charis imita su gesto y gira entonces sobre su eje para encaminarse de vuelta a la salida. El chico le hace enseguida un gesto a Ember para que le siga y ésta como siempre obedece.

Salen de la habitación y ella cierra la puerta para luego pararse frente a él y ser su guía. La cachorra se coloca junto a la chica ignorando el hecho de que están en un lugar desconocido, mientras que el muchacho se queda atrás y trata de buscar entre sus recuerdos lo que pasó el día anterior, más lo último que logra recordar es haberse dormido temprano ya que, milagrosamente, pudo conciliar el sueño fácilmente.

Después no recuerda nada. Ni siquiera recuerda haber soñado con algo, lo cuál es inusual.

Se abraza a si mismo en ese momento y frota sus brazos desnudos —ya que trae puesta su pijama— tratando de mantener la calma. Alza la mirada que había mantenido gacha y decide mirar su alrededor para distraerse.

El pasillo por donde caminan es ancho, fácilmente podrían caminar unas cinco personas una al lado de la otra, el piso es de cerámica negra pulida donde se puede ver ligeramente sus reflejos y está dividida en grandes rectángulos. Las paredes son de un tono blanco cremoso adornadas con algunos cuadros de diversas pinturas de paisajes verdes, rocosos, marinos, desérticos y variadas plantas coloridas y flores exóticas perfectamente hechas. De ambos lados hay puertas de madera tallada y el techo oscura con forma de arco tiene esferas a sus costados que iluminan el pasillo.

—¿Admirando el lugar? —indaga Charis, rompiendo el silencio que se había formado desde que salieron de la habitación.

—Es cálido... —responde él, olvidando por unos segundo la situación en la que está— Se me hace familiar —agrega, en un susurro, frunciendo ligeramente el ceño ante esa sensación de familiaridad sin respuesta que ya está empezando a molestarle.

La chica logra oír lo último, más prefiere hacer cómo que no.

—Y eso que no haz visto el Palacio completo, ¡Es impresionante! —exclama en su lugar, con el entusiasmo bañando su voz.

—Dijiste... ¿Palacio? repite el albino, enfocándose ahora en su amiga, y en el extraño deja vu que esa simple palabra le provoca.

Ella lo mira sobre su hombro justo en ese momento para dedicarle una sonrisa ladina.

—Eso dije —le confirma, regresando su vista al frente y acelerando su andar.

Nico intenta decir algo más, pero termina mordiéndose el labio inferior extrañamente ansioso y se traga sus dudas para apurar el paso e igualar el ritmo de la joven.

Caminan un rato más hasta llegar a unas escaleras de caoba tallada que se curvan a la derecha y bajan hasta llegar a un amplio recibidor decorado también con cuadros. Hay una puerta doble en cada pared, dos más grandes y las dos restantes más pequeñas junto a las escaleras.

—Ven —le pide Charis, y es entonces que cae en cuenta de que se a quedado quieto en el último escalón—. Después te muestro todo con más calma.

Ignorando lo último que le dice, la sigue hasta la otra escalera que queda frente a la anterior y suben nuevamente al segundo piso, pero del otro lado.

El nuevo pasillo es casi lo mismo al anterior, a excepción que en este los cuadros ahora son fotografía de construcciones de todo tipo, las puertas son más escasas, un poco más grandes, y solo hay del lado derecho ya que del lado izquierdo hay ventanales largos y anchos que cubren casi toda la pared dejando que se aprecien las copas de los árboles que forman el hermoso bosque.

Caminan hasta casi llegar al final y Charis se detiene frente a una puerta doble con rosas talladas y le da un par de golpes para anunciarse.

La puerta es abierta como respuesta y la chica la empuja con delicadeza para luego hacerle una seña a su acompañante con la cabeza indicándole que entre. Más de inmediato él niega y le pide que entre primero, a lo cual ella accede sin protestar y entra seguida de Ember.

Esa cachorra no le teme a la muerte. Susurra una voz en su cabeza y Nico asiente de acuerdo. Ember parece tener más agallas que él.

Respira profundo y trata de prepararse mentalmente para poder afrontar lo que sea que encuentre del otro lado.

Dicen que la curiosidad mató al gato, pero al menos murió sabiendo la verdad.

Que gran automotivacion la mía.

PD: F por mi alma.

Y con esa gran charla mental, entra de una vez por todas.

Una vez dentro descubre que se trata de un despacho donde hay una mujer sentada al otro lado de un escritorio y Ember se encuentra en su regazo siendo mimada por ella.

¿Pero que demonios le pasa a este animal?

—Toma asiento por favor —indica la mujer, imperturbable, y Nico tarda unos segundos de más en darse cuenta que se dirige a él.

Despacio camina hasta el mueble pequeño frente al escritorio y mira de reojo a Charis una vez está sentado. La pelinegra está en un sillón a parte junto a una chica que ahora es que viene a notar su presencia.

La chica nueva gira en su dirección al sentir que la observan y sus ojos oscuros como el carbón conectan con lo de él de inmediato.

En seguida siente que su corazón se salta un latido ante el fuerte deja que le provocan sus ojos. Y sin darse cuenta, se encuentra ahora viendola a detalle.

Es jóven, tal vez de su edad, posee una tez bronceada perfecta, cabellos color caramelo con mechones color ámbar en los bordes y raíz más oscura, como chocolate, le llega a la cintura y está algo desordenado, dándole un toque rebelde que combina perfecto con su look.

Es bonita. Reconoce, y termina sonriendo de forma inconsciente.

Algo en ella le resulta muy familiar, y una extraña nostalgia lo invade a ver sus ojos, como si la estuviera viendo después de muchos años y le hubiera echado de menos durante todo ese tiempo.

Y sentimiento es mutuo.

Ella también lo observa a detalle, y sus orbes oscuros adquieren un brillo melancólico junto a un destello plateado que lo atrapa.

—Ella es Cameron —habla la mujer detrás del escritorio, y hace que tanto Nico como la chica parpadean un par de veces como si su voz los hubiera sacado de un trance—, es como tú y tiene tu edad. Estoy segura que se llevarán muy bien —agrega, con un toque juguetón que lo descoloca.

Cameron le regala una pequeña sonrisa y lo saluda con la mano. A lo que él le devuelve el gesto un poco nervioso por su mirada.

Espera un momento.

Su sonrisa se borra de inmediato y gira hacia la mayor para mirarle interrogante.

—¿A qué se refiere con "Como tú"?

—Es una larga historia —responde la anteriormente nombrada, y hace que el chico regrese a ella curioso, su voz es aún más familiar—. Después te la cuento.

—¿Lo prometes? —dice de repente, y casi quiere golpearse por lo patético que fué eso.

Más Cameron sólo ladea su sonrisa con ternura.

—Lo prometo —asegura.

Awww...~ —expresa Charis en ese momento y une entonces sus manos apoyando el rostro en ellas, mirando a sus amigos con ternura— Nuevo ship desbloqueado —musita.

Enseguida Cameron mira a la pelinegra con una expresión de "¿Enserio dijiste eso?" Y niega con la cabeza acompañado de una risilla ahogada. Más se puede notar un sutil rubor en su delicado rostro.

Verla sonrojada por las palabras de Charis le resulta tanto tierno como gracioso al chico, por lo que se muerde el labio aguantando un risilla, más cuanto los orbes oscuros de la castaña vuelven a los suyos, aparta la mirada y regresa al frente con cierta vergüenza por casi burlarse. Decidiendo que mejor se centra en la mayor.

La mujer que observa todo con bastante interes aparenta unos treinta años, o quizá menos, su cabello largo es de un escarlata intenso que refleja la luz de forma antinatural, con algunos mechones cubriendo elegantemente su frente, sus ojos son de un tono celeste demasiado claro, casi transparentes, enmarcados por largas pestañas rojizas, su piel es de un rosa suave, tersa y brillante, y sus finos labios están pintados de un rojo esquisito que complementa su aura sofisticada y divina.

En definitiva la conozco. Asegura el de ojos bicolor. Todo en ella le es conocido. 

—Por favor niñas, déjenme a solas con Nico —pide la pelirroja con gentileza y las chicas acceden con un «Si tía», incorporándose para salir de la habitación.

Él albino mira de reojo a la pelinegra antes de que salga y ésta levanta sus manos alzando sus pulgares en señal de apoyo para luego dedicarle un guiño y cerrar la puerta.

Una vez quedan a solas, Nico se permite un momento para analizar su entorno: Paredes color beige, un estante con libros, un par de muebles de aspecto antiguo —contando en el que está sentado—, un pequeño armario junto a un archivero, lamparita, una foto enmarcada sobre la mesa...

Me siento como en mi primera cita con la psicóloga.

—Ignora a Charis —rompe el silencio la pelirroja, con ese tono cómplice que le eriza la piel por lo familiar que le resulta, y vuelve a centrar toda su atención en ella—. Le gusta hacer de casamentera junto a Luca.

—¿Dónde estoy? —pregunta el albino, ignorando todo lo demás que dijo la ojiazul— ¿Cómo llegue aquí? —continua— ¿Y mi familia en Londres?

La tranquilidad en ella desaparece con su última pregunta y da paso a una expresión decaída. Dolida.

—Deberías olvidar a los Baker, Nico... —le aconseja, con sincero pesar en su voz— Ellos ya lo hicieron.

La confusión invade al joven enseguida y frunce el ceño mirando fijamente a los ojos translúcidos de la mujer.

—¿De qué habla?, ¿Cómo qué me olvidaron? —cuestiona, y siente entonces una fuerte opresión en su pecho, haciendo que apriete el material del reposa brazos y mira a la pelirroja ahora suplicante— Dime qué hice... —pide, en un tono bajo.

No sabe exactamente por qué pregunta éso, más algo le dice que hizo algo malo.

La mujer deja salir un suspiro pesado al oírle y decide incorporarse haciendo que Ember baje de su regazo y ambas entonces se acercan a él. Los movimientos cautelosos de la mujer hacen bailar la falda larga de su vestido negro con una ligerasa que la hace lucir como si flotara, la tela es fina, tal vez ceda, siendo transparente en la parte superior y en la mangas sueltas más abajo de los codos, con finos encajes en dorado que resaltan su figura, es de un estilo antiguo, aunque se ve bastante nuevo, no sabría definir su origen, pero lo que sí es que junto a su apariencia inigualable te hace pensar en una entidad de tiempos antiguos, a la que seguramente muchos acudirían en busca de consejo y sabiduría.

La cachorra entonces se trepa en sus piernas mientras que la ojiazul se detiene frente a él y se coloca de cunclillas para tomar sus manos, dándoles un apretón en forma de consuelo. Su tacto es frío, pero su piel es agradable al contacto, siendo tan tersa como se ve.

—Es mejor que no pienses en eso ahora —musita, en un tono suave y entristecido, enfocando su mirada clara en la desigual del muchacho.

Su orbes celestes, casi como espejos, le trasmiten un sentimiento de culpa que provocan que la opresión aumente y sus ojos piquen.

—Hice algo malo, ¿No es así? —inquiere, en un susurro ahogado, más ella no responde— ¿Tía Alva?

Sus últimas palabras tienen un efecto más grande del que se esperaba, ya que causan que la mujer lo mire sorprendida y de repente sus ojos se cristalizan, haciéndolos ver más divinos y espectrales, y su agarre se intensifique al punto de causarle un ligero dolor.

—Lo lamento tanto, mi Nico, debimos intervenir antes —se disculpa, con total y sincero arrepentimiento en su voz, y lo suelta para ya no lastimarlo más, e incorporarse para así limpiar el borde de sus ojos— Tu no tienes la culpa. No querías hacerle daño.

Nico baja entonces la mirada hasta su perrita y rodea su cuerpo para apegarla a su pecho. Ella parece sentir su dolor ya que cede y se acuesta en sus brazos.

Un nudo no tarda en formarse y en enseguida traga grueso para intentar alejarlo. Posee un mal sabor de boca junto a un dolor punzante en el pecho.

Culpa.

La opresión lo lastima y no saber a qué se refiere Alva a parte de no recordar la noche anterior lo pertuba de sobre manera.

Cierra los ojos inhalando con fuerza, haciendo que su pecho se eleva y de alguna forma el dolor sea tolerable.

—¿Dónde estoy? —decide preguntar, dejando de lado el tema anterior.

Por ahora.

Alva tarda meditando su respuesta.

—Estás en el Palacio Natura —responde por fin, y nuevamente algo hace click en la mente de Nico—, cede principal de la Capital de Origen-

—Un mundo oculto creado con el propósito de mantener con vida el legado de los seres mágicos, sobrenaturales y míticos —continua, repitiendo las palabras que su subconsciente le indica decir.

Es como si ya las hubiera escuchado antes y estas hubieran estado guardadas hasta que algo volviera a activar el disco duro de su cerebro.

Mira a Alva buscando la aprobación de sus palabras y ésta sonríe otorgandola.

Origen también es un hogar o un refugio para aquellos seres especiales, peculiares o diferentes que son traídos o vienen desde la Tierra. Aquí los ayudamos en todo lo posible. Aquí ellos conocen y desarrollan sus habilidades a profundidad. Aquí viven con libertad y aprenden a controlar sus distintas naturalezas para, si quieren o si es necesario, regresar a la tierra y ayudarnos o a lo que deseen, o sino, se quedan en Origen y bueno, tienen aquí sus vidas y a sus familias —finaliza la explicación por él y la mirada penetrante de la mayor está fija en el chico atenta a su reacción.

—¿Cómo es que sé eso? —le pregunta el de ojos bicolor, evitando hacerse teorías.

—Estás recordando —responde Alva, y una pequeña sonrisa se pinta en su rostro opacando la pena anterior— ¿Recuerdas quién soy?

—Te llame Alva y reaccionaste, así que se tu nombre y se que te conozco, pero no recuerdo de donde —responde él, acariciando el lomo de Ember en un gesto nervioso. Aún se siente algo mal y su compañía le tranquiliza.

Adoro a este animal.

—Así es —asiente Alva— ¿Y sabes quién eres?, ¿Qué eres?

Él niega y mira directamente a la pelirroja.

—Se que soy diferente, pero no se por qué. Se quién era en Londres, pero no sé quién era antes de llegar al hospital —se explica, y debe admitir que se siente bien al poder desahogarse con alguien que sabe y espera le dé las respuestas que en verdad lo ayuden—. Pero supongo que soy de aquí ¿No?, Todo aquí me es conocido.

La sonrisa de Alva crece y enseguida asiente.

—Así es Nico —responde, feliz por las palabras del chico. Le dan esperanzas—. También se qué eres.

Nico detiene de inmediato el acariciar a su perrita y centra toda su atención en Alva.

—¿Y qué soy?, ¿Quién soy? —insiste, ansioso por saber al fin la respuesta de las tantas preguntas que tanto lo han atormentado.

Los ojos de la mujer adquieren un brillo especial en ese momento.

—Eres un mestizo, Nicolas —responde—. Eres hijo de un brujo llamado Alec y una médium llamada Dalia, pero, principalmente, eres mi sobrino. Eres parte de mi familia y finalmente, después de tanto, haz vuelto a tu hogar.

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