C A P Í T U L O 36
<Ven, por favor>
Vuelve a leer el mensaje y su dedo baila sobre el botón de enviar.
—Entre más tardes, más dudas tendrás —Nico aprieta los labios en una línea tensa, y su mirada se desvía al preadolescente sentado frente a él.
La mirada oliva de Finn se ve cansada. Últimamente no ha dormido bien, todo gracias al desastre emocional que a sido su hermano los últimos días, y eso provoca una inevitable punzada de culpa en el mayor.
Es por eso que, ahora que está más "estable", agarró el consejo —casi orden— de su hermanito sobre afrontar la situación de una buena vez y hablar con quién lo a tenido más inquieto que nunca.
Cameron.
Sip. La misma chica que lo besó antes de todo este drama. La que le escribe a diario para saber cómo está. A quien le responde de la forma más vacía que existe. Y en quien no a dejado de pensar desde que reaccionó del golpe emocional.
Debe verla.
Pero... ¿Qué le dirá?
Ahora que recuerda a Hasper, ha entrado en un "estado deprimentemente paranoico", como lo llama Finn. Y el hecho de que no haya hablado con nadie —ya que con Roy lo que hizo fué llorar a lo Magdalena— de qué es lo que lo tiene así, ha llevado al menor a casi obligarle a que la llame para que ver si con ella sí decide hablar y así dejar por fin de ser un manojo inestable de emociones que lo han tenido abrumado día y noche.
—Y sí... ¿Y sí mejor llamo a Liz? A ella le prometí que le hablaría de esto —sugiere el albino, casi desesperado.
—Has pasado los últimos tres días con el número de Cameron en el marcador queriendo hablarle, pero por algún motivo que no quieres decir, no lo haces. Llamar a Liz es sólo una escusa, a la que quieres es a Cami, y a ella vas a llamar para que puedas, de una vez por todas, salir de este estado y dejarme dormir, ya —dicta, resaltando la última palabra y dedicándole una mirada que deja en claro que está en su límite.
Algo que ha descubierto Nico, es que su hermanito puede tornarse pasivo-agresivo cuando alguien perturba su calma. Y la mirada casi asesina que le lanza, le grita que debe dejar la paranoia y enfrentar sus miedos. Y si no es por él, al menos que sea por la paz del menor que no tiene culpa de su estado.
—Okey... —acepta, rendido— Aunque lo de Liz no es excusa, de verdad se lo prometí y debo cumplir con mi palabra —se defiende también.
—Si, si, ahora envía eso antes de que yo mismo la llame —le insta Finn, dejando de lado sus palabras.
Y aún dudoso, aprieta sin más el botón enviando el mensaje. Reza en sus adentros para que todo salga bien.
(...)
«¿Estás lista para verlo?»
Aquella pregunta ha resonado en su mente desde el momento en que leyó aquellas palabras.
Hace exactamente veinte minutos, cuando se encontraba buscando con qué distraerse en el invernadero de su madre, recibió un inesperado y a la vez ansiado mensaje por parte de su amigo albino pidiéndole que fuera a verle.
Sin hola, sin disculpas, sin explicación. Un mensaje corto y conciso que la ha tenido con los nervios de punta todo el trayecto desde su cosa hasta la de sus tíos.
Pero, pese a eso, no ha dudado en el momento de responder con un ≤Voy enseguida> a la petición. Y es que verlo ha sido lo que más ha querido desde lo ocurrido en la Sede. Pero eso no quita que la ansiedad la esté consumiendo.
Inhala y exhala. Inhala y exhala. Inhala y...
Un peculiar sonido corta su ejercicio de respiración, y por un momento sus pies se anclan al suelo al darse cuenta que está a sólo dos casas de la de su amigo, y que es justo de ahí de donde emerge la delicada melodía de un violín que toca nada más y nada menos que la canción de cuna que tantas veces escuchó de pequeña, cuando era interpretada ya sea por la guitarra clásica de Dalia o por la voz ya sea de sus tías o de su propia madre también.
Una canción sin letra, cuyo significado yace únicamente en la paz que cada nota transmite. Y que interpretada por las finas cuerdas de tan bello instrumento resulta en una sinfonía cautivante y embriagadora.
Aunque... Puede notar cierta diferencia. Lo que se supone es una melodía suave y pausada, ahora agarra en ciertos puntos una fuerza y velocidad que hacen que su corazón se acelere.
¿Quién la estará tocando?
Que ella sepa Dalia solo toca su guitarra, Finn nunca ha comentado estar prácticamente con algún instrumento, y Alec es más de relatos hablados que de música.
¿Acaso será..?
Sin saber en que momento, sus pies pasaron de estar fijos como raíces a moverse con rapidez hasta situarla en casi un abrir y cerrar de ojos frente a la puerta de la residencia Valentine-Heredia.
La música regresa a un ritmo pausado, y con ella los latidos de su corazón también, haciéndola ser conciente de que ha tocado ya y que pasos se hacen presente de camino a la puerta, la cual es abierta poco después por el menor de la familia.
—Ciao Finn —«Hola Finn» saluda enseguida, y el hecho de que haya hablado en otro idioma le hace saber al mencionado que de verdad los nervios le están afectando.
—Buongiorno Cami —«Buenos días Cami» le regresa el saludo igual, para no dejarla mal parada—. Nico está arriba esperándote. Está igual o incluso más ansioso por verte, así que intenta llevarlo con calma.
Cameron asiente y entonces el chico le deja pasar, aunque el avance de la joven se ve interrumpido por Ember y otro Husky de pelaje blanco.
—Hola nena —se agacha para darle la atención que la cachorra le pide— ¿Quién es tu amigo?
—Amiga —corrige Finn, colocándose a su lado y llamando la atención de la cachorra blanca—. Se llama Eco, y en realidad es una familiar tipo camaleón.
—¿Una cambiaforma de familiar? Wow, que suertudo —admira, retirando una mano de la cachorra crema para acariciar ahora el espacio entre las orejas de la albina—. A penas cumpliste los doce y ya tienes una mascota mágica, ¿Acaso piensan dejarme atrás? —inquiere con falso disgusto, dejando a los animales para así incorporarse y posar de brazos cruzados.
—Cuidas familiares a diario junto a Matteo, el que se sorprende soy yo de que aún no tengas uno propio —señala el chico, y Cameron se encoge de hombros borrando su actuación para alegar que aún no encuentra al correcto—. Está bien —le resta el menor— ¿No tienes que ir ya con mi hermano?
En respuesta, el cuerpo de la chica se tensa y su mirada se desvía al segundo piso de donde antes emergía la música que se detuvo en cuando la puerta principal se abrió.
—¿Te puedo pedir un favor? —consulta Finn, llamando la atención de la mestiza— Haz que hable ¿Si?. Puede que ya no se vea tan mal, pero aún así no ha querido hablar de lo que vió, sino fuera por Roy ninguno de nosotros lo sabría. Sé que algo le preocupa más allá de eso, así que, por favor, haz que te lo diga, no puede seguir callando de esa manera.
La mirada preocupada del menor junto a su voz suplicante hacen que se le oprima el pecho y sin dudar asiente, decidida a cumplir con lo pedido. Finn le regresa el gesto y con un ademán se despide para retirarse junto a las cachorras en dirección al patio. Sus padres se han ido a sus respectivos trabajos hace ya un par de horas, por lo que al salirse deja prácticamente solos al par para que puedan hablar como es debido.
Ojalá funcione. Ruega en sus adentros, tomando asiento en la banca de cemento construida bajo la sombra del árbol más grande del jardín, desde donde convenientemente tiene una vista directa a la ventana de la habitación del albino.
Mientras tanto, Cameron se encuentra de pie frente a la entrada de dicha habitación con el puño a centímetros de la madera, con solo un pequeño movimiento sería capaz de tocarla, pero su cuerpo parece haber entrado en una parálisis temporal como le ocurrió al oír la melodía.
La melodía...
Cerrando los ojos, evoca el fresco recuerdo de aquellas notas, y como siempre pasa, estas sirven como bálsamo para sus nervios permitiendo que avance y de dos golpes ligeros a la madera.
Pasa un pequeño lapso de tiempo en donde considera volver a llamar, pero justo cuando se lo propone, un golpe seco resuena desde el interior de la recamara, seguido de pasos irregulares que se detienen cuando la puerta es abierta de jalón, dejando la entrada abierta de par en par donde un exaltado bicolor se apoya de un costado del marco luciendo a lenguas que a saltado de la cama sin miramientos, las sábanas tiradas en el suelo son prueba de ello, explicando el golpe que escuchó debido a que el chico se enredó con ellas y terminó cayéndose de bruces, pero aún así no se detuvo, aturdido y todo se dirigió hasta la puerta a tropiezos para abrirla con más fuerza de la necesaria, teniendo al final que usar el marco como apoyo por el ligero mareo que hacer todo eso le provocó.
Cameron se sobresalta un poco al verle, pero al entender la situación, trata con todas sus fuerzas de ahogar una pequeña carcajada ante tan estrepitoso recibimiento, pero falla totalmente y una sonora risa brota de ella colorado su rostro, por lo que intenta cubrirse con las manos para no avergonzarse tanto a ella como al chico.
—¿E-Es... Estás... Bi-Bien? —logra formular entre risas, intentando con todas sus fuerzas el detenerse, pero pareciera que la energía atrapada en su interior los últimos días, explotó cual bomba atómica haciendo que la panza le duela y hasta lágrimas se formen mientras ríe como una completa desquiciada que hasta el mismísimo Joker le tendría envidia.
Ante tal vista de la chica retorciéndose de risa, la vergüenza invade al chico de forma apabullante, pintando su rostro de un fuerte rojo mientras se reprende mentalmente y ruega en sus adentros haber obtenido mejor el Don de su padre para así poder regresar en el tiempo y evitar tan bochornosa situación.
Pero pese a su estado, una risa nerviosa le abandona, y eso motiva más a la risa de la muchacha, quien se sostiene ahora el estómago sin poder detenerse. Y su risa es tan fuerte, divertida y tonta, que por más vergüenza que posea, otra risa brota del albino hasta que no es capaz de retenerse y termina riéndose también de tan torpe encuentro.
El eco de sus fuertes carcajadas llegan hasta el joven que descansa bajo las sombras del gran árbol e inevitablemente una sonrisa tira de sus camisuras al sentir la alegría emanar de los jóvenes dentro de la casa que últimamente había estado llena de emociones negativas. Sin duda es una buena señal.
—Diosa... Cómo extrañaba reírme así —expresa la ojinegro, limpiando las lágrimas que la risa le sacó para luego ventilar su rostro mientras inhala profundamente e un intento recuperando la compostura. Una sonrisa se ha plasmado en su rostro sintiendo como la seguridad de siempre se renueva en su ser.
—Sin duda me hacía falta algo así —reconoce el bicolor, imitando las acciones de la contraria—. No fué... No fué de esta forma como pensé que nos veríamos. Pero me ha ayudado a relajarme, gracias —aprecia, sincero, a lo que ella niega aún muy animada.
—No, no, gracias a tí. Venía con el corazón en la mano y tú torpeza ha sido el cálmate que necesitaba.
—Entonces demos gracias a mi torpeza y a tu risa de lunática, ¿Te parece? —propone, sonriendo con complicidad.
—Me molestaría por llamarme loca si no me hubiese sentido como una, así que sí —acepta, regresando el gesto.
Y trás ese acuerdo, se forma un silencio repentino, aunque afortunadamente las buenas vibras que se esparcieron ayudan a que no sea incómodo, más eso no quita que sea notorio.
Ninguno había planeado nada para este momento y ahora se encuentren indecisos de qué hacer a continuación.
—Y bueno... ¿Puedo pasar? —consulta por autoreflejo la joven, enfatizando con un gesto de cabeza hacia la habitación.
—¡Si, si! Adelante yo- ¡No! ¡Espera! —detiene de golpe, y como rayo se regresa sobre sus pasos confundiendo a la chica, pero rápidamente entiende todo al verlo recoger las cosas tiradas, regañandose a sí mismo por no haber pensado en eso antes de escribirle o mientras la esperaba. Los nervios sin duda nublaron su mente. Fué por eso que recurrió a su violín para no ahogarse en sus pensamientos, pero aquello lo distrajo también de arreglar el desastre poco común que se había formado en su cuarto. Por suerte no es más que algunos libros caídos y la cama desordenada donde estuvo tirado.
Pese a su petición, Cami entra de todos modos y decide ayudarle a recoger las sábanas del piso, y aunque él le pide que lo deje hacerlo solo, ella vuelve a ignorarlo y continúa, a lo que el chico no le queda de otra más que dejarla doblar las sábanas para al final ponerlas en la orilla del colchón mientras él acomoda las almohadas.
Una vez todo listo, toman asiento sobre la cama ahora acomodada apoyándose en el cabezal, o al menos Nico lo hace, ya que Cameron se toma un momento para quitarse los tenis que se puso a toda prisa cuando el chico le escribió, por lo que no le cuesta mucho deshacer los nudos mal hechos.
Y durante el transcurso que le toma quitárselos por completo y dejarlos en lo orilla escondida entre la cama y la mesita de noche, su mirada cruza con aquel instrumento que escuchó cuando llegaba y que vió mientras acomoda las sábanas, pero que había ignorado para centrarse en la tarea auto impuesta.
Más ahora toda su atención cae en el, y con delicadeza toma el fino arco admirando su longitud mayor a la que se imaginaba.
—¿Te gusta? —interroga entonces su compañero y ella asiente regresando el objeto a su lugar para ahora tomar el instrumento como tal, teniendo sumo cuidado y tacto a la hora de ponerlo en su regazo, también descubriendo que es más grande de lo que pensó— ¿Te... Gustaría probar?
—Podría dañarlo, mejor no —niega enseguida, tomándolo de nuevo con la intención de regresarlo a su estuche, pero en medio transcurso su brazo es detenido y se ve obligada a encarar al varón que la sujeta, encontrado una sonrisa suave en su rostro y una mirada suplicante que calienta su pecho y la hace desistir de devolver el instrumento—. No sé hacerlo Nico, ¿Cómo planeas que toque?
En respuesta, las esquinas de sus labios se alzan en una sonrisa juguetona y su mirada brilla ante la anticipación de lo que hará, llenando a la chica de curiosidad ante ello. Así que bajo la mirada interrogante de su amiga, Nico se desplaza hasta situarse a sus espaldas y con seguridad la toma por la cintura provocando que se alce para que pueda tomar asiento en sus piernas.
Algo roja ante tal cercanía, Cameron se deja llevar quedando con la espalda pegada al pecho del muchacho, viendo solo como éste extiende el brazo para tomar el arco y pasarlo a su lado derecho, mientras que con la mano izquierda toma el violín y con facilidad lo posa sobre el hombro de la chica.
—Apoya el rostro para que no se mueva —pide, y ella acata—. Ahora relaja las manos —esta vez su voz le llega desde su lado derecho, y siente como su aliento choca contra la curva entre su hombro y su cuello. Internamente se arrepiente de no haber traído su chaqueta, pero al final se resigna y aferrándose a la emoción de lo que va a pasar a continuación, obedece intentando relajarse mientras que las manos de su amigo sujetan las suyas para guiarlas, posando una sobre las cuerdas y sujetando el arco con la otra para colocarlo con cuidado sobre el instrumento—. Ahora déjame todo a mí.
Obediente, se deja envolver por la música que emerge del violín siendo producida por los movimientos de sus manos unidas, tanto las que guían al arco como las que aprietan las cuerdas para producir la nota correcto.
Nuevamente la melodía de significado oculto se hace presente, esta vez siendo totalmente suave, pausada y lente, permitiéndole adaptarse a los delicados y precisos movimientos de su compañero, llevándola a un estado de calma y desconexión que eclipsa todo pensamiento.
La calidez del cuerpo que la rodea y la embriagante música atrapa a ambos en una burbuja de eternidad donde no existe nada más allá de la compañía del otro y la música que resuena en las paredes de la habitación cerrada por completo, provocando que tenga el efecto acústico ideal que amplifica cada sonido. Ya sea los producidos por el violín, o los fuertes latidos de sus corazones que parecen querer acompañarlo, y la cercanía que poseen es perfecta para notar como estos van a la par, sincronizados por completo.
El ambiente permanece por un tiempo que ninguno se detuvo a calcular, pero que fué lo suficientemente lento y a la vez lo suficientemente rápido como para que, al finalizar la pieza, permanezcan atrapados en su burbuja, pero sintiendo que lo vivido no ha sido suficiente.
Con sutileza, Nico retira el instrumento, dejándolo ahora entre las almohadas al no poder alcanzar su estuche, y por inercia, el rostro de Cameron se a girado cochando de costado contra el suyo, provocando que sus narices se rocen y enseguida él incline el suyo para así poder tener una mejor vista de la mirada brillante y gesto cautivo de la joven.
—Eso fué... Mágico —susurra, con la voz en un hilo de ensueño, y con cuidado se acomoda para quedar sentada de lado, permitiendo así que puedan verse de frente—. Grazie per aver condiviso con me questa magia —«gracias por compartir esta magia conmigo» agradece, acunando un costado del rostro del albino y juntando sus frentes sin mucho problema al estar prácticamente a milímetros de distancia.
Ahora es él quien luce cautivado.
A oído a la chica hablar en su idioma materno antes, pero mayormente es cuando regaña a los chicos a sabiendas de que ninguno le entiende y eso les frustra porque no saben entonces qué responder trás el sermón que les daba.
Pero ahora, en un tono tan suave como la melodía del violín y lleno de tanto sentimiento como esta, hacen que su voz se escuche profunda y atrapante. Tan hermosa como la mirada que sus iris de constelaciones encapsuladas le dedican, provocando que su pecho se llene de un sentimiento asfixiante e intenso que tiñe su rostro en un delatador rosa pastel.
—Grazie per essere venuto —«gracias a tí por venir» logra responder, y con una repentina timidez rodea su torso tomando su cintura con una mano mientras que la otra la coloca sobre la que reposa en su mejilla—. Te extrañe tanto bonita. Pero tenía demasiado miedo... —confiesa, en un susurro igual de temeroso que su actuar.
—¿Miedo? ¿Por qué temias verme? —le cuestiona ella, trazando una caricia en su mejilla ante la mirada perturbada que se hace presente en los orbes bicolor del albino.
Contrario a sus intenciones de darle calma, aquel delicado gesto provoca que una corriente recorra al muchacho, a lo que retira la mano su cintura, imponiendo ahora una distancia de centímetros, pero aún así no es capaz de alejar su cuerpo por completo o de soltar su otro agarre, es más, se aferre a esta de forma casi desesperada, escondiéndose en su palma.
Esas acciones toman desprevenida a la joven, pero aún se mantiene lo más calmada posible al ver que aún sostiene la mano en su mejilla con fuerza, por lo que repite la caricia con cuidado intentando de esa forma darle apoyo.
La mirada de Nico se desvía a sus manos unidas y como suele pasar se detiene a apreciar la clara diferente entre sus pieles.
Ellos son diferentes.
Tanto en apariencia, como en carácter y hasta en habilidades. Aunque tampoco es que sean polos opuestos, pero sin duda son dos mundos distintos.
Y eso le fascina.
Lo diferente que es Cameron le hace poseer una gran curiosidad, quiere saber de qué más es capaz, y se maravilla ante la forma en la que hace cosas.
Desde tener mejor habilidad física, hasta curar heridas ya sea con su conocimiento en plantas o con su propia energía, como si esta estuviese hecha especialmente para sanar.
Cameron es para Nicolas un ser que representa la vitalidad. Como si la mismísima Vida la hubiese bendecido.
En cambio él...
—... Está bien —el susurro suave hace que salga de sus divagaciones y regrese su atención a la muchacha, encontrando una mirada llena de empatía y entendimiento—. No tienes que decirme. No estás obligado a decirme nada —le hace saber, y con suma delicadeza atrapa por completo la mano del albino entre sus dedos, juntando sus palmas—. Pero, si en algún momento quieres hacerlo, creeme que con gusto estaré ahí para escucharte.
Esa ya tan conocida calidez llena el pecho de Nico ante sus palabras, envolviendo a su corazón en el agradable calor que posee. Haciéndolo sentir tan... Seguro.
Seguridad.
Nostalgia, familiaridad, empatía, compresión, calidez, cariño, miedo, necesidad, complicidad, alegría, y ahora seguridad. Es sorprendente lo mucho que la chica ante él puede hacerle sentir.
Y todo se siente siempre tan correcto, tan... Natural.
Desde charlar, practicar, bromear, reír, llorar, abrazarse, hasta besarse.
Inevitablemente el recuerdo de lo que hicieron antes de que todo esto pasara se reproduce en su cabeza, provocando que el calor recorra su cuerpo centrándose en su rostro, llegando también hasta las puntas de sus orejas al caer en cuenta de que desde hace rato están demasiado juntos.
«Se que me quieres, y yo también te quiero, y eso es lo único que me importa ahora.
Por el momento, te prometo que me quedaré a tu lado»
Una sonrisa suave se hace presente al revivir aquellas palabras, y acabando con la distancia vuelve a unir sus frentes, provocando una grata sorpresa en Cami, y ambos cierran los ojos con placer al sentirse cerca de nuevo.
—Ahora tengo más miedo que nunca... —más la confesión del chico acaba con el momento como si de un balde de agua fría se tratase.
Enseguida, Cameron se aleja para verle a los ojos, encontrando nuevamente esa mirada perturbada que creyó haber eliminado. Y para empeorar, ahora el remordimiento y la culpa la acompañan.
Eso la frustra y enfurece en partes iguales. Pero sobre todo, la angustia.
Con cuidado, Nico la empuja para hacerla bajar de sus piernas, y resignada, Cameron se retira para darle su espacio.
Y mientras él se toma su tiempo perdiéndose en sus pensamientos, ella se distrae tomando el violín que seguía entre las almohadas para regresarlo a su estuche junto al arco.
Sin duda aquel instrumento ahora posee un significado especial para ella también.
Y una vez asegurado, se regresa para tomar asiento junto al albino que tiene la mirada perdida en el suelo.
—Cuando desees —le anima, manteniendo un tono tranquilo y apacible que espera le de la confianza suficiente para hablar. Y parece que eso logra, ya que lo ve inhalar hondo para luego exhalar con fuerza.
—Primero que nada, quiero disculparme —comienza, y prediciendo lo que está a punto de decirle, alza la mano para callar toda palabra de la chica—. Ya sé que no debería disculparme, pero sabes que no me gusta preocupar a los demás, así que dame el gusto —apretando los labios para no opinar nada, Cameron asiente concediendo el perdón, y aunque él no ve eso, toma su silencio como una respuesta—. Ahora, ¿Supongo que Roy ya les contó lo que le mostré?
—Así es —le responde, apretando las manos sobre su regazo al recordar a su amigo relatarles lo ocurrido. En especial la parte donde Hasper... Por poco y no es capas de contarlo.
Tan sólo imaginar lo que esa pobre chica tuvo que pasar... Cielos.
Y Nico vaya que lo sabe.
—Sinceramente me sorprende que haya tenido la fuerza para hacerlo —más su tono tan controlado hace que le encare sorprendida ante su calma, encontrado una expresión que provoca que un escalofrío la recorra, y es que en donde antes había un brillo intenso y dulce, ahora son dos orbes vacíos, muertos—. Yo no quería mostrárselo, ¿Sabes? Ahora creo que subestime su fortaleza —una risa sin gracia brota del chico—. Roy siempre a tenido una gran fortaleza para afrontar situaciones difíciles. Una fortaleza mayor a la mía sin duda.
Cami puede sentir como las uñas se le entierran en la piel ante sus últimas palabras, y unas ganas de sacudirlo para hacerlo reaccionar la asaltan, más las mantiene a raya por el bien de ambos.
—Aún así él también se tomó su tiempo para procesarlo todo —le hace saber, tratando de ahuyentar toda idea de inferioridad que se haya formado en la mente del albino—. No importa que tan fuertes seamos, siempre habrá algo que nos supere. Y eso está bien —enfatiza en lo último—. No existe ser en la tierra que pueda con todo sin quebrarse aunque solo sea por un segundo. O al menos no alguien que tenga un corazón que siente y sufre.
—Y tú conoces mucho de ese tema, ¿Cierto? —señala entonces el bicolor, y aunque el contexto trás ese comentario no es del agrado de ninguno, el contexto de la propia situación en la que están no le deja más opción a la chica que asentir confirmando, y para hacer aún más contradictoria todo, Nico sonrie. Una sonrisa sin vida alguna— Entonces entiendes cómo me siento.
—Sí, lo hago. Y es por eso que estoy aquí, porque no quiero que te hundas en el mismo dolor en el que yo —nuevamente atrapa una de sus manos, ganando su atención con ella, más esa mirada vacía le parte el alma, por lo que traga grueso sintiendo como el corazón quiere subirle a la garganta—. Nico, lo que pasó tú más que nadie sabe que no fué culpa de ninguno, y aunque sé que decirlo es más fácil que aceptarlo, no puedes permitirte ahogarte en la culpa de algo que ninguno provocó o buscó. No lo hagas.
Su noto suplicante y su mirada cristalizada demuestra lo mucho que todo esto le afecta, y por más que sus palabras pidan lo contrario, la culpa se remueve en el interior del muchacho, rompiendo las barreras que se había esforzado por mantener.
—Duele, Cami... —susurra, y su garganta se rasga con esas dos palabras— A pesar de saber que no soy culpable, de saber que lo intenté, de que al final la decisión de irse fué de ella, aún así me siento culpable y duele —el ardor en sus ojos regresa, amenazando con dejar salir las pocas lágrimas que se han formado después de pasar los últimos días sintiéndose seco—. Sé... Sé que no debo... Dejarme vencer por el dolor, pero es tan difícil hacerlo... Le prometí a Hasper que la traería a Origen, que conocería a mi familia, que aquí podría tener un hogar. Ella estaba rota y yo la hice armarse en base a una ilusión de la que ni yo mismo estaba seguro. Y aún así ella me siguió, me apoyó, m-me... —su garganta quema a este punto, e intentar mirar con claridad se está volviendo un reto imposible— Ella no... No se merecía acabar así. No merecía morir de esa forma tan cruel. Hasper merecía vivir esa ilusión, ese sueño de un futuro libre. Pero le fallé, le fallé por completo. No le dí un futuro, no le dí felicidad, y mucho menos le dí el amor que ella se merecía —la humedad en su mejillas le informa lo inevitable, pero sólo cierra los ojos sin el valor para encarar a su compañera y deja que las lágrimas fluyan con libertad hasta caer sobre las sábanas azules y las manos que aferran la suya con firmeza.
La impotencia, el odio, el dolor, el remordimiento. Todo eso oprimen su pecho robándole el aliento y provocando que cada latido sea una agonía.
—Y tengo... Tengo miedo de volver a fallar. De fallarles —confiesa sin poder más, rompiéndose, y conmocionado a la jóven.
La chica abre la boca buscando articular palabra alguna en medio del shock, pero la impresión es tanta que se tiene que tomar su tiempo para incluso respirar bien, y es en medio de este mismo que es capaz de asimilar mejor las palabras del chico— ¡No, no! ¡Eso no va a pasar! —niega con frenesí, haciendo presión en su agarre, e inclinándose para quedar al mismo nivel— ¿Me oyes? Eso no va a pasar, no así. Si vamos a morir será de viejos después de haber vivido cuántas locuras se nos ocurran. Después de convertirnos en los tíos consentidores y mala influencia que sé que seremos. Y después de que hayas cumplido tú promesa de recorrer el mundo conmigo, ¿Me oíste Nicolas?, No me importa lo que esa cabecita tuya llena de pesimismo y depresión esté imaginando justo ahora, nada ni nadie va a impedir que cumplamos nuestros sueños y promesas, ¿Entendido?
Aguarda, pero no obtiene respuesta alguna, sólo los sollozos ahogados del muchacho, y eso provoca que la frustración y la ansiedad la envuelvan.
Y acompañándolos, se encuentra el sentimiento que más odia: La impotencia.
¿Así te sentiste conmigo?
El recuerdo de la noche en el acantilado la golpea, y no puedo evitar preguntarse si lo que siente ahora es lo mismo que sintió su amigo al verla llorar por su hermana.
Ahora los papeles se han invertido, pero el sentimiento es el mismo.
Quiere consolarlo, darle confort, apoyo y seguridad. Quedarse a su lado hasta que la última lágrima haga su camino llevándose consigo el nudo en su pecho.
Y eso hace.
Lo rodeada con sus brazos y deja que se apoye en su hombro, sintiendo como su cuerpo se sacude, la humedad la mancha, y como se aferra con fuerza a su persona.
—Está bien, puedes llorar, hazlo tanto como tu alma lo necesite —susurra, apretando entre sus manos el suerte grande que porta su amigo. Su voz es baja, ahogada, pero también suave y llena. Portando la misma tristeza que él—. Por hoy, te dejaré hacerlo. Ya luego, te ayudaré a levantarte. Y juntos seguiremos adelante con todo. Lo prometo.
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