C A P Í T U L O 33

Regresaron con calma a las áreas de prácticas, uno junto al otro, pero manteniendo una distancia prudente por el bien de sus corazones que no paran de acelerarse ante el más pequeño roce.

Aún así, reían como tontos cada tanto al recordar el beso y la vergüenza de ser descubiertos.

—¡Por fin los encuentro! —exclama un jóven peliazul, llegando a toda prisa con ellos justo cuando salían de entre los árboles— ¿Dónde demonios estaban?

—Practicando en privado —le responde de forma risueña Cameron, compartiendo una mirada llena de complicidad con el bicolor que se muerde la lengua para aguantar otra risa boba—. Te avise justo cuando nos íbamos ¿Recuerdas? —regresa al peliazul, fingiendo todo la calma posible.

—Si, pero sólo dijiste que iban a otro lado, no que se perderían durante casi dos horas  —le reprocha Azriel, usando su antebrazo para limpiarse el sudor acumulado por el ejercicio y el recorrer toda el área de prácticas en busca del par frente a él, está seguro que si no lo tuviera recogido, tendría el cabello pegado a la cara. Al regresar a casa se daría un largo y merecido baño sin importar que luego su compañero se queje por acabarse el agua caliente, de nuevo—. El idiota de Roy me pidió que los buscara cuando pasó mucho rato y Vega se ofreció a ayudarme —les hace saber, cruzándose de brazos con una clara expresión de arrepentimiento por haber aceptado la petición del moreno, y molestia con ellos por haberse ido tan lejos—. Que por cierto, la ví salir de entre los árboles hace un momento, pero venía con cara de tómate y cuando le hablé solo balbuceó cosas sin sentido, algo sobre no poder decir nada y de estar arrepentida de sus acciones, aunque lo raro es que también parecía... ¿Emocionada? O algo así, ¿Ustedes saben qué le pasó?

—Ni idea —responden al unisono, más el falso tono de calma de la chica junto al delatador sonrojo del chico, los deja en evidencia ante el menor.

Claro... Haré como que les creo —pero pese a la obviedad, el menor decide no indagar, aunque aún así les deja en claro que sabe que ocultan algo.

—Y bueno... La chica, Vega, ¿Es amiga de los dos o sólo de Roy? —Nico intenta salvar la situación, preguntando lo primero que le viene a la mente. Más lo que obtiene en respuesta es una mirada confundida no sólo por parte de Az, sino de Cameron también— ¿Qué? —cuestiona, intentando sonar jovial, pero termina sonando verdaderamente nervioso.

—¿No la recuerdas? —interroga el peliazul, ladeando la cabeza con extrañeza— Creí que a estas alturas ya lo habrías hecho.

—Algunos... Algunos recuerdos tardan más en surgir. Muchos necesitan un detonante —trata de explicarse el albino, sonando apenado ante el hecho de no haber reconocido a alguien que ya debía conocer, y la pena es mayor porque ahora que recuerda no es la primera vez que a visto a la chica—. Mi madre dice que se puede deber a que estos pueden desencadenar emociones que en su momento me afectaron y que mi mente, aprovechando mi situación, intenta reprimir para evitar el impacto... Aunque tal vez sólo no lo recuerdo y ya —agrega lo último junto a una risilla que intenta reste seriedad a sus palabras, pero a juzgar por la mirada inquieta que comparten sus compañeros, tal vez el recuerdo de esa chica sí que podría ser parte de algo con mayor significado— Quién... ¿Quién es Vega? —se atreve a preguntar.

Nuevamente comparten una mirada que da todo menos buena espina.

—Veg- Virginia, es una Usuaria de Fuego que conocimos en el Criadero... —comienza a relatar Azriel, y con la punta de la lengua humedece sus labios resecos ante la ansiedad que le provoca lo que responder a tan simple pregunta pueda provocar— Roy la encontró. Vega no tardó en agarrarle cariño y él no dudó en contarle nuestro plan y llevarla con nosotros. Fué ahí cuando... —se detiene, frotándose los brazos desnudos como si sintiese frío y comenzando a mecer su pierna izquierda; Nico reconoce ese tic de inmediato. Es el mismo que aparecia cuando les contaba de su madre, lo cual sólo deja más en claro la gravedad de la situación— Vega se... Alteraba con facilidad y eso provocaba que su fuego se descontrolara. Adara y Demon concluyeron que necesitaba un compañero y Roy ya estaba contigo así que... —otra pausa. Su manzana de Adán se mueve con notoriedad cuando tragar grueso, se sujeta los brazos con la suficiente fuerza para dejarse una marca y desvía la mirada a sus pies al no tener la fuerza emocional para verle a los ojos.

La tensión en el ambiente es palpable y el corazón del albino bombea con fuerza ante la anticipación y la impaciencia, a la vez que abre y cierra las manos hasta sentir que los huesos de sus dedos protestan por la acción continua y tensa.

Y la tercera presente no está en las mejores condiciones. Casi podría jurar que puede oír con claridad los latidos indecisos y temerosos del menor, junto a los desesperados y alterados del mayor, siendo acompañados por los suyos dolorosos y culpables.

Pero ya no quiere sentir culpa... No más.

Hasper —suelta de golpe, capturando la atención de ambos varones, más ella a enterrado la mirada en el suelo. Aunque tiene las fuerzas para hablar, no las haya para encararlos—. Hasper era la compañera de Vega.

Has... Hasper —oye el susurro temeroso del peliblanco, y su corazón se estruja— ¿Una Cambiante pelirroja de ojos y piel clara? —inquiere, y ella asiente de forma casi imperceptible.

Nadie habla después de eso, y no es hasta que Nico da un paso atrás que el ojiazul y la ojinegro se atreven a verle. Sólo para recibir una imagen apabullante.

Nico está ahí, de pie e inmóvil, con cada fibra de su cuerpo tensa, apretando los puños hasta el punto de que las delgadas venas de sus manos sobresaltan ante la presión, y su mirada bicolor viendo sin ver refleja un millar de sentimientos y a la vez ninguno.

Nico...

¿Dónde está? —no la deja terminar— ¿Qué pasó con ella? ¿Por qué no está aquí? —su tono es seco, vacío, se nota a lenguas que intenta con toda sus fuerzas retener a sus sentimientos y a su mente, rogando por una realidad que claramente no es, pero aferrándose a ella porque sabe que al oír la respuesta él...

Muerta —responde ahora el chico, y su voz se divide entre la rabia y el dolor—. Murió hace tres años aquella noche —Nico abre la boca para formular otra pregunta, pero la conmoción que siente es tanta que pierde la voz; aunque no es necesario que hable, ambos saben cuál es su pregunta y Azriel está dispuesto a darle una respuesta, solo le está dando un momento para asimilar la primera parte— Ella... Ella estaba contigo... Ustedes tomaron un camino diferente y... Cuando Jade y Demon decidieron ir a ayudarlos... Ya era tarde —las esquinas de su boca tiemblan, y su voz flaquea inevitablemente, más se esfuerza por no quebrarse. Ya tuvo suficiente tiempo para lamentarse. Debe afrontar la realidad, así como sabe que lo hará.

El podrá... Dolerá... Pero podrá.

Una mano sobre su hombro lo hace mirar de reojo hacia la mayor que se a puesto a su lado como apoyo, para así luego regresar hacia el frente. Rezando en sus adentros que las cosas no se descontrolen.

Pero desear eso es ser un iluso.

Porque la realidad es que la respiración del chico que tiene al frente se vuelve superficial, comenzando a hiperventilar, y termina llevando las manos hasta su cabeza con desespero.

El toque en su hombro desaparece, y Cameron no duda en querer ir con Nico, más el albino aún es su estado, es capaz de sentir sus movimientos y retrocede aún más, dejando en claro que no quiere que nadie lo toque. Eso la lastima, pero termina llevando ambas manos hasta su pecho donde el dolor de su corazón es punzante.

—Nico respira, por favor —casi ruega, y de reojo el semidemonio nota como ojos curiosos se centran en ellos, incluyendo un par chocolate que los observan con preocupación comenzando a aproximarse a toda prisa— ¡Nico! —pero ante el grito de la mestiza, regresa su atención a la razón de todo, sólo para apartarse justo a tiempo para no ser golpeado por el albino que se aleja sin mirar atrás.

¡Nico! —su grito se mezcla con el del moreno que a comenzando a seguir al que huye, pero lo único que consigue es caer junto a un grupo que también terminó en el suelo debido al fuerte empujón que el bicolor de dió a uno de ellos para apartarlo, y ante la mirada perpleja de todos, la neblina clásica de los brujos envuelve al muchacho haciendo que desaparezca antes de que alguien pueda hacer algo.

Y justo cuando la neblina se esfuma por completo, un pelinegro de mirada azulada se deja ver frente a la puerta por donde su primo intentó escapar, pero que por su presencia le hizo tomar una medida alterna.

De inmediato los orbes claros del mayor se cruzan con los oscuros del chico que a penas se está incorporando, y en ambos se refleja la misma pregunta:

«¿Qué demonios acaba de pasar?»

(...)

Sin saber bien cómo, Nico logra aparecer fuera de la Cede, al otro lado de los muros que divide el perímetro. A caído mal contra el piso, pero justo ahora el dolor físico es lo menos que le importa.

Por un momento mira sobre su hombro hacia la imponente construcción y podría jurar que por una fracción de segundo pudo distinguir la silueta de alguien mirándolo desde el cristal de la sala de reuniones. Más no le da verdadera importación y se centra en un mayor objetivo: Huir.

Pero no huir de sus amigos. Sino huir de su mente satura, de su corazón sangrante y su alma cansada. Aunque sabe claramente que eso es imposible, justo ahora es lo único que quiere.

Huir de sus recuerdos.

Pero con forma avanza, estos lo golpean con mayor fuerza, repitiéndose una y otra vez como una película bizarra que lo único que consigue es empeorar su estado.

Las personas que transitan se sobresaltan al verle correr con tanto desespero, esta vez no tiene tiempo ni de disculparse ya que detenerse sería perder la poca fuerza que a duras penas la adrenalina le ofrece y terminaría cayendo ante el cansancio.

Porque eso es lo que está: Cansado.

Los recuerdos que lo golpean sin piedad le roban toda las reservas de energía que posee. Necesita con urgencia un lugar seguro. Un lugar donde pueda dejar salir todo el dolor y así poder dejar de sentir el suficiente tiempo como para recargar sus energías. Y lo necesita rápido.

Entre la cinta repetitiva, logra encontrar un espacio en su mente para pensar en un lugar donde poder calmarse.

Necesita espacio. Soledad. Aislamiento.

Necesita alejarse de todos y todo.

Necesita un... Escape.

Y por lo visto, su subconsciente parece haber hallado el lugar perfecto ya que nuevamente aquel humo se hace presente, y la sensación vertiginosa con el, pero esta a penas dura los segundos suficientes para ser conciente de a dónde se dirige, y más rápido de lo que imaginó, la neblina lo deja caer en un golpe seco sobre la pequeña extensión de tierra que divide el bosque de Palacio del acantilado que fácilmente reconoce.

Su respiración aún es pesada y su corazón sigue frenético, pero por fortuna los recuerdos han parado de surgir, porque ya lo sabe todo.

Cuando lo conoció. Lo que vivió. Y cómo todo terminó.

(...)

Las ráfagas de viento hacían que las cortinas bailarán en el aire, permitiendo que la brisa fría entrase a la habitación, la cual se encontraba a penas iluminada por la casi inexistentes luz de luna debido a que se encontraba tapada por un gran grupo de nubes oscuras.

En cualquier otro momento el joven se encontraría tranquilo a la espera de que comenzara a caer la tormenta que poco a poco se estaba formando, el sonido de la lluvia lo relajaba mucho, más en esta ocasión la tormenta de emociones que se desataba en su interior era mayor.

Sentía dolor, culpa, miedo, ira. Era una mezcla caótica de emociones negativas que amenazaba con consumirlo.

Y como no, si una vida se había perdido por su culpa.

Otra vez.

Pero en esta ocasión, había sido intencional.

Quería matarlo.

Así que  no era eso lo que lo mortifica, no totalmente.

Sí, había actuado por impulso y sin medir las consecuencias, pero a pesar de eso, no había sentido nada trás reducir a su rival a cenizas, después de todo la intención del otro también era matarlo, él sólo se defendió.

Lo que en verdad le está carcomiendo por dentro es el saber que lo deseaba. Deseaba acabar con su vida. Actuó como un asesino sin corazón guiado por la venganza. Actuó como el ser que juró nunca sería. Como el ser en que ellos quería que se convirtiera.

El ser que ella quería que fuera.

Pero, lo que más le duele, lo que hace que su pecho arda y se siente como la peor escoria del mundo, fué ver sus ojos.

Ver ese miedo reflejado en aquella mirada que tanto cariño le regalaba a diario.

Y no sólo la suya, también la de los demás. El shock, el horror, el temor con el que todos los presentes lo observaban.

Sus primos y sus amigos tal vez lo entenderían, pero... ¿Qué hay de los otros? Se supone que ellos representan la esperanza en ese infierno y eran el símbolo de la rebelión contra los monstruosos que los tenían prisioneros, ¿Qué pensarán ahora de él?

¿Que finalmente lo cambiaron?

¿Que ahora es como sus enemigos?

¿Que es un monstruo también?

¿Un asesino?

¿Ella pensará lo mismo ahora?

Otra ráfaga de viento invade la habitación y junto a ella los truenos empiezan su música y los relámpagos a hacer surgir su luz.

Mientras tanto el chico se encuentra hecho bolita en una esquina del cuarto, usando sus brazos y piernas como escudo contra el frío mientras su alma sufre... Otra vez.

Pero entonces, de golpe el frío es reemplazado por un manto cálido y es gracias a eso que el joven brujo por fin detecta la presencia de alguien a su lado.

Enseguida se gira sobresaltado apegándose más al rincón y su mirada cae en la chica de melena del color del otoño junto a él.

Hasper... —susurra, entre una mezcla de miedo y anhelo. Como si pronunciar su nombre fuera una plegaria prohibida.

Una pequeña sonrisa tira de los finos labios de la joven para luego susurrar un suave, pero significativo «Hola».

Hasper intenta acercar su mano, más el chico se apega todo lo que puede a la pared y niega con frenesí.

La mano de la chica queda a centimetros de su hombro y su mirada fija en la expresión atormentada del joven. Una parte de ella quiere ignorarlo y tocarlo, más la otra quiere respetar su deseo y mantener su distancia.

Pasan unos pocos segundos antes de que finalmente ceda y retraiga su brazo juntando las manos sobre su regazo. La pelirroja inhala hondo y exhala con fuerza, resignada, para luego girarse y quedar contra la pared recogiendo un poco las piernas.

—No te voy a tocar, pero me voy a quedar aquí —dictamina, con un tono lo suficientemente firme para darle a entender que no la hará desistir.

En respuesta, Nico imita su acción suspirando con pesadez para luego volver a su posición anterior con las rodillas apegadas a su pecho, rodeandolas con sus brazos y con la mirada fija en el suelo sin salir de su rincón a una distancia considerable de la muchacha.

Aún no está listo para afrontar la situación, y aunque una parte de él prefiere estar solo un poco más, en el fondo agradece su compañía.

Los segundos transcurren en silencio y las gotas de lluvia empiezan a caer con fuerza entrando por la ventana abierta y creando rápidamente un gran charco en la habitación.

La tigresa actúa por inercia y corriendo el riesgo de empaparse se acerca a la ventana para cerrarla e impedir el paso del agua. Lamentablemente pasa lo inevitablemente y ahora su ropa se encuentra completamente mojada del torso hasta las rodillas junto a su rostro y parte de su cabello.

Un suspiro frustrado la abandona y deja que su frente se apoye contra el vidrio de la ventana, sintiendo como las gotas impactan con violencia contra esta.

Más el repentino olor a madera quemada junto a un creciente calor hacen que vuelva a reincorporarse y de media vuelta para así descubrir al varón inclinado frente a la chimenea que ahora se encuentra encendida.

Una ligera sonrisa se hace presente en su rostro y a paso cauteloso se acerca hacia él quedando uno al lado del otro sentados frente al fuego.

Nuevamente hay silencio entre ellos, solo el ruido de la arraigada lluvia, los sonoros truenos y la madera siendo chamuscada lo llenan.

Aunque esta vez ella no piensa seguir callada.

—Entonces... ¿Piensas decir algo o seguimos haciendo cómo que nada pasó? —interroga, usando un tono suave, pero exigente.

Aguarda, pero trás demasiados segundos sin respuesta, decide continuar.

—Mira, entiendo si no quieres hablar, lo que pasó fué bastante... Impactante, y si a mí aún me cuesta procesarlo, entiendo que a tí aún más, pero... Ya han pasado horas, Nico —lo mira de reojo, encontrado su ya típica expresión perdida—. No puedes esperar que no empecemos a preocuparnos.

—Yo sólo... Necesito... Tiempo —susurra, mirándola de reojo también y forzando una sonrisa ladeada que más bien pareciera una mueca extraña—. Luego volveré a ser el mismo, tranquila.

—Nico... —musita ahora Hasper, y disminuye un poco el espacio que los separa, pero manteniendo aún una distancia prudente entre ambos— La última vez que algo así pasó, no supimos de tí durante un mes.

—Era lo correcto —refuta él, regresando la vista al frente y borrando todo intento de sonreír—. Mi Don se salia de control fácilmente, era mejor que me alejara hasta que lo tuviera bajo control. Ella dijo-

—¿Ella? —lo interrumpe, y Nico se tensa al darse cuenta de que habló de más— ¿Quién es ella, Nicolas? —interroga Hasper, frunciendo el ceño confundida— ¿Hablas de... Carola?

La mirada de la chica se clava en su rostro, más el albino mantiene una expresión vacía con la mirada fija en las llamas danzantes. Puede sentir la mirada intensa de su amiga sobre él y sabe que se encuentra a la espera de una respuesta de su parte, más no tiene el valor de encararla.

Cuando se reencontró con sus amigos después de ese mes que se alejó de todos, les explicó sobre su decisión de mantenerse al margen hasta que estuviera de nuevo en control de sus poderes, pero les dijo que la idea había sido completamente suya. No quiso mencionar a Carola, más haya del obvio desprecio que siente por la bruja, algo en él no quiso admitir que una de las razones por la que pudo recuperar el control, fué gracias a ella.

No iba a aceptarlo.

La odia, pero también le está agradecido.

Es complicado.

—Era lo correcto —repite—. Hice lo correcto.

—¿Aislarte de todos lo seres que te quieren y se preocupan por tí era lo correcto? —cuestiona ella de inmediato, sonando notablemente disgustada.

—No entiend-

—Sí, sí entiendo —lo corta, y un escalofrío le recorre al notar el tono brusco y molesto de la chica—. Entiendo que lo que pasó fué algo horrible, entiendo que debes de sentirte terrible, entiendo que esto no es algo que se supera de la noche a la mañana y por supuesto que entiendo que deseas tú espacio y algo de tiempo para recuperarte, ¡Pero entiende tú que no eres el único al que le afecta! —exige, y su voz se quiebra un poco, más rápidamente se recompone para así continuar. Aunque ese ligero desliz no pasa por alto para el muchacho—. Nico, yo tengo bien en claro que este lugar es un maldito infierno donde muchos pierden la cabeza, y que intentar mantenerse firme y hacer lo correcto es muy difícil. No siempre vamos a poder mantener el control y pensar con sensatez, muchas veces nos veremos tentados u obligados hacer cosas de las que luego nos arrepentirnos, e incluso podríamos llegar al punto donde no habrá remordimiento alguno por más malos que sean nuestros actos —su tono se va suavizando poco a poco, hasta llegar a ser compasivo—. Aunque existe una gran diferencia entre no sentir nada, y no saber lo que sentimos —con cuidado, lleva una mano hasta el hombro del chico y para su alivio éste no se aleja al momento que lo toca, así que decide acercarse por completo hasta poder rodearlo con su brazo apoyándose en su costado—. No te culpo por alejarte, después de todo es comprensible. Tampoco te culpo por querer solucionar tus problemas sólo, muchos lo hemos preferido así y sé que sólo querías cuidarnos. Y mucho menos te culpo por lo pasó ese día y lo que pasó hoy, a fin de cuentas tu sólo te defendías y nunca debes sentirte mal por intentar defenderte, a final eras tú o él.

—Es que él no me importa —aclara entonces el bicolor, hundiéndose aún más en su lugar—. Ni esta, ni en aquella ocasión me afectó lo que les hice, no totalmente. Ellos se metieron con ustedes.

—¿Entonces qué te perturba? ¿Por qué te alejas? —interroga, apartándose lo suficiente para verle de costado.

—Porque disfruté hacerlo... —responde, en un susurro, cerrando los ojos de nuevo con una expresión de tormento—. No pensé, no me controlé, me dejé llevar por mis impulsos, yo solo... Quería matarlo por haberte lastimado —su rostro se contrae en dolor, y se agarra la cabeza respirando con pesadez—, pero entonces ví la expresión asustada de todos, ví el temor y el miedo en sus ojos —Hasper se separa por completo en ese momento, colocándose ahora delante y posando ambas manos sobre las suyas le obliga a que alce la mirada encontrando los orbes claros de la chica que lo observan con compresión, preocupación y compasión—. Y en los tuyos... —añade, haciendo que el rostro de la joven se contraiga en pena y culpa. Por lo que se endereza retirando las manos de su cabeza y acunando el rostro de la pelirroja, sacándole una sorpresa por el repentino acto—. Yo no quiero que me temas, no quiero que ninguno lo haga. Yo no quiero hacerles daño, nunca lo haría —jura, mientras su ojos se cristalizan—. Pero me da miedo que en uno de mis arrebatos las cosas se salgan de control y termine haciéndoles daño —su voz se ve ahogada por las emociones acumuladas y, dejándose llevar, deja caer su frente sobre la de ella cerrando los ojos—. No quiero perderlos.

—Nico... —musita Hasper, en medio de una exhalación inestable, cerrando también los ojos— Tú jamás me perderás ¿Sabes por qué?, Porque pase lo que pase, yo siempre voy a querer al chico dulce y valiente del que me enamoré —le asegura, acunando su rostro también.

Aunque sus palabras son sinceras y su toque cálido, eso no evita que las lágrimas se hagan presentes en el rostro del muchacho y un sonido gutural emerge de su pecho.

L-Lo siento. Lo siento mucho Hasper... —susurra, y ella no necesita de más para saber a qué se refiere—. Perdóname por no podar darte el amor que te mereces. Pero es que yo-

—Lo sé —se le adelanto, cortando de nueve cuenta sus palabras, y con calma lo suelta para alejarse de a poco. Las manos del chico también han caído, y ella no duda en tomarlas para darles un apretón—. De verdad... De verdad espero poder conocerla... A la chica que te robó el corazón.

(...)

Es de noche ya. Hace dos horas exactas que el sol se a ocultado. El cielo se a cubierto de su manto oscuro y la luna a comenzado a hacer su camino hasta la sima, iluminando con su luz pálida al joven que yace a orillas del acantilado como alma en pena.

Hace rato que ha dejado de pensar, de sentir. Sus sentidos se han minimizado y su mente conciente está en modo avión. Ya no es capaz de procesar nada. Ni el frío, ni la sensación entumecida de su cuerpo, ni su garganta seca o sus ojos hinchados.

Tirado sobre el monte algo húmedo, sólo se centra en realizar la acción básica de respirar, haciendo que la sangre fluya por sus venas a la velocidad normal y su corazón lata al ritmo pausado de las agujas de un reloj que indica los segundos que lleva en ese estado.

Finalmente, después de pasar casi toda la tarde, a conseguido entrar en modo vacío, donde está presente y a la vez no, donde su mente sobre saturada ya no es capaz de retener ni el pensamiento más mínimo, y donde su cuerpo se siente tan vacío como su alma.

Y lo agradece.

Agradece el no pensar, el no sentir, el no percibir. Sólo está ahí, dejando que la pesadez del cansancio físico y emocional se desvanezca mientras que su sistema operativo se reinicia y así ya no sentir que está a punto de explotar.

Pero el que no siente esa misma paz es el muchacho que lo observa desde los árboles. No sabe si sentirse aliviado o preocupado de verle tirado allí como un jodido muerto.

Cameron y Azriel ya le han contado lo sucedido, y con ayuda de Alva que se encontraba en casa del albino, pudieron saber dónde estaba ésta. La mujer, como siempre, ya sabía todo, y estaba ahí para pedirles que lo dejasen procesarlo él solo. Nico necesitaba su espacio, y cuando se encontrase más estable, lo iría a buscar ella misma.

Pero cuando eso sucedió, Roy pidió que le permitieran ser él quien lo busque, y trás un pequeño debate, fué las mismas Dalia y Alva quienes lo apoyaron a ir.

—¿Irás o no? —inquiere el pequeño oso a sus pies, y Roy le observa contrariado— Llegaste hasta aquí porque querías hablar con él, ¿Qué estás esperando?

—No estoy tan seguro ahora... Se ve fatal —musita, de verdad preocupado por el estado de su amigo.

¿Te recuerdo cómo estabas tú? —Roy aprieta los labios y niega— Eres su mejor amigo. Te necesita.

—Sin presiones ¿Eh? —intenta relajarse con una broma, pero solo termina más nervioso de lo que yá estaba— Pero tienes razón.

Ónix asiente para así regresar a la sombra del muchacho trás desearle suerte.

A paso cauteloso comienza a acercarse, hasta detenerse a un par de pasos del albino.

—¿Sigues vivo? —consulta, inclinándose para quedar en el rango visual de su amigo.

Pasan varios segundos donde sólo se miran, Roy con ansiedad y Nico con indiferencia.

Si... —responde trás lo que pareció una eternidad, y cierra los ojos, lo cual el contrario agradece ya que estaba empezando a incomodarle su forma de verle como si ninguno de los dos estuviese ahí—. Aún sigo vivo... —pero la forma tan fúnebre en que dijo lo siguiente, sólo le pone los nervios de punta.

Okey, deja de deprimirme o voy yo mismo y busco una pala pa' enterarte de una y así no tener que verte la cara 'e muerto viviente que te traes.

Jodete Reyes.

—Ah, pa' eso sí sirves hijo de-

—Ya, ya, tampoco es para que me salgas con malas palabras —le regaña, regresando en sí para poder incorporarse hasta quedar sentado.

—Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas —se escusa su amigo, sentándose a su lado.

Se forma un pequeño silencio entre ellos a partir de ahí. El moreno se relaja echándose para atrás usando sus manos como apoyo, mientras que el albino se encorva haciéndose bolita.

—¿Y bien? ¿Viniste a ver si sigo vivo o para algo más? —interroga entonces, mirándole de reojo.

—¿No puedo simplemente preocuparme por el bienestar de mi mejor amigo? ¿En especial si éste es medio emo?

—¿Medio qué..? ¿Tú y Az ya no tiene con qué molestarme? —ahora si lo encara, enderezandose.

—Lo seguiré haciendo hasta que te vea con mejor cara. Te prefiero molesto a moribundo —se defiende el contrario, también acomodándose para quedar a la misma altura.

—¿Tan mal me ves?

—Saliste como alma que lleva el diablo asustando a todos, desapareciendo unas seis horas en medio del bosque sin que nadie supiera de tu estado, y hace un momento te encontré tirado como cadáver fresco e incluso cuando me acerqué mirabas a la nada como si estuvieras a la espera de tu final —enumera— ¿Qué tú crees genio?

Nico exhala con fuerza y se frota la cara con ambas manos hasta deslizarlas hacia su cabello algo sucio por la tierra y el pasto que se le pegó.

—¿Mis padres ya lo saben?

—Creo que media Capital lo sabe —responde Roy, con cierta pena ajena que intenta disimular—. Pero la verdad... No te juzgo. Yo reaccionaria igual si estuviera en tu situación —admite, desviando un poco la mirada hacia el pasto y arrancando una parte como distracción—. Cami y Az nos contaron lo que pasó.

Lo último lo pronuncia en un tono bajo, cauteloso, y de reojo observa como el chico vuelve a hacerse una bolita.

Nuevamente se hace el silencio. El de orbes chocolate intenta distraerse con cualquier cosa que encuentra, pero no puede evitar echarle un vistazo a su compañero cada cinco segundos.

—Vi lo que pasó... Ví cómo... Cómo fué que Hasper... Murió —le hace saber el bicolor, rompiendo el silencio nuevamente, y el muchacho a su lado se tensa por un momento.

—Quiero saber —declara de golpe, y ambos giran para encarar al otro—. Muéstrame.












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¿Disfrutaron San Valentín? Que bueno 💕

¡Ahora sufran!

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