C A P Í T U L O 30

Los movimientos del mayor se detienen de golpe ante la mención de la niña.

No se esperaba que el muchacho supiera de ella tan pronto.

Aunque haciendo memoria, Alva le había comentado sobre una pequeña escapada que se dieron su hijo y Cameron en la noche después de que despertó, más nunca se imaginó que la chica tendría las fuerzas suficientes como para hablar de lo que sucedió con su hermanita.

O si tan siquiera él podrá.

—Se que es un tema delicado y yo... En verdad desearía no hacerte revivirlo, pero... Temprano hablé con Finn y... Yo... Él... —intenta articular, más la inseguridad aumentando hace que sus palabras se enreden y por inercia apriete con fuerza el libro que recogía.

Alec observa al chico unos segundos evaluando la situación hasta que decide actuar. Posando una mano sobre uno de los hombros del albino gana nuevamente su atención, mientras que con la otra procede a retirarle el libro para así ponerlo a un lado junto a los que siguen en el suelo.

—Ey, calma, respira un poco —le aconseja, usando un tono gentil y compasivo que resulta cálido para el menor, por lo que termina cediendo ante sus palabras y respirando hondo— ¿Mejor? —Nico exhala y asiente— Eres muy nervioso, en lugar de cachorro pareces más bien un consejo —bromea, intentando quitar la tensión del menor.

—Perdón, es que... No resultó bien la última vez que toqué el tema —explica, agachando la mirada con el remordimiento reflejándose en su voz.

—Me lo imagino. Para todos aún duele, tú no tienes la culpa —trata de consolarle, sobando su hombro para que se calme un poco—. Mejor dime ¿Cameron te lo contó todo?

—Lo hizo... —asiente despacio—. Me contó... Lo que pasó esa noche, y un poco de lo que pasó con los tíos, Matteo y ella. Más mi curiosidad es sobre la reacción de... Finn —especifica, apretando ahora ambas manos sobre sus piernas, aún sin encarar a su padre.

Nico aguarda en silencio, dejando que el mayor se tome su tiempo a la vez que regula los latidos de su corazón que se intensificaron al recordar aquella noche junto a su amiga, comparando inevitablemente aquella situación con la vivida con su hermano en la tarde, y ahora, posiblemente, con su padre.

Mientras tanto, Alec aparta por un momento la vista del mayor de sus hijos para posarla ahora en los libros que aún siguen tirados. No son muchos ya, pero tiene que recogerlos pronto ya que en verdad son muy antiguos y valiosos.

Alva le ha pedido que le llevase algunos tomos particulares que posee. Aún siguen buscando una alternativa para ayudar a los chicos, pese a las escasas posibilidades de encontrar una.

Las acciones de Carola nunca le han dejado muchas opciones.

Un suspiro abandona al hombre en ese momento, más no permite que las sombras del pasado lo envuelvan justo ahora que su hijo lo necesita.

—Finn y Fanny eran muy unidos, cómo era de esperarse... —comienza a relatar, dejándose caer por completo sobre el suelo de madera, y soltando al chico para poder acomodar los libros restantes en una pila junto a ellos, pero eso no le impide seguir hablando— La pequeña, al igual que sus hermanos, era como una sobrina para mí. Durante los cuatro años que vivió nos aseguramos que tanto ella y tú hermano tuvieran una infancia plena sin importar nada. Ambos eran felices, siempre jugando y animando a todos.

—Eran la alegría de la familia —musita Nico, recordando las palabras de Cami, a lo que su padre asiente y el chico procede a sentarse en el suelo también para finalmente mirarle.

—A pesar de que eran sólo niños, ambos ya conocían la situación por lo que pasábamos, no les podíamos ocultar la verdad —prosigue el ojiverde, terminando con los libros para ahora fijarse por completo en el joven—. Para nuestra sorpresa ambos comprendieron todo... A su manera. Fanny aún no entendía muy bien mientras que Finn entendió demasiado. Recuerdo incluso que una vez me preguntó si ellos volverían, si intentarían llevárselos también.

—Creo que Carola no sabía de Finn o tal vez no le interesaba lo suficientemente como para querer tenerlo —medita el chico, jugando con sus dedos al golpear sus piernas mientras hace memoria—. Y en cuanto a Fanny, según entendí ella no heredó la magia de la tía Cati, por lo que era solo una licántropo, así que, a pesar de sus fortalezas, no lo llevarían al criadero, su transformación iba a ocurrir a una edad muy adulta y mientras tanto sería sólo una humana. No les era útil.

—No les era útil... Viva —señala Alec sin dudar, mirándole con seriedad.

Nico asiente, sin agregar más comentarios.

—Pero bueno, continuando —retoma la palabra, también queriendo dejar el tema—. Unos días antes de que se fueran por los doce años de Cami, Finn nos había dicho que tenía un mal presentimiento, pero como ni él sabía a qué se refería, creímos que sólo era miedo de estar tan alejado de Fanny. Se suponía que la cabaña se encontraba en una zona segura que Carola no conocía, y como tú madre no había tenido ninguna visión, nos confiamos demasiado. Un error por el que mi pequeña sobrina tuvo que pagar —su voz se apaga ligeramente y se ve obligado a tomarse un momento. Como le dijo al muchacho, lo que sucedió aquél día sigue siendo una herida abierta para todos.

—Lamento en verdad hacerte revivir esto, papá, créeme que no es mi intención —se disculpa el albino enseguida, mirando con pena y arrepentimiento a su padre, quien se frota los ojos con los dedos e inhala con fuerza.

—No, no, está... Está bien. No estuviste ahí y estás en todo tú derecho de preguntar —le calma, adquiriendo una posición algo cabizbaja, ahora siendo él quien mantiene la mirada apartada—, en especial sobre tú hermano. Para él fue tan doloroso como para todos, más aún cuando sentía que pudo haberlo evitado si tan sólo lo hubiéramos escuchado... La verdad es que todos nos sentimos culpables —admite, con un nudo en el estómago—. Finn nos reclamó por haberlo ignorado, estuvo molesto con nosotros por meses y se aisló de todos, ¿Y sabes qué? No lo culpo. Hicimos mal y nuevamente ustedes pagaron por ello.

El lamento y remordimiento en la voz de su padre hace que el corazón del chico se comprima. Y aquel malestar aumenta al recordar a su madre y sus palabras el día de su reencuentro.

«La única que debe disculparse aquí soy yo. Soy tu madre y no cumplí con mi deber de cuidarte. Si lo hubiera hecho correctamente no tendrían que haber pasado por todo esto ninguno de los tres y hubieran crecido como era debido».

La verdad es que ellos tampoco son culpables. Nunca hicieron nada malo que pudiese provocar nada de lo que les pasó. Y quizás él, sus primos y amigos pasaron por un infierno de pequeños, pero sus padres y tíos tambien pasaron por el suyo, lo siguen pasando todavía.

Han pagado tanto como ellos. Y para ninguno a sido justo.

Sus vidas nunca han sido justas.

Pero podemos volverlas justas.

—¿Y qué hicieron?

—No quisimos presionarlo por más que nos doliera su desprecio. Su empatía aún era muy reciente y estaba descontrolada, era muy inestable, en especial siendo tan pequeño. Lloraba, gritaba, y a veces rompía cosas al alterarse, pero lo que más dolía, era cuando parecía olvidarse de lo sucedido e iba y actuaba con normalidad, incluso una vez llegó y nos preguntó si podíamos visitar a Fanny a su casa ya que llevaba tiempo sin verla. Recuerdo claramente que tu madre tuvo que contener su llanto mientras yo lo tomaba y con todo el dolor de mi alma le recordé que ella... Ya no estaba —toma una pausa, y ahora es el quien aprieta sus manos para mantenerse firme— Juro que, en cuanto pronuncié aquello, algo en su mirada... Se apagó —finaliza.

Cada palabra ha sido una agonía para él, sus ojos pican y su pecho duele. La llegada de su hijo y su sobrina habían traído normalidad y esperanza a la familia, más el destino decidió lastimar también a su hermana arrebatándole a su hija, y herir aún más a su esposa rompiendo a su niño.

¿Por qué lo hizo?

Es algo que siempre se preguntará. Carola cambió tanto que le resulta casi imposible pensar que la mujer que lo único que ha hecho a sido lastimar a sus seres queridos, sea la misma a la que alguna vez le tuvo un gran afecto.

Demonios... Maldice el chico.

Pensar en su hermanito en ese estado, tan vulnerable y roto, hace que un hoyo negro de emociones se instale en su pecho. Haciendo que sea consumido por emociones negativas, dolorosas y asfixiantes.

Maldice el día en que esa bruja nació.

—¿Como... Cómo fue que logró... Sobrellevarlo? —logra articular, intentando ignorar el malestar punzante.

Alec respira hondo, haciendo que su pecho suba y baje notoriamente, intentando calmarse y armarse de la fuerza suficiente para poder continuar.

Por más que duela, no puede quebrarse. 

—Fue... Extraño —responde, en un tono lo más estable posible—. Un día solo nos llamó y tras disculparse por alejarnos, él simplemente... Siguió. Aunque ya nada fue igual —confiesa, melancólico—. Ya no era aquel niño alegre e inocente al que criamos. Fué como si Fanny se hubiese llevado consigo una parte de él. Parecía ausente y... Vacío. Hacia todo con monotonía y casi mecánico. Según Alva, él solo estaba intentando volver a la normalidad, pero necesitaría tiempo.

—¿Y funcionó? —no puede evitar preguntar, aunque no le ve mucho sentido el hacerlo.

Algo. No es como si hubiese vuelto a ser aquel niño, pero al menos ya no parece una...

Marioneta viviente —completa el chico, recordando a aquellos niños vacíos que veía vagar en el criadero—. Aunque aún le duele lo suficientemente como para no querer hablar de ella.

—Tiempo al tiempo, hijo —cita su padre, posando de regreso sus orbes oliva en él, más ya no existe en ellos aquel brillo jovial que lo caracteriza. Solo una mirada llena de... Resignación—, eso es todo lo que podemos hacer en estas situaciones. Darle tiempo al tiempo.

Ahora es Nico quien suspira con pesar sintiendo como su pecho se hunde con dolor.

Mientras más pasan los días, más descubre lo rota que está su familia. Cada uno lleva su cruz. Cada uno se lamenta y culpa por algo diferente, que directa o indirectamente termina afectando a los demás.

La mano de Alec nuevamente en su hombro lo hace regresar la mirada al frente, encontrando a su padre con una mirada comprensiva.

—Se que estás preocupado ahora, pero te juro que Finn estará bien ¿Y sabes por qué? —Nico cree que seguirá sin más, pero al darse cuenta que tarda, entiende que en verdad espera una respuesta de su parte, pero como está demasiado afligido como para hablar, solo se limita a negar con la cabeza, y ante su respuesta, el mayor curva una sonrisa y aprieta con suavidad su hombro— Porque en nuestra familia no dejamos que el dolor nos impida continuar —declara con convicción y renovada firmeza—. Porque la vida es muy corta para andar con arrepentimientos o ataduras. Apreciamos lo vivido, pero tenemos en claro que el pasado es el pasado, se aprende de el y vivimos con ello, buscando siempre centramos en el ahora, en qué y quiénes nos rodean, dejando que sea eso lo que nos impulse hacia el futuro.

—Mamá me dijo algo parecido hace poco —musita, en un tono tan bajo que si no fuera por la cercanía Alec no hubiese sido capaz de oírlo.

—Es porque es la verdad, Nico. Una verdad que el tiempo nos a demostrado y confirmado una y otra vez. Y tú madre lo sabe al igual que los demás. Después de todo, nuestra familia a pasado por muchas cosas, tanto buenas, como malas, juntos, o separados, pero al final siempre hemos encontrado la forma de salir adelante. Y así como tú ahora estás aquí, después de todo, dispuesto a seguir pese a las dificultades, tú hermano se esfuerza por avanzar pese al dolor, cada uno a su ritmo, pero con nuestro apoyo en cada paso.

Ahora es el chico quien curva una sonrisa, y elevando una mano hasta su pecho, hace una promesa silenciosa de ser un buen hermano para Finn. Dándole su espacio, pero haciéndole saber que puede contar con él.

Y es que, así cómo su familia esta rota, también está unida.

Porque cada herida, cada lágrima, cada pena que alguno sufre, es compartida con los demás, y por consiguiente nunca se está solo, y eso es lo que los a ayudado a sanar.

Tal vez no estén intactos, pero tampoco están lo suficientemente rotos como para rendirse.

No dejaré que esto me supere. Ni a mí, ni a los demás.

Estamos juntos pasa lo que pase —pronuncia, y un brillo de complicidad se hace presente en los ojos de su padre.

Aunque el cielo arda.

—Y el infierno se congele.

(...)

El día llegó.

El miedo inexplicable aún está presente.

Los pajarillos a su alrededor comen despreocupadamente la comida que les da, y aunque a simple vista él parece estar también tranquilo, si te acercas lo suficiente notarás su mirada perdida y la forma inconsciente en la que retuerce sus dedos y aprieta la bolsita con las semillas para aves.

—¿Finn? —llama alguien a sus espadas, más no obtiene respuesta por parte del niño— Hijo ven, vamos a despedirnos.

Pero nada.

Un suspiro pesado abandona al mayor, y decide mejor agacharse tomando al pequeño por los brazos para después cargarlo haciendo que quede en una posición sentada entre sus brazos.

—¿No quieres ver a Fanny antes de que se vaya?

—No quiero que se vaya —musita por fin, apretando la bolsa contra su pecho y ocultando el rostro en el cuello de su padre—. No quiero despedirme.

—Vamos Finn, la cachorra se pondrá triste si su mejor amigo no se despide. A demás, sólo se irá por una semana, no es un adiós para siempre —intenta animarlo, más el niño niega, provocando que Alec vuelva a suspirar—. Hijo, se que te preocupa que algo malo pase, pero debes entender que no podemos vivir con miedo. Si algo malo va a pasar, pasará estemos aquí ¡O en la luna!

—¿Pero... Pero si ellos regresan? —cuestiona, en un hilo de voz temeroso.

—Ya a pasado mucho tiempo. A demás, los tíos ya han ido antes a la cabaña y todo salió bien.

—Pero-

—¡Tío Ale! —le interrumpe un tercero, y ambos castaños ven salir de la casa a una pequeña de rizos caramelo y ojos avellana seguida de su padre.

—Buenos días.

—Buenas días Matt. Y hola a tí también pequeñita —devuelve el saludo, bajando a su hijo con cuidado para así poder recibir a la pequeña, quien extiende sus bracitos regordetes para que el mayor la alce sacandole una risilla cantarina antes de devolverla al suelo—. Estábamos a punto de salir.

—Lo sabemos, pero alguien estaba demasiado emocionada —responde Matthew, iniciando así una charla con el brujo.

—Hola Fann —saluda entonces el menor de ojos verdes, con el mismo tono temeroso de antes.

—Hola Finn —saluda la niña, notoriamente más animada, y sin dudarlo abraza a su amigo, y él no tarda en devolverle el abrazo— ¿Po qué no salías?

—Estaba alimentando a mis amigos —responde, alzando la bolsa y señalando a las pocas aves que aún buscan semillas en el césped.

—¡Que lindos! ¡Yo también quero! —exclama la pequeña castaña, encantada con los animalitos, y Finn no duda en darle la bolsita para que vaya a alimentar a los que quedan— ¡Gacias! —acepta la bolsa, y corre alegre hacia las aves. Estas se alteran un poco al verla, más no tardan en acercarse cuando ella se agacha y deja caer un puñado de semillas— ¡Mira! ¡Mira! ¡Les guta!

—Claro que les gusta cachorra, pero intenta no darles tanto —le aconseja su padre, aún junto al mayor de orbes oliva—. Después les puede doler la barriguita.

Fanny asiente obediente y Finn decide ponerse a su lado para vigilar la cantidad de alimento, a la vez que observa reír a su amiga, sacándole una gran sonrisa verla emocionarse cuando un pajarito rojizo se acerca hasta su mano para comer.

Pasaron un buen rato viendo a las aves, hasta que finalmente llegó el momento de irse.

El niño aún no quería, pero confiando en la palabra de su padre decidió dejar el miedo y salir a decirle adiós a su amiga con un fuerte abrazo y la promesa de alimentar a los pajarillos cuando volvieran.

(...)

La alarma suena.

Finn abre los ojos con pesar y con todo el cansancio del mundo extiende el brazo para acabar con el molesto sonido. Una vez hecho, se acomoda en la cama con la mirada fija en el techo.

Llevaba tanto sin soñar con ella...

Cierra los ojos e inhala profundo dejando salir el aire despacio. Una mano se posa en su pecho mientras que con la otra limpia las lágrimas que se escaparon mientras dormía.

Aquel sueño era en realidad el último recuerdo que tiene de su amiga.

La última vez que le habló.

La última vez que la abrazo.

La última vez que la escuchó reír.

Fanny era su mejor amiga, su hermanita. Era una pequeña alegre y dulce que no tenía la culpa por los males que acechaban a su familia.

Pero aún así perdió la vida a la escasa edad de cuarto años.

Y nunca a sabido el por qué.

Y eso es lo hace que su muerte le duela aún más.

Ya no se culpa por ello, ni a sus padres, primos o tíos. Ninguno es responsable de lo ocurrido, sólo Carola es la culpable de sus acciones.

Pero el no saber por qué lo hizo. El por qué tuvo que morir, lo llena de una frustración e impotencia apabullante y asfixiante.

Nuevamente inhala profundo y exhala lentamente mientras que su mano no deja de frotar su pecho.

Debe calmarse. Si se altera sus padres se darán cuentan.

Pero no puede evitarlo.

Fanny murió, y nada podrá cambiarlo. Como su padre dijo: "Si algo malo va a pasar, lo hará estemos aquí, o en la luna".

Son cosas del destino.

El sabe perfectamente que así como tenemos la capacidad de cambiar nuestro destino, hay cosas que por mas que lo intentemos, simplemente no se pueden evitar.

Pero el no saber el por qué de ello, lo perturba.

Su madre no lo sabe, ni siquiera lo vió venir.

Alva se mantiene callada como siempre, lo único que consiguió con ella fué algo de consuelo al saber que su amiga no sufrió al morir y que su alma está tranquila.

Su último opción fué su tarot, normalmente este suele ser claro y directo con él, más en esta ocasión sólo le lanzó migajas.

Dos almas.

Desesperación.

Secreto.

En ese entonces creo la teoría de que tal vez Carola necesitaba el alma de Fanny para algún ritual o algo. La única forma de saberlo sería revisar el sitio donde se realizó, pero el bosque donde se encuentra la cabaña es tan grande que por más que buscaron no lograron hallar nada. Inclusive tocaron la posiblidad de que se la llevara a algún otro lugar y luego regresara para abandonar el cuerpo, ya que el lugar en donde lo encontraron estaba bastante cerca y aún así durando mucho en hallarlo, y justo cuando lo hicieron, Carola llegó a la cabaña.

Tendría sentido, pero eso solo dejaba en claro que nunca sabrían el por qué.

Tanto misterio, incertidumbre y frustración lo único que hacen es desequilibrarlo.

Y ahora Nico lo sabe. Los escuchó a él y a su padre hablar sobre ello después de la cena.

También sintió el dolor de ambos. Eso sólo lo hace sentir peor.

Siempre se a sentido mal por la forma en la reaccionó hacia sus padres. Estaba dolido y la agarró con ellos. Ni un segundo se detuvo a pensar en que también sufrían. Fanny era su sobrina, y murió en manos de la mujer que se había llevado a su hermano mayor y a sus primos.

No quiere que el chico sufra por él también.

Ya bastante tiene con que lidiar como para que esté preocupándose por sus cosas.

Él puede. Sólo necesita...

Tiempo.

Como unos cinco años más.

—¡Finn, cariño! ¡Baja a desayunar! —oye a su madre desde la cocina, y trás otra pequeña sesión de respiración y tratar de calmar el dolor en su pecho, decide que ya es momento de enfrentar un día más.

Tú puedes... Un día a la vez.

(...)


El portal se cierra a sus espaldas. Sus abuelas viven junto a los humanos, por lo que tuvieron que hacer un viaje entre mundos.

Nico mira su alrededor y descubre que ahora se encuentra en un prado, con hierba alta, flores silvestre, uno que otro animalito y árboles por donde mires. Las aves cantan y el sol de la tarde calienta, más la frisa fresca y limpia que sopla con fuerza lo contrarresta.

Frente a ellos, a unos pocos metros, se alza una típica casa de campo de dos pisos con sus paredes de madera y un pórtico donde una mujer alta, de cabellera azabache recogida en una cebolla, tez clara, oscuros ojos café y un distintivo dije de plata con forma de escudo y un cristal verde incrustado en forma de garra colgando de cuello, los observa de brazos cruzados.

—¡Pero miren quienes por fin se animaron a venir! —exclama, cuando se encuentran a pasos de distancia— Ya comenzaba a pensar que finalmente se habían olvidado de nosotras.

—Que dramática eres —responde Jade, llegando de primera, siendo seguida por Dalia.

—Soy su madre, las crié, y por lo tanto tengo todo el derecho de quejarme cuando mis hijas pasan meses sin visitarme —refuta, con un tono y expresión que les hace saber que en realidad habla en serio—. De Dali lo entiendo, ¿Pero tú Jade? No te dí ese tamaño para que vengas a pagarme así.

La acusada está a punto de objetar, más su madre la ignora por completo y en su lugar se aproxima a su hija menor para así envolverla en un fuerte abrazo que la peliblanca le devuelve, seguido del clásico beso en la frente en un típico gesto maternal, provocando así que la ojiazul las vea con total indignación e incredulidad.

—¡Traidora! —señala a la bicolor.

—¡Deja a tú hermana pequeña tranquila!

—¿¡Pequeña!? ¡Tenemos la misma edad!

—Eres un año mayor que yo, Jade.

—¡Silencio traidora!

—¡Pero qué escándalo es este, por Dios! —interviene finalmente alguien, y de dentro de la casa emerge otra mujer de cabellera rubia pálida, tez rosacea, menor estatura, e impresionantes iris azules con un dije en forma de flor negra con pequeños cristales redondos y rojos en su centro. Quien al ver a las hermanas su rostro es invadido por la sorpresa— ¡Mis niñas!

—¡Mamá! —responden ellas, rodeando a la mujer en un abrazo doble.

—¿Por qué contigo si se emocionan? —cuestiona la de orbes oscuros, sintiéndose menos querida.

—Porque Crista es la favorita de todos —responde es Alec, subiendo también al pórtico y recibiendo una mirada asesina por parte de la pelinegra mayor.

—Nadie pidió tú opinión, brujo de cuarta —prácticamente le escupe en la cara.

—¡Amara! —regaña la rubia, separándose de sus hijas— Deja al pobre de Alec en paz ¡No a dicho nada que no sea verdad!

Ante las palabras de su esposa, ahora es ella quien porta una expresión de indignación, y su molestia hacia el ojiverde crece.

—Ya, ya, suegrita, no quise ofenderla. Sabe que la respeto mucho —se disculpa el susodicho, quien en parte también está siendo regañado por la mirada disgustada de su mujer— ¿Qué tal si lo dejamos por la paz?

Amara lo observa aún de malas, pero trás caer el cuenta que no puede desquitarse con él por algo tan infantil, termina cediendo.

—¡Perfecto!, Una vez establecido el acuerdo de paz, vengan los demás que les quiero dar un abrazo a todos —anima Crista, tomando a su otro yerno, quien se había mantenido al marge junto a los más jóvenes, y a diferencia del brujo, tanto ella como Amara lo reciben con cariño.

Ante eso, Alec se muerde la lengua para así no resaltar el obvio favoritismo hacia el ex-angel, pero como consuelo, Dalia lo abraza ante su expresión de perro abandonado, sacándole en cambio una risa a la ojiazul, quien también se aguanta las ganas de restregarle a su hermana que a su esposo lo quieren más que al de ella.

Que bello es estar en familia.

—Por lo más sagrado que hay en la vida, ¿Nico?

—Hola... Abuelas —saluda el muchacho.

Ya las mujeres han recibido a los demás y estos ahora se encuentran dispersos en la sala, dejando así la entrada libre para que tanto el albino como las mayores puedan hablar sin intervención de nadie.

—Cielos... ¡Pero mira cuánto has crecido! —admira la ojiazul, envolviendo al chico entre sus brazos con toda la fuerza que posee—. La última vez que te vimos eras una cosita pequeñita ¡Y ahora mírate!

—Lo sé... A pasado mucho.

—El tiempo no importa ya mi niño —se une Amara, justo cuando la ojiazul lo libera, y ambas se quedan frente a él mirándole con la misma mezcla de cariño, alegría y nostalgia que le han transmitido los miembros de su familia desde que llegó—. Lo que en verdad importa es que has vuelto sano y salvo.

—Debiste haber pasado por mucho, Nico —lamenta la de menor estatura con pesar—. Aún recuerdo cuando Demon y Darcy volvieron. Se veían tan mal. Si ellos siendo los mayores, quienes tenían más edad cuando todo pasó, estaban así, no me quiero ni imaginar cómo fué para tí siendo tan... Pequeño.

La voz de Crista flaquea, y Amara la rodea por los hombros como apoyo.

—Nos alegró mucho cuando Dalia y Alec nos dijeron que habías vuelto —prosigue ella, intentando no crear un ambiente de tristeza—. Estábamos muy entusiasmadas con su visita, hace rato que ya no venían, nos hacían falta.

—¿Incluso mi padre? —cuestiona el bicolor, también en un intento por aminorar la tensión, y ambas ríen un poco ante ello.

—Se que parece lo contrario, pero en realidad le tengo un fuerte aprecio a tú padre por todo lo que a hecho por nuestra Dalia —confiesa la pelinegra, con una sonrisa sincera—. Como toda madre siempre habrá una parte de mí que no le gustará el hecho de que su hija más pequeña se haya casado e ido a vivir lejos de nosotras, pero al final de cuentas tanto él como ustedes son muestra familia también, y tanto ella como Jade ya no son niñas, sino mujeres que han elegido sus caminos y formado sus vidas.

—¿Viste florecita? Al final tú madre si me quiere —oyen al ojiverde opinar desde la sala.

—No tientes tú suerte, brujito —escuchan ahora a Jade.

—Hija mía tenía que ser —susurra Amara con orgullo, causando que Crista se cubra el rostro suspirando con resignación mientras que Nico sólo puede reprimir una risa.

Que bonita familia.

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