C A P Í T U L O 3
—¿Qué? —cuestiona, confundida, pero más que todo intrigada ante la revelación de su amigo— ¿Cómo? ¿Por qué?
—Larga historia —responde éste, encogiéndose de hombros como si no fuera la gran cosa.
—Pues tenemos toda la tarde y créeme, no me iré hasta que me cueste todo con lujo y detalles —declara ella entonces y el chico no puedo evitar reprimir una risilla ante su cambio de "¿Que demonios me quieres decir?" A "Cuéntame el cuento completo con punto y coma incluido".
Nico se pasa la lengua por los labios para seguido apretarlos a la vez que retuerce los dedos hasta finalmente unirnos en medio de una reacción dudosa y nerviosa. No ha hablado con nadie a parte de la psicóloga sobre ese tema y como tal ella ya estaba informada —más o menos—, así que ahora no sabe bien por dónde empezar, pero ya le dió hilo y él sabe que la chica es paciente, pero también demasiado curiosa.
Sus ojos bicolor observan por un momento a su amiga que aguarda por el relato.
Algo que caracteriza a Nico es su habilidad para leer a las personas. No es que juzgue ni nada, es algo parecido, pero sin prejuicios, más bien es como si pudiera ver lo que ocultan, lo que sienten en verdad. Es alguien intuitivo. Y Charis siempre le ha dado la impresión de ser alguien de confianza.
Aquí vamos. Se anima, inhalando hondo para exhalar despacio para así tranquilizarse.
—Bueno... La verdad no tengo claro cómo fué, sólo recuerdo despertar en el hospital adolorido y con un gran dolor de cabeza —comienza su relato, y como si volviera ese preciso momento, toca su cabeza como si le doliera y los recuerdos empiezan a llegar de a poco.
(...)
Al comienzo no podía moverse, el cuerpo le pesaba como si tuviera un saco de arena encima. Un pitido pausado se escuchaba a lo lejos, algo ahogado, pero audible, como si fueran sus oídos los que estuvieran tapados. Su respiración era algo forzosa, más lograba hacerlo correctamente, y a demás podía sentir los débiles latidos de su corazón, pausados, pero constantes.
¿Que está pasando?. Se preguntó enseguida.
A duras penas logró abrir los ojos, más la luz repentina y directa lo segó nuevamente, obligándolo a volver a cerrarlos de nuevo, para luego parpadeó unas cuantas veces hasta que por fin logró enfocar bien la vista y un techo blanco con lámparas colgantes lo recibieron.
Y ahora que estaba despierto sus sentidos también volvieron a funcionar correctamente, volviendo a los pitidos más claros, cercanos y notando que estos iban al mismo ritmo de sus latidos, sus respiración seguía igual, más ahora tenía mejor control de ella, pero aún su cuerpo se sentía pesado, cansado, y se encestaba acostado sobre una... ¿Camilla? A parte de tener algo sobre su rostro.
Confundido, llevo de espacio una mano a esa zona y descubrió que tenía puesta una máscara de oxígeno.
¿¡Pero que demonios!?
De inmediato se puso a recorrer con la mirada todo lo que pudo de la habitación en donde estaba.
Blanco y gris gastado eran los únicos colores que más destacaban.
La habitación de un hospital.
¿Por que pintan de colores muertos y deprimentes un lugar donde se supone vienen los vivos para sentirse mejor?. Se cuestionó ante tan vacía elección de colores.
—¡Que bueno! ¡Ya despertaste! —dijo, con alegría y alivio, una voz femenina desde su derecha e inmediatamente miró en dirección, donde encontró la entrada con la puerta medio abierta dejando ver a una castaña vestida de blanco hueso.
Una enfermera.
Ésta rápidamente sacó la cabeza hacia afuera para llamar a Quién-sabe-quién para luego volver y terminar de entrar en la habitación, caminando hacia unas máquinas al lado izquierdo de la habitación y empezó a verificar que todo estuviera en orden, siendo observada por un curioso y confundido muchacho blanco cual papel.
La puerta siendo abierta nuevamente hizo que Nico quitará la vista de la chica para pasarla ahora al hombre de bata blanca que acababa de entrar.
—¿Todo en orden? —preguntó en dirección a la castaña quién le respondió con un asentimiento— Bueno, veamos a nuestro jóven paciente.
El señor de entre unos treinta años tomó un pequeño banco —que estaba en un esquina cercana— y lo colocó junto a la camilla.
—Quitemos esto —estiró una mano al rostro del chico y éste dejó que despacio retirara la máscara—. Por favor, te pido que intentes respirar de espacio, inhala profundo por la nariz y suelta a la cuenta de diez por la boca.
El chico siguió las intrusiones y llenó sus pulmones con todo el aire posible para luego dejarlo salir con calma.
Respirar nunca había sido tan maravilloso.
—Bien —musitó el hombre comenzando a leer algo en una planilla que el chico no notó antes— Soy el doctor Andrew Baker y-
—¿Me pueden dar agua? —pidió el albino, en un susurro pastoso, interrumpiendo la presentación del adulto.
Más éste simplemente le dedicó una pequeña sonrisa y asintió, dejando la planilla sobre sus piernas para después tomar una jarra de agua y un vaso que estaban sobre la mesa de noche a un costado, servir un poco y entregárselo al chico, quien lo tomó con cuidado y con ayuda del Doctor se incorporó lo suficientemente para llevárselo a la boca y beber
La garganta le ardió cuando el agua pasó, más lo ignoró por completo y siguió bebiendo como si fuera la última vez que pudiera hacerlo.
—¿Cómo te llamas? —preguntó Andrew, una vez su paciente terminó de tomar el agua.
Nico bajó el vaso y se quedó mirando la pared por unos segundos, buscando en su mente la respuesta.
—Nicolas... —respondió, en un tono bajo, pero seguro, tras meditarlo poco.
—Okey, Nicolas —asintió Baker y anotando algo en la planilla que nuevamente estaba en sus manos— ¿Sabes cuántos años tienes?
—¿De cuántos me veo? —le preguntó en su lugar el chico.
—¿No lo recuerdas? —interrogó la enfermera, parándose del otro lado de la camilla, viendo al chico con sorpresa y algo de preocupación.
Nico agachó la mirada.
—No —susurró, consternado y ligeramente frustrado al no saber tan básica información.
—Yo diría que catorce —respondió entonces el hombre de bata blanca, tranquilo, anotando algo más—. Supongo que tampoco recuerdas cuando naciste, ¿Verdad? —inquirió.
—Correcto —respondió en un susurro ahogado.
—Está bien —asintió levemente Andrew y dejó ahora la libreta sobre la mesa para así acomodar los brazos sobre su regazo y concentrarse más al albino—. Ahora quiero que te concentres, ¿De acuerdo? —pidió— No sabemos nada de tí, ni siquiera hay acta de nacimiento o algo que haga referencia a un chico como tú, así que quiero que me digas qué es lo último que recuerdas, Nicolas.
El chico asintió lentamente —algo extraño ante la carencia de información sobre él— y procedió a cerrar los ojos para buscar en lo más profundo de su mente algún recuerdo.
—Recuerdo fuego, mucho fuego... —comenzó, conforme los recuerdos empezaban a surgir— Todo estaba oscuro y yo... Estaba asustado... Vulnerable.
—Con calma —le pidió el Doctor.
—Alguien me llamó y... Y me piden que me valla, pero... Pero algo pasa... alguien ataca... Y-y ¡Asch! —una punzada dolorosa y repentina lo atacó y por instinto llevó ambas manos a su cabeza, sujetándola en un intento inútil de contener el dolor.
—Nicolas, calma —intervino Andrew e intentó tocarle, más el chico lo apartó de golpe y agarró con fuerza su cabello.
—No, ¡No!, ¡DÉJALA! —empezó a gritar, jalando de su cabello a las vez que pataleaba, ignorante de las palabras del hombre preocupado a su lado.
—Nicolas, debes calmarte, respira por favor —le suplicó, viendo al muchacho comenzar a hiperventilar, por lo que decidió actuar y con esfuerzo logró tomar sus muñecas, para con ayuda de la enfermera bajar sus brazos a los costados mientras el chico se romovia en la cama sin control—. Calma, respira. Nadie te ará daño —siguió pidiendo mientras contenía a descontrolado y notablemente asustado muchacho.
—No, no, no —repitió Nico sin cesar visiblemente perturbado e intentó medio abrir los ojos, más su vista era totalmente borrosa debido a las lágrimas impidiéndole distinguir su alrededor.
—Calma, calma, estás seguro aquí. Nadie te hará daño —insiste Andrew en un intento por calmarlo, pero al ver que éste no parecía tener planes de tranquilizarse, al final tuvo que pedirle a la enfermera que lo durmiera.
(...)
Revivir aquello se sintió como si hubiesen pasado días y no años. Y lo peor son las miles de preguntas que surgen al rememorar aquel día.
Claro que, mientras para Nico es un enredo de incógnitas e interrogantes, a Charis se lo resumió sin tanto detalle contándole lo que consideró es relevante para ella.
—Después de eso, seguí en el hospital bajo observación un tiempo más, aproximadamente un mes —prosigue, aún con la mente algo saturada y con la vista perdida en el suelo—. Andrew se encargó de ver mi avance y cuando me consideró más estable mentalmente fué que me contaron cómo termine en el hospital —un suspiro hondo lo abandona entonces y mete las manos en los bolsillos de su chaqueta, cerrando los ojos por un momento a la vez que respira hondo para mantener el control y así poder continuar—. Resulta que... El lugar donde vivía se había incendio una noche y, lamentablemente, murieron mis padres y mi hermana pequeña —suelta, observando como Charis se lleva las manos a la boca, susurrando algo que él no logra oír.
—¿Cómo lograste sobrevivir? — pregunta entonces, en un tono cauteloso y algo perturbado.
—Me encontraba en el ático cuando el incendio comenzó —responde, apartando un poco la mirada—. El fuego sólo daño los dos primeros pisos —explica.
—¿Y qué lo causó?
—Quien —la corrige y Charis abre los ojos sorprendida ante si para luego fruncir en ceño nuevamente confundida.
—¿Qué? ¿Quién puede ser capaz de incendiar el hogar de una familia? —cuestiona, intrigada.
—Los padres —responde Nico, en un tono bajo, secó.
Eso llama la atención de Charis, más rápidamente decide ignorarlo y fingir que no lo notó.
—¿Por qué? —retoma su interrogatorio.
—Porqué ese no era el hogar de una familia —el tono frío que usa le sorprende hasta a él mismo, más, sinceramente, no le importa—. La verdad es que nadie sabía que ese par de seres tenían hijos y ¿Sabes qué Charis? Creo que la forma en la que murieron no era la indicada. Ellos merecían algo peor después de lo que hicieron esa noche.
—¿Hicieron algo peor? —cuestiona, incrédula— Suéltalo de una y déjate de tanto suspenso —exige, uniendo las manos en su pecho suplicante y mordiéndose el labio impaciente.
—Mataron a mi hermanita —suelta Nico sin más, y no puede evitar hacer una mueca al sentir como se le comprime el corazón al recordar las palabras del oficial cuando fué a verlo en el hospital—. Cuando entraron en la casa, encontraron su cuerpo inerte en su cama. La habitación había sido dañada por el fuego, más su cuerpo estaba casi intacto, y cuando la revisaron... —su tono decae y un nudo se forma en su garganta, lastimando, por lo que se ve obligado a tragarselo para poder terminar— Descubrieron que... Había sido... Violada y ahorcada con una cuerda mucho antes de que el incendió comenzara.
Al terminar de hablar los ojos le están picando debido a las lágrimas contenidas y las manos las tiene hechas puños apretados debido a la rabia e impotencia que siente al pensar en lo que la pequeña debió de haber sufrido simplemente por haber sido hija de unos monstruos que le ruega a Dios estén ardiendo en el séptimo aro del infierno.
Esa información hace que el corazón de Charis le caiga a los pies. Ella nunca imaginó que algo así hubiera pasado. Su curiosidad la llevó a descubrir que el pasado que le habían contado al chico era peor a cómo ella sabía.
—¿Y a tí qué te pasó esa noche? —pregunta ahora, conmocionada.
Nico vuelve a hacer una línea con su boca y mira a su amiga que espera la respuesta con los ojos cristalizados y mirada angustiada. Entonces inhala hondo para dejar salir el aire con fuerza, tragándose el nudo que intenta formarse nuevamente y así poder responder.
—Me encontraron inconsciente y herido en la cabeza. Tenía marcas rojas de cadenas en las muñecas y tobillos —la mirada de Charis pasa de angustia a incredulidad y finalmente a horror en menos de un segundo—. Suponen que me encadenaron para que no interviniera —añade, en un tono bajo, cauteloso.
Su amiga niega con la cabeza ante sus palabras y da un paso hacia atrás y luego regresa.
—¡Por Dios! —exclama horrorizada y él da un paso atrás por inercia ante su grito— ¿¡Pero es que acaso el ser humano no se cansara de dañarse uno al otro!?, ¡Eran niños!
Charis está totalmente furiosa y horrorizada antes sus respuestas. Tiene la respiración pesada y parece que va a golpear a alguien en cualquier momento; se lleva las manos a la cabeza intentando mantenerse estable y clava su mirada electrica en las iris del chico.
—El incendio lo causaron para encubrir sus atrocidades supongo —deduce con intenso desprecio en su tono y su amigo sin saber que decir se resta simplemente a asentir en respuesta— ¿Por que demonios nadie los denunció antes? —interroga nuevamente— Dudo que absolutamente nadie se haya dado cuenta de lo que pasaba en ese lugar.
—Como dije, nadie sabía que esas cosas tenían hijos —repite, usando ahora un tono neutro, para así evitar alterarla más—. Los adultos no socializaban con nadie, mi hermanita y yo no íbamos a la escuela y según análisis hechos en ella y en mi, utilizaban sedantes y pastillas para dormir en nosotros constantemente.
—Dios... —musita entonces ella y pasa ambas manos por su rostro, frustrada, e inclina la cabeza hacia arriba, cerrando los ojos un momento para respirar hondo intentando calmarse y los abre nuevamente, más no lo encara, sino que pierde la mirada en el piso— Una parte de mi aún no puede creer que lo que me estás diciendo es real, pero se que, por más horrible que suene, el ser humano es capaz de eso y más —admite con pesar, a logrado calmarse un poco, pero ahora la pena y el dolor la dominan.
—Lamentablemente —musita el albino, cabizbajo, y con el dorso de su mano limpia las lágrimas sin derramar.
—En verdad Nico, no sabes cuánto me duele saber que tuviste que sufrir ese infierno —confiesa con empatía, regresando la mirada al chico, usando un tono delicado y sincero—. Debe ser horrible tener que vivir con esos recuerdos.
—La verdad, no lo recuerdo —admite Nico en un susurro que ella logra oír y nuevamente su expresión cambia. Ahora pasa de pena a confunción total.
—Ya va, ya va —alza la mano pidiendo una pausa, pensando que cada vez que el chico abre la boca es para confundirla más— ¿No lo recuerdas?, Pero lo que me acabas de contar...
—Es lo que me contaron a mí cuando estaba en el hospital —aclara—. La verdad mí memoria es muy borrosa. Según suponen los médicos puede ser por las drogas, el fuerte golpe en la cabeza que sufrir ese noche o ya algo más psicológico, como si mi mente tratara de ocultar aquellos momentos dolorosos.
—Entonces, ¿No tienes memoria de esos años? —inquiere Charis, procesando lo dicho.
Él asiente.
—Nada claro —especifica—. Todo es o borroso o confuso —mira por inercia sus manos descubriendo que las heridas ya sanaron— e incluso irreal —vuelve a ella, encontrando su mirada llena de intrigada—. A veces no se qué es real y qué es producto de mi mente dañada —musita, algo frustrado.
Gira el rostro devuelta al cuadro y finge observarlo, más su mente está puesta en los sueños y recuerdos.
En el bosque lleno de fuego.
Charis observa a su amigo y se fija en las ojeras que el chico intentó ocultar, pero que no logró por completo, y en el vacío que se a adueñado de su mirada.
No es la primera vez que ve a alguien así.
Respira hondo y decide dejar su papel de lado por un momento para caminar hasta su amigo y así envolverlo en un abrazo cálido y consolador que él no responde, pero tampoco rechaza.
—Tal vez, sea lo mejor — susurrada Charis con suavidad y rompe el abrazo dando un paso atrás, para poder poner las manos en sus hombros dándoles un ligero apretón—. Ahora tienes una linda familia que te quiere con todo y tus cicatrices.
Nico ladea una sonrisa amable ante lo último dicho y trata de que no se note nada más que gratitud en ella.
—No podrías tener más razón —concuerda—. Tuve mucha suerte de que me acogieran. Ahora tengo todo lo que necesito y puedo vivir mi vida como cualquier otro chico normal —concluye y casi puede oír los aplausos de su conciencia por lo creíble que han sonado sus palabras.
Y no es el único que lo aplaude.
—Debió ser raro que tu doctor te adoptará —opina Charis, para intentar aligerar el ambiente, y Nico medio ríe ante eso.
—Si lo fue —admite—. Pero me alegra que lo haya hecho. Andrew es alguien bondadoso y un gran ejemplo, su esposa Bianca es muy gentil y materna conmigo, Félix está algo loco, pero es un buen amigo y Angie... Angie es una mujer única.
—¿Quién es Angie? —pregunta ahora con curiosidad la pelinegra y con ese brillo alegre de vuelta en su mirada.
—A quien te quería presentar antes de que te contara mi trágico pasado —le responde, más relajado, y ella sonríe ante su cambio antes de soltarlo.
—Entonces vamos —declara, comenzando caminar y Nico gira sobre su eje de inmediato para ponerse a su lado y guiarla.
(...)
El resto de la tarde la pasó rápido, gracias a Charis, Angie, Bianca y Félix, quienes se encargaron de informarle a la pelinegra sobre el apodo con el que el castaño lo bautizó y, aunque la verdad no tiene problema con que lo sepa, es algo incómodo.
Más ahora es ya media noche y todos en la casa están durmiendo. Nico es el único que sigue despierto.
Creyó que hoy si podria conciliar el sueño fácilmente, pero tras estar donde vueltas en la cama por más de dos horas se dió cuenta que se equivocó completamente.
De mala gana decide bajarse de esta y abrir el único cajón de la mesita de noche. El frasco de patillas para dormir que a estado usando desde hace más de dos años sale a la vista y, trás meditar todas su opciones, al final lo toma resignado.
Juega con el pequeño contenedor en su mano mientras camina hacia el baño en medio de la oscuridad de su cuarto. Entra en el y, aún a oscuras, va directo al lava manos. Saca un par de pastillas y se las lleva a la boca, luego toma el vaso plástico que siempre deja allí y lo llena con agua para poder tragarse las pastillas. Deja el vaso en su lugar habitual una vez lista la tarea y sale del baño. Va a la mesita para guardar el frasco medio usado y vuelve a meterse entre las sabanas de su cama para intentar dormir.
La droga controlada no tarda en hacer efecto y mantener los ojos abiertos se le vuelve imposible, así que, sin más, se deja llevar, aún en contradictoria ante su dedicación de tomarlas.
Más lo hecho, hecho está.
Pero justo antes de caer en la inconsciencia, creé escuchar algo.
Una Melodía.
Una voz.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top