C A P Í T U L O 29

Ya han pasado un par de días desde la cena familiar en la casa de los Lobato.

Dos días en donde Nico sigue sin saber qué decirle a la flor.

¿Por que es tan complicado saber qué quiero?

Se cuestiona, viendo con desinterés cómo cae el agua con la que riega al causante de su estado.

Todos los demás tenían claro qué desean, ¿Por qué yo aún no?

Sólo... Sólo tiene una oportunidad.

Una.

Eso le preocupa.

Sólo tiene una oportunidad y si llega a dudar, o mentir, aquel pequeño capullo morirá.

Morir...

No quiere que muera.

No quiere que pague por su inseguridad.

Por su culpa.

Su culpa.

Un malestar en el pecho lo hace detener el regado, obligándolo a apoyarse sobre la mesita donde reposa la pequeña maceta para poder mantenerse erguido.

Respira hondo con lentitud intentando así apaciguar el dolor.

Odio esto. Concluye, en verdad odiando la forma dolorosa en que reacciona su cuerpo cada vez que siente algo que lo inquieta.

¿Será así cómo se sentirá su hermano gracias a su empatía?

Debería preguntarle luego de...

No termina su pensamiento, el sonido chillón del juguete de hule de Ember lo interrumpe, seguido de las pisadas rápidas de ésta junto a pasos humanos igual de apresurados, haciéndole saber la pronta llegada de visitantes, los cuales no tardan en atravesar la puerta entre abierta de su habitación causando un alboroto inmediato.

Hogar, dulce hogar.

—¡Ember, quieta! —ordena Finn, llegando trás la perrita, dejando ambos un camino húmedo. La can gracias su pelaje mojado y el chico debido a lo empapada que está su ropa.

Debió verlo venir.

Hace exactamente media hora Finn llegó bañado en lodo junto a Ember después de un pequeño paseo que no terminó muy bien. Nico se había ofrecido a bañar a la cachorra para que el menor pudiese asearse por su lado, pero éste insistió en bañar a su nueva mascota él mismo a pesar de las advertencias de su hermano. Al final terminó cediendo y bueno... Lo demás es historia.

Ahora se encuentran ambos luchando por detener a la perrita aún mojada, la cual parece creer que se trata de alguna clase de juego de atrapadas y no planea perder ante ellos.

—¡No! —exclaman al unísono, pero es tarde, la cachorra ya se encuentra sacudiéndose en medio del cuarto, mojando todo lo cercano a ella.

Ósea, ellos.

—Bueno... Al menos tú ya estabas mojado —exhala Nico, quitándose con la manga de su camisa el agua que le alcanzó el rostro—. Te dije que era difícil.

—Creí que sólo estabas exagerando porque la tuviste de cachorra y a esa edad son inquietos —se defiende el ojiverde, atrapando por fin a la perrita aprovechando que se a echado a descansar después del pequeño "juego".

—Tecnicamente sigue siendo una cachorra ya que aún no cumple el año —señala el mayor, uniéndose con ellos en el suelo para ayudar sujetándola para poder secarla bien.

—Es muy grande para ser una cachorra.

—¿Has tenido perros antes?

—No, sólo aves, y mayormente son las que llegan al jardín durante la temporada —responde Finn, secando las orejas de las husky.

—Pues te informo que hay canes que, aunque sean cachorros, tienen más tamaño, así como otros que parecen cachorros, pero que en realidad son adultos. Todo depende de la raza en realidad —le explica el mayor, alzando a Ember para que pueda secarle ahora la barriga y las patas.

—Entiendo —es todo lo que el menor responde.

Los hermanos siguen en silencio su tarea hasta que la cachorra está totalmente seca, así que Nico la libera y procede a buscar otra toalla ahora para si mismos.

—¿Cómo fué que terminaron en un lodosal ustedes dos? —indaga, a la vez que le pasa la toalla al menor para que se seque primero, aunque no sirve de mucha ya que su ropa aún sigue empapada.

Al menos ya no tiene lodo encima.

—Aún se me complica controlar mi Don —responde éste, aceptando la toalla.

—¿El de Empatía?

—No, me refiero al Don que obtuve en mi Presentación.

La Presentación.

Al cumplir los doce años, toda bruja o brujo pasa por su Presentación, una ceremonia sagrada donde se revela la naturaleza de su Don, aquella magia única que surge en su Despertar Mágico —conocido comúnmente como el inicio de la adolescencia—, llamado así porque es el momento en la vida de cada joven donde el verdadero potencial energético se manifiesta y la ceremonia ayuda a canalizar esa energía. Aquellos que no realizan dicho ritual corren el riesgo de sufrir un desequilibrio o perder parte de su poder, es por eso que suele haber señales antes de cada Despertar, habitualmente una o dos semanas antes del cumpleaños del individuo. Aunque esto no siempre es así.

Hay casos inusuales donde nunca se llega a mostrar un indicio de energía mágica en la persona, tenga o no el color de ojos de su familia, a estos se les llaman "Incompletos". Siguen teniendo sangre de bruja y pueden dar descendencia con magia, pero su energía es tan débil que simplemente pasan por un humano con quizás algo de sensibilidad, pero sin tener acceso al poder interno. Caso contrario son los nombrados "Prodigios", quienes viven su Presentación antes del tiempo previsto, esto mayormente significa que su energía es mayor al promedio y alcanzó su madurez rápidamente, obligándolo a Despertar antes de los doce años.

Estos últimos casos no son tan raros como los de Incompletos, ocurren una vez cada cierto tiempo dentro de toda familia y es visto como una bendición para todo el Aquelarre, un buen presagio y motivo de celebración; estos jóvenes suelen ser muy talentosos y con gran afinidad, no es que sean todo poderosos, pero si pueden llegar a tener Dones muy fuertes o peculiares.

Aunque esto no viene al caso en estos momentos.

—Espera... ¿Tienes más de un Don? ¿Al igual que yo? —le mira sorprendido. Todo este tiempo estuvo creyendo que el chico era un Brujo Empata.

—Somos hermanos e hijos de dos anomalías como lo son nuestros padres, ¿De verdad te sorprende? —Finn lo mira con cierta incredulidad y eso lo hace sentir algo de vergüenza.

Enseguida llega a la mente de Nico la charla que tuvo con su madre, e inevitablemente la vergüenza es cambiada por realización y suelta una rosa irónica ante ello.

¿A esto te referías, verdad?

—No... No lo hace —niega, con una sonrisa amena en señal de rendición, pero aceptación a la vez, y Finn mira curioso a su hermano por la mezcla de emociones que liberó de repente—. Entonces dime, ¿Cuál es tu naturaleza?

Él menor se toma un momento para analizarlo, pero al verlo tan tranquilo, decide seguir con la conversación también.

—Soy un Brujo de Anima. Tengo un Don similar a la manipulación del alma de mamá. Prácticamente puedo expulsar el alma del cuerpo y así entrar al Plano Espiritual o Astral, como prefieras decirle —resume—. La cosa es que mi cuerpo queda tirado como costal cuando hago eso.

—¿El Plano Espiritual? —repite el mayor—. Eso tiene demasiado sentido —señala con cierta obviedad y algo de gracia.

Pero a su hermano parece que no le hace tanta gracia.

—Mira que no me había dado cuenta... —suelta con sarcasmo y algo de fastidio.

Esa reacción incómoda de inmediato al bicolor, haciendo que se aclare la garganta, nervioso.

—Lo siento, fué... Una observación tonta —siente la necesidad de disculparse—. Aunque debes admitir que en verdad es un detalle curioso —pero igual mantiene su opinión.

Finn hace una mueca contrariada ante su respuesta, hasta que termina exhalando con resignación también.

—Lo sé... —admite, echándose hacia atrás, apoyándose sobre las palmas de ay manos— Perdón si me oí algo brusco, no era mi intención hacerte sentir mal. Es sólo que he oído tantas veces ese comentario... Que ha llegado un punto donde comienza a ser molesto que siempre resalten el hecho de que soy un Heredia —le explica, sonando sutilmente frustrado—. Es como si todos esperarán que sea como tú y mamá... —añade, ahora en un tono bajo, casi como un susurro, como si pensara en voz alta—. Pero no lo soy, ¿Es tan difícil de entender? —cuestiona a la nada, de vuelta en un tono fácil de oír.

Inhala con fuerza, intentando mantener la calma, por lo que decide volver a sentarse derecho, dejando caer los brazos sobre sus piernas en una posición cabizbaja, dando hondas bocanadas de aire.

Mientras tanto, Nico se queda callado observándolo y la verdad es que el chico tampoco esperaba que le responda, en realidad aprecia el silencio ya que le permite acomodar sus pensamientos y regular sus emociones. No quiere que su hermano sepa lo mucho que le afecta ese tema.

Al ser el menor en una familia como la suya, es un reto no terminar siendo comparado con sus familiares.

Es un Valentine, un Heredia y también un Dimitriu. Tres apellidos que traen consigo una reputación que desciende desde generaciones atrás.

Pero al él no le interesa nada de eso.

Ama a su familia y se siente orgulloso de ser parte de ella, pero le frustra el no poder salir de esa sombra de ser siempre "el hijo de...". Aún así había podido soportarlo los últimos años.

Pero en cuanto se corrió el rumor sobre la naturaleza de su Don, las comparaciones y expectativas llegaron a un punto donde se sentía asfixiado cada vez que alguien se le acercaba a interrogar acerca de lo que era capaz de hacer y empezaba a sacar conclusiones que le hacían cuestionar la veracidad de las historias sobre su linaje.

Eso lo hizo aislarse más de lo que ya estaba.

—Sinceramente... No se qué podría decirte —escucha hablar al albino, justo cuando empezaba a crear que no tendría respuesta, y la impresión de ello hace que mire directamente al muchacho de orbes bicolor, conectando sus iris verde retoño con las cielo y bosque de su hermano—. En el Criadero muy pocos sabían sobre Origen o la reputación de nuestras familias, pero lo que sí sabían era sobre quién era el padre de Demon, eso provocó muchos conflictos cuando intentábamos conseguir aliados. A pesar de que él no tenía la culpa de nada, existía la desconfianza y el temor —relata, con la mirada perdida, dejando que los recuerdos lo envuelvan—. Las personas suelen dejarse llevar muy fácilmente, centrándose demasiado en algo e ignorando lo demás, eso provoca que tachen rápidamente a otros basándose en suposiciones, y cuando eso ocurre es difícil cambiarlo, más no imposible, es como diría un buen y desquiciado amigo mío: "Una cosa es lo qué eres y otra quién eres".

—¿Desquiciado? —cuestiona Finn, ladeando un poco la cabeza. Más por impulso que por decisión— Eso describe a la mitad de nuestra familia.

—Ese no es el punto, Finn —le quita importancia el mayor, reprimiendo una risilla cómplice a la que se une ligeramente el menor ya que en realidad hay mucha verdad en sus últimas palabras—. El punto es que eres un chico muy interesante y talentoso a tú manera, para mí eso basta y sobra para estar feliz de que llevemos la misma sangre —le hace saber, portando una sonrisa amena.

Sin que lo pueda evitar, una pequeña sonrisa surca los labios del ojiverde, provocando que Nico ensanche la suya y, dejándose llevar, se acerca más al joven haciendo que sus hombros choquen de forma juguetona.

—¿En verdad crees eso de mí? —indaga Finn, algo encorvado ya que le pone nervioso la cercanía de su hermano. No suele tener mucho contacto con otros, pero tampoco quiere apartarle.

—Bueno... También me pareces misterioso —añade éste, de forma pensativa—. Siempre callado, al margen, pero aún así atento a todo. También eres raro, eso me agrada.

—¿La rareza te agrada?

—Sip. Es bueno saber que no soy el único —confiesa, y le es inevitable al menor soltar una risilla ante ello al hallar irónico lo raro que suena decir que te agrada la rareza—. Vaya... Es la primera vez que te veo reir tanto, o sonreír seguido, o-

—Lo estás arruinando, Nicolas —le interrumpe, golpeando de regreso.

Ahora es él quien ríe, apenado.

—Perdón, perdón —se disculpa nuevamente, ahora con un tono animado—. Pero en verdad me alegra que te rías conmigo, eso me hace saber que al menos no me odias.

—¿Odiarte? ¿Por qué lo haría? —cuestiona extrañado, a la vez que preocupado de haber causado esa impresión en él. Pero intenta disimularlo.

—Desde que llegué poco hablamos, hay veces que me evitas, o me vez como si estuviera ocultando algo, o bueno... No sé. Creí que tal vez era por la costumbre de ser tú y nuestros padres solamente, así que intente darte tu espacio, luego creí que había funcionado porque comenzaste a tratarme bien, pero luego... No entendí nada. De verdad eres raro —repite, exhalando con dramatismo. Pero pese a su actuar relajado, sus palabras provocan que el chico adquiera una expresión apenada.

—Te pido perdón nuevamente, no era mi intención hacerte creer eso. Es verdad que aún me estoy acostumbrando a que estés presente, pero no te odio. La realidad es... Que no sé cómo debería actuar ante tí —confiesa, apartando la mirada, repentinamente tímido—. No sé si deba acercame o darte tu espacio. Yo nunca e tenido un hermano mayor, no sé cómo verte...

—Bueno, como a un posible criminal no creo que sea la forma adecuada —bromea, intentando aligerar la tensión.

—No me refiero a eso —corrige el ojiverde, aún algo tenso—. Hablo de la imagen que debo tener de tí, ya sabes. Darcy ve a Demon como a un líder, respetando sus decisiones, mientras que Matteo ve a Cameron como una igual, dándole independencia, ¿Entiendes?

—Entiendo... —asiente de espacio el peliblanco, de nuevo con una expresión pensativa—. La verdad es que tampoco tengo clara una imagen de tí. No eres alguien molesto para tratarte como a uno de esos hermanos que no sabes si abrazar o golpear, tampoco te voy a ignorar ya que en realidad siento curiosidad por tí, y no creo que seas de esos chicos a los que se deba de cuidar, en especial teniendo en cuenta que ya no eres un niño, más bien eres casi un adolescente y no voy a molestarte con eso —se sincera, dejando salir ese dilema que ha estado dando vueltas en su cabeza desde que supo que era un hermano mayor.

—Si tengo que ser sincero también... Me preocupa que llegues a hacerte una imagen de mí —confiesa Finn, nuevamente en un tono bajo, cohibido—. Temo hacer algo que termine arruinando todo.

Nico lo mira sorprendido por eso último, así que rápidamente busca corregir ese pensamiento.

—No vas a arruinar nada, Finn. En realidad soy yo quien debería temer el arruinar las cosas. No tengo experiencia como hermano mayor y dudo mucho que logré igualar a Demon o a Matteo, la verdad es que no es mi estilo... —suspira, encogiéndose en su lugar después de dejar salir todo eso—. Siendo honesto... Creo que estamos sobrepensando las cosas, como diría mamá, ¿Qué tal si sólo somos amigos? —sugiere entonces, recobrando el ánimo— Tengo más experiencia en las amistades y está científicamente comprobado que una buena relación debe incluir una buena amistad.

—No soy bueno haciendo amigos... —musita el menor.

—Pues los únicos amigos que tengo son Roy, Azriel y Cameron, y al primero tengo que salvarlo de sus estupideces y el segundo se la pasa poniéndome apodos ridículos que sabe que odio, pero le vale. Así que no te esfuerces mucho, como seas te aceptaré.

El menor reprime una pequeña risa ante sus palabras. Su hermano tenía un sentido del humor algo peculiar que al parecer usaba como método para calmar las aguas, ¿Será algo que se le pegó de Roy? Es probable.

—Eso me tranquiliza, gracias —responde con ironía el chico, diciéndole el juego, aunque verdaderamente más relajado, a lo que Nico le sonrie más tranquilo también—. Olvidaste a Cami por cierto.

—Bueno... Con ella las cosas son... Diferentes —inevitablemente aparta la mirada, evasivo.

—¿Diferentes? ¿En qué sentido? —le pregunta, algo curioso ante su reacción nerviosa.

—Bueno, verás... Cameron es... Única. Fué mi primera amiga, tenemos un vínculo... Especial, por así decirlo —intenta explicarse, más no está seguro de haberlo hecho bien.

—¿Especial? —y ahí está la respuesta.

—Ósea... Tú sabes... —se enredan sus palabras, luciendo cada vez más nervioso, llenando de más curiosidad al menor.

—No, no sé, explícame.

—¿Sabes qué, Finn? Esa ropa se te va a secar encima y según dicen eso es malo porque el cuerpo agarra frío y-

—Creo que entiendo a qué te refieres —le interrumpe entonces su intento de desviar el tema. Aunque para bien del bicolor, el ojiverde parece tener la mente en otra cosa de repente.

—¿De verdad? —indaga Nico de inmediato, agradecido de cambiar el foco del tema, pero también curioso de saber qué atrapó la mente de su hermanito tan de pronto.

—Yo conocí también a alguien especial... confiesa, con la mirada perdida en el pasado—. Ella era como mi hermanita, jugábamos siempre y nos gustaba hacer reír a los demás. Me gustaba pasar tiempo con ella y tenía mucha ilusión de que la conocieras, te habría encantado.

—No lo dudo, pero... ¿Por qué hablas de ella en pasado? Eso me preocupa...

—Bueno... Ella... Se fue —su mirada se torna vacía, y su voz baja a un punto casi inaudible en lo último.

Adiós a todos los intentos de Nico por animarlo.

—¿Se fue a..? —se atreve a preguntar, dudoso de querer saber la respuesta y rogando que no sea lo que se imagina.

—No lo sé. Pero si en verdad existe un paraíso, seguramente ha de estar allí siendo el ángel que siempre fué.

El albino se queda sin palabras, sintiendo una opresión en el pecho ante la mirada actual de su hermano.

La misma que vio en Cameron la noche en el acantilado.

—Creo que ya es momento de irme a cambiar —rompe el silencio el menor, incorporándose con prisa—. Hablamos después.

—Finn, espera, yo no...

Intenta detenerlo, atrapando su codo antes de que se aleje.

Ese pequeño contacto le permite contemplar el fragmento de un recuerdo, el cual, aunque es breve, es suficientemente impactante como para quedar paralizado en su lugar y darle oportunidad a Finn de salir de su agarre e irse de prisa.

Cuando el muchacho reacciona, ya es tarde para detener al chico, y aunque una parte de él le pide que lo busque, otra mucho más fuerte le obliga a permanecer en su lugar.

Aquel nombre se hace presente en su mente.

Fanny.

(...)

Finn aún no vuelve. Y Nico se ha contenido de buscarlo.

En cambio, la imagen de dos pequeños de cuatro y seis respectivamente se ha adueñado de toda su atención.

Debió imaginarlo.

Ambos nacieron cuando la familia aún sufría la perdida de tres de los menores. Finn y Fanny habían llegado como la luz al final en medio del túnel para darles esperanzas.

Dos pequeños que sólo querían jugar, divertirse, ser felices y que los demás también lo fueran.

Más la alegría se esfumó el día que Fanny murió.

¿Cómo habrá reaccionado Finn?

Desde que supo lo que pasó con la pequeña Fanny no se había atrevido a indagar en ello. No quería remover heridas que seguramente aún no sanaban.

Cameron era la prueba de ello.

¿Pero qué hay de su propio hermanito?

Era un pequeño de apenas seis años cuando su amiga más cercana murió de forma abrupta.

¿Cómo lo tomó?

¿Cómo lo superó?

¿Acaso lo ha hecho?

Estaba en la edad perfecta para que un suceso como ese se vuelva un trauma. A esa edad uno es más consciente de su alrededor, ya debía de tener más o menos una idea de la vida y la muerte.

Y por lo visto su hermano no la ha olvidado.

¿Cómo hacerlo?

Cielos... Finn es empático.

Si a esa edad apenas podemos procesar las cosas que nos ocurren a nosotros, no se quiere imaginar cómo habrá sido lidiar con las emociones apabullantes que traen consigo la muerte de alguien querido tomando en cuenta los antecedentes familiares.

Tantos pensamientos negativos hacen que una inevitable jaqueca aparezca.

Debo pensar en algo más urgentemente.

Nico se remueve en la cama haciendo que Ember —quien duerme cerca de sus pies— alce ligeramente la cabeza para verle, más el cansancio del juego hace que sólo cambie de posición y vuelva a dormir.

Ojalá pudiera hacer lo mismo.

Un suspiro pesado lo abandona y gira el rostro en dirección a la mesita junto a la ventana de su cuarto, donde reposa su flor.

Todo el dilema con su hermano lo había hecho olvidarse por completo del suyo.

Al menos hasta ahora.

Después de pensar tanto sobre heridas del pasado y crisis del presente, no puede evitar meditar sobre cómo ha vivido hasta ahora y lo que quiere para su futuro.

Una parte de sí grita que desearía poder cambiarlo todo.  Borrar el dolor, la tristeza, la perdida y todo lo malo.

Pero otra opaca esos pensamientos por completo al darse cuenta de que, si las cosas no hubieran sucedido así, tal vez nunca hubiera conocido a Azriel, Roy o Adara. Seguramente Demon no existiría, e inclusive la propia Darcy quizás no hubiera nacido. Y sin contar que nunca hubiese conocido a los Baker.

Si su familia no hubiese pasado por todos esos acontecimientos, tal vez no podría tan si quiera estar en ese momento tirado en su cuarto con una Ember dormida sobre su cama, oyendo a sus padres en la cocina preparar el almuerzo y esperando a que su hermano menor regrese para seguir charlando.

Todo lo que a pasado en su vida, desde antes de que inclusive naciera, a hecho posible el poder estar ahora con su familia. Pese a los malos momentos, debe de admitir que también a recibido mucho y eso no lo cambiaría por nada.

Salvo el he hecho de no tener todos sus recuerdos.

Si los tuviera, tal vez podría ser de mejor ayuda para terminar con el trabajo que iniciaron hace más de una década y así, tal vez, poder disfrutar de su vida sin más ataduras.

Podría vivir libremente.

Libertad.

Eso es lo que Nico desea.

Es lo que su corazón en verdad anhela.

La verdad de su corazón.

Ante estos pensamientos, el cuerpo de chico actúa por inercia y no tarda en incorporarse de la cama casi de forma mecánica.

Una vez de pié, se dirige hacia la mesita dónde reposa el capullo de Cohecia, deteniéndose ante él y posando ambas manos a los costados como apoyo y...

Se queda inmóvil.

Vamos Nico.

Si dudas en algo así ¿Qué será en una situación grave?

Respira hondo, armandose de confianza, y asegurándose de elegir correctamente las palabras.

Tú puedes. Se anima. No dudes.

Exhala despacio, y cerrando los ojos, deja que las raíces de la flor conecten a su alma.

O al menos eso siente.

No se detiene a analizar mucho esa sensación, centrando toda su atención en lo que está a punto de hacer.

Deseo poder vivir con plenitud, sin miedos o ataduras que me impidan ser libre de mis malos recuerdos.

Quiero vivir, con lo malo y con lo bueno.

Porque esta es mi vida y la viviré cómo quiero.

Deja pasar los segundos, hasta que, temeroso, abre de a poco un sólo ojo, apretando las manos para evitar temblar.

Más la imagen que lo recibe hace que todo temor se evapore.

A florecido.

¡Su Cohecia a florecido!

Miles de pétalos de tonalidades azules y verdosas se han hecho presente formando una copa intercalada, la cual es bañada por la estela luminoso que liberan las hebras brillantes que se alzan en el centro.

¡WOW! —escucha en ese momento que exclaman desde la entrada, más no es la sorpresa del visitante lo que lo sobresalta, sino el reconocer a la dueña— ¡Es una verdadera Flor de Cohecia! ¡Creí que estaban extintas!

El chico no tarda en girarse hacia el origen de la voz, encontrando a un par de fantasmas.

—¿Charis? ¿Lyan?

—Hola Nico —saluda el de orbes esmeralda, apoyado de costado en el marco de la puerta.

—¡Qué bueno verte de nuevo cachorro! —celebra la de mirada eléctrica, entrado sin más en la habitación para así envolver al albino, y para sorpresa del chico, alzarlo sin esfuerzo alguno apretándolo con intensidad.

—Charis por favor, lo estás poniendo morado —interviene Lyan, viendo como su amigo empieza a adquirir un color que no le corresponde—. Y se ve horrible de ese color.

La chica acata, liberando al muchacho— Perdón. Me emocioné —se disculpa, mirando con pena al pobre chico que intenta recuperar el aliento.

—Siempre lo haces —señala el otro muchacho en la habitación.

—¿D-Dónde... Dónde demonios..? —intenta articular el peliblanco, más sus pulmones exigiéndole oxígeno le impiden terminar la oración, por lo que pide un momento para recuperarse.

—Mientras que tú recu- No, pierdes el color, déjame responder a tú incompleta, pero entendible interrogante —toma la palabra Lyam, procediendo a explicar de inmediato:— ¿Dónde estábamos?, Pues, seguro ya te han informado que Charis y yo somos ayudantes de Alva, ese es el título, en sí podríamos decir que es como una pasantía o actividad extra que realizamos, pero no es algo que hagamos siempre, solo cuando ella nos necesite, es por eso que no estamos tan seguido por aquí en la Capital, vivimos en tierras diferentes y debemos cumplir también con nuestras obligaciones allá.

Lo siento mucho por no haberte dicho nada la última vez que nos vimos —se une Charis, luciendo en verdad apenada—, pero es que estabas dormido y la verdad ya habíamos excedido nuestro tiempo. Teníamos que regresar a casa.

Ambos pelinegros se quedan callados a la espera de una reacción por parte de su amigo, pero todo lo que hace Nico es terminar de recomponerse, mirarles un par de segundos sin mucha expresión, y proceder a caminar de regreso a su cama donde aún permanece Ember acostada.

Toma asiento junto a la cachorra —quien permanece extrañamente tranquila en su lugar— y acaricia su peleja mientras mantiene una expresión neutra que oculta la intranquilidad de su interior.

¿A dónde se fue su felicidad?

Eso inquieta al dúo presente.

Ambos se habían imaginado ya varios escenarios con respecto a ese momento. En algunos Nico se molestaba por su ausencia y les reclaba por haberle mentido sobre quiénes eran y qué hacían en Londres. Otros un poco más fantasiosos y que fueron los que los animaron a llegar hasta la situación actual eran aquellos en donde el chico entendía su posición con respecto a las descisiones y hacían "borrón y cuenta nueva".

Estaban listos para afrontar cualquiera de esas.

Pero no estaban para nada preparados para lidiar con el silencio del albino.

¿Qué estará pensando?

Era la pregunta que circulaba en sus mentes.

La expectativa los ponía ansiosos.

—Ya basta —rompe el silencio Charis, tomando por sorpresa a los otros dos. Su gesto es difícil de descifrar, pero la firmeza es clara en su mirada vibrante—. Perdón ¿Okey?. Se que esas palabras cambian nada, ¡Pero tampoco es como si hubiera algo que cambiar! —señala, extendiendo los brazos para hacer énfasis—. Seguramente estás pensando: "Me mintieron todo este tiempo. No eran mis amigos, yo sólo era una orden para ellos" y todo esos pensamientos que hasta cierto punto son válidos, ¡Y sí! Teníamos la indicación de convertirnos en tus amigos para tenerte vigilado, ¿De qué otra forma podíamos ayudarte? No íbamos a estar como acosadores, si algo salía mal y teníamos que adelantar las cosas ¿En quién ibas a confiar más?, ¿En unos desconocidos o en tus amigos? Porque eso es lo que somos, Nico, tus amigos, sin importar cómo se hayan dado las cosas. Nos agradas y lamentamos no haber podido ser honestos desde un principio, pero, por el bien de nuestra amistad y porque en sí esta situación no requiere de tanto drama, superalo ya para así poder seguir con lo nuestro sin tanto lío.

La chica finaliza, manteniendo siempre la mirada fija en él, pero termina apartandola cuando Lyan posa una mano sobre su hombro en forma de apoyo. Es ahí cuando nota la tensión en su cuerpo y por consiguiente respira hondo para intentar calmarse.

—Es cierto —cede entonces el bicolor, llamando la atención de los otros ambos chicos que se habían distraído por el arrebato de la ojiazul—. Mucho drama para algo sencillo de arreglar —reconoce, dejando a la Husky, la cual se baja de la cama al mismo tiempo en que él se reincorpora—. Aún me duele que me hayan mentido, pero tienes razón en que era lo más lógico tomando en cuenta mi situación. Caras nuevas no me causarían un lío existencial y ser amigos crea un lazo de confianza. Aunque ahora no sé si creerles en todo, la espina aún está ahí —recalca, mirando a ambos con seriedad.

—No más mentiras —declara Charis entonces, haciendo algo que ninguno se esperaba: alza el meñique. Eso provoca que ambos varones la vean raro— ¿Qué? ¿Nunca han hecho una promesa de meñique? ¡Es lo más sagrado que existe! —ambos niegan—. Eso es deprimente, chicos... ¡Pero ahora lo harán! —les anima.

Ly y Nico se miran entre sí buscando la opinión del otro, y al final ambos se encogen de hombros y ceden, uniendo así sus meñiques con la chica.

—No más mentiras —inicia Charis.

—Es una promesa —finalizan los tres juntos.

—¡Ey!, nos salió bien —observa Nico, saltándose. Lyan asiente con una ligera sonrisa, mientras que Charis suelta una risilla y aplaude feliz.

—Y se supone que el niño aquí soy yo... —se burla Finn, haciendo notar su presencia desde la puerta— ¿Terminaron su drama adolescente? Ya el almuerzo está listo y como tía Alva avisó de su llegada, comerán con nosotros, así que bajen —les hace saber, para posteriormente darse la vuelta e irse sin más siendo seguido por la perrita.

—¿Soy yo o le caemos mal a tú hermano? —comenta el pelinegro, viendo la puerta por donde se ha ido el menor.

—Yo pensé lo mismo el primer día, luego descubrí que él sólo es así.

(...)


Ya es de noche.

Lyan y Charis se fueron al atardecer, después de pasar la tarde poniéndose al día los tres. Específicamente hablaron sobre la verdadera vida de los pelinegros, confirmando la naturaleza dragonica de la chica, y llevándose una sorpresa con la del chico.

La raza de Lyan no tiene un nombre en específico, sino que se les llama "Forjadores" ya que ese es su oficio. Habitan en cuevas, donde sólo los suyos pueden entrar, y es allí donde su verdadera naturaleza se revela. Los seres como él tienen la capacidad de crear joyas, amuletos, armas y cualquier tipo de objeto, totalmente dotado de magia y poder.

Cómo lo hacen, es un secreto, pero lo que sí pudo confesarle es el propósito de su cadena.

«—En palabras sencillas: Es un collar de limitaciónresponde el ojiesmeralda—. Los símbolos grabados son runas de mi cultura que conjuran una série de hechizos, en realidad es un objeto bastante común, muchos jóvenes novatos los usan para regular su poder a un nivel que puedan controlar sin dañar a otros o a si mismos.

—¿Y la esmeralda es su fuente de poder?

—Así es, aunque no es una esmeralda como tal, más bien es como el cristal que usan los Maestros Sombra, la diferencia es que, mientras que el color de su joya surge, el tuyo ya era de ese color. Y mientras que el cristal de ellos reacciona a su portador, tú, o mejor dicho, tú energía, reacciona al cristal.

—¿Y para qué sirve?

—Tiene diversas capacidades, mayormente son de protección y calmante, todo depende de lo que necesites».

Nico lleva una mano hasta su cadena, sujetando el cristal verdoso y recordando todo lo vivido con el.

El escudo en el callejón.

Aquél sentimiento de calma al usarlo.

La familiaridad de los símbolos.

Aunque aún no entiende bien porque Jade se lo dió, cree tener una idea.

Su agarra se intensifica, lastimando su palma con las puntas del triángulo, a la vez que recuerda una parte en especial de aquella charla que resuena más que toda la demás información.

«—¿Y tendré que usarlo para siempre? —pregunta, preocupado por la respuesta.

—No. Puedas dejarlo cuando quieras. Pero eso sí, ten en cuenta que es un limitante, lo que significa que mientras lo uses no estarás al máximo, pero al dejarlo ya no habrá límites, Nico. Y no sólo eso, sino que tampoco habrá nada que te proteja a tí o a los demás si algo se descontrola, todo dependerá de tí cuando decidas quitártelo. Sólo serás tú en ese momento».

Eso lo inquietó de sobre manera.

Su parte racional y lógica le aconsejan conservar la cadena hasta sentirse verdaderamente listo, pero su parte emocional e impulsiva le cuestiona algo que lo perturba:

¿Y cómo sabrás que estás listo? ¿Cómo lo harás si no te lo quitas?

Inevitablemente rememora las palabras dichas por Darcy hace ya tanto tiempo, pero que a pesar de todo, siguen estando presente.

«—Se que tienes miedo, pero no lograrás nada si sigues temiendo a lo hay en ti —un suspiro pesado la abandona, y uniendo su frente con la del pequeño, susurra:—. "La naturaleza no se reprime ni se ignora. Se comprende y se controla". Recuerda eso».

Fue uno de sus primeros sueños. En ese entonces no entendía nada.

Ahora entiende demasiado.

Y, analizando su pasado, en realidad entiende porqué decidieron darle un limitante.

Eso lo asusta.

Nico continua divagando en su mente mientras poco a poco llega a su habitación, más sus pasos se ven interrumpidos abruptamente debido a ruidos provenientes de la oficina de su padre: Golpes secos seguidos de una queja por parte del brujo.

De inmediato, el muchacho se aproxima al lugar preocupado por el mayor, y una vez llega, abre la puerta asomando la cabeza primero.

Dentro del cuarto, Alec se encuentra agachado recogiendo una gran pila de libros regados por el suelo, a lo que el chico se apresura en terminar de entrar para así agacharse junto a él y ayudarle.

—¡Nico! No te oí llegar —reacciona el hombre ante su presencia—. No es necesario que ayudes, yo puedo solo.

—No tengo problema en ayudarte —alega el albino, acomodando los libros que a recogido sobre la mesa ratonera junto a ellos—. A demás... Quería preguntarte algo —añade, algo inseguro, más decido en obtener una respuesta lo más pronto posible.

—¿A sí? ¿Sobre qué?

—Sobre... Fanny.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top