C A P Í T U L O 26

—¡Mamá! —exclama Cameron, entre sorprendida y confundida, pero a la vez feliz ante la repentina presencia de su madre— ¿Qué estás haciendo aquí?

—Catalina a venido a ayudar con el entrenamiento de Nicolas en el área mágica —responde Adara en su lugar, provocando nuevos sentimientos de sorpresa, curiosidad y emoción en los jóvenes.

—¡Y por qué no me dijiste! ¡Hubiéramos venido juntas! —reclama la castaña menor, más entusiasmada que molesta, y corre a abrazar a su madre quien la recibe gustosa.

—Sabes que me gusta sorprenderte —se excusa la mujer, sonriéndole con cariño a su hija menor—. Espero no les moleste.

—¡Claro que no Sra. Cati! —niega Azriel de inmediato, demasiado emocionado ante la presencia de la bruja de ojos negros— ¡Así puedo enseñarle mis trucos nuevos! —propone, casi que dando saltitos cual niño pequeño.

—¿De qué me perdí? —indaga Nico hacia sus amigos, quienes observan con naturalidad como el semidemonio actúa como si hubiese dado la mejor idea del mundo, a lo que Catalina lo mira con ternura y acepta encantada mientras que Cameron reprime una risilla cubriendo su boca.

—Por algún motivo que aún no logro entender, Az parece haberse ganado el cariño de la familia de Cami, principalmente de su madre —le responde Roy, ahora luciendo algo incómodo—. La verdad es un tanto perturbador —confiesa, aún si dejar de ver la curiosa imagen que dan aquellos tres como si de una madre y sus hijos se tratase, con el peliazúl cumpliendo el papel del hermano menor felíz de haber conseguido la atención de la castaña mayor, mientras que Cam y Cati cumplen el papel de madre y hermana mayor a quienes le resulta tierna la actitud del menor.

—Envidioso —le suelta Liz entonces, consiguiendo que el chico le de una cara de pocos amigos.

Y mientras ellos dos comienzan una discusión pasiva-agresiva —para no llamar la atención de Adara quien ahora conversa con Catalina—, Nico se dedica a observar como Azriel le cuenta entusiasmado a su "hermana" sobre los nuevos trucos que aprendió.

Eso le saca inevitablemente una sonrisa.

Azriel, aunque no lo admita —y si alguien lo llega a insinuar es capaz de golpearlo—, tiende a actuar como un niño mimoso. Incluso cuando se pone en modo: Gato rabioso. No puede evitar dejar salir un lado más aniñado, que deja entre ver que en su interior es todavía un niño pequeño que aún desea tener a alguien con quien jugar.

Y por lo que ve, ya se ganó el corazón de las De Rosas.

Eso provoca que un sentimiento cálido llene su pecho.

Pero, como siempre ocurre en su vida, la felicidad no dura lo suficiente.

En medio de un parpadeo, la imagen cálida y agradable se distorsiona a una más tensa y oscura. Ya no se encuentra en el patio de la Cede, sino que ahora se haya dentro de una habitación cerrada y de paredes gastadas, donde un grupo de personas alrededor de una mesa discuten un tema que, aunque no lo logra entender, parece ser grave a juzgar por sus expresiones series y gestos fuertes.

Entre esas personas reconoce de inmediato a Demon, quien parece estar a la cabeza de todo ya que es a él a quien todos se dirigen. También están Darcy y Adara, quienes son las encargadas de mantener a los presentes a raya dándole tiempo al primero para encontrar una respuesta que los tranquilice a todos.

Y por últimos, pero no menos importantes: Roy y Hasper, quienes se mantienen al margen de la discusión y en su lugar se concentran en observar de manera curioso y entretenida a un pequeño Az de once años jugar —o más bien distraer— con una pequeña pelinegra de unos ocho o tal vez nueve años.

La atención de Nico cae en ella de inmediato.

Sabe que la conoce, y para que se encuentre en la sala de reuniones siendo tan pequeña, a de ser alguien importante. Aunque, por más que intenta, no logra identificar quién es.

Ni nombre, ni relación, nada. Ni siquiera es capaz de definir bien su rostro. Y desde el ángulo en que se encuentra, sólo logra identificar el color de su cabello.

Un negro tan intenso que se traga toda luz.

Negro.

De repente, el recuerdo de unos orbes oscuros y una voz temerosa llegan a su mente.

¿Será posible? Se cuestiona enseguida, analizando las posibilidades. Podría, pero...

Hace el esfuerzo por hurgar más en su mente, pero lo único que consigue es que la imagen difusa de una niña similar, pero unos años mayor, se entremezcla con la actual, confundiendolo aún más si es posible.

En un intento por aclarar esa imagen, trata de acercarse, pero por más que se esfuerza, no logra moverse de su lugar.

¿Pero qué? Antes podía.

Intenta buscar con la mirada a ver si se halla, al Nicolas de ese recuerdo, pero ni rostro de su figura pálida.

¿Qué demonios está pasando?

—¿Nico?

¿Cami?

¡Nico!

Esa voz...

—¡Nicolas!

Espera...

¡Nico!

Aguarda sólo un poco...

—¡Nicolas reacciona!

Una fuerte sacudida lo hace parpadear efusivo, haciendo que la habitación se desvanezca junto a aquella voz suplicante.

—¡Por la Diosa, Nico! ¡Reacciona de una vez! —gritan en su cara, junto a otra ronda de sacudidas que jura le podrían dislocar un hombro si hacen un poco más de presión.

Finalmente logra enfocar la mirada, encontrándose con las iris oscuras de Cameron, las cuales lo miran con alivio y a la vez con preocupación.

Iguales a los de ella...

—Al fin —exhala la chica, cerrando por un momento los ojos, luciendo como si el alma le regresara al cuerpo—. Me diste un susto de muerte —más en cuanto vuelve a mirarle, se encuentra con una expresión perdida por parte del chico, como si mirarse sin ver, lo cual le hace saber que el muchacho no a regresado del todo—. Por favor no me obligues a golpearte para que reacciones de una vez —advierte, dándose paciencia.

—¿Eso es normal? —indaga Liz, dividiéndose entre la preocupación y la intriga ante su primo.

—Demasiado —responden Az, Roy y Adara a la vez.

—¿Debemos preocuparnos? —interroga ahora Catalina, en el mismo estado que la pelirroja, aunque la preocupación en ella está abarcando más terreno, aunque intenta mantener la calma.

A visto a Dalia e incluso a la misma Alva perderse así, y mayormente suelen regresar poco después como si nada, pero Nico sigue ahí mirando a su hija como si no existiera y no sabe si debería intervenir. Mayormente con Dalia era Jade quien intervenía, y simplemente hacía lo mismo que Cameron está haciendo.

Pero justo cuando su hija parece perder la paciencia y alza la mano lista para golpear al hijo de su amiga a ver si así reacciona de una vez, no logra ni rozarlo ya que la mano del chico vuela hasta su muñeca deteniendo su mano a centimetros de su rostro.

—Casi, casi.

—Buenos reflejos.

—Al fin reaccionó.

—Cami hubiera intentado eso antes.

—Yo lo hubiera hecho desde un inicio.

—¿Por qué me ibas a golpear? —interroga Nico, ajeno a los comentarios de los demás, mirando de una forma extraña a la chica, e incluso su tono le resulta extraño.

Es... Seco.

—¡Para quitarte lo pendejo! —responde ella, aún extrañada por la forma que está usando para dirigirle la palabra, más decide ignorarlo y en su lugar intenta soltarse, pero el agarre del albino es demasiado firme para la fuerza que aparenta— Nicolas, suéltame —ordena, sin dejar de mover su mano, pero lo único que consigue es que el agarre se refuerce, provocando que inevitablemente haga una mueca ante la presión, más su amigo no parece ser conciente de eso— Nico... Me lastimas —susurra, ya comenzando a sentir algo malo ante la indiferencia del contrario.

El susodicho frunce el ceño sin entenderla, hasta que algo en su cabeza parece hacer click y por fin reacciona, liberando su mano de inmediato.

—Y-yo lo... Lo s-siento, no... No quise... —tartamudea, con el arrepentimiento bañando su voz, al tiempo que retroce medio paso con las manos en señal de inocencia— ¿Es-Estás bien? ¿Te... Te lastimé mucho? ¿Estás... Molesta? —interroga casi sin respirar, sonando en verdad asustado por si la última respuesta es un «sí».

Más Cameron se mantiene callada, observando sus gestos. Parece realmente arrepentido, sus ojos la miran con culpa y miedo, pero cuando intenta acercarse a ella de nuevo, retrocede por inercia, provocando que ahora sea ella quien se arrepienta al ver como el miedo se convierte en dolor ante su rechazo.

Sólo actuó por instinto.

—Nico yo... Estoy, estoy bien ¿Sí? Sólo... Sólo fué un accidente —intenta calmarle, escondiendo la muñeca de su mirada y sonriéndole con tranquilidad, la cual claramente no siente, a lo cual él asiente no muy convencido, desviando un poco la mirada. Eso le duele a la chica, no quería hacerle sentir mal— Mejor... Mejor dime ¿Por qué... Por qué te perdiste así? ¿Acaso... Recordaste algo? —indaga, intentando desvíar el tema y dando un paso hacia el frente, a lo cual él retrocede ahora.

Es justo. Concluye, reprimiendo la punzada que su rechazo le provoca.

Nico no responde, todavía se siente mal por lastimarle, simplemente vió su mano alzarse y actuó. Tampoco entiende qué pasó, fué como si se desconectara de la realidad y por unos segundos dejara de ser él.

Es... Inquietante.

Pero ante sus preguntas, inevitablemente su mente revive la imagen entremezclada de aquella niña y la chica, los ojos negros iguales a los de Cam, y aquel recuerdo de Carola junto a aquella voz suplicando por la vida de un ser querido.

No puede saberlo... Susurra de inmediato la voz en su cabeza, aquella que parece saber más que él. No todavía.

—Vi un recuerdo de Azriel de pequeño durante una reunión —dice en su lugar, y aunque una parte de él se siente mal al ocultar información a su amiga, otra le recuerda que es por su bien y qué, a final de cuentas, tampoco es como si supiera quien es ella y tampoco le está mintiendo en sí—. Fué... diferente a los demás y me confundió... Es todo —explica, aún sin verle y con tono apagado.

—¿Cómo qué-

—¡Ey! ¡Regresen a lo suyo! —grita Adara en ese momento, interrumpiendo sin querer a la chica, y en respuesta, tanto ésta como Nico giran a ver qué a causado su grito, descubriendo que los otros grupos habían comenzado a acercarse a ellos, curiosos por la escena que habían montando.

Esto provoca que Nico se sonroja avergonzado y agacha aún más la mirada sumamente apenado, lo cual causa que Cameron se moleste con ese montón de chismosos.

Después podrá desquitarse.

—¿Todo está en orden de nuevo? —interroga Adara, acercándose a los chicos, a lo que ellos asienten.

—¿Cómo te sientes Nico? —consulta Catalina llegando también, éste le mira ocultando lo mejor que puede su malestar.

—Estoy bien tía Cati —le responde, regresando a su usual tono ameno—. Es Cami la que terminó herida —le informa, apretando las manos con culpa.

—Yo estoy bien mamá —le asegura la susodicha de inmediato ante la mirada preocupada que le da su madre y la disimulada que le da el chico—. No fué nada. Más bien fuí yo quién me pasé —confiesa apenada, más sólo es el albino quien logra entender que no refiere a una herida física—. Lo siento Nico —musita entonces, dirigiéndose ahora a él.

—No, no, tú sólo intentabas ayudar —niega el muchacho, encarandola por fin—. Yo fuí él que se pasó y en verdad lo lamento, bonita.

Aunque inocente y simple, ese pequeño apodo llama la atención de los presentes, en especial de la chica, quien reprime una pequeña sonrisa.

—Nico no-

—Si siguen pidiendose perdón mutuamente, se llevarán toda la mañana —inteviene Roy, consiguiendo una mirada fulminante por los demás presentes— ¿Qué? Es cierto —se defiende, sintiéndose atacado.

—Ellos se quieren, idiota —le suelta Az junto a un golpe en su costado, y aunque no fué su intención, sus palabras provocan que el rostro de los involucrados agarre color. Y al ver próxima otra discusión entre el peliazul y el moreno, Lizbeth decide intervenir y los agarra por la camisa.

—Yo me llevo a estos. Creo que nos veremos más tarde, Nico —se despide sin perder su buena vibra, y se lleva a rastras a los dos chicos, quienes por más que lo intentan, no logran superar la fuerza de la Dragonix.

—Ustedes pueden arreglar las cosas después —retoma la palabra Catalina, dirigiéndose a su hija y sobrino, quienes han apartado la mirada nuevamente sin ser capaces de ver al contrario por el bochorno. Eso provoca una leve sonrisa en la bruja mayor—. Ahora debemos comenzar.

(...)


Los jóvenes que pasaban al segundo nivel eran separados según sus capacidades, acomodados de forma de que cada quien supiera cuál era su papel en cada "trabajo" que se les era asignado.

Las capacidades de Nico se basaban principalmente en ataques de larga distancia, ya sea con magia o con armas, sus habilidades físicas, aunque decentes, no eran suficientes para que cumpliera un rol protagonico en los trabajos, por lo que se limitaba a cubrir a los demás y ser el "plan B".

Siguiendo eso, Adara decide que su entrenamiento se basaría en repasar ese aspecto.

Pero contrario a los pensamientos del chico, fué guiado por las mujeres a un área diferente del patio donde se lleva a cabo el tiro al blanco de una forma bastante... Especial.

—¿No debería empezar por lo básico? —inquiere el albino, viendo los blancos dispersos por el área. A simple vista parecen normales, pero no muy lejos vio a un chico entrenar con los mismos y estos se movían por toda el terreno de forma descontrolada, apareciendo, desapareciendo y desplazándose sin previo aviso. Según les explicaron, era para probar los reflejos y tiempo de reacción, y que esa era sólo la etapa dos.

—Sabemos que aún prácticas arquería Nico, me gustaría ver si aún conservas tu buena puntería —le responde Adara, extendiendo un anillo plateado con un pequeño cristal azúl pálido.

Nico a visto esos anillos antes, los portan los Protectores, y según lo que vio, tienen la capacidad de adquirir la forma de diversas armas.

Lo toma dudoso.

Cuando comenzó en el instituto de Londres, casi un año después de llegar con los Baker, llamó su atención la existencia de un club de arquería, por lo que decidió inscribirse. Al comienzo no estuvo muy seguro ya que no tenía experiencia previa, pero durante su prueba de admisión se sorprendió a si mismo con lo fácil que le resultaba dar en el centro, y tanto así que estuvo a punto de participar en un encuentro contra otro instituto, pero lamentablemente, trás un "pequeño incidente", terminó siendo suspendido de clases indefinidamente y posterior sacado del club al ser considerado un "peligro" para los demás.

Y trás tener los sueños donde practicaba arquería con Demon, entendió su gusto y habilidad. Pero también entendió que en verdad era un peligro, y no sólo con las flechas.

Una mezcla de rabia, frustración y miedo lo golpean, y en un intento por alejar sus pensamientos, toma el anillo, se lo coloca y este adquiere de inmediato la forma de un arco moderno, por lo que posa sus dedos sobre la piedra en el centro y retrae haciendo aparecer una flecha azulada, apuntando enseguida al primer blanco que ve y, sin pensarlo, la libera.

Da en el centro. La flecha desaparece y el blanco cae.

—Veo que sí —admira Catalina, sentada en un banco cercano a la sombra de un grupo de árboles—. Aunque podría ser sólo suerte de principalmente, ¿O no? —reta al menor, y este ladea una sonrisa arrogante.

—Ya veremos —advierte, sintiendo la emoción y anticipación reemplazar todo sentimiento.

Adara se uno a la bruja y juntas admiran como el jóven hace caer los demás blancos uno a uno de un solo tiro, más esa es sólo la primera etapa, por lo que una vez finalizada, Adara activa la segunda.

Nico se sobre salta un poco ante el cambio repentino, pero se recupera lo más rápido que puede y sigue lanzando flechas, esta vez no los derriba a la primera, pero no tarda en agarrar el ritmo centrándose por completo y, sin saberlo, haciendo uso de una pequeña ventaja.

—Predice los movimientos de su objetivo —observa la bruja, apreciando como el albino poco a poco vuelve a derribar los blancos de un solo intento— ¿Crees que sea intencional?

—Las habilidades de Nico se activan por instinto mayormente —comenta la rubia, sin apartar la vista del muchacho—. Más él no tarda en hacerlo por su cuenta, así que sí, es conciente.

Y como tiende a ocurrir, los demás presentes empiezan a mirar hacia el novato que está comenzando a dominar la segunda etapa. Más no se acercan. Demasiado.

Ignorante de su alrededor, Nico se concentra ahora en intentar superar la etapa tres, en la que está siendo atacado por pelotas de hule.

—¿¡Enserio!? —cuestiona hacia las mujeres, al tiempo que se agacha para esquivar otro proyectil.

—¡Y qué esperabas Nicolas! ¡El enemigo no sólo estará ahí, también atacará!

—¡Me hubieras avisado! —derriba otro blanco, un lanzador menos.

—¡Mejor concéntrate! —ordena, al ver como falla en el siguiente tiro— ¡Y agradece que usamos esas cosas y no algo peor!

—¡Duelen igual!

—¡Deja de quejarte!

El chico bufa y decide centrarse nuevamente en terminar su tarea. Sólo dos más y ya.

—¿Debí avisarle?

—Lo hecho, hecho está.

Finalmente el último blanco cae y al mismo tiempo el muchacho se deja caer de rodillas exhausto, haciendo que el arco en su mano regrese a su pequeña forma de aro.

Las piernas y los brazos le duelen por todos los movimientos bruscos que hizo, su respiración es pesada haciendo que su pecho suba y baje con fuerza, aún puede sentir la adrenalina corriendo en su sistema y su ritmo cardíaco es acelerado.

85% de éxito —anuncia Adara deteniéndose a su lado. Estuvo tan concentrado en calmar a su corazón y regular su respiración que ni la hoyo acercarse—. Tienes buenos reflejos y sigues el ritmo rápido, pero debes mejorar tu tiempo de reacción, pudiste haber acabado antes y con mejor porcentaje que ese —enfatiza, y por fin el chico alza la mirada encontrando la expresión sería de la rubia, más antes de que pueda refutar, esta se suaviza y le dedica una sonrisa ladina—. Aún así lo hiciste bien para ser tu primera vez. Superaste mis expectativas y te felicito por eso.

Y ante eso, se traga su queja y en su lugar se incorpora de a poco, pero con confianza, y le extiende el anillo con la intención de regresarlo, más ella niega.

—Ahora es tuyo —le informa, provocando que el albino observa el objetivo entre sorprendido y obvio, para finalmente ponerlo en el dedo medio de su mano izquierda.

—Gracias —musita.

—Te lo ganaste —responde Catalina, apareciendo también-. Ahora me toca a mí.

Nico asiente hacia ella y trás despedirse de Adara que tenía otros asuntos que atender, se retira junto a la castaña.

El camino al invernadero es ameno, al ya conocer la ruta se le hace más corto el trayecto, aún así van a paso ligero conversando amenamente sobre cosas triviales, evitando tocar cualquier tema sensible para ambos.

Pero como siempre sus sentidos alertas le hacen saber sobre las indiscretas miradas de varios hacia ellos junto a algunos murmullos que no logra definir, y más porque algunos son hechos en idiomas que aún no a investigado.

—¿Incómodo, no? —supone Catalina, siendo también conciente de las miradas y susurros que los rodeos y que han logrado atrapar la atención del más joven.

Éste enseguida desvía la mirada de regreso a su acompañante, quien lo mira con una expresión serena y sonrisa amena.

—No me gusta ser el centro de atención —admite, encogiéndose en su lugar al pasar junto a otro grupo que al igual que la mayoría se les quedan viendo unos segundos antes de regresar a lo suyo en medio de murmullos.

¿Es él? ¿El tercero? —escucha hablar a una chica, más no logra identificar quién.

¡Si!, ¿Puedes creerlo? chilla otra en respuesta— ¡Yo recordaba a un niño! ¡No a esa guapura!

Ese comentario logra incomodarle a más no poder y por inercia se apega un poco a la bruja en busca de refugio.

Cuidado con lo que dices, recuerda que están por sobre nosotros comenta ahora un chico—. A demás, su llegada solo significa que pronto será la hora.

No logra oír si algunas de las chicas le responde, ya que finalmente han llegado al invernadero y las paredes de vidrio reforzado acallan los sonidos externos.

En cierto punto lo agradece.

—Los demás pasaron por situaciones parecidas, en especial los de tu grupo —le cuenta la mujer, una vez están ya en la seguridad del invernadero, donde predomina la calma y tranquilidad necesaria para que aquellos cuya labor requiere concentración total puedan hacer su trabajo sin interrupciones.

Entre ellos se encuentra Cameron, quien está dándole instrucciones sobre algunas plantas a un grupo cuyos integrantes no parecen superar la edad de Azriel.

—Espero que sus experiencias no hayan sido complicadas —Cam lo saluda con la mano y él devuelve el gesto.

—Escuché que tu estadía en Londres no fué del todo... Grata con respecto a tratar con otros usa un tono cauteloso al decir lo último, al tiempo que saluda también hacia su hija.

—Mi reputación no fué la mejor y eso provoco ciertos... Inconvenientes —responde el chico del igual forma, regresando la mirada al camino de piedras que recorre el invernadero, guiando a distintos espacios—. Principalmente en el instituto.

—Los jóvenes pueden ser muy críticos y con muy poco tacto a veces, en especial si no conocen la verdad. Lamento mucho que hayas tenido que pasar por una etapa así sin el apoyo necesario.

—Tuve apoyo —corrige Nico enseguida, aunque su tono es inseguro, dudoso— Aunque... En realidad... Supongo que al final no era el que necesitaba —reconoce, retorciendo los dedos hasta que finalmente los une. Se siente algo culpable y malagradecido por decir eso, pero, hasta cierto nivel, es la verdad.

—Sabes... Según mi experiencia, lo mejor para lidiar con temas como los tuyos es... Alejarse. Unas vacaciones lejos de todo esto podrían ayudar —recomienda Catalina, manteniendo su tono y expresión en control, sin reflejar sentimientos delatores.

—Las tomaré, eso está decidido —afirma el bicolor, junto a una risilla carente de gracia—. pero será cuando todo esto en verdad queda atrás —puntualiza, adquiero un estado igual al de la mayor.

—No tienes que hacer esto Nico, aún estás a tiempo —suelta al fin, dejando salir la preocupación que a intentado controlar, más él no se sorprende o reacciona si quiera ante eso—. Revivir el pasado sólo te hará más daño, puedes sanar, sólo déjalo.

—Sin ofender tía Cati, pero no entiendo a qué quieres llegar con todo esto —espeta, intentando mantenerse cordial, pero sintiendo un ligero disgusto en su interior.

¿Acaso me está pidiendo que abandone a mi equipo?

—Yo tampoco en realidad —se sincera entonces la ojinegro, dejando salir el aire con temblor—. Ustedes aún son jóvenes, tienen toda la vida por delante, ya han pasado por demasiado y yo... Sé que te negaras, sé que mis intentos son en vanos y sin importar lo que haga no podré hacer que ninguno desista, pero... No quiero que mi familia siga sufriendo. Ya ha sido demasiado, ya hemos pasado por demasiado, sólo quiero paz.

Nico observa a su "tía paterna" dividido entre la compresión y la objetividad. Una parte de él entiende su preocupación, como madre, hermana y tía. Ha visto a su familia sufrir sin poder hacer nada al respecto y a tenido que ver como dos miembros fueron enterrados gracias a todo el caos que vienen arrastrando desde jóvenes.

Entre ellos su hija de a penas cuatro años.

Entiende su miedo, y su deseo de querer alejarlos y está seguro que, por la forma en cómo se expresa, ya ha intentado persuadir a los demás sin éxito alguno, entre ellos a su segunda hija y podría apostar que, a la hora de la verdad, el primero no se quedará atrás. También los entiende a ellos.

Aunque pudiera, aunque quisiera, no podría simplemente quedarse de brazos cruzados cuando los seres que se han encargado de fracturar a su familia siguen haya afuera impunes y lastimando a más personas. La culpa, el remordimiento y el desprecio por si mismo no lo dejarían vivir.

Algo parecido a lo que Catalina siente.

Se supone que es poderosa, una De Rosas, uno de los aquelarres más importante. ¿Cómo es que a permitido que aquellos a quienes ama paguen el precio de los errores que cometió de jóven?

Su hija, sus sobrinos, sus hermanos, sus amigos, su familia. Todos han sufrido y ella ahí sin ser tan si quiera capaz de convencer a unos niños de que la guerra no es de ellos, que los que deberían acabar con eso son aquellos quienes dieron pie a todo.

—Se que está preocupada, pero... —retoma la palabra el menor, y Catalina enseguida desvía su atención de regreso al jóven a su lado quien camina con la mirada puesta en la nada— Debes confiar en que podremos con esto, todos nosotros enfatiza, deteniéndose en seco, a lo cual ella responde deteniéndose unos pasos por delante dándose la vuelta para quedar frente a frente con el muchacho—. Esto es algo que concierne a toda la familia y lo resolveremos todos juntos —la encara, y se asegura de que sus siguientes palabras expresen la firmeza y seguridad suficientes como para que la mujer entienda que habla en serio—. Las cosas han cambiado, ya no sólo se trata de ustedes o nosotros, sino de todos aquellos que han sufrido por todo este caos. Ya no estamos solos —sonrie un poco—. Las cosas serán diferentes ahora, puedo sentirlo.

(...)

El sol se está ocultando en el momento en que salen de la Cede. El camino de regreso a sus hogares es tranquilo y entretenido entre charlas triviales sobre sus entrenamientos y planes, más la cosa se pone interesante cuando las palabras "cena familiar" abandonan a la mayor.

Es por eso que ahora se encuentran frente al portal público de la Capital despidiéndose de Lizbeth, Azriel y Roy.

—¡Soya y nada! —se despide el moreno, sacudiendo la mano efusivo mientras que Az a su lado rueda los ojos ante su ridícula despedida y Liz lo imita con gracia.

—¡Hasta mañana!, ¡Disfruten su cena! —se despide ahora el menor, sacudiendo la mano enérgico, mientras que Roy a su lado alega que su despedida fué más original.

—¡Cuídense!, ¡Y no coman más chatarra por favor! —despide Cameron a los dos varones quienes responden con un «si mamá» sincronizado que le saca una risilla a Nico, Liz y a Cati, pero en cambio provoca que la chica mire mal a sus amigos— ¡Larguense ya! —los corre.

El peliazúl y el castaño se terminan de despedir entre risas por la molestia de Cam para luego retirarse en medio de una intensa charla sobre qué cenarán, si van a cocinar u ordenar algo, qué será y quién lo hará.

—¡Saluden a los demás de mi parte! —se despide ahora la pelirroja, tomando la ruta contraria a los chicos.

—¡Lo haremos! —despiden la
castaña y el albino al usinoso.

Una vez la prima del chico se a ido, Catalina le indica a los jóvenes que ya a llegado su turno de irse, por lo que finalmente atraviesan el arco de piedra que sirve de transporte a las tierras vecinas.

Para sorpresa del muchacho, atraversorlo no fué nada parecido a como describen en la películas o libros, la única sorpresa fué el cambio repentino de escenario. Pasó de ver el bosque de hojas amarillentas y rojizas de la Capital, a uno de un verde intenso perteneciente al reino de Nahera, donde se haya la manada "Luz de Plata".

—¡Bienvenido a mi hogar!

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