C A P Í T U L O 25
Ya a perdido la noción del tiempo.
No tiene claro cuánto a permanecido bajo la lluvia artificial, pero sabe que ha sido lo suficiente como para conseguir que la piel de los dedos se le arrugue.
Más no le interesa.
El tiempo, su piel, el mundo entero, nada le interesa.
Su mente a estado divagando desde el momento en el que se encerró en el pequeño cuarto, atrapado entre recuerdos y pensamientos, perdido en las profundidades de su inconsciente.
Su pecho aún duele, aunque ya a logrado tomar el control de su respiración, regulandola para así evitar que comience a hiperventilar y terminé teniendo otro ataque.
Respira. Cálmate. Inhala y exhala. Se repite constantemente. Esto pasará.
Siempre pasa. Siempre acaba.
Eso era lo que Bianca le decía en momentos así, pero...
¿Cuando terminará?
¿Cuánto más podrá soportar?
Los nuevos recuerdos lo han afectado más de lo normal. Es como si le echarán sal a una herida abierta.
Una herida cuya historia no logra recordar.
Eso lo frustra aún más.
Sabe que, lo que le está pasando, tiene que ver con esa chica... Hasper, ya que ella fué el detonante.
Pero no recuerda el porqué la tigresa a de ser la razón de esa herida.
¿Quién eres? No deja de preguntarse ¿Quién fuiste para mí?
¿Por qué no estás aquí?
Esa es la pregunta clave.
¿Por qué no está?
¿Dónde estará?
¿Por qué nadie a hablado de ella?
¿Le habrá pasado algo?
Son algunas de las muchas interrogantes que rondan en su mente.
Azriel... Roy... ¿Ellos sabrán algo? ¿Por qué no la habrán mencionado si parecía importarles?
¿Acaso...?
¿Acaso los... Abandonó?
¿Los... Traicionó?
¿Eso hiciste?
¿Por eso tú recuerdo duele tanto?
Otra punzada.
Si sigue así en verdad va a sufrir un ataque.
El aire lo abandona en ese momento de forma entrecortada. Lastimera. Al tiempo que a duras penas se pone de pie y cierra finalmente la ducha.
Desperdicio de agua, tiempo, oxígeno y existencia.
Doy pena. Se reprocha. Si deja que sus recuerdos lo torturen así, que será cuando regresen todos.
Todos...
Eso lo inquieta... Lo asusta.
Él sabe que hay más... Heridas cuya historia aún no está completa o falta por contar.
Lo peor está por venir. Lo puede sentir.
Y debe ser fuerte. Debe estar preparado.
Es lo único que puede hacer.
Yo puedo. Se anima entonces, recordando las palabras de Dalia. Podré con este. Debo hacerlo.
Aferrándose a la repentina fuerza que el recuerdo de su madre le a otorgado, termina de asearse y sale por fin del baño ya vestido.
Pese a todo el baño lo a ayudado. Se siente un poco más recuperado, no mucho, pero si lo suficientemente como para poder afrontar un día más.
Su cabello aún le está goteando, más simplemente se limita a sacudirlo cual can y decide dejarlo secarse por si solo, procediendo en su lugar a colocarse su cadena a la vez que le echa un vistazo al reloj digital sobre la mesita.
8:30 a.m.
Pasé media hora encerrado... Pensé que había sido más.
Y agradeciendo que aún tiene tiempo suficiente, se encamina a la puerta para salir de una vez de las cuatro paredes de su habitación.
Voces en el recibidor llaman su atención.
Alec, Dalia y... ¿Lizbeth?
Curioso, se apresura a bajar las escaleras, encontrándose a cuatro personas en la estancia conversando amenamente. Bueno, Finn simplemente se limita a oírlos mientras acaricia a la cachorra sentada a sus pies.
—¡Buenos días hijo! —es Alec el primero en saludar, provocando que los restantes centren su atención en el muchacho.
—Buen día —responde el chico, bajando hasta la estancia.
—Te tomaste tu tiempo —señala su madre, mirándole de una forma que pareciera ser capaz de ver todo lo que oculta su alma— ¿Todo en orden? —indaga, serena, pero manteniendo esa mirada intensa.
Nico se limita a asentir, regalando una sonrisa que se asegura no flaquee.
—Todo en orden —le asegura.
Dalia duda, dejando en claro que no se cree su respuesta, pero al pasar los segundos y no ver vacilación en su hijo, termina cediendo y sonriéndole de regreso.
Estará atenta de todos modos.
Finn en cambio se mantiene fijo en su hermano mirándole de forma indescifrable, pero en cuanto los orbes bicolor del mayor se posan en él, desvía rápidamente su atención a la perrita.
—¡Buenas, buenas cachorro! —saluda ahora Liz, sacudiendo la mano efusivo para llamar la atención de su primo, consiguiendola sin problemas— E venido en son de mensajera para hacerte entrega de tu uniforme —le informa, poniéndose de pie de un salto con una caja envuelta cual regalo en sus manos—. El de la idea de la envoltura fué Roy, según él que para "darle estilo" o qué se yo —le resta importancia, encogiéndose de hombros con desden—. En fin, llevaré esto a tu habitación mientras tú desayunas —y sin esperar aprobación, se encamina a las escaleras—. Dormilón —le susurra burlona, al pasar a su lado, consiguiendo que el chico niegue con gracia.
—Lo que tú digas —se limita a responderle, dirigiéndose en su lugar hacia la cocina.
(...)
El desayuno transcurrió tranquilo, su madre no hizo más preguntas sobre su actitud temprana y simplemente se dedicó a charlar tranquilamente con él mientras desayunaba, teniendo las voces de Alec y Finn junto a los ladridos de Amber de fondo jugando en el jardín con su pelota.
Aún así no pasó por alto las constantes ojeadas por parte de su hermanito, más decidió hacer como que no las notaba ya que en realidad no las entendía.
Y una vez terminó con su comida, se encamina de regreso a su habitación siendo seguido por su cachorra, quien aún porta la pelota azúl en su osico.
Al abrir la puerta se encuentra con Liz sentada sobre su cama ojeando uno de sus libros. Pero en cuanto oye la puerta abrirse, quita la mirada de las páginas.
—Disculpa la espera —termina de entrar junto a la Husky, dejando la puerta entre abierta por si a la cachorra le da por salir.
—No te preocupes —deja el libro a un lado para comenzar a mimar a Ember que a ido con ella, provocando que libere a la pelota llena de baba—. No es de mí de quién te tienes que preocupar después de todo. Así que te recomiendo darte prisa —aconseja, haciendo un gesto con la cabeza señalando la caja sobre la mesita.
—Lo sé, lo sé, no tardaré —toma la caja para entrar nuevamente al cuarto de baño y quitarse la ropa que se puso hace... ¿Diez minutos?
Ya que. Se resigna, mirando la caja verde con un lazo azúl. Es de esas que parecen envueltas, pero que en realidad tienen todo pegado y simplemente tienes que quitar la tapa y ya. Y al hacerlo, en su interior encuentra el esperado uniforme negro junto a un par de botas que, aunque no son su estilo, debe admitir que se ven geniales.
No tarda en alistarse con su nuevo atuendo y tras atarse por completo las botas, sale listo del pequeño cuarto, hallando únicamente a su prima en la habitación regresando a su lugar el libro que leía hace un momento.
—Y bueno... —llama su atención— ¿Qué opinas?
La pelirroja lo observa de pies a cabeza detalladamente, pero en lugar de responder con palabras, se encamina hacia el armario hundido en la pared y hala de una de las puertas, la que posee un espejo de cuerpo completo, y le hace señas al menor para que se ponga delante de este.
Nico acata y se coloca frente al espejo, contemplando su nuevo vestimenta por completo.
El negro del uniforme contrasta bien con su tez pálida, la prendas se adiere a su cuerpo como si de una segunda piel se tratase, la camisa manga larga es de un material liso, fresco y ajustado, pero sin llegar a incomodar el movimiento de los brazos, mientras que la textura del pantalón es similar al cuero, pero siendo más flexible, permitiéndole mover las pierdas con ligereza y facilidad, y como no debe faltar, en el lado izquierdo de su pecho se encuentra bordado en blanco el emblema de los Protectores con los símbolos de Origen.
—Te queda perfecto —halaga la mayor, rodeándolo por los hombros y mirándole a través del reflejo—. El uniforme de los Protectores siempre le a sentado de maravilla a los Dimitriu.
—La verdad es que nunca creí que llegaría a usarlo —confiesa el muchacho, contemplando aún el emblema—. Los Protectores, los... Decendientes de Diamante. Creí que nunca llegaría a verles, más ayer me topé de frente con uno en persona y ahora esto... Me resulta casi irreal.
—Todo en nuestras vidas es ireal Nico —recalca la dragonix, sonriendo con dulzura ante el tono ilusionado del chico—. Nuestro hogar, nuestras familias, nuestra historia. Lo ireal es nuestra realidad primito. Y es por eso que ahora estás portando este uniforme estando punto de ir a entrenar junto a una mestiza peleonera, un humano capaz de controlar las sombras con un oso fantasmal de guía y un mitad demonio con complejos de acróbata de circo, para que seas capaz de protegerla.
La mirada del albino se desvía entonces a la de su prima y observa como la esperanza y la ilusión se encuentran gravadas en sus iris cafés, provocando que un sentimiento cálido se adueñe de su pecho junto a un fuerte y acogedor sentido de pertenencia.
Su hogar.
Su familia.
Su historia.
Esta es su realidad. Este es su mundo.
—No fallaré —jura solemne, apretando los puños con firmeza —. Lo lograremos —asegura, aunque ahora, acompañando al noble sentimiento, hay cierto tilde diferente en su voz. Uno que inquieta a la pelirroja.
—Sé que podrás con esto cachorro. Todos podrán —le asegura entonces ella, y aprieta su agarre para transmitirle su firmeza.
Pero entonces... Ocurre algo.
De un momento a otro, Nico podría jurar que los orbes oscuros de la chica se aclararon de golpe, y unos miel de pupilas rasgadas le observaron con la misma esperanza reflejada en ellos. Y no sólo eso, si no que el cobrizo intenso de la corta cabellera de Lizbeth también cambió a uno más anaranjado y alargado, y para completar la transformación, su piel se tornó más pálida, adquiriendo una apariencia demasiado joven.
Hasper... Susurra su inconsciente, reviviendo el recuerdo de la tigresa junto a las imágenes que amenazan con darle una jaqueca.
Más no tiene de reaccionar, ya que trás un impulsivo parpadeo, vuelve a la normalidad.
Y mientras eso ocurre, la mayor contempla en primera plana como la expresión del albino cambia radicalmente a una de sorpresa y confusión a la vez que su cuerpo se tensa de golpe, siendo recorrido por una corriente que le eriza la piel.
Como si hubiera visto a un fantasma.
Preocupada, lo hace girar quedando frente a frente, permitiéndole así que su intensa mirada oscura le observe hasta lo más profundo de su alma. Más ahora su primo sí reacciona de inmediato y desvía la mirada soltándose con toda la amabilidad posible.
No está seguro de qué es exactamente lo que pueda encontrar, pero, sea lo que sea, no desea que lo haga.
—Bueno... Ya, ya debemos irnos. No quiero que Adara me regañe, Roy no desaprovecharía para burlarse —intenta bromear, más sólo consigue silencio por parte de su prima, quien aún lo observa con esa intensidad capaz de ver hasta lo más profundo de tu oscura ser.
Inevitablemente la mirada que le dió temprano su madre llega a su mente, haciéndole cuestionarse si en verdad no comparten genes.
Afortunadamente, la voz de Alec avisándoles que ya es la hora de partir rompe el silencio tenso que se había formado.
—Vámonos —declara la pelirroja en ese momento, girando sobre su eje dándole la espalda—. Cuando estés listo, hablamos —añade, y esta vez su tono es más suave, honesto.
Esa actuar no le gustó, lo a visto antes y nunca significa nada bueno.
—De acuerdo —musita Nico de igual forma, y ella asiente comenzando a caminar hacia la salida—. Gracias —agrega entonces al último instante, causando que se detenga de forma abrupta ante la sorpresa, pero aún así no le da la cara, más a él no le importa eso, con que lo escuche le basta—. Cuando lo entienda, te buscaré.
Nico le observa de reojo analizando su reacción, y tras varios segundos que parecen eternos, finalmente asiente, ladeando una sonrisa para ella misma, y aunque fué un gesto simple, logra borrar parte de la tensión del chico.
No está seguro de si haber prometido eso fué lo correcto, pero Lizbeth le inspira la suficiente confianza cómo para compartirle su inquietud, después de todo, ella le confío su historia, ¿Por qué no hacer lo mismo?
La mayor sale primero de la habitación, dejándolo que se tome su tiempo, el cual Nico aprovecha para así intentar evocar el recuerdo dónde vió así a Hasper.
Pero nada.
Rendido, finalmente sigue a la pelirroja de regreso a la estancia.
Unas vez abajo, tanto Dalia como Alec y Finn se fijan en él a cada paso, observandole con una mezcla de emociones que van desde el orgullo y la nostalgia, hasta la seriedad —siendo lo último de parte de su hermano—, pero la realidad es que incluso la expresión sería del menor hacen que el sabor amargo que le dejó lo anterior se desvanezca un poco.
—Te queda como un guante —halaga su madre, envolviendolo en un apretado abrazo que corresponde gustoso—. Eso me aterra y enorgullece al mismo tiempo —confiesa, en un tono bajo que solo él logra escuchar.
Nico se separa entonces encontrando la mirada dividida en dichos sentimientos de la mujer, y enseguida le dedica una comprensiva y empática.
—Todo estará bien mamá —le asegura, sujetando sus manos de forma reconfortante—. Sólo será una práctica, volveré pronto.
—Lo sé —asiente Dalia, aferrándose a las manos de su hijo—. Lo sé —repite, pero ahora su voz viene cargada con un sentimiento oculto que no pasa por alto para el chico, provocando que apriete los labios con fuerza, conteniendo la repentina curiosidad de saber qué es lo que se esconde trás las palabras de su madre.
No es el momento.
—Suerte en tu primer día hijo —se une Alec entonces, rodeando los hombros de su esposa causando que esta se sobresalta ligeramente y libera al chico, más se recompone rápido y se relaja.
—¿No vendrás conmigo está vez? —inquiere el muchacho, cruzando los brazos sobre su pecho de forma despreocupada, dejando de lado el tema de la mujer.
Tal vez no sea nada.
—Debo ayudar a tu hermano en unos asuntos y bueno...
—Entiendo —asiente, mirando de reojo a preadolescente quien conversa a parte con la pelirroja.
Alec lo imita, y trás otra pequeña despedida con sus padres, procede a salir de la casa junto a su prima.
—Suerte en tu proyecto, Finn —aprovecha desearle al menor, y algo dudoso, extiende su mano para dar un par de palmaditas en la cabeza del chico, quien simplemente se deja sin más, apartando ligeramente la mirada.
—Igualmente —musita Finn, y Nico se limita a asentir como despedida para así emprender la marcha.
—¿Crees ser capaz de llegar a la Sede tú sólo? —consulta Lizbeth, cuando ya se encuentran a media cuadra de la casa.
—Sólo debo ir derecho, así que sí, ¿Por qué?
—Porque vamos a llegar tarde si no corremos —responde su acompañante con un ligero tilde de malicia.
Y antes de que el chico pueda decir si quiera «misa», se echa a correr sin mirar atrás.
—¡Espérame! —exclama, tardando de más en entender lo que significaban sus palabras, y comienza a correr a toda prisa persiguiendo a la chica que ya le lleva mucha ventaja.
En respuesta, ella suelta una risa juguetona esquivando con agilidad a las personas que transitan tranquilamente.
Gracias a Dios no hay autos aquí. Agradece el albino en sus adentros, imitando a la pelirroja, más a diferencia de ella, se ve obligado en un par ocasiones a detenerse ya que casi se lleva a alguien por delante, llegando a un punto donde la pierde de vista, más no se detiene y apresura el paso comenzando a esquivar con más facilidad a los protones, quienes por inercia se echa a un lado al ver al chico de negro corriendo en medio de todos, lo cual agradece ya que le permite recuperar terreno, comenzando a divisar la corte melena cobriza de su prima a varios metros por delante.
Poco a poco comienza a pisarle los talones, al igual que empieza a ver la edificación de los protectores alzarse a lo lejos.
Ya casi. Se anima, apresurando más el paso, sintiendo como sus pulmones empiezan a arder por el sobre esfuerzo, más lo ignora y acelera todo lo que puede.
Una sonrisa juguetona se pinta en sus labios y en ese momento empieza a revivir la imagen de un trío de idiotas corriendo de igual manera en medio de un bosque oscuro, riendo a más no poder trás haber burlado a los vigilantes siendo a penas unos mocosos de doce y diez el más pequeño.
«¡Atrapenme si pueden! —grita el moreno, estando a la cabeza.
—¡Traposo! —acusaba el más jóven, estando en último lugar.
En cambio el albino simplemente ríe a carcajadas viendo en primera plana como el primero le saca la lengua al más pequeño, para posteriormente tropezar con unas raíces sobresalientes terminando dando vueltas sobre la tierra.
—¡Ja! ¡El Karma! —celebra Azriel, soltando con gracia por sobre el mayor para así quedar ahora él a la cabeza.
—¡Aiuda! —ruega desde el piso Roy, extendiendo las manos al aire.
Y aún entre risas, Nico se detiene para ayudarle.
—¡Déjalo! ¡No lo ayudes! —protesta Az, de pie a unos metros por delante— ¡Es la justicia divina haciéndole pagar!
—¡Justicia divina mi abuela! —refuta el castaño.
Y ahí fué el comienzo de una de sus muchas riñas, la cual terminó siendo cortada por la voces de los vigilantes acercándose.
—¡Corramos! —gritaron los tres al unisono para retomar la carrera.
Al final fueron encerrados tres días por haber intentado escapar, más ellos simplemente se limitaron a entrar a sus "jaulas" en medio de risas y burlas hacia los incompetentes vigilantes.
Era mejor reírse, eso ayudaba a opacar el dolor de sus nuevas heridas»
Finalmente, regresa al presente, deteniéndose en seco frente a la reja que da paso a la Sede, donde versiones crecidas de sus cómplices reñian por alguna estupidez de la que seguro ya ni sé acordaban.
Tal vez, las cosas no son tan diferentes después de todo.
—¡Suficiente! —interviene en ese momento Adara, apareciendo de la nada, poniéndose en medio de los adolescentes y empujándolos a lados opuestos—. No conforme con llegar tarde, se ponen a discutir en medio de la entrada de la Sede delante de todo el mundo como si fueran unos niños —regaña, mirando de forma reprobatoria a los jóvenes.
—¡Es su culpa! —alegan éstos, señalándose entre sí.
Nico ríe.
—Que maduros —ironiza, viendo con gracia a sus amigos— ¿Cómo es que pueden vivir juntos?
—Maravillosa pregunta Dorothy —apoya Lizbeth, apareciendo de brazos cruzados junto a él—. Son como una vieja pareja casada —se burla.
Ante sus palabras ambos chicos se miran entre sí y parece que tuvieron la misma imagen metal ya que se alejan de un salto con desagrado grabado en el rostro, provocando una carcajada por parte de la pelirroja.
—¿Y ustedes dos qué? —interroga la rubia ahora hacía los primos, adquiriendo una postura de madre molesta, cortando la risa de la mayor— ¿Por qué llegan tarde?
—Yo sólo soy una humilde acompañante, así que ni me vean —se defiende Liz, colocando una mano en su pecho con arrogancia ante su impunidad.
—Y yo... Me quedé dormido —responde con simpleza Nico, encogiéndose de hombros.
—¿Te quedaste dormido? —cuestionan Az y Roy al unisono e igual de sorprendidos.
—¿Tú? ¿El señor insomnio con patas?
—Por favor puedes dejar de ponerme ese tipo de apodos, Azriel —hace una mueca de desagrado—. Ya no dan gracia.
—Es que... Tú nunca te quedas dormido, la verdad es que dudo que sepas lo que es dormir como se debe —alega ahora Roy, aún perplejo al igual que el peliazúl.
—Tampoco es para que exageres. Yo sí sé lo que es dormir apropiadamente y cualquiera puede quedarse dormido alguna vez —se defiende, ofendido y algo molesto por los comentarios innecesaria de los que se suponen son sus amigos.
—Bueno ya, suficiente de perder el tiempo en asuntos irrelevantes —interviene nuevamente Adara al ver intenciones por parte del moreno de argumentar algo más, y sin esperar respuesta, se da media vuelta en dirección a la cede siendo seguida de inmediato por los cuatro jóvenes.
—Creí que sólo me ibas a acompañar hasta la entrada —comenta Nico, borrando su molestia y viendo de forma curiosa a Liz caminando a su lado.
—Bueno... Tengo curiosidad por ver de qué eres capaz así que... Me quedo —le responde, relamiéndose los labios de color cereza—. Por cierto, te gané.
—¿Ganar en qué? —cuestiona el chico viendo nuevamente el emblema sobre la entrada de la Sede.
—En la carrera.
—Creí que sólo nos estábamos dando prisa.
—Eso también.
Nico no puede evitarlo y simplemente se echa a reir ante su respuesta.
—Nunca pierdes uno, ¿Cierto? —cuestiona, al tiempo que entra en la sala principal.
—Si no la gano, la empato. Cómo diría Roy —responde ella con orgullo, entrando también.
(...)
—¡Al fin! —exclama Cameron, extendiendo los brazos al aire para luego ponerlos en jarra— ¿Terminaron de maquillarse ya o debo esperarlos una hora más?
—No tardamos, tú llegaste antes —defiende Roy, cruzando los brazos ante el drama de su amiga.
—Cameron es puntual y responsable, deberían aprender de ella en lugar de perder el tiempo en discusiones infantiles —reprocha Adara hacía el chico, pasando junto a ellos con la firmeza y orgullo que la caracteriza.
—Primero Darcy y ahora Cam, siempre con el favoritismos por delante —susurra el moreno con recelo, viendo mal a la rubia y a la castaña.
—¡Te oí Reyes! ¡Aquí no hay favoritismo! —le hace saber la joven bruja, mirándole mal por sus acusaciones.
—Aquí no hay favoritismo —le imita, descarado.
—¡Roy ya! —intervienen entonces Nico y Az al unisono a sabiendas de que si sigue así los meterá en problemas a los tres.
—Ahora, por eso, no te saludo —castiga Cam, acercándose a ellos para así envolver al albino y al peliazúl en un abrazo doble, a lo cual Nico ríe nervioso y Az regresa el abrazo gustoso—. Se tardaron mucho —recalca, más amena, liberandolos.
—Y tú madrugaste, Cami —responde Nico, mirando a su alrededor y viendo que a penas y hay un par de grupos a parte de ellos, igual que a dentro de la Sede— ¿Es feriado y no me enteré?
—Nop, es fin de semana, es libre para la mayoría y los demás deben estar en alguna misión o en su casita durmiendo hasta medio día —le explica Roy, apoyándose en uno de los hombros de la castaña, quien rápidamente se arrima haciendo que se tambalee y casi caiga.
—Por eso escogimos este día para practicar, tenemos todo el lugar para nosotros —aplaude Cam, ignorando el puchero del moreno.
—¿Y Darcy y Demon dónde están?
—Ocupados —responde una voz nueva, pero conocida.
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