C A P Í T U L O 20

Las pisadas que resuenan en el pasillo junto a sus respiraciones agitadas y el latir rápido de sus corazones es lo único que logran oír.

Hace ya varios minutos que perdieron a sus perseguidores, pero, por haber corrido en distintas direcciones para así despistarlos y que no descubrieran su punto de reunión, ahora se encuentra demasiado lejos y ya se les hizo demasiado tarde.

Demonios Roy, ¿Se-Seguro que este era un-un atajo? —cuestiona entre jadeos al mismo tiempo en que giran hacia otro pasillo.

Solo cállate y corre —es lo que obtiene por respuesta.

Nico decide no seguir cuestionando y ambos apresuran aún más el paso, hasta que tras un rato más de carrera, vuelven a girar y visualizan por fin la puerta "oxidada y vieja" al final del pasillo.

Ambos jóvenes frenan en seco frente a esta y se permiten un momento para así recuperar el aliento.

Carajo, me-me arden los pulmones como si... Como si hubiera inhalado fuego —se queja Roy, jadeante mientras se echa el cabello hacia atrás para luego airearse con la mano.

Mejor eso a ser... A ser descubiertos sólo porque a tí... Se te ocurrió molestar a un grupo que sabes, que sabes que nos odian —reprocha Nico enseguida, inclinado hacía adelante con las manos apoyadas en las rodillas y con la respiración agitada todavía, pero aún así le lanza una mirada reprobatoria a su amigo—. Las cosas ya están lo suficientemente mal, cómo para que vengas tú y seas... Tú.

En mi defensa, ellos siempre nos están molestando, así que sólo hice lo justo —se excusa el castaño, de verdad ofendido—. Ahora deja de buscar culpables y bajemos al infierno de una vez por todas.

¿Nunca dejaras de llamarlo así, verdad? —inquiere el albino, ya más recuperado.

Nop —responde con simplemente su compañero, y extrae un pedazo de cristal de su dije para así hacerse un pequeño corte en la palma.

Roy se acomoda frente a la puerta de hierro oxidado y aprieta la herida haciendo que emerja más sangre, luego vuelve a abrirla al sentirla ya bañada en el líquido carmesí y posa la palma abierta sobre la puerta, a la vez que susurra las palabras que el bicolor le enseñó para finalmente retirar la mano una vez hecho el conjuro.

Una huella sangrienta a quedado pintada en la puerta vieja, pero esta de a poco desaparece hasta se inexistente.

Nico se coloca junto a su amigo y sin esperar más atraviesa la puerta como si de una ilusión se tratara. Roy no tarda en seguirlo.

(...)

El agua golpea como cubos de hielo sobre su piel y duele, pero lo aguanta porque sabe que es lo único que puede evitar que ande como zombie hasta que sus cinco sentidos se despierten por completo.

Son exactamente las siete en punto de la mañana, el sol ya se encuentra iluminando el cielo y ya se puede escuchar movimiento en la casa, más el chico a estado despierto desde hace casi dos horas a pesar de que no a había nada que pudiera perturbar su sueño.

No es la primera vez que pasa, pero esta vez de verdad deseaba poder dormir aunque sea las ocho horas recomendadas.

Aunque en esta ocasión no se a debido a una pesadilla ni nada malo, simplemente abrió los ojos en medio del sueño y no a podido volver a dormir, así que estubo dando vueltas en la cama medio inconsciente hasta que finalmente se hartó de estar acostado y decidió darse un baño para así quitarse el supuesto sueño de encima.

Una vez siente que la ensoñación con la entró se a ido, sabe que ya es momento de acabar con la tortura, por lo que cierra el agua, sale de la ducha, se seca y procede a ponerse la muda de ropa que sacó del armario cuando estaba más dormido que despierto. Afortunado no escogió tan mal.

El día anterior pasó todo lo que quedaba de día con sus padres —quienes se tomaron el día libre del trabajo por esa ocasión— y su hermanito, quien parecía estar más interesado en mimar a Ember y beber chocolate que en participar en alguna charla. Aún así dió su opinión en algunas ocasiones y en un par de esas terminaron hablando sólo ellos dos. Aunque pudo notar cierta incomodidad de su parte, seguramente por lo que había pasado anteriormente en su habitación.

A pesar de ella hasta ahora las cosas no han estado tan mal, aunque aún así no puede evitar sentir un nudo en su pecho que le recuerda constantemente que las cosas son más complejas y complicadas de lo que parecen.

Seguramente se deba a la información que recibirá hoy y que lo a tenido pensativo. Hay muchas cosas de las que quiere saber y está seguro que esa reunión lo ayudará.

Eso espera.

Dejando todo eso de lado para así poder comenzar el día sin migraña, procede a vestirse de una vez para luego cepillarse los dientes y salir del baño mientras se seca el cabello, y una vez logrado estira la toalla sobre la cama ya acomodada y va hasta la mesita junto a esta para agarrar su collar.

Una vez tiene el objeto en su mano, se queda un momento demás observando la joya triangular recordando la noche en que Jade se la dió.

Fué cuando sus planes se estropearon gracias a la bruja y tuvieron que separarse en medio del caos en llamas en que se había convertido el bosque.

Pensar en eso hace que un fuerte dolor ataque su pecho, en donde late su corazón, y una extraña sensación de vacío y perdida lo invada.

Siente dolor, tristeza e impotencia.

Algo pasó esa noche, algo que hirió a su corazón sin compasión dejando una herida que aún no cicatriza. Más no recuerda qué.

La verdad es que los recuerdos de aquella noche son muy borrosos. Aún siendo el último suceso y por lo tanto el más fresco de su pasado, existen ciertas lagunas que lo inquietan, pero tiene bien en claro que hago ocurrió antes y después de encontrarse con Jade y Demon, algo importante, más lo único que logra recordar es estar de rodillas cuando su tía lo encontró y luego de eso sólo tiene la imagen de Carola saliendo de entre las sombras y...

«¡Déjalo!»

Esa voz...

«¡Haré lo que sea, pero no lo lastimes!»

Yo la conozco...

Cierra los ojos enseguida, sujetando con fuerza la joya contra su palma como apoyo e intenta concentrarse lo más que puede en aclarar el recuerdo que a empezado a surgir.

Femenina, inocente, temerosa, asustada...

¿Quién eres?

El rostro del chico se contrae y se lleve la mano libre hasta su frente cuando una fuerte y repentina punzada entre sus sienes lo ataca.

«¿Quieres salvarlo? responde alguien más, una mujer— ¡Entonces haz que todo este maldito bosque arda!»

Carola... —reconoce su voz, y de golpe el dolor se intensifica hasta un punto en que lo hace quejarse.

El instinto lo guía hasta la cama y de inmediato toma asiento con la cara gacha entre su palma.

Tiene la respiración pesada y su pecho sube y baja con cada inhalación y exhalación.

Ya está acostumbrado a dolores repentinos como ese cada vez que intenta recordar, y siempre desistía cuando los mareos empezaban, más hubo una ocasión donde no se detuvo y termino tumbado en el suelo de la cocina con la cabeza a punto de estallarle y sintiendo que el mundo daba vueltas a su alrededor.

Pero, pese a eso, no se arrepiente, porque pudo ponerle nombre a la pelinegra de ojos claros que constantemente aparecía en sus sueños.

Y ahora, nuevamente, está sintiendo esa fuerte necesidad de ponerle rostro y nombre a aquella voz inocente que suplicaba por el bien de un ser querido.

Tal vez ella sea a quien perdió.

Pasan varios segundos hasta que finalmente el malestar se desvanece por completo y todo vuelve a la normalidad, por lo que Nico decide abrir los ojos y lo primero que encuentra es su cadena dentro de su mano cerrada. La abre entonces, contemplado la esmeralda, y en lugar de ver reflejadas sus iris bicolor, son un par de orbes negros los que le devuelven la mirada.

Sorprendido, parpadea varias veces y sacude la cabeza en un intento por aclarar su mente.

Quizás ví mal. Piensa. Mis ojos no son negros.

Una vez siente que el estupor se fué, vuelve a buscar su reflejo y, afortunadamente, ahora son el azúl y el verde los que encuentra.

Un fuerte suspiro de alivio lo abandona y se deja caer sobre el colchón de su cama con los brazos abiertos y los ojos fijos en el techo.

¿Qué habrá sido eso?. No puede evitar preguntarse.

Existen diversas criaturas de ojos negros, pero, si no se equivoca, esos eran de humano. Más los únicos que conoce con ojos así son los brujos en la familia de Cameron. Ese es su color.

Cada aquelarre tiene un color diferente de ojos que los identifica y nunca jamás encontrarás alguno repetido. Tal vez parecido, pero no idénticos.

Y si se sigue guiando por lo que poco que vió, esos ojos reflejaban impotencia, miedo. También se veían inocentes, como los de un niño o... ¿Niña?. Eso es otro detalle.

Nuevamente vuelve a respirar hondo para calmarse y un ligero bostezo lo abandona.

¿Enserio? ¿Sueño? ¿Ahora?. Se queja mentalmente.

Lleva ambas manos a su rostro para frotarse los ojos y enseguida recuerda la cadena en una de ellas.

Alza el objeto frente a su cara sujetándolo de las esquinas dejando la joya en el centro, pero esta vez al fijar la mirada en esta no vuelve a ver los ojos negros.

Regresando al objeto en sí, nunca supo exactamente para qué era, solo sabe que es importante y muy valiosa. Tal vez sea otra cosa que olvidó o simplemente nunca se lo dijeron, después de todo la obtuvo el último día que estuvo con su familia.

Aunque analizando más a detalle la pieza, algunos de los símbolos que la decoran le resultan ligeramente conocidos. Y no, no siente que se debe a su escasa memoria, probablemente se deba a qué fué hace ya mucho tiempo desde que los vió.

Tal vez Lyan sepa. Sugiere la voz de su cabeza. Después de todo, él lo creo.

Ese simple pensamiento hace que ahora se ponga a analizar cosas sobre el susodicho que al comienzo no les prestó mucha atención: Cómo la curiosidad por parte del pelinegra ensombrerado por su accesorio el día que lo conoció, o el simple hecho de que los ojos del chico en verdad parecen esmeraldas. Y si la escasa memoria de su infancia no le falla, una vez oyó hablar sobre unos seres con ojos de gemas que se encargaban de crear objetos mágicos con joyas y materiales especiales. Y si es así, eso significaría que Lyan podría ser uno de ellos y por eso pudo crear el collar.

Aunque... ¿No sé supone que esos seres no salen de sus tierras?

¿Por qué Lyan estaba en Londres?

O aún más importante.

¿Por qué se volvió su amigo?

Según sabe esa raza es muy recelosa con otros seres.

¿Habrá sido petición de Alva?

¿Se acercaron a él sólo por qué se los ordenaron?

Ante esa posibilidad el chico aprieta los labios hasta formar una línea recta y más dudas se forman en su mente. Y el hecho de que tanto Lyan como Charis no hayan aparecido, no ayuda a su mente inquieta y nerviosa.

Enseguida sacude la cabeza como si eso pudiera ayudar a ahuyentar sus inquietudes y, para su sorpresa, funciona, por lo que decide ponerse su collar sin más rodeos e incorporarse quedando nuevamente sentado.

Echa un vistazo al reloj junto a la cama y ve a las 7:15 a.m parpadear. La alarma está programada para sonar a las 7:30 lo que significa que le sobraban quince minutos más para dormir, pero lamentablemente no va a poder disfrutarlos.

Esa es una de las desventajas de intentar dormir naturalmente, pero prefiere mil veces seguir madrugando a volver a depender de unas pastillas para poder descansar.

Sí, puede que suene a capricho suyo y que sería mejor seguir tomandolas si eso significa que no estará como zombie panda más dormido que despierto y con unas ojeras más grande que sus ojos— durante gran parte del día, pero es que después de casi tres años teniendo que ingerir a diario esas piedras desabridas y haber pasado por una etapa dónde se sintió adicto a esas drogas "controladas", ya a llegado a un punto dónde su cuerpo y su mente las rechazan y tomarlas se a vuelto su última opción, y si le es posible encontrar una alternativa a ellas, mucho mejor.

Después de resignarse a seguir con su vida de insomnio, decide salir de la habitación para ir a ver a su perrita. La a tenido descuidada y, aunque su hermanito y Liz se han encargado de ella, se siente como un pésimo dueño.

Una vez fuera de la habitación es capaz de escuchar como alguien se mueve en la cocina junto al tararear de una voz conocida.

Baja las escaleras enseguida y al llegar a umbral que da a la cocina-comedor, observa a su madre preparar el desayuno al compás de la melodía en su cabeza.

—¿Quieres algo cariño? —consulta la mujer, tomándolo por sorpresa— ¿O te quedarás allí parado?

—Perdón —musita Nico, apenado, y procede a tomar asiento en uno de los bancos de la barra; Dalia lo mira sobre su hombro en ese momento y le dedica una sonrisa afable, provocando que el chico se calme—. Me gustaría algo que me ayude a quitarme el frio de la ducha que tomé —responde ahora.

—¿Te bañaste con agua fría tan temprano? —le cuestiona Dalia, y procede a servir en una taza un poco del café recién hecho—. Yo lo e hecho antes y no es para nada agradable, aunque debo admitir que ayuda a despertarse bien. Aún así no tenías necesidad Nico, la reunión es en la tarde, podías dormir un rato más.

—Lo sé, es sólo que me desperté temprano y después no pude dormir, pero aún así seguía cansado —le explica, mientras ve a la albina endulzar su bebida.

—Me a pasado —comenta la mujer, a la vez que gira sobre su eje para colocar sobre la barra una taza humeante de café—. Cuando eras pequeño también te despertabas mucho de noche y después no podías conciliar el sueño de nuevo —comenta, apoyándose sobre la barra también.

—Es una manía que nunca e perdido —admite con cierto desagrado el muchacho, y acerca la taza para soplar, una pequeña sonrisa lo asalta al recordar a su amiga adicta a la cafeína, ¿Qué diría si lo ve ahora?.

—Es normal, supongo. Después de todo eres un Heredia —Dalia coloca una mano sobre los cabellos de su hijo, provocando que éste se sobresalte un poco ante el tacto, y eso le causa gracia, más de a poco comienza a acomodar sus mechones húmedos y lo relaja—. Nuestra familia siempre a sido... Peculiar. En especial tú.

—¿Yo? —cuestiona el albino menor, aunque más bien es sólo un reflejo de su curiosidad.

—Eres el primer varón en poseer no solo el poder con el que de por sí ya nacen, sino también el Toque que se supone solo tienen las mujeres, sin contar tú Don especial cómo brujo, y según sé, has logrado controlar las tres —retira la mano en ese momento, y la deja caer con cuidado hasta su mejilla, provocando que el chico fije la mirada en la suya con algo de timidez que la enternece—. Posees mucho talento cariño, eres... Único y especial.

Dalia se inclina entonces sobre la barra haciendo que Nico agache el rostro para que pueda dejar un beso en su frente y luego mirarle con ternura, a lo que él le regala una sonrisa un poco floja, pero ella la acepta igual y retrocede para regresar a seguir preparando la comida.

Una vez fuera de la vista de su madre, Nico agacha la mirada pensativo.

¿Único? ¿Especial?. Repite en su mente, e inevitablemente una mueca se forma en su rostro.

A veces quisiera ser como los demás —confiesa en un tono bajo, pero lo suficientemente audible para que lo escuche su madre—. Mis... Dones, muchas parecen un castigo que otra cosa.

Ante sus palabras, Dalia detiene sus movimientos de golpe, quedando inmóvil en su lugar mientras que su mente viaja hasta el pasado, reviviendo esas mismas palabras, pero dichas por alguien más.

Una sensación amarga la invade enseguida y respira hondo para alejar aquellos recuerdos de antaño que aún la atormentan.

Pasan algunos segundos donde nadie hace ni dice nada. Hasta que la voz de la mujer rompe el silencio.

—¿Recuerdas cuando comenzaron tus visiones? —le pregunta, en un tono cauteloso.

El muchacho alza la mirada para descubrir que aún le da la espalda.

—Si no me equivoco, creo que fué cuando tenía... ¿Cuatro, cinco? —responde, haciendo memoria—. Adiviné que me darían de regalo tú, papá y tía Jade, a parte de que Darcy terminaría ensuciando su vestido con lodo por estar corriendo.

Una pequeña risilla es soltada por la albina al recordar ese día también.

—Así fué —le confirma—. También recuerdo que en ese entonces aún dormías con tu zorrito blanco y tus estrellas luminosas azules que Alec colocó en el techo de tu habitación debido a tú miedo a la oscuridad —rememora, y no puede evitar curvar sus labios en una sonrisa melancólica al revivir aquellos tiempos de calma—. Al principio tus visiones eran meros fragmentos que al suceder eran como deja vús: Simples y nada relevantes. Pero a veces eran más claros, explícitos y... Fuertes —su sonrisa decae ante eso—. Eras tan pequeño, tan inocente y tan... Vulnerable. Era irreal pensar que pudieses ver tanto a tan corta edad. Eras en verdad un niño especial, sin igual, pero todo eso te privaba de tener un día a día normal. Recuerdo claramente como una vez me preguntaste llorando el por qué no podías ser como los demás, el por qué tenías que soñar cosas feas y el miedo que te daba pensar que eso tal vez sucedería, fué entonces que decidí contarte la historia de nuestra familia.

—Lo recuerdo... —musita Nico, reviviendo en su mente aquello. Fué la primera vez que soñó con su vida encerrado. De inmediato sacude la cabeza para así alejar las imágenes que quieren empezar a surgir, y se concentra en recordar la historia que su madre le relató—. Dos hermanos que hicieron un trato con la Muerte misma, quedando marcados por ella, surgiendo así los llamados "Hijos de la Muerte". Ella les concedió su bendición a cambio de cumplir su voluntad. De ese modo acordaron que, en cada generación, nacería un niño y una niña. Él obtendría un poder que usaría exclusivamente para la protección de su hermana, mientras que ella nacería con el «Toque del Alma», un vínculo inquebrantable con el plano espiritual...

—... Así fué durante siglos, generación tras generación, eran respetados... Hasta que comenzaron a capturarlos —prosigue Dalia, aún sin encarar a su hijo, con un tilde de voz neutro y serio, totalmente contrario a su tono cálido y dulce—. La familia se vió obligada a separarse y ocultarse. Cada quien tomó un camino distinto para así proteger a los suyos y seguir cumpliendo con nuestro deber sagrado. Pero los rumores que surgieron trás su repentino escape, provocaron que las cosas se complicarán y nuestro linaje disminuyera y se alterada, más aún así la bendición se mantuvo intacta sin importar qué.

—Incluso si eres hijo único o varón —señala el menor—. Aunque no es muy lógico que se haya alterado algo que estuvo intacto durante siglos.

—Se podría considerar un... "Método de autoconservación natural".

—Si nos guiamos por esa lógica, entonces tú debiste haber obtenido un poder aparte del Toque —señala nuevamente, algo defensivo.

Dalia sonríe cómplice ante eso, pero él no lo ve.

—Y tu hermano debería tener visiones como tú, pero no, en cambio él tiene una fuerte empatía junto a una magia vinculada a lo espiritual. Es una mezcla, una alteración que aún así mantiene la esencia de nuestra bendición o maldición —contraataca ella—, no lo sobrepienses, Nico. La naturaleza es impredecible y difícil de controlar. Tu padre y yo tampoco somos normales, ustedes menos. Nuestras naturalezas buscaron prevalecer así que evolucionaron.

—¿A qué punto quieres llegar con esto, madre? —exige de una vez, comenzando a cansarse de que se anda por las ramas.

—Mi punto es, que no puedo darte una explicación de que seas así, hijo —aclara finalmente, y aunque puede sonar duro, su tono es comprensivo y compasivo—. A veces en la vida las cosas no tendrán un por qué. No tendrán razón o motivo, simplemente serán así y yá. Y por más que queramos no habrá nada que podamos hacer para cambiarlas, sólo nos quedará aceptarlo y aprender a vivir con ello.

—Entonces... ¿Quieres decir que sólo me queda resignarme sin poder hacer nada al respecto? —inquiere Nico, con la rabia y la pena rasgando su voz.

Pensó que su madre le daría una explicación más clara o al menos un consuelo, pero la verdad es que sus palabras son crudas y amargas.

—Si y no —deja los utensilios a un lado para así darse la vuelta y quedar frente a frente con su hijo mayor, quien la observa expectante a que aclare su confusa contesta, por lo que toma una profunda inhalación y trás meditar un poco sus palabras, pronuncia con cierta súplica en su voz—. Te pido que no niegues lo que eres, ni lo rechaces, sino que lo aceptes y vivas con ello. Cariño, hay cosas en la vida que podemos cambiar y otras que no, y nuestra naturaleza es una de ellas. Somos lo que somos, y eso no es malo ni bueno, al final todo dependerá de cómo lo enfrentes y de que lo que hagas con ello —se acerca a la barra nuevamente y toma la manos del chico, dándoles un apretón mientras mantiene la mirada fija en aquellos orbes iguales a los suyos que la observan con un sentimiento indescifrable—. Sé que una cosa es decirlo y otra hacerlo, pero te aseguro que aceptarnos como somos es más fácil de lo que parece, sólo tienes que tener fé en que podrás con ello. Y sobre todo, lo más importante que tienes que hacer, es nunca olvidar que siempre existirán personas que te querrán tal y como eres. Así como yo lo hago.

(...)

—¡Bienvenidos a la Sede principal de los Protectores! —anuncia una voz femenina y ambos centran su atención en ella.

Una chica de cabello amarillo chillón con mechones celestes al igual que sus emplumadas alas —si, alas de ave— está de pie frente a la reja abierta que da paso a una enorme construcción.

Es de tarde, por lo que el joven albino tuvo que partir en compañía de su padre al lugar donde le darían la tan importante información de la que hablaban Rocío y Lizbeth el día anterior en palacio.

Y hablando de la primera, ésta se encuentra acompañando a la rubia.

—Buenas tardes señoritas —saluda Alec a ambas chicas, a lo que la rubia responde formal, y en cambio la peliblanca sonrisa gentil y devuelve el saludo con cariño.

Nico responde al saludo al igual que su padre, aunque se distrae un poco viendo el uniforme de la chica de mechas azules.

Viste totalmente de negro, la ropa se le ajusta al cuerpo como guante, con el pecho totalmente tapado, envolviéndose en el cuello y sin mangas, con la parte de atrás descubierta para más comodidad por su alas. Aunque lo que más le llama la atención es el símbolo blanco que tiene bordado a un lado de su pecho.

—Bueno, dejando los saludos de lado, me presento —retoma la palabra la azulejo, borrando el entusiasmo previo para tomar ahora un tono serio, mientras junta las manos en su espalda en una postura firme—. Mi nombre es Kiara, soy una Protectora del reino de Ariela en las Montañas de los Vientos y estoy aquí para recibir al joven, así que será mejor que entremos, lo están esperando.

Y sin esperar respuesta, se da la vuelta y emprende la marcha hacia la Sede, por lo que al resto no le queda más que seguirla.

Una vez atraviesan la reja de entrada —ya que el lugar está rodeado por un muro—, pueden tener un mejor vistazo de la construcción. La fachada es grande, sobresaliente, y de un blanco crema con el mismo símbolo que porta la chica alada sobre la entrada, quedando en medio de esta y un amplió ventanal, lo que le permite al chico poder definirlo mejor: Dos círculos uno dentro del otro, en cuyo centro se encuentra una media luna junto a una centella intercalada, las cuales son rodeadas por varias runas en el espacio entre las circunferencias.

—Es el emblema de Origen le aclara Rocío haciendo que Nico la mire caminar junto a él—. El circulo representa al sol, la magia terrenal y el ciclo de la vida. La luna a lo espiritual y energético. Y la centella a la magia en sí, la creación y el nacimiento. Mientras que las runas corresponden a los reinos principales de Origen.

Nico asiente almacenando la información y agradece por ella a la chica.

Finalmente llegan a la puerta doble que da paso al interior del lugar y la azulejo les abre pidiendo que entren primero.

Una vez dentro le es imposible al albino no comparar el lugar con el Palacio Natura, con sus paredes blancas pulcras, pisos de cerámica negra pulida y techos altos de donde cuelgan esferas blancas que sirven de iluminación. Aunque allí no hay cuadros, pinturas o detalles en las paredes, sólo una que otra planta, otro par de largos ventanales que dejan mirar hacia afuera, pero no hacía adentro, y algunos sillones del lado derecho formando una pequeña sala de estar/espera.

Es un salón simple y práctico lo suficientemente grande como para que el grupo de personas frente a ellos ande sin problemas.

Alguien toca su hombro en ese instante sacándolo de su contemplación, encontrando a Kiara quien le indica con la cabeza que la diga y nuevamente se va sin esperar respuesta, por lo que de nuevo solo les queda seguir a la joven Protectora sin hacer preguntas.

Caminan hacia un extremo del salón, donde se encuentra una resección en la cual atiende un chico castaño y delgado quien teclea frente a una de las cuatro pantallas que lo rodean, y junto a su espacio se encuentra un ancho ascensor.

Se detienen frente a este y Kiara le indica al chico que avise que subirán, Nico no le preste mucha atención a lo que hace el castaño, pero poco tiempo después las puertas frente a ellos se abren e ingresan en el cubículo.

El transcurso de subida es rápido y en menos de lo que se esperaba las puertas se abren y las personas dentro del salón callan de golpe para poner su atención en los recién llegados.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top