C A P Í T U L O 19

Cuando Rocío dijo "puede que arda un poco" mejor hubiese dicho "sentirás que te queman hasta el alma, así que aguanta", porque eso fué lo que Nico sintió.

Afortunadamente solo fué un dolor momentáneo y trás tener que morder su camisa para no pegar un grito que se escuche hasta el último rincón de la Capital, una sensación de bálsamo le hizo saber que todo había acabado, y donde antes habían tres grotescas heridas, ahora solo quedan tres finas marcas completamente cicatrizadas, Rocío le explicó no desaparecerían por completo debido a la naturaleza de su origen ya que no eran heridas normales, pero al menos ahora ya no se veían tan grotescas y no estaría sangrando constantemente.

Asi que, trás agradecerle a la peliblanca, ahora se encuentra desayunando —casi almorzando si se toma que ya pasó la hora— mientras Ro y Liz le cuentan algunas "pequeñas novedades".

Wow, en verdad a pasado de todo —admite el chico, mientras se pone de pie y recoje su plato.

—En diez años, o incluso en tan sólo diez días, puede pasar de todo, Nico —alega Lizbeth, y la otra asiente de acuerdo.

El muchacho imita el gesto de la segunda aceptando que está en lo cierto, y procede a lavar su plato pasando junto a Ember quien ya está terminando su desayuno también.

Una calma momentánea se adueña del lugar, donde las chicas charlan tranquilamente de un tema trivial, mientras que Nico termina su tarea y ahora le sirve un poco de agua a la perrita.

Hasta que finalmente la calma se acaba.

Aunque de una buena manera.

De un momento a otro los tres escuchan el leve sonido de golpes de tacones contra la cerámica acercándose hacia donde ellos. De inmediato sacan sus suposiciones, más sólo aguardan en silencio hasta que el visitante se hace ver, y Dalia aparece en la entrada a la cocina.

Buen día a los tres, ¿Todo en orden esta mañana? —saluda la mujer, cordial como siempre.

—Todo tranquilo. Buen día a usted también.

—Nadie a muerto, ¿Qué tal usted Sra. Dali?

Lizbeth y Rocío le regresan los buenos días de inmediato, cada una a su manera y estilo. Aún así la albina les sonríe igual a las dos y responde amable a la pelirroja.

En cambio, Nico se mantiene en silencio mientras ellas hablan, y una vez la atención de su madre cae por completo en él, se incorpora yendo hacia ella.

—Buenos días cari-

No logra terminar. Un fuerte abrazo por parte del chico la deja muda.

—Buenos días mamá. Me alegra mucho verte —saluda él.

Dalia aguarda, procesando la situación y como su hijo la abraza en una peculiar mezcla de seguridad y nervios.

Eso la conmueve, sin duda no se esperaba esa reacción, pero le resulta adorable y le hace verlo como si fuera nuevamente un pequeño. Así que le regresa el abrazo con el mismo cariño.

—A mi tambien me alegra mucho verte hijo —musita.

Y mientras aquello se desarrolla, las dos restantes se mantienen al margen observando todo en silencio, la mayor con una sonrisa suave y la menor con una expresión de ternura. Más Lizbeth Heredia no está conforme con sólo ver el momento de madre e hijo que se abrazan después de años sin verse. Es así que no se aguanta y saca su celular para capturar la escena.

Al escuchar el flash de la cámara, el chico reacciona por reflejo y rompe el abrazo girando hacia su prima de golpe, la cual aún tiene el aparato en las manos.

Todos fijan la mirada en ella con diferentes expresiones, las cuales van desde la gracia, hasta el reproche.

¿Qué? —cuestiona la juzgada—. No pude evitarlo, ¿Okey?, Se veían muy lindos —se escusa—. Ya se la paso —ofrece a la mayor como salvavidas, y trás unos segundos en el móvil, envía la foto y guarda por fin el celular.

—Nunca cambias —musita Rocío, negando ante las acciones inapropiadas e inoportunas de su amiga, pero reprimiendo a la vez una pequeña sonrisa juguetona, mientras que Liz suelta una risilla inocente en respuesta.

—No te preocupes, no hay problema —retoma la palabra Dalia, restándole importancia a la acción de la chica—. Dejando eso de lado, e venido a llevarme a mi Nico aprovechando que le dieron un día más —informa, y todos menos el chico entienden lo último.

—Cómo que, ¿Un día más? —cuestiona enseguida el susodicho, regresando a su madre.

—Hay algo importante de lo que te informarán mañana —la que responde es Rocío, provocando que el chico tenga que ponerse de lado para quedar entre las tres y poder atender a lo que dice cada una—, pero mientras, tía Alva decidió que era mejor darte un poco más de tiempo para que te adaptes.

Otra vez —resalta la pelirroja, y por un momento nadie entiende a qué se refiere, por lo que decide aclararse antes sus expresiones de duda—. Es la segunda vez que madre decide por Nico en menos de veinticuatro horas, ¿Se dieron cuenta? —cuestiona en general, y se lleva su vaso de jugo a la boca dándole un trago con tranquilidad, como si lo que acabara de decir no significase nada en realidad—. Después de todo, Alva Heredia es una mujer con motivos ocultos en casi, por no decir, todo.

—No te recomiendo que te pongas a buscar motivos ocultos en Alva —le aconseja Dalia, sonando bastante seria, aunque aún mantiene un semblante sereno—. Ya lo intenté una vez y casi termina en un feo malentendido —comenta, sin poder ocultar su desagrado, y niega ante los recuerdos que inevitablemente empezaron a surgir.

—¿Cuál mal entendido? —indaga Liz de inmediato, sumamente interesada en la historia de la albina mayor.

—Mejor olvídalo —niega ésta enseguida, causando que la chica haga una mueca de desilusión.

—Mala, no puede ilusionarme así —se queja la pelirroja.

—Bueno... Iré a buscar unas cosas y regreso —informa el chico, llamando la atención de las tres féminas, y con un simple asentimiento por parte de su madre, abandona la cocina.

—¿En verdad no nos dirás nada del malentendido de tú pasado? —insiste la muchacha, juntando las manos en forma de súplica, pero obtiene nuevamente una negativa como respuesta, provocando que haga un puchero—. Es de mala educación no contar el chisme completo —reprocha.

—Pues lo siento rojita, pero lo que pasó, en el pasado quedó —dicta, y no le queda más a la chica que rendirse—. Aunque e de admitir que estoy de acuerdo contigo en cuanto a la actitud de Alva —le concede entonces, y Liz borra su puchero de inmediato, cambiando a una expresión victoriosa, haciendo que ahora sea Dalia quien niegue ante su actuar algo infantil, pero sin llegar a ser realmente molesta, sólo esperada. Más rápidamente deja eso de lado y regresa a lo que decía—. Me tomó por sorpresa su decisión de que se quedara a dormir aquí cuando ya teníamos planeado que se iría con Alec y conmigo —confiese, y su expresión se vuelve pensativa—. Aunque... Tal vez no sea la gran cosa —intenta restarle, más su tono es dudoso.

—Quizás sea por lo de su herida —sugiere Ro, aunque más bien se encuentra pensando en voz alta, ya que su mirada está fija en la mesa sin dirigirse a ninguna de las presentes.

—¿La de Dihamon? —inquiere la peliblanca mayor— ¿Lograste curarla por completo?

—Sí —asiente—. Tal vez quiso que se quedara por eso, aunque... —deja la oración a medias, más termina negando ante sus pensamientos— Lo estoy sobre pensando. Creo que sí es mejor no buscar motivos ni razones ocultas en las acciones de tía Alva, a fin de cuentas, siempre son por nuestro bien.

(...)


El Palacio Natura se encuentra construido sobre una zona elevada, a la cual sólo se puede llegar por unas escaleras de piedra lisa que ascienden por el peñasco que rodea gran parte del frente de la construcción, aunque en su mayoría está camuflado por la vegetación del lugar, dándole un aspecto más natural. Y entre el palacio y la escalinata se encuentra un pequeño espacio de tierra que divide la entrada de la parte inclinada, cómo un jardín delantero.

Nico baja los dos escalones en forma de arco que posee la entrada y camina hasta la zona de descenso, desde donde se obtiene una gran vista panorámica.

Lo primero que observa es una de varias calles de piedra que se conectan a lo podría considerarse una plaza alargada que sirve de división entre las cosas a pie de palacio y el resto de la Capital, la cual consiste en diferentes edificaciones de mediado tamaño y variados aspectos que cumplen con lo básico para mantener a la población, aunque también existen otros puntos más alejados. Y todo siendo rodeado por un extenso bosque de árboles coloridos que cubre kilómetros y kilómetros.

El sol se alza casi a la mitad del cielo despejado, el murmullo de las personas circulando llega de forma vaga hasta donde está, y desde allí puede apreciar a unos cuantos haciendo uso de sus dones de forma variada, más todos se lo toman con tranquilidad y todo fluye en armonía.

Esa visión lo relaja de sobremanera, al igual que lo hacían las puestas de sol en Londres.

Londres...

Sin duda la Ciudad Capital no se compara en nada a su antiguo hogar, donde los altos edificios y el bullicio de los autos y el gentío lo despertaban cada mañana incluso antes que la alarma. Donde aprendió, conoció y vivió una normalmente mundana.

¿Qué tal le irá ahora?

—Ven cariño —le llama Dalia en ese momento.

El chico reacciona ante la voz de su madre, quien aguarda por él junto a Ember unos escalones abajo, así que enseguida empieza a descender también.

—¿Te acuerdas cómo es nuestra casa? —le pregunta la mujer, una vez llegan hasta abajo y él asiente afirmativo. Fué de las primeras cosas que recordó.

Emprenden el camino por la calle empedrada mientras que el muchacho observa las muchas casas a los costados, las cuales son iguales en arquitectura, pero variadas en colores. También ve a las personas que las habitan. en su mayoría jóvenes, aunque se puede distinguir a varias familias, y son estas principalmente quienes saludan hacia ellos. Pero mientras que su madre les devuelve el saludo, él se limita asentir con una sonrisa cordial, aunque esta misma flaquea cuando cruza mirada con alguien que haya conocido en el encierro, y la reacción es mutua, más no es incómoda, sólo... Complicada.

Es por eso que prefiere agachar la mirada el resto del camino.

Lizbeth y Rocío intentaron disimular —una más que otra— mientras charlaban temprano, pero el hecho de que esté de regreso significa que la espera acabó. Ahora que están todos juntos... Es momento de acabar lo que iniciaron.

Y eso lo perturba.

Como le dijo a Liz, a intentado mantener la cabeza fría ante todo lo nuevo y procesarlo con calma. Y la realidad es que sí, sí a podido... A podido aceptar quién es y de dónde viene.

Pero su pasado es más que eso.

Tal vez esté feliz de regresar con sus padres, sus primos, amigos, y conocer a su hermanito... Pero es más que conciente que esto es sólo la calma antes de la tormenta.

El plan resultó... Hasta cierto punto... Lo lograron.

Pero aún falta... Aún no se a acabado.

Lograron regresar y liberar a... Casi todos. Pero esa sólo era una fase.

Aún deben eliminar el mal de raíz.

Carola... Zirius... Ellos siguen vivos.

Siguen siendo un peligro.

«Toda amenaza, si no es controlada, debe ser eliminada»

Eso es lo único en lo que tuvieron razón.

Ellos son una amenaza que se salió de control... No podemos dejar que sigan haciendo daño.

Ante la revolución de sentimientos que pensar en ello le provoca, termina sujetando sus brazos con fuerza, conteniendo todo lo que siente.

Un mareado lo ataca trás ver por mucho tiempo las piedras pasar bajo sus pies sin parar, así que alza la vista hacia su madre, y sus miradas conectan.

Él no se esfuerza en ocultar su mal estado, y ella no hace preguntas. No necesita mucho para saber porqué está así —o al menos lo supone—, por lo que sólo rodea sus hombros con un brazo para darle apoyo. Incluso Ember se coloca a su lado más tranquila de lo habitual.

—Ya llegamos —le hace saber en un susurro, deteniendo su andar, y a pesar de su malestar, Nico se aparta de ella para poder ver el lugar.

Una construcción familiar se hace alza frente a ellos, y con algún poder que agradece, el pesar se va y una sonrisa se pinta en su rostro.

Con aires victorianos, dos pisos y un amplio jardín delantero con un camino de piedras que guían a la entrada, la casa no difiere mucho de todas las demás a excepción de su color crema y la hilera de girasoles que bordean tanto el camino como el frente de la propiedad. Pero lo que en verdad la diferencia del resto, es que ningúna es capas de estrujar su corazón tanto como ahora.

Una ráfaga de recuerdos lo asaltan, y una agradable calidez lo invade. Y su madre está feliz de verlo recuperar sus ánimos.

—Entremos —le indica en ese momento, más él solo asiente y le deja tomar la delantera junto a la nuevamente inquieta cachorra.

Su mirada repasa una vez más la propiedad, hasta que de una vez por todas decide comenzar a avanzar sintiendo una cosquillante ansiedad en su interior.

La puerta es abierta y Ember es la primera en entrar cual rayo, seguida de una Dalia divertida ante la actitud de la perrita, y finalmente el muchacho entra de una vez por todas a su viejo hogar.

En cuanto pone un pie dentro un agradable aroma a chocolate llega a su nariz y alborota su necesidad de azúcar.

—A juzgar por el delicioso aroma, deduzco que a tu padre se le a ocurrido preparar chocolate —señala Dalia lo obvio, cerrando la entrada—. Sólo espero que no se exceda y termine haciendo un melado otra vez —casi reza, y Nico reprime una risilla ante su expresión suplicante a pesar de no entender a qué se refiere—. Iré a asegurarme que no lo haga, tú revisa todo si quieres, hace poco redecoramos.

Y con eso, se encamina hacia una entrada ovalada que el chico reconoce da a la cocina, acompañada por la Husky quien se ve atraída por el tentador aroma. Mientras que él se queda en la sala.

Si la imagen mental que posee no se equivoca, es verdad que han cambiado el lugar, aunque aún así sigue siendo igual a sus recuerdos: Sencilla, bonita y hogareña. Con los colores pastel que ama su madre, y las decoraciones antiguas que colecciona su padre.

Se adentra más en la estancia observando las paredes, específicamente los cuadros de paisajes y flores que las decoran, en los cuales resalta no solo el estilo similar de estos, sino también la misma firma. O eso asume que es ya que nunca había visto una firma de artistas así.

¿Una flor? —observa, entre cerrando los ojos en la original firma que intercala letras sobre pétalos.

Una Cattleyale aclaran, y enseguida sigue la voz hasta las escaleras, donde Finn se encuentra asomado desde los escalones superiores— o Cataleya, como prefieras. Son un regalo —le informa, refiriéndose a los cuadros.

—¡Finn, hola!, Gracias por la aclaración, yo-

—De nada —lo interrumpe, y sin esperar reacción por parte del mayor, el chico se da media vuelta para escabullirse al segundo piso.

—¡Oye, espera! —lo llama, pero él no se detiene, así que decide seguirlo, llegando justo a tiempo para ver como cierran una de las puertas casi al final del pasillo, por lo que se encamina rápido hacia esta.

Finn, ¿Puedo pasar? —consulta, dando un par de golpes ligeros, y trás unos segundos sin respuesta, decide tomar la perrilla, la cual cede sin problemas— ¡Voy a pasar! —avisa.

Sin esperar respuesta ahora él, abre antes de que se arrepienta, asomando primero la cabeza dentro de la habitación.

Paredes azules es lo primero que ve y comienza a repasar el cuarto con la mirada, hasta caer en la cama a un costado, encontrando allí a su hermano sentado sobre los cobertores negros barajando un maso de cartas.

—Pue-

—Adelante —lo vuelve a interrumpir, sin despegar la mirada de las barajas—. Y quítate los zapatos, por favor —pide de paso.

El mayor duda por un momento, algo confundo por el actuar de su hermanito.

Una parte de él le hace sentir que no es bien recibido y que sería mejor regresar con su madre y el chocolate.

Pero por otro lado, no a hecho absolutamente nada para molestar al más joven, y tal vez esta sea una buena oportunidad para entablar una conversación más allá de monosílabas donde solo los dos participen. Así podrían conocerse mejor y comenzar a desarrollar una relación de hermanos.

O eso espera.

Así que, más confiado y decidido, se detiene un momento para quitarse los tenis que calza y poder entrar por completo, pero quedándose de pie en medio del cuarto por un momento para poder apreciar mejor el lugar.

La paredes de un azúl oscuro se encuentran enmarcadas con líneas negras en la parte superior e inferior, y el piso de alfombra blanca está impecable, por lo que asume que el chico a de ser bastante pulcro. Y eso es bueno ya que a él tampoco le gusta el desorden ya que lo distrae.

Siguiendo con la inspección, ve un escritorio oscuro junto a la ventana que da a la entrada con algunas libretas y objetos de estudio bien organizados. Hay un armario hundiendo en la pared a su derecha junto a otra puerta que supone da al baño, un pequeño librero junto a la entrada de la habitación también del mismo lado, y finalmente una pequeña cajonera a la izquierda donde se encuentran varios pares de zapatos ordenados.

Ah, y sobre la cama, en la pared, se encuentra un curioso estante en V con fotos enmarcadas y un cofre abierto. Y de paso hay una plantita floral colgando frente a la ventana junto a un atrapasueños café.

Sin duda la habitación del menor tiene bastante personalidad y presencia. Algo llamativa para alguien tan evasivo. Aunque tampoco puede juzgar, a penas llevan un día.

—Deja tus tenis en la cajonera junto a la puerta. La alfombra está recién lavada y a mamá no le gusta que la ensucie tan seguido —vuelve a hablar el menor, y el mayor acata de inmediato—. Ahora... —retoma la palabra una vez lo ve hacer lo que le pidió, conectando sus orbes verdosos con los bicolor de su hermano; la expresión del chico es neutral, aunque Nico puede reconocer cierta ansiedad, más es leve, solo un pequeño nerviosismo bastante normal para su situación— Toma asiento, veremos qué dicen las cartas sobre ti —declara, y su voz se divide entre la seguridad y la duda.

Una mezcla peculiar.

Nico lo observa curioso ante eso y Finn señala el espacio vacío frente a él en la cama, animándole a que tome asiento.

—¿Son cartas del Tarot? —indaga entonces, sentándose al borde la cama y dejando la mochila que trajo consigo a sus pies.

—Sí lo son, aunque estás no se comparan en nada a las que encuentras en las tiendas —le informa su hermano, sonando levemente orgulloso, y abre en maso en forma de abanico para que les dé un vistazo—. Estas están hechas a mano por una bruja antigua y de alto nivel. Papá las obtuvo hace unos años en uno de sus pequeños viajes y me las regaló en mi décimo cumpleaños. Como yo no poseo un talento natural para leer las almas y mucho menos el futuro o pasado, estas cartas son una herramienta muy útil que de a poco e aprendido a entender y dominar —cuenta, y ahora sí que suena completamente orgulloso de su logro.

—¿Y piensas leer mi alma con ellas?

—Si no te molesta...

—No, adelante —lo anima, bastante ansioso—. Siempre me llamó la atención la forma en la que usan herramientas como estás para este tipo de cosas, así que me siento emocionado por esto —admite, y se acerca un poco más para ver mejor todo.

Finn asiente comprendiendo su interés y vuelve a juntar las cartas.

—Coloca una mano sobre ellas —le pide, adquiriendo una postura más... Profesional, sosteniendo el maso frente al él y el albino obedece de inmediato.

El menor permite que pasen varios segundos donde las cartas son impregnadas por la energía de su hermano antes de retirarlas. Las que tengan algo que decir emitirán calor y resaltarán, y las que no estarán frías y pasarán desapercibidas.

Detectarlas no le resulta complicado, la energía del albino es bastante fuerte, pero sin llegar a ser abrumadora. Sus cartas emiten un calor agradable en realidad. Además que al ser familia le es fácil reconocerlo.

Una a una empieza a colocarlas sobre la cama, a primera vista la tirada comienza como cualquier otra, dando información básica sobre el individuo, pero a la vez se resaltan varios aspectos significativos.

Herencia.

Separación.

Sufrimiento.

Riesgo.

Nicolas Valentine Heredia, descendiente de dos linajes antiguos y uno olvidadocomienza, haciendo uso de la información que ya posee para enlazar todo y dar pie a la lectura—. Nacido en una familia con una herencia marcada por sus antecesores, llevas presente contigo cada una de las enseñanzas que desde temprana edad se te inculcaron, aquellas que forman parte de un legado que ha influenciado mucho en tu vida...

El chico toma una pausa y mira de reojo a Nico, quien se encuentra totalmente concentrado en cada palabra.

Para alguien que no posee parte de su historia, esto le ha de resultar bastante útil.

Espero no decepcionarte.

—Lamentablemente... Fuiste separado de tu familia a una edad muy temprana, cuando aún eras alguien inocente —prosigue, regresando la mirada a las cartas—. En esos tiempos eras alguien vulnerable e impotente que no podía hacer nada para defenderse... —intenta ser cuidadoso a hablar, más no puede evitar repetir exactamente lo que la voz en su cabeza le dicta— Ahogado en el miedo, tuviste que sufrir experiencias dolorosas que te marcaron y durante un tiempo te hicieron aislarte del resto, ya sea por obligación o por cuenta propia —Finn se detiene nuevamente, sinceramente no le gusta el rumbo que están tomando las cartas, más es la verdad y no puede ocultarla—. Pero esa no era la vida que querías... Así que tomaste el riesgo.

Un Dimitriu no se doblega ante nadie —lo escucha susurrar, y recuerda con claridad la vez que Jade le dijo aquellas mismas palabras.

Cuando un pequeño Finn de seis años le preguntaba por su hermano y el por qué creían que iba a poder regresar.

«Porque nuestra familia es de guerreros, y nadie nunca podrá doblegarnos»

Y aunque dudó, mantuvo la misma esperanza que ella, y vaya sorpresa se llevó.

Una sonrisa apenas visible surca sus labios. Sinceramente su hermano lo sorprendió.

Y es entonces, cuando decide seguir con la lectura, que algo... Cambia.

No entiende por qué, pero de repente un fuerte dolor en su pecho ha hecho que respirar normalmente le sea complicado.

De golpe se siente abrumado, y se le dificulta procesar su alrededor.

Es demasiado.

Pero nada de lo que siente proviene de él.

Esta no es la primera vez que algo así pasa. Desde que era pequeño siempre ha sido susceptible a las emociones ajenas. Al comienzo este rasgo pasaba desapercibido ya que es común que las personas sientan empatía, principalmente cuando son niños, pero poco a poco empezó a demostrar que era más que eso, ya que pasó de simplemente sentirse mal cuando veía a alguien expresar su dolor, a ser él quien sufría debido al estado de ánimo de quienes lo rodeaban, y más si esa persona se reprimía.

Al final se confirmó que posee un Toque Empático y desde entonces a empezado a ir más seguido al Palacio Natura para verse con Luka —primo de Rocío—, quien también posee una habilidad empática, pero más avanzada, para que así aprenda a cómo manejar todas esas emociones ajenas, distinguirlas, disminuirlas, bloquearlas y hasta provocarlas.

Así que, un posible —definitivo— motivo para su estado actual cruza su mente y enseguida alza la mirada encontrándose con el rostro contraído de su hermano, quien contempla las cartas con la mirada perdida y cristalizada, los puños apretados a sus costados, el cuerpo tengo y la mente saturada.

Está recordando. Pero también, está sufriendo.

Al entender lo que sucede, Finn actúa por instinto y deja el maso de cartas sobre la cama poder posar ambas manos sobre los puños de su hermano e intentar menguar su dolor.

Le cuesta hacerlo a la primera debido a que aún es inexperto en el tema de manipular emociones, principalmente porque primero debe manipular las suyas y estar en el mismo estado al que desea llevar al otro, lo cual resulta algo difícil cuando eres afectado primero por las emociones del otro individuo.

Aún así, decide esforzarse y respirar profundo para relajar su cuerpo y normalizar sus sentidos. Cierra los ojos e inhala lentamente para luego soltar el aire del mismo modo, repitiendo este proceso unas veces más hasta que nuevamente tiene control. Así que, una vez lograda la primera fase, sujeta con fuerza los puños apretadas del mayor para así trasmitir calma, tranquilidad y serenidad.

Respira, Nicolas —le pide, en un tono bajo, pero firme—. Respira y relaja tu mente.

Los segundos pasan y Finn empieza a sentirse impaciente, más se esfuerza en mantener la calma por ambos.

—¿Finn?

Finalmente la voz del albino se hace escuchar y el muchacho abre nuevamente los ojos, chocando de frente con las iris bicolor que posee el otro y que lo miran confundido.

Un suspiro alivio abandona a más joven en ese instante y suelta al mayor para regresar a su posición anterior.

—¿Qué... Qué pasó? —cuestiona Nico de inmediato, y frunce el ceño intentando entender por qué Finn suspira como si hubiese logrado un complicado reto.

—Te perdiste en tu mente por unos minutos, y no parecias querer volver pronto —responde el chico con simpleza, y acomoda las cartas que se movieron un poco de lugar—. Pero tranquilo, logré traerte de vuelta al presente. Aunque, creo que también fuí yo quien te mandó a pasado gracias a lo que dije... —analiza, sonando algo apenado, más no tan culpable ya que no fué su intención y nunca se imaginó que algo así pasaría—. Seguramente te hice pensar y eso activó tu memoria haciéndote recordar los momentos relacionados a mis palabras.

Nico mira al menor sorprendido por su análisis ya que es totalmente acertado.

—Así, así es —le confirma, para luego inhalar profundamente y dejar salir el aire con pesadez—. Gracias por hacerme reaccionar entonces —agradece, formando una pequeña sonrisa amable—. Y perdón por interrumpir tu lectura —se disculpa también, en verdad apenado.

De nada —responde el otro sin mucho interés—. Y tranquilo, de todos modos debo practicar mis habilidades empáticas. Y en cuanto a la lectura, bueno... Supongo que tendremos tiempo de sobra, ¿No?

El mayor asiente afirmativo y Finn lo imita, aunque leve.

—¿Seguimos? —consulta el peliblanco.

—Mejor no, por hoy es suficiente —responde el ojiverde—. No vaya a ser que te dé algo peor.

El muchacho abre la boca listo para asegurarle que estará bien, más es interrumpiendo por una tercera voz.

—¡Chicos!, ¡Chocolate! —grita Alec desde el piso inferior en ese momento, interrumpiendo sin saber a su hijo mayor.

—Mejor bajemos, antes de que a papá se le ocurra echar más azúcar al chocolate, otra vez —sugiere Finn, comenzando a recoger sus cosas.

La habitación se sumerge en un silencio trás las últimas palabras del chico, quién acomoda sus cartas con calma y cuidado bajo la atenta mirada del otro.

Oye Finn —rompe Nico con el silencio, llamando la atención de su hermano, quién responde con un bajo «¿Si?»— ¿Podemos ser amigos?

La repentina e inesperada pregunta hace que el chico se detenga a medio camino de guardar sus cartas dentro del cofre negro sobre la repisa arriba de su cama.

Más reacciona trás pocos segundos, y termina de guardar sus cosas para volver a sentarse sobre la cama, quedanu callado por más tiempo del necesario con la mirada gacha.

Es conciente que está tardando demasiado para responder algo tan simple, al igual que es conciente de como Nico tiene la mirada clavada en él a la espera de una respuesta. Pero, por algún motivo, no es capaz de darle una al instante.

Más finalmente —trás varios segundos que parecieron eternos para el mayor—, el castaño alza la mirada y abre la boca listo para decir algo, pero todo sonido queda atascado a medio camino y se queda inmóvil, sin poder formular oración alguna y con la mirada fija en la iris diferentes que lo observan expectativas.

—Y-yo-

—¡Hijos míos! ¡Los estoy llamando! —vuelve a gritar su padre, interrumpiendo ahora a su hijo menor quien por fin había hallado su voz.

—No tienes que responder ahora —se adelanta Nico a hablar, provocando que el chico cierre la boca, lo cual interiormente agradece ya que no tenía claro que responder—. Entiendo si aún no estás listo para aceptarme como tú hermano, después de todo te criaste tú sólo, pero... En verdad me gustaría que al me dejes ser tu... amigo —prosigue, más se detiene un momento y ve como Finn vuelve a agachar la mirada—. Aunque, si aún no estás seguro, entonces... Entonces me mantendré al margen y te dejaré pensar —finaliza, y se queda a la espera de al menos una reacción.

Pero nada.

Resignado, el chico baja de la cama y camina hacia la pequeña cajonera para tomar sus tenis, ponerlos de vuelta en sus pies e ir a la cocina de inmediato.

Toda confianza con la que entró, se a perdido por completo.

—Lo pensaré —responde por fin el castaño, deteniendo al otro en el umbral de la puerta.

El chico mira sobre su hombro y ve que el ojiverde sigue en la misma posición que antes.

Gracias —musita, aunque lo suficientemente alto para ser escuchado—. En verdad.

Regresa la mirada al frente, tomando aire para relajarse, y así terminar de abandonar de una vez la habitación. Mientras que Finn se queda quieto en su cama mirando de reojo hacia la puerta aún abierta por dónde salió su hermano.

Un sonoro y pesado suspiro abandona al muchacho cuando nuevamente se encuentra en soledad, y se deja caer sobre la cama, fijando su atención el cofre negro encantado dónde resguarda sus cartas.

Leer el Tarot se a vuelto algo habitual en su día a día, desde que su padre se lo regaló hace dos años a pasado mucho tiempo con ellas, aprendiendo a usarlas y entenderlas. Llegando a un punto dónde siente que posee una conexión con ellas, cómo si fuesen una extensión de su ser, como sí siempre hubieran sido parte de su vida.

La voz en su cabeza que surge cuando las lee es prueba de ello.

Siempre que algo o alguien lo abruma, preocupa o inquieta, recorre a su maso de cartas para poder aclararse. Y, algo que nunca nadie supo ni sabrá, es que en el último año, principalmente en el último mes, las a estado consultando mucha veces para saber más sobre... Nicolas.

Sí, al que dejó ir sin responder si quiera un simple sí o no a una pregunta que en verdad parecía significar mucho para el albino.

Y es que, desde que tiene uso de razón, siempre a sabido sobre la existencia de su hermano mayor. Aquel que posee un parentesco innegable con su madre, aquel que herero el Don de su familia materna rompiendo por completo con la cadena, aquel que fué separado de su familia a una muy temprana edad.

Por el que sus padres sufrieron, por el que su madre lloró tanto.

El que logró sobrevivir a un infierno y finalmente, volvió a casa.

Y la idea de poder conocerlo al fin lo hace sentir... Ansioso, emocionado, pero también inquieto, nervioso e inseguro.

Por eso que intentó tantas veces saber sobre él, para así tratar de anticiparse y estar preparado mental y emocionalmente para su llegada.

Pero vaya que no funcionó.

Y eso lo frustra.

A pesar de haber tenido todo el amor y compañía de sus padres durante más de diez años. No puede evitar pensar en cómo serían las cosas si Nicolas jamás se hubiese ido. Si en aquella noche las cosas no hubieran terminado así.

¿Cómo sería su relación?

¿Cercana? ¿Distante?

Seguramente pronto averiguará la respuesta, pero... ¿Y si no sale bien?

Según sus primos, Nicolas es una buena persona. Dicen que es amable, respetuoso, comprensiva, inteligente, talentoso, buen amigo. Alguien fácil de tratar con el que se puede convivir y relacionarse fácilmente.

Claro, tiene sus problemas, pero... Seguramente será un buen hermano, aunque... Él está acostumbrado a ser el menor, ¿Podrá ser un buen hermano mayor?

¿Y tú?. Susurra la voz de su cabeza, y Finn hace una mueca ante eso.

Tiene razón.

Y es que la verdad él no es la persona más dulce y fácil de llevar que existe.

Él se considera alguien reservado, que no interactúa con nadie que no sea su familia más cercana. No suele opinar mucho o a veces lo hace demasiado, lo cual lo lleva a veces parecer distante, o decir algo que no debe. Pasa gran parte de su tiempo en solitario, está obsesionada con el orden y la limpieza, pésimo en actividades físicas, aún más pésimo socializando, estar rodeado de mucha gente le causa ansiedad, el ruido exagerado lo enloquece y bueno, la lista sigue.

Sin duda alguna la personalidad de ambos jóvenes difieren en muchas cosas.

Pero, a la vez, coinciden.

Tal vez, llevando las cosas con calma, sin presiones y con mucha, mucha paciencia, logren formar un lazo de hermandad que haga desaparecer todos esos años de separación.

Tal vez.

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