C A P Í T U L O 17

Ya ha pasado un buen rato desde que Cameron no derrama lágrima alguna, su llanto se a reducido a ligeros espasmos productos de su respiración entre cortada. Aún así Nico no se a atrevido a alejarla, y ella tampoco lo a hecho, más bien se a acomodado en su pecho permitiendo que la abrace por completo mientras se mantiene aferrada a él como si su vida dependiese de ello.

O mejor dicho, su estabilidad depende de ello.

Justo ahora, lo único que necesita es poder apoyarse en alguien o algo, desesperadamente.

Durante todo ese tiempo el albino no a podido dejar de pensar en todo el dolor que su amiga a manteniendo oculto. En cada lágrima que se a negado a derramar y en la culpa asfixiante que debió y debe de sentir. Después de todo, aunque ella no fué la causante de la tragedia en su familia, es inevitable que en su situación no sienta ese peso.

Ella estaba cuidando a su hermana. Ella fué la última en verla viva. Ella fué quien que la dejó sola.

Pero al fin de cuentas: Ella no tiene culpa alguna.

La única culpable es Carola.

El chico contenido la rabia apretando los puños al pensar en ello.

Esa maldita bruja fué su verdugo durante mucho tiempo. Explotando sus poderes, usándolo como conducto y conejillo de indias, y todo empeoró cuando su Don resultó ser el mismo que ella.

Aprendió mucho con Carola, pero también perdió demasiado.

Y no conforme con eso, va y daña aún más a su propia familia, a su hermana, a sus sobrinos.

Cameron empieza a removerse entre sus brazos justo en ese momento, provocando que deje de lado por completo su rencor, y se concentre únicamente en la chica que de a poco se reincorpora.

—¿Cómo te sientes? —la pregunta emerge en tono bajo y afable, pero sin poder ocultar su preocupación.

—Algo triste —responde ella con total honestidad, y con la voz un poco pastosa y algo roca por el llanto—, pero mejor —admite, intentando una sonrisa que, aunque débil, es sincera.

Cami se acomoda en su lugar rompiendo el abrazo, pero mantenido la cercanía. Cruza las piernas de lado para quedar de frente al chico y conecta sus ojos algo hinchados y un poco rojos —lo cuál combinado con el negro da una imagen algo tétrica—, con los bicolor de su amigo y alza más sus comisuras con gratitud.

—Me alegré oír eso —suspira con alivio Nico, y acerca una mano al rostro de la castaña para secar la humedad de sus mejillas usando la manga de su suerte, provocando que ella ría un poco ante el gesto, más no logra mucho y ella lo ayude limpiado con sus manos también.

Él se alegra ante su risa y deja que ella termine la tarea hasta que la humedad desaparece.

—Gracias —musita Cam, acomodando también una parte de su cabello que se a pegado a su rostro—. Tenías razón sobre desahogarse —le reconoce—. Me siento con un peso menos.

—No es sano contenerse, llegará un momento donde no podrás con la presión. Necesitamos rompernos para poder continuar firmes —su tono es claro al hablar y su mirada está llena de veracidad, y aunque por dentro la chica no puede dejar de pensar en que sus palabras parecen salidas de algún cartel motivacional o incluso una galleta de la fortuna, por fuera su expresión demuestra que está totalmente de acuerdo, ya que al final son ciertas—. Aún así me siento mal por hacerte llorar —se lamenta, bajando la cabeza con pena.

—Iba a terminar así de cualquier forma. Que esta charla ocurriera era inevitable, y sinceramente prefiero ser directa y soltar todo de una vez, sin guarda ya más nada.

—¿Estás segura? —no puede evitar cuestionarle, mirándola a los ojos notoriamente preocupado— En verdad no quiero hacerte pasar por más.

—Deja de disculparte, Nico —le pide/súplica, en medio de una risa abatida producto de las constantes disculpas de su amigo. Es por eso que apoya las manos en sus hombros y los sujeta con firmeza— Tú no estás haciendo nada malo —enfatiza cada palabra, para ver sí así logra que se calme—. A demás, ¿Quién fué el que dijo que era bueno llorar?

—Es que... No pensé que me dolería de esta forma —confiesa, y nuevamente aparta la mirada, pero está vez no es por pena, sino que lo hace de forma pensativa—. La última vez que me sentí así fué... —se detiene. El recuerdo del ala rota lo invade, no sabe si debe mencionarlo o no, pero no puede evitar comprar las situaciones.

Zirius intentó arrancarle el ala a Darcy porque desprecia a su padre y odia el hecho de que Jade lo ame verdaderamente, mientras que a él lo desprecia a morir, y la existencia de la pelinegra le era un recordatorio viviente de ello. Mientras tanto, Carola envidia la vida que posee su hermana, teniendo una familia unida y siendo rodeada por personas que la aman, mientras que ella es repudiada por todos debido a los horribles actos que a cometido y que a manchado el nombre de su familia, convirtiéndola en una vergüenza, no duda que por ello no le haya costado mucho matar a su sobrina inocente para sabrá Dios qué cosa, es hasta posible que sólo lo haya hecho para marcar también a su hermana así cómo lo hizo con las hermanas Dimitriu.

—¿Nico? —le llaman, y recuerda de inmediato que a dejado sus palabras a medias.

Se centra nuevamente en los orbes oscuros de la jóven que lo observan expectante, sus manos aún sostienen sus hombros, pero ahora lo hacen con más fuerza, seguramente lista para sacudirlo en caso de que no reaccionara a tiempo.

—Perdona, me perdí por un momento.

—Oí que eso te pasa muy seguido, supongo que debo de acostumbrarme —comenta ella, y él asiente algo avergonzado.

—Si supongo... Pero... Regresando a lo que decía... Tú dolor... Tú dolor me afecta como si fuese propio. Podría decir que es mera empatía, pero gracias a mi pasado puedo asegurar que no es la primera vez que siento un dolor así —admite, decidiendo ser sincero hasta cierto punto—. No es sólo dolor y ya, sino que es una mezcla de dolor, odio, impotencia, culpa, tristeza e ira que provocan una... Tormenta, que se me complica controlar... En esta ocasión la impotencia es lo que me mantiene estable, pero... En aquella ocasión la ira me hizo cometar una locura.

—¿Qué clase de locura? —cuestiona Cam, algo insegura de hacer la pregunta.

—Una que involucra a un demonio furioso, creo. Aún no recuerdo por completo ese momento —ríe Nico, más es una risa sin gracia que raya en lo falso.

—Pues... No hay ningún demonio por aquí y tampoco es como si pudieras ir y matar a Carola ahora mismo, así que lo mejor que podrías hacer por mí es simplemente escucharme, ¿Puedes?

Cami lo observa suplicante. Ahora que por fin a dado el primer paso, no se piensa hechar para atrás.

El albino duda, en verdad no quiere empeorar la cosas. Sin embargo...

—Si eso significa que ya no sufrirás en silencio, entonces puedo soportarlo —termina cediendo, ganándose una sonrisa llena de gratitud por parte de su amiga.

Cameron retira entonces las manos de los hombros de su amigo para ahora tomar las suyas. No le cuesta mucho al chico entender que quiere que él mismo vea lo que pasó, así que cierra los ojos pensando en lo quiere y esperando el permiso de la chica. Una cosa es revisar por encima de la mente para saber lo básico, pero al buscar un recuerdo preciso se requiere que la persona lo deje pasar, de lo contrario podría causarle mucho daño y es lo menos que desea.

—Cuando regresamos con Fanny escuchamos a la abuela gritando —comienza a relatar y esa es la señal que necesita. Si ella evoca el recuerdo ya sólo tendrá que entrar y verlo juntos.

El bosque es reemplazado y ahora los ojos del albino contemplan una amplia sala de color café en donde todo la familia de su amiga se encuentra en distintas situaciones nada agradables.

Carola se encuentra sentada en un mueble de aspecto antigüo con una sonrie que a simple vista parece inocente, pero que en ella se siente errada, y una vez sigue la mirada de la mujer descubre que está contemplando a su hermana de pie en la entrada con su sobrina muerta en brazos.

Hola de nuevo Cati —saluda como si nada. Cómo si su madre no le estuviera diciendo hasta el mal del que se va a morir mientras lucha para que su esposo la suelte y pueda arremeter contra quien una vez fué su pequeña hija, y como si no tuviera a poco metros a un enorme lobo que está a nada de saltar encima de ella para arrancarla la garganta de su sólo golpe y acabar así con su miserable existencia.

Fuiste tú... —susurra Catalina, más como una afirmación que una pregunta.

—¿Yo? ¿Ahora qué hice? —pregunta con fingida confusión la menor de las hermanas— Yo simplemente vine a celebrar el cumpleaños de mi sobrina favorita con mi amada familia.

—¡Fuiste tú! —repite la mayor, alzando considerablemente la voz, y el chico podría jurar que el aura que rodea a su tía, la cual es mayormente serena y agradable, se a tornado violenta y peligrosa— ¡Tú maldita mal nacida! ¡Mataste a Fanny! ¡Mataste a mi bebe! ¡A tú sobrina! ¿¡POR QUÉ DEMONIOS LO HICISTE!?

¿Cómo puedes insinuar que yo hice algo tan atroz? —Carola lleva una mano a su pecho en un gesto de incredulidad e indignación, junto a una expresión ofendida—. Si algo le pasó a tu animalito es porque Cameron la dejó sola. La culpa es de ella por no ser una buena hermana.

—¡CÓMO TE ATREVES A CULPAR A CAMI DE TÚ PECADO! —grita su madre, y se remueve colérica intentando nuevamente liberarse del agarre de su marido, quien lucha por mantener firme a su enfurecida esposa, al igual que controlarse a sí mismo para que la situación no empeore más de lo que está¡Deja de hacerte la estúpida y acepta lo que hiciste! ¡POR UNA VEZ EN TÚ VIDA ACEPTA TUS MALES CAROLA!

Si es lo que deseas madre... —suspira la nombrada con dramatismo y fingido pesar, y se incorpora con toda la calma del mundo para así mirar con indiferencia hacia su hermana— Yo maté a tú impura hija y si no fuera por la protección de la cabaña hubiera hecho lo mismo con tus otros dos animales acepta sin más.

Ahora la cólera invade es a Catalina y sujeta con fuerza en cuerpo de su hija matando con la mirada a su hermana, mientras que su aura se vuelve tormentosa. Pero en su lugar el que ataca es el lobo negro —que ha reducido un poco su tamaño para poder entrar— en un arrebato furioso, pero solo termina clavando sus garras en una barrera invisible alrededor de Carola.

Eso explica porque está tan tranquila.

Matthew cae ágilmente en sus cuatro patas sobre el piso de madera colocándose frente a su esposa e hijos de forma protectora, a la vez que gruñe amenazante hacia Carola, dejando a la vista sus peligrosos, grandes y filosos colmillos.

Más la mujer ni se inmuta ante la bestia y se atreve a dar otro paso para quedar más cerca de su hermana.

Estando tan cerca la una de la otra le es imposible al chico no comprarlas. Son de la misma estatura, mismos color de ojos y de piel, lo único que las diferencias es la carencia de mechones rubios en el cabello de la traidora.

Cameron y Matteo se colocan a los lados de su madre y se puede jurar que si pudieran, en lugar de adolescentes furiosos estarían dos lobos listos para atacar.

En cambió su madre, es una mezcla de odió, rabia, repulsión y... Decepción.

No deberías mirarme con pena hermana —habla Carola con un tono casi amable—. La que está muerta es tu hija.

Te equivocas, Caro —musita Catalina, y la mujer frente a ella no puede evitar hacer una mueca ante el apodo—. Tú también estás muerta. Moriste para nosotros el día que abandonaste a tu familia e hiciste un pactó con el mal. Moriste la noche que tomaste o los hijos de mis amigas para llevárselos al monstruo que te acompaña y así conservar los poderes que te dió. Estás muerte para mí desde el día que te fuiste hace ya tantos años. Ese día mi hermanita murió, y la mujer que tengo enfrente ahora es sólo una completa desconocida... Tú ya no eres mi hermana.

Ni nuestra tía —agrega Matteo.

Y mucho menos nuestra hija —finaliza la mujer mayor en la sala, y Carola gira de inmediato hacia ellos, más solo encuentra odió y rechazo en la mirada de su madre.

Lo oculta bien, pero si observas con cuidado puedes apreciar el dolor que su mirada refleja a ser rechazada por cada miembro de su familia.

Más es un detalle tan débil que incluso el albino se cuestiona si fué real o sólo un producto de la memoria inocente de Cameron tratando de darle algo de humanidad a la mujer.

Y no es pena lo que siento, es más bien decepción —continua Catalina, más su "hermana" no se gira, sino que simplemente la ve de reojo—. Y no es por tí, ya no podrías decepcionarme más. Sino que es decepción de mi misma, porque muy en el fondo tuve la esperanza de que tuvieras una fuerte razón para hacer lo que hiciste. Tenía la ingenua esperanza de que tarde o tempranos entenderías que lo que haces está mal. Y aún más importante, que nos darías una explicación con un fuerte motivo que nos hiciera entender tus actos. Pero el deseo de poder, la envidia, la codicia y todo el rencor que has cultivado todos estos años, no son excusas para hacernos todo esto. Tus actos no tienen justificación.

Ahora eres tú quien se equivoca, Catiahora sí termina de girar y vuelve a quedar frente a la mayor. Su mirada es fría y su voz seca—. Yo no siento envidia de seres inferiores como ustedes y mucho menos codicia de la miseria con la que se conforman. Pero sí, sí tengo un fuerte deseo de poder. Poder que se me fue negado, pero que me merezco más que nadie, porque yo e luchado por lo que deseo y lo e conseguido sin importar nada ni nadie, porque yo e labrado mi camino y ¡Mírame! —extiende los brazos a los lados y sonríe con suficiencia—. Tengo más poder del que tú, nuestros padres o alguno de los hijos que te quedan llegarán a poseer —los baja y borra su sonrisa para dedicarle una mirada asesina—. Y en cuanto a tu fé en mi, ese es uno de los muchos errores que has cometido en tú patética vida. Entiéndelo de una vez Catalina, la esperanza es sólo para los débiles que creen en los milagros, que no se dan cuenta que nada en esta vida es fácil o gratis y que no todos viven un cuento de hadas de color rosa. La vida real es cruel, injusta, cruda y sin compasión, y si no lo aprendes a la buena, entonces será a la mala.

Pero Fanny era sólo una bebé, ¿Qué culpa tenía ella de que la vida no fuera justa contigo? —insiste la hermana mayor, mirando con dolor y tristeza el pequeño cuerpo entre sus brazos.

Ay querida —suspira, y una las manos para mirar a su hermana con algo que podría describirse cómo melancolía. Aunque nuevamente el sentimiento se siente errado en su persona— ¿Te acuerdas cuando éramos niñas? Tú soñabas con venir a Origen y conocer a las antiguas brujas, querías aprender a dominar tus poderes a la perfección para así poder enorgullecer a nuestros padres, tú querías ser la hija ejemplar y una gran bruja que pudiera ayudar a todos con su magia. Te admiré por eso durante muchos años... —confiesa, y por un momento su voz se torna suave, como si revivir el pasado le diera dicha— En cambió yo era tan débil... Es por eso que me conforme con ser la hermana de la hija "perfecta", y en su lugar solo deseaba tener una vida normal sin la presión de nuestra familia. Quería enamorarme, tener una familia y ser feliz... —la dicha poco a poco se desvanece dándole paso a una expresión que se divide entre el odio y el dolor. Siendo el primero el dominante— Pero supongo que el destino tenía otros planes para nosotras, ya que cuando mi Don surgió y por fin empezaba a salir de la sombra de mi perfecta hermana, solo bastó una pequeña chispa para que todos mis sueños se hicieran cenizas y se fueran con el viento. Fué en ese momento cuando necesite más que nunca el apoyo de mi hermana mayor, pero tú... —su tono se vuelve cortante y sus ojos brillan con rabia— Tú me dejaste sola siendo la vergüenza de nuestra familia, una deshonra para todos —se detiene en ese momento y se queda por unos segundos con la mirada fija en Catalina. Más no la mira a ella, no como debería—. ¿Pero a tí qué te va a importar mis penas si tienes todo lo que querías y mucho más?, Y lo único que tuviste que hacer fué abandonar a tu hermana menor cuando más te necesitaba, ¿Ese es el tipo ejemplo de familia que le das a tus hijos?, Pues con razón Cameron sólo necesitó el más mínimo ruido para dejar a su hermanita de cuatro años sola y a la merced de cualquiera —la nombrada se remueve en su lugar, y Matteo se coloca de inmediato a su lado tomando su mano como apoyo. Carola observa eso y una sonrisa torcida se asoma en su rostro—. Tú lo tuviste todo en bandeja de plata mientras que yo tuve que comenzar de cero para poder tener un poco de esa felicidad con la que siempre soñé, y para poder conservar a mi felicidad tuve que sacrificar una cosilla insignificante como lo fué el alma de tu hija, de seguro no te molesta, tienes otros dos y puedes tener más si te place.

—¿¡SACRIFICASTE A MI HIJA POR UNO DE TUS MALDITOS CAPRICHOS!? —grita Catalina, entrando en la histeria, dejando toda pena atrás y sintiendo cómo el odio recorre su sangre. En respuesta los objetos a su alrededor se sacuden con violencia.

¡SI! ¡SI LO HICE Y LO VOLVERÍA A HACER! —responde de igual forma la menor, un par de jarrones de mesa caen al piso de golpe— ¡¡Y no es un maldito capricho!!

—¿¡Entonces qué maldita cosa era, Carola!? —grita ahora el mayor de los hombres, soltando a su mujer para dar un paso hacia su hija menor— ¿¡Qué era lo suficientemente importante cómo para quitarle la vida a una niña!? ¡A tú sobrina! ¿¡Acaso no te basta con todo el dañó que ya has causado!? ¡Eres una vergüenza, Carola! ¡Una traidora! ¡¡Y ahora también una asesina!! —para sorpresa del joven espectador, Carola retrocede medio paso ante los gritos de su padre y pareciera que su escudo, poder y edad, no le dan la suficiente confianza como para enfrentar al brujo furioso frente a ella— ¡Tú hermana y su familia son la única razón por la que nuestra imagen no se a ido a la basura! ¡Y sí! Se casó con un lobo, ¡Sí! Los niños son mestizos, ¡Pero al menos nos hacen sentir orgullosos! ¡¡En cambio tú, eres una completa decepción!!

Y con esas últimas palabras resonando en la estancia, la expresión de Carola se contrae y desaparece envuelta en una nube de humo negro.

Cameron libera al chico en ese momento.

—Perdón, creí que sería mejor que lo vieras tu mismo —se disculpa, sintiéndose mal por haberlo hecho presenciar aquel momento al observa la expresión conmocionada en su rostro.

—Está... Está bien —logra responder el chico, aún procesando todo lo que acaba de contemplar. Aunque hasta ahora solo puede decir que la historia de las hermanas De Rosas es: Un completo caos.

—Si... —Cami asiente, dejando salir un largo y pesado suspiro, y agachando la mirada emocionalmente agotada— Es por eso que no he hablado de la muerte de mi hermana en estos últimos años. Es duro recordar esa noche... Y los meses después sólo fueron de mal en peor —confiesa, y su voz se vuelve un hilo por un instante—. Mamá... Mamá estuvo suavemente delicada, casi no salía de su cuarto, no hablaba mucho y la veía llorando casi siempre. Papá intentaba mantenerse fuerte por todos, pero Matti y yo sabíamos muy bien que él también sufría, pero aún así debía mantenerse en pie para cuidar de nosotros... Matteo en cambio se volvió callado y solitario, él de por sí siempre había sido tranquilo, pero ahora era como un alma en pena vagando por la casa. Ayudaba constantemente a papá en cualquier cosa, la culpa de lo ocurrió lo llevó a buscar desesperadamente la forma de sentirse útil, al ser el mayor se sentía responsable por nosotras y la muerte de Fanny lo hizo sentir que falló rotundamente, por lo que buscaba redimirse de cualquier forma, eso lo volvió algo... Inestable.

No me imagino a Matteo o a los tíos así —opina el bicolor, analizando cada palabra dicha por la chica—. O mejor dicho, no quiero.

—Creeme, nadie quiere —musita Cam, apartando la mirada.

Nico suspira, sintiendo que está charla sólo va de mal en peor.

—Lo bueno es... Que ahora se ve mejor —decide comentar, en un intento desesperado por aminorar la presión del ambiente—. Y sí él pudo recuperarse, tú también.

—Es diferente... —refuta ella. Y es ahí que entiende que hubiera sido mejor quedarse callado— Matteo se sentía culpable porque no hubo nada que él pudiese hacer en ese momento, fué por eso que se hizo responsable de todo y se empeñó en remediarlo. Él estaba herido, pero aún así siguió... Por nosotros su tono es una mezcla de dolor y admiración—. En cambió yo... Me alejé de todos —pierde firmeza—. No tuve el valor de ayudarlo... De no dejarlo sólo en su dolor... Todo a mi alrededor se desmoronaba y yo fuí una cobarde que se ocultó en el bosque y no fué capaz de enfrentar el pasado durante cinco años... No soportaba ver como mi familia sufría, no otra vez. Ver a mis tíos ya había sido doloroso, pero ver a mis padres y hermano en ese estado... Era una completa tortura. Y sentía que todo ese dolor por el que pasaban era todo mi culpa porque yo... —aprieta las manos, sintiendo el relicario lastimando su palma, eso hace que su pecho se comprima y cierra los ojos conteniendose— Porque yo le di la oportunidad a esa maldita de llevarse a mi hermana —suelta, sintiendo como su garganta arde—. Es por eso que no me permitía llorar por su muerte, por eso no e logrado dejar el dolor, por eso me odio tanto que ni siquiera soy capaz de ir a ver su tumba desde el día que la enterraron. No tengo el derecho de lamentar su muerte, y mucho menos de compararme con mi hermano, porque al menos él si fué lo suficientemente valiente para poder continuar, mientras que yo sigo estancada como la cobarde que soy.

La chica delante de él posee una expresión torturada, apretando tanto las manos que sus nudillos han perdido color ya, mientras que lucha para mantener su respiración estable y su mirada cristalizada le hace saber que nuevamente se contiene de llorar.

Se siente impotente, inútil y frustrada.

Ambos se sienten así.

Nico quiere ayudarla, hacer lo que sea para no verla así, más no encuentra las palabras apropiadas que no sean sólo consejos vacíos y repetitivos. Quiere ser honesto y darle un verdadero consuelo, más le cuesta tanto procesarlo todo, que duda mucho poder decir tan si quiera su nombre.

Los segundos pasan, y poco a poco Cameron empieza a arrepentirse de tan si quiera haberlo invitado al acantilado. Seguramente si lo hubiera dejado ir, él estaría ahora tranquilo en su cuarto, en lugar de estar a media noche conmocionado por los sentimientos reprimidos de una cobarde.

—Creo que hablé demasiado... —musita entonces, provocando que el chico se sobresalte ante su voz— Ya te e atormentado lo suficiente. Será mejor que vuelvas —le aconseja.

—P-Pero tú...

—Yo estaré bien.

—¿De... Verdad? —ella asiente.

—Sólo... Sólo necesito... Necesito... Estar sola.

No es capaz de verlo trás pronunciar lo último. La verdad no cree ser capaz de verlo a la cara después de esta noche.

Hipócrita.

Pasan los segundos y él parece no estar dispuesto a irse. Por lo que decide ser más directa. Pero como no quiere ser brusca, simplemente se gire de regreso al acantilado hundiéndose en su lugar.

—Sólo vete... Por favor —le ruega.

Finalmente, siente como se levanta hasta quedar de pie a su lado.

—¿En verdad quieres que me vaya? —cuestiona, en un tono que se divide entre la anhale y el dolor.

—Si.

Y ahora el dolor lo siente ella.

Escucha sus pasos cuando empieza a alejarse, y cada uno se convina con el sonido de su corazón rompiéndose.

Cobarde. Cobarde. Cobarde.

Se cubre el rostro con las manos, y una silenciosa lágrima se desliza por su mejilla.

Lo arruinaste todo.

Está a punto de echarse a llorar nuevamente. Ahora que finalmente a comprendido que hacerlo es necesario para aliviar el dolor, está segura que se quedará seca trás perder nuevamente a su mejor amigo.

O eso pensó.

Sin darse cuenta, es rodeada de un momento al otro. Alguien se a arrodillado a sus espaldas para envolver su cintura desde atrás, y no le cuesta mucho saber quién es.

—Pues yo no te dejaré sola —declara, susurrando contra su oído. El abrazo se afianza, pegando su espalda por completo contra el pecho del chico—. Te dije que estaría contigo pase lo que pase. Quieras o no ahora me tendrás a tú lado aunque no lo desees —le hace saber, y la respiración caliente contra su piel hace que un escalofríos la recorra. Y esa sensación se combina con la revolución de sentimientos que le provocan sus palabras.

Nico... —susurra. No porque vaya a decirle algo, sino porque decir su nombre y sentir como este se apoya contra su hombro, convencen a su ser de que en verdad él no se fué.

Estoy aquí. Estoy contigo bonita, ahora sí.

(...)

Están de vuelta en la entrada tracera de Palacio y Nico a dejado ya a una dormida Ember en su nueva casita serca de la pequeña estancia allí afuera.

—¿Estás segura de que no habrá problema con tus padres?, Son la una de la mañana, ¿No sería mejor que te quedes? —le insiste.

Después de pasar otro buen rato abrazados, que la chica terminara de desahogarse por completo, y que él le jurada que no se volvería a ir. Finalmente decidieron volver al notar que ya era de madrugada. Y durante todo el camino Nico le a estado insistiendo a la chica para que duerma en alguna de las habitaciones que tiene la enorme construcción en la que se está quedando actualmente.

—Ya te dije, estaré bien  —respite su respuesta Cam, manteniendo un tono amable y suave, a pesar de que ya a dicho lo mismo como quince veces—. Tengo hasta las 2 a.m. para volver a casa.

—¿Las dos? ¿Cómo pueden permitirte llegar tan tarde? ¿Y si te pasa algo? Ellos no lo sabrían pensando que sólo sigues paseando, ¡Es un peligro! —alega él, en verdad preocupado de que los padres de su amiga no sean más cuidadosos.

—No me pasará nada Nico —le promete ella, manteniéndose tranquila, aunque conteniendo una risilla encantada, le resulta muy tierna su preocupación exagerada.

—¡Eso nadie lo sabe! ¡Podrías lastimarte! ¡O podrían lastimarte! ¡No dejaré que te vayas so-

Se calla.

Cameron lo a dejado mudo, y todo gracias a la técnica más sucia del mundo.

Lo a besado.

En la mejilla.

Eres un amor ¿Lo sabes? —le suelta, trás dejar al chico en modo tieso—. Yo me preocuparía más por el idiota que se crea capaz de hacerme algo. Aún así es dulce que quieras cuidarme —admite, sonriéndole con cariño.

—E-Eres una... Terca —balbucea el albino, consiguiendo que la chica ría ante su nerviosismo—. S-Si luego no duermo... Será tu-tu culpa que amanezca como... Como zombie por el insomnio —le advierte, apartando la mirada y sintiendo las orejas calientes.

Agradece que sea de noche.

—Iré con cuidado —le promete ella, y decide envolverlo en un abrazo cariñoso que, aunque tarda, él le corresponde con cuidado sintiendo su rostro ahora más caliente— Descansa Nico —musita suave, rompiendo el contacto para verlo a la cara con una sonrisa divertida—. No quiero tratar con un zombie mañana.

—Entonces intenta no darme razones para tenerte en la cabeza —responde el chico, recuperando el control de su voz, aunque algo apenado por la reacción de su cuerpo.

Eso no suele pasarle, lo jura.

—Soy una bruja, hago magia, no milagros —bromea Cameron, y retrocede al mismo tiempo que él suelta una risa ahogada por el chiste.

—Que descanses, bonita —le desea entonces, luciendo más tranquilo, aunque siga sin estar del todo convencido.

—Tú igual, Nico. Gracias.

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