C A P Í T U L O 11

Zirius, miembro de una de las familias regentes de Origen, cuyo poder nace de la misma energía que creo su hogar.

Al ser el mayor se suponía que sería el próximo líder en las tierras de su familia, pero él no pensaba igual que ellos; rompió las reglas que se suponía debía mantener, e hizo cosas imperdonables que le costaron su título, por lo que se le condenó a muerte.

Pero antes de que su juicio llegara, escapó al mundo de los humanos.

Carola, una bruja errante que abandono su aquelarre y se encontró con el antigüo príncipe tiempo después. Unidos por el mismo deseo de venganza contra quienes los habían traicionado, hicieron un pacto para así obtener aquello que se les quitó o negó.

Poder. Estatus. Control.

Al principio solamente se concentraron en conseguir recursos, fortalecerse y perfeccionar sus planes, pero había un inconveniente en el dúo.

Antes de que dejaran Origen, Carola había  encarado a su hermano mayor, Catalina, y a su viejo amor, Alec, quienes estaban en compañía del hermano de Zirius y dos jóvenes, entre ellas, una Maestra Sombra que había interrumpido sus planes y que por poco les cuesta su libertad.

Carola ya las despreciaba, y con eso sólo aumentó su odio hacia aquella familia.

En cambio, aquella joven despertó un sumo interés en el compañero de la bruja.

Interés que llegó a tal punto de proponerle que lo acompañara en su escape, pero la Maestra obviamente se negó ante tan ridícula idea.

Aún así, aquella corta interacción le había sido suficiente a Zirius para crear una fuerte obsesión por la joven de ojos azules.

Los años pasaron, y aquella chica nunca dejó su mente. Su deseo de tenerla se hizo tan grande que lo llevó a atreverse a abandonar su escondite seguro solo para verla, y con ayuda de Carola consiguió el momento perfecto para poder finalmente hacerla suya, aunque fuese una vez nada más.

Lo que ninguno imagino fué que, aquel único encuentro, habría bastado para dejar en ella la descendencia de aquel ser desterrado.

Aquella joven era Jade Dimitriu, quien dió a luz meses después a un pequeño niño que heredó todo rasgo físico de su madre, pero también poseía las habilidades de su padre. Eso lo marcó.

Aún así Jade amaba a su hijo. Tal vez no había estado en sus planes ser madre, pero eso no la hacia arrepentirse de tenerlo.

Era su bebé.

Crío a su primogénito en compañía del ángel que estuvo a su lado durante esos tiempos difíciles, y poco después decidieron formar su propia familia, juntos.

Las cosas parecían marchar bien para todos.

O bueno, casi todos.

Y es que, esos tiempos felices sólo eran la calma antes de la tormenta.

A oídos del principe desterrado llegó la noticia de la existencia de su hijo, y aún más importante, que la mujer a quien concideraba suya ahora poseía una familia con otro hombre.

Eso lo enfureció, y Carola lo aprovechó.

Finalmente se aseguraría de arrebatarles la dicha a quienes le arruinaron la vida.

Así fué como Darcy, Demon y Nicolas terminaron a la merced de esos seres llenos de maldad.

Pero, como dice el dicho: "De tal palo, tal astilla". Y esos pocos años junto a sus padres ni habrían sido en vano.

(...)

Durante sus primeros años cautivos, los niños fueron encerrados en habitaciones dignas de un manicomio, a penas y tenían donde dormir y asearse.

Pasando casi todo su día dentro de aquellas cuatro paredes blancas. Solamente salían cuando se les buscaba para ser "educados".

Esa era la primera etapa.

Doblegarlos para que obedezcan.

Claro que los niños eran alimentos y cuidados físicamente, más eso no compensa el daño psicológico que sufrian.

Durante esa etapa eran encerrados de dos en dos, y afortunadamente, dejaron a Darcy y a Nico juntos, pero eso solo los hacia sentir acompañados.

Pocas noches podían conciliar el sueño, ya sea por culpa de sus mentes inquietas y alertas todo el tiempo, por culpa de las pesadillas que cada vez se hacían más frecuentes, o por culpa de los gritos y súplicas que se escuchaban a través de los pasillos.

Más de una vez intentaron resistirse de ir a aquella habitación de paredes vacías, solo para terminar siendo castigados.

Así surgieron sus primeras cicatrices.

«Los niños buenos obedecen. Los niños buenos siguen reglas. Los niños buenos callan.

Los niños que desobedecen, un castigo se merecen».

Decían siempre.

Y era la verdad.

Debían ser buenos.

Obedecer.

Callar.

No resistirse.

Sólo así podrían sobrevivir.

Después de un par de años encerrados, casi nadie era el mismo.

Cada vez eran más aquellos que se mostraban insensibles, vacíos. Eran más los que ya no lloraban por las noches, los que parecían muertos en vida, los que se convertían en marionetas vivientes. De a poco iban aumentando los que tomaban actitudes agresivas o preocupantes, y de igual manera Iban aumentando el número de suicidios.

Todos caen al final.

Pero si había algo que caracterizaba a Darcy, era su determinación. Ella tenía bien en claro quienes eran el enemigo y cuál era su objetivo. Siempre le recordaba a su pequeño primo que debían ser fuertes si querían sobrevivir para así hallar una salida.

Era eso, o morir.

Y un Dimitriu no se doblega ante nadie.

Al finalizar la primera etapa, los casi adolescentes que ya obedecían eran sometidos a pruebas donde se media su poder y se designaba su futuro.

Unos eran descartados y servían como fuentes de poder o ratas de laboratorio, mientras que otros eran elegidos para servirles a la bruja y al demonio como herramientas, como armas.

Fué ahí que los separados.

Ambos fueron elegidos para servir, pero Nico, al ser un brujo, fué llevado a un área especial junto a otros como él, quienes tenían como maestra a Carola.

Pocas veces veía a la chica que se había convertido oficialmente en su angel guardián.

Más nunca olvidó sus palabras.

Tenía que sobrevivir.

En la segunda etapa eran llevados a áreas con más vigilancia, pero un poco más decentes. Allí comenzaban a trabajar en su resistencia, fuerza, habilidad y dominio de poder.

Al comienzo fué como cualquier entrenamiento ordinario —o eso parecía—, pero con forme avanzaban tenían que enfrentar nuevos retos, los cuales en más de una ocasión llevaron a la muerte de alguien.

Porque si no eras capas de luchar por tu vida, entonces no merecías vivir.

Durante un tiempo estuvieron aislados de los otros, concentrándose en cumplir con su papel, pero poco a poco los primos comenzaron a verse más seguido. Y para sorpresa de ambos, Demon también se hizo presente.

El hijo del Dihamon había despertado en una habitación digna de un hotel de lujo, pero estaba aislado de todos.

Todo ese tiempo la pasó junto a su padre, y a veces con Carola. Ninguno era mejor que el otro.

Zirius se encargó personalmente de educarlo y enseñarle no sólo a profundizar más en las habilidades que como Maestro poseía, sino también en las poderes que heredó como hijo de un Dihamon, los cuales el chico había evitado toda su niñez.

Más no tenía otra opción.

Debía obedecer.

Por ellos.

Al principio el muchacho se mostraba indiferente e ignoraba la presencia de los menores, pero era debido a órdenes de su padre, a quien sabía de sobra no le gustaban los desobedientes y no le temblaba la mano a la hora de castigar a su propio hijo si le llegaba a llevar la contraria.

Desde que despertó el primer día tuvo que hacer lo que "su padre" quisiera, con el mero juramento de que no mataría a los más pequeños, y hasta el momento había cumplido a pesar de los muchos problemas que tanto el albino como la ojimiel causaban.

Y, aunque detesta tener que actuar así frente a su familia, no se arriesgaría.

Podía soportar ver como su distancia lastima a su hermana siempre y cuando tanto ella como Nico pudieran seguir con vida.

Pero Darcy no lo entendía así.

(...)

Una tarde que tenían "libre", ambos primos caminaban entre los pasillos de piedra en dirección a la salida. El menor de once iba con la cabeza gacha, perdido en sus pensamientos, mientras que la mayor de trece iba atenta de que éste no terminara estrellandose contra algo o alguien. Aunque, en realidad, al ser día libre, los más jóvenes tenían permiso de salir al terreno exterior con la única conditde no intentar huir, por lo que la mayoría aprovecha para salir y tomar un poco de aire fresco para intentar olvidar el hecho de que son prisioneros, o simplemente se encerraban en sus habitaciones para sumirse en su miseria.

Triste realidad, pero así es.

—Calma Darcy, nadie saldrá de entre las paredes a atacarnos. El último que lo intentó resultó ser solo Roy queriendo asustarnos y tú lo dejaste inconsciente —le recuerda el albino, al notar la inquietud de la chica.

—Quién manda a ese loco a hacer esa clase de estupidez en un lugar como este —replica la pelinegra enseguida.

—Tiene once, sólo quería jugar.

—Tú también tienes once, cachorro.

—Y por eso te pido te des prisa para poder ir a jugar con mi amigo antes de que nos vuelvan a encerrar —le apresura, acelerando más el paso, dejándola atrás.

—Voy, voy —le iguala—. Es bueno saber que aún eres un niño, Nico —no puede evitar comentar la ojimiel, llegando a su lado para regar un poco su cabello en juego—. Pequeño-

Sus palabras se ven interrumpidas debido a una puerta siendo abierta.

Ambos se detienen de golpe, justo cuando un joven de quince años emerge de la habitación.

Observan inmóviles como el chico alza su mirada cansada y la posa sobre ellos.

Una pequeña sonrisa se asoma en el rostro del mayor.

—Hola —musita Demon entonces, su tono es bajo, débil, pero gracias a la soledad del lugar logra ser audible.

Nico es el primero en reaccionar y toma la iniciativa encaminandose hasta quedar a un par de metros de su primo, deteniéndose un momento para escanearlo con la mirada.

Lo primero que nota son las pronunciadas ojeras que adornan su rostro en contraste con su piel algo pálida, como si llevara días sin dormir y sin ver el sol. Su mano derecha está vendada casi por completo, sólo la punta de sus dedos permanecen expuestas, y parece que el brazo también está vendado. Su cabello es un desastre, como si se hubiera pasado la manos constantemente, un gesto típico en alguien estresado o frustado. Y, por último, sus ojos de colores cálidos reflejan una mezcla de canción y dolor, como quien sólo desea olvidarse del mundo entero y simplemente dejar de existir.

Más no puede.

Está aferrado a seguir.

—Me sorprende que sigas vivo —suelta, sin gracia, más bien algo preocupado.

Demon ríe. Una risa amarga, sin gracia y débil. Pareciera que le dolería hacer tan simple gesto.

—Ya somos dos —confiesa, apoyándose en la puerta. Está cansado.

Pero en cambio, a diferencia del albino quien está comenzando a preocuparse por el estado del mayor, la chica no se detiene a inspeccionar la apariencia del pelinegro, en su lugar sólo se muerde la legua y pasa de largo tomando a Nico por un brazo para jalar de él.

—Nos esperan —le recuerda, fría.

—Demon está herido —le informa el menor, sin poner de su parte para alejarse, es más, la está obligando a arrastrarlo, haciendo que tenga que tenerse para no llevarlo cual saco.

—Que lo cuide su "padre".

—Lo tiene castigado, no lo cuidará —le hace saber, para sorpresa de ambos hermanos, más no se detiene a dar explicaciones de su fuente, simplemente se suelta de la chica.

—Que rencorosa, hermanita —oyen decir al causante de su disputa, quien se mantiene en su misma posición usando la puerta como apoyo para mantenerse en pie, pero Darcy solo aprieta los puños conteniendo su rabia, y vuelve a jalar de su terco primo quien parece estar plantado de raíz— ¿Ya no me quieres?

Se acabó. Se harta, parándose en seco.

—No nos hablas... —comienza, dándose la vuelta con todo la calma del mundo, provocando que Nico tome precaución y se aleje cuando ve a la chica avanzar de forma amenazante hacia su hermano— Nos evitas, nos ignoras, te alejas de nosotros, haces como que ni siquiera existimos, y ahora apareces de la nada después de un mes sin verte y en lugar de ofrecer aunque sea una disculpa y explicar por qué demonios te has comportado como un maldito los últimos dos años, sólo vienes como si nada creyendo que aún soy aquella niña estúpida que no te reclamaría nada por más malo que fuese —llega ante él y hace lo que nunca se había atrevido a hacer antes: Lo encara—. Pues no, Demon. Ya no. Puede que no tenga la capacidad de hacerle nada a esa traidora y al mal nacido de tú padre, más a tí no te tengo miedo y no pienso seguir con esto.

Y, ante la mirada incrédula de ambos chicos, el sonido de un golpe seco se hace escuchar y finalmente el pelinegro cae sin fuerzas contra el suelo a la vez sujeta el área de su rostro en donde la chica a dejado la marca roja de su mano.

Lo a golpeado.

Y él no hace nada al respecto.

El muchacho ya se esperaba una reacción así. Sabe que la a lastimo, que la decepcionó, que el golpe que le a dado no se compara en nada con el dolor de creer que la persona que juró cuidar de tí ahora está sirviendo al ser que te a arrebatado la vida de a poco.

Pero, al igual que ella, Demon ya no soporta más esa vida de silencio y temor, a llegado el momento de poner las cartas sobre la mesa.

—Me lo merezco —reconoce, trás largos segundos de tenso silencio.

—Al menos lo aceptas —masculla la chica, lista para irse.

—Lo que les hice estuvo mal —pero él continúa.

—Así es —le sigue, más ya se a dado media vuelta para seguir con su camino.

—Pero no tenía otra opción —y con eso la hace regresar con una expresión que demuestre cuánto se contiene de volverlo a golpear sólo porque le da lastima verlo tirado sin ganas de vivir.

—Ahora sales con esto —se talla los ojos, aferrándose a su poca paciencia—. Mira, no tengo tiempo para-

—Pero ahora sí —le corta, dejándola con las palabras en la boca.

Enseguida, frunce el ceño sin entenderle— ¿De qué hablas?, No me digas que tanto tiempo junto a ese demente ya te dejó loco de verdad.

—Todos estamos locos si te pones a analizar —alega, consiguiendo que Darcy ruede los ojos y se cruce de brazos lista para soltarle sus verdades, más el azabache se le adelanta—. Me refiero a que, por fin, podemos llevar a cabo la segunda opción.

—¿Y de qué se trata esa opción? —interviene Nico, parándose junto a su prima, antes de que ésta haga algo de lo que luego se arrepienta.

—Aquí no es seguro hablar. La ronda de la tarde comenzará pronto y no pueden vernos merodeando por los pasillos —intenta ponerse de pie sólo, pero debido a su debilidad actual, tambalea. Por suerte el menor actúa rápido y lo ayuda como apoyo.

—Darcy —llama el albino a la chica, quien se mantiene al margen aún de brazos cruzados y sin muchas ganas de ayudar.

Aún así, duda.

No sabe qué hacer.

Desde pequeña su hermano había sido su fiel compañero, siempre la cuidaba a ella y al albino en todo momento. Prácticamente vivió los primeros años de su vida creyendo que él la protegería de todo y que nunca la dejaría sóla.

Eso es lo que le había prometido.

Y ella le creyó. Como toda niña inocente que solo desea que su hermano o hermana mayor le quiera.

Sin importar que no fueran hermanos completamente, siempre contaban el uno con el otro.

Fué por eso que, cuando lo volvió a ver, después de pasar lo que quedaba de su niñez separados, y que él simplemente los ignorada, le rompió el corazón.

Se sintió herida, traicionada, desolada.

Sintió que lo había perdido.

Y lo odió.

Es por eso que casi ni le duele verlo así de mal.

Casi.

Y es que, pese a todo, sigue guardando una parte de ese amor de hermanos que sintió de pequeña. Y aunque su parte orgullosa quiere tomar por el brazo nuevamente al menor e irse por el lado contrario aunque éste no quiera, otra le ruega que lo ayude, que descubra la verdad.

Que no lo abandone ella ahora.

Vuelve entonces su mirada al chico de ojos bicolor quien la mira impaciente y suplicante.

Hazlo por Nico. Interviene la voz de su cabeza. Dale el beneficio de la duda sólo una vez, por el cachorro.

Suspira con resignación.

Algo recelosa, avanza para tomar a Demon por el brazo libre y lo pasa por sobre sus hombros mientras que lo sujeta por el torso.

Nico le sonríe agradecido ante su acción y por fin comienzan a andar siendo guiados por el ojiazul.

Los tres avanzaron por los pasillos sin rumbo fijo. Ninguno dice una palabra en todo el trayecto.

Después de un rato de vueltas y más pasillos, llegan a una parte desolada del Criadero —como le llaman a la gran instalación donde se encuentran los más jóvenes en entrenamiento— donde Demon les indica que vayan hasta la habitación al final del pasillo, a lo que abedecen, uno más que el otro.

Al llegar frente a esta, el mayor se suelta con cuidado, agradeciendo la ayuda de ambos.

—Sólo apúrate antes que razone y me largue de aquí con éste terco de arrastras —es lo obtiene de su hermana.

—Estoy seguro que Roy se molestará conmigo si lo dejo plantando, así que dame una buena escusa —le hace saber su primo, apresurando para evitar más discusiones 

Demon asiente a ambos y procede a sacar una llame maestra que robó de la habitación anterior para así abrir esa sin problemas.

Al estar abierta sus acompañantes observan lo que parece ser una vieja habitación completamente vacía.

—La descubrí hace poco por mera casualidad. Nadie la usa como pueden ver y está en el ala más desolada del criadero. Nadie vendrá, estamos seguros aquí.

Darcy es la primera en aventurarse a entrar trás evitar que el menor lo hiciera, luego le sigue éste.

—Gracias —escucha decir al ojiazul cuando pasa frente a él.

—No lo arruines —es lo que obtiene por respuesta.

A Nico tampoco le gusta su actitud, pero él si está dispuesto a escucharlo.

Sólo esperaba no equivocarse y terminar perdiendo la fé en su primo.

Una vez dentro, la puerta se cierra con seguro y forman un triángulo en medio de la habitación.

—¿Y bien? —insta la chica, impaciente por largarse— ¿Tienes algo que decir o no? —vuelve a cruzarse de brazos, clavando su mirada en los orbes azules de su hermano.

Más rápidamente se arrepiente de esa acción cuando éste le imita, pero a diferencia de su mirada asesina, él solo la observa con cariño, provocando que una opresión en su pecho le haga contener el aliento.

El parentesco que posee el mayor con su madre es innegable, y al verlo no puede evitar pensar en ella. En los tiempos que pasaron juntos.

Ahora todo se siente tan lejano.

—Lo siento —la voz de Demon la saca de su pensamientos y parpadea descolocada, volviendo a enfocarse en el ahora—. Lo siento en verdad —repite el azabache y ahora sí le presta atención a sus palabras. Y lo que oye la paraliza—. Perdónenme por evitarlos, perdónenme por ignorarlos, por no hablarles y serles indiferentes. Lo siento mucho si mi actitud les hizo pensar mal. La verdad es que ni a mí mismo me gustaba, pero yo sólo quería protegerlos —para un momento, respirando hondo para poder seguir. Lleva años queriendo disculparse, por todo, y poder hacerlo por fin le hace sentir con un peso menos—. Prefiero mil veces sufrir yo que ustedes.

—Y tú solución fué dejarnos por nuestra cuenta —le reprocha su hermana, mostrándose indiferente, y Nico golpea su hombro con su brazo para que controle su lengua— ¡Es la verdad, Nicolas! —reclama, mirando mal al menor— ¡Desde que llegamos aquí hemos tenido que lidiar solos con todo esta mierda de experimentos, soldados y toda esa basura sacada de algún libro de ficción barata!

—¿Y qué te asegura que Demon no pasó algo peor? —Darcy intenta responder, pero nuevamente el pelinegro se adelanta a ella, ahora para evitar que descargue su rabia en el menor que hasta el momento a sido el más dispuesto a darle una oportunidad.

—Se que han sufrido, todos lo hicimos —retoma la palabra, haciendo callar a los menores—. Desde que llegué aquí e estado en la compañía constante de mi padre, y lo más que hacíamos era entrenar mis poderes hasta el cansancio. Hasta que mi cuerpo ya no pudiese más y comenzara a sangrar por el sobre esfuerzo —relata, e inconscientemente soba su brazo vendado—. Verán, por algún motivo que desconozco, yo no necesito absorber energía para poder usar mis habilidades como Dihamon, y él se a aprovechado de eso en cada oportunidad —aprieta ahora la extremidad herida por impulso al intentar contener el odio, desprecio y deseos de muerte hacia el ser que lo único que a hecho es torturarlo con el ridículo pretexto de querer mejorarlo—. Pero no crean que les digo esto para que sientan lastima por mí, es para que tengan claro que odio a Zirius tanto como cualquiera de los que tiene encerrado y eso nunca cambiará. Como dije, ustedes son mi familia y-

—Para —ahora es el turno de Darcy de callarlo, alzando su mano para que se detenga, a lo que él cierra la boca enseguida; la opresión en el pecho de la joven se a intensificado provocando que le cueste mantener una expresión neutra, más no se puede dejar ablandar, aún no—. Agradecemos tus disculpas y... Lamento todo por lo que pasaste, supongo que nunca pensé en eso —se sincera, pero al darse cuenta que flaquea, se aclara la garganta para no sucumbir—, pero lo que queremos oir son las razones para que no te deje un ojo morado y olvide tu existencia por el resto de mi vida.

Contrario a la reacción que se esperaría, Demon sonrie. Desde pequeña Darcy siempre tuvo carácter, escucharla hablarle así lo llena de nostalgia y orgullo.

Ella no se ha dejado doblegar.

—Y bien. Habla ahora o-

—Mis razones se basan en el simple hecho de que ninguno, en especial tú hermana mía, son del agrado de Zirius —la interrumpe nuevamente, pero eso no podría importar menos—. Nico está protegido por la bruja por motivo de la herencia que posee, pero en cuanto a ti, a ninguno de ellos les interesa tú existencia, sólo fuiste una venganza infantil que no llegaba más lejos que eso. Tan poco le interesas que, originalmente, estabas destina a servir de energizante para mantener con vida el poder de ese monstruo y posteriormente morir como los demás. Pero logré un acuerdo para que te dejarán vivir: Yo, por tí.

Lo último lo dice con una simpleza que deja helados a los otros dos, dejando la habitación en silencio.

Demon mira a Darcy expectante y atento a su reacción.

Pero la chica se ha quedado paralizada ante tal revelación, para abrazarse a si misma de forma desesperada en un intento de mantenerse en pie mientras siente un repentino escalofrío para nada agradable.

Su mente se vuelve un torbellino de pensamientos y emociones contradictorias haciendo que cierre los ojos con fuerza y agache la cabeza.

Eso lo explica todo...

Todas aquellas veces en que se salvó de un castigo seguro y lo único que obtenía como respuesta era un «Él la pagará».

Ahora por fin entiende a quién se referían y eso la hace sentir una culpa tormentosa.

Ahora lo único que desea es abrazar con fuerza a su hermano y pedirle disculpas hasta que su garganta duela.

Más su parte desconfiada y fría, aquella que desarrolló gracias al tiempo en el que tuvo que ser la hermana mayor y sobrevivir junto a un niño pequeño en un lugar donde lo más mínimo puede llevarte a la muerte, le recuerda que a esas alturas no sería raro que su hermano fuera otra marioneta más y que sólo quisiera engañarlos para así controlados, o mejor, finalmente deshacerse de ella como originalmente se planeó.

No sabe qué hacer, ni sabe qué pensar...

Unas manos que se posándose en sus hombros hacen que abra los ojos de golpe y centra ahora su atención en su... Hermano. Cuyas iris son un mar de emociones que no logra identificar, pero que son tan puras y fuertes como el amor que reflejaba la mirada de sus padres.

—Se que justo ahora no has de confiar en mí y lo entiendo —continua, utilizando el tono más gentil y honesto que posee, antes de que ella logre reaccionar—. Estoy bien informado de todo por lo que han pasado y no sabes cuánto me duele no haberlos cuidado como te prometí. Los defraude, a ambos —de reojo mira al albino detrás de la chica y éste sólo le asiente aceptando sus disculpas y animándole a seguir—, pero no podía, él no me dejaba —regresa a la chica, quien sigue inmóvil en su lugar—, y no es que le tema a sus castigos, ya los e aprendido a tolerar, mi mayor temor era que arremetiera contra ustedes —sus manos acunan el rostro de la joven y la luz de la luna que ilumina la habitación a través del cristal hace que sus iris brillen gracias a las lágrimas contenidas—. Eres mi protegida y mi deber siempre a sido cuidarte. Me odio por hacerles sentir que no eran nadie, pero el temor a perderlos era más fuerte que todo... Pero ya no puedo más, los necesito. Necesito a mi familia conmigo y, más que todo, necesito su perdón, así que por favor, perdóname.

El ruego en sus palabras y la intensidad de su mirada hacen que el corazón de la ojimiel se estruje.

Tomando con delicadeza las muñecas de su hermano, hunde un poco el rostro en su palma.

Está áspera.

—¿Por qué ahora? —indaga, en un hilo de voz frágil e inestable.

—Porque la esperanza por fin ha surgido, hermanita, finalmente tengo la oportunidad para llevar a cabo mi plan —declara, con la fé e ilusión bañando su voz.

—¿A qué te refieres?

—Demon se refiere, a que halló una forma de volver a Origen —aclara Nico, llamando la atención de ambos hermanos quienes se habían envuelto en una burbuja, y por fin reparan en el menor quien los mira con gracia y alegría—. Incluso estuvo en Palacio, ¿O me equivoco?

—¿¡Estuviste en Palacio!? —exclama Darcy, sorprendida e incrédula, apretando su agarre en las muñecas del mayor.

—Sí, es correcto —confirma el ojiazul, mirando con curiosidad al chico, a la vez que retiraba las manos de su hermana y ella decide volver a abrazarse, colocándose en medio de los dos varones al tiempo que recupera la compostura y mirando a ambos igual de interesada en las palabras del menor— ¿Cómo..?

—E aprendido un par de trucos —le interrumpe, sonriendo con arrogancia—. Ya no soy el cachorro indefenso que conociste.

Demon reprime una risilla y Darcy rueda los ojos con gracia.

Entonces es verdad lo que la traidora dijo... —susurra el mitad-Dihamon, dando un par de pasos hacia el albino, mirándole con interés— Perfecto.

—¿Perfecto para qué? —interviene la de ojos miel, colocándose de forma protectora junto al menor.

—Para mi plan por supuesto.

—¿Qué clase de plan loco has creado, Demon? —indaga, más curiosa que burlona.

—Aquel que nos hará volver a casa y destruir este lugar por completo. Pero claro, si es que confían en mí.

Darcy medita sus palabras y procede a mirar sobre su hombro para buscar la respuesta de Nico.

Él asiente.

La chica regresa entonces al mayor una sonrisa de complicidad y malicia.

Adelante, hermano. Dinos qué hacer.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top