C A P Í T U L O 1

La brisa de la tarde es ligera y refrescante, al ser los últimos meses del año el ambiente se vuelve fresco hasta ser finalmente ser helado y, aunque no es fan del frío, a de admitir que los vientos de la temporada le hacen bien. La puesta del sol pinta el cielo de tonalidades naranjas y rojizas, escondiéndose trás los edificios de la gran ciudad en la que habita, más su vista se centra en el cielo despejado que poco a poco le da paso al anochecer. La música inunda sus oídos, una orquesta dirigida con violines perfectamente en armonía con los demás instrucciones de cuerda. Y todo eso junto junto a la taza de chocolate que calienta sus manos, crea un momento precioso de tranquilidad y calma que le viene como anillo al dedo trás lo últimos acontecimientos.

La paz que lo embarga en ese instante es gloriosa, casi perfecta. Y es casi porque un grito por parte de su hermano traspasa su burbuja y ni siquiera la música es capaz de amortiguar su voz llamándole.

El chico respira ando en ese instante y deja salir el aire de espacio para recuperar un poco de la calma que se le fué arrebatado abruptamente. Se lleva la taza a los labios y termina de beber lo que queda del contenido caliente para así conseguir una excusa para levantarse del mueble donde está sentado, quitar los auriculares de sus oídos alejando la sinfonía y salir de la habitación con la taza es mano trás dejarlos sobre su cama prometiendo regresar por ellos.

—¡Nico! —escucha gritar nuevamente a Félix desde donde creé es la cocina.

Al entrar en esta efectivamente allí está, sentado en uno de los taburetes de la isla, mirando hacia la entrada donde él está parado con expresión impaciente. Sus ojos color musgo escuadriñan a Nico de pies a cabeza juzgando su ropa.

Tiene que reprimir la ganas de rodar los ojos con fastidio y regresar sobre sus pasos.

Según Félix, su estilo es algo "apagado", y aunque nunca a intentado que lo cambie, debes en cuando le da algunos "consejos" respecto a como mejorarlo ya que él es un fiel seguidor de la moda masculina. Siempre sabe bien qué usar para cada ocasión y obtener la atención que tanto adora.

Nico decide escanearlo también y se golpea mentalmente por haber bajado al ver que está usando uno de sus trajes a la medida, el de color azul marino, su favorito para ser específicos.

—Entonces... —comienza el castaño sentado en la cocina, arqueando una ceja y volviendo a escanear el atuendo del otro— ¿Así vas a ir? —pregunta finalmente.

—¿Ir a donde? —cuestiona Nico, rogando mentalmente que no sea lo que se imagina.

A la fiesta. Conmigo. Esta noche responde el primero con obviedad, resaltando cada palabra.

Y como siempre su intuición no falla.

No otra vez. Ruega, cerrando los ojos para intentar mantener la calma.

—Yo nunca dije que iría a una fiesta —espeta, con un ligero tilde de fastidio que intenta disfrazar con gentileza forzada—. La verdad es que yo muy pocas veces voy a una fiesta, contigo —resalta lo último, y se cruza de brazos para mirarlo con reproche—. Y más desde que me dejaste abandonado la última vez —le recuerda—. Así que no, gracias.

—¡Fué sin querer! —se defiende Félix enseguida, alzando los brazos en señal de inocencia, para luego extenderlos hacia el más joven de forma acusatoria— ¡A demás, cuando me llamaste y regrese por ti, ya no estabas!

—Porque llamé a un taxi luego de que paso media hora y aún no aparecias —le vuelve a recordar—. Así que no, no pienso ir contigo a ningún lado y punto —dictamina.

El castaño intenta decir algo, más el peliblanco hace un gesto con la mano para que se calle y pasa de largo junto a el para poder lavar la taza en paz, ignorando completamente los gestos extraños que hace su "hermano mayor" como si fuera un niño chiquito y estuviera haciendo una rabieta.

Al terminar con su tarea, se seca las manos y da media vuelta listo para salir de la cocina y regresar con su amada música, pero el cuerpo del castaño atravesado en el Medio lo hace dar un paso hacia atrás para poder ver su rostro  —ya que es una cabeza más alto que él— y dedicarle su mejor cara de molestia. Más la sonrisa lobuna que tiene éste junto a la malicia en su mirada lo hacen ponerse en alerta.

—No —niega, alzando los brazos como escudo—. No te atrevas a hacerlo de nuevo —le advirte, dándose cuenta que está a punto de caer en alguna locura del mayor.

Éste da un paso al frente y Nico retrocede de inmediato, chocando contra la alacena a sus espaldas. Mira a ambos lados por inercia intentando hallar una salida, pero se encuentra acorralado.

—¿Que pasa hermanito? —indaga el ojiverde con diversión y agranda su sonrisa a estilo el gato sonriente— No te voy hacer daño.

—Claro, y yo nací ayer —responde con sarcástico, pero alerta a lo que sea que a el loco ante él se le halla metido en la cabeza.

—¿Me vas a acompañar? —interroga tranquilo, más su mirada aún tiene ese toque que sólo le advierte al chico que algo malo pasará.

—No... —responde, entre seguro y dudoso.

Y se arrepiento.

No sabe cómo, pero ahora se encuentra tirado en el suelo, boca arriba y con Félix de rodillas junto a él haciéndole cosquillas por todas partes.

—¡Y-ya! ¡D-Detente! —pide el menor entre risas dolorosas a la vez que intenta llenar de aire sus pulmones correctamente.

—¡Di que me vas a acompañar! —insiste el otro ignorando su sufrimiento.

—¡N-Nunca-a!, ¡E-Eres un lo-oco aban-do-donador! —las palabras le salen entré cortadas y lágrimas de dolor y risa le brotan de los ojos— ¡Pa-ra!, ¡Tu-tu traje!

Inutilmente intenta usar su amor por la ropa a su favor, más el mayor nuevamente ignora sus suplicas y sigue insistiendo en que la única forma de liberarlo es que acceda a acompañarle.

—¿Interrumpo? —una voz femenina a espaldas de Félix causa que el ojiverde de inmediato se detenga de torturar a su hermano menor y lo ponga de pie junto a él, pero manteniéndolo agarrado de un brazo para que no huya.

Aunque lo único que le interesa al pobre chico ahora es llenar sus pulmones con todo el oxígeno posible, limpiar las lágrimas que le sacaron y rogar porque el dolor de sus costillas desaparezca pronto.

Y una vez logrado las dos primeras, se permite ver el rostro confundido, pero divertido de Angie, una de las mujeres encargadas de la limpieza y quien lleva allí más tiempo de entre todos los demás de servicio.

¡Gracias a Dios!, Agradece el más joven.

Desde que llegó a esa casa Angie siempre a sido muy cariñosa con él y siempre lo defiende y apoya. Es como una abuela para ambos chicos. Después de sus padres, ésa mujer es a quien más respetan. Ninguno le lleva la contraria.

Y si existe alguien que lo puede salvar, es ella.

—¡Holi Angie! —saluda su hermano, con un tono inocente de niño que no rompe ni un plato— Sólo charlaba con mi hermanito sobre que podría ponerse para la fiesta a donde iremos hoy.

—¿Irán a una fiesta?, ¿Enserio?, ¡Que maravilloso! —celebra la mujer de edad avanzada con una sonrisa de oreja a oreja. Parece más entusiasmada que el propio Félix.

—¡Si!, ¡El cachorro al fin saldrá de la casa! —chilla el chico y Nico no puede evitar rodar los ojos irritado porque sabe que luego va a utilizar a Angie como escusa para que valla con él.

Aunque no ignora el hecho de que lo llamó "cachorro" y no puede evitar sonreír por eso ya que, por algún motivo, ese apodo siempre le a gustado.

¿Y por qué cachorro?

Según Félix es porqué, cuando recién llegó, su actitud era como la de un cachorro en casa nueva —literal—. Era cauteloso, tímido, con curiosidad por todos y explorando todo lo posible. Así que comenzó a llamarle así y vaya sorpresa que se llevó el mayor al ver como su nuevo hermano aceptaba el apodo gustoso.

—Pues me alegra que quieras salir de nuevo, Nico —la voz de Angie lo saca de sus recuerdos y centra su atención ahora en ella—, no es sano que estés siempre encerrado —sigue con una sonrisa, más su tono de voz a cambiado. A ella siempre le ha preocupado el constantemente encierro voluntario del chico y su falta de interés por las amistades.

Tal vez, si debería. Le anima su conciencia, y aunque duda, no quiere desilusionar a la mujer que siempre a sido comprensiva y dulce con él.

Respira hondo en ese momento llenándose de valor y le regala su mejor sonrisa.

—Si Angie, hoy por fin vuelvo a salir —declara, y sabe, sin ni siquiera voltear, que Félix tiene su mirada puesta en él.

El ojiverde no esperaba que dijera eso. La verdad es que él menos. Están igual de sorprendidos.

—Entonces, espero se diviertan y no vuelvan tarde —el entusiasmo a vuelto a la voz de la mujer y el chico se siente contagiado por este—. Y Félix —ahora ve al otro, y poniendo una mano en su cadera tomando una postura firme para señalarlo con el dedo índice—. No vuelvas a dejar a tu hermanito sólo o te las verás conmigo, ¿Entendido? —le advierte, usando el tono amenazante patentado por toda madre.

Ahora Nico sí voltea a verlo y observa como el mayor traga saliva antes de asentir de inmediato y regalarle una sonrisa que rápidamente es reemplazada por una mueca de asco.

El albino muerde su labio inferior divertido y trata de aguantar la risa a ver lo que esa dulce mujer puede causar.

Aunque siendo él también temeraria. Si Angie Blue te advierte algo, debes hacerle caso o síno te irá mal.

Y terminas comiendo una copia de avena desabrida de desayuno por toda una semana.

Recordar eso hace que ahogue una risilla.

—Bueno, no vamos —avisa Nico entonces y se suelta del agarre de Félix para agarrarlo ahora él y sacarlo de la cocina a jalones.

Una vez fuera de la vista de Angie, suelta al castaño y se coloca de frente.

—¿A donde iremos? —le pregunta de una vez, volviendo a cruzarse de brazos—. Aprovecha que no estoy razonando.

Félix rueda los ojos ante lo último, más divertido que irritado, y finge una expresión de "Dios-dame-paciencia" que causa que Nico medio ría por lo ridículo y dramático que es el mayor, más rápidamente se calla regresando a su expresión neutra.

El castaño sonríe victorioso ante la risilla ahogada de su hermanito y une las manos en su espalda adquiriendo una pose de militar.

—Primero lo primero —comienza—. Esto —lo mira de pies a cabeza—, tiene que cambiarse por algo más apropiado.

El menor resopla ante su insistencia con que se cambie de ropa y asiente de mala gana.

—Bien —accede y ahora es el turno de Félix de asentir.

—Vamos a tu habitación y así escogemos el traje y te explicó a donde iremos —propone.

Sin esperar respuesta corre a las escaleras y al otro sólo le queda seguirlo.

(...)


El auto es estacionado frente a una de las casas/mansiones más lujosas de toda la zona: El hogar de la familia Williams. Donde se lleva a cabo la fiesta de máscaras de Bonnie, la menor de la casa quien hoy celebra su cumpleaños número dieciséis. Y al ser la novia de Félix éste tenía que asistir sí o sí.

Ambos bajan del auto en ese momento y atraviesan el camino de piedra con flores a los costados después de que Félix le diera las llaves a la persona encargada de estacionar los vehículos.

Llegan a la entrada iluminada con luces rojas y amarillas que es custodiada por un par de hombres de traje y antifaces negros y el mayor les entrega las invitaciones —que resultó que también habían invitado a Nico y le pidieron a su hermano que le avisara, pero el nunca lo hizo hasta hace un par de horas— para finalmente entrar a la dichosa fiesta.

Dentro todo es un mundo de colores que van del azul marino al morado. Todos visten con trajes de colores fríos y oscuros junto a máscaras de todo tipo, pero manteniendo el mismo patrón.

Llama la atención del menor que la mayoría de las personas usan ropa azul marino, negra y gris, lo cual lo deja como el único ser en la fiesta que viste de color vino —aunque la camisa y el pantalón son negros—, mientras que su antifaz gris brillante es sólo uno más del montón al igual que el negro con líneas doradas y forma de calavera del chico a su lado.

—Voy a ver si encuentro a Bonnie para darle su regalo en persona —le avisa Félix, alzando la caja dorada que lleva en brazos para comenzar a alejarse como alma que lleva el diablo— ¡Disfruta la fiesta! —le grita, cuando ya se encuentra entre la multitud.

—¡Pero... Espera! —intenta detenerlo, pero ya lo ha perdido de vista.

Nico suspira entre rendido y resignado para comienzar a caminar entre los invitados que charlan entré sí con música ligera de fondo siendo ignorantes de su presencia.

Siempre es lo mismo. Desde que llegó a la casa de los Baker cuando tenía catorce, Félix a intentado incluirlo en su circulo de amigos, pero mayormente terminaba dejándolo sólo entre gente que no conocía y que lo ignoraban o lo miraban raro por lo que se rumorea sobre él. Lo cual en su mayoría es 30% o 20% cierto, lo cual lo deja en una mala posición a la hora de socializar.

Algunas personas lo reconocen en el camino y lo saludan por mera cortesía y él responde igual sin dejar de caminar. Algunos otros son menos educados y lo ignoran o miran mal.

No esperaba menos.

Nico no es alguien antisocial ni antipático, en realidad es bastante amable e interesante según su punto de vista en comparación a otros. Es inteligente, educado y talentoso, pero aún así se le es un poco difícil —principalmente cuando recién llegó— agarrar confianza y dejarse llevar, por lo que trás múltiples intentos fallidos de ser aceptado, decidió dejar que lo consideren lo que quieran y que los demás hagan sus cosas y él las suyas.

Mejor que ni le hablen.

Finalmente llega hasta la mesa de bocadillos y toma un vaso para servirse un poco de ponche de fresas.

Otra fiesta. Otro desperdició de tiempo.

Termina de servirse y le da un sorbo a su bebida completamente aburrido y comenzando a considerar la idea de irse temprano.

—¿Puedo tomar también? —consulta alguien de repente.

De inmediato, gira hacia la voz encontrandose de frente con una chica que le sonríe con gentileza.

Es como media cabeza más alta, viste un pantalón negro de mezclilla que le llega a la cintura y resalta sus caderas pronunciadas, acompañado de un top gris con brillos que se ajusta a su torso y un antifaz de malla negra con el corazón invertido del poker bordado en el centro. El cabello negro lo tiene totalmente corto, pero sin perder el toque femenino, y con un flequillo de lado algo salvaje, más son sus ojos azul electrónico junto a sus carnosos labios pintados de morado intenso lo que más resaltan debido al tono claro de su piel.

—Adelante —responde de inmediato de forma educada, retirando la vista para no incomodarla.

Se aparta enseguida y deja a la chica que se sirva tranquila. Una vez hecho cree que se irá, pero en cambio ella se queda de pie junto a él y se lleva el vaso a la boca.

—Me gusta tu chaqueta —comenta entonces la chica rompiendo el silencio que hubo mientras bebía del jugo—. Creo que eres el único que está usando ese color —resalta y le echa una ojeada al alrededor para confirmarlo.

—Gracias, lo note —responde él, intentando mantener un tono amable mientras intenta recordar si a visto a la desconocida antes. Ya sea en clases o entre los amigos de su hermano—. A mi me gusta tu antifaz —suelta sin pensar, y muy tardé se da cuenta de su acción.

—Gracias —agradece ahora ella y sonríe nuevamente, lo cual le resulta contagioso al chico ya que es un gesto sutil, pero sincero, así que lo imita ligeramente—. Me la prestó mi hermana.

—El mío igual.

Un momento de silencio se hace presente trás eso, no es incómodo, pero sí notable. Él esconde su falta de argumento llevandose el vaso hasta la boca y toma nuevamente del ponche que se mantiene frío gracias a los cubos de hielo.

La pelinegra lo imita y desvía la mirada a la decoración del salón.

—¿Conoces a la cumpleañera? —indaga, aún viendo los alrededores, más lo mira de reojo trás hacer la pregunta.

—Es la novia de mi hermano —responde el peliblanco, haciendo girar los hielos en su vaso.

—Yo soy amiga de su hermana. Estaba hablando con ella hace un momento en realidad, pero entonces llegaron más personas y me sentí incómoda porque no conozco a más nadie aquí —le cuenta, posando sus llamativos ojos azules en él ahora y sus palabras llaman la atención del chico.

—Yo conozco como al 2% —confiesa Nico, junto a una risilla nerviosa.

—Estamos en lo mismo entonces —admite la chica y curva ligeramente una esquina de su boca en una sonrisa ledeada—. Brindemos —decide, alzando su vaso hacia el chico—. Por ser invitados indirectos que a penas y conocen a la festejada.

Nico la acompaña divertido en el brindis y ambos ríen por eso.

—Me llamo Charis por cierto —se presenta trás otro trago y le extiende la mano.

—Nicolas —responde él y le estrecha la mano—, pero puedes decirme Nico, me gusta más.

—Un gusto conocerte, Nico.

—Igualmente, Charis.

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