7. Kingpin

El Pozo era una ciudad subterránea que ocupaba, desde su fundación por las familias mafiosas de Nueva York, una gran parte del subsuelo. Personas de todas las étnicas podían ser vistas allí, caminando entre puestos llenos con diferentes sustancias poco recomendables y que una persona cuerda no debería tomar. Caminando entre dos hombres vestidos con uniforme negro, Mary Jane observó todo esto con un asombro creciente. Ahora entendía porque nadie encontró en ningún momento El Pozo. Era una ciudad subterránea completamente ocultada por la enorme ciudad de Nueva York, ocultando así cualquier posible conexión entre la ciudad bajo tierra con la superficie.

Mary Jane aceptó entonces que nadie podría salir de aquel lugar una vez entrara. No al menos sin el consentimiento del dueño de todo aquel lugar: el Kingpin. Ese hombre que había tomado todo el control de Nueva York, ahora creó una ciudad bajo tierra en la que todo podía hacerse. Vender drogas, trabajos de compañía sexual, venta de armas en el mercado negro de El Pozo. El sinónimo de Deep Web quedaba perfecto como una definición de lo que vio en aquel lugar durante aquella media hora de caminata, pasando entre personas normales y extrañas, pues incluso creyó ver a un hombre con dos cabezas.

La mujer agarró la correa de su bolsa y tragó gruesamente. Había decidido hacer aquella llamada. A pesar de los que podía pasarle, Mary Jane aceptó que moriría si rompía el hielo por el que estaba caminando y dejó a un lado los consejos de su contacto, el cual intentó advertirla y alejarla de aquel lugar. Pero obtener información de aquel lugar era una primicia que no podía dejar escapar por su orgullo de periodista.

Ante el tumulto de gente que tenían en frente, Mary Jane detuvo sus pasos y permitió que sus dos guardaespaldas se movieran para apartar al gentío que les impedía llegar a la zona más imponente de aquel lugar: El Pozo. Si bien toda la ciudad era denominada con ese término, Mary Jane descubrió que aquel nombre estaba más ligado al enorme coliseo subterráneo donde se llevaban acabo los combates callejeros y clandestinos que generaban una movilidad constante de dinero.

Es como una ciudad aparte; Mary Jane llegó a aquella conclusión mientras esperaba a poder seguir avanzando. El Pozo generaba el dinero que la gente movía por la ciudad. Las apuestas, los puestos y los distintos trabajos, aumentaban estos ingresos y creaban una nueva movilidad para el dinero. En teoría, aquella ciudad funcionaba sin la necesidad de mantenerse ligada a Nueva York.

―Puede pasar, señora Watson.

La voz de uno de los hombres, la sacó de sus pensamientos. Mary Jane respiró hondo y caminó entre las personas nuevamente. A ambos lados del camino, las personas la miraron. Sintió sus ojos sobre ella, como la analizaban y pronto, los murmullos llegaron a sus oídos. ¿La habrían reconocido como una reportera del Daily Bugle? ¿Sería por los hombres que la acompañaban? Mientras que otros hubieran caído y encogido sus cuerpos ante aquellas miradas, Mary Jane intentó mantenerse completamente firme, con la espalda recta y los ojos fijos en el enorme coliseo llamado El Pozo, del cual salían los rugidos de los aficionados.

El Pozo. Un enorme coliseo de, al menos, cincuenta metros de alto a ojo la estaba esperando. Las paredes exteriores no mostraban ninguna deformidad, como si se hubiera mantenido completamente perfecto desde que fue construido. Con una pared lisa, dos enormes pilares se mantenían en el túnel de entrada a aquel lugar, dando la bienvenida a quien quisiera entrar. Sobre estos dos pilares, dos enormes gárgolas mantenían sus ojos de rubies fijos hacia cualquier persona que quisiera entrar por aquella entrada. Mary Jane juró ver un extraño brillo en las mismas, como si estuvieran esperando a que hiciera algo para lanzarse sobre ella. Eran como dos depredadores. Solo les faltaba que mantuvieran sus bocas abiertas, salivando.

Mary Jane bajó la vista de aquellas dos enormes estatuas y las fijó en la oscuridad de aquel túnel. Movió la cabeza y miró alrededor de sí. Aun acompañada por los dos hombres del Kingpin, movió sus ojos por los puestos cercanos al Pozo. No eran nada fuera de lo común. Como si aquello fuera una feria, los puestos cercanos a aquel coliseo contaban con comida, bebidas y camisetas con las que recordar el momento. Fue algo extraño de ver, pero a la vez fue lo más normal que ella vio en todo el camino que recorrió hacia aquel lugar.

Y prefería eso a ver una enorme cantidad de armas tiradas sobre una caseta de madera. Ver comida, bebida y camisetas, era un momento de paz para su mente.

―El señor la espera, señora Watson―uno de los guardias, caminó hacia la periodista. El hombre miró a la mujer por unos segundos, con sus ojos ocultos tras unas gafas de cristal negro, dando una mirada intensa a la mujer―. No creo que le guste...

―Lo entiendo. Lo sé―Mary Jane respiró hondo y exhaló todo el oxigeno tomado. Cerró las manos alrededor de la correa de su bolsa y asintió internamente para sí misma―. Llevadme con él, por favor. Terminemos esto cuanto antes.

Era mejor terminar. Estaba rodeada completamente de la peor calaña de Nueva York y solo se mantenía viva por la protección del propio Kingpin. Aun no comprendía porque este la había permitido acceder a aquel lugar, un lugar completamente lleno de pruebas que la permitirían a ella, una periodista, cerrar completamente El Pozo y dejarle sin un suministro constante de dinero.

―Sígame.

El tercer guardia se puso frente a Mary Jane. Con hombros y espalda cuadrados, el hombre comenzó a caminar hacia la oscura entrada, siendo seguido de cerca por el primero de los guardias. Sintiendo al último detrás suya, Mary Jane caminó detrás de los dos guardias y entró en aquel lúgubre lugar.

No estaba completamente oscuro. Sorprendiéndose así misma, Mary Jane notó enseguida que sus ojos podían ver casi perfectamente en aquella penumbra que lentamente se iba desvaneciendo. No había bombillas o antorchas, como ella pensó que habría a ambos lados del pasillo. Contrariamente, aquella luz que hacía descender la oscuridad parecía provenir del mismo interior del coliseo, probablemente de la luz que hubiera en la arena.

―Un enorme cristal de luz está en el centro, señora Watson.

―¿Qué?

―Si se pregunta porque ve casi perfectamente, es debido al cristal que hay en el centro del coliseo, el que ahora ilumina la lucha entre los contendientes actuales. Fue un sistema que uno de los científicos que trabajan para el jefe implementó.

Mary Jane no se extrañó ante la información que el guardia que tenía detrás le dio. Kingpin era un hombre con recursos, incluso muchos mas de los que una persona normal podría llegar a pensar. Si ella tuviera que deducir los ingresos de aquel imperio criminal, probablemente no llegaría ni a contar un diez por ciento de todo el dinero que el rey movía por Nueva York.

―Un ingenioso plan. ¿Quién lo hizo posible?―Mary Jane preguntó con genuino interés mientras caminaban hacia su palco vip, como uno de los guardias señaló. Kingpin era un buen anfitrión y era algo que ella debía aceptar.

―Maker. Ese hombre diabólicamente inteligente, ha sido el causante de nuestra diferencia con la policía y otros héroes menores. Solo Spiderman ahora se mantiene en nuestra contra, algo que ese hombre no parece comprender―el guardia terminó el relato por unos segundos. Moviéndose a un lado, permitió a Mary Jane sentarse en lo que parecía ser un enorme trono de piedra con un alargado respaldo―. La mayoría de planes contra ese insecto...

―Arácnido―el guardia número dos, detuvo la frase de su compañero. Mary Jane solo ocultó su risa―. Es un arácnido.

―...eso, arácnido. Todos los planes que el jefe usó en contra del hombre arañada, fueron creados por Maker. Aunque no le quito el mérito al jefe. Él realmente podría terminar con...

Una enorme ovación ocultó el sonido de las palabras del tercer guardia. Atraída por la agitación de los espectadores, Mary Jane miró hacia la arena con un morboso interés. Esta era completamente circular, formando una plaza completamente llena de escombros en la que todos los ojos estaban puestos. Dentro de aquel caos de escombros y polvo, Mary Jane distinguió a los dos causantes de las ovaciones. Uno era un inmenso hombre de, aproximadamente, dos metros de altura, con una complexión fuerte que incluso a una enorme distancia como la que le separaba a ella de ambos hombres. El otro era de una estatura más baja y mucho más delgada en comparación con su contrincante. Mientras el primero al que miró contaba con un cuerpo realmente musculoso, el otro tenía un cuerpo más fibrado, con músculos mejor formados y marcados de una forma perfecta que, al hombre no tener una camiseta, pudo ver perfectamente su espalda.

―Esto va a estar solo un poco bien―la voz del primer guardia, sacó a Mary Jane de sus pensamientos. La chica parpadeó, permitiéndola mover los ojos de la espalda desnuda del combatiente más bajo hacia el guardia que había hablado―. El jefe se está divirtiendo un poco.

Mary Jane parpadeó. ¿Mencionó a su jefe? Atraída por esta definición, volvió a mirar hacia la arena, a los dos contrincantes. ¿Era el mayor de ambos el Kingpin? ¿O lo era el menor? Tomando en cuenta el miedo que el nombre causaba en las personas, pensar que Kingpin era un hombre pequeño, no estaba dentro de ninguna cabeza común. Era más probable pensar que el Kingpin era aquel hombretón de dos metros vestido con solamente unos pantalones militares y sangre escurriendo por su sien.

―¿Kingpin?

No pudo bloquear sus labios. Se movieron formando aquel temido nombre y pronto sintió los seis pares de ojos sobre ella, probablemente mostrando desaprobación por decir el nombre.

―Si―el tercer guardia admitió, volviendo a mirar hacia la arena. Empujando al gigante de dos metros, el chico más bajo estaba sobre él, envolviendo sus piernas sobre el grueso cuello del hombre hasta derribarlo contra el suelo―. El jefe se lo va a pasar bien golpeando a ese tipo grande. David siempre vence a Goliat, ¿no?

Una nueva ovación. El hombre más pequeño tomó del brazo al más grande. Desviando el otro brazo con su codo, el pequeño golpeó de lleno su puño contra la yugular de su contrincante, ocasionando que el hombre comenzara a boquear, buscando aire.

―Esto puede ser algo grotesco, señora Watson―el primer guardia se inclinó por el lado derecho de la periodista. Mary Jane tragó aire―. Sería recomendable que ocultara sus ojos si no quiere ver lo que va a pasar a continuación. Nadie sale de El Pozo con vida. Solo los ganadores.

Entonces, Kingpin hizo lo que Mary Jane esperó tras aquella declaración. Como el rey que era, Kingpin destrozó ambos brazos de su contrincante con un brusco movimiento, ocasionando un grotesco sonido de huesos rostros que calló completamente al público. Frente al rey, el contrincante cayó sobre sus rodillas con los brazos colgando a ambos lados de su cuerpo. Con la cabeza echada hacia atrás, el luchador más grande miró ambos pozos azules que formaban los ojos del Kingpin.

―Hemos llegado a tiempo para ver como el jefe termina con su contrincante diario―el segundo guardia señaló, sonando divertido en su declaración.

Mary Jane, contrariamente a lo que su mente le pedía, miró aquella imagen allí sentada, con ambos brazos descansando en ambos reposabrazos de su asiento. ¿Por qué el Kingpin peleaba con un simple hombre? ¿Por qué ponía su vida en peligro? Muchos temían al Kingpin. Ahora, ante sus ojos, Mary Jane entendió el motivo de aquel pavor que llenaba a cada uno de los criminales cuando alguien hacía mención de aquel nombre.

Kingpin no solo era un nombre vacío como hubiera cabido esperar, un título sin algo que lo llenara. El Kingpin era el Rey del Crimen de toda Nueva York. Debía ser ocupado por un hombre que supiera luchar, que se mantuviera de pie frente a hombres más grandes y, posiblemente, fuertes. ¿Pero aquel hombre más joven y pequeño podía ser el Kingpin que golpeó a Peter varias veces? ¿Entonces donde encajaba Wilson Fisk en todo este asunto y porque su antiguo novio lo mencionó en varias ocasiones, incluyendo a mucha más gente?

Mary Jane estudió al Kingpin. Rubio, de cabello desordenado y con un cuerpo atlético. De cierta forma, aquel chico le recordó el cuerpo esculpido de Peter y, por consiguiente, de Spiderman. No halló ni siquiera un poco de grase, solo musculo bien formado bajo una piel ligeramente bronceada marcada por cicatrices ligeras y bien marcadas.

―Ese es...

―Kingpin. El jefe. El Rey del Crimen―Kingpin alzó ambos brazos y juntó las manos, formando un puño conjunto―. Como quiera llamarlo, señora Watson. Él es el jefe de todo el crimen organizado o no de Nueva York y nadie se opone a su mando.

Tanto ella como los guardias y el resto de espectadores, vieron los brazos de Kingpin bajar con fuerza y velocidad. Tras un sonido de rotura y de algo acuoso gotear, la sangre mancho la arena y el torso desnudo del Rey del Crimen. Kingpin no se movió y permaneció allí, observando como el gigante finalmente caía hacia un lado con su rostro destrozado.

Solo pasó un segundo. Las gradas estallaron con vítores y Mary Jane observó como el brazo derecho de Kingpin se alzó, mostrando un puño completamente empapado de sangre. Esta comenzó a escurrir por su brazo, llegando hasta su codo.

―Eso es el Kingpin, señora Watson―el segundo guardia señaló tras su propio aplauso hacia su jefe. El hombre se giró hacia la periodista e inclinó ligeramente la cabeza―. Ahora, nosotros nos marchamos. El jefe no tardará en llegar. Ande con cuidado con sus palabras.

Mary Jane aceptó aquello. Con un asentimiento, fijó sus ojos en la arena. Aquel hombre que todos denominaban como el Kingpin, comenzó a caminar hacia uno de los corredores. Ella podía verlo incluso si la gente le tapaba la visión ligeramente cuando esta se puso de pie, impidiéndole ver bien al hombre con el que entablaría conversación. Hablaría con el hombre más cruel, con el hombre más poderoso de toda Nueva York. Había multimillonarios y jefes políticos, pero Kingpin contaba con mucho más poder que aquellos que presumían de tenerlo. Y ella sabía perfectamente que todos (o la mayor parte) de los políticos estaban en la nómina del rey. Nadie se opondría a él, salvo los idiotas idealistas como Spiderman.

―Mary Jane Watson.

La voz no la sorprendió. Tampoco lo hizo que supiera su nombre. Como un resorte, la periodista se puso de pie y miró a aquel hombre que llamaban Kingpin.

―King...

―Puedes acortarlo si quieres―el hombre detuvo sus pasos a diez metros de la mujer. Mary Jane observó al hombre. Era joven, con cabello desordenado de un color dorado que parecía haber sido besado por el mismo sol. Con dos ojos azules como dos zafiros, el Kingpin le parecía demasiado joven en comparación a las palabras y relatos de Peter―. No hay necesidad de formalismos.

Kingpin levantó el brazo derecho. Mary Jane observó la venda que lo cubría. No solo cubría su brazo derecho, si no que otra venda también manchada con sangre cubría su brazo izquierdo, como si estuviera acostumbrado a las peleas callejeras.

―Eres...

―¿Joven? ¿Demasiado?―Kingpin torció los labios en una sonrisa seca, que Mary Jane no captó como una amenaza hacia ella―. Si, es algo que suelen decirme demasiado. Pero mi padre era el Kingpin anterior. Ahora yo he ocupado su lugar y creo que lo esto haciendo bien. No hay policía. No hay héroes―el hombre caminó lentamente hacia una mesilla llena de vasos de cristal. Con la mano izquierda tomó uno de los vasos y con la derecha tomó la jarra colocada sobre la bandeja―. Mantengo orden en mi reino. Nadie hace más de lo que digo y nadie causa más problemas de los que permito. Así que puedes mantenerte calmada, señorita Watson. Soy alguien que no mataría a una mujer como usted.

―¿Incluso si una mujer como yo puede tirar su reino criminal completamente por la borda?

―Incluso si una mujer como usted tira mi reino criminal por la borda, sí. Pero siendo sinceros, eso no pasará―Kingpin bebió aquella agua, degustando el líquido frío que escurrió por su garganta―. Y no es una amenaza. Yo le permitiré llevarse y publicar lo que quiera.

―¿Incluso su nombre real?―con aquella pregunta, la espalda de Mary Jane fue golpeada por un relampagueante escalofrío. Acababa de pedirle al Kingpin que revelara su nombre real y que ella lo haría publico para que fuera cazado.

Contrariamente a lo que ella esperó, una gorgojeante risa escapó de la garganta del Kingpin, quien rio gustosamente ante aquella pregunta tan directa y suicida. No muchos en su vida tuvieron el valor de preguntarle por su nombre. Probablemente Mary Jane Watson tenía más valentía que muchos de los hombres que conocía, si no todos.

Y le gustaban las mujeres fuertes.

―Naruto―se presentó, dejando a un lado su título de Kingpin, su máscara criminal. Como dictaba la educación, estiró el brazo derecho hacia Maru Jane ofreciendo su mano a la mujer; mano que la periodista miró con ojos ensanchados y llenos de sorpresa―. Naruto Uzumaki es mi nombre, señora Watson. Y aceptando la premisa anterior, si gusta, puede desvelarlo completamente al público. Será divertido ver como el departamento de policía de Nueva York intenta darme caza, cuando están dentro de mi bolsillo.

―Tu...¿así de fácil?

―¿Necesitabas un juego previo de preguntas y respuestas para calentar motores, señora Watson? Soy una persona concisa y directa, si me permite decirlo―Naruto caminó hacia el segundo trono de aquel palco y dejó caer su cuerpo aun cuando Mary Jane se mantuvo de pie, mirándolo directamente con sus ojos verdes―. Te he dado algo que mucha gente ha deseado tener. Te he dado...la identidad del Kingpin. Y te he dado, Mary Jane Watson, la lleve que podría llevar el reinado criminal mas grande de Nueva York hacia su propia destrucción.     

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