6. Mary Jane Watson

Kingpin era un nombre que nadie debía buscar. Kingpin era una figura que, dentro de Nueva York, contaba con sus aliados y consiguientes enemigos, así como quienes lo protegían hasta la médula para que nadie supiera quien era fuera del mundo criminal de la ciudad neoyorkina, del oscuro lado de una de las ciudades más importantes del mundo y que la gente más amaba. Pero siempre había alguien que buscaba cualquier pista, cualquier detalle que los llevara a descubrir quien se escondía detrás de aquel nombre que aterrorizaba a todo criminal dentro de la ciudad, que lo hacía mantenerse bajo perfil hasta que los mismos seguidores del rey se lo permitieran. Dentro de la policía y de los civiles de la ciudad, era sabido que Kingpin imponía respeto solamente con su nombre. Muchos no conocían quien estaba detrás del nombre mas terrorífico de la ciudad, pero todos lo temían incluso sin conocer al hombre detrás de aquella máscara creada con los restos de organizaciones criminales que ahora servían al Rey del Crimen. Pero siempre el poder residía donde la gente creía que estaba y el poder criminal de Nueva York y diferentes zonas de Estados Unidos estaba del lado del Kingpin, un hombre poderoso que no retrocedió ni un pequeño ápice dentro de todos aquellos años, con la pérdida de su esposa e hijo. Esos momentos solo hicieron que el rey volviera mucho más fuerte su hogar, tomando todo aquello que juró que era suyo.

Mary Jane Watson no era exactamente una de las personas que retrocediera. Como el Kingpin, ella estuvo en momentos de su vida que la hicieron cambiar completamente. En un principio, sobre todo en su adolescencia, quiso ser una actriz, una cantante e incluso quiso llegar a ser miembro de un grupo musical. Contrariamente a todos sus deseos, ella finalmente fue una fotógrafa y periodista empleada dentro del Daily Bugle, mismo periódico en el que trabajó uno de sus mejores amigos por un tiempo: Peter Parker, el cual también fue para ella uno de sus mejores novios y una de las personas que ella más podría amar.

Tras la entrevista con Wilson Fisk, Mary Jane centró todos sus esfuerzos en descubrir el lugar exacto donde se llevaban acabo las peleas callejeras empleadas por el Kingpin. Este lugar había sido denominado por sus fuentes como El Pozo, un lugar que intentaba representar lo profundo de la sociedad, donde alguien podría tomar un poco de su dinero y apostarlo en combates ilegales, carreras e incluso peleas de perros. Si Mary Jane tuviera que definir El Pozo, lo haría con el adjetivo de La Deep Web de Nueva York, tal vez incluso de todos Estados Unidos; pues si bien en todos lados había cierto mercado negro, ella no conocía ninguna ciudad de los Estados Unidos con una zona como aquella, donde todo era legal siempre que tuvieras dinero.

Mary Jane respiró hondo y apoyó su espalda en la fría pared de concreto de aquel oscuro callejón. Su contacto estaba tardando mucho más de la cuenta y eso generó cierta duda en su mente e inseguridades que podrían llevarla a cometer algún error. Como periodista, debía llegar hasta lugares que otros no pisarían. ¿Pero ir al Pozo? Incluso ella conocía perfectamente los límites como una periodista tenía, y eran más cercanos de lo que quería reconocer.

La mujer miró hacia la derecha, a la oscuridad de aquel túnel. Después miró hacia la izquierda, observando a la gente pasar por la entrada del callejón. Ya había quedado en otras ocasiones con aquel contacto en aquel callejón. Pero nunca fue para un pase para El Pozo.

Siendo periodista, Mary Jane estudió todo sobre El Pozo. No todas las personas del mundo podían entrar en aquel lugar. Solo aquellas con "un pase" podrían acceder sin ningún problema. El resto de personas que intentaran entrar, serían llevadas por el amargo y frío sabor de la muerte y desaparecerían completamente de la ciudad, algo que ya había ocurrido con anterioridad dentro de Nueva York y muchas personas desaparecieron sin que la policía pudiera encontrar un móvil sobre estas desapariciones o una conexión entre las personas desaparecidas, algo que ella logró tras embarrarse en aquel mundo que no debería estar pisando actualmente. Su vida estaba corriendo peligro solo por estar allí, esperando a un contacto que le daría un pase para acceder al lugar más peligroso de toda Nueva York. Un lugar del que podría no salir si cometía un pequeño error y terminara molestando a las personas que no debía.

Un repiqueteo la hizo salir de sus pensamientos. Mary Jane movió la cabeza hacia la derecha, despegando su espalda de la pared. Como una costumbre, llevó la mano al bolsillo derecho de su bolsillo de la chaqueta y mantuvo los ojos fijos en la figura que lentamente iba saliendo de la oscuridad. No le hizo falta estudiarla demasiado. Alta, de hombros cuadrados y anchos, el rostro oculto en una capucha que le impidió ver algo más que levemente su boca y pómulos cuadrados que la indicaron que probablemente bajo aquella sudadera, el cuerpo de un hombre se ocultaba de su mirada inquisitiva.

―Mary Jane Watson.

Mary Jane reconoció la amenaza velada con solo decir su nombre. Era, sin duda alguna para ella, un modo de indicarle que sabía todo de ella, probablemente incluyendo familiares y amigos cercanos, los cuales no eran muchos. Su tía murió hacía un año exactamente y no tenía demasiados amigos cercanos dentro de Nueva York. Peter era, probablemente, el único amigo cercano que tenía. Amigo con el que llevaba un poco de tiempo sin hablar, algo cerca de año y medio desde que terminaron su relación romántica.

―¿Lo tienes?―Mary Jane mantuvo sus ojos verdes como fuego griego en la figura intimidante de su contacto. Lo hizo en principio para que aquella persona no viera su miedo, para mantenerse como una figura erguida sobre aquella sensación extraña. Si mostraba algo de miedo ante la presencia de su contacto, probablemente sería devorada antes de tiempo y desaparecería del mundo. Se mantuvo de pie ante la amenaza y miró el movimiento del hombre cuando metió la mano en su bolsillo izquierdo del pantalón.

―Claramente, lo hago―el hombre sacó la mano. Sujetando con dedos gruesos, mostró a Mary Jane aquel "pase" que ella había comprado. Por cinco mil dólares, la pelirroja tomó aquella tarjeta de color negro como el mismo ébano. Sintiendo la rugosidad de dicha tarjeta, Mary Jane giró la misma y escaneó la parte trasera. No había absolutamente nada. Ni por delante ni por detrás, aquella tarjeta mostró algo que ella pudiera identificar o ligar hacia la persona que gobernaba sobre todo el crimen de Nueva York―. Esto es el "pase" con el que podrás acceder a El Pozo, Mary Jane Watson. Solo muéstrelo a la persona indicada y accederá al peor lugar de esta ciudad.

―¿Persona indicada?―la periodista alzó su ceja derecha―. ¿Qué persona indicada? Solo tengo esto y dudo mucho que los contactos a los que pueda llamar, me indiquen a quien mostrar esto para entrar a ese lugar. A pesar de los esfuerzos de la policía, nadie sabe donde puede estar ese lugar o quien podría llevarlos.

―Oh, eso es excelente. Nadie debería saber con quien contactar para que puedas entrar―el hombre rio secamente bajo la atenta mirada de Mary Jane. Saber sobre la ubicación de El Pozo, generaría en la persona que supiera del lugar un estrés extra sobre su mente. Sise le escapaba dicha información, Mary Jane no dudaba para nada que sería eliminado y cambiarían de ubicación de aquel lugar perdido de la mano de dios. Aunque ella no creía exactamente en dios―. Si supieras de alguien que pudiera colarte, probablemente no estarías hablando conmigo. Pero permíteme decirte, que realmente no estarías ni siquiera hablando con él. Esa persona es muy reservada sobre la ubicación de El Pozo y las personas que pueden acceder a él. De hecho, fue su mano derecha quien me dio esta tarjeta. Parece querer entablar una conversación con usted, después de enterarse de su trabajo por destapar al rey.

Aquello sonó como una amenaza completamente. Mary Jane no dudó que su contacto la estaba amenazando. Ella, como una periodista, había estado metiendo las narices justamente en sitios que alguien normal no se metería para obtener información. Movió hilos y contactos. Preguntó cosas y eso habría llegado sin duda a los oídos de ciertas personas que podrían haber decidido hacer de su vida un infierno. Si la mano derecha del Kingpin, su hombre de más confianza, quería hablar con ella directamente y sabía que estuvo buscando un "pase", esto podría llevarla directamente a la tumba antes de tiempo y no volvería a ver a nadie de su vida. Ni siquiera a Peter, uno de los hombres más importantes para ella.

Mary Jane respiró hondo y sacó de su bolsillo izquierdo un sobre blanco, grueso, que tendió hacia su contacto. Para su sorpresa, aquel hombre bloqueó el sobre con su mano y negó con la cabeza. Eso la hizo enarcar nuevamente la ceja, haciendo que subiera hasta perderse en su flequillo pelirrojo que cubría el lado derecho de su rostro.

―Es el dinero.

―Lo sé; pero el jefe dijo que es un regalo. Él ya me pagó el doble de ese dinero―admitió, dando un asentimiento.

Estas palabras crearon mayor duda en Mary Jane. La mujer volvió a meter el sobre en su bolsillo y miró con ojos entrecerrados a su contacto. Que hubiera obtenido el doble de dinero por darla un "pase" directamente de su jefe, creaba en ella una mayor duda y miedo ante lo que podría pasar si pisaba El Pozo. ¿Por qué la mano derecha del Kingpin quería hablar con ella? ¿Por qué le permitía entrar en un lugar que ella podría destapar si salía viva de allí? Esto último era una premisa poco probable. Si salía viva de El Pozo, sería con la seguridad de la mano derecha del Kingpin que ella no hablaría ni los delataría.

Con ese pensamiento, Mary Jane suspiró dejando escapar una enorme bocada de aire. Sus hombros bajaron y su cuerpo se destensó por unos segundos mientras sentía los ojos del hombre sobre ella, pero no de un modo libidinoso. Solo la estaba estudiando, como si esperara algo de ella.

―¿Desde cuando trabajas para él?

―Siempre lo hice―el hombre se encogió de hombros, riendo secamente. Pocas personas como él estaban lejos de la mano del Kingpin o sus compañeros. Y prefería serle leal al hombre criminal más grande de la ciudad, que ser un colador como alguno de sus compañeros―. Tengo claras mis lealtades. Ni siquiera un millón de dólares me haría traicionar al Kingpin. ¿Sabes por qué?

―Me lo imagino. ¿Morirás si lo traicionas?

―¡Ja! Eso sería muy sencillo, demasiado fácil para alguien como Kingpin, No, no me mataría Mary Jane Watson. Sería tan fácil que solo me matara, que ni siquiera él lo encontraría como un saldo de la deuda completo―Mary Jane sintió las palabras en su piel. A las pocas sílabas, con aquel tono, su vello corporal escaso se le puso de gallina. Un escalofrío recorría su espalda e, incluso, casi sintió un sudor frío sobre su frente―. Él lo que haría sería eliminar a mis seres queridos. Pero no con una muerte rápida. Ese no es su estilo. Los torturaría. Claramente esto correría de la mano de uno de sus tantos sicarios fieles. Después, si los mataría y me daría caza a mí, Mary Jane Watson. Y prefiero servirle que ver morir a mi familia y personas preciadas. E incluso paga bien por los servicios.

Mary Jane tragó grueso, asimilando aquellas palabras. Ella, como tantos otros periodistas y policías, sabía de lo que ocurría con las personas que traicionaban al mismo Kingpin. Era por eso mismo que Robbie había intentado disuadirla de seguir investigando sobre El Pozo y todo sobre el Kingpin. Pero ella era cabezota y mucho. Una vez una idea entraba en su mente, era poco probable que esta escapara de su mente tan fácilmente como había entrado.

―Es algo duro de digerir―el hombre miró el pálido rostro de Mary Jane, creyendo que estaba a punto de vomitar. Sería algo probable, si ella no hubiera visto las heridas que Kingpin dejó sobre Spiderman en uno de sus tantos enfrentamientos―. Espero comprendas ahora porque intentaré disuadir tu entrada allí. Mi jefe no se enfadará. De hecho, él aseguró que sería la mejor opción para ti. Y es la mejor que yo te ofrezco si quieres seguir completamente entera. Una vez entres, estarás en las garras del Kingpin por el resto de tu vida y no podrás escapar de él por más que quieras, por más que intentes esconderte.

―¿Intentas meterme miedo? Puedo con esto. Ya lo he hecho antes―Mary Jane recordó el aspecto de Peter cuando Kingpin lo golpeó. Apareció al poco en el jardín delantero de su casa, con el rostro lleno de cortes y la sangre goteando desde su labio destrozado. Fue sorprendente como aquel traje que llevaba, no quedó más destrozado de lo que estuvo en su momento, solo habiendo leves cortes―. Tomaré esto como era mi intención y nadie podrá echarme hacia atrás.

Eran palabras que salieron de su boca y Mary Jane las aceptó completamente frente a su contacto. Al menos, de forma exterior. Internamente sabía que la duda crecía y que llenaba su mente con cada segundo que pasaba y no era una persona que quisiera la muerte antes de tiempo. Si fuera así, se suicidaría en vez de dejar que un empleado del Kingpin la descuartizara o matara a algunas de sus personas queridas. Lo bueno de ello, era que Peter no caería tan fácilmente; no cuando él mismo era Spiderman.

―Solo intento meter sentido común en tu cabeza, Watson―el hombre rio con cierta burla. El sentido común en Mary Jane era completamente nulo a sus ojos y era una mujer demasiado aventurera. Nadie, de entre todas las personas que conocía, querría entrar en El Pozo de bunas a primeras a menos que realmente lo necesitara―. Pero es completamente imposible contigo. Tu cabeza es mucho más dura de lo que pensaba. Espero que salgas viva de ese lugar y nadie corte ese bello rostro. Sería una completa lastima si eso pasara.

Sorprendiendo al hombre, Mary Jane no reculó ante aquella amenaza directa. No creía que él la matara. No era un hombre que rompía su palabra y era algo que había mostrado en muchas ocasiones. De hecho, si hubiera querido matarla había tenido cientos de ocasiones antes que aquella en la que estaban ahora.

―Veo que ni siquiera un intento de amenaza hará cambiar tu parecer. Esta bien―el hombre suspiró. Sacó un teléfono de su bolsillo izquierdo y lo lanzó hacia Mary Jane. Ella lo atrapó con sus manos, dubitativa por ello―. En ese teléfono hay un número. Solo uno. Cuando quiera ir a El Pozo, solo llama y alguien más te llevará hacia el infierno de Nueva York. Todo se puede hacer en ese lugar. Todo se puede conseguir. Pero no hagas nada demasiado llamativo. Ya es extraño que el jefe quiera hablar contigo personalmente. Y él no es alguien que se reúna con personas desconocidas. Es muy desconfiado cuando quiere. Sin embargo, parece interesado especialmente en cerrar esta "investigación" que estas llevando a cabo. Estas yendo por un camino demasiado pedregoso y cualquier pequeña piedra puede hacerte terminar en un hoyo profundo.

Mary Jane miró aquel Nokia con tapa del año dos mil seis, aunque no sabía exactamente la fecha. Tampoco era como si ella supiera demasiado de teléfonos; pero sí sabía que aquel teléfono no tenía una conexión hacia la red, lo que lo hacía casi indetectable.

Tomando esos datos exactos, Mary Jane dedujo a los pocos segundos que el teléfono, sin duda alguna, era de prepago. Una vez usado, tendría que deshacerse del mismo para que nadie rastreara las llamadas que haría. En este caso, era a un capo criminal de Nueva York que gobernaba una ciudad criminal en los bajos fondos de la ciudad.

―Entonces esto es...

Mary Jane levantó la cabeza. No le pareció extraño que su contacto hubiera desaparecido tras darle el "pase" y un teléfono con el que contactar a su transporte hacia el lugar más peligroso de la ciudad. Así trabajaron las veces anteriores y era mejor para ambos. Ninguno estaba conectado y ella ya juró que no le causaría problemas cuando él cedió para trabajar a su lado. Y era una mujer que mantenía sus promesas en todo momento.

Con una respiración profunda, Mary Jane destapó aquel teléfono y vio la pantalla manchada de polvo y huellas, como si hubiera pertenecido a otra persona antes. Los números del teclado estaban semi borrados y tuvo que entrecerrar los ojos para descifrar cada uno de los dígitos. Por suerte, las teclas de dirección y el resto que necesitaba para encontrar el teléfono al que tenía que llamar, no estaban completamente borradas y podía verlas perfectamente.

Aunque, ¿debía llamar?

Las palabras de su contacto aun permanecían en su mente, clavándose como incesantes colmillos agudos que intentaban desgarrarla desde el interior. Una vez hiciera la llamada, terminaría entrando en un mundo del que no podría escapar completamente.

―De perdidos al río―murmuró, golpeando con su dedo pulgar la tecla verde. Llevó el teléfono a su oreja y, tras un pequeño tono, la línea hizo contacto con el dueño de aquel número.

―Mary Jane Watson―una voz masculina, con un tono divertido, recitó su nombre completo. Mary Jane no se sorprendió cuando el hombre mencionó su nombre―. Decidiste llamarme. Por extraño que te parezca, sabía que lo harías.

―Soy como un gato―ella respondió a las palabras con una voz calmada, oyendo una risa burlesca del otro lado―. Moriré por mi curiosidad. Soy una periodista del Daily Bugle.

―Oh, eso lo sé. J. Jonah Jameson siempre fue muy molesto y con toda la dirección nueva por Joe Robertson, no me es extraño que vuestra empresa entre en nuestro territorio. Pero es algo realmente peligroso, ¿lo sabes? Una vez entres en nuestro mundo, Mary Jane, no podrás salir, aunque lo quieras. ¿Estás segura de querer conocer el infierno de Nueva York?

Mary Jane tragó grueso. Respiró hondo, tomando una fuerte bocanada de aire. Aunque pareciera extraño, Peter Parker la había contagiado con su sentido del deber y con ese extraño valor que la impedía pensar demasiado en sí misma y más que no que estaba haciendo. Esta era una oportunidad de oro para descubrir más sobre el trabajo de Kingpin y su organización y no podía simplemente desaprovecharlo.

Si lo hacía, perdería todo lo que podría descubrir y las oportunidades así no aparecían a la vuelta de la esquina.

―Si, estoy segura.                   

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