20. Equipo

La oscuridad se cernió sobre Nueva York. La ciudad siempre brillante, ahora se encontraba completamente engullida por la oscuridad proyectada por las sombras. Un día oscuro. Una etapa oscura. La Balsa seguía vulnerable. Presos corrían por las calles de la ciudad sin miedo a que los héroes los detuvieran. No había rastro de los Vengadores, de Daredevil...o de Spider-Man. Ningún héroe estaba presente. Ninguno de los pilares de la justicia estaba en la ciudad. Todos habían desaparecido como si de humo se trataran. Las noticias estaban plagadas de asaltos, de robos violentos, de enfrentamientos que la policía no podía detener. Kingpin cayó y las principales cabezas del crimen organizado se alzaron para tomar un trono vacío, arrasando con todos los que estuvieran en su camino al éxito, al poder de la ciudad.

Y los civiles eran los más afectados en el conflicto.

De pie en una azotea, sin capucha alguna, Gwen permití a que la lluvia cayera por su rostro. Dorado y empapado, los mechones de su cabello caían aplastándose contra su piel, pegándose a ella. Cubierta solamente con una sudadera y unos jeans, su ropa quedaba pegada a su cuerpo permitiendo formar su figura femenina bajo la tela empapada. Pero no parecía importarle el estar completamente empapada, pudiendo caer enferma por neumonía. Sus ojos estaban clavados en una segunda figura. Como ella, no parecía darse cuenta del agua que estaba cayendo sobre él. Ninguno de los dos parecía percibir el agua que los estaba empapando. Ambos se miraban. Ambos se mantenían de pie, separados por un espacio de diez metros; espacio sin nada más que un suelo completamente húmedo, oscurecido por el agua.

El silencio los conectaba.

Formando una pequeña nube de vaho, el aliento escapó de la boca de Gwen repetidas veces. Su pecho subía y bajaba. La respiración entrecortada, la boca entreabierta...la chica había subido las escaleras hasta la azotea en un tiempo récord.

No tenían tiempo. No había tiempo. Nueva York no contaba con tiempo para mantener todo aquello bajo control.

―¡Debes ayudarme!

Un trueno engulló el grito agónico de la adolescente. Hubo súplica, hubo una necesidad apremiante en la petición. La otra figura lo sintió así. También lo asoció a una "orden" de parte de Gwen. El grito no fue una suplica o una petición, aunque el ligero temblor en el labio de la chica así lo indicaba.

―...

No hubo respuesta, ni buena ni mala. La figura mantuvo completo silencio. Observó el rostro de su interlocutora, de aquella que lo estaba instigando para actuar sobre la ciudad. Habían tenido una charla. Ella había tenido una charla completamente unilateral mientras él escuchaba, la oía gritar agónicamente, porque sus palabras estaban guiadas por la agonía del momento, por el sentimiento de perdición. Si Spider-Man aun estuviera, no acudiría a él. Nadie acudiría a él. Pero el arácnido abandonó la ciudad por cuatro días. Aquel era el quinto. ¿Los Seis Siniestros lo asesinaron finalmente? ¿Otto logró matarlo?

―¡Vamos!

Gwen intentó dar un amago, un paso hacia el frente. Ojos blancos la detuvieron. Era como mirar a la nada, a la muerte misma que le devolvía una mirada completamente fija, sin emoción alguna.

―...

La gente en Nueva York suplicaba por ayuda. Cada persona de a pie gritaba por sus héroes, porque los salvaran. ¿Pero donde estaban ellos? ¿Dónde estaban los Vengadores? ¿Spider-Man? ¿Daredevil? Ninguno de ellos estaba presente. Él no estaba presente, por la labor para ayudarlos a salvarse de sí mismos.

―Por favor...

Finalmente, Gwen no resistió más. O mejor dicho sus "piernas" no resistieron más. Con un ligero temblor, ambas extremidades inferiores cedieron y la chica cayó sobre el frío y húmedo suelo de la azotea permitiendo que su rostro fuera golpeado por las gruesas gotas de agua.

Estaba derrotada. Cualquier otra suplica que escapara de sus labios, sería completamente removida de los oídos de su compañero. Ella lo sabía, lo veía. Aquella cosa que lo cubría ahora había permitido que no le demostrara emoción alguna, que no actuara frente a ella como solía hacer. Incluso cuando...

―Gwen―lentamente la oscura sustancia se retrajo. Alargado, afilado, duro. Gwen vio el rostro de Naruto cambiado. Era distinto, muy extraño para ella. Si comparaba al Naruto de antes de La Balsa y al de ahora, la diferencia la encontraría en los ojos, en el rostro y gesticulaciones de este. Aquel brillo anterior había desaparecido completamente. El azul se había vuelto oscuro, como la noche sin estrellas, sin luna, como si hubiera sido engullido por un agujero negro. Los gestos...no era porque fueran distintos. Había una decaída de los mismos. No había gesto alguna. Ni la pequeña sonrisa que siempre le mostraba. No había nada del Naruto anterior al simbionte, a la operación autorizada por Fisk―. No soy un héroe. No trabajo gratis, no hago las cosas por los demás. "Héroes". ¿Dónde están ellos? La gente los necesita. Los niños los necesitan.

―Ellos...ellos...

―¿Salvando el mundo? ¿El universo? ¿Un caos en otra parte del planeta? Deberías guardar tus lágrimas, Gwen. No soy un héroe. Nunca fui un héroe.

―¡PERO LA CIUDAD TE NECESITA!

―Y yo los necesité a ellos―años de abusos. Fisk nunca lo golpeó, no directamente al menos. Sus tutores, sus maestros, aquellos que lo convirtieron en un completo asesino. Tenía cicatrices por cada centímetro de su espalda. Aun notaba los latigazos, oía el chasquido del látigo y sentía el escozor en la piel―. Los necesité y ninguno vino a salvarme, Gwen. Ni Capitán América. Ni Iron-Man. Ni Thor. Ninguno se preocupó por un pequeño niño que estaba siendo convertido en algo que no quería...en un asesino, en un mercenario.

Las palabras salieron sinceras, calmadas. Parecía un locutor de radio, alguien que contaba historias que parecían reales, que te sumergían en la misma historia, en la misma situación. Y dolieron mucho más que palabras dichas con un tono normal, uno calmado sin llegar a ser extremadamente calmado, extremadamente serio y frío como una daga. Pero aquella parte de la historia, de su historia, no podía contarse con palabras alegres. No hubo momentos alegres. No hubo risas. Dolor, sangre, sudor y lágrimas. Eso fue el pan de cada día, el segundo de quince años en los que Wilson Fisk lo educó para ser un mero mercenario, un títere que sería colocado como el Kingpin, una cabeza de turco.

―Naruto...

―Ellos no vinieron, Gwen. Ellos me dejaron a un lado y él me convirtió en lo que soy ahora. Soy un asesino, soy un monstruo―el sentimiento llenó aquella voz, aquellas palabras. El tono frío fue sustituido completamente por uno cálido, lleno de ira―. ¡Y por sus fallos, yo soy lo que soy!―podía ver un regreso a alguien oscuro, a alguien indeciso. El chico tomó de los hombros a Gwen. La chica vio la luz brillando en su mirada―. No soy un héroe, Gwen.

―Spider-Man te necesita. Yo te necesito.

―Actuar como un héroe no es lo mío. No soy un héroe y no lo seré jamás, Gwen.

La chica mordió su labio inferior. La palabra héroe estaba en todas sus frases, en todo su discurso. Desde el enfrentamiento que tuvo con Spider-Man, el rencor había crecido. El odio, el malestar con la palabra héroe eran claros. Todos podían sentirlo cuando mencionaba la palabra, cuando esta salía de entre sus labios.

―Si no quieres actúa como un héroe―Gwen comprendió lo oculto en las palabras, en las acciones, en la mirada de su amigo. No quería ser un héroe. No era un héroe. Él no iba actuar como un Vengador, como Spider-Man...a menos que ella le diera permiso para actuar como era, como lo habían educado. Naruto no quería ser un asesino y, para ella, no era un asesino. Si lo hubiera sido, Spider-Man estaría muerto, Frank Castle estaría Muerto y ella misma estaría muerta―; solo actúa como tú, Naruto. Como Naruto Uzumaki.

El cambio no fue gradual, fue directo, completo. Si ambos hubieran estado rodeados de personas, todos podrían haber notado en el cambio del muchacho. Y Gwen lo sintió así: un cambio directo y completo que se vería a kilómetros.

Orbes azules fueron envueltos en su brillo natural. El semblante frío cayó como una máscara fragmentada de porcelana hasta no ser más que un mero recuerdo. La chica vio como la comisura de sus labios se curvaba ligeramente y allí estaba la pequeña sonrisa que siempre le daba cuando estaba preocupada, cuando era molestada, cuando alguien la lastimaba.

Gwen cerró los ojos. Una mano cayó sobre su cabeza. Era tibia, cálida en el termino sentimental.

―Entonces cuenta conmigo...con nosotros.

F.E.A.S.T

El fuego estaba devorando el edificio. Partes del comedor social caían a la calle, ahuyentado a los transeúntes. Bomberos y policías intentaban acordonar la zona, rescatar a las personas de su interior y mantenerlas completamente a salvo. Pero las dificultades eran demasiadas. Criminales caminaban por las calles, obstaculizaban el avance de los bomberos. Los policías estaban ocupados intentando detener a los fugados. El soporte que daban al incendio era mínimo e ineficiente para un problema de tal magnitud. Solo los voluntarios parecían intentar mantener el orden en el lugar. Aun quedaban algunas personas dentro del edificio, siendo ahogadas por el humo y las llamas, siendo casi aplastadas por fragmentos de concreto y madera.

Como una enorme antorcha, la organización benéfica era el foco de interés actual en Nueva York. El humo (oscuro como una nube de tormenta) formaba una columna perfecta que llegaba al cielo nocturno neoyorquino. Podía verse a kilómetros y algún helicóptero de reporteros sobrevolaba la zona filmando el incidente, a la espera de que alguien ayudara en el rescate.

Pronto, murmullos recorrieron a la multitud de personas que estaban observando el incidente. Estos provenían desde atrás en la multitud y llegaron hasta el frente. Sobre la cabeza de los neoyorquinos, una figura recorrió una enorme distancia hasta una de las ventanas del edificio ardiente y, sin retroceder o pensarlo, atravesó la misma generando algunos gritos por parte del público.

Spider-Man quedó pegado a una de las paredes. El hombre araña movió la cabeza de un lado a otro angustiado. El fuego le obligó a saltar hacia otra de las paredes. Sentía el calor, como quemaba hasta el punto de atravesar su traje y rozar su piel.

―¡May! ¡May!

Angustia, urgencia. El grito llenó el lugar superando el crepitar de las llamas, el crujido de la madera.

―¡Aquí!

Siendo sujetada por un joven afroamericano, una mujer llamó la atención del héroe neoyorquino. Spider-Man cayó sobre una parte del suelo. Estaba en un piso superior y el tiempo era demasiado escaso. No podía cometer un error, no podía fallar. Si lo hacía, May y Miles serían devorados por las llamas y morirían.

―¡Hacia la ventana!

De la muñeca izquierda del hombre araña, una sustancia pegajosa se adhirió a la madera que crujía y caía hacia las llamas. Spider-Man se tiró al suelo. Sujetó con ambas manos la red e hizo fuerza para que tuvieran tiempo de escapar.

―¡May!

Mary Jane Watson apartó unos escombros. Miró hacia donde estaba Spider-Man antes de caminar hacia un pilar. Con fuerza, tiró este creando un puente que permitiría a May y el chico caminar hacia donde estaba ella y poder salir de allí.

―May. ¡Por aquí!

El tiempo apremiaba. Las circunstancias no eran las apropiadas para un error. No había un margen de error. Por la cabeza de Spider-Man ni siquiera pasó la idea de cometer un error. No lo pensó. Permitir que May y Miles escaparan de allí era su objetivo y lo estaba cumpliendo. Tirado, sujetando la red, el arácnido observó como primero May pasó por el puente improvisado y llegó hasta el otro lado. Eso causó un alivio para él y le permitió centrarse más en ayudar a Miles.

―Vamos Miles. Poco a poco.

Un crujido los alertó. Miles saltó el último tramo. Ayudado por Mary Jane, el chico logró superar el susto y el obstáculo. Respirando entrecortadamente, Miles agradeció a la mujer por su ayuda. Sentía el sudor cubriendo su frente, los pulmones gritando por oxígeno limpio. Su cuerpo e instintos le gritaban para que escapara a un lugar seguro, para que respirara bien.

Un crujido atrajo la atención de MJ y Miles.

―¡Cuidado!

El cuerpo le dolía. Su reacción fue lenta y el sentido arácnido no actuó con el tiempo que su cuerpo necesitaba actualmente. Debido a su enfrentamiento con Otto y los villanos, estaba herido y cansado hasta el punto de que fue sorprendido por el derrumbe del edificio.

Spider-Man fue aplastado. El trozo cayó sobre él y lo empujó hacia las llamas, partiendo al mismo tiempo con la fuerza de del trozo que caía y con la de su propio cuerpo la parte que usaba como sujeción.

―¡No!

Caía lentamente. Todo se había ralentizado. Veía a cámara lenta los rostros de MJ y Miles mirándolos, observando como caía a una velocidad superior a la que sentía. Decían que cuando alguien estaba a punto de morir en una caída, todo se volvía más lento. Y tenían razón...

[¡Odio el fuego!]

―Literalmente: me importa una mierda.

Spider-Man abrió los ojos. Sintió como alguien lo agarraba. Una voz conocida, ligeramente distorsionada, llenó su sistema auditivo. Todo ocurrió en un segundo.

―Deberías estar huyendo.

Se habían alejado de F.E.A.S.T para permitir la actuación de los bomberos y sanitarios. Spider-Man dejó caer su cuerpo en uno de los fríos escalones siendo acompañado por Mary Jane. Miles los había abandonado para buscar vendas y bebidas.

―Alguien necesita un poco de ayuda. Necesitas ayuda.

Una sudadera cubría su torso. El cabello formaba un moño en su nuca dando una frente más grande de la que tenía, permitiendo que su rostro fuera más afilado.

―¿Qué te hace pensar que necesito la ayuda de un empleado del Kingpin? ¿De alguien controlado por Venom?

―Eso me hiere un poco, ¿sabes? "Empleado". Fui hijo adoptivo de tu casi ejecutor. Fui entrenado y golpeado. Fui obligado a unirme a esta cosa...

[Tengo sentimientos]

―...y no fue por gusto. ¿Qué me dice que necesitas ayuda? ¡Mira Nueva York! Las calles están llenas de criminales. El Aliento del Diablo ha causado que muchas personas mueran o caigan enfermas. Claramente necesitas ayuda.

Los Seis Siniestros habían vencido a Spider-Man. Y eran ellos quienes gobernaban en el caos de la ciudad. ¿Aliarse con uno de sus enemigos? No era algo que haría en una situación normal. Podía con los villanos.

―Los he vencido antes.

―Antes no tenían criminales de La Balsa recorriendo las calles de Nueva York. ¡Ni siquiera había una agencia internacional de mercenarios intentando mantener la paz y logrando todo lo contrario!

―Lleva razón―Mary Jane suspiró. Ella miró a Spider-Man con cierto grado de lástima. Había una conversación que debían tener, palabras que debía decir. Pero si Peter estaba muerto, ¿se las diría a una tumba?

―¿MJ?

―La capitana Watanabe. El teniente Stacy. Nadie puede ayudarte en el campo directamente, no al menos contra ellos. Estaría mucho más segura si alguien hiciera equipo contigo, si alguien te ayudara.

―¿Lo vas a creer así? ¿Sin más?

―Cientos de lugares. Miles de escondites―Mary Jane miró hacia Naruto―. Tenía todo para escapar, para dejar que Nueva York se convirtiera en cenizas y huir de la justicia. Pero está aquí, te salvó y quiere ayudar. Yo le creo.  

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