17. Escape

El techo de la habitación era distinto al de la celda de aislamiento e incluso al de su celda regular. La cama era grande, no como una King size pero si el doble que su pequeño camastro en la celda. Incluso la cama (si es que podía llamarse así) de la celda de aislamiento era mucho más pequeña que el camastro de su celda regular. Eso por supuesto si la celda contaba con una cama, algo de lo que se vio desprovisto a las pocas horas de ingresar en la misma. El alcaide Walker había sido demasiado claro con sus palabras y acciones hacia él. Puede que anteriormente estuviera del lado del Kingpin; pero actualmente su compromiso con el gobierno se había vuelto reforzado gracias a su proyecto "Thunderbolts". No entendía como el presidente o sus consejeros habían dejado a un mero mercenario formar su equipo de antihéroes. Estaban dando el mando de villanos a un hombre que podría volverse un verdadero dolor de muelas si lo quería, algo que ya había demostrado en sus peleas con Capitán América, tanto con la versión de Steve como la versión de Sam Wilson. Y esto solo era una bomba que los mismos altos mandos se habían puesto ellos para que estallara. Solo era cuestión de tiempo. Los sueros imperfectos jamás crearon héroes y trajeron la desgracia al mundo.

La idea de que John Walker liderara un grupo de villanos con ínfulas de héroes por la ciudad, no era ni siquiera mínimamente atractiva. Muchos otros héroes lideraron grupos similares con resultados satisfactorios. ¿Pero que lo hiciera un antiguo trabajador de Kingpin? Eso solo podía traducirse en desastre. Un desastre que terminaría arruinando lo que quedaba de la reputación de los héroes y de la estabilidad de Nueva York.

Ante un posible enfrentamiento contra este grupo, el chico solamente intentó deshacerse del pensamiento y disfrutar de la sensación cálida del cuerpo que estaba a su lado. Giró levemente la cabeza y fijó sus ojos en el apacible rostro de Gwen Stacy. ¿Cómo acabaron en aquella situación? ¿Qué haría el padre de su amiga cuando se enterara? Probablemente podría disfrutar del cañón de una escopeta por el único agujero de su cuerpo que nunca había visto el sol.

Una visión desagradable.

Hacía al menos una hora que había despertado, dejando que diferentes ideas y pensamientos dieran vueltas por su mente a la vez que asimilaba lo ocurrido en aquella cama. Se había dejado llevar por la parte más salvaje de su ser, de los instintos que todo ser pensante reprimía hasta lo más profundo de su ser para no verse como un simple animal sin raciocinio. Pero cuando Gwen aceptó solamente se dejó llevar por los besos, las caricias y el frotamiento con el cuerpo de su compañero. Llevaba tiempo deseándolo y ahora lo había obtenido, manchando ligeramente su propio deseo. Ahora que obtuvo a Gwen, ¿qué podría esperar? ¿Qué esperaba ella? ¿Serían pareja? Mientras que él no tenía ninguna objeción, sus antecedentes no eran buenos y su historial de crímenes solo estaba siendo desenterrado. Wilson Fisk se había encargado de manchar sus manos desde que tuvo la edad suficiente para ser una mera marioneta del Rey del Crimen de Nueva York.

Aun recordaba los adiestramientos, la capacitación para convertirse en un asesino. Mientras que niños de su edad jugaban al futbol o disfrutaban de tardes de juegos, él se veía obligado a estar encerrado en la biblioteca aprendiendo todo el sistema nervioso del cuerpo humano y que puntos podía usar contra sus enemigos. A la tierna edad de siete años sabía perfectamente que puntos nerviosos presionar para inducir a su enemigo a una parálisis temporal o a la muerte más silenciosa posible.

Esos conocimientos no eran los que un niño debía poseer. Cuando finalmente terminó su formación en las artes shinobi impartidas por un miembro de La Mano, su "padre" lo inscribió en la mejor academia de esgrima y kendo del país, siendo incluso tan desesperado como para dejarlo dos años en japón aprendiendo sobre el arte de la espada y sobre su cultura.

Era japones, lo fue de nacimiento, ¿pero necesitaba aprender como usar una espada real? ¿Dónde apuñalar para que su enemigo muriera por desangrado y no por una muerte rápida? Podía usar un tenedor para matar a una persona. Sus manos eran capaces de tomar un ojo de la cuenca de su enemigo mientras este estuviera aún vivo y sintiendo como le arrancaban su visión con los dedos.

Sus deseos de ser un chico normal solamente fueron evaporados como el humo. Como si alguien hubiera soplado, sus sueños se esfumaron y se encontró siendo un hombre con cientos de muertes en sus manos. Muertes que pronto serían descubiertas y sería enviado a la silla eléctrica.

Wilson Fisk jamás fue alguien que se manchara las manos. Primero usó a Lester aka Bullseye y después lo usó a él, tanto para deshacerse de los enemigos que tuviera como para ocupar su papel como Kingpin ficticio y ser la cabeza de turco si en algún momento era detenido. Nadie podía colocarlo como el Kingpin, como el causante de cientos de muertes. O al menos no pudieron hasta que el hombre araña lo detuvo definitivamente con la ayuda de Watanabe una policía de Nueva York, una capitana que estaba dispuesta a hacer caer al rey y derrumbar su castillo. Algo que hicieron tras años detrás de él.

―¿Naruto?

El chico reaccionó a la suave voz. Delicadamente una mano acarició su pecho moviéndose suavemente, como si temiera lastimarlo o hacerle daño alguno.

―Gwen―carraspeó. Sentía la garganta seca, la boca agrietada aun cuando había tomado algo de "líquido", si es que podía llamarlo de esa forma.

―¿En que piensas? Te he mirado por unos minutos. Tus ojos han estado mirando un punto en el techo y tu rostro ha hecho algunos gestos graciosos.

No era un momento muy indicado para una risa y aun así ella rio ligeramente, a su lado, rozando con los labios su oreja hasta que pudo sentir el aliento resultante de la risa entrando dentro de su vía auditiva. Una sensación que lo hizo estremecerse por varios segundos.

―No hago caras graciosas, Gwen.

―Haces absolutamente las caras más graciosas del mundo cuando estas centrado, Naruto.

Como cualquier persona normal, no podía verse su propia cara cuando estaba pensando o mostrándose con un rostro serio y realizando las muecas divertidas que Gwen le estaba señalando. Si hubiera sido un mutante que pudiera clonarse, duplicarse o verse así mismo tal vez podría ver a que se refería su amiga. Otra opción por supuesto era verse en un espejo; pero debía ocurrir exactamente cuando hiciera las caras.

―No, no lo hago―refunfuñó, dejando que el ceño fruncido se marcara en su rostro. No le gustaba hacer caras graciosas. ¿Qué podrían pensar otras personas? Mientras que Gwen podría encontrarlo divertido, otras personas podrían verlo como un idiota. Y no quería verse como un idiota justamente cuando estaba pensando en cosas importantes.

―Tan susceptible―Gwen rodó hacia el lado derecho de la cama. Utilizando el movimiento, logró que sus esbeltas piernas cayeran por el borde de la misma hasta que sintió el frío suelo de aquella habitación bajo sus pies desnudos. Lentamente comenzó a cubrir su cuerpo con las prendas que anteriormente la habían vestido―. Aun tenemos cosas de las que hablar, aclarar...

Naruto no respondió. Mantuvo sus ojos fijos en el techo, permitiendo que Gwen viera su torso desnudo, desprotegido de la fina sábana que los había protegido con anterioridad.

―No voy a responder nada diferente o darte más información―el rechinar de la cama acompañó los movimientos del preso―. Ya di mis respuestas. Ya te dije lo que te tenía que decir―lentamente tiró del pantalón de su uniforme de presidiario hacia arriba, subiéndolo por sus piernas―. No hay nada más que podamos discutir o una respuesta que vaya a darte.

Cuando Naruto quedó de pie dándole la espalda, Gwen miró las cicatrices que la cubrían. Había pequeñas, medianas y algunas más grandes, pero todas eran notorias incluso con la escasa luz de aquella habitación, como si hubieran sido hechas para que cualquiera las pudiera ver en todo lugar posible.

Ver aquellas cicatrices la hicieron recordar en el estado que lo encontró: tirado en el suelo, con la espalda pegada a la pared y rodeado de cuerpos inertes. Recordaba perfectamente la sangre goteando de su rostro cortado, de sus manos desnudas. Pegada a la piel por la sangre, la ropa fue casi imposible de quitar por sus manos en un intento de ayudarlo y aun no sabía como los médicos pudieron hacerlo. Tal vez usaron tijeras.

―¿Quién...quién te dejo en ese estado?

El chico detuvo sus movimientos por unos segundos, dejando la camiseta en sus brazos justo cuando iba a pasar la cabeza por el agujero de la misma. Él sabía perfectamente a lo que se refería Gwen con aquella pregunta. Sabía al momento exacto de su vida.

―No quiero hablar de eso ahora.

―Pero...

―Gwen. He crecido bajo el dominio del Kingpin. Los enemigos del Rey del Crimen no son angelitos y uno de ellos me dejó en el estado que me trajo aquí.

Aquella pelea arruinó su vida porque lo unió a un simbionte, porque lo llevó a La Balsa junto al Kingpin y muchos de sus hombres. Si Wilson Fisk quería podía asesinarlo, eliminarlo completamente y hacerlo desaparecer de la faz de la Tierra.

―¿Fue tan grave, tan traumático?

―No tengo un trauma con esa pelea. No me importa esa pelea. Salí vivo, estoy vivo. Lo demás no importa.

Gwen Stacy mantuvo el silencio. Miró como la camiseta cubrió las cicatrices, como la tela se pegó al trabajado torso de Naruto hasta que sus bíceps hicieron imposible que la tela quedara suelta alrededor de sus brazos. Aquella ropa no era de su tal. ¿Habría hecho más ejercicio dentro de la prisión? No sería algo extraño. Incluso lo encontraría normal. Muchos presos dedicaban su tiempo a entrenamientos o a formarse académicamente, siempre que no fueran grandes mentes criminales o poderosos supervillanos.

Pero sus pensamientos no se tradujeron en palabras. Antes de que pudieran hacerlo, un temblor sacudió la habitación en la que estaban, tal vez toda la prisión.

―Eso...no ha sido un terremoto.

La alarma corroboró las palabras del muchacho. En unos segundos, la puerta fue abierta abruptamente por dos enormes guardias.

―¡Ey! ¡Ponte de rodillas, las manos a la espalda!

Naruto respiró hondo, con calma. Miró de reojo a Gwen, quien fue atrapada por uno de los guardias. Obedeciendo se dejó caer sobre sus rodillas y colocó las manos detrás de su cabeza. No quería causar problemas a su amina, no cuando podía verse perjudicada si actuaba de una forma prematura y apresurada.

―Si yo fuera tú no tocaría a la chica, bastardo

No fue una amenaza velada ni intentó ocultar que estaba amenazando al guardia que estaba sujetando a Gwen con sus gruesas manos. Ni siquiera le importaba que las cámaras lo estuvieran apuntando y todo lo que dijera e hiciera fuera guardado. Si el hombre intentaba pasarse de listo, podría darse por muerto.

―¡Guarda silencio, bastardo!―el segundo guardia lo empujó contra el suelo. Usando su pesado cuerpo detuvo cualquier movimiento que pudiera hacer―. Mantente quieto. ¡No te...!

Zoom

Una onda golpeó al hombre. El guardia salió disparado hasta estrellarse con la pared quedando inconsciente, con sangre manchando la comisura izquierda de su boca.

―Shocker.

El villano bajó el brazo derecho. Cubriendo sus antebrazos, Shocker llevaba sus guantes sónicos que completaban su uniforme de villano y su nombre de Shocker.

―Vamos. Tu padre quiere verte. Es hora de salir de este lugar.

Había sabido que su padre adoptivo tenía un plan de huida, uno de escape. ¿Pero era ese el momento en el que el Kingpin quería escapar de La Balsa? No, aquello no era un plan de su padre adoptivo, era más bien un evento no precedido que adelantó los propios planes del Rey del Crimen y quería aprovecharlo completamente.

Lentamente se puso de pie. Lo hizo paso a paso, segundo a segundo. Por el rabillo del ojo miró a Gwen. Vio su rostro asustado, indescriptible. Ella estaba congelada, asustada por la presencia de Shocker, la derrota de los guardias y su próximo secuestro. Shocker no la dejaría huir. Su padre la mataría, la usaría como un rehén para detener cualquier movimiento de George Stacy.

―¿Esto es cosa de mi padre?

―No. Un lunático esta reuniendo a villanos para detener a Spiderman, para poner a Osborn en su lugar.

¿Otra persona había atacado La Balsa? ¿Estaba liberando a villanos? Los enemigos de Spiderman eran muchos, molestos y caóticos. Al menos conocía a varios allí dentro: Scorpion, Buitre, Rhino, Electro, Sr. Negativo...incluso su padre estaba en el lugar, esperando para escapar.

―Ya veo―bloqueó el chasquido con un tono más fuerte de su voz. Negro como una noche, el bastón del guardia brilló levemente por la luz de la habitación―. Entonces no sentiré lástima por lo que voy a hacer.

―¿Qué vas a...?

Shocker abrió los ojos detrás de su máscara. Por inercia levantó ambos brazos y sintió como el metal golpeaba sus antebrazos. La fuerza del brazo que ejecutó el movimiento lo empujó hasta que la pared lo detuvo, haciéndolo gemir de dolor, sentir que todo el aire escapaba de sus pulmones.

―¡Bas...!

No pudo terminar su injuria. Sintió un segundo golpe, este directamente contra su sien. La negrura ocupó completamente su visión y se dejó llevar por Morfeo.

―Shocker es un simplón, un pequeño pez―un segundo bastón se desplegó―. Gwen. Debes ir a la salida―Naruto se giró. Clavó sus ojos en los de su vieja amiga―. Este lado te llevará directamente hacia la salida. Los presos no irán por aquí. Spiderman aparecerá. Yo debo evitar que cierto hombre escape de este lugar. Voy a encargarme de que se pudra, que se vuelva polvo.

―¿No vas a escapar? Tienes la oportunidad. Naruto puedes escapar...¿y perseguirás a Wilson Fisk en su lugar?

Ambos se miraron. La mirada de él se perdió entre sus gruesos mechones rubios, sucios por el tiempo de haber estado preso. Ella lo miró directamente, mordiendo su labio inferior. Quería llevarlo, sacarlo de La Balsa. Si él seguía allí dentro sería asesinado cualquier día.

―Gwen. No soy un héroe. No soy Spiderman, Ironman o el Capitán América. Los niños no me alaban, no piden mis autógrafos. Soy un simple preso, un simple vagabundo acogido en una casa ajena, un huérfano al que un héroe jamás miraría directamente―el bastón golpeó su hombro ligeramente―. Pero yo voy a evitar que Kingpin vuelva a las calles, que causa más problemas. No quiero que los policías que lo detuvieran tengan que sufrir por su escape, por sus familias. Kingpin no perdona. Evitaré eso deteniendo sus planes.

Ese era su objetivo. En lo más profundo de su corazón, brillaba algo de heroísmo. No era un héroe. No era un villano. Solo era un joven que intentaba sobrevivir en aquel cruel mundo rodeado de personas malas y héroes egoístas.

―Lo haré por ti.

Gwen retrocedió. Naruto pasó sobre ella. Segundos después un quejido se oyó por el pasillo y se apagó a los pocos segundos. Un preso cayó a los pies del Uzumaki.

―¡Vete!

―Pero...

―¡Ahora!

Podría ser considerado como un antihéroe, como un mercenario o un asesino a sueldo. En sus casi veinte años de vida nunca llegó a matar a una mujer, a un niño o a un anciano. No estaba dispuesto a hacerlo ni siquiera por cientos de millones de dólares. Tal vez, y solo tal vez lo haría si esas personas no eran lo que eran: un nuño mutante capaz de asesinar un planeta, una asesina a sueldo dispuesta a matar a cualquier persona, un egocéntrico millonario anciano con tanto dinero que creía ser intocable. Siempre había unas excepciones.

Él solo quería corregir sus pecados.      

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top