15. Reflexión

Como hija de un capitán de policía, Gwen Stacy había crecido siguiendo las normas, siendo sermoneada por su padre cada vez que escogía un camino que no estaba dentro de lo moralmente correcto. No tuvo una adolescencia normal y su paso por la secundaria fue de todo menos ordinario. Ni siquiera pudo tener amigos de una edad parecida a la suya porque no estuvo demasiado tiempo asistiendo al instituto. Habiendo nacido con una inteligencia por encima del promedio, no tardó en ser llevada prematuramente a la universidad y, a sus diecisiete años, estaba cursando finalmente el último año de la carrera de ciencias que tomó a pesar de las quejas de su padre, quien no estaba demasiado contento conque fuera una afamada científica.

Fue en una de las dos cosas que ella como única hija no siguió como dictaba la regla. No iba a ser una agente de policía como su padre y abuelo, rompiendo con la tradición familiar y siendo una científica en lugar de una policía como a su padre le hubiera gustado. La otra cosa que no siguió, fue alejarse de su único amigo, de aquel chico que ahora mismo se estaba pudriendo tras las rejas por oponerse a la ley y por ser hijo del mayor criminal de la ciudad: Wilson Fisk, alias Kingpin.

Como a todos, a ella le pilló completamente de sorpresa que el afamado y caritativo Wilson Fisk fuera realmente el Kingpin, el Rey del Crimen dentro del oscuro mundo de Nueva York. Esto la llevó también a sorprenderse al ver como su mejor y único amigo, Naruto Uzumaki, era detenido como un super villano por haber utilizado al simbionte conocido como Venom y por haber peleado contra Spiderman, llegando casi a matarlo. Por supuesto, esto no fue por lo único que fue detenido. Según su padre, Naruto había operado como el Kingpin durante todo un año. Mató, traficó y secuestro a lo largo de trescientos sesenta y cinco días, todo mientras estaba oculto en "El Pozo", el peor lugar que una persona de bien pudiera visitar.

En un principio, como toda buena amiga, dudó de las palabras de su padre, un hombre sobreprotector que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, su única hija. Pero George Stacy no era un hombre que reflexionara y era incluso mas testarudo que ella. Siendo capitán de la policía de Nueva York, su padre le presentó todas las pruebas que había en el caso contra los Fisk, donde estaban incluidas aquellas pruebas que ligaban a su mejor amigo con el crimen organizado. ¿Y cómo podía ella negarse a lo evidente, cuando lo estaba mirando con sus propios ojos mientras su padre hablaba sobre la decepción que sentía sobre el futuro de un chico que parecía bueno? Era su amigo, había sido su mejor amigo...y simplemente todo era una completa farsa, una fachada. ¿Dónde estaba aquel chico que la ayudó cuando la estaban acosando? ¿Dónde estaba el chico que siempre llegaba con un cubo de helado cuando estaba deprimida? Como el humo, la imagen de Naruto desapareció para ser reemplazada por la del hijo del Kingpin: un chico cruel dispuesto a asesinar inocentes.

Ahora ella, Gwen Stacy, estaba completamente aferrada a la nada. Naruto había sido un pilar importante en su vida, un apoyo que siempre estaba cuando lo necesitaba y el mundo decidió cambiarlo completamente y quitarlo de su lado, aunque lo siguiera necesitando. Naruto desapareció y ahora solo quedó ella, sujetándose a la misma nada, al aire. ¿Quién la mantendría ahora de pie? ¿Quién la levantaría cuando se cayera y nadie estuviera dispuesto a ayudarla? Él había sido su único amigo, su compañero por unos años. Y ya no podía acudir a él porque estaba en prisión, siendo considerado como un preso peligroso por lograr poner en aprietos al mismo Spiderman y por no reconocer sus errores. Su amigo estaba siendo tratado como un psicópata, como un completo loco.

Y ciertamente podrían tener razón.

Naruto Uzumaki siempre fue para ella un chico bondadoso, el típico chico malo de apariencia que luego mostraba su lado bondadoso sobre los demás. Pero aquel lado bondadoso simplemente desapareció y solo quedó aquel chico malo que se volvió mucho más malo aún, llegando a matar cuando lo requería.

Su vida, su simple vida de chica de diecisiete años, se vino abajo junto con la vida de su mejor amigo. Perdió al único chico por el que mostró interés, al único chico que su padre permitió estar a su lado.

―Esto es una mierda.

Gwen tiró la mochila sobre la cama de su cuarto. Desde que Naruto fue preso a La Balsa, estuvo pensando demasiado en él, en todas las posibilidades para salvar su relación amistosa. ¿Pero como podría seguir siendo amiga de un chico que había estado preso en una prisión de máxima seguridad? Ni siquiera sabía si saldría de aquella prisión o estaría encerrado de por vida esperando a una pena de muerte. No conocía ni siquiera la sentencia que había caído sobre Naruto, la cual podría haber estimado que su amigo estuviera cientos de años entre aquellas cuatro paredes.

―Eso si no escapa.

Fueron pocas las veces que alguien escapó de La Balsa, pero había un registro con todas las ocasiones. Siempre hubo alguien que ayudó a alguien del interior, ocasionando una fuga puntual de algún villano, normalmente relacionado con Spiderman. No era extraño ver a Rhino, El Buitre, Shocker, Escorpión o Electro luchando nuevamente contra el héroe de temática arácnida, haciendo demasiado obvio que La Balsa contaba con algún tipo de falla dentro de su sistema de seguridad, aunque nadie recalcó en ello ni metió el dedo en la llaga. Nadie en toda la ciudad lo hizo de todos modos.

Sabiendo que Naruto tenía posibilidades de escapar, solo le quedaba preguntarse si lo haría. No reconocía al chico allí encerrado, al joven que su padre, junto a Watanabe, detuvieron para encerrarlo por sus crímenes dentro de La Balsa, así como el uso del simbionte. No era el chico que ella conoció, que la ayudó cuando más lo necesitó. Naruto podía escapar, podría aprovechar cualquier fuga para huir y tomar el papel de Kingpin como hizo durante el último año. ¿Qué se lo impedía de todos modos? Ser optimista no estaba dentro de sus planes y no pensaba ver a su viejo amigo como alguien que pudiera buscar redención o el perdón mismo. Ya no veía a Naruto de esa manera, no lo veía como el chico que fue ni se engañaba ante la posibilidad de que hubiera sido controlado por el simbionte que retiraron de su cuerpo. Era, claramente, una posibilidad, pero una demasiado remota a la que no se aferraba en ningún momento ni pensaba hacerlo activamente. Para ella, Naruto Uzumaki simplemente era otro criminal más al que tomar en cuenta hasta que diera señales de lo contrario, y dudaba demasiado de que eso pasara.

―¿Por qué, Naruto?

Allí estaba la pregunta. ¿Por qué? ¿Por qué se dejó envolver en la oscuridad? ¿Por qué se dejó convencer para ser el Kingpin? ¿Por qué usó el simbionte y peleó contra Spiderman? ¿Todo fue una simple fachada? ¿Siempre fue el villano del cuento? El único que podría responder a aquellas preguntas, estaba lejos de ella, encerrado en La Balsa, oculto de cualquier persona que quisiera hablar con él. Y su padre no la dejaría ni acercarse a dos metros del chico. Antes la mataría para que no tuviera un vis a vis con su viejo amigo. Pero necesitaba una respuesta a aquellas preguntas. Necesitaba una respuesta a sus inquietudes, a sus miedos. Como una droga ella necesitaba las respetas a las preguntas que acosaban su mente constantemente. ¿Cuántas horas había dormido? Ni siquiera podía prestar atención con claridad a las clases, las cuales estaban siendo un infierno para su mente poco descansada. Ojeras ocuparon su posición en su rostro cada vez más demacrado.

―Necesito unas respuestas―se echó sobre su cama, sintiendo como el colchón se hundía bajo el peso de su cuerpo. Estaba cansada; cansada de aquella situación, de aquellas preguntas que, como agujas, se clavaron su mente, atravesándola con aquel lacerante dolor que le recordaba constantemente que necesitaba calmarlo a toda costa―. ¿Por qué lo hiciste, Naruto? ¿Qué ganabas siendo Kingpin? ¿Qué ganabas siendo Venom? ¿Qué ganabas peleando contra la ley? Mierda, ¿qué ganabas siendo el criminal? No lo entiendo, no lo comprendo y necesito hacerlo. ¿Dónde se fue aquel chico del que...me enamoré? Joder...

Gwen enterró el rostro contra la almohada. Pronto sintió como la tela de la misma comenzó a humedecerse. ¿Estaba llorando? Por supuesto que estaba llorando. Llorar en vez de gritar. Parecía un buen camino a seguir para que su padre no subiera a su cuarto para tener otra discusión. Llorar en silencio y completa soledad era lo que había hecho a lo largo de los años. ¿Por qué no podría hacerlo una vez más, esta vez por el chico que pudo ser y no fue? No era algo nuevo y estaba acostumbrada a que su rostro fuera surcado por las lágrimas. Ocultaría los ojos rojos y el rostro demacrado y el capitán George Stacy jamás sabría que lloró por un delincuente que amaba.

Tendrían otra discusión. Si su padre se enteraba de aquellos sentimientos, entraría en cólera. Cualquier persona lo haría. ¿Quién en su sano juicio se enamoraría perdidamente de un delincuente? Ella no lo hizo conscientemente. Su amor fue siempre para aquella imagen de chico bueno que le mostró, para el Naruto que estuvo a su lado como un grueso e indestructible pilar que la sostuvo cuando estuvo a punto de caer. No, sus sentimientos no iban para el Naruto Kingpin o el que fue Venom por un tiempo limitado. Aquel otro Naruto ni siquiera estaba en sus pensamientos, por más que intentaron ingresarlo a la fuerza para que abriera los ojos. Pero no quería abrirlos. Estaba bien con el Naruto sonriente, con el chico que la ayudó en cada uno de sus problemas. Aceptar que ese Naruto solamente era una ilusión, la destrozaría y lo sabía mejor que nadie. Y no quería eso; pero su padre no parecía verlo. Empeñado a hacerla ver la realidad, George Stacy había dejado sobre su mesa aquel folder con los papeles que mostraban los actos criminales de su interés amoroso. Lo hizo a para que ella viera la realidad; pero estaba reacia a ver la verdad. No quería hacerlo, estaba bien como estaba.

―Naruto―Gwen restregó su rostro por la almohada. Los párpados le pesaban y el cansancio estaba haciendo, finalmente, mella en ella―. Yo...quiero...no sé...

La Balsa/Celda de aislamiento

Golpes constantes se oían desde el interior de una de las celdas de aislamiento. Eran constantes, incansables, sin modulación en su intensidad durante varios segundos, generando un sonido que reverberó por el pasillo de aquella sección de la prisión, alertando a cualquiera que pudiera oírlo de que alguien estaba peleando o entrenando. Cuando alguien era encerrado en una celda de aislamiento, no tenía mucho que hacer a parte de leer, estudiar o entrenar. Aunque no lo pareciera, el mejor momento que un preso podía usar para fortalecer la mente y el cuerpo era justamente cuando era encerrado en una celda de aislamiento, justo como Naruto comenzó a hacer cuando fue llevado a aquella habitación de seis por seis, si es que no se equivocaba de las medidas.

Golpe a golpe, el chico comenzó a mostrar en sus nudillos la sangre fresca, la piel despellejada y los huesos bajo la misma piel a la vez que dejaba las redondas marcas de sangre sobre la dura y fría pared. Había golpeado aquella pared por aproximadamente dos horas y media, sin detenerse, sin frenar ni uno de sus golpes. Para él, era una medida de calmar su mente, de enviar las preguntas a lo más profundo y de esquivar los miedos que azotaban su alma.

Los golpes se detuvieron cuando un crujido llenó la habitación. Apretando los dientes, Naruto miró su mano izquierda. Un mal golpe. Azotó el puño contra la pared y, finalmente, la extremidad cedió ante su insistente envite.

―¡Joder!

Bajó el brazo y disparó el derecho contra la pared. En esta ocasión no hubo crujido, ni siquiera sintió nada en lo absoluto. Con su puño derecho, golpeó el mismo punto que con el puño izquierdo usando la misma fuerza. En esa ocasión, su brazo no cedió.

―Mierda―Naruto miró su mano destrozada. Temblaba, todo su brazo lo hacía―. Tal vez di con más fuerza, ¿no?

Así como con Frank Castle, él fue encerrado en una celda de aislamiento en un pabellón completamente aparte, a unas celdas del enemigo familiar, si es que podía considerar a Punisher como su propio enemigo. Al contrario que Wilson Fisk, él no tenía nada en contra del ex marine. De hecho, consideraba al hombre como una figura que admirar. Perdió a su familia, asesinada por la Maggia, y luchó contra el crimen organizado haciendo uso de sus recursos y habilidades como un marine, llegando incluso a pelear mano a mano contra el imperio del Kingpin. Eso era algo que muchos deberían admirar y respetar. Frank Castle no era un hombre temeroso de la ira del Rey del Crimen ni de sus aliados.

―Tendré que esperar a salir de esta hermosa celda para que los médicos me atiendan―cerró la mano con fuerza, produciendo un ligero crujido en el proceso, así como un calambrazo que recorrió su espalda―. Mandaré esta mierda de dolor a lo más profundo―se colocó en una postura de boxeador―. Siempre lo hizo.

Usando la pared frente así, luchó contra los miedos que azotaban su alma y corazón desde que fue preso a La Balsa...no, desde que Wilson Fisk lo nombró como el Kingpin sustituto. No tenía miedo a que lo mataran, a que alguien intentara ejecutarlo como lo intentó hacer Punisher. Que lastimaran a Fisk no le importaba lo más mínimo, así como tampoco le importaba pelear constantemente contra criminales por su propia supervivencia. Llevaba sobreviviendo desde los cinco años, siendo un preso de los deseos y anhelos del gran Wilson Fisk.

Su miedo estaba dirigido a otra persona: Gwen Stacy. Cuando fue preso, su nombre se filtró entre los medios y no tardó en llegar a los restos de "El Pozo", así como a los enemigos del Kingpin. Poco después, toda su información personal se esparció como la peste entre criminales de poca monta y los altos capos de la mafia neoyorquina, desvelando todas las personas que le importaban y que eran sus puntos débiles. Y Gwen Stacy era su mayor punto débil en la actualidad, una persona que él no quería ver envuelta en el caos que seguiría a la detención del Kingpin, tanto del segundo como del primero.

Pero ¿qué derecho tenía él a preocuparse por Gwen, cuando no contó con ella para lo que hizo? ¿Qué derecho tenía él a poner en peligro a la única amiga que tuvo a lo largo de su infierno personal? Iba a arrastrar a Gwen a un infierno de sangre y sería completamente el responsable de todo lo que le pasara, así fuera la rotura de una sola uña.

―¡Joder!

No se inmutó cuando su puño chocó contra la pared. No mostró emoción alguna cuando un latigazo de dolor subió desde su mano izquierda hacia su hombro, como recordatorio de los huesos destrozados. Ni siquiera externalizó el dolor en una sola mueca de su rostro. Era su castigo, su penitencia por permitir que Gwen corriera peligro por sus malas decisiones. Su pecado personal.

―Mierda―Naruto golpeó nuevamente el puño izquierdo contra la pared, como si se hubiera vuelto un fetichista del dolor―. Mierda, mierda, ¡mierda!

Una y otra vez, golpeó el puño contra la pared, siempre en el mismo punto, con la misma intensidad y con la misma extremidad, como si su mano no se hubiera fracturado momentos antes de aquel arrebato de ira. Pero no le dio importancia al dolor o al hecho de que estaba destrozando todo su brazo izquierdo. ¿Perder un brazo como castigo por poner a Gwen en peligro? Era muy poco a pagar por el sufrimiento que había dado a su amiga.

―¡MIERDA!

Detuvo los golpes. Sangre goteaba desde la mano, escurría hasta empapar la muñeca y el antebrazo. Había convertido aquella sesión de entrenamiento en una carnicería para su propia mano, como si se hubiera vuelto un amante del dolor, porque ni siquiera un grito escapó de sus labios.

No se merecía la comprensión de Gwen y ella no merecía el peligro en la que la había puesto.

―Si alguien le hacer algo―cerró la mano siniestra a pesar del dolor, formando un puño sangriento―; juro que lo mataré.

Ella no merecía todo aquello que la estaba haciendo pasar. Gwen no se merecía las mentiras, los engaños a los que fue sometida. Ni siquiera merecía haber perdido a su único amigo, como si él hubiera jugado con ella.

Era una mierda de persona.   

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