C11. Ataque
Konoha
Era un nuevo día en Konoha. Desde primera hora de la mañana, la lluvia caía por toda la aldea, haciendo que poca gente saliera a la calle aquel día. Aun así, los negocios, restaurantes y edificios públicos estaban abiertos a la necesidad de los aldeanos.
Los ninjas hacían su trabajo, tanto con las misiones como con la guardia en la muralla. Lo que no sabían era que aquel día, tendrían más trabajo que nunca.
A lo lejos, uno de los guardas pudo divisar a una persona. Ésta caminaba con lentitud, un paso torpe sobre otro, intentando mantener el equilibrio. La sangre seca manchaba su pelo, su cara y sus ropas, pero la lluvia estaba ayudando a quitarla.
Aun así, podían verse profundos cortes por todo su cuerpo y cara, sus delgados brazos y sus mejillas marcadas indicaban que había perdido demasiado peso, y eso no era todo. Unos brillantes ojos rojos se escondían tras su largo flequillo.
Uno de los ninjas reconoció la capa que portaba, por lo que mandó a otro que fuera a avisar a la Hokage con urgencia. Tsunade, ya informada del sujeto y las sospechas de su identidad, salió de la Torre Hokage en dirección a la entrada de la aldea. Había mandado llamar al equipo 7 y a algunos otros Jounin para ayudar en el peor de los casos.
Al llegar, la Senju enfocó su mirada en el sujeto, que seguía caminando lentamente debido a sus heridas. Su capa negra de nubes rojas estaba hecha jirones, dejando ver su torso lleno de heridas. Entonces, Kakashi junto a Sakura, Sai, Yamato y, sorpresivamente, Itachi, aparecieron tras la Hokage para verlo.
—¿Naruto?—preguntó Sakura con intenciones de acercarse, pero Itachi agarró su brazo, impidiéndoselo.
—Que nadie se acerque—avisó Itachi—. Manteneros alejados.
En el momento en el que el akatsuki llegó hasta la puerta, se paró para desconcierto de los demás. Sin embargo, levantó la mirada, mostrando sus ojos rojos reflejando un Sharingan y una sonrisa torcida que expresaba la más pura maldad. Todos los presentes se asustaron y el sujeto comenzó a reír.
—Es hora de que Konoha desaparezca—habló con una voz que no parecía la suya.
Justo segundo después su cuerpo comenzó a rodearse de una capa de chakra rojiza que alarmó a todos los shinobis. Tsunade ordenó a los ninjas que llevaran a los civiles hasta las guaridas para que no sufrieran daños. Otros ninjas intentaban atacarlo, pero no parecía afectarle. Poco a poco, su capa de chakra añadía más colas, preocupando a Tsunade y al equipo 7 que no sabían qué hacer.
—¡Naruto, escúchame!—lo llamó Kakashi, pero ni si quiera se dignó a prestarle atención.
—Es inútil. Está metido en un genjutsu y seguro que ha sido obra de Madara... Si no lo paramos ya, esto podría convertirse en un nuevo ataque del Kyubi—comentó Itachi alarmando aún más a los shinobi.
Obviamente, nadie quería que pasara eso. Por lo que, en el peor de los casos, si llegara a ser demasiado fuerte, la única solución sería matarlo. Kakashi y Sakura lo sabían, pero no iban a permitirlo.
Tsunade tensó la mandíbula, desesperada y mandó a un escuadrón de sellado para crear una barrera tras él. Sin embargo, Naruto desapareció de repente dando un golpe a la Hokage y mandándola a metros y metros de distancia. Todos los jounin se sorprendieron y se pusieron a la defensiva. El Uzumaki ya iba por la séptima cola, lo que lo hacía aún más rápido y aún más fuerte. Kakashi, Sakura, Sai e Itachi fueron a atacarlo en conjunto. Tenían que deshacer el genjutsu y el único capaz de hacerlo era el Uchiha.
El primero en atacar fue Sai, que mandó tres leones de tinta para despistar al akatsuki. Naruto los deshizo rápidamente, pero no se esperó un puñetazo de Sakura que lo estrelló contra la pared. Entonces Kakashi usó un jutsu de Suiton para desestabilizarlo. El dragón que había formado lo estrelló de nuevo contra la pared, pero el agua que lo tocaba se evaporizaba casi instantáneamente.
Recuperado del golpe, Naruto hizo su siguiente movimiento. Con la misma rapidez, formó un Rasengan de color negro opaco en su mano, dispuesto a hundirlo contra su antiguo sensei, que no lo vio venir. Pero varios kunai se enterraron en su piel, haciendo cambiar de objetivo. El que ahora buscaba era Itachi.
En el momento que venía a por él, Itachi esperó el momento adecuado para liberarlo del jutsu. Pero otra técnica hizo imposible la estrategia cuando mandó a Naruto a los aires con un jutsu de dotón. Un jounin con aires de grandeza se había interpuesto en el ataque asegurando que era mucho mejor ninja que el Uchiha.
Todos maldijeron cuando Naruto rugió con fuerza y se formó la octava cola dando paso a un esqueleto y los músculos del Kyubi. Todos retrocedieron asustados.
—¿¡Sabes lo que has hecho idiota!?—gritó Sakura al jounin—. ¡Por poco lo teníamos y tú lo has estropeado!
Otro rugido del Kyubi se expandió por la aldea y comenzó a moverse, destrozando la puerta de entrada a la aldea y varias casas de alrededor. Tsunade, que había vuelto adolorida, había mandado a todos los ninjas a atacar. Desafortunadamente, no había nadie como Minato en aquellos momentos.
Mientras, en la mente de Naruto, el Uzumaki se encontraba tumbado en el charco de agua frente a la jaula de Kurama. Ambos estaban poseídos, y Naruto se levantó dispuesto a quitar el sello que retenía al Kyubi para terminar de sacar todas las colas.
Pero una persona lo golpeó lanzándolo lejos y gritó con seguridad: ¡Kai! El control que Madara tenía sobre Naruto y el Kyubi se desvaneció, devolviéndolos a la realidad. El Uzumaki, al ver a la persona, abrió sus ojos de par en par.
—Yondaime Hokage...
—Hola, Naruto...
Naruto se levantó para quedar a su misma altura y luego miró a su alrededor. No sabía qué hacía allí, pensaba que ya estaba muerto por las heridas. Frunció el ceño y miró al rubio. Éste quiso apoyar su mano en el hombro del pelinegro, pero el Uzumaki no lo dejó, sorprendiéndolo.
—No sé por qué estás aquí, pero aprovechando, te preguntaré algo. ¿Sabes por todo lo que he pasado desde que me condenásteis a ser un Jinchuriki? ¡No! ¡No lo sabes! Ahora soy amigo de Kurama, pero cuando era un niño, ni sabía que lo tenía dentro de mí y todo el mundo me odiaba y me maltrataba. Mi mejor amigo intentó matarme para conseguir su propósito y trabajé en una organización criminal dispuesto a morir en sus manos por contarme la verdad. Las respuestas que yo siempre había esperado cuando le pregunté a todos por qué estaba solo, por qué no tenía padres y por qué todos me odiaban.
—Naruto...
—Todos estos años, he tenido una discusión mental conmigo mismo. Quería saber si en verdad me queríais para tener que hacerme pasar por tal sufrim...
Un sonoro golpe en su mejilla se escuchó por la alcantarilla, sorprendiendo no sólo al Uzumaki, sino también a Kurama.
—No vuelvas a repetir algo así. Tu madre y yo te amábamos, y en ningún momento quisimos que te pasara todo lo que pasó. Incluso tu madre discutió conmigo en el mismo momento en que pensé cederte la mitad del Kyubi.
—No me has dejado terminar...—murmuró sobándose la mejilla—. Kurama me contó todo desde el punto de vista de mamá, porque ella era la anterior jinchuriki.
Minato suspiró y miró a su hijo culpable.
—Lo siento... Por todo.
—No importa. Lo hecho, hecho está dattebayo. Ahora... ¿Qué haces aquí?
—Guardé un poco de mi chakra en ti, en el momento en el que te fueras por el camino del mal y quisieras quitar el sello que mantiene encerrado al Kyubi. Así evitaría que ocurriera otra tragedia como la del día de tu nacimiento. Además, quería avisarte de que el mismo sujeto que os ha controlado es el que causó el ataque del Kyubi hace 15 años.
—Lo sé, Kurama me lo dijo cuando me secuestraron.
Minato se giró hacia Kurama y suspiró.
—Parece que le has estado ayudando todo este tiempo. Debo darte... debo darte las gracias.
—No me las des. Lo hago por tu hijo, no por ti. Yo he estado con él toda su vida y sé por lo que ha pasado.
—Te recuerdo que tú nos mataste.
—Lo sé. Te recuerdo que querías encerrarme de nuevo.
Ambos se miraron con el ceño fruncido enfadados. Desde siempre habían tenido esa rivalidad y nadie podría disiparla tan fácilmente, ni siquiera Naruto. Aun así, el pelinegro se puso en medio insistiendo en que pararan de una vez. Kurama se quedó en silencio y el pelinegro miró a su padre.
—Gracias por sacarnos del genjutsu. De verdad no quería destruir Konoha. Y... no os odio. Ni a mamá ni a ti. Es cierto que en un momento lo hice, pero ya no. Kurama me hizo recapacitar.
—No hay de qué... Haría cualquier cosa por mi hijo—sonrió haciendo sonreír al pelinegro—. Por cierto, te quedaría mejor el rubio que ese pelo negro. Se te ve... oscuro.
—Para eso me lo teñí. Además, no quería que me reconocieran.
—Ya veo... Naruto, tengo que irme. Mi chakra se acaba...
—Oh... claro.
—Para que lo sepas... Tu madre y yo te queremos mucho y siempre hemos querido lo mejor para ti.
Naruto lo miró agradecido y, sin que el rubio se lo esperara, el menor lo abrazó con fuerza. Él lo correspondió con una sonrisa y desapareció en un destello después de que el menor le dijera que los quería.
En Konoha, la destrucción de la aldea era considerable. El 10 % de los ninjas había fallecido, mientras que un 50 % estaban heridos de gravedad. Tsunade ya no sabía qué hacer, sólo podía dar asistencia médica a todos aquellos heridos que causaba el Kyubi.
Sakura también ayudaba en la asistencia médica y, en aquel momento, se encontraba curando un profundo corte en la espalda a Sai. Kakashi e Itachi también estaban heridos, pero no tanto como otros. Más que heridos, estaban cansados y con falta de chakra.
Pero de un momento a otro, el bijuu dejó de moverse. Todos se desconcertaron ante lo ocurrido. Pareciera que alguien lo hubiera paralizado.
—¿Qué está pasando?—preguntó Sakura extrañada y sorprendida.
—No lo sé, pero es extraño. No se quedaría así de quieto si no fuera por algo—le aseguró Shizune, que la acompañaba.
Pasaron unos minutos cuando el Kyubi comenzó a empequeñecer haciendo caer el cuerpo moribundo de Naruto en el suelo. Kakashi, Itachi, Sakura y Tsunade corrieron hasta el cuerpo. El ahora pelinegro había perdido la consciencia y entre Tsunade y Sakura intentaron curarlo lo más rápido posible.
—¡Naruto, aguanta!—gritó la Hokage.
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