Los Kamado
Estiró la espalda completamente, recta, erguida, sintiendo como cada músculo de su cuerpo se estiraba más allá de los propios límites humanos posibles, haciéndole sentir que estaba por romperse. El dorado cabello del chico, caía sobre sus ojos, empapado completamente, goteando agua helada proveniente de la misma cascada que estaba sobre él, escupiéndole agua de las mismas montañas. No sentía frío. Mantenía el oxigeno corriendo por su cuerpo, expulsando un poco y cambiándolo por aire nuevo, fortaleciendo su propia respiración con los ejercicios. Para un cazador, la respiración era algo extremadamente importante. Era aquello que los guiaba, que los hacía usar su verdadero potencial en combate, lo que los ayudaba a combatir a los demonios de Muzan y todos los seres sobrenaturales que amenazaban con la seguridad de los mismos humanos, al menos allí en Japón, donde los Cazadores de Demonios estaban mucho más activos y donde residía su sede.
Uzumaki tomó otra bocanada de aire, hinchando ligeramente su pecho, alzando su torso desnudo cruzado por las cicatrices de guerras y batallas pasadas, algunas siendo incluso más dolorosas por el hecho de quien las había creado en su piel y las había dejado allí como un doloroso recuerdo, como una losa sobre sus hombros. Cada vez que las rozaba, solo podía sentir impotencia y una furia ciega. Aquellas cicatrices fueron por su familia, sus seres queridos...los pocos que él había amado.
Menma.
Él no debió ser el Décimo Rey. Mito debió ocupar el puesto como estipulaba la ley del clan. Ella era la mayor, la más poderosa entre ellos dos. Nunca conoció al padre de Mito, pero sabía de sobre que Minato no había sido. Aun así, para él Mito era su hermana, no hermanastra. No podía verla como una medio hermana. Lo había cuidado cuando su madre no estuvo. Lo había entrenado en el arte de la espada. Que ella renunciara a ser reina...nunca fue algo real para él. Mito era una mujer fuerte, una guerrera que daban hasta el último aliento. Una líder capaz de organizar una batalla en unos segundos, llegando incluso a hacer frente a ejércitos enteros.
Pero él ocupó el puesto de rey, mientras su hermana fue llamada para ser una de las sacerdotisas de su abuela Amaterasu, un honor que pocas mujeres mortales podían alcanzar. Aunque ellos eran semi dioses, podían morir de un modo u otro. Si él había renacido cuando Brahma lo mató, fue por su labor con el sello que mantenía encerrado a Muzan. Sello que ahora estaba roto...y él podía morir finalmente.
Mito, ¿por qué delegaste en mí el puesto que te correspondía?
Naruto resopló, soltando el aire por las fosas nasales, como un perro cabreado. Sintió un tirón en los pulmones, sabiendo que se había desconcentrado. Abrió la boca, tomando aire lentamente, reparando su error por completo. No quería morir en una simple meditación. Sería el pilar más ridículo del mundo si lo hiciera.
Ahora que mi hermana ha vuelto, he de lidiar con Menma solamente y de una vez por todas.
Relajó su cuerpo, dejando que el agua helara calara hasta los huesos, abrazándolo lentamente con sus gotas. No sentía el frío como los demás seres vivos. Sabía que debía sentir frío, estar congelado. Pero su cuerpo nunca había tenido una temperatura normal. Y mucho menos cuando, en su adolescencia, había recibido la Marca del Sol de su abuela, borrando cualquier rastro de frío de su cuerpo. Estaba ligado al fuego y al sol. El frío realmente no existía para él ahora mismo. Podía estar horas bajo el agua helada de la cascada, meditando, entrenando su respiración para ganar fuerza.
Y debía entrenar lo máximo posible. Con los movimientos que vio de las Doce Lunas sobre los cazadores, Naruto había entendido que Muzan estaba desesperado por algo, algo que estaba a punto de pasar y por el miedo a Kamado Tanjirō. Él mismo vio los pendientes hanafuda que el chico llevaba, así como él llevaba los que el viejo le dio tiempo atrás. Eran un mal recuerdo para Muzan al parecer, y quería librarse de todos aquellos ligados a la Danza del Dios del Fuego.
Como si eso llegara a pasar.
Uzumaki abrió sus ojos, mostrando un color azul zafiro, con un brillo calmado. Reflejaban la tranquilidad que el adolescente sentía, como si no tuviera miedo de mostrar que estaba en calma, relajado. Pero eso no era indicativo de que estuviera dejando a un lado su propia seguridad. A unos centímetros de su mano izquierda, su Nichirin descansaba aun enfundada, sobre su gakuran y el haori rojo con llamas negras, así como con el kanji décimo en la espalda.
Sé que está ahí desde hace al menos cuarenta minutos.
De reojo, Naruto miró hacia un grupo de arbustos, no viendo nada extraordinario a primera vista. Enfocando la vista, uno podía ver unos ligeros mechones rojos muy oscuros, casi llegando a ser negros, pero sin llegar a serlos, como si fueran un color granate realmente oscuro. Incluso con sus ojos entrenados, podía ver el ligero movimiento de las pequeñas ramas de los arbustos que ocultaban a su observador.
Y hoy no había ni una brizna de aire.
Ese chico...y esa demonio.
Naruto aspiro el aire con la nariz, notando el hedor proveniente de la espalda del muchacho. Por las palabras de Mitsuri, el chico estaba llevando a su hermana, Nezuko, consigo. Había sido convertida en demonio y ahora el muchacho la llevaba para curarla, algo realmente noble y que él no había visto en, al menos, mil años.
¿Se creerá que no los he notado?
Lentamente, el joven Pilar del Sol se puso de pie, dejando que el agua helada cayera por su rostro calmado y su torso desnudo, acariciando las cicatrices de años de lucha y sufrimiento. Naruto respiró hondo, tomando todo el aire posible con una sola bocanada.
Froosh
Viento rodeó al rubio por unos tres segundos, deteniendo la caída del agua y saltó lejos de la roca. Cuando los pies del Uzumaki rozaron la fría hierba, la cascada volvía a correr con normalidad, cayendo hacia el pequeño lago que había estado a los pies del ojiazul.
A veces, aquellos segundos, minutos u horas que estaba sentado, recibiendo aquella agua helada, le recordaban a sus entrenamientos cuando era un niño, bajo la tutela de la mano derecha de su madre, uno de los mejores guerreros que él había podido admirar. No es que su maestro Jiraiya fuera malo, solo que el viejo sabio no fuer acorde a las enseñanzas para un samurái, para un rey.
Espero que el viejo no esté causando algún estrago por el cielo.
Recogió la camiseta de su uniforme, comenzando a abotonarla, ocultando su trabajado cuerpo de cazador y espadachín. Aunque había adoptado una apariencia más joven, su cuerpo había mantenido un estado de forma demasiado elevado a un cuerpo humano normal. También sus sesiones en el club de kendo, habían influenciado en el cuerpo tonificado que ahora estaba mostrando a quien lo viera. Si aquel viejo pervertido del Gama Sennin lo estuviera espiando, probablemente estaría tomando notas para sus novelas pornográficas.
Y mi madre se hubiera revuelto en su tumba, saliendo del Yomi solo para arrastrar su cuerpo y alma a lo más hondo, se recordó el rubio, soltando una ligera risa.
Tiró de las mangas de su chaqueta, ajustándola sobre su torso. Metió el cinturón en las anillas del pantalón y tomó la katana del suelo, colgándola de su costado derecho, con la parte afilada hacia arriba, como un verdadero samurái de la época Edo.
Tomó el haori rojo y pasó los brazos por las mangas, dejando caer el mismo por su espalda, cubriendo su cuerpo.
—Puedes salir de los arbustos, Kamado Tanjirō—habló el Uzumaki, terminando los últimos retoques de su vestimenta, oyendo el movimiento de los arbustos y el Ep tan característico que escapaba de la boca de alguien pillado in fraganti.
Caminando lentamente, sujetando las correas que pasaba por debajo de sus brazos para mantener la caja de madera en su espalda, Kamado Tanjirō salió de entre los arbustos, mostrando un ligero sonrojo en su rostro debido a la vergüenza de haber sido pillado.
Rascando se la nuca, el joven de ojos rojos dio una inclinación a modo de disculpa. Fue en ese instante en el que Naruto vio el cabello negro del muchacho, con las puntas de un color burdeos. Nunca se había dado cuenta de que Tanjirō no era realmente pelirrojo hasta el momento actual.
—Lamento haberte interrumpido—Tanjirō declaró, haciendo una exagerada reverencia hacia él. Solo unos centímetros más, y el chico hubiera golpeado el suelo con su frente.
—No hay de qué preocuparse—Naruto declaró, mirando hacia la caja en la espalda del adolescente—. ¿Tú hermana?
Tanjirō miró detrás de su hombro, hacia la caja que construyeron para su hermana, cuando aquella cesta no fue lo suficientemente fuerte. Urokodaki les había dado aquello como un recuerdo y a él le costaba demasiado permitir que aquella caja fuera dañada por los demonios. Evitaba que la caja fuera destrozada en algunos de los enfrentamientos, como los que tuvo con las Lunas Demoníacas de Muzan.
—Si. El sol la lastima—el Kamado declaró, dejando que su voz se oyera algo preocupada a los oídos del Uzumaki. Era su hermana menor, después de todo y era algo normal estar preocupado por un familiar. Mucho más cuando era llevado a algo de donde no podría salir con facilidad, al menos en aquel mundo donde todo aquello que realmente necesitabas, costaba demasiado conseguir.
Naruto dudaba demasiado que un muchacho como Kamado Tanjirō, mostrando esa sonrisa, ese rostro de buena persona, realmente pudiera hacer una buena labor como un cazador, una ocupación en la que tenías que asesinar si o si, sin importar el pasado del demonio al que estabas ejecutando.
—Eso es algo normal en la biología de un demonio como lo es tu hermana menor—Naruto declaró, dando una leve sonrisa al chico. Lentamente caminó hacia la parte trasera del joven, tomando la puerta de aquella caja. Había sombras rodeando la zona—. Tranquilo, Tanjirō. Déjame ver a tu hermana. Ella no será repudiada por Amaterasu-sama—murmuró el rubio, asegurando al chico que su hermana no sería dañada por el sol—. Es una promesa que estoy haciendo. Puedes confiar en mí persona, muchacho. Nezuko no será dañada.
Reacio al principio, Tanjirō descolgó la caja de sus hombros, caminando hacia la sombra de unos gruesos y altos robles, cubriendo con ella a su hermana cuando sacó la pierna y luego su cuerpo. El hermano mantenía la puertecita abierta, dejando a la chica moverse, saliendo de aquella caja por sus propios pasos.
Naruto soltó una risilla, observando a una chica realmente pequeña.
―Asombroso―Naruto admitió, viendo a Nezuko crecer ligeramente, adoptando su forma adolescente. Se hubiera sonrojado si hubiera sido un puberto hormonado como lo era Hyōdō. A veces, aquel muchacho era realmente molesto.
Uzumaki levantó la mano, haciendo que la chica levantar la mirada hacia la mano, moviendo sus ojos de color rosa suave según Naruto movía la mano, como si fuera una niña pequeña. El rubio suspiró, posando la mano sobre la cabeza de la chica. Cerró los ojos y dejó que su energía se extendiera por la Marca del Sol, inundando y rodeando a la muchacha con un color dorado brevemente.
A los segundos, Nezuko parpadeó, moviendo frenéticamente las manos e intentando quitar los puntos brillantes que estaba viendo al parpadear. Naruto solo rio suavemente.
―Debí decir que cerrara los ojos―rascó su nuca, mostrando signos de vergüenza mientras la chica corría por el bosque―. Tanjirō. Ahora tu hermana ha sido bendecida. Sin importar nada, el sol jamás la lastimará. Tu hermana puede ahora disfrutar de un tiempo de calidad contigo. Lamento no poder devolverle la humanidad.
―N-no importa, Naruto-san. ¡Gracias!
Sin esperar, el joven Kamado tomó al Uzumaki en un abrazo de oso, sorprendiendo al pilar por la fuerza que el chico estaba usando. Naruto solo recordaba a un puñado de jóvenes con tal fuerza, y todos ellos habían trabajado en el campo, cuidando su cuerpo por completo en las labores agrícolas de la familia.
―No hay de qué―respondió, ya libre de aquel agarre algo incómodo e innecesario. Suspiró, haciendo crujir su cuello con un solo movimiento. Casi se quedaba sin costillas―. Ahora, ¿para que me necesitas? Dudo que haya sido por tu hermana.
Kamado Nezuko se había detenido, observando a las mariposas sobre unas amapolas blancas. Estaba agazapada, con las rodillas flexionadas, el bambú tapando su boca, observando a los lepidópteros allí detenidos, tomando néctar de las plantas.
―Quiero...¡quiero ser tu aprendiz! Vi tu habilidad con la espada, como usaste la Danza del Dios del Fuego y como derrotaste a Akaza sin temer a la muerte―Tanjirō reconoció, sabiendo que si Rengoku no podía entrenarlo, su otra vía era Naruto, alguien que estaba usando un estilo de respiración que solo había visto a su padre y a él―. ¡Por favor!
Implorante, el muchacho dio una enorme reverencia, agitando con ello los pendientes mientras su cabello se removía un poco. Naruto observó a Kamado Tanjirō, sabiendo de quienes eran hijos ambos chicos. Solo los Kamado habían sobrevivido a la purga causada por Muzan y Kokushibō sobre aquellos primero Cazadores de Demonios.
Plap
Tanjirō parpadeó, levantando la cabeza, viendo como la mano del Uzumaki descansaba sobre su hombro, sin más. Una sonrisa corría por el rostro del Décimo Rey.
―Espero estés listo, muchacho. Va a ser un entrenamiento duro e infernal.
―¡Tomaré lo que me eches!
―Entonces, Kamado Tanjirō, te acepto como mipupilo.
*Nuevo capítulo que espero hayáis disfrutado. Probablemente, muy seguro, pero segurísimo, los siguientes veinte capítulos más o menos, serán envueltos en revelaciones, batallas continuas, sangre y muertes. Ha llegado el tiempo de que el rey reclame su trono y la batalla está a las puertas de esta historia. Una guerra se va a llevar acabo y si sois fans de One Piece conoceréis la batalla de Marineford, el punto de evolución de Luffy.
Id preparando las cosas. La guerra esta llamando a vuestras puertas.
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