Lecciones de un viejo maestro

La hoja debía estar siempre pulida, afilada, reflejando el rostro de aquel que la empuñaba. Debía de estar en perfectas condiciones para poder ser usada en cualquier momento, en cualquier lugar. Una espada oxidada, mal cuidada, podía llevar a la muerte a aquel que la empuñaba, sesgando su vida con solo un movimiento, un fallo. Con que la hoja se quebrara, el guerrero caería ante el ataque enemigo, regando el suelo con su propia sangre, manchando la hierba de rojo intenso, derramando su vida para no volver a ver la vida, a sus seres queridos, sus hijos, hermanos...su familia y amigos.

Uzumaki Naruto levantó el paño, mirando la Nichirin con sus ojos azules, sintiendo el aire golpeando su rostro, meciendo su cabello. Se permitió sonreír solamente un poco, cuando reconoció la figura de Mitsuri reflejada en su hoja.

Ambos chicos estaban marchando hacia el cuartel general de los cazadores de demonios. Mitsuri se estaba viendo obligada a volver para una reunión entre los Pilares, quienes habían estado actuando contra las Doce Lunas Demoníacas del resucitado Kibutsuji Muzan, el cual no había perdido tiempo y destruyó al menos dos escuadrones de cazadores de alto rango, lo que perjudicó de un modo extremo al Cuerpo de Exterminio de Demonios, dejándolos en la cuerda floja con la vuelta de Muzan y la pérdida de varias de sus unidades.

Está información, fue dada por Ubuyashiki Kagaya, actual líder de los cazadores, cuando un pequeño escuadrón encontró centenares de cuerpos desmembrados, sobre sus propias tripas y extremidades. Incluso uno de los cazadores que le informó, juró ver varias caras con las cuencas oculares completamente vacías. La información fue pasada rápidamente entre los distintos pilares, siendo repartida por el mismo Kagaya, quien quería crear un cortafuegos entre sus hombres y los demonios de Muzan, tarea que se estaba viendo entorpecida por la participación de los generales del mismo Muzan, las Doce Lunas Demoníacas, las cuales eran tan fuertes como tres pilares juntos, o incluso más. La Primera Superior seguramente podría lidiar con al menos cinco pilares, o incluso más. Que hubiera clones de los mismos rondando por Japón, no era de su agrado.

Ante tal circunstancia, Kagaya había mandado llamar a cada pilar disponible, preparando una reunión de emergencia, así como aumentar los exámenes para tomar a nuevos cazadores y forzarlos a un entrenamiento excesivo, colocándolos pronto en un buen nivel para tal crisis.

Viendo que Mitsuri se estaba yendo y la crisis que estaba cayendo sobre sus camaradas, oficialmente Uzumaki Naruto daría su regreso a conocer en aquella reunión. Por lo que se unió a su novia al viaje que tenia que hacer para regresar a la base principal de los cazadores.

Ya no estaban muy lejos. Naruto observó una zona boscosa, a las faldas de una montaña. Allí estaba su objetivo. No podían permitirse un importante retraso. Al día siguiente era la reunión.

Clink

Envainó la espada, oyendo el clink cuando la guardia tocó la vaina. Respiró hondo, poniéndose de pie. El haori rojo se agitó, meciéndose levemente, junto a su cabello y los pendientes. Aún seguía sintiendo aquella sensación fría, helada que parecía venida del mismo averno, de la misma muerte. No podía deshacerse ni de la sensación ni de aquel rostro albino, huesudo que lo había visitado en aquel sueño.

¿Quién sería?

Naruto estaba cansado. Misterios. Secretos. Su vida nunca fue la vida de un samurái normal. Desde que nació, fue colocado como el siguiente en la línea, bajo la sombra de los otros líderes, de los otros clanes y de su madre. Desde que abrió los ojos, siendo un bebé, fue puesto con unas expectativas. Estaba siendo estudiado, comparado y preparado. Nada más nacer, debía ser perfecto, especial. Odiaba ser catalogado, ocuparse de los problemas de los demás. Pero como rey, debió hacerlo. No podía descuidar a su pueblo no debía dejar que la corrupción arraigara. Él era el rey y general del ejército de Amaterasu. Todo debía ser perfecto para la reina de los dioses.

El Uzumaki movió la mano derecha, dejando el dorso hacia abajo y mostrando la palma a las nubes, viendo aquel sol anaranjado marcado como una cicatriz, un tatuaje. Aquella marca, lo colocaba como Guardián del Sol, el principal seguidor de Amaterasu y su principal guerrero, su campeón, así como Sasuke lo era de Tsukuyomi. Nunca pidió serlo, pero le fue dado ese honor.

Respiró hondo, moviendo las vendas sobre su mano derecha, ocultando la marca. Si regresaba al cuartel general de los cazadores, probablemente habría gente que lo reconociera solamente por la marca. Y no podía dejar que el rumor de su regreso llegara a los oídos de su hermano, de los aliados de la Brigada Khaos. El mundo estaba en la cuerda floja. Pronto, los humanos se verían envueltos en peleas por bandos que ellos creerían que son solamente ficción.

Uzumaki respiró hondo, tomando todo el aire que era posible. Relajó su cuerpo completamente, hundiendo un poco los hombros. Colocó la katana en su cintura, dejando el haori abierto para que vieran su gakuran de cazador de demonios. Pocos estaban donde estaba él. Dentro del rango de cazadores, él era un Tsuguko, colocado como el próximo Pilar del Agua tras Tomioka Giyū. Aunque llevaba un tiempo sin usar aquella respiración. No era la suya, después de todo.

Suspiró entre dientes. Naruto negaría si le preguntaban; pero estaba realmente nervioso por volver con sus compañeros, aquellos que lucharon a su lado cuando fue expulsado de su hogar. Y él los había abandonado.

Mierda. ¿Realmente estoy nervioso?

―Entonces gaki, ¿a qué esperas?―una divertida voz preguntó, haciendo que Naruto temblara al oírla. Movió la mano hacia la empuñadura de su Nichirin y al girarse, sintió una mano deteniendo la suya, evitando que desenvainara―. Tan buenos reflejos, ¿eh? ¡Jajaja!

Naruto sintió como una de sus cejas se crispaba. ¿Realmente se estaba burlando de él? ¡¿Un puto pervertido?!

Pam

―¡Gah!

Aquel hombre cayó de culo al suelo, sujetando su estómago mientras rodaba por el mismo, gimiendo. Naruto desenvainó la espada, golpeando con la empuñadura a su espectador, mostrando un rostro realmente neutro.

―Te lo mereces, Ero-sennin.

Aquel hombre, soltó una leve risa mientras se levantaba, dejando caer su espinosa cabellera sobre su espalda, mostrando la banda con el kanji de aceite en su frente. Dos finas marcas rojas caían por sus mejillas, pareciendo lágrimas de sangre. Llevaba una vestimenta de color verde oscuro, con un manto rojo por encima. Detrás, en la espalda, un enorme pergamino colgaba de una gruesa tira de cuero.

―Has crecido, mocoso―murmuró el hombre, mostrándose ligeramente feliz. Aquel tipo, era alto, algo ancho, llegando probablemente a más del metro noventa en altura, no demasiado―. ¿Cómo has estado?

Naruto se relajó, dibujando también una sonrisa en sus labios, mirando a su maestro, aquel que lo había entrenado durante años para ser el heredero de los Uzumaki.

―No puedo quejarme―Naruto contestó, dando un encogimiento de hombros. Miró por encima del hombro, hacia Mitsuri, viendo como ella seguía durmiendo en los sacos―. Con la situación actual, nos dirigimos hacia el cuartel general.

―Muzan. Doce Lunas Demoníacas. Brigada Khaos. Un tipo llamado Brujo que controla ayakashi gracias a un símbolo especial. Me encontré con Yaboku un tiempo atrás. Parecía que Ebisu fue obligado a renacer por su entrada al Yomi y su posible papel como el Brujo―el hombre explicó, cruzando los brazos sobre su pecho―; pero no creo que él sea. Uno de los Shichi Fukujin (Siete Dioses de la Fortuna) no llegaría a tremendas acciones, casi destruyendo el cielo―murmuró, soltando un suspiro después―. Y Bishamon parece estar bien.

Naruto hizo una mueca, siendo captada por los ojos de su maestro, quien dio una leve sonrisa triste.

―Yo...espero que Bisha esté bien.

―Hmp. Le dolió tu abandono y verte de nuevo la trajo recuerdos, pequeño gaki―el hombre declaró, frunciendo el ceño. Meneó la cabeza, mirando por unos segundos a Mitsuri―. Ya veo. Encontraste a otra que suplió a Tayuya.

―No la suplió, Jiraiya―gruñó el Uzumaki, tornando sus ojos levemente índigos, obteniendo una risa seca del Gama Sennin.

Jiraiya el Galante, aquel que había aprendido la magia del Monte Myōboku durante su juventud, quien entrenó como un sabio para usar el senjutsu de los sapos, que entrenó la magia de los sapos y se preparó como un guerrero. Ese legendario hombre, fue maestro de Uzumaki Naruto, tornándose longevo gracias a su estatus como sabio, algo que pocos humanos lograron dentro del mundo conocido.

―No te enfurruñes, gaki―Jiraiya desordenó el cabello de su estudiante, dándola una melancólica sonrisa―. Ya estabas con un palo en el culo antes. No quiero de nuevo a ese Naruto―sentenció el sabio, separando la mano de la pinchuda cabellera del joven exiliado.

Así como Ashina no estaba de acuerdo en seguir bajo el yugo de un usurpador, Jiraiya se había negado a entrenar al Undécimo Rey, encontrándolo poco apto para el puesto. Aquellas declaraciones y su falta de disposición a formar al rey, dieron a Jiraiya un estatus de criminal dentro del clan Uzumaki, colocando carteles con recompensa por aquel que le quitara su cabeza. Pero, matar a un sabio no era sencillo. No lograban ser sabios por suerte. Duras pruebas tuvieron que pasar, junto a un entrenamiento excesivo que casi destrozó sus cuerpos. Jiraiya lo había logrado, tomando el estatus de Gama Sennin como un premio a su propio esfuerzo, a la sangre y el sudor que mancharon sus manos y rostro después de cada entrenamiento.

Solamente tras las pruebas colocadas por sus maestros y tras superar aquellos infernales entrenamientos, Jiraiya logró alcanzar el estatus de sabio, tomando una vida longeva para poder encontrar un sucesor. Primeramente, Jiraiya creyó que ese sucesor sería Naruto, pero vio su error cuando comprobó que el chico era más apto para el fuego. Todo lo relacionado con las llamas, parecía estar bien con él.

No por nada, Uzumaki Naruto era un Guardián del Sol.

―¿Y bien? ¿Qué haces aquí? Como sabio, debes recorrer el mundo, aunque tu vas más con los prostíbulos―Naruto preguntó, dando una sonrisa ladina ante la contracción del rostro de su maestro.

Jiraiya bufó, cruzando nuevamente los brazos sobre su pecho, mirando hacia su aprendiz con el ceño fruncido.

―Solamente he venido a visitar a Kagaya-san. Tenía una información que podría venirle bien...o más bien mal.

Naruto tornó su rostro serio.

―¿Qué es lo que pasa?

―Mira, chico. Debes tener cuidado. Con tu poder actual, Menma caerá sobre ti como si fueras un simple mosquito―preocupado, Jiraiya comenzó a hablar, sin mostrar un ápice de arrepentimiento ante las palabras que decía a su estudiante. En estos momentos, el Undécimo Rey Uzumaki era intocable. Diversos dioses, de panteones olvidados o aliados de Indra, estaban pululando por la corte del clan―. Qué Muzan haya salido del sello, es el menor de tus problemas.

―¿Lo dices por Indra?―Naruto preguntó, recordando a aquel Rey de los Dioses hindúes, su prepotencia y poder bruto―. Puedo ocuparme de él una vez tenga mi espada de regreso.

―No es solamente Indra de quien debes preocuparte. Parece que más y más dioses han caído bajo el influjo de la Brigada Khaos y las batallas están llevándose a cabo secretamente, bajo el tupido velo de la paz. Tanto los Bíblicos como los sintoístas, están demasiado ocupados con lo que acontece en Japón. Pero la isla, no es el centro del mundo. En Europa ha habido avistamientos de dioses nórdicos destrozando iglesias cristianas. Los hindúes no han estado demasiado quietos. Shiva sigue queriendo la paz; pero Indra ha declarado la guerra, abiertamente, a los del panteón chino. El fuego y la sangre llegan hasta mis fosas nasales, incluso perdido en este bosque, contigo―Jiraiya habló, dejando que la seriedad no solo se viera en su rostro, si no que también inundara su voz. Quería que su aprendiz más reciente tuviera constancia de lo que estaba pasando, que no podría lidiar con todo él solo. La tensión estaba ahí, a punto de cortarse, de que la guerra estallara abiertamente. Y el Shintō estaba en una propia guerra interna, viendo fantasmas, sin poder cazar al verdadero culpable. Muzan y el Brujo estaban creando caos, debilitando a los dioses y sus ejércitos.

Y él, como uno de los pocos sabios, no podía dejar que las cosas se fueran tanto por la borda. Jiraiya no soportaba la guerra, la muerte; pero si tenía que unirse, lo haría por el bando que él creyera el correcto y no podía dejar desinformado a su aprendiz, a quien consideraba como un hijo.

Naruto se sumió en sus pensamientos, ante la mirada atenta, analítica del Gama Sennin, esperando sabiamente las palabras del Uzumaki. Como anterior general, Naruto podía ver que era lo que se buscaba con toda esta pantomima de la guerra: el caos para actuar. Algunos dioses como Loki, podrían mover los hilos para crear este caos. Pero el mismo dios nórdico no lo haría sin un apoyo real. Esto estaba siendo llevado por un grupo, con una cabeza sobre las demás, y Naruto podía ver quien ganaba más con esto, mas no con eso ser culpable.

―Gracias, Jiraiya. Pero debemos ponernos en marcha. Debo despertar a Mitsuri y llegar a la reunión de los Pilares―murmuró el joven cazador, encontrando demasiado en lo que pensar. Ahora no podía hacer movimientos descuidados.

Antes de irse, Jiraiya apretó el hombro de su alumno, obligándolo a mirarle.

―Prepárate para todo, Naruto. Ha llegado lahora del guerrero, no del adolescente.    

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