Historia de dos amigos

Naruto respiró con calma, descansando en uno de los sofás del club de lo oculto, recuperado finalmente de la herida gracias a Asia Argento y su Sacred Gear, así como una camiseta nueva que cubría su torso y un vaso de agua helada que le había servido para calmar su garganta seca y rasposa, que comenzó a molestarlo al usar la Danza del Dios del Fuego, la respiración más cercana a la original. ¿O sería la original? No estaba seguro ni quería descubrirlo, así como por qué tenía que llevar aquellos pendientes hanafuda, que no parecieron molestarlo demasiado en el enfrentamiento inesperado con Horus.

Realmente no había esperado verse obligado a usar su as bajo la manga, menos cuando llevaba años sin usarlo, sin practicarlo. Y estaba sintiendo las consecuencias. Sus pulmones estaban algo colapsados, cansados por el estrés al cambio de respiración y su cuerpo estaba rígido, cansado del estrés del combate. Horus le había exigido algo más de lo que tenía en ese momento y lo había dejado desgastado. Ni siquiera Kokabiel lo había obligado a usar la Marca y la Danza, sus dos armas bajo la manga. Pero había sido lo mejor para lidiar con uno de los seguidores de Indra. Probablemente el bastardo estaría reuniendo un ejército para su lucha con Shiva. Una lástima que él no estuviera en forma.

Sasuke estaba sentado a su lado, con los brazos cruzados sobre su pecho, pero igualmente cansado por el espontáneo enfrentamiento con un dios. Había sido una suerte (pa que engañarnos, fue guionazo del autor) que estuviera cerca de la academia cuando Sōna lo llamó a la acción. Se habría reprochado la muerte de Naruto y la heredera Sitri, quien lo cuidó cuando resultó herido de la misión impuesta por su padre.

Soltó un suspiro pesado y movió la mano, tomando la taza de té que Akeno le había ofrecido. Él, al contrario que Naruto, necesitaba algo más cálido para su sistema. No tenía que lidiar con la sequedad en su garganta tras la Danza del Dios del Fuego, ni con el estrés en su cuerpo. No tenía dos respiraciones. Sus habilidades shinobi estaban mermadas por los sellos en su cuerpo y solo podía optar por la Respiración del Rayo, a pesar de poder usar algunos de sus poderes provenientes de su padre y de sus habilidades de shinobi. Pero no quería abusar. Eso sería un estrés innecesario en su cuerpo y su sistema para el que no estaría demasiado preparado y podría irse al fondo por ello.

Al igual que Naruto, fue privado de la mayor parte de su poder por los sellos en su cuerpo, mientras que al Uzumaki se lo arrancaban.

Es tan molesto, se dijo el Uchiha, bufando entre dientes. Podía sentir los ojos de Sōna, Rias, Akeno y Tsubaki sobre él y Naruto. Ambos estaban en una reunión con las dos herederas y sus principales piezas. Habían revelado más información de la que hacían esperado revelar, al menos Naruto. Pero el rubio no estaba preocupado. Tomó un segundo y un tercer vaso de agua, calmando su garganta.

—Entonces—la primera en hablar, fue Rias. Ella estaba más desinformada, por lo que Sasuke sabía. Él había mantenido cierta luz sobre lo que pasaba con Sōna, pero nunca reveló sobre los guardias de Amaterasu ni del clan Uzumaki. Esa no era su historia para contar—; ¿hijos y esposa?

—Bueno—pastoso, Naruto dejó el vaso sobre la mesa, lleno de agua. Frunció un poco el ceño, molesto por las palabras de Horus y haber revelado algo de SU pasado, lo que le molestaba. No tenía una verdadera intención contarlo, pero...era algo del pasado—. No soy un mortal como los demás.

—Eso quedó claro cuando Horus habló sobre El Rey Inmortal, fufuf—Akeno expresó, tapando su boca con la mano, divertida.

Afilados ojos del lado de su [Rey] detuvieron las risas del lado de la sacerdotisa del trueno, quien aclaró su garganta, con leve tinte rosado en sus mejillas.

—Hmp. Somos hijos de dioses—Sasuke murmuró, sabiendo que Naruto no hablaría demasiado—. Siendo cazadores, ambos tenemos vidas más extensas, que combinado con nuestra sangre medio divina, nos proporciona una vida casi inmortal. Eso nos ha dado tiempo de experimentar bastante a lo largo de los años.

—¿Qué edad tenéis? Aparentáis unos diecisiete—Tsubaki murmuró, mirando a ambos semi dioses.

Naruto sonrió.

—Casi mil años...dentro de unos meses—él declaró, recordando cuando nació. Paso más de nueve meses en el vientre de su madre.

—Unos setecientos cincuenta.

—Espera. Si tenéis diferencia de edad, ¿por qué Naruto parece menor que tú?

—Eso se debería al Juicio de los Dioses—Naruto aclaró a Sōna, levantando la mano para detener las preguntas de Rias—. Hace unos años, antes de formar parte del Cuerpo de Exterminio de Demonios oficialmente, yo era conocido como El Rey Inmortal, el Décimo Rey Uzumaki dentro de la línea sucesoria, tras la trágica muerte de los otros nueve, incluyendo a mi madre. Yo ni siquiera estaba destinado a reinar—aclaró el rubio, levantando la mano de nuevo—. Soy el décimo de la línea, el último en pie para matar al demonio original, a Kibutsuji Muzan, el creador de los demonios, el hijo de Lilith, después de que mi antepasado, el padre de mi madre supongo, sellara al demonio por un millar de años con su propia alma y retenerlo hasta que alguien pudiera matarlo. Yo soy el que debe hacerlo, después de renacer diez veces.

—Eso quiere decir...

—A lo largo de mi vida, he muerto diez veces, he renacido y he vuelto a la vida con escasos recuerdos de mi vida pasa. Siempre pude recuperarlos tras un tiempo y sin peligro...pero...

—En la Guerra de Panteones, Naruto fue asesinado en el último tramo por Brahmá, el dios hindú más poderoso, aquel que se encuentra en el puesto dos dentro del top diez seres más poderosos del mundo—expresó el Uchiha, terminando la frase de su amigo—. En aquella guerra, perdió a su mujer e hijos, así como yo perdí a mi familia entera. Yo no puedo regenerar. Si muero...muero por siempre.

—¿Entonces porque Naruto está con nosotros? ¡Es un rey!—Rias exigió saber, sorprendida, dispuesta a absorber todo el conocimiento que ambos estaban derrochando.

—Era, más bien—Naruto corrigió, con una mueca—. Tras mi muerte con Brahma, mis enemigos, incluyendo a mi padre y su nueva esposa Uzumaki, tomaron el trono y movieron todo para culparme del inicio de la guerra, obligando a la Primera Generación de dioses del Shintō a formar un juicio, donde salí culpable. Me vi forzado a desprenderme de mi espada, mi insignia, mi poder...y mi apariencia real, siendo sellado en este cuerpo con el que llevo, ¿Cuánto? ¿Trescientos años? Realmente esos recuerdos no están demasiado frescos en mi mente―admitió el rubio cazador, soltando un suspiro a la vez que pasaba la mano por su rostro, apartando mechones de cabello de su rostro, revelando la cicatriz en su ojo derecho, aquella con la que Horus le había marcado―. Prácticamente era uno de los aclamados Héroes de los Dioses, una copia de Hércules, Teseo, Perseo...¿por qué muchos eran griegos?―Naruto hizo una mueca.

―Los griegos son demasiado lujuriosos―declaró Sasuke. El shinobi no había mostrado demasiado en su rostro. Se mantuvo escuchando la historia de Naruto, que servía para contar la suya misma a grandes rasgos. Había hablado con Sōna sobre su pasado, dándole solo unas pizcas de información que ahora complementaría, si hacían las preguntas necesarias.

―¿Quiénes son vuestros padres?―Rias preguntó, frunciendo el ceño al ver a dos semi dioses. No creía que aun, en este momento del mundo, los dioses fueran tan descuidados. Pero de todos modos, los dos chicos tenían más años incluso que su hermano, quien no era relativamente mayor. Estaba entre medias de ambos adolescentes, más cerca de Sasuke que de Naruto, quien parecía tener la milla de años por delante de muchos diablos, a pesar de tener la fe cristiana algo más de dos mil años.

―Hn. Normalmente no sería una información que daría realmente de buena gana―el Uchiha expresó, mirando con desgana hacia Rias, como si no le importara terminar pulverizado por el poder de la destrucción vital en los Bael―. Mi madre fue Uchiha Mikoto, líder del clan Uchiha tras la muerte de su esposo, Fugaku y hasta que mi hermano mayor, Itachi, tomó el puesto. Mi padre es Susanoo, el dios de la tormenta, el mar y las batallas dentro del Shintō, uno de los más poderosos, si se me permite añadir, aunque no esté dentro del top diez de seres más poderosos del mundo, según Azazel.

―Bueno, el viejo borracho realmente es fuerte―asintió Naruto, dando una ancha sonrisa al recuerdo del dios de las tormentas―. Nanami no puede lidiar con él.

―No me lo recuerdes―Sasuke tomó su rostro con la mano, moviendo la cabeza, desesperado. Cuando conocía a su padre, unos años atrás, fue demasiado complejo lidiar con el hecho de que era un semi dios y...su padre un borracho. Si, el dios Susanoo era capaz de beberse jarras y jarras de alcohol que derrumbarían a un titán olímpico y seguir bebiendo, lo cual era una molestia real cuando estaba rodeado de mujeres―. Eso retrasó mi entrenamiento.

―Ahora, sería mi turno―se señaló el Uzumaki, dejando al Uchiha regodeándose en su desgracia―. No tengo sangre de dios directa, pero si una parte. Soy hijo de Namikaze Minato, un comandante de la era shogun al mando de uno dios menor de la guerra, y Uzumaki Kushina, Novena Reina del Clan Uzumaki, portadora de la Marca del Sol, hija de Amaterasu, la diosa del sol, y el Uzumaki, primer miembro de mi clan, quien selló a Muzan dentro del Sello del Cielo y la Tierra, el sello de los Mil años. A lo largo de los siglos, el nombré varió, por lo que mi madre me señaló.

―Eso explica tu afinidad al fuego―Rias señalo, obteniendo un asentimiento de Naruto―. Pero ¿qué es eso de Asesino de Dioses? Horus te lo llamó un par de veces y tu se lo confirmaste, sin temor.

Naruto paseó la lengua por dentro de sus labios, sintiéndolos resecos. Tal vez un poco de agua...no estaría de más ahora. Veía a Sōna, Tsubaki, Akeno y Rias mirándolo, expectantes a su respuesta. Al menos, el resto de ambos séquitos habían quedados excluidos de la conversación, junto con las enviadas de la iglesia. Ambas exorcistas estaban lidiando con sus propios problemas, y el cazador no estaba de humor para ellos.

Respiró hondo, una, dos veces, relajando el cuerpo y la mente, recordando cuando Indra lo nombró el Asesino de Dioses, frente a Shiva. Aquel día, por más reencarnaciones que tuviera, por más muertes que sufriera...no se iría de su mente. Estaba grabado a fuego. El olor a sangre, a carne quemada, a ceniza...impregnaba la sala, llenaba sus fosas nasales e inundaba su mente.

―Uhm Horus no ha sido el primer dios que ha muerto por nuestra mano, siendo sinceros―Sasuke habló, mirando por el rabillo del ojo a su compañero y viejo amigo―. En una guerra de panteones, cuando los ejércitos flaquean, los dioses aparecen. Aunque algunos, como los dioses arrogantes o de la guerra, suelen estar presentes desde el inicio, disfrutando el baño de sangre.

―Y los hindúes cuentan con tres diosespoderosos, tomando los tres puestos más poderosos dentro de los seres másfuertes...descartando a...otros seres―murmuró Naruto, tragando saliva. Laschicas no parecían saber de Ophis y realmente él no quería hablar del dragón delinfinito, aquel ser que disfrutaba del silencio―. Hace tiempo, durante laGuerra de Panteones o De los Dioses, como prefieras, tres bandos se enzarzaronen una batalla: los hindúes y egipcios por un lado y los sintoístas por otro,creando un desbalance aprovechado por el Shintō y su infinidad de dioses, loque equilibraba la balanza―explicó el Uzumaki, recordando aquel tiempo en elque el olor a sangre estaba impregnado en su cuerpo, en su ropa y no se iba desus fosas nasales―. Pero, claramente, no son los dioses los que lanzaran elprimer golpe, de eso se encargan los humanos, sus fieles. Y yo como Uzumaki,era un soldado de élite, al que se recurría cuando las tornas se iban al otrobando. Pero en este enfrentamiento...bueno, mi familia pereció por la mano delos templarios, fieles seguidores de Elohim y sus creencias. No dejaron a nadievivo. Cuando volvía a casa...solo había cuerpos tirados por el suelo, sobrecharcos de sangre. Aun recuerdo el olor, los ojos blancos de...de mi esposa,como no se movía, no respiraba―soltó un suspiro, tapado por la mano levemente―.En aquel tiempo, no debía lanzarme a un combate sin las órdenes pertinentes.Claramente desobedecí y yo, junto a un puñado de mis amigos, ahora fallecidos,enfrentamos a los templarios. Creo recordar que fueron cerca de diez mil. Diezmil muertos que cayeron sobre la conciencia de cualquier persona dentro delVaticano, del Heaven. Probablemente, Michael lo vio y por eso envió a suhermano, Metraron, a detenerme. Cuando la Voz de Dios llegó al lugar, meencontró sentado sobre el maestre de la orden, un cuerpo despedazado, mi espadamanchada de sangre, con el yelmo a un lado, esperando. Levanté la mirada, fría,llena de rabia y esperé una disculpa del arcángel más poderoso de Dios...unadisculpa, que llegó en forma de lanza de luz―Naruto declaró, removiendo lacamiseta, mostrando la cicatriz más visible en su hombro, en forma de unapequeña equis―. Aquí fue donde él me atravesó, mirándome con rabia por lamuerte de sus diez mil perros sin correa, jamás preguntando, viendo lo que esosperros habían causado. Aquello fue eldetonante. No seguí órdenes durante la guerra...a menos que vinierandirectamente de Amaterasu, llegando a enfrentar a dioses como Seth, Anubis,Ganesha...incluso al mismo Ra o Indra. Y algunos de ellos, perecieron bajo miespada. Por eso. Por la sangre divina derramada, fui llamado Asesino de Dioses,Aquel que Trae la Desesperación.

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