El Padre

Imparciales. Impacables. Neutros. Los dioses no debían mostrar sentimientos, no debían dejarse llevar por sentimientos terrenales que los empañarían, que mancharían su camino como un ser perfecto e inmortal. Ese era el pensamiento de Poseidón, algo con lo que Buda no terminaba de estar de acuerdo. Los dioses debían ser perfectos, ¿pero a costa de los seres que ellos mismos debían proteger? Podía entender los deseos de Rizevim, un ser tan oscuro que incluso mató a su propio hijo y manipuló a su propio nieto. Podía entender los deseos de El Brujo, un hombre que había transmigrado de cuerpo en cuerpo para destruir el cielo mismo con todos sus dioses, dejando a la vista un odio extremo por los dioses nipones.

Sin embargo, a pesar de todo eso y las premisas de que los dioses no eran perfectos, Buda siendo como él era nunca esperó que Tánatos, un aliado de Hades, lo atacara, así como tampoco esperó que Hades, un ser que vivía en el mismo infierno, estuviera del lado de Rizevim o de Indra, dos seres demasiado egoístas como para realmente ver lo que tenían a unos centímetros de sus narices. ¡Siempre esperó que los dioses del inframundo no cumplieran con su rol de villanos! Pero él, en lo más profundo de su ser, había esperado que esa premisa no se cumpliera, porque de hacerlo el propio Indra contaría con un ejército de muertos y de bestias venidas del mismo Purgatorio, lo que crearía un desbalance en el mundo sobrenatural como jamás antes visto, lo que arrastraría a los propios seres humanos a su propia destrucción.

Pandemónium.

Buda no quería pensar en eso. ¿Indra querría traer el infierno a la Tierra solamente para consolidarse como un ser superior, como el rey de todos los dioses, como el ser dueño de todas las mitologías? Porque si ellos no lo detenían, ese sería el futuro del mundo.

Oyendo un chasquido, el sabio volvió a la realidad. Dejando que la experiencia y su instinto le guiaran, movió el cuerpo involuntariamente hacia la derecha, dejando así pasar la punta de lanza que lo hubiera atravesado de lado a lado, probablemente por su pulmón derecho.

Pisando con fuerza, sintiendo y oyendo como su sandalia se deslizaba por aquel viejo suelo de mármol, tomó con fuerza su propia arma y bloqueó el siguiente golpe de su adversario, sintiendo así por dos segundos como un viento tibio agitaba unos mechones que caían sobre su frente.

¡Crack!

Sin temor, dejándose llevar por la tensión, partió la piruleta que tenía entre sus dientes a la vez que echaba el cuerpo un poco hacia el frente y lo ladeaba, dejando pasar la larga y oscura lanza de Tánatos, lo que implicaba que el dios menor entrara en su campo de cuerpo a cuerpo.

¡Slurp!

Escupiendo el palillo en su boca, Buda pasó y atacó con su lanza/pesa directamente a Tánatos. El dios recibió en su ojo el palillo, sintiendo como este atravesaba su ojo y le cegaba por unos segundos. Segundos en los que Buda asestó el demoledor golpe contra su adversario, sacando todo el aire del propio dios del inframundo y empujando al mismo contra unas estanterías.

—¡Un poco de ayuda aquí!

El sabio volvió a centrarse. Tomando el asta de su arma, pronto se giró para ver como Jin Mori estaba siendo un poco presionado por dos enormes esqueletos.

—Gashadokuro.

Comprendiendo que aquellos esqueletos gigantes eran demonios ligados a la mitología nipona, Buda llegó a la conclusión de que Tánatos no estaba solo, si no que un dios del propio Shintō lo estaba ayudando a llevar acabo sus propios planes que, si no estaba mal encaminado, iban ligados a la destrucción de todo libro sobre las armas divinas o métodos para eliminar a un dios, aquellos que ellos usarían contra Indra para terminar con aquella guerra que estaba sacudiendo los cimientos del mundo mismo.

Slash

Buda giró a tiempo y movió a tiempo su arma, desviando con el movimiento la punta del arma. Frente a él, con un ojo cerrado por el plástico que había disparado, Tánatos lo estaba mirando con el otro ojo, mostrando un brillo realmente muerto, sin vida, apropiado para un dios ligado al inframundo mismo.

—Con esa jugada no te desharás de mí, Buda—siseó el dios, agitando sus alas de cuervo—. Mi señor Hades me dio una misión y, como su mano derecha, debo cumplirla así me cueste la vida.

—Eso es algo de admirar—Buda admitió, desenvolviendo otro chupachups que se llevaría a la boca en breve—. Pero morir por nada, desperdiciar la vida misma aunque sea eterna, ¿es lo que tú deseas? ¿O es algo impuesto por el mismo Hades? Últimamente el cielo está demasiado lleno de dioses con ideas estúpidas, con movimientos extraños y cambiando de facción según le convenga—metió el caramelo en su boca, moviendo el mismo con la lengua para desplazar el palillo—. Y por culpa de todo ese caos generado por Indra, no puedo disfrutar de mis chocolates, palomitas, de mi querida...

—No me interesan tus aficiones, Buda—Tánatos cortó las palabras del hombre que ascendió a dios—. Quiero tu corazón ensartado por mi lanza, forjada con la escama de un dragón, bañada en su sangre y creada en el mismo Yomi.

—Oh...así que creaste un arma mata dioses.

Flap

Buda levantó pronto un escudo enorme que bloqueó la estocada. Tánatos quedó sorprendido, perdiendo fuerza en el movimiento y el mismo Buda sonrió tras el escudo, una de las formas de su querido Rokudō (Los Seis Reinos) y que lo había protegido de aquella estocada, levantando ligeramente un poco de viento que no le impidió moverse.

Retrayendo su arma divina a su forma origen, Buda la soltó a la vez que acortaba el camino hacia Tánatos, el cual había quedado estupefacto al observar la defensa inexpugnable del mismo sabio, por lo que no pudo reaccionar cuando una rodilla golpeó directamente contra su pecho, hundiendo su estómago y casi atravesándolo por el otro lado.

Antes de que Tánatos respondiera, Buda tomó el rostro del dios menor del inframundo y, sin temor alguno, lo estampó contra el suelo en un movimiento descendente, quedando sobre su enemigo derrotado y desarmado.

Chu

—Un poco más y destrozo nuevamente mi chupachups...

—¡Gah!

El sabio ladeó la cabeza. Observó brevemente a Tánatos antes de volver a su posición de origen.

—¿Esto es todo? Dudo mucho que Indra te haya enviado para perder de un modo tan...¿patético?—se encogió de hombros, sonriendo ladinamente y con cierto grado de burla—. Lo que quiso obtener con esto, no lo obtendría si perdieras.

—En...en eso llevas razón, Buda—murmuró Tánatos. El golpe contra su estómago había destrozado todo su interior, llenándolo con sangre y apenas podía mantenerse consciente para conversar con el hombre que se hizo dios.

—¿Y bien? ¿Quién más está contigo?

Torciendo los labios, Tánatos mostró sus dientes ensangrentados. Pronto, en un solo segundo, Buda sintió una presión sobre sus hombros, una que daba miedo incluso siendo en aquella escala.

—¿Qué has hecho?

—Solamente...use el poder del Infinito...

Buda reaccionó a tiempo. Tomando su arma divina y transformándola en el enorme escudo anterior, bloqueó a la bestia que se cernió sobre él, separándolo de Tánatos y casi devorándolo, pues al abrir la boca, aquella serpiente podría haberse tragado por completo al sabio y toda la biblioteca de Uzumaki.

¡Jörmundgander!

Reconociendo a la eterna enemiga de Thor, Buda saltó para alejarse de la bestia nórdica y poderosa. Se decía que la Serpiente de Midgard enfrentaría al mismo Thor, llevando al hijo de Odín a la muerte una vez el Ragnarok hubiera comenzando.

—¿Ves, Buda?

Sobre la cabeza de Jörmundgander, Tánatos habló hacia el mismo Buda, no mostrando herida alguna, como si alguien más lo hubiera curado para seguir con aquel enfrentamiento.

—...

—El poder. La victoria. ¡Todo está de este lado del tablero!

Un rugido escapó del hocico de la serpiente, haciendo retumbar el lugar. Probablemente las cosas estaban poniéndose en marcha en el castillo y pronto contarían con refuerzos. O eso estaba esperando el mismo Buda.

—Indra-sama me ha otorgado el poder de Ouroboros gratamente, lo que ha empujado mi cuerpo y poder mucho más allá de lo que tú soñarás jamás—lentamente, Tánatos colocó la lanza sobre su hombro—. Dioses. Humanos. Demonios. Bestias. Todos pronto serán regidos por el Rey de los Cielos, aquel que unirá a todos los panteones bajo uno solo, rigiendo con mano de hierro y sin temor a destruir a sus opositores—cruel, una sonrisa se pintó en el rostro del dios—. Has pecado, Buda. Has roto tu propia existencia yéndote al lado de esos perdedores y lo ves con esos ojos sabios que pronto dejarán de existir.

—...

—No queda tiempo para el lamento. No tienes tiempo para cambiar. Tu ejecución...ha llegado...

Frash

Pam

¡Graaarg!

Trozos de techo cayeron al suelo. Una nube inmensa de polvo se generó. Alaridos de Jörmundgander alertaron a Tánatos, quien miró hacia el polvo generado sobre la cabeza de la bestia que él estaba montando, con la que destruiría aquel lugar antes de ir hacia la ciudadela y tomar la vida de todos los Uzumaki

—¡Oye, Buda!

Buda tomó con su mano un paquete de KitKat que al menos contaba con una docena de paquetes más pequeños.

—¿Uh?

Aplausos se oyeron. Una onda de vientos desplazó completamente el polvo y una figura quedó completamente a la vista, estando sobre la cabeza de Jörmundgander.

—No...no...¡no puede ser!

Cuatro brazos. Piel de color lavanda. Tatuajes de un color más intenso, posiblemente azul oscuro o un morado claro, tal vez un lavanda más oscuro. El hombre que había derrotado a la inmensa serpiente con un solo golpe, era joven, extraño, con tres ojos presentes y dos bandas doradas sobre su cabeza, manteniendo aquel cabello negro rizado en su sitio habitual.

No llevaba nada más a parte de un pantalón dhoti del mismo color que las bandas.

—Eres tú...Shiva...

Slash

Sin mirar, dando la espalda a su adversario, el dios de la creación y la destrucción, el top 2 junto con Indra, tomó con su mano derecha el arma de Tánatos justo cuando estaba estaba por atravesarlo.

Ni un pestañeo.

Grack

Shiva se movió, desarmando con velocidad a su adversario y lo atravesó con su propia arma sin pestañear siquiera, manteniendo al dios menor de pie con sus brazos superiores.

—¡Gah!

Grougk

Shiva tiró de la lanza. Con un movimiento, partió a Tánatos en dos. Lentamente, el cuerpo del lugarteniente de Hades comenzó a convertirse en cenizas, desapareciendo.

—¿Por qué has venido?

Buda colocó su arma sobre su hombro. Moviendo el chupachups en su boca, miró al dios hindú con recelo. Aquel dios había sido el causante de todas las desgracias de su familia, de su sobrino.

Trum

Cerrando las manos, Shiva saltó de la cabeza de Jörmundgander para quedar justo frente al mismo Buda, lo que generó que el ambiente se volviera pesado, incluso más que durante la batalla con el dios menor y su mascota, todo mientras Jin Mori limpiaba por completo el lugar de esqueletos gigantes.

—Todo padre, en algún momento, debe visitar a su hijo—Shiva sentención, bajando levemente la mirada hacia Buda debido a que el propio sabio había bajado la cabeza—. Es...

Pam

Sin evitarlo, Shiva encontró su rostro golpeado por el arma divina del sabio, siendo empujado hacia atrás y con el pronto sabor de la sangre inundando sus papilas gustativas.

—Eres demasiado idiota, Shiva—murmuró Buda, golpeando con el bo el suelo de aquella biblioteca inmensa—. Tú...¿realmente esperas que te permita ver a Naruto? ¿Después de un milenio? Se supone que el budismo no es algo que se use para la muerte...pero mis deseos de arrancar tus cuatro brazos es demasiado enorme, Shiva.

—¡Jajajaja! ¡Vamos Buda, no seas así!—limpiando su sangre, Shiva comenzó a levantarse—. Sabes...sabes que la historia de Kushina y mía no ha sido fácil.

—¿Y apareces ahora? ¿Después de un milenio y la muerte de Kushina de por medio?—Buda apretó los dientes. El caramelo pronto estalló, mandando los pedazos dentro de su boca—. Eres demasiado idiota incluso para que yo te mate, Shiva.

—¡Oye! ¡Sabes de sobra que velé por Naruto mientras esos viejos dioses ponían sus normas y reglas!—Shiva gruñó—. No es fácil tener hijos fuera de tu panteón, y lo sabes. ¡Eso ha roto por lo menos mil reglas o más!

—Entonces...esto fue el causante de tanta destrucción y muerte alrededor de Naruto...

Shiva cambió el rostro.

—Solo vengo a ayudarte. Mi facción pronto luchará contra Indra y los suyos. Necesito tu ayuda...

Buda guardó silencio. 

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