¿Diablo o Exorcista?
Cambiar aquello que sientes. Cambiar tu perspectiva de ver la vida, aquello que amas y por lo que has dado tu alma, solamente con unas palabras, con unos minutos, unas horas. Es probable. Muchos, a lo largo de los años, han cambiado su destino con solamente una sílaba, con una acción, un pensamiento, un simple acto habitual. Y jamás lo sabrán, no podrán ver aquello en lo que se habrían convertido, si hubieran hecho todo de un modo completamente distinto, si en vez de ir a la izquierda, hubieran ido a la derecha. Si en vez de callarse sus sentimientos...simplemente hubieran hablado, desahogado aquello que tanto guardaban, si hubieran desvelado su secreto más oscuro, o simplemente si alguien más hubiera confiado en ellos, no ocultándoles secretos, no privándoles del saber.
Naruto conocía aquello. Su vida, a lo largo de los mil años que había estado vivo, entre reencarnaciones, pudo ser testigo de primera mano en como una vida cambiaba sin más, con una acción, un simple deseo egoísta como tener algo que no era suyo. Pudo ver a su familia asesinada. Sus hermanos de batalla, masacrados. Su gente sin esperanza. Todo por lo que él luchó, desapareció cuando su hermanastro simplemente deseo quitarle la corona; una corona que él no pidió, que no quiso y se le fue otorgada mucho antes de tiempo.
Aquel cambio, le llevó al exilio, a refugiarse con los cazadores de demonios cuando no tenía nada, a caer en los brazos de Kanroji Mitsuri cuando simplemente era un perro callejero. Pero fueron sus elecciones las que lo llevaron a estar donde estaba, siendo un cazador, un exiliado del clan Uzumaki, un rey sin corona.
Un padre...sin hijos.
Naruto había pasado años recordando a sus hijos. La alegre Akame. Kimiko, siempre callada. A Tora no lo pudo conocer. No tenía ni un año cuando le fue arrebatado por aquellos que consideró una familia, que intentó unirlos a su sangre y los trató como tales.
Pero al final, madre se tiene una y padres, muchos.
Suspiró, eliminando los recuerdos de su mente. Removió la corbata del uniforme, desanudando el cuello, dejando la piel bronceada al aire. Sentía como sus pulmones estaban siendo presionados, como si alguien los aplastara desde dentro de su propio pecho. Naruto gruñó entre dientes, sintiendo una terrible sensación en su propia alma, como si alguien estuviera en problemas, como si alguien lo necesitara.
Odio no estar en un lugar donde me necesitan.
Naruto odiaba aquella sensación, tan familiar, fresca. Podía aun sentirla cuando estaba luchando con Shiva, cortando uno de sus brazos. Podía recordad con exactitud como aquel sentimiento oprimió su corazón, haciéndole ahogarse completamente, sintiendo que fallaba, que le faltaba el aire.
Estaba sintiendo lo mismo. Sentía que el oxígeno estaba faltando, que su corazón lentamente iba parándose. Y odiaba recordar aquella sensación, que fuera la misma. Naruto enumeró las personas que podrían estar en peligro ahora mismo. Mitsuri estaba en la academia. Los diablos no eran demasiado importantes para él, por más que salvara a Rias y Sitri de Kokabiel en conjunto con Sasuke. Y Sasuke no era de los que estaban realmente en peligro. Si podía estar al día con él, no había de que preocuparse.
El Uzumaki bufó. La sensación se había instalado en su pecho y no parecía abandonarle. Estaba hiperventilando, notando que algo estaba pasando. Lentamente, la negrura lo golpeó.
―Oh, bello durmiente~―susurró una voz, helada como la misma muerte. Naruto abrió los ojos, encontrándose con unos oscuros ojos negros como la misma oscuridad. Sentía un tacto frío en su rostro. Movió los ojos, observando dos huesudas manos tomando su semblante―. Es tan bello verte, pequeño Uzumaki.
Plaf
Naruto se deshizo de las manos de aquella mujer, observando su rostro lechoso, su cabello albino que caía en una cascada blanca, cubriendo más de la mitad de su espalda. Agudizó los sentidos, olfateando el aire. No podía encontrar nada, estaba en un oscuro vacío.
―¿Quién eres?―el Uzumaki arrastró la pregunta, deseando poder tomar su espada. No sentía el peso de la misma. Estaba desarmado. Y aquella mujer, estaba llena de muerte.
―Los mortales como tú, simplemente son extraños en mi reino―ella dijo, desviando la pregunta del muchacho, observándolo. Examinó cada rasgo del cazador, desde sus pies hasta las puntas de su dorado cabello, sonriendo ampliamente―. Pero desde luego, has reencarnado bien, Kagutsuchi. Parece que realmente Izanagi quiso matarte―ella declaró, dando vueltas alrededor del rubio, olisqueando su piel.
―¿Kagutsuchi?―Naruto enarcó una de sus dejas, extrañado ante el nombre que la mujer le había dado. Se puso en completa tensión, cuando la helada mano de aquella albina se posó sobre sus labios.
―Con tu nacimiento, el fin de la creación del mundo llegó, así como mi propio nacimiento―aseguró la albina, dando una escueta sonrisa hacia Naruto. Aquella sensación de muerte, aquella oscuridad, parecía crecer a cada segundo―. Ahora, pequeño dios del fuego, es hora. ¡Despierta!
¡Hmp!
Naruto parpadeó, notando la neblina sobre su rostro. Pasó la mano por el mismo, intentando espabilarse, viendo unos ojos castaños y un cabello azul, con un mechón verde sobre la frente.
Xenovia Quarta había entrado a la sala del club de lo oculto, esperando poder encontrar a Rias Gremory, encontrándose en su lugar a un Naruto dormido, hablando en sueños...y completamente blanco, helado.
―¿Estas...bien?―Xenovia frunció el ceño, separándose y dejando espacio para que el cazador pudiera sentarse completamente. Naruto estaba jadeando, había sentido que su alma era, literalmente, arrancada de su cuerpo. Movió la mano, palpando su pecho, sintiendo la cicatriz bajo la camiseta.
¿Qué mierdas fue aquello? ¿Kagutsuchi?
La sensación helada, de muerte, que sintió en aquella pesadilla, se había quedado en él cuando abrió los ojos. Podía jurar sentir aquel putrefacto y helado aliento golpeando su cuello, su coronilla. Y no le estaba gustando. Odiaba estar dentro de los planes de los dioses...una vez más. Naruto suspiró, atrapando su rostro con la mano, sintiendo ahora la presencia de la exorcista de la iglesia cristiana.
—¿Xenovia?
—Al fin pareces reaccionar—bufó ella, cruzándose de brazos, colocando ambas extremidades bajo su cofre algo extenso—. ¿Estás bien? Estabas hablando en sueños y estabas realmente pálido. Incluso aun lo estas, con la piel realmente helada, como si la vida se hubiera escapado de tu cuerpo.
El Uzumaki gimió, enterrando nuevamente su rostro en sus manos. No se llevaba demasiado con la ex exorcista, por lo que ser encontrado por ella en un estado deplorable, al menos para él. Naruto era y seguía siendo orgulloso por naturaleza. Jamás había doblado la rodilla, voluntariamente, ante nadie que no fuera su abuela e, incluso ante ella, le costaba hacerlo. Llevaba sangre de reyes corriendo por sus venas, o eso le dijo su madre. La sangre del primer cazador, del Uzumaki que encerró a Muzan en el sello mil años atrás. Que lo vieran débil, era un golpe demasiado fuerte para su orgullo como guerrero, rey y como un comandante de los ejércitos de Amaterasu en su tiempo. Ni siquiera su abuela lo vio destrozado. Siempre guardó todo para sí mismo, siendo reservado sobre sus verdaderos sentimientos.
Tayuya, Bishamon y Mitsuri en cambio, si lograron llevarlo a un estado verdaderamente sentimental. Lo vieron llorar. Lo vieron destrozado, cada una por diferentes motivos y razones, pero todas vieron su lado más humano, aquel lado que no mostraba demasiado, que no dejaba a cualquiera ver. Ni siquiera Sasuke lo vio de tan mal estado.
Bufó por lo bajo, negando y ocultando una ligera sonrisa llena de añoranza.
Oh, mierda. ¿Soy tan patético?
Suspiró suavemente, dejando su rostro libre al fina y mirando directamente hacia su derecha, donde Xenovia parecía observarlo, esperando una respuesta a alguna pregunta. Pero no recordaba que le hubiera hablado, ¿oh lo había hecho? Naruto gimió de nuevo, por segunda o tercera vez. Hoy no estaba siendo su día. ¿Cuánto se terminaría? Tal vez algo de ramen le vendría mejor a su cuerpo, que aquella sensación fría y helada que parecía venida del mismo Yomi.
―Perdón...¿dijiste algo?―Naruto devolvió la pregunta, realmente no recordando lo que la chica había preguntado. Aquella simple frase, por alguna razón, le dio añoranza.
―¿Estás bien? Incluso pareces algo ido, Uzumaki―refutó la sacerdotisa, frunciendo más el ceño, realmente observando al chico que derrotó a Kokabiel, como si no fuera él realmente. Parecía ido, con la mente en otro lado, drogado o enfermo.
―Si...solamente necesito algo de descanso. Creo que el desayuno me ha sentado mal―declaró el rubio, dando una sonrisa forzada, falsa, a la muchacha, esperando que se lo creyera. Y lo hizo. Lo bueno para Naruto, era que Xenovia no lo conocía como lo hacían Sasuke y Mitsuri, incluso Sanemi y Tomioka. Podía mentir fácilmente a cualquiera y no sería verdaderamente descubierto.
―Bueno...
―¿Qué hace una exorcista preocupada por un aliado del Inframundo? Eso es novedoso―atacó el Uzumaki de vuelta, moviendo su atención hacia la peliazul, realmente interesado por la respuesta que la chica le diera.
Xenovia frunció nuevamente el ceño, molesta. Desde que Kokabiel dijo que Dios había muerto y ella lo comunicó a los altos cargos de la iglesia, simplemente fue excomulgada, expulsada como un simple perro callejero, sin ayuda, sin hogar. Se vio forzada a dejar todo en manos de Irina, quien se marchó sin mirarla directamente, solo dándole algunas miradas de odio puro.
Le había dicho, que estaba pensando estar aliada con Gremory. Y ciertamente, Irina no estaba contenta. La había increpado, gritado y sermoneado, para luego pasar a la indiferencia y al odio, las miradas frías y las escuetas palabras.
Nuevamente, Xenovia estaba sola, como en el orfanato.
―He sido...excomulgada―ella dijo, bajando el tono de su voz, casi pareciendo un susurro. Naruto se vio forzado a agudizar un poco sus oídos, captando la frase suave, triste, rota que escapó de los labios de la muchacha y frunció el ceño.
¿Realmente? ¿El Heaven sigue usando a los humanos como simples herramientas y, cuando piensan distinto, los echan? Michael debió aprender de cuando llevé las alas de Uriel sobre su mesa. Cuando dejé caer la cabeza del arcángel de las tierras y templos de Elohim sobre su mesa, manchando sus ropajes de sangre, siseó mentalmente, siendo mordaz, sintiendo la furia creciendo en su interior.
Dejó escapar un suspiro, cansado del Heaven, de lo sobrenatural, queriendo una verdadera vida tranquila junto a Mitsuri, pudiendo descansar de los errores del pasado, de aquello que una vez le hizo daño o lo lastimó.
―Ya veo. Kokabiel soltó algo que no debió decir―masculló el rubio, pensando en el cadre. Si hubiera podido mantener la marca en su cuerpo, por más tiempo, el maldito habría muerto y ahora no estaría encerrado en la prisión del Grigori, custodiado por algún leal a Azazel. Chasqueó la lengua, molesto.
―¿Tú...lo sabías?
―¿De la muerte de dios? Bueno, todo aquel con mil años de vida, debería saberlo―Naruto expresó, dando una escueta sonrisa a la joven. Podía ver la tristeza y el dolor en los ojos de la joven ex exorcista―. Pero, no debes lamentarte.
Xenovia frunció el ceño. Apretó los labios.
―¿Lo dice alguien con hogar, que no ha perdido todo lo que tiene?―gruñó ella, mirando con ojos llenos de rabia al cazador.
Pero aquello, fue un error.
Los normalmente fríos ojos del Uzumaki, ahora estaban completamente helados, como si realmente fueran hechos de hielo puro, dos esquirlas con la intención de atravesarla.
Xenovia sintió un profundo escalofrío.
―Cuida tus palabras, Xenovia―Naruto dijo, calmado, dejando que su aura la golpeara, haciéndola temblar. Naruto respiró hondo, llenando sus pulmones con todo el aire posible y lo expulsó, lentamente, relajando su temperamento, sus pensamientos―. No hables de lo que no sabes―el cazador apartó los ojos de la chica, dejando que ambos parpados ocultaran los orbes azules―. ¿Por eso estas aquí? ¿Para encontrar un hogar? Eso es tan hipócrita de tu parte.
Cada centímetro del cuerpo de Xenovia, se tensó.
―¿Qué?
―Simplemente destruyen aquello en lo que tienes fe, y vienes a refugiarte con aquellos que odias, a los que juraste destruir, matar con Durandal, la espada sagrada―dijo el cazador, lentamente, grabando en la cabeza de la ex exorcista sus palabras, cada letra, cada sílaba―. Ni siquiera yo, he caído tan bajo.
―Pero estas aliado con Gremory―Xenovia se defendió, molesta por las palabras del Uzumaki, sabiendo que eran completamente verdad. Después de saber que Dios murió, se refugió con los diablos. No tenía nada. Era ser un miembro del séquito de Gremory o un exorcista pícaro. No había una tercera opción para ella. No había iglesia. No más exorcista.
―Conveniencia. Dentro de un tiempo, no se cuándo, una guerra sacudirá el mundo sobrenatural y arrastrará a todos a un bando o a otro. Aunque no sé mi bando actual ni el bando del Inframundo, ambos preferimos guardarnos las fuerzas para lo que viene―Naruto explicó, completamente serio, calmado―. Así que elige bien, Xenovia Quarta. Tal vez haya una tercera opción.
Por suerte para él, alguien estaba moviendo los hilos y estaba preparando todo para su regreso.
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