Boda
Había perdido. Fue aplastado por su enemigo. Arriesgó todo, y perdió cuando más lo necesitaban. ¿Para qué había renacido? ¿Porque seguía vivo? Cuando Rias lo había necesitado para librarse de aquel compromiso que ella no quería, había perdido. Entrenó, se esforzó durante diez días antes del Rating Game y fracasó cuando estaba luchando contra Raiser para arrancar a la presidenta de su destino. Falló a sus amigos. Fue un fracaso cuando realmente debió mostrarse como el Emperador Rojo, el portador del Booster Gear.
Y perdió.
Hyōdō Issei, el reencarnado bajo la mano de Rias Gremory, portador de la Booster Gear, uno de los Trece Longinus, había sido aplastado en una lucha mano a mano contra Raiser Phoenix, el prometido de su presidenta, la chica que no quería estar en aquel compromiso. Ella no se quería casar, pero ahora tenía que hacerlo y todo era su culpa. Él había fracaso. Había perdido. Por su culpa, todo se había terminado.
Notó como Koneko, Akeno e incluso Kiba se alejaban tanto de él como de Asia, dejándolos a un lado. Podía sentir las miradas decepcionadas. El dolor en el brillo de su iris. ¿Lo hacían para no lastimarlo? ¿A él? ¿A quién había echado a perder todo? Issei se sentía un fracasado, incluso más que cuando se dejaba llevar por el libido y espiaba a las chicas de kendo, recibiendo la paliza del Uzumaki, a quien no había visto desde hacía al menos dos semanas, cuando prometió estar ahí. Y no había aparecido. Los había dejado vendidos y eso que él había causado el caos, que enfrentó tanto a la cuñada de Rias como al Phoenix en la reunión.
Todos lo estaban dejando a un lado. Asia había sido removida de la casa por Rias. Estaba perdiendo todo lo que la reencarnación le había dado, y ahora solo sentía la soledad en su alma, el ahogo que lo estaba golpeando y robándole las ganas de respiras. ¿Cuándo había dormido por última vez? ¿Hacía seis días? ¿Menos? ¿Más? No recordaba cuando fue la última vez que su cabeza tocó una almohada y sus ojos se cerraron.
Mierda. ¡Mierda!
Pam
Dejando que la ira lo cegara por un momento, el castaño adolescente lanzó la almohada contra la pared, generando un leve sonido que llenó los oídos del diablo por un leve momento. Dejó caer su cabeza, tapando su rostro con el brazo.
Estaba llorando.
¿Realmente estaba llorando? Issei apretó los labios, intentando contener los sollozos. ¿Qué podía hacer? Había perdido a sus amigos. Estaba solo. Perdido. No sabía qué hacer, o cómo hacerlo. Necesitaba ayuda, pero no había nadie que pudiera brindársela. Si intentaba algo, simplemente volvería al inicio, a perder otra vez. ¿Estaba destinado a eso? ¿Al fracaso?
Bruuu
—Entonces, hace un frío que pela, ¿eh Hyōdō?
El portador de la Booster Gear detuvo sus lamentos, sus pensamientos. Bajó el brazo, aprovechando para limpiar las lágrimas que estaban escurriendo por su rostro y miró al dueño de aquella voz. Estaba sorprendido. Seguramente estaba alucinando o soñando. No podía ser que le hubiera encontrado. Nunca lo invitó a su casa.
—¿N-Naruto?—sorprendido, Issei logró articular una sola palabra, fallando con un tartamudeo inicial. El rubio cazador metió el cuerpo entero en la habitación del adolescente. El gakuran cubría el cuerpo entero del Uzumaki, cubierto con el haori rojo de llamas negras, con el kanji de Décimo en la espalda, luciendo para aquel que lo quisiera ver. En su mano derecha, unas vendas negras destacaban, solo si te fijabas completamente, por lo que Issei tardó varios segundos en notarlo—. ¿Qué haces aquí? Desapareciste hace días.
Lentamente, Naruto terminó dentro de la habitación. Se giró y cerró la ventana detrás de él, impidiendo que la nieve llegara a entrar en la habitación. Hacía un frío invernal fuera de aquel hogar. La diosa de la nieve debía de estar danzando alegre, delante de sus hermanos.
—Tuve asuntos importantes—se disculpó el Uzumaki, colocando su Nichirin contra la pared. Tomó los bordes del haori y se lo quitó, dejando a la vista su uniforme de cazador, sin adorno alguno. Colocó el haori sobre la silla frente al escritorio, esperando a que se secara. No tenía problema con el invierno o la nieve, pero odiaba cuando la ropa quedaba empapada por el agua helada de las nubes. Le recordaba a una lucha que tuvo con un dios marino de Egipto.
—Perdí...
—¿Uhm?—Naruto movió la cabeza, mirando al muchacho reencarnado. Realmente se veía mal, con ojeras, la piel más blanca que la leche, con un ligero tono de ceniza y parecía no haber comido por días—. Oye, ¿estás bien? Pareces famélico, hombre.
—¿Te parece gracioso, Uzumaki?—Issei lanzó la pregunta, mordaz, mirando con fijeza al cazador. Naruto tonó el respaldo de la silla y la giró, sentándose en la misma—. ¿Dónde estuviste?
—Tokio.
—¡¿Qué mierdas hacías en Tokio?! ¡Debías de ayudarnos!
Uzumaki respiró con calma, pasando la mano por su rostro, echando los cabellos dorados hacia atrás, dejando ver una cicatriz sobre su ceja derecha; una cicatriz que había obtenido de pequeño, con su mejor amigo y hermano en una de las tantas sesiones de entrenamiento bajo la vista de su maestro, uno de los que había tenido.
—¿De verdad, Hyōdō?—ligeramente frío, respondió el cazador, moviendo sus ojos sobre el diablo reencarnado—. No era mi lucha, en primer lugar. No soy un siervo de Gremory para participar en uno de sus juegos de clasificación. ¿Lo entiendes?
—Entonces, ¿porque lo retaste?
—¿Quieres una respuesta a eso?—Naruto devolvió la pregunta, colocando su mentón sobre su mano, mirando al muchacho de cabellos castaños. Issei se sentó al borde de la cama, mostrándose bajo la luz escasa de la luna, casi como un muerto viviente.
Realmente está hecho mierda, se dijo el Uzumaki, frunciendo el ceño interiormente. ¿A esto llegaba? ¿A sentir pena por un diablo? Naruto se regañó así mismo, intentando olvidar que había sentido pena por Hyōdō Issei, el reencarnado.
—Si—Issei respondió, mirando con sus ojos almendrados al cazador. Ese bufó, divertido. Un mocoso le estaba exigiendo una respuesta. Era demasiado divertido.
Entrelazó sus dedos, formando un apoyo para su mentón.
—Para sacarlo de quicio, Issei. Ese polluelo ni siquiera es un verdadero fénix. No es inmortal—Naruto declaró, dando una sonrisa pequeña, mostrando sus dientes perfectos—. Estando lleno de ira, en el combate Raiser cometerá un error; error que aprovecharé para rebanar su cuello con mi espada—señaló la Nichirin con el pulgar de la mano derecha, manteniendo sus ojos sobre Issei—. Y eso es lo que voy a hacer.
—¿Y cómo vas a matar a alguien que está fuera de tu alcance, Uzumaki?
Una voz femenina cortó cualquier respuesta que hubiera dado Issei ante la revelación de su compañero de clases. Ambos adolescentes movieron su atención hacia la nueva figura, encontrando a la reina más fuerte del Inframundo pegada a la pared, con las manos sobre su vientre, observando a los chicos con sus ojos grises.
—¿Nunca pides invitación para entrar?—Naruto preguntó, dejando que algo de burla corriera por su voz. Grayfia no respondió. Centró su mirada en Issei, clavando aquellos ojos sobre el adolescente, como dos dagas afiladas. Naruto se encogió de hombros, sintiendo que estaba siendo apartado.
—Ten, Hyōdō Issei. De parte de Lucifer-sama, para hacer aquello que realmente deseas hacer—explicó la maid, extendiendo un sobre con un círculo mágico sobre él.
—¿Por qué me da una invitación a la boda?
—¿Ciertamente eres un chico estudiante?—Naruto cuestionó, sonriendo con burla—. Te lo ha explicado. Es para hacer aquello que deseas hacer. ¿Y qué es lo que deseas ahora, pequeño pervertido?
—¡No te burles!
—No lo hago. Digo la verdad. Tus neuronas son demasiado cortas para entenderlo—el cazador declaró, sonriendo ante al rojo rostro de Hyōdō Issei—. Eso es un pase vip para obtener al pollo flameante y el rescate de la princesa.
Issei boqueó, entendiendo que con aquella invitación podía entrar, detener la boda y rescatar a Rias de las garras de Raiser, un diablo despreciable, asqueroso. Incluso él no llegaba a...a...a ser como él, alguien que veía a las mujeres como un simple objeto.
Pam
—¡Oye!
—Eres igual de pervertido que ese inepto de Raiser—informó el Uzumaki. Tomó la invitación de las manos del muchacho, observando las letras doradas al frente.
Hace años que no voy a una boda.
Naruto apretó aquel sobre, sintiendo el tato del papel acariciando las yemas de sus dedos. Respiró hondo, calmando su mente, manteniendo los recuerdos a buen recaudo. No era el momento de sentimentalismos. Ni siquiera sentía realmente. Le habían arrancado el alma cuando lo expulsaron de su hogar alejándolo de todo lo que amaba. ¿Cuánto hacía que no veía a sus amigos?
—¿Estás bien, Naruto?
Preocupado, Issei se levantó de la cama. Se acercó al cazador e intentó tocarle el hombro.
Plaf
—¡Ey!
Naruto evitó el tacto de un manotazo.
—No necesito el tacto de un pervertido—gruñó Naruto, levantándose del asiento, dejando que el haori llegara hasta sus talones. No era muy alto...de momento. Estaba en su forma joven, adolescente, comprimiendo su poder más aun—. Mira, si no quieres ir por Raiser, yo tomaré la invitación y separaré esa cabeza presuntuosa del pollo flameante y se la mostraré a todo el Inframundo—de reojo, miró a la maid, esperando alguna reacción del lado de la mujer del Maō Lucifer, algún gesto que lo hiciera dudar, que le hiciera atravesarla con su katana. Pero Grayfia no se movió. Mantuvo su rostro neutro, con los ojos sobre Hyōdō, sin pestañear. Casi parecía una estatua.
Issei frunció el ceño, arrebatando la carta de las manos del cazador de ojos azules, acercándola a su pecho.
—Yo puedo encargarme sin matar a nadie, gracias.
—¡Ja! ¿Seguro?—Naruto ladeó la cabeza, dando una sonrisa pequeña, divertida, que hacía recordad a algún dios bufón—. Mira, chico. Llevas cuanto, ¿un mes? ¿Dos? ¿Un trimestre? Solo llevas unos meses conociendo lo sobrenatural, chico. Yo llevó años en el mundo, sobreviviendo a la caza de mi familia. Y ya perdiste contra Raiser. Yo lidiaré contra él.
—¡No puedes ir matando a todo aquel con el que...!
Rash
Clink
Issei sintió el sudor escurriendo por su rostro, goteando al suelo. Movió los ojos hacia un lado, observando la hoja de la Nichirin a un lado de su cabeza, rozando su piel.
—Hyōdō. He venido ofreciendo mi ayuda, no a que ofendas mi oficio. Cazo seres sobrenaturales. Tú eres uno de esos seres ahora, por lo que si rajo tu cuello, no sentiré lástima al ver tu cabeza rodar por el suelo, manchando este suelo con sangre—Naruto apretó los dedos alrededor del mango de su katana, introduciéndola aún más en la pared, rozando lentamente la mejilla del muchacho—. Yo lidiaré con Raiser.
Rush
Naruto tiró, sacando la katana de la pared y tomó la invitación de las manos del muchacho, observándola con sus ojos zafiros. Podía leer, sentir la magia que la imbuía.
—Naruto. No puedes manchar tus manos de sangre.
—¿De verdad? Mis manos ya lo están. Raiser Phoenix ni siquiera es un humano. Mi deber es matar a seres sobrenaturales y es lo que voy a hacer con Raiser. Tomar su cabeza—aseguró el Uzumaki, envainando la katana de un movimiento simple.
No le importaba demasiado la boda de Rias Gremory, que quisiera escapar de las garras de su familia y de los deseos que el Consejo del Diablo tenían para ella, aquellos ancianos que no sabían dónde caerse muertos ni cómo sobrevivir sin sus sirvientes humanos.
Naruto respiró hondo, tomando un poco más de oxígeno. Sintió como la mujer de Lucifer se marchaba en un círculo mágico y como solo quedaban él y el chico de la Booster Gear.
La boda no le importaba. No le importaban los deseos de Rias Gremory ni los planes del Inframundo para repoblar su pueblo tras el final de la guerra santa.
Estaban débiles, destruidos. Necesitaban soldados para una guerra que no se podían permitir. Cada diablo era necesario en la defensa, protección del Inframundo.
Pero para Naruto, aquello carecía de importancia. Quería la cabeza de Raiser Phoenix y la obtendría, de un modo u otro.
*Encuesta: queréis a Raiser muerto o vivo?
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