Bishamon

Sintiendo el frío de la mañana, Uzumaki cerró los ojos completamente y dejó que el viento meciera su cabello rubio. Relajó su cuerpo. Inspiró completamente todo el aire helado. Lo sintió entrando por sus pulmones. Hacía años que no tomaba nuevamente algo relacionado con el Shintō. Si cualquier dios lo viera, su cabeza estaría empalada en una pica. Y no estaba por la labor de morir. Aun no, desde luego.

Naruto juntó ambas manos sobre su regazo, entrelazando los dedos, dejando las palmas hacia arriba. Era refrescante. No tenía el agua helada de la cascada cayendo sobre sus hombros. No estaba rodeado de árboles, de naturaleza...pero estaba a gusto, relajado, sin pensamientos negativos en su mente. Los recuerdos se diluían lentamente. Los pensamientos negativos quedaban encerrados en una caja en lo más hondo de su mente, ocultada en la misma oscuridad. Tenía, debía dejar la mente completamente en blanco.

Pero no podía, no completamente. Quedaban siete días. En siete días, Raiser Phoenix pelearía contra el séquito de Gremory. En siete días, Hyōdō Issei debería demostrar lo que el Emperador Rojo podía lograr con esfuerzo. Pero ese chico, no lograría nada. No era un luchador. Si fuera un manga, él no podría ser el protagonista. Era pervertido, amante del sexo, de todo lo relacionado a la pornografía. No podía ser uno de las mayores bazas de los diablos.

Los Sacred Gear habían sido creados para la protección de los humanos y los bandos de la Facción Bíblica los estaban recolectando. Odiaba cuando los seres sobrenaturales, más específicamente los caídos y los diablos, tomaban algo que no era para ellos.

Inspiró. Expiró.

Dejó a un lado su posición de loto, des entrelazando los dedos. Subió los hombros. Deslizó la pierna derecha hacia atrás, mostrando la izquierda hacia el frente. Abrió los ojos. Orbes azules observaron el patio de la casa de Kofuku y escanearon el área, viendo los rayos del sol mostrándose por el horizonte, acariciándolo ligeramente, haciendo que su piel se sintiera abrazara.

El Uzumaki retrajo el brazo izquierdo, moviendo el derecho al frente a la vez que movía el torso. Estaba desnudo de cintura para arriba, mostrando su piel, dejando que cualquiera despierto viera las cicatrices en su cuerpo. Cada una de ellas, estaba ligada a un recuerdo, a una acción y a una reacción, pero todas con el mismo significado.

Traidor.

Frash

Movió el brazo derecho, levantando un poco de polvo cuando lanzó el golpe.

Estaba tenso. Su mente estaba ocupada por los movimientos que quería realizar. Debía despejarla. Olvidar cada acción. Sentir los movimientos y no forzarlos. Moverse sin pensar. Ser uno con los movimientos que realizaba, que fueran fluidos como el agua de un río.

Zam

Naruto lanzó un segundo golpe. Cortó el aire helado. Pasó el brazo y golpeó a un enemigo imaginario. Mostraba firmeza, ligera flexibilidad. Pero faltaba ser coordinado.

Relaja el cuerpo.

Naruto cerró los ojos, oyendo las palabras de su maestro.

Siente el movimiento.

Tomó nuevamente la postura. Movió los hombros un poco. Inhaló todo el oxígeno posible. Hinchó sus pulmones. Y expiró, viendo como el vaho volaba hacia el cielo, perdiéndose.

Y golpea.

Floosh

Naruto sintió los músculos de su rostro contraerse y comprendió que estaba sonriendo. Su brazo estaba estirado, siendo rodeado por el aire arremolinándose, acariciando su piel.

Observó cómo los pequeños bucles desaparecían a los segundos. Había logrado concentrarse y golpear. Lentamente, estaba volviendo a su forma. No estaba ni siquiera rozando su poder real, y eso lo odiaba. Se maldecía por no haber mantenido la espada con él. Por no haber seguido sus rutinas.

Naruto dejó la postura, relajando el cuerpo completamente. Miró como el sol estaba naciendo, como lo acariciaba lentamente. Sentía los brazos de Amaterasu tomándolo. Sentía sus manos, como su piel cálida lo acariciaba y lo acunaba.

Era gratificante.

Tomó los bordes de las vendas en su mano derecha y desenredó las mismas, mirando la palma de su mano, notando una marca. El sol. Tenía la marca del sol en la mano derecha. Era al Guardián de Amaterasu, el Décimo Rey.

Lo perdió todo.

Uzumaki Naruto ya no era rey. No era el guardián de la diosa del sol. No era nada más que un cazador de demonios con un poder mediocre y muy alejado del que había tenido en sus manos.

Dejó caer las vendas, pasando a las de la mano izquierda. Con estas no fue complaciente. Tiró, arrancó las mismas sin miedo a lo que pudiera haber en su mano. Allí no había nada. Ningún otro recuerdo de su fracaso que lo atormentara, que lo persiguiera. Había tomado algo de paz consigo mismo. Necesitaba algo más de esa paz.

Naruto tiró los restos de las vendas a la basura, tomando la camiseta que había dejado sobre la valla. Sentía su cuerpo completamente suyo, como si por fin volviera a donde debería haber estado.

—Naruto-san.

Ante la voz femenina, el Uzumaki giró sobre sus talones, mirando a Hiyori Iki llevando el uniforme escolar, con las manos sujetando las asas de su bolso. Movió los orbes azules, mirando el rostro de la chica, encontrando el leve sonrojo en sus mejillas.

—Hiyori.

Hiyori sintió sus mejillas arder. Como adolescente, no pudo evitar que sus hormonas se activaran e hicieran que sus ojos se movieran, viendo el torso del chico, sus abdominales desnudos, las gotas ligeras de sudor escurriendo, perdiéndose...

—E-erm.

—¿Hiyori?—Naruto parpadeó, siguiendo sus ojos y encontrando la respuesta cuando vio su propio abdomen completamente desnudo, libre. No había cerrado la camiseta y la chica lo estaba escrutando, dubitativa, confusa—. Perdón.

Sin perder un segundo más, Naruto cerró la camiseta, abotonándola y privando a la chica de las vistas. Había estado entrenando con el uniforme escolar. No había llevado ropa consigo.

—N-no te preocupes. Espero no haberte incomodado—se disculpó la muchacha, dando una ligera reverencia, mostrando su sonrojo cuando se alzó—. ¿Estabas entrenando?

—Si. Últimamente me levanto temprano y vuelvo a viejas rutinas que había abandonado—Naruto dijo, dando una suave sonrisa.

Los cazadores de demonios debían mantener unos pulmones fuertes, un constante entrenamiento para seguir aumentando, para pasar al siguiente nivel. Él había perdido ese nivel. Dejó a un lado el entrenamiento y estaba muy por debajo de quien había sido. Aún estaba lejos de aquel Uzumaki Naruto de los viejos tiempos, el que luchó contra los dioses egipcios para mantener la paz.

—Es bueno hacer algo con el tiempo libre—la chica declaró, apartando unos mechones de su rostro, dejándolos detrás de su oreja—. Así uno mantiene la mente ocupada.

—Si, bueno. También lo hago para relajarme—Naruto explicó, masajeando su mano derecha, rozando la marca—. A todo esto, ¿no deberías estar en clases? O incluso durmiendo. No sé qué hora es.

—SI, realmente debería estar en clases. Pero vine a dejarle algo a Yukine.

—¿El Shinki de Yato?

Naruto aún no había conocido al famoso Yukine. Parecía haberse esfumado el día anterior y estuvo demasiado ocupado hablando con Kofuku para obtener algo de información sobre lo que había pasado en su ausencia.

—Sí. Yukine quiere estudiar, sentirse como un chico normal, poder aprender como los jóvenes de su edad—Hiyori dijo, sacando algo de dentro de su bolsa, mostrándolo al Uzumaki—. Así que le traje mis libros y apuntes. Yo ya pasé a secundaria, no los necesitaré.

Naruto tomó los materiales que la chica le estaba dando. Giró el libro, encontrando que el primero era de matemáticas. Aquello no era agradable para él. No estaba hecho para estudiar. Para su desgracia, sus manos, su mente, estaban hechas para la lucha, para eliminar enemigos y sobrevivir a la batalla.

―Se los daré, Hiyori―Naruto dijo, colocando los libros bajo su brazo derecho. Ligeras gotas de sudor escurrían por el rostro del joven, haciéndolo brillar ligeramente con los rayos leves del sol―. Ahora, ¿no llegaras tarde?

―¿Uhm? ¡Whaaa! ¡Sí! ¡Me voy, Naruto-san!

El Uzumaki soltó un bufido de risa y se encaminó a dentro de la casa, con los libros ajo el brazo para el shinki de Yato y que pudiera estudiar. A pesar de ser un simple espíritu, parecía haber encontrado un buen maestro, buenas personas que impedirían que fuera un fantasma, un espíritu malvado.

Masajeó su cuello, dejando los libros sobre la mesa de la salita, encontrando el silencio de aquella casa algo placentero. No tenía que oír a sus hermanos gritar, llorar, reclamar. Menma fue demasiado egoísta. Mito demasiado sumisa. Naruko demasiado prepotente. Ninguno de ellos era digno de ser el siguiente rey. Pero las circunstancias habían colocado a su gemelo como undécimo rey de los Uzumaki y a él lo habían tachado de traidor.

Era tan molesto.

Desvistió su cuerpo, entrando desnudo al baño, dejando que su cansado cuerpo reposara en la bañera de Kofuku. Sentía el agua tibia masajeando sus músculos, desentumiéndolos y evitando que se crearan contracciones, molestias posteriores. Naruto dejó que un suspiro escapara de sus labios, satisfecho. Aquello no era molesto. Se podría acostumbrar.

Pero no debía.

El veto que el Consejo colocó sobre él, aun estaba vigente. Cuando el edicto de los dioses salió, su familia le dio la espalda. Nunca fueron nada para él. No le importaban. Su honor siempre estaba por encima de la familia, una familia que él no deseó y con la que cargó.

Naruto cerró los ojos, echando la cabeza hacia atrás, dejando que el agua meciera su cuerpo lentamente, disfrutando de la sensación. Volvió a suspirar, dejando que el aliento escapara de sus labios, que escurriera por la habitación difuminándose junto al ligero vaho que había escapado del agua.

Esto me trae tantos recuerdos.

El cazador relajó el cuerpo completamente, dejando que el agua lo abrazara completamente, volviéndose uno con el agua, como si fuera parte de él.

Recuerdos de cuando todo era más sencillo.

Había sido un leal guerrero, un samurái al servicio de la Diosa del Sol y un buen rey. Se preocupó por su clan aun cuando era más joven que muchos. No quiso la masacre, perder a sus hermanos, sus camaradas. Pero muchos murieron cuando los egipcios declararon la guerra y el Shintō se lanzó a la lucha. ¿Fue un traidor por no permitir la masacre de los suyos? ¿Lo fue cuando salvó a Ebisu de ser decapitado? ¿Cuándo salvó a Yasaka? Su honor estaba manchado por las fallas, las corrupciones de otros. Lo perdió todo. Su honor. Su familia. Su posición. Su poder. Su espada. Todo había sido arrancado de su ser.

Y eso lo frustraba.

Naruto abrió los ojos, viendo algo distinto. No estaba viendo del techo del baño, a menos que fuera de color morado brillante, con un rostro blanco y cabello rubio aplastado por una gorra militar. No, definitivamente aquello no era el techo del baño de Kofuku. ¿O había cambiado todo para que el techo fuera más bajo y representara a una persona?

―Bishamon―susurró el Uzumaki, mirando los ojos brillantes de la mujer. Bishamon no dijo nada. No abrió la boca. Mantuvo la postura, ligeramente inclinada, mirando a Naruto con sus ojos, dejando que largos mechones dorados se mojaran ligeramente.

―Uzumaki.

―¿A qué debo la visita de uno de los Siete Dioses de la Fortuna?―dejó caer la pregunta, moviéndose al otro lado de la bañera, mirando el atuendo de la mujer. Llevaba botas largas, una chaqueta gris, minifalda gris y sostén negro que dejaba a la vista, mostrando su plano vientre de piel clara, el nacimiento de sus pechos.

―Ni siquiera deberías estar aquí, Uzumaki―ella declaró. En ningún momento el rostro de Bishamon cambió. Se mantuvo tranquilo, casi neutro. Si hubiera tenido alguna pizca de ira, enojo, Naruto lo habría notado enseguida. Conocía a Bishamon desde hacía mucho tiempo. Era un libro abierto para él.

―No estoy demasiado preocupado por lo que el Ejército de Subyugación pudiera hacer. No es como si hubiera dejado a un lado el entrenamiento, Bisha―él dijo, dando una ligera sonrisa. Sin pensarlo demasiado, Naruto se levantó, dejando a la vista su desnudez. Bhisamon ni se inmutó, mirando directamente a los orbes azules del Uzumaki―. Puedo lidiar con todos ellos.

―Eso hubiera sido antes. Ahora, tu aura no es tan poderosa―Bishamon frunció el ceño, sintiendo el pequeño poder de Naruto, cuando anteriormente había sido abismal. Seguía siendo denso, pero no tan poderoso―. No me engañas.

―Sé que no puedo engañarte.

Ambos mantuvieron el silencio. Un silencio pesado, que llenaba el ambiente. Naruto miró los ojos brillantes de Bishamon, y la diosa hizo lo mismo con los del cazador ambos quietos, de pie, uno desnudo y la otra vestida.

―¿A qué has venido, Naruto?

―Tuve que lidiar con dioses de la calamidad―él respondió, sin temor. Salió finalmente de la bañera, tomando la toalla que Daikoku le había proporcionado amablemente―. Alguien los mandó y realmente pienso descubrir quién.

―Espera. ¿Dioses de la calamidad? ¿Cómo Yato?

―Ese idiota no podría ganarme en miles de años, Bishamon―replicó Naruto, tomando la camiseta blanca de su uniforme. La pasó entre sus brazos y cabeza, cubriendo su torso. Tomó los calzoncillos e hizo el mismo procedimiento, dejando a un lado la toalla cuando los colocó cubriendo su desnudez. Aunque no le importaba demasiado que Bishamon pudiera verle desnudo. Ya lo había hecho antes, cientos de veces. ¿Qué pasaba por una vez más?―. Pero estos dioses de segunda, llevaban shinki demasiado oscuros, poderosos. No eran normales.

―¿Y crees que el Shintō tiene algo que ver?

Naruto mantuvo el silencio mientras se ponía los pantalones del uniforme, cubriendo la parte inferior de su cuerpo, no dejando casi nada de piel a la vista.

―No lo sé―reconoció el rubio, tomando con sus manos las zapatillas. ¿Había sido el Shintō? No, si los dioses rompían un decreto dado por ellos, quedaban expuestos y la justicia de los dioses se vería como un fraude ante todos los demás panteones. Los dioses cometían errores, incluso miles de más que los humanos―. Prefiero pensar que ha sido el Undécimo Rey Uzumaki. La cuestión es, ¿cómo me encontró?

―Tu hermano es un bueno para nada, Naruto―Bishamon declaró, cruzándose de brazos―. Cuando aparece en las reuniones de los dioses, simplemente me aborrezco de estar en la misma sala. Sé que es una representación de Amaterasu...pero aun así...no puedo lidiar con él.

Naruto dejó escapar una risa entre sus labios. Menma era poderoso, pero nunca había logrado mostrarse como un rey, como la representación de Amaterasu. El poder bruto por sí solo no era nada ante los dioses, algo que a él le había costado aprender.

―Bien, no es que me importe, pero si es un inepto, lo seguirá siendo siempre―señaló, divertido. Naruto terminó de atar sus zapatos con un fuerte tirón y se puso de pie, mirando a Bishamon―. La verdad, no sé como Kofuku te ha dejado entrar, pero ya que estas aquí, ¿quieres un poco de sake por los viejos tiempos?         

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