Aquellos que son leales

¿Qué es la lealtad? Es una devoción de una persona hacia algo o alguien. Es un sentimiento, que hace a la persona seguir estando al lado del objeto de su lealtad, no solamente por unos minutos o segundos, si no por años enteros, incluso llegando a la misma muerte o causando que la persona luche contra algo que lastime a quien le es leal. Muchos pueden jurar lealtad a un rey, un emperador, un señor feudal, pero no necesariamente son leales al mismo. La lealtad se gana, no se tiene desde un inicio, algo que pocos señores comprender, que los reyes no toleran, pero que el plebeyo comprende completamente y siendo de los que más lealtad da, viendo como se la devuelven de una bofetada.

Uzumaki Ashina ya había servido durante mas de mil años a los reyes del clan Uzumaki, dando su consejo, siendo completamente leal a quien ocupara el trono de los reyes, el asiento que siempre fue ocupado por un Uzumaki de sangre pura. Mostró su molestia inicial cuando Kushina, la novena reina, ocupó el puesto estando casada con un extranjero, un extraño de nombre Namikaze Minato, pasando luego a ser Uzumaki tras el matrimonio que él presenció, y dejó en claro que no estaba de acuerdo. Estaban contaminando el clan y todo podía ser llevado a una debacle.

Estando en desacuerdo con la reina, Ashina sirvió completamente a su reina durante los años de mandato, tomando su posición como consejero completamente en serio, dando sus puntos de vista sin morderse la lengua, sabiendo que Kushina lo odiaría por eso. Siempre la enfrentó en las reuniones. Nunca se calló. Incluso le señaló que Minato podría querer usurpar su puesto de reina.

Fueron idioteces, como ella dijo. No fue Minato quien robó el trono, si no su segundo hijo concebido con otra mujer Uzumaki de cabello oscuro, algo extraño en el clan, mas no imposible. Ashina vio como Naruto era rubio y algunos otros tenían diversos colores en sus cabellos. Pero, aun así, aquella mujer tenía una dudosa procedencia.

Se odió así mismo cuando el hijo de Kushina, Uzumaki Naruto, fue condenado por los corruptos dioses de la Primera Generación del Shintō. Oyó las calumnias que Menma y sus seguidores soltaron por sus bocas. Cada falacia. Cada...insulto. Todo era una burda actuación, con el cometido de colocarlo a él, Uzumaki Menma, como Undécimo Rey del clan Uzumaki.

La guerra contra los hindúes y los egipcios, solamente reforzaron las acusaciones y dieron paso al escenario para el destronamiento del rey que él, el consejero más antiguo, respetaba.

Pero no podía seguir con la farsa. No podía ver como el actual rey, Uzumaki Menma, denigraba al clan, como movía sus planes bajo la mesa hacia el lado de Indra, como parecía que estaban traicionando a la diosa del sol. Ellos eran su ejército personal, su guardia. ¡No podían ser aliados de ningún dios! ¡No podían entrar en guerra y luchar en cualquier facción, si Amaterasu no estaba! Por más que Ashina se lo recordó, Menma siempre desechó sus consejos, lo menospreciaba, lo trataba de un anciano débil y senil. Estaba arto del desprecio, de lo poco considerado que estaba en las reuniones del consejo. Veía a los traidores, los corruptos andar libres, sin penas sobre sus hombros, mientras que el verdadero rey había sido despojado de todo.

Llegó el momento de decir basta. Ashina nunca fue cruel, un luchador imprudente. Era meticuloso, paciente y podía estar años hasta lanzar su movimiento. ¿Pero cuánto había pasado desde la última vez que vio a su rey? Apenas lo recordaba y eso lo frustraba. Quien debió ser exiliado, fue Menma y no Naruto, algo que muchos sabían, pero pocos compartían abiertamente.

Menma era rey y Naruto un traidor.

El viejo samurái se detuvo frente a una puerta doble de roble, suspirando. Llevaba los brazos entrelazados, con las manos metidas en las mangas de su kimono blanco. Su cabello caía hasta los hombros, igual de blanco que el mismo kimono, en conjunto con una barba blanca que lo hacía casi asemejarse a un sabio mago. Ashina tenía la apariencia de un viejo guerrero que pasó los últimos años aconsejando, susurrando en los oídos de su rey los consejos que él necesitaba para mantener al clan en pie y no llevarlo a su destrucción. Pero todos ellos fueron desoídos y ahora estaban dentro de una guerra que estaba a punto de estallar, entre dos bandos de dioses que no los respetarían.

¿Qué era lo que Menma vio en Indra para unirse a él? Ashina estuvo cuando Naruto lo enfrentó, espada a espada, héroe a rey de los cielos. Vio su enfrentamiento, como Indra se jactaba de su poder, como intentaba hacer que su rey hincara la rodilla. Muchos humanos lo habrían hecho, después de todo, era el rey de los dioses, el líder de los semidioses en el hinduismo. Pero nunca, jamás, vio a Naruto flaquear, empuñando su espada para derrotar a los seguidores de Indra.

Muchos murieron aquel día.

Ashina cerró los ojos por unos segundos, solamente unos diez, recordando aquella batalla, donde egipcios, hindúes y japoneses estaban luchando por la supervivencia, por alzarse con la victoria. Todo lo recordaba con detalla: la sangre sobre la hierba, el olor a carne quemada, los gritos agonizantes de los heridos...no había ni un solo elemento que se escapara del recuerdo. Pero lo que más presente estaba en su mente, era la fiereza de su rey. Recordaba cada herida que Naruto llevaba, hechas por Indra o Shiva, a los que había enfrentado sin temor en su corazón, uno detrás de otro. Después de todo, Naruto fue quien destrozó a los Gana, el ejército de Shiva, y mató a su hijo de un movimiento de su espada, sin miedo. Aunque renacería finalmente, como todos los dioses.

Toc Toc

Ashina golpeó la puerta con su puño y esperó a que le abrieran. Se mantuvo frente a la gruesa puerta, con los recuerdos de aquellos días, frescos en su mente. Fueron malos tiempos para ellos, pero más para su rey. La muerte de los reyes y los príncipes llevó a Naruto a un estado de ira completa.

Crounk

Ashina movió sus ojos viejos, cansados, hacia la figura que tenía delante, mirándolo a los ojos, viendo unos orbes castaños, algo cansados, pero con un brillo que, a pesar de los años, no parecía haber desaparecido por completo.

―¡Oh, hombre!―una sonrisa ancha apareció en los labios de aquel hombre de cabello blanco y piel arrugada. Vestía un kimono amarillo con un diseño floral, también llevando un haori negro y una bufanda con los mismos diseños―. No creí que realmente vendrías, anciano.

Ashina frunció el ceño, haciendo a un lado al hombre y pasando dentro de aquella habitación, dándole la espalda a la puerta.

―Tú también eres viejo, Sasaki―Ashina le recordó al viejo samurái, obteniendo una risa divertida del lado de Sasaki.

Sasaki Kojirō había sido un famoso espadachín de Japón, conocido como El Perdedor más Grande de la Historia. Se decía que siempre, en todo enfrentamiento que hiciera, Sasaki terminaba perdiendo. Eso fue lo que llevó al espadachín a entrenar como un animal salvaje, a mejorar su cuerpo cada vez que obtenía una derrota. Podía ver como iba a ir un enfrentamiento en su mente, por lo que sabría encontrar un modo de derrotar a su adversario y, si no lo lograba, simplemente se marcharía para entrenar.

Solamente se mostró realmente en serio en un enfrentamiento: Miyamoto Mushashi, aquel conocido como el mejor espadachín de todos los tiempos, un gran guerrero, samurái y general de batalla a quien Sasaki dejó una cicatriz en su frente con un movimiento de espada.

―¡Oh, no hace falta que lo recuerdes!―Sasaki declaró, cerrando la puerta tras de sí, caminando detrás de Ashina por el largo pasillo cubierto de antorchas, llegando a otra puerta que el mismo Ashina abrió, encontrando una sala casi vacía, solamente rellenada por una mesa de madera redonda, con sillas de respaldo alto y una ventana inmensa al fondo. Estaban en una fortaleza Uzumaki abandonada, en la sala más remota de todo aquel castillo.

―Por fin llega el anciano―una gruesa voz declaró. Ashina movió sus ojos, encontrando a un inmenso hombre, de manos casi gigantes. El Uzumaki levantó el rostro para poder ver la cara de aquel hombre―. Creí que iba a echar raíces.

Raiden Tameemon, el legendario luchador de sumo japones, un hombre de inmenso aspecto físico, siendo superior por mucho en altura y en estado físico, presentando músculos en los músculos, con el cabello oscuro y mechas plateadas. Aquel hombre, solamente vestía unos sencillos hakama que el mismo Sasaki había dado al luchador.

―Lamento la demora―Ashina dio una leve reverencia como disculpa. Había tenido que deshacerse de sus perseguidores para poder llegar a aquella reunión―. ¿Alguno más ha llegado?

―Lu Bu está en camino. Dice que lo acompaña un chico que no para de hablar de su senpai y que carga una maleta con helados y hielo―Sasaki declaró, caminando hacia una de las sillas.

Ashina dio un leve cabeceo y sacó un largo objeto envuelto en un paño de color negro como la misma noche. El consejero dejó el objeto sobre la mesa, mostrando la forma de una katana.

―Espera. ¿Esa es...?

―Masamune, la espada que corta aquello que su dueño quiere cortar―el consejero informó, moviendo las manos sobre la tela, desenvolviendo una katana de mango negro como la noche, con una tsuba en forma de flor de cerezo, siendo de un color negro. La hoja, gris como el mismo humo, presentaba un filo imponente, lleno de kanjis, de grabados―. La espada de los reyes Uzumaki.

―¡Espera, espera!―Sasaki se recostó sobre la mesa, frunciendo el ceño ante la katana, observando a un lado la vaina, de un color rojo sangre―. ¿No debería de tenerla Menma? Él es el rey.

―No. Una espada es forjada por cada rey. El legendario herrero Masamune forjó esta para Naruto, llenándola de inscripciones solamente para él―Ashina explicó, sonriendo con añoranza―. Esto es solamente un trofeo para el usurpador. Y ni siquiera se dio cuenta de que le di una réplica de la espada. Ni siquiera puede notar que no tiene poder. En cambio, esta...es todo lo contrario―tomó la punta de la hoja, empujando la empuñadura hacia Sasaki―. Tómala por la empuñadura, Sasaki Kojirō, y dime.

Sasaki bufó entre dientes, pero siguió las palabras de Ashina y tomó aquella empuñadura. Movió los dedos alrededor del mango, sintiendo el cuero ceder ante su agarre. Era una empuñadura firme.

Pum Pum

Sasaki abrió los ojos. Aquello que sentía...¿era el poder de Naruto? Rápidamente, Sasaki soltó la Masamune sobre la mesa, mirando su mano derecha, sintiendo la palma más caliente de lo normal.

¿Este es el poder del niño?

―¿Lo comprendes ahora? Masamune forjó esta espada que el mismo Naruto llamó Masamune, en honor al herrero. Los dioses sellaron el poder del rey en la espada, y solamente responde a aquellos que guarden lealtad al Décimo Rey, casi como si tuviera alma―el viejo Uzumaki volvió a hablar, tomando asiento, mirando aquella espada―. Jamás cortará a alguien que no quiera cortar.

Cuando Raiden fue a hablar, un fuerte golpe y el movimiento de la puerta, atrajo la atención de los tres adultos. Entrando en la sala, llevando su naginata sobre el hombro, se presentó Lu Bu, mostrando un ceño fruncido, realmente enfadado.

―¿Alguien puede hacer callar al mocoso de mierda?―gruñó, señalando detrás de él.

Entrando en la sala, un joven de cabello rojo, con una banda cubriendo su ojo derecho con una banda oscura. La mitad inferior de su rostro iba cubierta por una máscara de tela negra y la empuñadura de una espada, sobresalía de su hombro derecho.

―¡Yo, Ji-chan! Ryū reportándose en el campamento base, porque Ryū es buen chico y puntual―el joven declaró, mostrando una sonrisa de ojo cuando su párpado cubrió su ojo índigo―. Ryū trae helados de limón para la reunión. A Ryū se le olvidó el sake, porque todos creen que Ryū es un niño.

Ashina negó, mostrando una pequeña, muy pequeña sonrisa en su rostro cuando movió los labios. Raiden simplemente rio ruidosamente y Sasaki le siguió, algo más calmado.

―¡¿En serio?! ¡¿Nadie me lo va a quitar de encima?! ¡LO MATARÉ ENTONCES!

―Cálmate, Lu Bu―Ashina pidió, alzando la mano derecha. El consejero Uzumaki movió su atención hacia el muchacho, Ryū, dejando a un lado al hiperventilante guerrero chino―. ¿Es en serio, Ryū? ¿Sabes lo que vamos a hacer? Esto no es un juego, chico. Todos los que estamos aquí, los estamos para salvar al clan. Y no va a ser un método bonito. La guerra puede estallar en cualquier momento.

―Ryū está consciente de ello, Ji-chan. Pero Ryū cree que ayudar a Naruto-senpai es lo que debe hacer. ¡Por ello, Ryū se presenta para el servicio!

Uzumaki Ryū, uno de los tantos estudiantes de espada, había sido catalogado como el genio que aparece cada cien años, mostrando una habilidad de espada que podría seguir el ritmo a la de Sasaki, Mushashi Miyamoto y Okita Sōji. Naruto siempre lo consideró, como el mejor samurái, incluso mejor que él en muchos aspectos.

―¿Confías en él, anciano?―Lu Bu preguntó, dispuesto a luchar contra el adolescente si era necesario.

―Con mi vida, Lu Bu―Ashina respondió, mostrando unos ojos fríos, duros como dos esquirlas de hielo. Lu Bu sintió la incomodidad y carraspeó, apartando los ojos. El viejo consejero movió su atención de nuevo a la katana sobre la mesa, repasando los kanjis sobre la hoja, que brillaban con un fuerte naranja como el mismo sol.

[¿Y esto? Tantos ningen juntos, son un alimento demasiado apetitoso para mí, el rey de los demonios]

Todos los presentes, se tensaron. Aquella gruesa y profunda voz los golpeó. Ashina movió la cabeza, mirando hacia la ventana, observando un ojo rasgado, rojo como la sangre. Pudo notar el pelaje naranja de aquella bestia.

Ashina suspiró, calmando el palpitar de su corazón.

―Has decidido venir...

[Hmp. No puedo dejarte cargar con todo, viejo decrépito], aquella bestia declaró, soltando una gruesa risa. Lu Bu había tomado su naginata, dispuesto a luchar. Raiden estaba incómodo. Sasaki no sabía realmente como actuar, [¿Estos son los generales del gaki?]

―Faltan algunos: Oda Nobunaga. Liu Bei. Cao Cao. Y algunos otros que no han podido asistir―explicó el consejero, envolviendo la Masamune con aquel trapo.

El ojo rojo y rasgado, se movió, mirando aquel trapo.

[Comprendo, anciano]

―¿Ha que has venido?

Mostrando sus afilados dientes, aquella inmensa bestia contestó:

[Solo vengo a devorar las almas deaquellos que no fueron leales a lo que juraron, nada más viejo ningen] 

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