5. Viejo Templo

Mantuvo los pendientes de cartas hanafuda entre su pulgar e índice, viendo cómo se movía levemente con el viento nocturno que estaba entrando por la ventana. ¿Cómo era posible que los tuviera ahí? ¿Eran reales? Naruto miró directamente el dibujo, viendo el sol poderoso, rojo, sobre el fondo verde y blanco. No comprendía porque el recuerdo del primer usuario de la Respiración del Sol había aparecido justo delante de él, salvándole de morir a manos de un demonio por su simple erro de llevar solamente un bokken a modo de defensa. Pero aquel demonio no era normal. Sintió una sensación que había comenzado a recorrer su cuerpo y que se instaló en su pecho y se quedó allí, dejándole completamente helado. Hacía años, cientos que no sentía aquella sensación.

Otra vez esos recuerdos.

Tomó su rostro con la mano derecha, moviéndolos dedos y mostrando su ojo izquierdo, azul como el zafiro mismo, observando el pendulante pendiente en su mano, entre sus dedos. Naruto fijó su ojo sobre el mismo pendiente, viendo como se movía, como si fuera un atrapasueños, quedando completamente cautivado. El chico parpadeó, moviendo el brazo y dejó sobre la mesilla el pendiente hanafuda, junto a su gemelo. El Uzumaki respiró con calma, mirando ahora el techo.

Danza bajo la nieve. Disfruta del baile ardiente. Siente la sensación del fuego recorriendo tu cuerpo. Sé el testigo de la bondad de los dioses, Naruto.

Chasqueó la lengua, sentándose y tomando su rostro con ambas manos, jadeando. Sentía un cálido sentimiento recorriendo su cuerpo, como si fuera fuego que deshacía el frío que había instalado la presencia de Tsugikuni Yorīchi.

Era imposible que aquel hombre hubiera logrado sobrevivir mil años hasta la época actual. No, era imposible. Ni siquiera creía que fuera una representación holográfica mágica. No sintió nada cuando lo vio, salvo una enorme frialdad.

Y todo aquello solamente le llevó a preguntas inquietantes. Más cuando los sueños se repetían estando despierto. Aquellos ojos rojos. El rostro pálido como el de un muerto. Kibutsuji Muzan se estaba mostrando cuando él estaba dormido. Lo conocía. Estaba presente en los tapices de su familia...no, solamente por eso no lo conocía. Había estado cuando Muzan fue derrotado la primera vez. Había estado cuando los Cazadores habían dado sus almas. Había estado...cuando él mismo, Uzumaki Naruto, selló a Kibutsuji Muzan durante mil años.

Deslizó su cuerpo, quedando sentado al borde de su cama, sintiendo la cálida noche primaveral cercana al verano. Naruto suspiró, expulsando todo el aire posible y se levantó, observando el despertador sobre su mesilla, viendo que eran las 4:00 de la madrugada. Pero no podía dormir. No ahora que los demonios habían escapado del sello. Los seguidores del demonio serían crueles con la humanidad. Incluso los diablos verían aborrecidos lo que ellos harían.

¿Qué diferencia había entre demonios y diablos, cuando ambos eran descendientes de Lucifer? Los demonios eran capaces de destruirse así mismo y seguían a Kibutsuji Muzan hasta la muerte, solo por miedo. Los diablos, por más depravados que eran destrozando su propia sociedad con la diferencia de los sangre pura y los sangre sucia, eran incapaces de unirse contra un enemigo, a menos que ganaran algo. Muzan guiaba a los demonios para lo que quería y no tenía que obtener algo por codicia. El mundo era suyo.

Naruto asomó su rostro hacia el exterior, sintiendo el aire golpeando su rostro y meciendo los mechones de su cabello. No parpadeó por más aire que hiciera, observando las estrellas pintando el cielo oscuro.

"Crew. Crew"

Naruto movió la cabeza y alzó el brazo, dejando que un cuervo se posara en su antebrazo, clavando levemente sus garras en él. Guío la mano izquierda y deslizó un par dedos por su plumaje, dando una leve sonrisa al animal.

¡Uzumaki Naruto! ¡Tomioka Giyū y Urokodaki Sakonji han solicitado tu presencia en el templo abandonado! ¡Crew! ¡Crew!

Naruto estiró el brazo y dejó que el cuervo se alejara de él, extendiendo las alas oscuras de plumas como la misma noche azotando el cielo. Vio al ave alejarse, hacia la luna, perdiéndose.

Apoyó el peso sobre su mano izquierda y Naruto saltó, quedando sobre el tejado de la entradita de los apartamentos. Inspiró completamente, sintiendo sus pulmones completamente llenos de aquel aire completamente fresco y nuevo y sonrió, recordando aquellas noches de verano con su maestro y su hermano de respiración.

Naruto bajó de un salto, quedando en la entrada, vistiendo unos pantalones cortos y una sudadera sobre su torso y comenzó a caminar hacia el templo donde lo estaban esperando. Levantó la mirada, viendo como el cuervo lo estaba guiando. Hacía, ¿cuánto? ¿Casi diez años que no los veía? No podía contener la sonrisa que se comenzó a dibujar en sus labios, segundo iba pensando en Urokodaki y Tomioka. Los había echado de manos. El ex Pilar del Agua había sido como un abuelo para él, cuando su familia lo había abandonado, cuando mostró aquello que era realmente.

Algo que no mostraría de nuevo, hasta que Muzan estuviera delante de él.

Por otro lado, Tomioka siempre fue como su hermano mayor, a pesar de que él tenía una hermana mayor. Pero todo lo había llevado a separarse de su clan cuando la situación fue definitiva.

Entre recuerdos del pasado, dolorosos y apacibles, Uzumaki Naruto levantó los ojos, mirando con orbes azules el edificio que era el templo antiguo. Su techo se estaba desmoronando y había astillas por toda la caseta.

Entonces, los vio. Sentado en los escalones, estaba Urokodaki Sakonji, llevando el kimono estilo jinbe (kimonos veraniegos, no el gyojin de one piece, mis lectores. Ya sabéis algo nuevo) con estampados de olas de mar, muy ligado a su papel como maestro de la Respiración del Agua. Sobre su rostro, una máscara de tengu impedía a cualquiera reconocerlo.

Apoyado contra la pared de la casa, estaba Tomioka Giyū con el gakuran reglamentario bajo un haori multicolor, su insignia. En su costado, llevaba su Nichirin completamente envainada, apuntando hacia abajo con la empuñadura, como los samuráis llevaban normalmente las katanas. Su cabello oscuro estaba ligeramente recogido con una cinta.

―Naruto―el primero en hablar fue Urokodaki, levantando el rostro y clavando sus ojos en el muchacho, siempre cubiertos por la máscara roja de tengu.

Naruto no dijo nada. Detuvo sus pasos, con las manos metidas en los bolsillos de su sudadera, mirando primero al mayor de los dos Cazadores y luego a sus propios pies, jugueteando.

―Hola―murmuró el chico, levantando un poco el rostro e intentando mirar a amigos. Giyū se había bajado, haciendo crujir los tablones, siempre con la mano izquierda sobre su espada―. Hace...años que no hablamos.

―Incluso creí que moriste―Giyū declaró, deteniéndose a unos pasos de su hermano de respiración, mirándole levemente por encima. Naruto media cerca de un metro sesenta y dos, mientras que el propio Pilar, contaba con una altura de metro setenta y seis―. Lo dejaste atrás.

Naruto siguió la mirada del Pilar del Agua, cuando Giyū miró hacia atrás, a un bulto cubierto por un haori rojo con llamas negras al final del mismo y en las mangas.

―Eso es...

―Tu uniforme de Cazador de Demonios―Urokodaki declaró, levantándose con todo entre sus manos, caminando hacia sus dos alumnos. Giyū se apartó y el ex Pilar le mostró el haori con el gakuran y la espada Nichirin―. Tenía polvo cuando Tomioka lo tomó del baúl.

El Uzumaki movió los ojos, encontrando al Pilar mirando hacia otro lado, con una cara plana y completamente inexpresiva. Giyū no quería mostrar sentimiento alguno, como buen personaje emo. Ese era su papel, como una vez comentó Naruto.

―No lo esperaba...

―No podíamos quemarlo―Urokodaki extendió las cosas hacia el Uzumaki, quien tentó su mano a tomarlos, pero bajó las mismas.

―No puedo―declaró, entre dientes, apretando los puños. Con frustración, Naruto cerró los ojos para oprimir las imágenes cruentas que llegaban a su mente―. ¡No tengo derecho...!

Plaf

Giyū no dijo nada y los ojos de Naruto se abrieron completamente. Lentamente llevó su mano derecha a la mejilla, notando la piel cálida y picante debido a la bofetada.

Bofetada dada por Urokodaki.

―Los lamentos ahora son inútiles, Uzumaki Naruto―declaró el hombre, deteniendo las palabras del más joven, aun con la mano sobre su mejilla, sin rozarla siquiera―. Todos podemos cometer errores. Yo cometí un error que llevó a la muerte de casi todos mis estudiantes.

―....

Naruto mantuvo el silencio, sin poder lograr que las palabras acudieran a su boca. No podía hablar. No sabía como lograr que una solo sílaba, escapara de sus labios.

―Naruto. Tus errores fueron honorables. Fuiste quien mantuvo en pie a los Pilares. Todos reconocen tu valía al enfrentarlos. Con la desaparición de Muzan, hemos ido decayendo casi hasta el olvido. Pero él no fue derrotado, es algo que todos sabemos.

―Si...

―Aunque el Shintō nos haya obligado a escondernos, nosotros seguiremos de pie para cuando los humanos nos necesiten. Tú aun tienes que crecer y siempre contaras con nosotros―lentamente, Urokodaki depositó las pertenencias de Naruto frente a este, a sus pies―. Vuelve a empuñar tu espada, Naruto, por el bien del débil.

No podía pensar. A su mente acudían todos los recuerdos de su estadía en el cuartel general de los Cazadores, de su tiempo con su familia en la Finca Uzumaki, bajo la protección de los mismos dioses. Ellos habían sido los mejores guerreros al servicio de todo el Shintō. Fueron quienes los mantuvieron en pie, cuando la guerra de Panteones terminó, con la eliminación de las más pequeñas.

Y simplemente fueron sus juguetes, algo que él no podía permitir. No quería hacerlo, pero tragó durante años, hasta que la avaricia de los dioses o tuvo fin.

En toda jerarquía había buenos y malos, fueran dioses o demonios, ángeles o diablos. Naruto lo sabía demasiado bien y lo conocía en sus propias carnes.

Levemente, por inercia ante el recuerdo, agarró su brazo derecho con la mano izquierda, mostrando un brillo completamente melancólico, lleno de una tristeza casi infinita.

Unas manos lo sacaron de su propia línea de pensamientos y se encontró con ojos oscuros de su maestro: Urokodaki, quien podía notar que estaba sonriendo al ver como la piel de su cuello se estaba estirando ligeramente.

―El pasado siempre quedará grabado a fuego en nuestras almas―el hombre dijo, apretando ambos hombros de su alumno, quien no dijo nada por varios segundos, mirando la máscara de tengu del Cazador―. Debemos de saber vivir con ello, con el ardor pesado y peso de las acciones que nos acompañaran hasta la muerte―Urokodaki bajó los brazos, sonriendo un poco más―. Eres un chico asombroso, así como uno de los pocos Cazadores de Demonios con una extrema habilidad en la espada―el hombre se giró, dejando a Naruto poder ver a Giyū detrás de él. El Pilar se había mantenido en silencio sin intervenir en la conversación―. El futuro es vuestro, Naruto, Giyū. Quiero que os mantengáis juntos, pase lo que pase. Se avecinan tiempos oscuros y todos lo sabemos.

Naruto sintió aquella frialdad cuando Tsugikuni Yorīchi se presentó delante de él, bonachón, de un modo que él no conocía y le dejó aquellos pendientes con cartas hanafuda.

Hilando las palabras de Urokodaki, lo comprendió. Kibutsuji Muzan estaba finalmente libre del sello que el Shintō había colocado sobre él hacía mil años para mantenerlo bajo control, sin fuerzas hasta que alguien pudiera derrotarlo finalmente.

Los sueños. Sus miedos. Naruto veía ahora la oscuridad mucho más cercana que la luz misma. Y estaba asustado.

―No me la merezco―declaró Naruto, bajando la cabeza para mirar hacia su Nichirin y el uniforme que había usado como Cazador de Demonios, recordando los eventos que le habían obligado a alejarse de su hogar.

―Eres uno de los pocos por los que yo daría mis manos―Urokodaki declaró, dando un cabeceo―. Incluso Tomioka daría sus manos por ti. Y eso no es algo que él haría por alguien normal.

Naruto no dijo nada. Conocía lo suficiente a Tomioka Giyū como para saber que las palabras de Urokodaki eran completamente reales. El actual Pilar de Agua era un hombre que no daría su confianza a cualquier persona.

―Gracias...

―Urokodaki―la voz de Tomioka sacó a ambos de su charla. El Pilar se acercó a su hermano de aliento y su maestro, dándoles una mirada significativa―. Es hora.

Urokodaki dio un asentimiento, mirando a Naruto una vez más, colocando ambas manos en los hombros del adolescente. Apretó de un modo reconfortante, palmeando los brazos del muchacho un par de veces tras apretarlo.

―No caigas en la oscuridad del pasado―volvió a decir, dando un ligero asentimiento de cabeza―. Espero que pronto volvamos a vernos, Uzumaki Naruto. Los lazos que has creado en tu pasado, serán los que te impulsen ahora hacia el futuro.

Naruto apretó los labios y se vio obligado a cerrar levemente los ojos, cuando el viento se formó más fuerte. Parpadeó, no encontrando rastro de Urokodaki o Tomioka. Ambos se habían marchado de aquel templo viejo y lo habían dejado solo.

Lo único que indicaba la presencia de losCazadores, era su uniforme y su Nichirin colocados a sus pies.

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