2. El Maestro de Kendo

Un nuevo día amanecía sobre la ciudad, pequeña, de Kuoh, despertando sin querer a un joven rubio, quien gruñó levemente al notar como los rayos de sol entraban por la ventana que él mismo olvidó cubrir con la cortina, por lo que intentó taparse con la almohada que estaba usando para descansar la cabeza, encontrando ahora molesto el despertador que comenzó a sonar. Somnoliento, lo tomó para apagarlo, destrozándolo contra la pared con un lanzamiento directo, volviendo a caer sobre la almohada para descansar un poco antes de ir a la escuela nuevamente.

―¡Naruto-san! ¡Es hora de ir a clase!

Abriendo los ojos, sintiendo como una de sus cejas se contraía, Uzumaki Naruto finalmente se levantó de su cama, removiendo sus cabellos con ligero malestar. Teniendo los ojos ligeramente cerrados, fue directo al balo, tomando el cepillo de dientes del vaso sobre el lavamanos, lavándose los mismos con un poco de pasta de dientes, mientras se miraba así mismo en el espejo sobre este, no mostrando demasiado interés en lo que el reflejo le estaba devolviendo, reconociéndolo completamente como suyo, a pesar de ser algo pálido en comparación a su piel bronceada normal.

Después de todo, aun no había sido bañado directamente por los rayos del sol y o había tomado su desayuno, por lo que tanto su mente como cuerpo no estaban despiertos al cien por cien.

Escupió sobre el lavamanos, abriendo el grifo un poco y dejando que el agua se deshiciera de la espuma causada por la pasta de dientes y por el mismo movimiento del cepillo sobre sus dientes. Lo vio desaparecer por el desagüe y golpeó varias veces el cepillo para dejarlo impecable, bañándolo bajo la cascada de agua helada que salía por el mismo grifo. Viendo que con eso había terminado, Naruto se deshizo de su pijama, entrando en la ducha y abriendo el grifo, sintiendo como el agua golpeaba su cuerpo deshaciendo la tensión de sus músculos. Lentamente el vapor se fue deshaciendo, dejando que las cicatrices sobre el torso del joven Uzumaki quedaran completamente visibles para aquellos que pudieran verlas, pero estando en el baño, nadie podría apreciarlas. La más destacable era una con forma de equis sobre su hombro derecho, mientras tres líneas inclinadas, como las de un zarpazo, estaban justamente por delante, en su pecho, como si algún animal salvaje lo hubiera intentado abrir en canal. Aquellas dos eran las más destacables, teniendo otras más pequeñas y que se veían menos a simple vista siendo solo detectadas por los que prestaran una completa atención a dichas zonas.

Naruto cerró el grifo, cogiendo el uniforme de estudiante y colocándoselo, desapareciendo por completo su cuerpo desnudo, ocultando las cicatrices de personas justo al momento indicado. La puerta de su habitación se abrió, haciendo al chico mover la cabeza y su atención, viendo a una chica asomando la cabeza por la rendija abierta, mostrando su cabello castaño en dos coletas.

―¿Uh? ¿Naruto-san?

―Murayama―devolvió el saludo el chico, tomando el maletín donde llevaba sus notas para la clase, arreglando el cuello de su chaqueta con la mano―. ¿No te has marchado aun? Por mi culpa llegaras tarde.

―¡No te preocupes!

Murayama era una chica de cuerpo estándar, de la clase 2-C de la Academia Kuoh y miembro del club de kendo, donde Naruto estaba inscrito igualmente desde inicio de años. Ambos vivían en una residencia para estudiantes con beca colocada por la familia Shitori Sōna, la presidenta del Consejo Estudiantil, una chica de mano férrea con cualquier persona, más dentro de su agrupación.

―Aun no he desayunado―intervino el muchacho, saliendo del cuarto y caminando junto a la chica―. Además, los demás se han marchado hace rato.

―¿Cómo lo sabes?

―No oigo a nadie―admitió el Uzumaki con una pequeña sonrisa en sus labios, bajando hacia la cocina y seguido de su compañera. Los dos eran de la clase C, siendo Murayama quien lo instó a entrar al club de kendo cuando lo vio barrer el piso con simple palo de bambú y enfrentando a unos matones, quienes habían acechado a una estudiante de otra academia.

Para Murayama si le preguntaran por aquel día, lo definiría como algo que solamente aparecía en las películas y los libros de ficción y fantasía, con el galante caballero salvando a la princesa de unos matones que se llevaron su merecido. Pero a sus ojos, realmente fue lo que pasó y por ello presionó al chico para que se uniera al club de kendo, una vez que la chica asustada realmente se calmó.

En cambio, para Naruto fue solamente el instinto el que lo impulsó a actuar, sin querer meterse en líos ni atraer fama por lo acaecido con la muchacha, quien lloró agradecida y empezó a hablar maravillas de él a los agentes, algo que realmente lo avergonzó cuando los mismos policías lo felicitaron. Simplemente hizo lo que cualquier persona debía hacer en la situación: ayudar a la persona en peligro, fuera quien fuera. Nunca debían dejarse llevar por las apariencias o el odio mismo, por si la persona en peligro fuera un asesino. Pagaría sus pecados en la cárcel tras un juicio imparcial.

Al menos, así es como a él lo criaron.

―¡Chicos!

Naruto y Murayama se movieron a tiempo de ver a otra chica alcanzándoles, llevando el uniforme femenino de Kuoh, con un shinai en su espalda, envuelto en la funda. Esta chica era Katase, su compañera tanto de clase como del club de kendo, una chica de cuerpo estándar demasiado despistada, a veces. Al menos para Naruto, aquella muchacha era así y lo reafirmó cuando vio como la muchacha resbalaba en el último escalón cayendo de costado contra la puerta.

Murayama tomó su rostro, negándose a ver aquello con verdadera vergüenza por su compañera, soltando un exasperado suspiro por su comportamiento, mientras Naruto mantuvo un rostro...algo raro, mirando la actuación de Katase sin comentar.

―¡Ite, ite!―Katase lentamente se levantó, acariciando su costado por el golpe y mirando con ojos llorosos hacia los dos adolescentes, los cuales se mantenían o querían hacerlo al margen de la situación―. ¡Ayúdame, Murayama!

―Es tu problema―asintió el Uzumaki, caminando hacia la cocina, tomando un par de tostadas, su bento preparado la noche anterior y salió de la residencia sin mirar atrás, mientras Murayama lo increpaba y Katase se agarraba de la otra chica, llorando e impidiendo a Murayama moverse hacia la salida, con Naruto caminando ya por el exterior.

Cuando Katase se recuperó, ambas chicas alcanzaron a su compañero rubio, caminando los tres hacia la Academia Kuoh, donde la presidenta del Consejo Estudiantil les estaría esperando para darles una información de suma importancia para su club. Siendo el club metido de por medio, Murayama lo había arrastrado a la sesión, a pesar de no poder importarle menos el asunto. Naruto prefería pasar su etapa estudiantil con completa calma, sin verse metido en cosas raras o demasiado difíciles de digerir.

No tardaron demasiado en aparecer frente a la academia, viendo a sus compañeros entrar dentro, notando que había muchas más chicas que chicos, quienes eran solamente un cuarto de todos los estudiantes dentro de la academia, debido a que Academia Kuoh antes era completamente femenina, hasta hacía un año, donde se permitió la entrada de varones a las aulas.

Por ese motivo, encontrando que sería poco problemático para él, Uzumaki Naruto entró en aquella academia con una beca intentando pasar desapercibido, yéndose todo por el desagüe el primer día, mostrando sus habilidades de kenjutsu, el arte de la espada y acabó dentro del club de Kendo, por la insistencia tanto de Sōna como Murayama, siendo la primera demasiado amenazante.

―Es inmensa la puerta del consejo―declaró Katase, sacando de sus pensamientos a Naruto, quien parpadeó un par de veces, mirando directamente hacia la enorme puerta de madera de dos hojas que tenían delante―. ¿Deberíamos llamas? Me siento revuelta...

―¿Será nerviosa? Nunca antes hemos venido―Murayama murmuró, dudosa al moverse hacia la puerta.

Sin decir nada, Naruto golpeó la puerta con los nudillos, ocasionando que ambas chicas del club se ahogaran con su propio aire, tomando un rostro semejante a un pez boqueando fuera del agua.

―Disculpe―tiró de la puerta, asomando la cabeza―. ¿Se encuentra Sōna-Kaichō? Nos citó a primera hora del día de hoy por un asunto importante con el club―Naruto entró en la sala, seguido de unas temerosas Murayama y Katase, quienes miraban todo con asombro.

―Uzumaki-san.

El chico movió sus ojos hacia un costado, viendo el inmenso escritorio tras el que estaba una chica de ojos violetas, cabello corto negro y gafas de montura metálica roja. La chica estaba terminando de firmar unos formularios y su voz había sonado calmada, casi inaudible para los tres adolescentes que habían entrado a la habitación. Pero Naruto escuchó la voz completamente.

―Lamento molestarla, Kaichō. Pero usted pidió que viniéramos a la sala a hablar de algún tema importante del club―declaró el joven, tomando la palabra mientras sus compañeras parecían abrumadas por la presencia de la vicepresidenta del consejo, Shinra Tsubaki, una mujer algo más alta que la presidenta, de cabello largo y negro y ojos castaños suaves―. Esperamos no haber interrumpido su labor.

―¡Si has sido....hmpf!

Katase detuvo las palabras de Murayama, cerrando su boca con una mano, riendo nerviosamente. Tanto Kaichō como su mano derecha miraron por una fracción de segundo a ambas chicas.

―No es molestia alguna―admitió la chica, terminando el papeleo y pasándole las hojas a Tsubaki, quien las cogió y las metió en una carpeta, dándole una reverencia a Sōna y saliendo de la sala, dejando a los miembros del club de kendo frente a la presidente del Consejo Estudiantil―. Una actividad realmente importante se va a llevar acabo con el club de kendo y quería confirmar su participación, así como lo han hecho los demás miembros.

―¿De que trata la actividad, Kaichō?―Murayama indagó, curiosa, quitándose la mano de Katase de la boca.

―Un torneo de kendo entre escuelas, regional.

Los ojos de Murayama se abrieron completamente y se giró hacia Katase, donde ambas chicas celebraron su participación en el torneo, como sus compañeros.

―¡Nosotros participamos!―dijeron ambas, haciendo que Sōna alzara la ceja ante el silencio de uno de los siete chicos en el club de kendo, Uzumaki Naruto―. ¿Naruto?

El chico soltó el aire contenido, mirando hacia la presidente directamente a los ojos.

―Lo lamento, Kaichō. Pero desestimaré mi participación en el torneo.

―¡Naruto! ¿Pero porque?―increpó enseguida Murayama, tomando la manga derecha de su amigo y compañero, no obteniendo ninguna palabra del chico, quien miraba directamente a la presidenta, sin prestar atención a las quejas de sus compañeras.

―El Maestro de Kendo―Sōna entrelazó los dedos, mirando directamente a los ojos del chico, quien no mostró intimidación alguna por la férrea mirada dada. Calló, conectando sus ojos con los de Kaichō mientras lo evaluaba―. Así es como te han denominado en el club. Un genio nacido cada cien años, según la profesora Katsumoto.

―Exagera―declaró el rubio, desestimando las palabras de la chica, sin parpadear ni una sola vez. Violeta y azul se miraban―. No soy tan bueno.

―¡Eso no es verdad!―Murayama interrumpió, mirando hacia Sona directamente-. Ha dominado las katas dadas por Katsumoto-senei en solamente veinticuatro horas, o menos incluso. Una sola sesión para él, le dio las bases del kendo necesarias y superó a los de último curso. ¡Es muy bueno!

―¿Por qué alguien así de bueno, no quiere ser reconocido?

―La fama es un camino demasiado vacío―contestó el Uzumaki, manteniéndose calmado―. Uso el kendo para mantener mi mente y cuerpo activos, en sintonía. Ganar premios no es algo que entre dentro de mis planes, y menos para una institución. Solo practico kendo para mí mismo, para apaciguar mis...demonios, Kaichō-dono.

Sona reconocía las palabras dichas por el chico, encontrando la mentalidad del muchacho mucho más madura de lo esperado, al menos comparándola con los chicos y chicas de la academia. Uzumaki Naruto parecía un muchacho sencillo, con un carácter demasiado peculiar y siempre alejado de la fama.

Al contrario que Yuto Kiba, quien atraía completamente la atención femenina, había descubierto que Naruto pasaba desapercibido en la academia, sin hacer nada llamativo...salvo superar a todos en el club de kendo a la semana...no, al día de entrar.

―Si no participas, serías excluido del club en el acto―calmadamente, Sōna dejó caer la bomba, esperando la reacción del chico. Las dos muchachas intentaron protestar y ella las calló con una mirada―. Piénsalo, Uzumaki-san.

Lentamente, Naruto soltó el aire contenido en sus pulmones por segunda vez, creando durante unos segundos, una presencia que hizo a Sōna alzar una de sus cejas, no comprendiendo aquella sensación que sentía sobre su cuerpo.

―Si eso es lo correcto, no veo porque seguir adelante, Kaichō. Yo mismo abandono el club de kendo y así no veré forzada mi resolución―Naruto dio una inclinación de cabeza, levantándose al segundo, dando una mirada calmada hacia Sōna, quien solamente se sorprendió por sus palabras y actuar, no entendiendo al muchacho. ¿Estaba dispuesto a dejar el club solamente por ser forzado a participar en un torneo que lo único que hacía era darle fama?

La muchacha suspiró con calma, bajando los brazos y desentrelazando los dedos y permitiendo que su rostro quedara completamente libre de cualquier apoyo, usando sus ojos para examinar al muchacho rubio, intentando comprenderlo. Para ella, heredera de la casa Sitri de los Setenta y Dos Pilares del Diablo, los humanos eran criaturas simples que se dejaban llevar por cosas simples: fama, dinero, belleza, poder...todo eso era lo que para ella definían a los humanos. Tenían mentes y deseos simples que para ellos como diablos les era fácil de satisfacer.

Pero Uzumaki Naruto no estaba siendo un simple humano. El aura del chico no indicaba que la estaba mintiendo. Ningún movimiento de sus músculos le daba algún indicio de lo que pensaba. Para ella, la mayoría de los estudiantes eran como libros abiertos para ellas. Uzumaki Naruto no lo era. Fama. Dinero. Poder. Casi parecía que él tuviera las tres cosas o no le interesaran para nada.

―Eres demasiado extraño, Uzumaki-san―declaró Sōna, soltando un suspiro cansado y sintiendo su mente demasiado pesada. Intentar descifrar algo indescifrable, terminaba agotándola―. No puedo expulsar a alguien talentoso del club de kendo y tampoco puedo obligar a alguien a participar en el torneo. Eso es solamente algo que le correspondo a vuestra maestra. Sin embargo, estaría realmente satisfecha si optaras por darnos el trofeo de kendo en la sección masculina.

Mostrando serenidad, Uzumaki Naruto cerró los ojos con calma, respirando serenamente, moviendo su pecho con lentitud. Muchos tendrían dudas, estarían tentados por la fama; pero era algo que a él no le interesaba, no ahora.

―Puedo pensarlo, Sōna-Kaichō. Pero no puedo asegurarlo. No me interesa la fama ni el dinero o cualquier minuciosidad―explicó el practicante de kendo, dando una suave sonrisa.

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