Cerró los ojos intentando olvidar aquellos recuerdos que le atormentaban desde adentro. Su interior estaba vacío, y solo se sentía más frio de lo habitual.

En su templo sombrío yacían las risas y caricias que alguna vez existieron y estuvieron allí. Pero ahora solo había una gran soledad y un frio atrapante que nunca se iba.

Recordó el calor, recordó aquellos brazos en los que solía dormir, recordó cuando Takeda y Frost corrían por el templo como dos niños pequeños; y eran tan grandes.

Una pequeña risita se le escapó de los labios, pero de nuevo su tenue mirada volvió a ser la misma. Ya no sabía cómo continuar, y a pesar de haberlo perdido casi todo, estaba allí para mantener sus enseñanzas de pie, ya que sus alumnos siempre estaban dispuestos a aprender algo nuevo.

Pero extrañaba mucho a Frost, extrañaba mucho a Takeda, echaba tanto de menos a Smoke, y no dejaba de pensar en su hermano Bi Han. Pero lo que más extrañaba era dormir entre los cálidos brazos de Hanzo Hasashi. De hecho ni siquiera podía dejar de pensar en él, nunca podía dormir sin soñarlo, nunca se detenía a descansar de esos recuerdos.

Y cada vez eran más y más las ganas que tenía de besarle, pero aquel rompimiento hizo todo imposible, aquel destrozo en su corazón parecía no tener cura, y aquellas almas parecían jamás volver a verse.   

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