5.-
-Hayes, eres un cagado. -bufé.
-No, tú eres una demente. ¡Delincuente! -gritó en un susurro.
-Será genial. -insistí. Este chico necesita aprender a vivir, y pienso enseñarle cueste lo que cueste.- Bueno, yo voy, te quedas solo. -le advertí.
Comencé a caminar hacia la casa abandonada, dejando a Hayes plantado en la acera, mirándome mientras me alejaba.
-Está bien, pero solamente entro porque no te quiero dejar sola ahí dentro. Podría haber algo peligroso. -rodé los ojos y entré en la casa por una ventana rota, con cuidado de no cortarme. Tuve suerte ya que el agujero era grande y soy bastante menuda.
Es una de esas casas que llevan así toda la vida, y que por fuera son el lienzo de graffiteros con muchas ideas. Dentro todo es genial, está todo muy sucio, los pocos muebles que hay están tapados con sábanas blancas y las paredes están descorchadas y cenizas, como si hubiese ardido, y adornadas con graffitis por supuesto. Hay un espejo roto donde sólo me veo media cara, y el techo se cae a cachos.
-Esto es genial. -murmuré admirando la casa.
-Naroa, vámonos de aquí. -pidió Hayes y me giré a verle.
-Pensé que eras más divertido, Grier.
-Puedo hacer una lista infinita de cosas más divertidas que colarnos en una casa abandonada. -dijo irónico mientras yo caminaba hacia las escaleras, haciendo oídos sordos de lo que decía.- Ah no, no subiremos arriba. -me sujetópor la cintura, impidiendo que pueda caminar.
-¿Por qué no? Seguro que es aún más guay. -dije mirando hacia arriba, pero sólo podía ver un pasillo y una puerta cerrada.
Hayes levantó las manos a la altura de su cabeza, como rindiéndose. Sonreí empecé a subir los escalones. Algunos crujían al pisarlos, lo que hacía que Hayes murmurara cosas ininteligibles y yo me riera de él, obviamente. ¿Qué clase de amiga sería si no me riese de mi amigo?
Llegamos a la planta de arriba, Hayes iba a caminar delante, pero tiré de su camiseta, frenándole. Me miró interrogante y me tomé mi tiempo. ¿Por qué lo había hecho? Había notado algo. Arrugué la nariz inconscientemente y me dí cuenta de qué era lo que pasaba: apestaba a hierba.
Me llevé un dedo a la nariz y en silencio dí un par de toques, indicándole que oliese. Lo hizo y abrió los ojos como platos.
Escuchamos un ruido proveniente de una de las habitaciones, y empujé a mi amigo para que bajase las escaleras, rápido. Pero el muy idiota se había quedado paralizado.
-Hayes, tenemos que salir de aquí. -susurré y le volví a empujar suavemente. Esta vez hizo caso y bajamos rápidamente las escaleras. Volvimos a escuchar un ruido arriba, y pisadas.
Y a los dos segundos estábamos saliendo por la ventana y corriendo como energúmenos por la calle, alejándonos de quien quiera que fuese.
-¡Ha sido genial! -exclamé después de una buena carrera que nos dejó muy cerca de mi casa.
-¿Genial? ¿Colarte en una casa abandonada y que haya gente consumiendo droga para ti es genial? -preguntó intentando regular la respiración, al igual que yo.
-Perdona que no me gusten las motos. -me encogí de hombros.- Dime que no ha molado. -le reté.
-No ha molado, en absoluto. -negó con la cabeza y reí a carcajadas.- ¿Quién me mandaría a mí hacerme amigo de una loca?
-Necesitabas acción en tu vida. -argumenté divertida.
-Tengo suficiente acción en mi vida, y desde que tú estás en ella me sobra y me sale la adrenalina por los poros.
-Dramático. -puse los ojos en blanco y rió.
-Para nada.
-Idiota.
-Inconsciente.
-Aburrido.
-Delincuente.
-Mojigato.
-Idiota.
-¡Eso lo he dicho yo antes! ¡Gané! -exclamé divertida y empecé a hacer una especie de baile de la victoria un tanto...
-Rarita. -dijo Hayes, completando mi pensamiento. Solté una carcajada. Puede que un poco sí lo sea, pero no siempre es malo, ¿no?- ¿Y cuál es tu premio?
-No sé, cómprame skittles o helado. -me encogí de hombros.- Me vale cualquier cosa que lleve azúcar, porque creo que me ha bajado del maratón que acabamos de hacer.
-¿Pasamos por la tienda? -preguntó Hayes.
-¿Así? -señalé mis leggins y mi sudadera.- Ni de coña. Pasamos por casa, me cambio y vamos.
-¿Es por ese tal Brad? -preguntó y negué con la cabeza, pero miré al suelo, lo que me delató.- ¡Ja! ¡Te gusta el cajero!
-Grítalo más alto, Grier, no te han escuchado en Carolina del Sur. -me quejé y le di un puñetazo en el hombro.- No me gusta, pero está muy bueno, todo hay que decirlo.
-¿Le pido su número? -preguntó subiendo y bajando las cejas.
-No, Hayes, me lo quiero ligar yo. -dije seria y él me miró con los ojos como platos.- ¿No eres gay? -me hice la confundida, pero fue demasiado dramático y se dio cuenta de que me estaba riendo en su cara.
-Me has asustado, por un momento...
-Te planteaste serlo. -acabé su frase y me atravesó con la mirada.- No me mires así, en los Tours siempre estás rodeado de chicos... -dije mientras abría la puerta de casa y dejaba que entrase.
-Deja de vacilarme, Naroa, o tendremos un problema. -gritó mientras yo subía la escalera.- ¡Hola Marie!
Me cambié de ropa, me puse unos vaqueros rotos y una camiseta ancha color azul verdoso, junto a mis vans negras. Informal pero arreglada, ja.
Al final va a resultar que me sé vestir y todo. Ventajas de que tu padre lleve una empresa de ropa famosa. O desventajas, porque a veces soy demasiado técnica.
¿Qué narices hago pensando en mi padre?
Bajé y tiré del brazo de Hayes para que dejase de hablar con Carl. Cuando se ponen a hablar de fútbol americano no hay quien les pare.
Caminamos hasta el súper entre risas y bromas.
-¿Entonces a qué te tengo que invitar? -preguntó al entrar en la tienda.
-Helado de menta, definitivamente. -dije segura.- ¿Sabes? En unos días empiezo el instituto. -comenté mirando lo que había por los pasillos.
-¿Nerviosa?
-Un poco. -me encogí de hombros.- Es decir, tú no vas a estar, no conozco a nadie... ¿los institutos americanos son como los pintan en las películas? -pregunté con miedo.
-¿Cómo los pintan en las películas? -preguntó Hayes frunciendo el ceño.
-Ya sabes, los populares y los desportistas dominan a todo el instituto, la jefa de las animadoras es una mala pécora que hace imposible la existencia de gente buena como yo, -hice un intento de poner cara de niña buena, pero no me salió muy bien.- dejémoslo en los nuevos. Las mesas de comedor divididas en populares, normales y raritos...
-Ey, tranquila. Normalmente las animadoras son majas, aunque hay alguna que es un poco zorra, pero a la mayoría las conozco, igual que a todos los del instituto. Somos todos de la zona, y vas a encajar perfectamente, ya lo verás. Ese es el estereotipo de instituto de los 80. -me abrazó y le devolví el abrazo, ahora más tranquila.
Caminamos hacia la caja (donde estaba Brad) y me sonrió.
-¿Qué hay, Grier? -saludó.- ¿Te veremos este año por los pasillos?
-No, tío. Este no. -contestó mi amigo. Brad pasó el helado por el lector y lo metió en una bolsa, que Hayes no me dejó coger. Le tendió un billete de cinco dólares y el moreno de devolvió la vuelta.
Salimos de la tienda en silencio.
-Recuérdame por qué no vas a estar en el instituto.
-Porque me suspenderían todo por ausentismo escolar. -se encogió de hombros y me crucé de brazos. Sé que sólo conozco a Hayes desde hace un mes y no tengo derecho a recriminarle nada, pero igualmente preferiría no tener que afrontar mi primer día sola.
-Sólo porque me caes bien, Grier, compartiré mi helado contigo. -le advertí señalándole con un dedo y rió.
-Menos mal que te caigo bien, no te imagino de enemiga...
¡Tanto tiempo sin actualizar! Lo siento, es que aún me estoy pensando por donde irá la historia, pero creo que ya lo tengo un poco más claro.
Gracias por leer, votar y comentar :)
Un beso :*
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